Capítulo uno: Primer Encuentro

-Vamos Harry, piénsalo.

-No hay nada que pensar Ron…

Harry Potter, el Chico-que-vivió-y-venció, el Salvador del Mundo mágico, se había dado por vencido. Después de tomar la larga y tediosa carrera de auror y por fin graduarse; con apenas dos años dando servicio, se vio inmiscuido en un peligroso caso que lo llevó a donde estaba ahora. En un pequeño restaurante y con Ron Weasley, su mejor amigo, tratando de convencerlo de regresar a las andadas.

Siete años habían pasado de la guerra, cinco desde que se había dado de baja en el departamento de aurores y Ron aún tenía esperanzas de que volviera. Sin embargo, después de un terrible accidente; culpa de nadie, en una misión, Harry se dio cuenta de que tenía suficiente de aquello. El final de su carrera, provocado por un pequeño rasgamiento en un tendón delicado en la pierna, del cual casi no quedaban vestigios, había provocado también su rompimiento con la bella Ginny.

Descubriendo su infidelidad, cuando fue a visitarla a uno de los partidos que jugaban las Arpías de Holyhead, con un jugador de su equipo. Pero Harry en vez de molestarse sintió alivio y sorpresa por el mismo. Pronto se dio cuenta de que no solo se encontró con que no amaba a Ginny, sino que también con que no era heterosexual.

Pero no solo malas noticias habían transcurrido desde aquello. Hermione estaba embarazada de seis semanas y todos estaban ansiosos por conocer al nuevo miembro de la numerosa familia Weasley, ni se hable del papá.

-Te lo digo enserio compañero, nada es lo mismo sin ti.

El moreno suspiro, ojeando sin ver realmente el periódico en sus manos. El Profeta no era de sus lecturas favoritas; pero era eso o hacerle caso a Ron. Pronto un titular llamó su atención.

"Draco Malfoy regresa a Inglaterra con una sorpresa." Pág. 4

Los periódicos no odiaban realmente a los Malfoy y más bien centraban su odio en el fallecido Lucius Malfoy, quien era la raíz del mal en esa familia; según las noticias. Draco y Narcissa habían sido tomados por víctimas y siendo absueltos de todo cargo en su contra gracias a él mismo. Atestiguando a favor de Narcissa por engañar al mismísimo Voldemort acerca de su supuesta muerte y Draco por no dar su reconocimiento frente a los carroñeros. Aquello probaba finalmente de qué lado de la guerra estaban verdaderamente y hasta ahora la persona que más podría odiarlos era Ron quien la verdad hablaba de ellos con más molestia que odio.

No le dio tiempo de revisar el periódico pues su mejor amigo se levantó bruscamente maldiciendo la hora.

-Demonios, me van a matar si vuelvo a llegar tarde.

Despidiéndose brevemente y dejando sus galeones respectivos corrió hacia el Ministerio. El moreno se acomodó las gafas y suspirando se levantó de su lugar. No olvidó dejar propina antes de salir del pequeño local.

Las cosas le resultaban aburridas a nuestro chico-que-vivió pero no podía evitarse. Había perdido su plan de vida a mitad del camino y ahora estaba perdido entre un mar de alternativas que se abrían ante él. Las calles no estaban llenas y vio un poco más alejado a Ron dar zancadas para subir las escaleras del ministerio. Se preguntó si debía cambiar su rutina: Desayunar fuera con Ron, porque ninguno estaba dispuesto a probar bocado de la comida experimental de Hermione, cerca del Ministerio para que el pelirrojo no llegara tarde, lo cual pasaba a menudo, pasear por el Londres muggle y a veces quedarse en Grimmauld Place sin hacer nada en especial.

Estaba tan ensimismado en sus pensamientos que apenas notó el ligero tirón en la parte baja de sus vaqueros.

-Señor ¿Sabe dónde queda Wiltshire?

