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Capítulo IX

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Zuko observó hasta que el acorazado donde viajaban sus amigos se perdió en el océano. La luna llena de esa noche iluminaba de azul, hiso una oración en silencio, algo que aprendió en la tribu del sur cuando los hombres salían a navegar; esperaba que eso fuera una ayuda extra para sus amigos. Confiaba en ellos con su vida, pero cualquier cosa podría suceder y la oración era para su cuidado, nunca estaba de mas pedirle a los espíritus algo de ayuda y protección, solo esperaba ser escuchado.

Al darse la vuelta se encontró con Appa, le acarició la cabeza con cariño, tal vez Sokka tenía razón con respecto a lo peligroso que sería el día de mañana, pero por otro lado, dejarlo no le parecía correcto, él los había llevado por todo el mundo, de extremo a extremo y no sería justo hacerlo de lado el día de la batalla final, confiaba en que su instinto animal se haría cargo de alertarlo y hacerlo huir si la situación lo requiere, jamás se perdonaría si algo malo le sucediera, pero Appa era fuerte e incluso el mismo lo defendería si fuese necesario. Lo mantenían en cubierta, pues era lo suficientemente grande para albergar al gran animal peludo. Observó con detenimiento, había pasado tanto tiempo desde la última vez que estuvo en ese barco que ya había olvidado sus dimensiones. Era realmente grande. El capitán Qian lo mantuvo oculto y a pesar de eso seguía igual de fuerte y en muy buen estado, incluso con algunas mejorías y arreglos. Toda la antigua tripulación estaba ahí, además de otros. Los dos barcos los seguían de cerca. Sabían que sería peligroso, a pesar de que toda una flota ya estaba en movimiento al Reino Tierra no descartaban la posibilidad de que un grupo se quedara atrás, resultaba inevitable que lo hicieran para cuidar la ciudad.

Entró al barco con dirección al comedor.

Recordaba que el tenía una cabina especial donde él y su tío tomaban los alimentos pero nunca la usó. Al principio comía en su camarote por su herida, y solo en una ocasión cenó en ese mismo comedor con toda la tripulación. Fue cuando les dio la noticia de que no seguirían los planes de su padre e iniciarían una búsqueda diferente. Recordando esos momentos y por la platica que tuvo con su capitán pudo entender porque lo habían apoyado sin condiciones. Tomó una bandeja al igual que el resto, se sentó en una mesa donde se encontraba Katara, el hijo del capitán Qian y otros hombres.

- ¡No me digas que sigues con eso! – gritó alguien.

- ¡Es verdad! Yo lo vi con mis propios ojos!

- ¿De verdad crees que voy a creer que un espíritu mató a todo un escuadrón?

- ¿De que están hablando? – preguntó Katara hacia las personas de su propia mesa. La discusión de aquellos dos hombres parecía que iba para largo.

- El Espíritu Azul probablemente – respondió Zheng.

- El que...? – no pudo evitar la sorpresa.

- El Espíritu Azul – repitió el hijo del capitán – Se ha vuelto muy famoso entre los soldados desde hace un tiempo.

- Son solo supersticiones – habló otro que estaba con ellos.

Ella nada mas miró de reojo al príncipe a su lado, el cual no parecía inmutarse por la conversación.

- ¡Ha! El Espíritu Azul no es nada – se burlo un hombre – A quien si deberías de temer es de la Dama Pintada.

El cuerpo de Katara se congeló.

- El Espíritu Azul – continuó el hombre – Solo ataca a soldados de nuestra nación, y mas que nada es solo un ladrón según he escuchado. Pero - miró a todos que lo observaban atentos – La Dama Pintada te asesina sin piedad, sin importar de que nación seas. He escuchado que mato a mas de cien maestros tierra en una sola noche, y a todo un cuartel de maestros fuego sin dejar sobrevivientes.

- ¿Si no deja sobrevivientes como es que se sabe fue ella quien los mató? – preguntó alguien.

- Porque lo han tratado de encubrir ¿O acaso crees cuando informan que una enfermedad mató a todo un escuadrón en una sola noche? Dicen eso cuando es ella quien ataca. Siempre de noche, cuando hay luna llena, una neblina anuncia su llegada, nadie jamás ha visto su rostro y los que lo hacen no viven para contarlo, algunos dicen que la Dama Pintada fue corrompida por un demonio y por eso, en lugar de sanar quita la vida, otros piensan que es nuestro castigo por la guerra que comenzamos, pero sea cual sea el motivo, ella esta aquí ahora y nadie sabe hasta cuando dejará de matar.

De pronto todo el comedor quedó en silencio.

- ¿La has visto? – se atrevió a preguntar alguien.

- No, y ciertamente no deseo hacerlo. Nadie sobrevive a un encuentro con ella.

- Yo si.

Los ojos de todos se posaron en una sola persona. Zuko terminaba de comer. Katara lo miró con ojos abiertos de sorpresa.

- La he visto – aseguró el príncipe – Y así como dices, asesina sin dudarlo, es capaz de controlar tu cuerpo sin tocarlo y matarte desde adentro de una manera muy lenta y dolorosa, te hace desear estar muerto antes de que su mano se levante en un ataque, yo mismo vi como acababa con todo un grupo de arqueros Yu Yang, no dejo ni los cuerpos – Katara no podía creerlo ¿En verdad estaba hablando así de ella? – Sin embargo, no es mala del todo, también existe bondad en ella. Tal vez no ha olvidado quien es realmente y cual es su verdadera función.

Terminó de comer y bajo la atenta mirada de todos se puso de pie con su charola en mano, la dejo en un pila donde estaba el resto.

- En verdad... la vio?

- Sí – caminó hacia la puerta, pero antes de salir agregó - Y te puedo asegurar que es mas bella que cualquier mujer que hayas visto.

Abandonó el comedor dejando a todos mudos por sus palabras y a una maestra agua sonrojada.

Recorrió los pasillos de metal y acero sin preocuparse por la conmoción que dejo atrás. Se detuvo frente a una puerta metálica, sus pies lo habían llevado ahí por inercia, o tal vez porque conocían el camino y sin querer se detuvo en ese lugar. Empujó escuchando un pequeño crujir, su antigua habitación parecía estar intacta. Era mas grande de lo que realmente recordaba, la cama en el centro cubierta de sabanas rojas, lámparas a los costados y la bandera de su nación sobre ella. En una esquina su armadura, acomodada elegantemente sobre su soporte, toco las hombreras con bordes dorados, trece años, ya no le quedaba de eso estaba seguro, sonrió casi con amargura recordando la última vez que la utilizó; miró de nuevo la habitación. Rojo, negro y dorado, todo le recordaba su hogar, y de pronto sintió algo en su pecho, estaba regresando, en verdad estaba volviendo. No era igual a como cuando se adentraron a la isla del avatar Roku porque Aang les dijo que fueran, iba directo a la capital, al palacio, el lugar donde creció, su hogar. La nostalgia lo cubrió, de alguna manera no quiso quedarse ahí, cuando se disponía a salir observó que su bolso de viaje descansaba a un lado de la puerta, seguramente creyeron que ahí dormiría aunque el pensaba lo contrario, pero no había solo uno, si no dos bultos. El segundo era de un color mas obscuro. Se acercó para tomarlo, tal vez alguien se pudo haber equivocado, al tenerlo en sus manos se dio cuenta de que era mas pesado de lo que creía, entonces notó la marca imperial grabada con fuego en el cuero café. Ahora estaba intrigado, con curiosidad abrió el bolso, lo primero que vio fue una corona.

Estaba impresionado ¿Qué hacia eso ahí? La tomo con sus manos comprobando que en verdad era la corona que los príncipes portaban. Pero ahí estaba el detalle, él no tenía una corona, se le había despojado cuando fue desterrado. Miró de nuevo en el bolso y lo segundo en tomar su mano fue un trozo de papel, su nombre escrito en él, la caligrafía de su tío la reconoció al instante.

