Capítulo XXI

El Templo Bodaiji

Aquella tarde, solo podía escucharse el martillazo sobre techo de madera, caballos y bueyes tirando de carretas cargadas de telas y barriles; hombres tirando de sus bestias de carga, el sudor y cansancio empapando sus frentes y ánimos, mujeres supliendo con cubetas de agua los esfuerzos de construcción mientras mantenían un ojo vigilante a sus niños. Los trabajos por terminar para las nuevas cabañas resultaron ser más arduos debido a la falta de cupo en las áreas ya construidas, y más de uno transmitió su inconformidad y temor al tener que asentarse en una aldea donde un dragón acababa de aparecer. Luego de escuchar como el monje de la aldea y una exterminadora hicieron reflexionar sus opciones, ninguno de ellos dejó salir otra palabra y se marcharon a recolectar sus pertenencias y empezar a edificar algo similar a una cabaña. Solo una de las mujeres, Emiko, se detuvo a preguntarse a donde se había ido la partera que prometió ayudarle con su situación antes de que la manada de monstruos los despojara de su pueblo días antes. Tuvo la intención de acercarse a la sacerdotisa, al monje y a la exterminadora para descubrir la razón detrás de las acusaciones hacia ella, de no ser por la mano de su esposo quien le recomendó callar el asunto y guardar reposo. Ella accedió, pero no sin antes guardarse para sí misma su intención de hablar cuanto antes.

La noche había caído y con ella el barullo de labores. Los recién llegados ya comenzaron a tomar reposo debajo de los nuevos tejados y los primeros pilares de lo que serían sus nuevas casas. Una luna menguante yacía entre un manto de oscuridad.

"Recuérdame anotar qué historias si podemos contarles antes de dormir," susurró Miroku poniendo la manta sobre las gemelas. Komori yacía dormido junto a ellas. Puso una mano sobre cada una de sus pequeñas cabezas y se levantó para tomar su lugar junto a Sango, quien no retiraba la mirada de la fogata. Ella mantenía los puños cerrados arrugando su falda. "Sango." La acarició y entrelazó su mano con la de ella.

"¿Por qué son así?", ella exhaló con voz temblorosa.

"Nuestros niños tienen una viva imaginación."

"No los niños," dijo dejando caer sus hombros. "Esas personas, no tenían idea de lo que estaba pasando y lo primero que hacen es culpar a otros."

"Una reacción común," le dijo acercándola a él, "Acababan de perder sus hogares y lo siguiente que ven es un dragón enorme cuando creían por fin estar a salvo."

"Un dragón que Kohaku, tu y yo combatimos para que nadie saliera herido, incluyendo a ellos. Excelencia, debió dejar que me encargara en ese momento de esa mujer." Dejó caer su cabeza sobre el hombro de Miroku, "¿Qué clase de exterminadora soy si no soy capaz de percibir el verdadero enemigo tras un disfraz?"

Miroku acercó sus labios a su frente. "La mejor, Sango. Y no permitiré que alguien diga lo contrario. ¿Recuerdas la vez cuando un demonio me guio hacia una trampa usando el encanto perfecto de una mujer?"

Sango lo miró y alzó una ceja, "¿Cuál de todas?"

Él rio con nervios, "A lo que me refiero, es que, a pesar de mi experiencia como servidor de lo sagrado y divino, a veces no lograba diferenciar entre lo que era genuino y la maldad que me tentaba."

"Y también recuerdo todas las veces que nunca aprendías la lección y volvías a caer en trucos así," respondió ya con la postura relajada. Posó su mano sobre su mejilla. "Aunque, con el tiempo, te volviste menos crédulo."

"Oh, Sanguito, date algo de crédito. Si alguien sería capaz de despertarme de hechizos así, es la mujer frente a mí." Puso la mirada sobre su mano derecha. "Incluyendo aquellos de los que no creí liberarme."

"Destruir a Naraku requirió el esfuerzo de todos, y más que nada el tuyo. Al final, decidiste vivir para ver el día que por fin esa maldición se extinguiera."

Miroku se acercó más a ella. "Te hice una promesa, ¿no es así? De lo contrario, habría perecido en la lucha. O peor, ver como la maldición torturaba a nuestros hijos."

