DISCLAIMER. No soy dueña de Cómo entrenar a tu dragón. Esto es una traducción y Nefer-T amablemente me dejó hacerlo.

Summary: Hipo y Astrid llevan a su familia a una noche especial...

Tienen 25 años.


Gran Fortuna


"¿Está seguro de que no va a pasar nada?" Esa era como la vigésima vez que Astrid preguntaba lo mismo. Hipo suspiró. Sabía que su preocupación tenía sentido, por eso era difícil hacer que se calmara.

"Estoy seguro, Astrid. Sabes que no hay nada de qué preocuparse." Le abrazó la cintura y recargó su barbilla en su mejilla, dando un tierno beso en la sien.

Captó el delicado, pero suntuoso aroma del jabón con el que se había bañado y le acarició el estómago sobre la cinturilla de su falda con púas Le había pedido que utilizara algo más ligero y delicado, asegurándole que no había necesidad de su práctica ropa, pero se había negado e Hipo no quiso discutir.

La sintió suspirar y temblar contra su cuerpo cuando comenzó a masajearle los hombros; él quiso soltar su cabello de su complicada trenza, pero no lo hizo.

"Supongo que me estoy preocupando demasiado ¿no?"

"Sólo un poquito," Le dijo tranquilizadoramente dándole un beso en el cuello. Sus ojos se pasearon por la puerta abierta de su habitación que daba a su cuarto de estar "Pero no tienes que confiar en

tus instintos esta vez. Confía en mí."

Astrid posó sus palmas sobre sus manos y recargó su cabeza contra su pecho, todavía de espaldas a él. "Confío en ti."

"Me tengo que ir," Él anunció "Sólo falta una cosa que tengo que supervisar. Regresaré antes de que empiece."

Astrid recogió su capa entre sus manos. Hipo se volteó y le permitió ponerla sobre sus hombros, arreglando con facilidad y sellando el ritual con un largo y dulce beso.

"Sé que lo harás."

Astrid observó solemnemente cómo Hipo se elevó en el aire sobre la espalda de Chimuelo; una oscura silueta moviéndose contra la tenue luz del atardecer. Se quedó de pie frene a la ventana por un rato, aun después de que ya no fueran visibles en el horizonte.

Se sentía agitada. Habían pasado 20 años desde ese día. 20 años, y todavía podía recordarlo claramente. Hay algo acerca de los terrores de la infancia que los hace difíciles de olvidar, de razonar, de superarlos. Tenía que hacer algo para ese dejar atrás fantasma, uno que había pensado haberlo vencido hace tiempo.

'Eso era todo', se dijo a sí misma. Un fragmento de su memoria, nada más que un recuerdo de lo que había sido. Ya lo había dominado antes, con ayuda de Hipo, y esa carga que sentía entonces ahora no era nada más que una razón para ponerla de mal humor.

Aun así, casi se le sale el corazón del pecho cuando Hipo entró tropezándose a la casa. Dejó salir un suspiro que había estado reteniendo, y se apuró a ayudarlo con su capa.

"Como te dije," comentó Hipo con una felicidad indisimulada y distraída como siempre "Todo está bajo control. El agua fluye como debería, así que si por algún… ¡wow!-" Se detuvo al ver a su esposa.

Una larga, lenta y deliberada mirada y estaba perdido.

Se había cambiado el atuendo por un vestido, el que le encantaba pero que al mismo tiempo detestaba por cómo lo dejaba sin aliento. Su cabello caía como delicadas hebras de oro sobre sus hombros y parecía rogarle que lo tocara. Y con la hoguera ardiendo tras de ella, su figura estaba cubierta de sombras naranjas y rojas, como una deidad pagana, su capa todavía entre sus manos.

Una mirada y supo que ella sentía la misma necesidad que había comenzado a arder en su interior. Hipo soltó un medio gemido medio gruñido. Quería-

"¿Ya es hora? Los niños…" Astrid exhaló justo en el momento en el que notó cuál sería su siguiente movimiento. Hipo casi tropieza con sus propios pies y miro detrás de su esposa. Sus ojos habían estado pegados a ella hasta que vio dos pequeñas figuras jugando en la mesa con dragones de trapo.