La corona que tienes en tu mano es un símbolo verdadero de un príncipe de la Nación del Fuego otorgada al avatar Roku por tu bisabuelo Sozin, tal vez no lo sepas pero Roku es tu bisabuelo también. Tu cara de sorpresa seguramente es grande, puedo imaginarla en estos momentos. Solo quiero decirte que esto es para recordarte quien eres, tal vez comenzamos algo terrible en el pasado, pero ahora dos lazos que una vez fueron unidos por la amistad y separados por la codicia residen en ti. Sin embargo tu no eres malo Zuko y nunca lo serás, lo supe desde el momento en que te vi, desde que solo eras un niño y lo demostraste hace ya cuatro años con una decisión que cambio nuestras vidas.

Siempre has sido fuerte, yo lo he sabido incluso desde antes de que tu mismo te dieras cuenta; y lo has probado de tantas maneras. Tal vez nunca te lo dije con palabras, pero te admiro desde el fondo de mi corazón. Te atreviste a lograr lo que nadie ha hecho y te has forjado tu propio camino siguiendo tus ideales. Te he visto crecer, convertirte en un amigo fiel, un guerrero incomparable y un hombre de honor.

Jamás me he sentido mas orgulloso de ti de lo que estoy en estos momentos.

Porta con orgullo la corona que te pertenece, porque eres mas que merecedor de llevarla.

Las palabras escritas lo hicieron estremecerse, las lagrimas humedecieron el papel, el las limpió de su rostro de inmediato. Miró la corona en sus manos, estaba sosteniendo algo muy importante, solo después se percató que había algo mas en el bolso, sonrió, su tío no dejaba de sorprenderlo, definitivamente pensaba en todo. Un ruido detrás de la puerta llamó su atención, al abrirla dejo que el dragón entrara.

Iroh bebía té. La noche era fresca y el cielo despejado dejaba ver las estrellas. Sonrió sin querer, tal vez un recuerdo feliz, o una idea que acababa de nacer, pero sin duda y de alguna manera, a pesar de no saber lo que le depararía el día de mañana, creía que algo muy bueno había pasado esa noche.

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Katara miraba por la borda, sus sentidos agudizados en todo el momento, había hecho que una neblina cubriera los tres barcos, de esa manera podrían pasar desapercibos, no era demasiado espesa como para evitar el contacto visual entre las naves, pero si lo suficiente para no ser vistos, pronto amanecería y su cercanía a la capital los hacia estar alertas, podía sentir la tensión que había en el barco, todos ya se encontraban listos, se mantenían a la espera.

Pensó en Toph, según los soldados los nuevos globos eran capaces de hacer el camino al Reino Tierra en la mitad de tiempo, para esas horas seguramente se encontraban cerca. Esperaba que hubiesen tenido éxito en interceptarlos a tiempo, se esperaba que el cometa se encontrara en su punto mas cercano a mediodía.

- Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que vi ese uniforme.

Observó al capitán del barco acercándose a ella. No pudo evitar sonrojarse un poco. Su padre le había dado un uniforme de combate, no era el de entrenamiento al que estaba acostumbrada, había modificaciones en el, aunque el color seguía siendo negro, ella fue la única mujer que llegó a entrenar, así que el cambio era ligeramente notorio, las medias en color obscuro se ajustaban en sus piernas como segunda piel, la falda encima se abría en tres cortes, en su pecho había bordado un símbolo en dorado que decía espada. Sus manos tenía protecciones, en su cadera una cantimplora y en su espalda baja estaba la taichí. Lo único que cambió fue su cabello, Katara lo trenzó dejando que cayera por su hombro izquierdo, como recordaba verlo en su madre cuando le enseñaba.

- No muchos fueron afortunados de ser entrenados por tu padre – dijo al quedar a su lado.

- Lo se, pero a veces creo que también lo hacia por mi. Para que no me descubrieran.

- Y tenía justa razón en mantenerla oculta a los ojos del mundo. Seguramente es mas celoso que nadie. Todos los padres lo somos.

Dejo salir una gran sonrisa, Katara lo acompaño, ni siquiera le pasaba por la cabeza esa idea. De pronto sintieron un cambio en el aire. Los murmullos de los soldados que estaban ahí cesaron rápidamente, voltearon intrigados tratando de notar que es lo que pasaba.

Zuko había salido a cubierta.

Ya no había un traje en color verde, atrás quedaba el personaje en el que mucho tiempo se estuvo ocultando, y por primera vez se dejaba ver quien era realmente. Las primeras luces tocaron la vestimenta roja mientras avanzaba, el dorado de los bordes resplandecía, en el cinturón el símbolo de su nación, las espadas en su espalda, pero no solo el atuendo era lo que lo hacía mas impactante, si no la forma en que ahora llevaba su cabello, recogido tal y como una persona de la familia real lo han llevado desde generaciones pasadas, la corona en forma de flama sobresalía notoriamente, el resto del cabello que caía sobre su espalda se movía con el viento, los pasos haciendo un ruido metálico.

Qian no pudo evitar comparar la imagen de quien se acercaba a él con el que años atrás había iniciado ese viaje, un niño de trece años abatido con un castigo que jamás debió de recibir. Pero la determinación de aquel joven lo habían convertido en lo que era ahora. Y en ese momento, por primera vez, veía a ese mismo chico como realmente era.

Un príncipe de la Nación del Fuego.

En el momento en que se detuvo frente a ellos, tanto la maestra agua como el capitán le hicieron una reverencia por respeto, por primera vez no le molestó del todo. Se paró al lado de Katara, la vista fija en el horizonte.

- Estamos muy cerca.

- Ya pasamos el primer punto de protección, en dos horas llegaremos a las puertas de fuego – informó Qian.

La entrada a la capital, pensó Zuko.

Algo en su interior se creó, intenso y caliente, sin querer una llama se formó en su mano, la extinguió rápidamente.

- Se esta volviendo un poco difícil de controlar – habló Qian al ver lo que había pasado, incluso el sentía la necesidad de incendiar algo solo para dejar salir lo que en su interior se acumulaba.

Un estornudo seguido de una intensa llamarada los hiso voltear a ver al soldado que acababa de estornudar, el mismo incluso sorprendido de lo que acababa de pasar.

- ¿Es por el cometa? – preguntó Katara.

- Sí, su poder ya nos esta afectando – admitió el capitán.

De alguna forma, Katara sintió eso como algo muy malo.

- ¡AL SUELO!

El grito de Zuko la tomó desprevenida pero ella ya estaba en sus brazos y el cuerpo contra el suelo de metal cuando escuchó el estruendo, algo había caído al mar, muy cerca de ellos. Al levantarse miraron como una gran roca se hundía, el humo que dejaba atrás indicaba que había estado envuelta en llamas. La alarma de alerta se escuchó – ¡EN EL CIELO! – alguien gritó. Mirando hacia arriba observaron como cientos de flechas y rocas flameantes caían directo hacia ellos.

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Toph estaba desesperada, movía su pie con impaciencia mientras miraba por el ventanal del globo de guerra. Habían llegado un poco tarde, la isla de donde saldrían los globos estaba a seis horas de donde ellos partieron la noche anterior, pero dos flotas ya habían salido cuando ellos arribaron, solo pudieron infiltrarse a la tercera que partiría en esos momentos, apoderarse de la cabina de mando e inmovilizar los otros cinco dirigibles había sido tarea fácil, en esos momentos trataban de alcanzar a la otra flota, no podían permitir que llegaran a la costa del Reino Tierra, por todo lo que habían avanzado hasta ese momento Toph estaba segura que ya estaban demasiado cerca, y por eso estaba tan impaciente.

- ¿QUE ESTA COSA NO PUEDE IR MAS RÁPIDO?

Al fin explotó.

- Avanzamos a máxima velocidad Toph – habló Sokka – Solo tenemos que esperar alcanzarlos, no deben de estar muy lejos.

- ¡Miren! – un soldado señaló hacia el cielo.

Sokka abrió sus ojos con asombro, el cometa al fin se veía.

- Ya era hora.

El guerrero del sur miró a la maestra tierra por sus palabras ¿Acaso estaba feliz de ver el cometa? Pero entonces noto a lo que se refería, a la distancia, puntos rojos se podían distinguir, habían alcanzado a la segunda flota.

- ¡Muy bien todos, colóquense en sus posiciones! - gritó.