"No digas más. No tiene caso hablar de algo así."

"Exacto. Algo así nunca lo hubiéramos permitido. Tal y como no permitimos que esa mujer, Liú, obtuviera su cometido. La señorita Kagome está sana y salva, tal y como lo comprobó nuestro amigo Inuyasha."

Sango entonces procedió a recordar cómo después de lidiar con la turba de aldeanos enardecidos de miedo e ira, Shippo había llegado luego de ir a la cabaña de la pareja con un mensaje que Kagome se encontraba en un estado delicado. Con asistencia de Kohaku y Kirara, Kaede y Rin arribaron con provisiones para examinar a la joven madre. Sus ojos se blandecieron cada que recordaba a su amiga decirle que nada de esto era su culpa. La herida en su brazo derecho no fue lo preocupante, sino la cantidad de sangre que perdió a pesar de la gasa que había maniobrado para parar el sangrado. Retiraron las telas manchadas y todo indicio de lo que aquella sacerdotisa oscura había hecho en esa habitación matrimonial. Las siguientes horas Sango prepararon los remedios para vendar la herida mientras Kaede examinaba el vientre de su pupila. A pesar de sus objeciones, Kaede le aseguró a Inuyasha que después de sanar sus heridas físicas ella solo debía reposar. Sabiendo la angustia no solo por su mujer sino por la criatura que cargaba, la anciana le espetó que no podía determinar el daño certero hasta que sus energías estuvieran reforzadas, y por un instante, observó el cambio en la expresión de Kaede. Yuuta hizo amagos de no querer irse y Shippo se ofreció a cuidarlo y jugar con él en sus habitaciones infantiles. Inuyasha no se apartó de su esposa en toda la tarde.

"Eso fue lo único que nos importó en ese momento," le dijo deslizando su mano sobre la de Sango, "No lo que otras personas digan sobre cómo vivimos."

"¿Hablaste con ellos? Descubriste algo sobre lo que hacia esa mujer en aquella aldea. La faceta de partera la había construido antes de llegar con ellos."

Él sacudió la cabeza, "No, pero descubrí algo más intrigante. Mas, creo que eso queda para mañana." Vio la mirada decidida de su esposa. Suspiró en derrota, "Resulta que su terrateniente había sido visitado por oficiales armados días antes de que la horda de monstruos los evacuara. Oficiales imperiales."

"¿Habían ido a advertirles antes? Pero, entonces ¿por qué solicitaría el terrateniente a ti y a Inuyasha si ya habían sido avisados? Me imagino que no les creyeron."

El ronquido de los niños llenó el silencio de la habitación. Miroku volteó a verlos, "Mas bien, no les dieron lo que fueron a buscar." Regresó su atención a Sango. "Un trato." Acercó su rostro más al de ella y bajó su tono a casi susurros. "Uno de los aldeanos mayores me lo confirmó. Cuando llegaron, mandaron a llamar al terrateniente para que éste firmara una especie de acuerdo que juraba lealtad al trono y permitiera el uso de las tierras para un proyecto de armamento y protección imperial. A cambio, la aldea entera recibiría protección contra los ataques y retribución por estar de su lado."

Sango adivinó. "Al final, el terrateniente no aceptó." Se levantó y apagó las pocas chispas de la fogata. "¿Por qué?"

"No lo sé," contestó su esposo mirando las ultimas brasas extinguirse.


Ante ella, una neblina cálida y blanca cubría todo bajo su cintura. Su cuerpo no respondía. Sus latidos, el único eco de aquel espacio. El eco se hizo más fuerte y dejó de ser simples golpes al viento. Primero silabas, luego palabras susurradas. Incomprensibles, pero nítidas. Por un momento pudo recobrar el autoconocimiento de estar soñando. Deseó que fuera así.

Porque frente a ella una imagen detuvo todo nervio en su interior.

Sostenida por hilos pálidos y que parecían chirriar al contacto uno con otro, el cadáver de una araña yacía prendada contra la pared de las ruinas de un templo. Sus piernas no respondieron salvo el escalofrió contra la tela de sus ropas de sacerdotisa. Sudor frio refrescó su espalda y su aliento soltaba humo. Entrecerró los ojos y palpó sus propios brazos. No podía ni leer sus propios pensamientos.