"¡Oh!" todo lo que dijo, de repente, desarmado; aun así la miró sugestivamente. La traviesa sonrisa que obtuvo como respuesta fue suficiente. "¡Hey, niños! ¡Papi llegó! Adivinen… ustedes van a ver algo genial esta noche ¿quieren ir a ver las estrellas?"

Los niños se alejaron de la mesa inmediatamente olvidando sus juguetes. Siempre estaban listos cuando papi les prometía algo bueno.

Ylena, rojos y oscuros rizos que caían por sus hombros en un bulto descuidado de cabello salvaje, fue la primera en alcanzar los brazos de su padre. Hipo levantó a la niña de 4 años de un movimiento, haciéndola girar en el aire como si estuviera volando. Sus risitas fueron rápidamente acompañadas por las de su hermano cuando Astrid imitó a Hipo cargando al bebé en sus brazos, haciéndolo imaginar que volaba hacia su hermana.

Tryggr era pesado para ser un niño que sólo había vivido dos primaveras, y tercamente determinado; estaba extrañamente orgulloso de su cabello rubio fresa y hacía terribles berrinches siempre que alguien trataba de cortarlo, así que lo que Astrid hacía era recortarlo mientras dormía para que no creciera demasiado.

Dejaron la casa en un coro de risas. Chimuelo los espera afuera, sacudiendo la cola en el aire y con sus rosadas encías expuestas en una calurosa sonrisa. Astrid confiaba en él lo suficiente como para dejarle a sus hijos y que los llevara de paseo en su espalda, aparte de que los pequeños adorabas a su 'tío'.

Mientras caminaban hacia una cumbre cerca del bosque, las personas los saludaban con entusiasmo y calmadas sonrisas.

Astrid parecía sorprendida. "Todos se ven relajados."

"La más valiente de los Hofferson camina entre ellos," Hipo le dijo afectuosamente a su esposa. "Tu presencia los tranquiliza"

"Creo que te refieres a la presencia de tu dragón."

Hipo rió y sacudió su cabeza, besándole rápidamente la nariz antes de ir trotando a saludar a su madre, quien ya los esperaba. Él traía una gran alfombra de piel, la cual dejó sobre el pasto en el lugar que habían escogido; lo más alejados que pudieron de los aldeanos, sin la necesidad de adentrarse en el bosque.

La mano de Astrid encontró la de Hipo y la tomó con firmeza, entrelazando sus dedos mientras él trataba de calmar a sus hijos. Valka ayudó, tomando las manos de ambos niños y haciendo un pequeño baile alrededor de la alfombra antes de sentarse. Chimuelo tuvo que soplar varios aros de humo para distraer a los pequeños. Pronto, la familia de seis se mantuvo en silencio, mirando al cielo, las cabezas de los niños reposando en los regazos de sus padres.

El aire nocturno parecía paralizado y templado, ni una briza molestaba las hojas de los árboles, ni una nube cubría todas las estrellas que brillaban contra la oscuridad. Parecía que toda la aldea se había quedado quieta. Hipo no podía recordar un momento en que Berk estuviera tan silencioso.

"Papi, cuéntanos una historia." Ylena pidió tranquilamente; su hermano apoyando la idea con un quejido. Estaban acostumbrados a ver las estrellas juntos, e Hipo siempre tenía una historia con la cual entretener a sus hijos.

Usualmente comenzaba con la misma línea.

"Había dragones cuando yo era niño," Hipo comenzó después de una pequeña pausa.

Sus ojos escanearon el firmamento con nostálgica reverencia, sabiendo en su corazón que no vería uno esa noche. Nunca lo haría. "Y desde que los vikingos llegaron a Berk había uno que sembraba terror en los corazones de los hombres, uno tan raro que sólo aparecía una vez cada 10 años… en esta misma noche, cuando el Fuego de Arvendale ilumina los cielos."

Sintió la mano de Astrid tomar la suya con más fuerza aun y, de alguna manera, lo sintió en su corazón. El Pesadilla Voladora no vendría esa noche… pero Hipo tenía un deseo casi infantil de que apareciera. Sabía que su madre sentía lo mismo; lo veía en la melancólica manera en que Valka miraba el cielo; lo veía en las arrugas más visibles alrededor de sus ojos.