La princesa del Reino Tierra inmediatamente salió de la cabina de mando. Corriendo hacia una de las rampas del globo.

- ¡Toph! – Sun Hee la había alcanzado - ¡Espera!

- Lo que sea que vayas a decir dilo rápido – le gritó con impaciencia.

- ¿Qué piensas hacer?

- ¡Atacarlos por supuesto! ¿Es para eso que estamos aquí o no?

La rampa se levantó y el aire entró con fuerza golpeándolos a los dos, ambos vestían armaduras de soldados de la Nación del Fuego, las habían utilizado para infiltrarse al globo, aunque Toph no llevaba puesto el casco y las suelas de sus botas se habían ido. Observaron desde su posición como ya se estaban alineando con el resto de la flota, pero Toph no esperaría, trataba de hacer los cálculos para ver la forma de entrar a la aeronave. De pronto sintió como su cintura era tomada y su rostro quedó pegado al pecho de Sun Hee.

- ¿QUÉ ESTAS HACIENDO?

Cuando él la miró no estaba consiente del sonrojo que pintaba su cara, podía sentir el latido del corazón del general que la sujetaba.

- No tienes experiencia peleando contra maestros fuego, y tomando en cuenta que este día son mas peligrosos de ninguna manera te dejaré ir sola.

Una cuerda metálica se enredo en su cintura, el agarre se volvió mas enérgico, de una manera que ella incluso consideró inapropiada.

- Resulta tonto que te sonrojes por esto después de que me viste desnudo.

El color rojo se volvió mas intenso en sus mejillas y antes de que pudiera gritarle lo que pensaba Sun Hee se dejó caer al aire sostenidos nada mas que con la delgada cuerda de metal. El grito de la ex Bandida Ciega fue ahogado por el silbido del viento.

- O son muy valientes o demasiado estúpidos – dijo Sokka al ver como la pareja entraba a la aeronave con éxito.

- Es increíble la delgada línea que separa ambos conceptos – le respondió Piandao.

Quedaron en paralelo a los globos, con una mirada los dos decidieron que ahora era su turno de abordar.

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Miró la flota de naves pasar sobre ellos, la costa del Reino Tierra estaba a la vista, con su miralejos comprobó que el globo que iba al frente era donde el Señor del Fuego estaba, casi pudo verlo. El cometa ya estaba en el cielo, sintió su poder incrementándose a gran escala.

- Capitán.

El joven soldado se acercaba a decirle algo que ya sabía, el momento de atacar había llegado. Durante muchos años fueron portadores de destrucción y sufrimiento, había llegado el tiempo de la redención.

Ozai sentía su control como una presión que necesitaba ser liberada, miró el suelo bajo sus pies y no dudó que sería ahí donde comenzaría a marcar el mundo como suyo. La llama que salió de su mano era incandescente y mortal, desde los globos que acompañaban su flota se veía la misma cantidad de fuego ser lanzado a la superficie, una explosión y su ataque se interrumpió. Miró con asombro como sus propios barcos atacaban a los globos, contemplando con mas atención se dio cuenta que no solo eran ataques de fuego los que lanzaban, montículos de tierra y agua trataban de derribarlos, uno de los globos caía mientras que el resto se desvió a contraatacar.

Traidores.

Sabía que existían algunos, y en mas de una ocasión había sentenciado a aquellos que se le opusieron. Tontos ilusos que creían que podían derrocarlo. Su castigo sería severo al final de ese día. Contempló con satisfacción como uno de los globos dejaba ir un ataque directo de fuego a los barcos en el mar, el incendio fue inmediato y consumió todo rápidamente.

Hakoda trataba de ayudar a todos lo que podía, pero las llamas eran demasiado intensas, en lugar de tratar de salvar el barco prefirió salvaguardar la vida de sus hombres y los demás que ahí estaban. Tal vez los acorazados de la Nación del Fuego estaban hechos de metal, pero eso no los hacia inmunes al feroz fuego, especialmente ese día. Antes de un segundo ataque los maestros tierra desde otro de los barcos atacaron el globo lo que les dio el tiempo suficiente para caer al mar y salvarse. Los maestros fuego lanzaban ataques certeros a las aeronaves, tal vez desde el cielo podían atacarlos cubriendo mucho rango de daño, pero esas grandes naves tenían un gran punto débil, se incendiaban con facilidad. Una roca cubierta de fuego podía ser suficiente para derribarlos, pero terminar con nueve globos tampoco sería fácil.

Subió al barco del almirante de la flota, el mismo lo ayudó a abordar.

- ¿Qué es eso?

El jefe del sur observaba como agua negra salía de los globos manchando el mar, el líquido espeso y obscuro rápidamente rodeo los barcos.

- Alquitrán… - descubrió con terror el almirante - ¡ALTO EL FUEGO! – gritó a todo pulmón, una chispa y sería su fin, pero el fuego no vendría de alguno de sus hombres, desde uno de los globos una simple llama y fue suficiente para desatar el infierno.

El fuego los rodeó rápidamente, no tendrían escapatoria, ni siquiera los maestros agua eran capaces de controlar el espeso líquido incendiario. Pero así como las llamas los rodearon, con la misma rapidez se extinguieron solo segundos después; no había fuego, solo una mancha negra en el mar. No lograban entenderlo, pero la respuesta llegó en forma de viento.

El movimiento brusco del globo lo hiso que el Señor del Fuego se sujetara de la barandilla, mientras el viento soplaba con fuerza en su cara pudo observar a quien lo provocaba. No había tenido el honor de conocerlo en persona, la figura menuda del niño que estaba en la cima de una montaña no le parecía la gran cosa. Una segunda ráfaga y toda su flota comenzó a caer, incluso el globo donde el estaba. La turbulencia lo hiso sostenerse con mas fuerza, sabiendo que era inevitable la caída el mismo saltó, usando su fuego se impulsó hacia las rocas. Miró a la distancia al avatar, ahora entendía porque estaba ahí. Se deciso de su túnica aceptando su reto.

Ese día no solamente conquistaría el mundo. Se encargaría de la única persona que su abuelo no fue capaz de capturar, y con gusto lo eliminaría.

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- A este paso no llegaremos antes de la coronación.

Advirtió Qian. Los ataques, a pesar de ser repelidos y neutralizados los hacían avanzar lento, a la distancia el volcán era visible, estaban tan cerca. Zuko estuvo de acuerdo, el gruñido de Appa mientras enviaba una ráfaga de aire hacia una roca de fuego lo hiso tener una idea. Con solo mirar al capitán lo entendió.

- Vaya, nosotros lo alcanzaremos tan rápido como podamos, ¡Zheng! – llamó a su hijo y a cuatro mas - ¡Protejan al príncipe Zuko!

No deseaba abandonarlo pero no había opción, Appa se elevó - ¡Katara! – la maestra agua volteó a su llamado, atacaba desde el mar donde tenía una mejor posición. Cuando vio al bisonte en el aire hiso que el agua a sus pies la alzara para así poder subir al animal, al caer a la silla Appa voló con rapidez.

Evitando ataques desde las torres de vigilancia llegaron a la plaza de coronación pero estaba completamente sola.

- No hay nadie – habló uno de los maestros fuego.

Zuko no entendía, si Azula sería coronada debía hacerlo justo en ese lugar. Sin previo aviso fueron rodeados por soldados, todos en posición de ataque, pero antes de que pudieran hacer algo las manos de tierra los apresaron de sus gargantas y muñecas, la opresión lo obligó a arrodillarse, los Dai Li hicieron acto de presencia.

- El hijo pródigo al fin da la cara.

Los soldados se abrieron para dejar pasar al hombre. Zuko lo reconoció de inmediato, lo miró con una seriedad ocultando desprecio. Era el mismo consejero que dio la idea de usar a los soldados jóvenes como señuelo y la opinión que marcó su vida para siempre, sentía un repudio terrible hacia esa persona, aunque solo hasta ese momento fue consiente de eso. Sin embargo hubo algo que no le gustó del todo, además de la forma en que lo llamó, que fuera él quien lo mirara desde abajo, y Zuko, desde hace mucho tiempo que no se arrodilla ante nadie, y de ninguna manera pensaba hacerlo en ese momento. Levantó una rodilla dejando en claro que no se quedaría en esa posición, sintió la presión de la mano sobre su garganta y muñecas, pero no se detuvo, sin quitarle la vista al consejero se erigió destruyendo con su calor la piedra que lo apresaba. Los soldados que los rodeaban miraron con asombro disimulado como ni siquiera hubo rastro de humo.