"No otra vez esto. ¿Qué me estas tratando de decir?", tembló recuperando su postura. "¿Que es todo esto?" Los susurros comenzaron de nuevo. "No escucho nada. ¿Qué quieres?"

Otra vez. Y luego silencio.

Y así, el continuo péndulo entre quietud y escalofrío.

Estuvo a punto de gritar con tal de despertarse cuando lo escuchó. Ahora fue claro.

La sangre que has derramado…

Puso una mano sobre su cuello y miró a su alrededor. Salvo por el escaparate tétrico, estaba sola. "¿Quién eres? Por favor, si es un sueño o no, ya no me importa, solo dime," le imploró sin dejar de girar en su lugar. "¿Quién eres? ¿Intentas advertirme de algo?"

La sangre que has derramado…

"¿Sangre? No, te equivocas, he tenido que defenderme de otros seres, pero jamás he herido a un inocente." Detuvo su mirada sobre el artrópodo disecado en la pared. "¿Eso se supone que es Naraku?"

Nueva vida traerá…

"¿No se trata de sangre por matar? ¡Alto! Esto es similar a aquel sueño que tuve cuando..." Entonces hizo memoria mientras aun poseía control sobre la situación. Relajó sus músculos y se concentró. "Si en verdad me intentan decir algo, sean lo que sean estas presencias, el mensaje debe estar conectado. Primero fueron esas voces con ese juego. Luego la estatua con sangre y los niños…"

Si la leyenda ha terminado,

Puso ambas manos sobre su cabeza y trató de bloquear la voz para recobrar sus recuerdos. "La lanza en el vientre, los niños…" Volvió a repetir, "Pilares, eran cinco, ¿creo? Perlas…" Levantó la cabeza airosa, "¡Perlas! ¿Simbolizaran la perla de Shikon?" Pensativa, puso una mano sobre su vientre, "Todo lo vi en sueños, empezando desde los días antes de saber que tendría a Yuuta. Y ahora que…"

Nueva vida traerá

"¿Nueva vida traerá? Si la sangre de la que habla se refiere a la de dar a luz, mis sueños tienen algo que ver con mis niños. ¿Será algo malo?", cuestionó al aire. "No puede tratarse de Naraku. Él ha muerto, pero, entonces la araña. ¿Un nuevo mal, quizá? ¡Oh, vamos! ¡Hace rato no dejabas de recitar, tiene que haber una forma de saber qué significa todo esto!"

Le tomó un segundo después dar otro respiro después de gritar. Y otro más al poner su mano en su vientre. "He cruzado bosques llenos de criaturas del mismo averno." No pudo contener los sollozos, y dejó caer las lágrimas. "He enfrentado seres, sobrenaturales y humanos, que aun con miedo he derrotado."

Si la leyenda ha terminado…

Se irguió y tragó el temblor en su garganta. "He tenido el apoyo de mis amigos, e incluso de aquellos que creyeron que jamás podría ser igual ella," Giró a una pared de porcelana con reflejo. Se vio a si misma, pero alguien mas también. "O incluso superarla."

La brisa se tornó mas fuerte. La neblina comenzó a envolver los pilares y la pared. Kagome puso firma sus pies.

"Ya no me importa quien seas, o lo que quieras de mí," continuo mientras en sus oídos se repetían esos versos.

"Si se trata de la vida de mis amigos y mi familia, no dejaré que nada les haga daño."

Un dolor en su cabeza la obligó a hincarse.

Cerró los ojos y alzó la voz, pero ésta se ahogó en el coro de versos y soplidos de viento. "¡Descubriré la verdad de todo esto, ya lo verás!"

El mar de voces se apagó, pero la brisa parecía envolverla por completo.

Dijo en voz baja y con dulzura, con una mano en su vientre, "Siempre lo hago."

¿Qué historia vas a contar?