El moreno bajo la vista, apenas entendiendo los balbuceos de esa pequeña niña, que no debía de tener más de cinco años. Un sentimiento de sobrecogimiento se instaló en él, pensando en qué hacía una pequeña sola en las calles.

-Mmm… no sé exactamente donde queda… ¿Ahí es tu casa?

Se arrodilló para quedar a la altura de la niña, aunque ésta seguía necesitando ver hacia arriba para mirarlo. La pequeña negó con la cabeza. Harry la observó bien. Iba vestida con un pequeño vestido de confección mágica muy elegante, que sin embargo estaba mal puesto y un poco sucio. Su cabello castaño, presuntamente recogido estaba ahora suelto y con varios nudos por allí y por allá. Pero lo que más impresionó al moreno fueron sus ojos; que eran un azul imposible.

-Tengo que ir ahí

-¿Qué tal si primero me dices cómo te llamas y buscamos a tus padres? Seguro que ellos te llevarán ahí…

La niña volvió a negar.

-Papi dice que no podemos ir pero yo quiero, quiero mucho, mucho, ir ahí.

-¿Has escapado de tu papá?

-Él estaba haciendo cosas aburridas en el Mimisterio y dijo que lo esperara un ratito, pero se tardó mucho así que fui a jugar y cuando regresé ya no estaba.

-¿Y has decidido ir a Wiltshire porque…?

-Ahí está la abuela, quiero conocer a la abuela.

El moreno se rascó la nuca. Debía regresar a la niña el Ministerio, o Mimisterio como ella decía, antes de que su padre se pusiera como loco.

-Papi dice que la abuela está muy lejos y que no podemos ir a Wilshire.- repitió la niña, costándole trabajo pronunciar la última palabra. El mayor se dio cuenta, no sin algo de gracia, de que le faltaban los dientes delanteros.- Así que aprovecho para ir ahora y regresar antes de que se dé cuenta.

La pequeña no era inglesa, se dio cuenta. Tenía aun un acento indefinido entre americano con algunos pequeños toques del británico y eso lo confundía. Se dio cuenta de que aún no conocía el nombre de la niña mientras la cargaba con rumbo al Ministerio.

-Por cierto, soy Harry.

-Yo me llamo Vega.

-Bueno Vega, estoy seguro de que encontraremos a tu papá y lo convenceremos de que conozcas a tu abuela.- los ojos de la niña brillaron.

-¿Lo prometes?

-Lo prometo.

-¿Por el meñique?- aquella era una frase muggle, lo que confundió a Harry aún más. Pero no pudo evitar sonreír por la inocencia de la niña y tendiéndole el meñique, sello su promesa.

-¿¡Vega!?

Ambos alzaron la mirada, sin lograr ver al dueño de la voz; voz que al moreno se le hacía conocida, pero que no tenía idea de donde la había escuchado. La niña pronto pareció identificar a la persona que gritaba, ya que su boca creo lo que Harry aseguraba era la más tierna sonrisa que había visto jamás. Formándole unos pequeños hoyuelos en las mejillas y mostrando el espacio vacío de sus dientes faltantes. Estuvo a punto de derretirse de pura adoración y soltar un humillante aww.

-¿Vega? ¡Vega!

Pronto la niña fue arrancada de sus brazos y abrazada por el que debía ser su padre. No podía verle el rostro pues la misma niña lo cubría con su cuerpo.

-Por favor no vuelvas a hacer algo así, casi me da una embolia.

Rió entre dientes por el comentario, llamando la atención del padre de la niña. Cuando éste bajo a la pequeña para poder mirarlo creyó que el de la embolia sería él.

Draco Malfoy lo miraba con ojos desorbitados. Expresión que seguramente él imitaba.

-Papi.- dijo la niña, jalando esta vez los pantalones de Malfoy.- Te presento a Harry.

El rubio frunció el ceño.

-¿Cómo que Harry?

El mencionado boqueó, sin creer lo que estaba pasando ahí.

-¿Pa…papi?- repitió las palabras de la niña sintiéndolas imposibles en su boca.