Zheng fue el segundo, dejó salir fuego de sus manos haciendo explotar la piedra, fue fácil después liberarse del agarre de su garganta, los demás lo imitaron quedando libres, Katara se había puesto en libertad después de manipular al maestro tierra, el agarre apresaba sus muñecas, pero sus manos podían moverse y eso fue suficiente para obligarlo a liberarla. Algo de lo que se dio cuenta la maestra agua, después de haber sanado a Toph, es que podía controlar la sangre aun si no había luna llena. Dejó muy confundido al Dai Li.

Con un pequeño asombro y enojo el consejero observó al grupo ahora libre. Pero la mirada del príncipe no dejaba de mantenerlo inquieto, sentía un calor interno que iba en aumento, dañándolo incluso, sospechaba que no tenía nada que ver con el cometa.

- Lléveme con mi hermana.

Mas que una petición era una orden, el tono de voz del príncipe no lo dejó a dudas. Aunque eso molestó de sobremanera al hombre.

- ¡No recibo ordenes de un niño exiliado! – gritó – ¡Usted no tiene poder ni autoridad aquí! ¡No es mas que un sucio traidor! - escupió el suelo cercano a los pies del príncipe.

El consejero lo miró airoso, lo humillaría y le haría ver que el jamás sería digno de nada. En esos momentos el era superior, su obediencia era hacia la princesa Azula y el Rey Fénix, no al muchacho frente a él.

No sospechaba el castigo que le esperaba por el acto que acababa de cometer.

En un instante, un calor intenso comenzó a apoderarse de él, desde el interior de su cuerpo, como una fiebre terrible, la incomodidad se hiso evidente y los soldados alrededor empezaron a mirarlo. Su garganta comenzó a secarse, y su respiración se volvió agitada, la desesperación lo hiso moverse sin entender lo que pasaba, un ardor interno le estaba lastimando, en el instante en que miró los ojos dorados del príncipe sintió como el calor se volvió mas fuerte, y en un segundo las llamas consumieron su cuerpo.

Todos observaron con gran asombro la combustión del hombre que gritaba horriblemente. Solo como acto de piedad Zuko no dejó que su dolor fuera prolongado e hiso que el fuego consumiera su corazón rápidamente. El cuerpo sin vida calló al suelo aun ardiendo por las llamas. Ni siquiera Katara o los demás mostraron compasión por el hombre y la terrible forma en que murió. Cuando el príncipe comenzó a caminar ellos lo siguieron. Los guardias y demás soldados se apartaron con temor; ninguno se atrevió a interponerse en su camino.

Se adentraron al palacio, Zuko sospechaba donde se encontraría su hermana.

Así como habían previsto el palacio estaba prácticamente desierto, seguramente los soldados que salieron hace un momento eran los únicos ahí. La escultura del dragón bañado en oro los recibió a la distancia, los guardias que estaban en la entrada abrieron la gran puerta sin que tuvieran que detenerse a esperar. Una vez dentro se cerró a sus espaldas.

El salón se encontraba en obscuridad iluminado solo por las llamas azules. La vista de Zuko fija en la persona sentada en el trono.

Zheng y los demás guardaron la distancia, quedándose detrás del príncipe observando con detenimiento todo el salón, era muy amplio y la obscuridad no dejaba ver quienes mas podían estar ahí entre las sombras. Identificaron a otros guardias en el interior, cada uno tomo un lugar estratégico en caso de un ataque.

- Bienvenido a casa Zuzu - los labios rojos le sonrieron, Azula miraba divertida a su hermano – Por un momento pensé que no llegarías a tiempo para ver mi coronación.

Entonces el mensaje si había llegado, y ella simplemente prefirió ignorarlos. Zheng apretó sus puños sintiéndose humillado, no los consideraba una amenaza y era claro que confiaba en que podía eliminarlos con facilidad. Deseó que su padre acabara con todo soldado que se pusiera en su camino.

- Me alegra verte de nuevo Azula.

Su extraña selección de palabras dejó ligeramente desconcertados a los demás que escuchaban en silencio.

Los ojos de su hermana puestos en el. Estaba muy cómoda, aunque sentada de manera informal en el trono de su padre.

- Puedo decir lo mismo ahora que estas vestido decentemente. Cuando te vi en Ba Sing Se no me parecías muy diferente a un pordiosero del Reino Tierra. La realeza no se viste con harapos Zuko, y el verde no te queda.

- Agradezco tu opinión, pero no te preocupes, no tengo pensado volver a vestir con tonos que no me corresponden, de ahora en adelante pienso llevar los colores de mi Nación.

Fingió sorpresa - ¿Al fin has entrado en razón? Aunque es un poco tarde para eso querido hermano, debo decir que sigo molesta contigo por lo que le hiciste a mi precioso buque, sin embargo… - fingió pensar por un momento - Tal vez exista la posibilidad de que perdone todas tus faltas y acepte tu regreso… si me juras lealtad. Sería mi primera orden como Señor del Fuego.

La mirada tranquila de su hermano cambió, ella lo notó.

- No te convertirás en el Señor del Fuego este día Azula.

Seguía calmado, aunque su voz era suave la amenaza era mas que percibida.

- ¿Y quien lo hará entonces? – preguntó divertida aunque sabía la respuesta.

En ese momento las llamas que la rodeaban cambiaron, el azul fue sustituido por el dorado, pero no fue lo único, todas las antorchas y lámparas que estaban en el salón y que en ese momento se encontraban apagadas fueron encendidas. La luz de su fuego iluminó el salón.

El reto estaba dado. Le sonrió a su hermano - ¿Quieres convertirte en el Señor del Fuego Zuko? – se puso de pie cambiando rápidamente su semblante - Bien, acabemos con esto tu y yo hermano. La pelea que siempre debimos tener ¡Agni Kai!

Nunca estuvo mas de acuerdo con su hermana que en esos momentos.

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- Tal vez se escuche mal, pero el cometa es muy hermoso.

Suki, acompañada de las guerreras Kyoshi miraba el cielo admirando los distintos tonos naranjas y rojos que la enorme roca desprendía. Incluso había obscurecido el firmamento por su gran tamaño quedando iluminado tenuemente como un farol tornasol.

Su contemplación duró poco. Una muy peligrosa llamarada casi la alcanzaba, sus instintos ahora fijos de nuevo en la pelea. El combate que se llevaba cabo en la costa no era para nada un juego de niños y por supuesto no tenía comparación. Pero no por ello se daría por vencida, los maestros agua habían hundido la mitad de la flota que se había acercado, pero el resto de los acorazados ya estaban desembarcando soldados, de ninguna manera los dejarían avanzar.

Un estruendo muy fuerte la hiso voltear. Una persona en particular, vestida de blanco atacaba con gran poder destructivo, Iroh, el dragón del oeste atacaba con rayos. El gran maestro Pakku tampoco se quedaba atrás, con su agua control extinguía con rapidez el fuego, e incluso llegaba a congelar algunos soldados, su poder era tan grande que les resultaba difícil e imposible derretir el grueso hielo a pesar de la ventaja de poder que tenían. Definitivamente los miembros de la Orden del Loto Blanco estaban en otro nivel. La guerrera Kyoshi sin embargo no se desalentó, al contrario, miró su próximo objetivo y ataco con determinación.

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- ¡Salta!

Aunque lo gritó Sokka ni siquiera tuvo oportunidad de prepararse, simplemente fue empujado al vacío cayendo de panza al mar, el golpe le ardió como el infierno.

- ¡Maldición Toph! ¡Avísame con vayas hacer algo como eso de nuevo! – se quejó mientras flotaba.

- No te preocupes, la próxima vez te enviaré una advertencia por escrito.