Abrió sus ojos y comenzó a tranquilizar su respiración. Sobre ella se alzaba el techo de su casa, en plena oscuridad con unos cuantos tintes de la madrugada. Si bien aun tuviera un reloj de alarma, podría adivinar que eran cerca las tres de la mañana. Sintió la sed en su garganta y el peso de sus piernas. Habían pasado segundos después de asimilar que ese encontraba en su cuarto y una tela rojiza la cubría, un suave ronroneo llegó a sus oídos y una mano envolver la suya. Junto a ella, Inuyasha yacía dormido.

Suspiró y se incorporó sin quitar su mano de la de él.

Lo miró fijamente. Sus ojos aun dormitados por el descanso y la letanía de la hora. Pensó entonces las líneas de su rostro. Recordó las veces que lo llegó a ver dormir con tranquilidad plasmada, como la rara ocasión en que durmió en su cama, durante sus días de viaje hace mas de cuatro años. Ahora, su expresión era la misma e incluso diferente a la de mantener vigilia al acampar en el bosque. Cierta preocupación era evidente. Kagome adivinó que la angustia de no llegar a ella a tiempo debió seguirlo hasta en sus sueños. Pero el sabe que no fue su culpa. Trataba de convencerse más a sí misma. Eso vendría después. Debía hacer algo primero antes de que su mente se olvidara de ello. Tomó una bocanada de aire y con la sutileza humanamente posible, comenzó a deslizar hacia afuera su mano. Sorpresivamente, logró zafarla y sin haberlo perturbado en absoluto. Debe estar exhausto, pensó posicionándose hincada para salir del futón. Debía prender una vela debido a la escasez de luz de luna. Por fin con luz en mano, dio un ultimo vistazo a su esposo antes de salir del cuarto en puntillas. Caminó hasta llegar a la habitación de los menores. Deslizó solo unos centímetros y vio a Shippo dormir con sus característicos ronquidos. El pecho de Kagome se relajó al ver a Yuuta, envuelto en más sabanas de las que pudiera contar, abrazando a su perrito de madera. En silencio, volvió a deslizar la puerta para cerrarla.

Despertó al poco rato que su cuerpo notó la ausencia de algo cálido. Ajustó su vista y pudo jurar que cierta mujer debía estar reposando a su lado. "Hasta cansada es terca esa mujer." Salió de la habitación y al fondo del pasillo, la luz de una vela se filtraba por debajo de la puerta corrediza que da a la sala de estar. Temía sorprenderla si abría la puerta, pero fue el quien se sorprendió al no recibir ninguna reacción. Kagome le daba la espalda y tenía la misma expresión cuando estudiaba para sus exámenes; los ojos fijos sin desviarse, ceño fruncido, labios presionados y el leve temblor en la mano que sostenía su, como le decía, lapicera. Solo que esta vez, no sostenía eso sino un pincel y lo que miraba no era sus extraños libros con escrituras extrañas, sino palabras que parecían un acertijo.

"La sangre que has derramado, nueva vida traerá. Si la leyenda ha terminado, ¿Qué historia vas a contar?", susurró Kagome. Acarició su antebrazo vendado. La herida todavía punzaba e hizo un amago de dolor.

"Tonta, en vez de ponerte a descansar-"

No logró terminar pues un proyectil largo y entintado lo azotó y lo hizo caer de bruces. Kagome no se había percatado todo este tiempo de su presencia, pero cuando lo hizo, vaya que su concentración cambió de rumbo.

"¡Inuyasha!" susurró en un tono mas alto. "No sabia que estabas ahí."

"¡Pues si! ¿De qué te ríes?"

Kagome sofocó un poco su risa, "Es que ahora si te pareces a como Shippo te dibuja. No puedes culparme. Además, fuiste tú quien me sorprendió", dijo despintándolo con un pañuelo. Su brazo volvió a punzar y lo masajeó.

"Tus vendas debíamos cambiarlas hoy en al amanecer," dijo tomando su mano para examinar la herida. "Alguien no estaba descansando como debería," miró el papel en la mesa. "¿Para esto te levantaste?"

"Sentí que debía anotarlo para preguntarle luego a la anciana Kaede."

