Hola chicas, y bien, ya llegamos al final. Espero que os haya gustado está historia. Ya tengo pensadas otras para traducir pero os pediré vuestra opinión por Facebook.

Buena lectura de este broche final a esta gran historia de amor.

Epílogo

La boda transcurre de maravilla. Emma está sentada y mira a la gente divertirse. Su madre charla con Granny, estaba incómoda al comienzo de la ceremonia, pero Regina le había presentado a muchas personas para ayudarla a integrarse. Ruby también ha pasado tiempo con ella para renovar, poco a poco, los lazos debilitados. La reina blanca está ahora más relajada y aunque ve algunas miradas desaprobadoras, también ve que el pueblo del Reino oscuro está dispuesta a aceptarla a pesar de lo que había hecho.

Al girar la cabeza, Emma ve a su padre charlando amigablemente con los amigos de Aneck, riendo a mandíbula batiente. Ruby había bebido demasiado y estaba asediando desvergonzadamente a Aneck. Emma ríe al ver al joven lobo controlar más mal que bien las manos largas y la ávida boca de su mujer. Por todos lados, hombres y mujeres se divertían, bailaban, bebían, charlaban juntos. Habitantes del Reino oscuro arrastraban a los del Reino blanco a la pista de baile. Parejas, quizás efímeras, se formaban, indiferentes al origen y la naturaleza de cada uno.

La princesa percibe con alegría y emoción que parejas homosexuales se atrevían a mostrarse juntas, llevadas por el ejemplo de sus reinas. Su mirada se fija finalmente sobre su mujer, tan bella en su vestido blanco. Está hablando con María, pero nota la mirada de su compañera sobre ella. Besa la mejilla de su amiga y comienza a caminar hacia la joven rubia. Al verla acercarse, Emma piensa en todo por lo que han tenido que pasar para llegar finalmente hasta aquí. Pasa su mirada por su cuerpo y piensa con ansias en el momento en que por fin estén solas. Sus ojos se posan sobre su vientre aún liso y sonríe imaginándose al bebé que está por venir.

«¿Te has perdido en tus pensamientos, mi muy querida mujer?» pregunta Regina al llegar a su altura

Emma, aún sentada, atrapa a su mujer por la cintura y la atrae hacia ella para besar su vientre. Pega su oreja en él y estrecha un poco más a la reina contra ella.

«Te amo» suspira ella sintiéndola deslizar sus dedos por sus largos cabellos rubios.

«Yo también te amo»

Emma se levanta para besarla en los labios

«Me desespero por estar a solas, tengo ganas de hacerte el amor»

«Yo tengo ganas de arrancarte este vestido y saborear…heyyy papá…» dice Emma al ver a su padre aproximarse a ellas.

«Emma, querría saber si puedo invitar a tu mujer a bailar, si ella está de acuerdo»

«Por supuesto» acepta Regina, aunque no puede evitar que cierto temor se pose en su vientre

Bailan durante un momento antes de que David tome la palabra

«¡Estoy contento por vosotras dos!»

«¿De verdad?» no puede evitar preguntar la reina

«Sí, Regina… ¡De verdad! Estáis magnificas las dos y nunca había visto a Emma tan feliz. Y además ese bebé que crece en vos, vuestro bebé…Es un milagro, pura felicidad, estoy ansioso por conocerlo, espero que su abuela y yo podamos formar parte de su familia»

«Por supuesto, Emma lo quiere y yo también. Este bebé estará rodeado de amor, dos mamás, dos abuelos, su madrina, su padrino…Tanta gente que lo ama ya sinceramente»

David mira a la reina con amabilidad comprendiendo lo que ella deja sobreentender inconscientemente.

«Sí, Regina, este bebé será amado y vos seréis una madre maravillosa. Le vais a ofrecer todo lo que vos no tuvisteis y más aún»

«A veces tengo miedo»

«¿Miedo de qué?»