Dejó de lado su sarcasmo al escuchar una explosión. Observaron como los globos eran destruidos en cadena, cuando desviaron el curso del primer globo que abordaron lo hicieron chocar contra el que se encontraba a su lado, lo que ocasionó un efecto domino destruyendo el resto de la flota que estaba alineada, por supuesto que ya no era seguro el lugar donde estaban y no tuvieron otra opción que saltar al mar cuando se dieron cuenta que la aeronave en la que ellos habían llegado se había alejado para evitar la colisión. Ahora se encontraban flotando en el agua al igual que otros soldados mientas las aeronaves se estrellaban en el océano.

- ¿Qué es eso?

Observaron a lo que Sun Hee se refería. Una enorme nube de humo gris se acercaba a ellos rápidamente, la silueta de los barcos ligeramente visible. Piandao sintió un terrible escalofrío. Tal vez pudieron hacerse cargo de una flota de aeronaves, porque en si resultaban fáciles de derribar, pero todo era muy diferente con los acorazados. Especialmente con la gran flota que se acercaba rápidamente a ellos.

- Naden rápido al globo.

Ordenó el espadachín al grupo. Para esos momentos la aeronave en la que habían llegado estaba descendiendo al nivel del mar para rescatar a los demás soldados que también estaban ahí.

- ¿Qué piensa hacer? – preguntó Sokka sin moverse.

El maestro de la esgrima lo miró haciendo evidente lo que estaba planeando. Un globo no podría vencer a toda una flota, y por supuesto no podían permitir que avanzara. Sokka solo le sonrió – Necesitará ayuda, y yo soy el experto en barco

aquí.

- Bien, pateemos unos cuantos culos mas - dijo Toph dejando en claro que también iría.

A Sun Hee ni siquiera le había pasado por la cabeza irse. Mirando de nuevo la nube negra, los cuatro esperaron su acercamiento antes de sumergirse. Salieron a la superficie cuando uno de los barcos pasó cerca de ellos, pero Piandao se detuvo antes de iniciar el abordaje, no reconocía la estructura que tenía enfrente.

- ¿Por qué el agua es tan fría? – se quejó el maestro tierra por el cambio de temperatura.

- Este no es un acorazado de la Nación del Fuego – aclaró Piandao.

- Y esto no es humo – habló Sokka – Es neblina - prestó mas atención a la embarcación frente a él. La sorpresa plasmada en su rostro. Los símbolos y marcas se volvieron mas que evidente, así como los sutiles cambios – Son barcos de las Tribus Agua – aclaró. Antes de que pudiera decir algo mas el agua debajo de ellos los envolvió y los elevó hasta quedar dentro de la embarcación. Cayeron de rodillas tosiendo el agua que habían tragado por accidente.

- Nos volvemos a ver.

Sokka miró un rostro que no esperaba contemplar pero que reconoció de inmediato

– Hank.

El maestro del norte le sonrió.

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El salón de Agni Kai era mas pequeño de lo que recordaba; pero ni siquiera las sombras del pasado lo alteraban en ese momento, el estaba mas que decidido en terminar con todo. Solo unos cuantos soldados y los fieles Dai Li estaban ahí, Katara y los demás se colocaron de lado opuesto, alertas en cualquier momento. Se escucharon algunos estruendos y explosiones, Zuko no dudó que el capitán Qian y los demás hombres se estaban adentrando a la ciudad.

- ¿No te trae viejos recuerdos hermano? – habló Azula mientras tomaba posición – Tu última experiencia en un Agni Kai no terminó muy bien para ti.

- No te preocupes Azula, pienso cambiar eso hoy.

Vio como su hermano mantenía un temple inquebrantable y eso no la hiso muy feliz. Ambos tomaron lugar, el ritual inicial para el encuentro, una vez que quedaron de frente tomaron poses de ataque.

En un segundo la intensidad de las llamas de Azula lo rodearon con brutalidad en el ataque que dejo ir en su contra.

Lo único que podían hacer Katara y los demás era observar con asombro el duelo que se estaba llevando acabo. La cantidad de fuego que salía de ellos era mas que abrumador, aterrador sería lo mas indicado para describirlo. Azula era increíble por la maestría en que atacaba, tenía mas que bien ganada su reputación, pero Zuko no se quedaba atrás, ambos se de defendían de manera formidable. En mas de una ocasión tuvieron que cubrirse de las llamas incontroladas que salían de los maestros, incluso el salón ya se estaba viendo afectado por los ataques.

El látigo de fuego cortó las llamas azules abriéndose paso con facilidad llegando hasta Azula, el golpe fue tan fuerte que la impulsó fuera de la plataforma; sintió el ardor en su hombro, llevó su mano a la herida y al ver la sangre algo despertó en ella.

¡Jamás había sangrado! ¡Nunca había resultado dañada en un ataque! Pero sobretodo le molestaba enormemente que su hermano estuviera a su altura, que fuera capaz de defenderse y mas aun de atreverse a tocarla. Los ojos dorados lo miraron ahora con un desprecio tan grande que sintió como el fuego a su alrededor iba en aumento, le demostraría a su hermano quien era el mas fuerte de los dos, le recordaría porque ella era la favorita de su padre.

Zuko sintió que había ganado, el solo echo de que Azula cayera de la plataforma la descalificaba por automático; sin embargo, al ver las llamas azules alzarse sobre ella se dio cuenta que estaba lejos de que su encuentro terminara. A la distancia pudo ver que algo había cambiado, su mirada se había vuelto algo maquiavélica, casi no la reconocía mientas caminaba de nuevo a la plataforma envuelta en su propio fuego. Supo que algo muy malo estaba a punto de suceder.

- Te haré pagar por lo que has hecho.

Después de la amenaza el ataque ocurrió y en esa ocasión Zuko tuvo que saltar de la plataforma para esquivarlo, había sido mucho mas fuerte que cualquier otro que le había lanzado antes.

En un momento de distracción por el nuevo desprendimiento de poder de la princesa los guardias atacaron a los soldados traidores, ni Zheng ni los otros dudaron en responder al fuego.

Los ataques de su hermana eran tan intensos que ya habían destruido todo el salón de Agni Kai, pero para ella no parecía ser suficiente, no le daba un descanso, tuvo que subir al tejado y atacar desde ahí, para ese momento escuchaba algo mas que sus propios ataques, en un vistazo rápido se dio cuenta como Katara y los demás ahora peleaban, una las fumarolas que logró distinguir a la distancia le decían que los soldados ya estaban entrando al palacio.

- ¡No te dejaré escapar!

Con su fuego se alzó hasta el tejado donde continuó embistiendo sin piedad a su hermano, ella no se detendría, no se dejaría vencer por él, porque Zuko era débil y ella era mas fuerte, siempre lo ha sido y se encargaría de que así fuera.

Katara sentía como las llamas tocaban peligrosamente su piel, sudaba pero no se rendiría. Atacaba y peleaba contra los soldados demostrando todo lo que había aprendido en sus entrenamientos.

Zheng y los demás se abatían contra los soldados y maestros tierra, les demostrarían de que estaban hechos y por supuesto, en ese día su poder era incomparable y estaba mas que dispuesto en demostrarlo.

Qian se adentraba a la ciudad abriéndose paso con el único objetivo de llegar al palacio. Los soldados resultaban una gran molestia pero no se inmutaba en quitarlos del camino, desde la distancia pudo observar el fuego azul así como las llamas doradas atacándose entre sí. Rezaba a Agni que el príncipe tuviera éxito y su hijo se encontrara bien. Con nueva determinación atacó a los pocos soldados que les hacían resistencia.

Llegaron a la plaza de coronación y Zuko decidió ponerle fin al encuentro. Comenzó a atacar con mas fuerza a su hermana, la estaba cansando y se pudo dar cuenta de ello, la persecución a la que la obligó a hacer no tenía otro objetivo mas que eso.

Notó que había algo diferente en ella. No estaba la concentración y enfoque que había visto en su enfrentamiento anterior en Ba Sing Se ni al inicio de la pelea, se encontraba dispersa, y se veía desesperada, de alguna forma trataría de poner eso a su favor.

- ¿Qué sucede Azula? ¿No habrá rayos esta vez?

Se atrevió a retarla, la última vez que lo había echo era porque había hundido su buque.

