27 veces (que se vistió como si se fuera a casar con el amor de su vida)

Este fanfic participa en el reto de verano "Entre risas y besos" del foro "I am SHER locked

Disclaimer: Los personajes les pertenecen a Arthur Conan Doyle (aunque son del dominio público ahora, jamás dejarán de ser suyos) excepto por aquellos que son propiedad de la BBC y de Steven Moffat y Mark Gatiss (jeje). Esto lo hago por pura diversión.

Basado en la película 27 dresses (27 vestidos) del 2008.


11

Sherlock atrajo la atención de todos los guardias de seguridad y en la conmoción, se pudo colar a la sala de espera. Aunque tal vez no había sido la mejor opción, tal vez debieron comprar un boleto de avión pero las filas eran tremendas y el tiempo se les acababa. Parecía una película, aunque la parte donde un tipo de 120 kg tacleaba alguien medio escuálido como Sherlock no pintaba nada bien, esperaba que lo encontrara en una pieza un poco más adelante, cuando alegara locura temporal y pagara su fianza.

Corrió, evitando chocar con la mayoría de las personas aunque lo hizo con una maleta de mano y rodó de manera espectacular por el suelo, lo ayudaron a levantarse y entonces, la puerta veintitrés quedó frente a él y la imagen de un Mycroft sentado, esperando su vuelo, lo recibió y aunque no había notado su presencia, pese al espectáculo que había dado, tuvo que sonreír.

Mycroft lo hechizaba, su presencia lo intoxicaba, no podía dejarlo ir, no podía simplemente pensar que las cosas podían quedar en eso. No podía ser sólo eso, ahí había mucho más.

-Buenas tardes –dijo sacando a Mycroft de su ensimismamiento, sus ojos azules se clavaron en los suyos con miles de preguntas y con algo muy parecido al miedo, arraigado en lo más profundo. No, eso estaba muy mal, quería que lo miraba como una semana atrás, con amor, con casi devoción.- Creo que no nos conocemos, mi nombre es Gregory Lestrade y quiero saber todo de usted, absolutamente todo.

Mycroft sonrió aunque sabía que no sería sencillo, no era cosa de contar dos que tres cosas como hizo John Watson aunque su hermano ni se había dado por enterado.


-Lo hice –dijo en cuanto John Watson abrió la puerta de su casa en Notting Hill, el barrio era precioso, todo tradicional, lo que los turistas quieren ver cuando pisan la capital inglesa. Sin embargo, la reacción de John fue lo que menos hubiera esperando, simplemente le dio con la puerta en las narices. ¿Pero qué demonios se creía ese tarado?

¡Una semana! De aguantar que su madre llamara todos los días, luego su padre, hasta Harry había estado mandando mensajes preguntando si es que ya se había comunicado. Pero él no quería un mensaje o una llamada telefónica, por esa razón las ignoró todas, él quería eso, que apareciera en su puerta como típica comedia romántica y le declarara su amor. Era una idiotez pero esperar una semana lo era más.

Volvió a su sofá, le dio play al control remoto para reiniciar la película que estaba mirando, aunque le era difícil concentrarse por el hecho de que Sherlock gritaba su nombre cada quince segundos. Escuchó como una de sus vecinas salía a reñirle por el escándalo, pero él le dijo que en lugar de meterse en lo que no le importaba mejor llamara a su esposo para ver en qué tipo de actividades estaba metido.

La vecina hizo un ruido atragantado y se metió a su casa muy enojada, John ahora lo había visto todo porque estaba espiando por la ventana, pensaba que podía simplemente ignorarlo, pero era que tenía muchas granas de abrir la puerta, de dejarlo entrar a su nido donde se había atrincherado después de pedirle una vacaciones a su editora y de que le fueran concedidas.

Lo más curioso del asunto era que tuvo un visitante en esos días, alguien que lo estaba esperando cuando regresó de entregar su carta de amor para que fuera publicada en el periódico del domingo. Pensó al verlo que no era buena idea dejarlo entrar, pero se veía tan miserable, como si de verdad no tuviera a dónde ir.

Mycroft Holmes se sentó en su sillón durante tres horas sin decir una palabra, le dio un bote de helado de nuez y una cuchara y puso una película con su cuenta de Netflix, "Jamás besada", era la cuarta comedia romántica que veía y le estaba dando dolor de estómago el sólo haber comido cosas dulces, pero no importaba, quería dejar de pensar por un rato.