"¿Es sobre tu entrenamiento? Bah, Kagome, la anciana te dijo que no te preocuparas por tus deberes ahora—"

"¡No es eso!", se detuvo al darse cuenta del tono en que lo dijo. Desvió su mirada de la de él. ¿Podré decirle? Ya le he dicho lo que visto en este sueño antes, pero ¿esto?

"¿Kagome?"

"Perdóname, Inuyasha, yo, debo estar todavía cansada por lo de ayer."

"Keh," exhaló, apagó la vela y se puso de pie. "Y por eso te pones a escribir."

"Espera, ¿Qué haces?", Kagome sintió sus brazos rodearla.

"Te llevo a descansar, tonta, ¿a qué más? Y baja la voz, no sabes lo que me costó ponerlos tranquilos y hacer que se durmieran."

La levantó hasta tenerla cara a cara. "Yo siento que dormí una eternidad ¿Ocurrió algo más? Con esa mujer me refiero…"

Él parpadeo. "Keh, de eso te pueden decir Miroku y Sango luego. Yuuta y yo llegamos a tiempo por ti."

"Si," suspiró poniendo su cabeza en su hombro. "Al menos estoy agradecida porque Yuuta no haya estado aquí cuando esa sacerdotisa oscura vino." Inuyasha se sonrojó levemente, y descansó su mentón en la coronilla de ella.

"Si, bueno, eso creo."

"Ahora que lo pienso, tenia planeado sentar a cierta persona por haberlo llevado desde temprano sin desayunar y sin avisarme."

Inuyasha tragó saliva. "¿K-Kagome?" Escuchó solo su respiración y vio que se estaba quedando dormida. "Ojalá y se le olvide al despertar."


"No creo haber visto antes poder igual," dijo Kaede, "no de una sacerdotisa oscura como tal." Sango quitaba la vieja venda del antebrazo de Kagome dentro de la cabaña de la anciana Kaede horas después del amanecer. Rin y Kohaku cuidaban de los niños afuera en lo que Shippo los entretenía con trucos.

"El dragón que había invocado no era un espíritu guardián," añadió Sango, "su energía tampoco era a la de un demonio tampoco."

"Kagome," comentó Myoga desde el suelo de madera, "¿dijiste que su nombre era Liú Chan?"

"Si, y también que lo que estaba haciendo era por el servicio que prestaba al crisantemo. Sea lo que sea." La pulga cerró los ojos y meditó.

"¿Sabe lo que significa?" preguntó la exterminadora.

"No del todo," respondió en derrota, "Pero esa clase de poder espiritual siento que la he visto antes. Hace mucho tiempo."

"¿Puede hacer un poco de esfuerzo y recordar?", le suplicó Kagome frunciendo la seño por la herida.

"Lo lamento, no logro recordar con exactitud. Ya no soy tan joven, saben."

Tanto Sango como Kagome entrecerraron los ojos. "Corre como alguien jovial cuando se trata de escapar."

"Pero ciertamente se tomó muchas molestias para llegar hasta aquí si su objetivo eras tú, Kagome." dijo Kaede.

Sango limpió su herida, "Y tu bebé. Dijiste que estaba haciendo un ritual extraño."

Kagome asintió, "No podía moverme. Y cuando la vi con la cuchilla en la mano sentí miedo de no poder hacer nada al respecto. Después de como habló de él," suspiró y puso su mano libre sobre su vientre. Sango acarició su espalda.

"Usted debe saber que el linaje de mi amo y señor que carga no es ninguna aberración, Kagome." Myoga brincó a su hombro, "Incluso sin el amo Inuyasha, se protegió a si misma y a su cachorro contra un enemigo formidable, nunca lo olvide."

"Gracias, anciano Myoga. Hay algo más, Liú parecía conocer a Sarina, o más bien trabajar con ella."

"¿Sarina?", le tomó un momento a Sango caer en la memoria, "¿hablas de aquella mujer que vino a la aldea hace tiempo?"

"Ese nombre también resuena en mis viejos tímpanos," suspiró Myoga. "No, no puede ser la misma persona…"

"¿Anciano Myoga?" le cuestionó Kagome.

"Ah, no, nada de que preocuparte Kagome, de seguro, estoy confundiendo nombres."