- ¿Quieres rayos? – le respondió con euforia - ¡TE MOSTRARE MIS RAYOS!

Y ahí se dio cuenta que su hermana había perdido el enfoque, tal vez pudo haber sido muy estúpido al provocarla, pero ella no tenía idea a lo que tenía planeado. Vio las chispas rodearla y después de unos segundos el estruendoso ataque fue lanzado, el lo recibió a puño limpió. Dejo que la energía corriera por su cuerpo y después de un momento lo dejo ir contra ella. Azula lo esquivó de una manera nada elegante, rodó por el suelo y después miró la gran marca negra que había echo incluso un agujero en la piedra producto de su ataque, eso la hiso enfurecer aun más. Levantándose comenzó a atacar sin descanso a su hermano lanzándole mas rayos.

Zuko corría por toda la plaza esquivando los mortales golpes, en un punto se detuvo y aprovecho para contraatacar, la respuesta de Azula ya no parecía muy fuerte y le costaba ponerse a la par.

¿Qué estaba pasando? Ella pudo notar la disminución de su poder, miró el cielo viendo como el cometa aun estaba sobre su cabeza, no entendía.

- Tus rayos han agotado tu fuego – explicó Zuko a la distancia – Ríndete Azula, aun con el cometa no podrás vencerme.

La rabia la invadió, de ninguna manera sería vencida por él.

En un momento pudo notar que no estaban del todo solos, algunas personas presenciaban su encuentro, y no eran precisamente soldados que ella reconociera.

Katara mantenía una distancia prudente, Zheng y los demás también, el maestro fuego reconoció a su padre del otro lado de la plaza, le sonrió con gusto al verlo.

Pero eso solo la hiso perder mas el control ¿Cómo era posible que eso pasara? Ella se convertiría en el nuevo Señor del Fuego, uno mas fuerte y mejor que ningún otro, sus soldados no podían ser vencidos con tanta facilidad, patéticos perdedores pensó, simplemente no estaban a su altura. De ninguna manera reconocería que estaba en desventaja, ella era fuerte, la mejor y mas poderosa maestro fuego. Vencería así fuera lo último que hiciera.

Con un gran grito se dejo ir contra el único que se interponía en su glorioso futuro. Pero el ataque de fuego no salió como ella esperaba, fue débil y fácilmente repelido.

- ¡Basta Azula! No hay nada que puedas hacer.

Lo miró con un odio tan profundo ¡Ella no podía perder! Entonces una idea cruzo por su mente, se concentró y en un momento sintió su control incrementarse, lo daría todo en un último ataque, y por supuesto ese ataque sería para matar.

Zuko se dio cuenta que su hermana no desistiría, pudo notar el aumento de su poder, las chispas la estaba rodeando de nuevo, su tío le había advertido que un maestro fuego se agotaba con facilidad por usar el rayo, incluso él lo había sentido, bloqueaba momentáneamente el uso de fuego, por eso la había incitado y provocado, pero estaba recuperando sus energías mas rápido de lo esperado. Tenía que atacarla en ese momento. Al ver lo que ella pensaba hacer no dudó en colocarse en posición, había llegado la hora.

Azula dejaba ver sus chispas, sintiendo la energía en la punta de sus dedos, una parte de Zuko no entendía el porque de un ataque con rayo, su hermana ya se había dado cuenta que podía desviarlos, a menos que ese ataque fuera tan poderoso que estaba segura que lo mataría aunque lo intentase. Aun así no retrocedió. Pero hubo algo que le hiso muy mala espina, la sonrisa de su hermana, aunque algo desquiciada, hiso que los bellos de su nuca se erizaran, y no tenía nada ver con el ambiente cargado de electricidad, entonces se dio cuenta, la vista de Azula se movió por solo unos segundos y en ese instante notó que él no era el objetivo, giró su rostro rápidamente y observó a Katara detrás de él. Cuando miró a su hermana de nuevo el rayo fue lanzado.

- ¡KATARA! - Reaccionó muy tarde.

Todo pasó demasiado rápido, la luz iba directo a ella, ni si quiera había sospechado que se convertiría en su objetivo, el grito con su nombre la hiso reaccionar, el muro de hielo se levanto a escasos segundos antes de ser impactado por el rayo, el congelado escudo explotó en mil pedazos, sintió su pecho arder y la fuerza la impulsó hacia atrás golpeando la pared en su espalda. Todo se volvió obscuridad.

Sus piernas lo llevaron tan rápido como pudo hasta ella, la risa de su hermana haciendo eco - Katara... – susurró con temor. Su corazón latía con fuerza, el miedo apoderándose de él mientras observaba su cuerpo inerte en el suelo de piedra, la movió lentamente, a pesar de la obscuridad de su ropa pudo ver la marca negra en su pecho. Algo en su interior se rompió.

Zheng llegó rápidamente al igual que su padre, se hincó a su lado y toco su garganta – Aun sigue con vida – confirmó al sentir el débil pulso en sus dedos.

Un intenso calor lo hiso mirar al príncipe al lado de él. La mirada había cambiado, la energía que irradiaba no pasó desapercibido y parecía que sus ojos brillaron con intensidad. Dejó el cuerpo de la maestra agua con suma suavidad en el suelo, sin decir una palabra se dirigió a la culpable del ataque.

- ¿Qué sucede Zuzu? ¿Estas triste por la muerte de la campesina? – se burlaba con satisfacción – ¡Oh! ¿No me digas que te gustaba?

Pero Zuko estaba lejos de escuchar sus palabras, sus puños se rodearon de fuego, se acercaba a ella rápidamente, antes de que abriera la boca para decir algo mas la atacó.

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Kuei miró como el cielo volvía a ser azul, el cometa se perdía a la distancia. Observó el campo de batalla frente a él, tal vez no tenía ningún control o habilidad en la pelea, pero de ninguna manera dejaría a sus soldados pelear solos, el estaría también ahí, y así lo hiso.

- Su alteza – uno de los hombres se hincó frente a él – Los soldados de la Nación del Fuego se han rendido, algunos se están retirando.

- Atiendan a los heridos – ordenó, antes de que se fuera dijo lo siguiente – También brinden ayuda a los soldados de la Nación del Fuego.

- ¿Señor? – se atrevió a mirarlo con duda por lo que había escuchado.

- Ya no existe una guerra. Ahora somos naciones hermanas y debemos ayudarnos – dijo con confianza.

Los ojos verdes miraron al joven soldado, el solamente inclinó la cabeza, se retiró llevando las ordenes de su rey. Los generales que lo acompañaban lo miraron con algo de contrariedad, pero Kuei fijó sus ojos en el mar, de alguna manera tratando de ver la nación que se encontraba en los mares del este. Sabía con seguridad que ese día había marcado el fin de la guerra, para siempre.

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Hakoda junto al almirante y el general del Reino Tierra caminaron entre las cumbres de tierra y roca, todo alrededor estaba destruido, marcas de fuego, rocas partidas, incluso humedad fueron los vestigios que quedaron del enfrentamiento; ellos a la distancia habían observado pero no sabían con seguridad que sucedió, o quien fue el vencedor.

- Allá arriba – señaló el almirante.

Con ayuda del general lograron subir rápidamente al risco. Ahí vieron a dos figuras, la primera fue la espalda del joven avatar y frente a él...

- No... me has… vencido...

Hablaba como si estuviera ebrio, parecía increíble como el hombre que causó tanto dolor y sufrimiento tuviese esa apariencia, patética y descontrolada, moviéndose como un borracho, sin control de sus movimientos.

- ¿Qué ha pasado? – preguntó el jefe del sur.

- Le he quitado su control.

Miraron sin creerlo ¿Acaso era posible?

La vista del Señor del Fuego se situó en los tres recién llegados, especialmente en el almirante que vestía de rojo - Tu – lo señaló – Traidor, pagaras con tu vida.

El almirante se acercó al que fue su señor, quedando de frente se dio cuenta que era mas alto que él, sin dudarlo dejo que su puño golpeara con fuerza su rostro dejándolo noqueado en el suelo.

- He querido hacer eso desde hace mucho tiempo.

Los otros tres lo observaron con sorpresa.