Y es que cuando aquello se publicara esperaba que pasara algo, pero no pensó que pasaría una semana después. Mycroft se fue en la mañana, dijo que tenía que despedirse de su hermano, su nueva misión diplomática lo estaba esperando en China y no planeaba regresar por muchos años. Durante esos días habían hablado, no todo el tiempo, Mycroft parecía reacio a compartir algo con él hasta el segundo día, cuando aceptó las botellas de cerveza que John le ofrecía.

Todo aquello lo debía estar escuchando Greg, sería lo más correcto, no tenía mucha idea de si era el alcohol del tercer día o la desesperación de que Sherlock no fuera capaz de buscarlo en su casa, como si su dirección le fuera difícil de averiguar. El punto era que comprendió mucho de lo que dijo Mycroft, su carrera en la política, el juego de apariencias que debía llevar, el apoyar causas que no eran agradables, el acompañar a reyes en las tonterías que se les ocurrían sólo por el hecho de estar al servicio de Su Majestad.

No era fácil y parecía realmente cansado, tal vez era tiempo de dejarlo, Mycroft dijo aquello varias veces, aunque pudo ser el efecto de la cantidad de comida nada nutritiva que habían ingerido o tal vez se le había congelado el cerebro después de los raspados que habían bebido, pudiera ser que estuvieran ahogados en azúcar, alcohol y malas películas porque a la mitad de "Como si fuera cierto" se comenzó a reír sin poderse detener y John tuvo que seguir viendo aquello a pesar de sus carcajadas. Y es que de verdad le gustaba esa película.

Tal vez habían esperando demasiado, bueno, en el caso de Mycroft debía seguir esperando el tiempo que fuera, pero en vez de eso el viernes comenzó a hacer llamadas con su celular hasta que le informaron lo que quería, que el puesto en China era suyo y que se iría el sábado si era posible. De verdad le daba pena todo aquello, Greg había cortado toda comunicación, igual que John, nada de responder a las llamadas o los mensajes y cuando el mayor de los Holmes intentó buscarlo en su casa, simplemente no estaba ahí ni pensaba llegar, le informaron que durante todo esos días no había ido ni para dormir.

Greg tenía muchos amigos, podía desaparecer del radar de Mycroft si así lo quería y no era como si pudiera buscarlo con las cámaras de seguridad de las calles de Londres, ¿o sí? John le desaconsejó ese tipo de comportamiento, no debía usar su influencia para ese tipo de actividades, después de todo, era diplomático, tampoco controlaba el gobierno del país.

Y al final cuando Mycroft se fue, John se dio cuenta de que no había sido tan malo pasar el tiempo con alguien que se sentía igual de miserable, tal vez más, aunque se hubieran acabado como diez kilos de helado… tal vez más. Ahora Sherlock había desaparecido, no se dio cuenta en qué momento simplemente dejo de estar parado en la banqueta y John suspiró, había sido muy pequeño su intento por llamar su atención y los gritos de una vecina bastaron para callarlo. Que decepción.

Exactamente veinte minutos después de pensar que estaba decepcionado comenzó la música. John corrió de nuevo a la ventana y ahí estaba de nuevo Sherlock, armado con unas bocinas pequeñas pero de gran potencia, las cuales reproducían una canción en su iphone, "In your eyes" de Peter Gabriel.

John negará toda su vida que gritó de la emoción, porque definitivamente no gritó de la emoción, un hombre de su edad no grita de la emoción y mucho menos da pequeños saltitos que le fueron imposibles de controlar. Y por supuesto que no se derrite cuando lo escucha cantar, porque esa voz no debería ser usada para cantar por el riesgo de causar reacciones poco propias en los que la escucharan.

OK, abriría la puerta de nuevo, sin embargo no estaba preparado para lo que vería. Sherlock ahora estaba parado ahí, sobre el último escalón y tenía en sus manos unas cartulinas blancas y John no pudo más que reír. Y por supuesto que eso venía de otra de sus películas favoritas, lo que no entendía es cómo lo sabía, nunca habían hablado de eso, de ser un adicto a las escenas románticas esperando que un día algo así de maravilloso le sucediera.

Aunque claro, las cartulinas decían cosas como "No entiendo tu gusto por las películas ridículas", "Lestrade fue por Mycroft al aeropuerto", "Justo como en tus películas ridículas" y su preferida "Aunque el sentimiento es un defecto químico que encontramos en el lado de los perdedores" (frase que de hecho lo hizo querer golpearlo) que se complementaba con la siguiente "Estoy del lado de los perdedores".