"A propósito," dijo Kaede, "¿Qué me dices de aquella visión que tuviste también hace un año? ¿Lograste averiguar algo?"

"Mas bien, volvió."

"¿Otro sueño?", preguntó Sango mientras terminaba de poner una nueva venda en el brazo de Kagome. Ésta asintió. Entonces les describió con lo que recordaba, sin ninguna diferencia de los anteriores, solo que, en esta ocasión, el asunto del verso lo tomó protagonismo para las tres.

"Estoy mas que segura que es lo mismo que vi en mi otro sueño hace casi un año, pero," bajó la mirada hacia la hoja de papel. "Pero esas palabras que escuché y esa voz, no logro descifrarlas."

La pulga Myoga, quien se encontraba en su hombro escuchando su relato atentamente, dijo, "Ciertamente, Kagome, los sueños suelen ser solo imágenes del subconsciente que pueden no significar un impacto en el mundo real, pero en tu caso siendo sacerdotisa, elementos tan repetitivos y vividos como los que describes no deben ser tomados a la ligera. Sobre todo, cuando son demasiadas las coincidencias."

"¿Coincidencias?" preguntó Sango dándole su taza de té a Kagome, ella le agradeció.

Kaede meditó por unos momentos, "Los pilares que viste en tu sueño, Kagome."

"¿Sabe que significan?" Kagome se inclinó tan súbitamente que casi derrama su té y Myoga caía de la inercia.

"No," dijo la vieja sacerdotisa y por un momento Kagome bajaba sus ánimos hasta Kaede continuo, "pero pude recordar porqué me sonaban tan familiares. Pilares así, solo he escuchado que existen en un lugar: el Templo Bodaiji."

"¿Un templo?", preguntó Sango.

"Existe desde hace cientos de años y por un largo tiempo fue considerado un destino para todo aquel que buscaba paz en el espíritu. Para sacerdotisas, el peldaño en su entrenamiento espiritual." En ese momento, algo dentro de Kagome, mandó escalofríos a sus piernas. Kaede continuo, "Aquellos con poder espiritual que deseaban llevar su poder a alturas celestiales, planeaban peregrinajes a este lugar sagrado cuyo camino solo se abría a quienes lograban escuchar con el espíritu."

"¿A que se refiere con eso?", cuestionó Kagome, sintiendo otra patada en su vientre.

"Se dice que el templo actúa también como senda para las almas de los infantes y niños, y que estos hacen oír sus voces dentro del templo."

"¿Voces de niños?"

Kaede asintió, "De acuerdo a los relatos de antiguos que lograban completar su viaje hasta ahí, dentro del templo, están sostenidos cinco pilares. Pilares como los de tu sueño."

Kagome tomó una bocanada de aire después de un largo tiempo.

Sango parpadeo, "¿Qué tan probable es que sean los mismos que Kagome vio en sus sueños?"

"Las similitudes lo hacen probable. Y las circunstancias."

"Usted alguna vez ha ido a ese templo?", preguntó Kagome.

Kaede negó, "Hace mas de cincuenta años que ese lugar ha estado sellado. Mi hermana sin embargo alguna vez pensó en ir."

"¿Kikyo pensó ir?" la joven sacerdotisa pensó las circunstancias que impidieron que su antecesora continuara con su entrenamiento, "Su deber con la perla me imagino. Dijo que el templo ha estado sellado por cincuenta años, ¿Por qué?"

"Lo desconozco," le contestó su mentora, "Años después de la muerte de mi querida hermana, rumores entre los monjes viajeros que llegaban a la aldea hablaban del camino sellado hacia el templo. Sellado, pues, nadie lograba encontrar la entrada. El Templo Bodaiji simplemente dejó de existir.

"Hasta ahora," dijo Myoga.

"Pero ¿cómo es posible que vea en mis sueños un lugar que jamás he visto? ¿Qué ni siquiera Kikyo ha visto?", Kagome sentía más preguntas revolverse en su mente y estómago.

"Solo conozco otra sacerdotisa que ha entrado al templo Bodaiiji," comentó Myoga, "Midoriko."