"Llegaba con las luces, hermoso y mortal. Y cualquier hombre o mujer que lo miraba se congelaba."

Sintió a Ylena moverse y gimotear sobre su regazo. "¿y cómo era?"

Hipo tranquilizó a su hija con un beso en la frente. "Resplandecía como un espectro, como una vela con fuego azul. Era tan brillante que te ardían los ojos y congelaba tu corazón."

"Casi suena lindo…"Hipo podía escuchar la admiración y el miedo en la voz de su hija. Se preguntaba qué tipo de imágenes había invocado su mente.

"Mamá," Se quejó Tryggr, jalando el vestido de su madre con sus pequeñas manos. "Pelearemos."

Astrid rió por la determinación de su hijo. "Tienes la valentía de los Hofferson, mi amor."

"¡Y también el coraje de los Haddock! Una buena mezcla." Dijo Valka con una pequeña sonrisa.

En ese momento el color a su alrededor cambió.

"¡Miren!" Tyggr chilló; ambas manos apuntando a las etéreas serpientes moviéndose en el cielo. Se arrastraban lánguidamente, guiadas por unafuerza celestial, convirtiendo la atmósfera entera en un juego de sombras jade y azules.

La villa entera contuvo de repente su aliento; inseguros de lo que esperaban.

Inseguros de lo que querían esperar.

Pero ningun ensordecedor chillido alcanzó sus oidos, ningun par de fosforescentes alas salió del oceano. Sólo había luces brillantes por todo el firmamento.

Ambos niños contuvieron el aliento. Nunca habían visto algo parecido en sus cortas vidas. Incluso los adultos estaban deslumbrados; se sentía tan diferente el ser capaz de ver las brillantes luces del cielo, sin el miedo de que llegara la alada aparición.

Y al mismo tiempo, había un sentimiento de finalidad en ello.

Hipo podía oír la sangre bombeando por sus oídos. La mano de Astrid apretó aún más la suya. Absurdamente, sintió un nudo en su garganta que no lo dejaba tragar; algo en el aire que lo hacía

parpadear -¿era polvo?-.

Hipo no sabía qué estaba esperando. Se había aferrado en tener esperanza. Como si tentar al destino tuviera, de una forma u otra, un efecto en lo que pasaría. Él sabía que el Pesadilla Voladora era peligroso. Sabía que no tenía sentido esperar encontrarse con un último dragón. Sabía que todos se habían ido; todos menos uno.

Chimuelo, quien con su cuerpo rodeaba a su familia, con su cola descansando en el regazo de Valka, contemplaba el cielo con una ilegible mirada. Tal vez revivía algunas memorias, justo como Hipo lo hacía.

"... No vendrá." La piel de Astrid brillaba por la luminiscencia que reflejaba del Fuego de Arvendale. Cerró sus ojos y respiró profundamente de alivio y de tristeza.

"Mami, ¿estás triste?" Ylena no era capaz de comprender la complejidad de los sentimientos de su madre, pero logró captar esa nota melancólica en su voz.

Antes de que Astrid tuviera tiempo de contestar, Hipo interrumpió. "¡Nadie va a estar triste esta noche!" Se acercó a una bolsa que colgaba de uno de los lados de Chimuelo y sacó un recipiente de vidrio grueso y con tapa metálica que contenía un líquido claro.

Astrid inmediatamente supo lo que era. Ahora entendía la ausencia de su esposo. Miró a Chimuelo, quien parecía expectante, y con toda razón.

Hipo sacudió el envase antes de quitarle la tapa y dejarla en el suelo. "¡Ta-daah!" Anunció, asintiéndole emocionadamente a sus hijos.

Tyggr observó la jarra con el ceño fruncido, su labio inferior sobresaliendo adorablemente mientras trataba de entender a su padre y su idea de diversión. Ylena frunció el ceño y tocó el vidrio con un dedo."¿para qué es?"

"Ya verán," Hipo contestó, mordisqueando sus labios. De pronto, la expresión de sus hijos pasó de escéptica a asombrada mientras el agua dentro del frasco comenzaba a brillar bajo el efecto de las encantadas luces. "¡Se los dije!" Les guiñó el ojo a sus hijos, sonriendo, antes de quitarles la jarra y mostrársela al Furia Nocturna. "¿Sediento, amigo?"