Muy bien ¿eso significaba lo que pensaba que significaba?

Pues esperaba que sí porque lo siguiente que supo fue que las cartulinas estaban volando por todos lados y que al parecer alguno de los dos había pateado las bocinas y el iphone porque la música se cortó de golpe. Estaba jalando al maldito bastardo por la bufanda que siempre usaba como si de verdad estuviera helando y no fuera mediados de agosto. Y cuando lo tuvo al nivel que quería, John besó al idiota que más amaba y que si bien lo dejó esperando una semana, ahora estaba ahí y no sería la mejor decisión si lo dejaba ir.


UN AÑO DESPUÉS

Era impensable, les había tomado todo ese tiempo tener la boda perfecta. Y si, John había escogido que fuera en la playa y nadie estaba autorizado para llevar zapatos, era estúpido llevar zapatos a una boda en la playa. No había sido sencillo, la playa estaba en Kent, un lugar precioso con arena un poco gruesa pero enmarcado en los espectaculares acantilados de piedra blanca, el agua casi como espejo, tranquila, el sonido de las pocas olas que se formaban.

Lo más complicado fue cerrar la playa para ellos, había muchos turistas enojados por eso, pero los favores que cobró Mycroft bastaron para controlar a la gente y darles a ellos el tiempo que necesitaban. Era un evento pequeño, los invitados habían sido seleccionados con excesivo cuidado. Por su puesto que ahí estaban los padres de ambos, los de Sherlock maravillados, vestidos de manera formal y con grandes sonrisas, no podían ser más felices.

Los de John aun lo estaban asimilando, Sherlock no lo había puesto sencillo, a veces se preguntaban qué había visto su hijo en semejante persona. Era fácil apreciar lo malo de él, pero John sabía observar, los detalles que la gente solía obviar, su innegable inteligencia y su capacidad de encontrar tanto lo bueno como lo malo de las personas. A veces los Watson se habían sentido ofendidos pero durante el año que esperaron para casarse pudieron notar los cambios, como Sherlock miraba a John antes de responder una pregunta o decir algo, como John asentía o negaba con la cabeza, como si supiera exactamente que tipo se aseveración realizaría.

Los Watson sabían que ese tipo de entendimiento se lograba con años de convivencia, por lo tanto, si su hijo y Sherlock lo tenían en tan poco tiempo era una buena señal.

Greg y Mycroft tenían otro negocio ahora, no se habían casado ni pensaban hacerlo, recorrían el mundo interesando a la gente de poder y dinero en ciertas empresas, como patrocinar una fábrica de vacunas para su distribución a costos bajos en los sistemas de salud de América del Sur. Greg se sorprendía de la capacidad de manipulación de Mycroft, a veces se asustaba un poco, pero si conseguían inmunizar a todos los menores de 1 año contra el rotavirus y salvarles la vida, entonces podía vivir con eso.

Había algunos amigos de John del periódico, puesto que había dejado seis meses atrás cuando Sherlock casi le suplicó que ante la ausencia casi permanente de Greg necesita ayuda. Era cuestión administrativa y evitar que tirara la casa por la ventana con cada boda, no era nada del otro mundo o algo que John no le gustase hacer, la verdad es que le gustaba hacer lo que fuera si significaba estar con Sherlock. Aunque había veces que no lo soportaba, que le daban ganas de ahorcarlo y se lo dejaba a Molly, quien jamás replicaba nada.

Esos días se iba a cualquier bar, tomaba un par de cervezas, esperaba que fuera las cinco de la tarde y regresaba a casa, a Baker Street. Lo encontraba siempre con cara de indiferencia, podía ser sentado en el sillón, podía ser en la computadora, tal vez tomando una taza de té, como fuera, el final siempre era el mismo. Porque cuando John Watson se enojaba con Sherlock Holmes, este último terminaba gritando su nombre de manera más que necesitada.

Aunque a decir verdad John debía quitarse de la cabeza esas imágenes, en cuestión de minutos caminaría hacía un juez, quien lo uniría para siempre con el amor de su vida. Molly se reía, pues John vestía un traje de lino blanco y el de Sherlock era negro, pero él no era la novia, ahí no necesitaban novias, se encontrarían a mitad del camino y caminarían entre las sillas hasta quedar frente a sus invitados. Entre los que figuraban varios de los clientes pasados de Baker Street Weddings, quienes al saber de su compromiso habían llamado en múltiples ocasiones para felicitar y al mismo tiempo, esperando ser invitados.