"Y a ti a Midoriko las une una cosa en común: la perla de Shikon." Añadió Kaede. "Recuerda, Kagome, que la historia de la Perla comenzó con Midoriko y tu lograste terminarla."

Sango envolvió los vendajes viejos y los echó al fuego. "Tal vez solo sean recuerdos de Midoriko que se hayan quedado atrás."

"Pero, Sango, eso no explica aquellas voces y estas palabras. Y si es así, ¿porque ahora? ¿Por qué nunca soñé nada de esto mientras estaba en mi época?

"Pues…", antes esto, Sango también se hallaba sin respuestas.

Kagome hundió la cara en sus manos. "Solo hay algo que puedo hacer."

"¿Hacer?", preguntó ahora Myoga.

"Me queda claro que quedándome aquí no lograré conseguir respuestas. Iré a ese templo."

Myoga y Sango se lanzaron a la sorpresa.

"¡Kagome! ¿No se te olvida algo?" le espetó Sango.

"No planeo ir ahora, Sango," le aseguró, "En cuanto nazca mi bebé, descase lo suficiente, iré al templo Bodaiji."

Myoga dio brincos frente a ella, "¡Es una locura! Kagome."

"Myoga tiene razón," dijo firmemente Kaede, "Además, no podemos estar seguros que el templo siga ahí. Nadie ha podido cruzar la entrada."

"No se quien mas ha tenido visiones como las mías, anciana Kaede, pero se que son demasiado las señales para ignorarlas." Declaró levantándose. Sango tomó su brazo para que se apoyara.

"Anciana Kaede, ¿Qué ocurre?" cuestionó Sango. Los tres miraron a la vieja sacerdotisa. Esta aún se encontraba pensativa.

"Kagome," dijo sin abrir los ojos, "no aconsejo que vayas a ese templo."

El tono en que lo dijo fue diferente. Firme y estricto.

"¿Anciana Kaede?", armonizaron ambas.

"Tal vez tu poder haya crecido tanto para ya no pedir prestado el de mi hermana. Pero no por ello quiere decir que debas decidir por peregrinajes así nada más. El sitio al que piensas ir se encuentra rodeado de lagos y ríos de fuego y el mismo templo fue construido cerca de la boca de una montaña que muchos creen sea la entrada del mismo infierno."

"No creo que sea diferente a lo que viví peleando contra Naraku," dijo Kagome, "Yo misma he visto lo que es el otro mundo. ¿Pero como sabré si en verdad he liberado mi propio poder sino no voy?"

"Estas a un par de meses de dar luz, Kagome, incluso si vas después, no te servirá de nada."

"¿Anciana Kaede?" Sango parpadeo un par de veces.

"¿Por qué?" preguntó Kagome con la mirada en blanco.

"Porque ya no tienes poder espiritual", dijo en tono suave.


Cerca del atardecer, un monje y un hombre mitad-bestia recorrían el camino central de la aldea entre los arrozales. Habían dedicado gran parte del día cuestionando a los refugiados y recabando información sobre sacerdotisa-partera. Sus esfuerzos no llegaron a mucho pues, además de descubrir que el terrateniente de su aldea había sido visitado por soldados de calibre dudoso y oficial al mismo tiempo, estos siempre ocurren antes de que las aldeas sean destruidas por hordas de monstruos.

"Algo me dice estos soldados no trabajan para algunas guerrillas," pensó en voz alta Miroku, retiró de su prenda el cuerno que Kohaku había traído, "También descubrimos algo mas interesante. Este cuerno es similar al de las criaturas que controlaba Naraku y estaba entre los monstruos que estas personas vieron. ¿Qué opinas Inuyasha?"

"¿Crees que esos soldados estén trabajando con los monstruos?"

"¿Lo crees tú? No es la primera vez que vemos que ciertos humanos controlen a otras criaturas."

"Keh, eso era por que tenían fragmentos de Shikon en su poder."

"¡Exacto!", exclamó el monje aun mas pensativo. "¿Crees posible que un grupo de personas este detrás de todo esto?"

"Tendría que ser alguien con mucho poder, y entonces no lo consideraría humano."