Preocupada y sorprendida, Valka observó cómo su hijo alimentaba a Chimuelo con el contenido de la jarra. Trató de detenerlo pero la mano de Astrid y su tranquilizada sonrisa la calmaron. "Está bien, Val. Saben lo que hacen."

Chimuelo se levantó y se estiró como un gato sin pelo; sus alas negras como la noche sin estrellas se extendieron alrededor de su familia. Miró a los niños con una confiada y chimuela sonrisa, y ellos miraron con asombro cómo su hocico comenzaba a brillar.

Comenzó lentamente; una tenue luz que emanaba de la espalda de Chimuelo, casi como una ligera capa de hielo que transpiraba por sus poros. Se reflejaba en el aire como hilos fantasmales, como si un aura incandescente lo envolviera en niebla. De repente, las escamas de Chimuelo comenzaron a iluminarse con un azul eléctrico, hasta que se convirtió en una enorme lámpara brillante.

Los niños estaban completamente sorprendidos. La expresión en sus rostros no tenía precio. Valka no estaba menos impresionada; riendo y sonriendo enormemente por primera vez esa noche.

Llevaron a los niños de paseo por la villa sobre la espalda de Chimuelo, hasta lograron asustar a Patán, quien por un momento pensó que el Pesadilla Voladora había regresado. La gente sonreía y asentía, pero no podían esconder las miradas melancólicas y agridulces de sus rostros.

Esa era una noche para recordar; lo bueno y lo malo, las batallas y la paz. Una década había pasado desde la última vez que apareció el Fuego de Arvendale; esa vez ellos no pudieron imaginarse el conflicto emocional que les traería la reaparición de las luces.

Para cuando Hipo y Astrid llegaron a casa, cada uno cargaban en brazos a un pequeño infante dormido.

Hipo dejó a Ylena en su pequeña cama, arropándola tiernamente. Se despertó, abriendo los ojos mientras sus dedos buscaban la mano de su padre, tomando por hábito su pulgar.

" Papi…" Su pequeña voz, aún más debido a su estado de sueño, Hipo tuvo que acercarse para poder escucharla. "Quiero pintar el cielo."

Él sonrió y acarició su mejilla hasta que el agarre en su pulgar comenzó a perder fuerza. "Y lo harás," Susurró. "Un día lo harás."

Les dio un beso de buenas noches a sus pequeños antes de dirigirse a su habitación tomando a Astrid de la mano.

No había necesidad de palabras, ambos sabían lo que sentían -que parecía que toda la aldea sentía- aunque era difícil de explicarlo.

Ella lo besó en el momento en que cerraron la puerta.

Él la ayudó a quitarse ese vestido que tanto le gustaba.

Lo hizo lentamente, descubriendo pulgada por pulgada de esa pálida piel. Sus ventanas de vidrio permanecieron descubiertas, dejando entrar la brillante luz que emanaba del cielo. No prendieron velas, ya que no había necesidad de combatir la oscuridad. Todo brillaba a su alralrededor; tranquila y pacífica, incitante y gentil, tan suave como el colchón de plumas en el que se recostaron.

Pronto estuvieron envueltos solamente por los brazos del otro, brillando como radiantes zafiros mientras hacían el amor con susurros candentes y manos expertas. Compartieron gemidos temblorosos y apasionantes palabras, las cuales eran exclusivamente para ellos; un inquebrantable silencio que los llenaba de serenidad.

Fue una noche maravillosa.

Ya nadie recuerda los viejos dichos.

Después de todo, nadie en Berk había sido capaz de intimar en esa temida noche. Éste es un dicho que se olvidó junto con los primeros vikingos en pisar la isla. Aun así, su magia no es menos verdadera o poderosa.

Para el que tiene el privilegio de ser concebido bajo la influencia del Fuego de Arvendale, es vigilado por la eternidad por los Dioses; otorgándole al niño una enorme suerte, bendiciéndolo con la más importante de las divinas providencias:

Gran Fortuna


Fin.


... No tengo palabras para expresar cuanto lo siento. Al menos espero alegrarles un poquito la vida después de la terrible noticia de nuestra querida Princesa Leia.

May the force be with you.

Besos. Bye.