Sherlock les había colgado todas y cada una de las veces que había contestado el teléfono, hasta que John se lo quitó de las manos e invitó a todos los que pudo. Entre ellos a los chicos Winchester/Novak, quienes habían estado muy contentos por la posibilidad de asistir. A pesar de lo difícil que era Sherlock, todas esas personas estaban agradecidos porque fue la persona capaz de transformar sus sueños en realidad.

A veces no se daba cuenta de lo que hacía, de que era algo bueno, de que ayudaba a la gente de una manera muy particular, de que su recompensa monetaria era una parte, pero otra era también las sonrisas de sus clientes. Era muy típico de John pensar así, pero en las bodas en las que había participado durante los meses previos, al final de cada una de ellas, Sherlock había ido a su lado para besarlo, sabía que pensaba en la suya, simplemente lo sabía.

Había escrito muchas piezas, Sherlock había esparcido las partituras que lo mantenían despierto de noche y las desechó, considerando que todas eran horrendas y decidió que no interpretarían nada suyo en su boda. John estaba en desacuerdo y salvó las hojas que casi se fueron a la basura. Se las dio a una violinista holandesa cuyo hermano se había casado con una inglesa y cuya boda John reseñó en el periódico años atrás.

Ella hizo los arreglos y juntó toda la música para poderla interpretar durante la ceremonia y algunos momentos de la recepción. La chica se llamaba Janine Jensen y se suponía muy famosa entre los círculos de amantes de la música clásica, pero odiaba los grandes escenarios y se veía muy cómoda con su violín en medio de la playa. Cuando John escuchó los acordes salió de su carpa seguido por su hermana y por Molly, encontró a Sherlock un poco contrariado al reconocer las notas que la violinista estaba tocando, pero John lo retaba a enojarse con él, jamás lo haría, después de todo él había tirado todas y cada una de esas partituras.

Caminaron tomados de la mano y la gente se veía feliz de presenciar ese momento, las lágrimas rodaron por las mejillas de las señora Holmes y la señora Watson, Greg se paró al lado de John y Mycroft al lado de Sherlock y la ceremonia comenzó. De igual manera comenzó el resto de sus vidas.


Gracias por leer y por acompañarme en este intento de adaptación de la película 27 bodas. Bueno al final pasa algo similar en un momento muy de comedia romántica, Jane va a buscar a Kevin, después de darse cuenta de que lo ama, a una boda que se lleva a cabo en un barco y salta desde el muelle a la cubierta del mismo. La novia en cuestión la ve y la ayuda a hablar con Kevin y le confiesa su amor desde el escenario del lugar y se besan muy románticamente, pero … es que … no sé … no iba con lo que yo quería. Al final se casan en la playa y las 27 novias de las que fue dama de honor la acompañan vistiendo los ridículos trajes de cada una de esas bodas.

Pero, una boda en la playa con zapatos… no que espanto.

Ahora, el momento del iphone con bocinas tocando la canción In your eyes de Peter Gabriel viene de la película de hace mil años "Say Anything" con John Cusack, es todo una referencia para ese tipo de escenas, sosteniendo una macro grabadora de antaño frente a la ventana de la chica.

Lo de las cartulinas con mensajes viene de la película "Love Actually" donde el personaje de Andrew Linconl le confiesa su amor al personaje de Kiera Knightley y le dice que la amará hasta que parezca momia, literal.

La película "Jamás besada" es de Drew Barrymore y es .. maravillosa. La película "Como si fuera cierto" es con Reese Whiterspoon y Mark Ruffalo y es también de mis favoritas del género (tanto que me dieron ganas de adaptarla, Sherlock como Reese y John como Mark o tendría que ser al revés… mmmm).

Bueno, es todo, mil gracias a todos los que comentaron y a los que esperaron con paciencia porque volvieran a aparecer los capítulos 9 y 10, espero que este no desaparezca igual.

Recuerden que este fanfic es parte de un reto, si tienen cuenta aquí podrían ir al foro I am sherlocked y buscar las votaciones del reto, que aparecerán después del 30 de agosto, leer los demás fics y votar por su favorito.

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Gracias a todos, los adoro, recuerdo comentar, alimenten a la autora que muere de hambre.