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La noche pronto llegaría y Urza sentía su desesperación crecer a cada minuto. Hace horas que el cometa había pasado, y no había noticas de su hijo, todo parecía estar en calma en la isla. A su lado estaba Mai, le sorprendió verla pero la recibió como una hija, lejos estaba de saber todo por lo que había pasado, y la chica se negó a hablar al respecto, ella comprendió y no hiso preguntas. Ambas se hacían compañía en la espera.

Cuando vio al halcón sintió su corazón dar un vuelco, Han se apresuró en recibirlo. Leyó el mensaje con premura. Mientras la ex princesa corría hacia él dijo lo siguiente.

- ¡Lo han logrado! ¡El príncipe Zuko es ahora el Señor del Fuego! ¡LA GUERRA HA TERMINADO!

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La armada de la tribu del norte avanzaba rápidamente a la capital. Sea cual sea el resultado del enfrentamiento de Zuko, Sokka iría allá.

- ¿Crees que tu amigo haya vencido?

Haack se paró a su lado, Sokka solo lo miró de reojo. La noche ya había caído y para esos momentos se sentía todo tranquilo y en calma.

- Zuko no perdería contra su hermana.

- ¿Entonces porque la prisa?

Lo miró con fastidio, ver la mirada petulante le hiso desear golpearlo para quitarle esa expresión en su rostro, definitivamente no habían quedado en los mejores términos, y aunque no tenía nada en contra no podía evitar simplemente odiarlo. Antes de decirle lo que pensaba un gruñido llamó su atención; para su sorpresa, Appa volaba hacia ellos. El bisonte descendió al barco, se acercó a el rápidamente pero en la silla había alguien que no reconoció.

- ¿Zheng? – anunció el maestro de la esgrima.

- Maestro Piandao – habló con felicidad al verlo, descendió del bisonte mientras que el grupo que acompañaba al avatar se acercaba a él – Necesitamos ayuda urgente.

- ¿Qué fue lo que paso? – preguntó Sokka.

- Es la maestra Katara, fue alcanzada por un rayo – Piandao sintió su corazón encogerse - Esta gravemente herida, el princi... – se detuvo - El Señor del Fuego me envió por ayuda. Me pidió buscar un maestro agua que pudiera sanar.

Y estaba justamente en el lugar indicado.

- Con gusto los acompañaré – Sokka reconoció a la curandera que había atendido a Zuko en el norte, no dudó en aceptar su propuesta y hacerla subir al bisonte, los demás también lo hicieron.

Haack no pudo hacer nada mas que ver como el animal peludo se elevaba en el aire dejándolos atrás. Arnook observó todo.

Entonces, el chico lo había logrado.

- ¿Qué fue lo que paso? – preguntó Toph.

- La princesa Azula lanzó un rayo, creíamos que era para atacar al príncipe Zuko pero no fue así. Fue directo hacia ella.

- ¿Y Zuko?

Zheng mantenía gravado como hierro lo que el príncipe, ahora Señor del Fuego, hiso después, estaba seguro que jamás lo olvidaría.

No fue pasivo ni misericordioso, sus golpes eran certeros, no le daba descanso ni oportunidad de contraatacar. Azula sentía el calor quemar su piel, la furia de su hermano en cada golpe, aunque trataba de atacar no podía y su fuego no parecía ser suficiente. En un instante guardó la distancia, sus manos se llenaron de fuego y dejó salir un remolino que se movía como si tuviera vida propia, dentro de su locura Azula creyó ver que las llamas tomaban la forma de un dragón, un dragón que iba directo a ella, uno que abría sus fauces y la devoraba por completo.

Todos observaron con asombro como el remolino en forma del ancestro animal engullía a la princesa mientras gritaba, hubo un fuerte resplandor y solo segundos después el fuego se disipó dejando ver el cuerpo intacto. Azula estaba de rodillas en shock, todo en ella temblaba, pareciera que hubiese visto algo realmente terrible para quedar en ese estado catatónico. Zuko simplemente le dio la espalda dejándola ahí, su atención se dirigió a algo mas importante.

- Después de eso la princesa ni siquiera fue capaz de moverse, fue encarcelada sin oponer resistencia. El príncipe Zuko es ahora el Señor del Fuego, me pidió que buscara a los maestros agua, Appa me llevó hasta ustedes.

- ¿Y mi hija? ¿Cómo esta? – la preocupación de Piandao era mas que abrumadora.

- Alcanzó a protegerse a tiempo pero... el poder de un rayo es demasiado fuerte.

Toph apretó sus puños – ¡Sokka! Has que Appa vaya mas deprisa.

Ella no tenía que decírselo, el bisonte volaba tan rápido como podía.

Al llegar a la palacio poca atención pusieron a la destrucción en él, Zheng los guió hasta la habitación donde la maestra agua residía.

Desde el momento en la vio Piandao sintió su alma irse a sus pies, ver a su hija en tal estado le hiso romper su temple y calma, se arrodilló a la cama sosteniendo su mano, el recuerdo de su esposa se volvió nítido y rezó a los espíritus que la historia no se repitiese.

Yugoda pidió que se retirasen, a excepción del padre de la chica todos salieron. Desnudó el pecho retirando las vendas para examinar el daño, era muy malo, había escuchado que logró protegerse, y aun así terminó de esa manera, se preguntó que hubiese pasado si no lo hubiera echo, con seguridad estaría muerta, sin perder mas tiempo inició la curación. La princesa Yue le había dado el permiso de llevar agua del estanque espiritual, solo por si acaso era necesaria, usándola comenzó a curarla.

- ¿Dónde esta Zuko? – preguntó con impaciencia Toph, sentía que el debía de estar ahí.

- El Señor del Fuego esta en una reunión en este momento – explicó Qian, se había mantenido fuera de la habitación de la maestra agua desde que la internaron ahí.

Quiso decir algo pero Sun Hee la detuvo, estaba seguro de lo que diría pero en esos momentos no era apropiado hablar sobre sus opiniones. A pesar de ser una princesa sospechaba que el conocimiento en política era muy escaso en ella, él tenía una idea a lo que ahora se enfrentaría Zuko, no sería una tarea muy fácil dirigir una nación que solo sabe de guerra y que ahora era obligada a retirarse.

Esperaron un poco mas hasta que la maestra en curación salió de la habitación, dio las buenas noticias con una sonrisa, Katara estaba bien y fuera de peligro. Toph entró de inmediato a verla, nadie la detuvo.

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La sección privada del Señor del Fuego en el palacio consistían en una serie de habitaciones, salas y jardines donde solo él y la familia real residían, ningún civil o noble sin autorización podía entrar, solo la guardia imperial tenía la autoridad de estar ahí, e incluso podían reprender a otros soldados que no formaran parte de ellos si se atrevían a entrar, había también una servidumbre especial que se dedicaba a atender esa área. Era ese mismo lugar donde ellos se encontraban, por medio de un mensajero enviado de Zuko, sus amigos tomaron lugar en las habitaciones privadas, se les provisionó de ropa, alimentos y atención médica a quien lo precisara, las ordenes del Señor del Fuego habían sido claras, atenderlos en todo lo que necesitaran. Toph, al igual que Piandao se negó en abandonar a Katara, dos camas fueron dispuestas para ellos. No vieron a Zuko esa noche.

Sin saber con exactitud la hora el guerrero del sur se despertó, estaba terriblemente cansado sin lugar a dudas, pero hubo un motivo muy fuerte que lo hiso levantarse en ese momento, la llamada de la naturaleza era algo que no se podía ignorar. Sun Hee dormía como roca en el otro extremo de la habitación e incluso roncaba, no pudo culparlo por eso, ambos habían peleado de manera formidable hace apenas unas horas. Se levantó sin sentir dolor en su cuerpo, agradeció que la maestra Yugoda lo atendiera, de lo contrario en esos momentos seguramente sus músculos usados en combate le estaría doliendo como el infierno.

