- El..Elsa…?
Anna abrió los ojos lentamente, bostezando. Despertando del dulce sueño que acababa de tener. Había soñado con su hermana, Elsa. Ella siempre soñaba con su hermana Elsa, la antigua reina de Arendelle, pero usualmente sus sueños estaban plagados de gritos y lagrimas, fantasmas del pasado que venían a atormentarla por la culpa que cargaba en su corazón.
Seis años. Ya había pasado el suficiente tiempo como para que dejara de culparse por la muerte de la reina de las nieves, del ser más preciado para la ahora reina Anna, pues aun después de todo Elsa todavía tenia un lugar en su corazón.
Amor, y odio.
Cuantas veces se había imaginado la escena, una segunda oportunidad para ella, y una mente entusiasta que quería hacer justicia. Se había dejado engañar por el falso amor de un príncipe, y había condenado a su hermana; dejándola morir a manos del mismo hombre que profeso amarla.
Y todo eso por un malentendido que al final no resolvió nada. "Maten a la bruja!" se imaginaba al viejo duque de weseltown, que en el infierno sufra, gritar, y luego recordaba la cara sorprendida del bastardo al ver como Anna comandaba su ejecución. Recordó también los problemas que le trajo debido a dichas acciones con el reino del ya muerto duque, y recordó también como mando a la porquería las demandas del rey y corto toda relación comercial con ellos.
Lo cual termino por hundirlos en la miseria, pues necesitaban de Arendelle para subsistir. Gracias a ella Weseltown ya no existe.
Y Anna no pudo evitar preguntarse si debería sentir algún tipo de culpa por ello, siendo que no le importaba para nada las vidas que se perdieron.
Pero desde que Elsa murió no lograba sentir más que dolor y soledad.
Cuando Hans bajo la espada y la clavo justo en el cuello de Elsa, matándola instantaneamente, Anna se volteo desde donde estaba - de lado a Kristoff tras un beso de amor infructífero - y presencio como el cuerpo sin vida de la reina caía al suelo. Logro verle los ojos a Elsa, y sintió todo el sufrimiento y pena que su hermana sentía.
Y un susurro del helado viento, que traía disculpas.
Los años transcurrieron y el supuesto amor que Anna sentía por Kristoff se desvaneció. La muerte de Elsa no solo se llevo a una persona, sino dos. Anna no podía sentirse viva, por más que lo intentara. Trato de disfrutar de los placeres de la vida, de la realeza, pero ninguno causaba una pizca de emoción en ella.
Jamas intento el sexo, sin embargo. Se le había enseñado que únicamente debería entregarle su virginidad al amor de su vida, quien aparentemente, no existía.
Con el paso de los años Arendelle se manejaba bien, y por eso la gente no decía nada malo de la trágica reina. Kristoff se había ido, llevando consigo a Sven, y Olaf se volvió un muñeco de nieve sin emociones, vivo aún quizás, pero vacío y plano muy al pesar de Anna, pues era lo ultimo que le quedaba de su hermana.
Elsa, Elsa, Elsa.
Anna lloraba todas las noches por ella hasta quedarse dormida.
Y en sus sueños la asaltaban pesadillas.
Anna, Anna, Anna.
La tragica reina de Arendelle que no pudo salvar a su hermana y ahora vivía una vida monótona y sin sentido.
Se odiaba a si misma, y odiaba a cualquiera que hablara mal de su hermana, quien se había sacrificado tanto por ella y sin saberlo, aunque desearía que nunca hubiese sido así. Anna sabia la verdad, pues en una de sus caminatas nocturnas había regresado hacia los troles, y ellos decidieron contar todo lo que se le fue ocultado de su infancia. Y en un principio se sintió muy molesta, rompiendo a llorar después de haber quemado casi todos los retratos de sus padres. Se le fue devuelta sus memorias olvidadas, y con ellas se le agregaron más pesadillas a sus noches tormentosas.
Pero por primera vez en ocho años no soñaba con gritos y dolor, no. Esta vez soñó con unas manos tomándola en su regazo, acariciando sus rojos cabellos, y susurrando palabras de consuelo y amor a sus oídos. Se le resulto extraño despertar, no en su cama, pero a la sombra de un árbol en la cima de una colina, a la vista alcanzando a ver el fiordo y el castillo. Sabia que estaba despierta, y extrañamente no se asusto ni se pregunto como es que había llegado allí, y simplemente se dedico a observar el paisaje de una Arendelle cubierta de nieve en la mañana.
Y le resulto hermoso.
- Anna de Arendelle - Dijo una voz, proveniente del otro lado del árbol en donde ella estaba recostado. Igualmente, el hombre descansaba su espalda en el tronco del árbol, mirando en dirección contraria al fiordo.
Anna intento contestarle, para nada alarmada ni asustada por la extraña presencia - lo cual era una reacción muy impropia de ella. Normalmente hubiese gritado, pero solo quería contestarle afirmativamente al hombre, aunque no era una pregunta. Sin embargo, cuando Anna abrió la boca para decirle algo al hombre se dio cuenta de que su voz no producía sonido alguno.
Intento levantarse pero no pudo. Intento girar la cabeza pero no pudo. Intento parpadear pero tampoco podía.
Y sus ojos ya se empezaban a irritar.
- No te asustes
El hombre callo, buscando que palabras decir, buscando la oración correcta que pronunciar.
- Has sufrido mucho, reina Anna, y hace muchos años ocurrió una injusticia aquí en Arendelle. Una desgracia para ti, que te dejo completamente sola, pues aunque contabas con amigos y gente que se preocupaba por ti, tu no eras mas que un cadáver.
- Porque en ese dia no murió una persona, sino dos. Y poco a poco te fuiste recluyendo. Levantaste un escudo para que nadie pudiera llegar mas hondo en tu corazón, y te conformaste con las memorias de los seres que llegaste a amar.
Anna cerro los ojos, sintiendo por fin capaz de hacerlo, y suspiro hondamente. A que quería llegar este hombre…?
- Sin embargo y a pesar de todo tu sufrimiento has sido capaz de llevar a Arendelle hacia una era de prosperidad. Has efectuado justicia, a pesar de traer maldad con ellas. Pero aun teniendo eso en cuenta sigo pensando que mereces ser recompensada...
El hombre se puso de pie y camino, parándose enfrente de Anna, bloqueando la vista hacia el fiordo. El hombre no era muy alto y vestía raro. Entre sus características mas destacadas estaban su bastón y su cabello blanco.
Le estaba regalando una sonrisa.
- Lo que más quieras, piensa en ello. Si de verdad lo quieres se hará realidad.
Y un solo pensamiento cruzo la mente de la reina.
Fue rapido, pero ella se dio cuenta. Un destello azul y verde ilumino todo el fiordo. El hombre ya no estaba, y más abajo de la colina una figura empezaba a caminar hacia ella. Al principio desorientada, y después de manera súbita empezó a caminar con más rapidez hacia Anna, y luego a correr.
Anna encontro su voz por fin, pero al darse cuenta de quien se trataba, inmediatamente se formo un nudo en su garganta.
Y se quedo observando como la reina de las nieves venia llorando hacia ella, gritando su nombre.
"A-Anna!"