"Como aquella sacerdotisa oscura y, aun así, no era mas que una humana común y corriente. Mira la facilidad con la que logró engañar a estas personas, incluyéndonos." Inuyasha movió una de sus orejas, sumido en sus pensamientos.

"¡Yuuta!", gritó Rin, "¿Qué tienes ahí?" viendo al pequeño hibrido olfatear entre el pasto y la poca nieve que quedaba.

"¡Esto!", exclamó. Algo terrosa, mostró la piedra lisa y redonda en su mano con un pálido color azul.

Los demás niños se le unieron, "¡Yuuta encontró una piedra bonita!" anunció Miyuko. Las orejas de Yuuta tintinearon y las gemelas rieron. Saliendo de la cabaña de la abuela Kaede su madre se acercó a él y lo tomó en sus brazos. Su mirada baja. "Kohaku," dijo en voz baja Kagome, "¿me permites a Kirara para que nos lleve a casa?"

"Claro," dijo y antes de poder preguntar más, la gata los transportó hacia el borde del bosque, dejando a Rin y a los demás confundidos.

Faltaba poco para que se pusiera el sol y la noche sin luna comenzara. Yuuta escuchaba a su padre explicarle algo sobre la luna y porque no estaba hoy en el cielo oscuro, pero, sobre todo, porque le pasará algo que tal vez lo deje mas cansado de lo habitual. La vieja pulga Myoga también le explicaba cosas como porque a su padre también le ocurría. Pero de la nada, dejaron de hablar de el cuando su padre cuestionó a la pulga sobre la actitud de su madre y porque ha estado con una expresión triste. No quería ver a su mamá triste, así que lo decidió. La piedra azul que encontró el día anterior se lo daría a ella.

"Ya le dije, amo," espetó la pulga brincando desde la cabeza del pequeño a su hombro. "No debo ser yo quien se lo diga. Debe escucharlo de ella."

Inuyasha suspiró exasperado. Mejor esta noche que cualquier otra, se dijo a si mismo. Miró hacia las habitaciones. Kagome se había encerrado todo el día de ayer luego de hablar con Kaede y solo contestaba con monosílabos mientras atendía a Yuuta. En ese momento sintió el pulso. Empezó. Volvió la mirada a Yuuta, pero este ya no estaba sentado frente a él. Su cabello terminó de tornarse negro. "Lo escurridizo lo sacó de Kagome estoy seguro. Myoga, ¿Por qué no me dijiste?"

"El pequeño amo no puede escucharme tanto en estas noches. Es como un niño humano ahora."

Inuyasha se levantó mirando sus manos sin garras. Caminó hacia la habitación de los dos y se detuvo en seco. Sollozos dentro detrás de la puerta. Myoga se escondió en los cabellos de su amo.

Deslizó la puerta y vio a Kagome envolviendo en brazos a su hijo. Lagrimas descendían de su rostro mientras sus brazos temblaban. "¿Kagome?" no le sorprendió la ansiedad en su voz.

Yuuta volteo a ver a su padre acercándose. Sus ojos grandes, pero con mayor confusión. Ya no tenia sus orejas y en su lugar dos orejas humanas de infante. Yuuta extendió su bracito fuera del agarre de su madre, quien aun hundía su mirada entre sollozos. Abrió su palma extendida frente a su padre. Una piedra casi esférica de color azul grisáceo.

"Para mami."

Inuyasha sonrió y entonces Kagome levantó su rostro enrojecido y demacrado.

"Kagome…" tan solo dijo con ternura.

"Nuestro hijo me la trajo," exhaló queriendo calmarse. "Y yo…"

"Kagome, mírame," acercó su rostro al de ella mientras limpiaba sus lágrimas. "Dime..."

Ella tan solo hundió su rostro en su hombro. Inuyasha respiraba sin saber qué hacer.

"Papi." Miró hacia abajo y vio a su hijo admirando la piedrita. "No me gusta noche sin luna."


A/N: Hola! Si lo sé, no tengo excusa. Meses despues de la ultima actualización ya es para darse uno por muerto ¿no? Ya quisiera. En fin, no volverá a ocurrir. Su seguimiento es invaluable para mí.