Salió de la habitación dándose cuenta de la gran obscuridad, eso solo significaba que pronto amanecería, llegó a su destino y después de sentir un gran alivio estaba dispuesto a regresar a la suavidad de su cama. Una luz que no vio antes llamó su atención, caminó por el pasillo, miró a un guardia que estaba de pie firmemente, solo lo miró un momento volviendo a su postura anterior. Sokka notó entonces que la luz provenía de una habitación, se acercó y dentro miró a Zuko, para su asombro también vio a Aang.

- Hola – saludó entrando.

- ¡Sokka! – Aang corrió hacia él – Que bueno que estas bien.

- Lo mismo digo – definitivamente había algo muy diferente en su amigo, lo había notado también cuando se reencontraron en la isla de los guerreros del sol. Aang se veía mas sabio y fuerte. Además de que un poco mas alto - ¿Cómo te fue?

- Vencí al Señor del Fuego. Le quité su control.

- ¿Cómo hiciste eso? – preguntó asombrado.

- Justamente lo estaba explicando cuando llegaste – habló Zuko.

- En la isla de los guerreros me transporté a un lugar diferente, no era el mundo de los espíritus, pero tampoco era este mundo – sus dos amigos lo miraban sin entender – No sabré decir que lugar era en realidad, pero ahí me encontré con un león tortuga, el me dio la respuesta de cómo acabar realmente con el Señor del Fuego. Me enseñó el espíritu control.

- ¿Espíritu control? – repitieron al mismo tiempo los dos amigos.

- Sí – miró sus manos – Ningún otro avatar lo había intentado antes pero es algo que podemos hacer. Nosotros – colocó una mano en su pecho – Estamos compuestos por cuerpo y espíritu, el control de cualquier elemento proviene de esa unión, nuestro cuerpo físico manipula el elemento, pero es de nuestra alma de donde nace el verdadero control. Lo único que hice fue eliminar ese lazo en el Señor del Fuego, sin la conexión entre cuerpo y espíritu no hay forma de que pueda recuperar su control en el fuego.

Se quedaron asombrados.

- Espera un momento – habló Sokka – Entonces... ¿Eres capaz de quitar el control de las personas y también concederles uno?

- Eso creo, bueno, no estoy seguro si puedo otorgarlo, pero tal vez si.

- Es por eso que pudiste ver que no tenía control – dedujo Zuko – Mirabas mi espíritu en ese momento.

El monje le sonrió – Si, aunque en ese momento no estaba consiente de lo que podía hacer, de haberlo sabido antes pude haberte ayudado a recuperar tu control.

Zuko negó con la cabeza – No te preocupes, fue mejor así.

Y si que lo fue, había conocido a Agni y eso le permitió aceptar con mas determinación el papel que ahora tenía.

- Entonces... – habló Sokka después de su largo silencio - ¿Puedes hacerme un maestro agua en estos momentos? – sus ojos azules brillaban por la idea – ¿O que tal un maestro fuego? ¡Podría asar la carne yo mismo y dejarla al punto perfecto! ¡ESO SERIA GRANDIOSO!

- No creo sea buena idea – opinó Aang – Manipular el espíritu no es algo sencillo Sokka y apenas lo estoy aprendiendo.

- Oh vamos Aang inténtalo conmigo ¡Conviérteme en un maestro fuego! – pidió emocionado.

- No puedo hacerlo, tu eres de la tribu agua, no tienes nada de fuego en ti.

- Katara es una maestra agua y te recuerdo que nació aquí, en la Nación del Fuego – se defendió.

- Si, porque su mamá fue una maestra agua, heredó el control.

- ¡Que importa pues! Ándale Aang, hazme un maestro fuego.

- No lo haré Sokka, busca otra manera de asar tu carne - se negó el avatar.

Zuko solo observaba la discusión divertido, sintió algo entre sus pies, miró entonces al dragón, le acarició la cabeza y el se dejo a su toque. Lo había acompañado incluso cuando volaron en Appa hasta el palacio, había logrado subir a la silla con ellos, no se dio cuenta de su presencia hasta que se encontraba en junta con algunos de los consejeros con los que estuvo reunido todo el día, fue justo cuando uno de los generales de guerra se atrevió a gritarle y casi hacerle daño que el pequeño animalito salió de su escondite impresionando a todos por su presencia, y mas aun de la enorme llamarada que era capaz de crear, pudo haber terminado muy mal para aquel general de no ser por Zuko, quien controlando las llamas las extinguió por completo, desde ese momento el dragón se quedo a su lado a la vista de todos, y cada vez que alguien alzaba la voz con rastro de hostilidad lo provocaba de tal manera que se encrespaba hacia la persona que había hablado mostrando sus colmillos como advertencia.

El consejero Yen Hyu estuvo a su lado en todo momento, su compañía fue de mucha ayuda para lidiar con aquellos hombres y fue el único que notó su preocupación por la maestra agua, realmente tenía su corazón oprimido y le costaba un poco poner atención a lo que pasaba en el salón del fuego. No fue hasta que un mensajero le informó del regreso de Zheng que sintió un profundo alivio, especialmente después de que rápidamente le dijeron que ella, ahora estaba fuera de peligro. Sintiendo una gran calma fue que pudo soportar toda la reunión que hasta hace apenas unas horas dio por finalizada.

- Creo que es mejor así Sokka – habló mientras acariciaba a su pequeño dragón – Prefiero que sigas siendo el chico de las ideas que el chico que cocina su propia carne.

Para esos momentos Sokka le apretaba las mejillas a Aang a manera de tortura y el monje hacia lo mismo, era una manera que encontraban para hacer ceder al otro. Se detuvo cuando escuchó la opinión de Zuko. En parte tenía razón. Su reputación parecía estar en peligro si se convertía en un maestro fuego y lo usaba con esos fines. Acepto el nuevo punto de vista.

Zuko se puso de pie, desde la habitación donde estaban, que no era otro lugar mas que un estudio u oficina se acercó a mirar los jardines. La obscuridad había dado paso a los colores azules y grises que indicaban que pronto amanecería.

- Tenias razón – habló Aang mientras se paraba a su lado al igual que Sokka – Pudimos vencer una nación.

La promesa echa en el templo aire se había cumplido. El monje le sonrió y el hiso lo mismo.

- Honestamente, creo que nadie pensó que lo lograríamos – dijo Sokka – Pero ahora estamos aquí, en el primer día del final de la guerra – los ojos azules brillaban con felicidad y orgullo.

- Ahora solo queda trabajar para mantener esta paz – agregó finalmente Zuko.

Los tres observaron las primeras luces del día.

Creer que la casualidad se había encargado de unir sus caminos es estar equivocados. El huir por rechazar su papel en el mundo, haber hablado por dar una opinión y oponerse a un compromiso establecido, fueron solo en una parte los causantes que los llevaron a estar donde estaban en ese momentos. Sin darse cuenta que las decisiones que tomaron fueron pensadas como parte de un plan, donde cada uno era una pieza clave de aquel rompecabezas llamado destino. Y es que a veces creemos que pequeñas acciones o decisiones cambian nuestras vidas, pero en realidad, solamente reafirman el camino que ya estaba establecido para nosotros.

Todo sucede por alguna razón.

Y esa razón es por la que se encontraban en estos momentos y en ese lugar. Su destino era terminar con una guerra y lo habían logrado con éxito. Ahora que su misión había terminado solo quedaba una cosa por hacer.

Restaurar el mundo.

Continuará…

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Jamás te arrepientas de las decisiones que tomes, porque vivir con arrepentimiento solo hará que dudes de todo lo que hagas a partir de ese momento. Antes de tomar una decisión, acepta también las futuras consecuencias de la misma, porque una vez que lo haces todo lo que venga podrás superarlo con facilidad y no te darás por vencido, y a pesar de que sea difícil, recuerda siempre que tu así lo decidiste.

Sigue tu camino y ve siempre hacia delante, dicen que el mundo le pertenece a los valientes, yo creo que les pertenece a los que viven sin nada que lamentar, porque son los únicos capaces de hacerle frente a las malas ideas sin que los detenga en su avance.

Y si en un punto te sientes perdido y no sabes cual es tu destino, solo tienes que seguir caminado para descubrirlo. Porque al final llegará un momento, en el incluso tu mismo dirás que fue el destino el que te puso ahí para realizar algo que solo tú podías hacer.

- . . Dayris . . -

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