Regina se queda en silencio y David atrapa su mentón para obligarla a mirarlo

«Regina, podéis hablar conmigo si algo os atormenta. Sé que nuestra relación no ha sido siempre ejemplar, pero ahora sé que habéis cambiado y que vuestro amor por Emma es verdadero. Si puedo ayudaros, entonces lo haré con gusto»

«Tengo…tengo miedo de que este niño me odie»

«¿Por qué?»

«Yo odiaba a mi madre, y a mi padre yo lo quería aunque le echaba en cara que no se enfrentara a mi madre»

«Vuestra madre os maltrató psicológicamente, y he llegado a saber que físicamente también, y eso durante toda vuestra vida. Vuestro padre siempre lo dejó pasar, vuestros sentimientos con respecto a él son totalmente normales. Vais a ser una madre amorosa y dulce, una madre atenta y presente. Le daréis ternura, alegría, estabilidad y la disciplina necesaria para que un niño se desarrolle. No seréis como vuestros padres y al contrario que nosotros, no encerrareis a vuestro hijo pensando que lo hacéis por su bien, le ayudareis a encontrar a su amor verdadero antes que ponerle piedras en el camino»

«Habéis sido un buen padre para Emma, nunca debéis dudarlo»

«He cometido mi cupo de errores»

«Todos los padres los cometen»

«Quizás, pero creo que a partir del momento que nos llevamos por la fuerza a Emma, nuestros errores son totalmente imperdonables»

«No vivamos en el pasado David. Lo importante es que ahora podamos llegar a ser una familia»

«Es todo lo que deseo, Regina, formar parte de vuestra familia»

«Eso queda fuera de toda duda…suegro»

David se ríe a carcajadas y besa a la reina en la frente.

«Os dejo libre, Emma ya no puede esperar más para recuperaros. Voy a buscar a Snow, no vamos a demorarnos mucho más, ya casi está amaneciendo.

Regina y Emma ya solo tienen un deseo, subir a su habitación y consumar su matrimonio con ardor y pasión.

«Nos vamos» le dice David a la pareja. Snow y él toman a Emma en sus brazos y la estrechan tiernamente. David hace lo mismo con Regina y Snow se contenta con un rápido y torpe abrazo.

«Debéis estar cansadas, os deseamos una buena noche» dice Snow amablemente.

Emma y Regina muestran una sonrisa de circunstancia, después de lanzarse una mirada que lo decía todo.

«Yo no quiero saber, yo no quiero saber» dice David tirando de su mujer.

Emma rodea la cintura de la reina y comienza a besarle el cuello. Regina suspira y se deja ir al ver que las únicas personas que quedaban no les prestaban atención. Desliza su mano por la larga cabellera rubia para mantenerla en su lugar. Emma succionaba ávidamente su piel hasta dejarle una hermosa marca violeta.

«Emma» gime «Vayamos a la habitación»

Se dirigen a sus aposentos, más mal que bien, sin separar sus labios. A la mitad de las escaleras, Emma pasa su brazo por las rodillas de su mujer y la levanta. La lleva hasta la cama intentando no caer a pesar de los besos que le depositaba en el cuello.

La joven rubia comienza sensualmente a desanudar los lazos de su corsé, besando cada parcela de piel que iba dejando al descubierto. La estancia solo está iluminada por velas y Regina siente cómo su corazón se desboca peligrosamente. Una vez las dos completamente desnudas, las dos mujeres se observan un momento. Cada una aprendiéndose el cuerpo de la otra de una nueva forma. Emma pasaba su mirada por los pequeños cambios que ya aparecían en su mujer. Aunque su vientre aún está completamente liso, sus pechos están más grandes y la joven rubia se lame los labios tomando consciencia de ello. Se da cuenta también que sus aureolas están más oscuras de lo normal, y desde algunos días, había notado que la reina presentaba una mayor sensibilidad cuando se los tocaban.

No dicen nada y solo el chisporroteo de las velas turbaba románticamente el silencio. Regina ve cómo el vello de su amante se eriza debido a la excitación. Su vientre tiembla ligeramente y un escalofrío la recorre cuando la morena desliza su mano por su cintura. Se acerca a ella hasta tocar su cuerpo y respira profundamente en su cuello, su nariz rozando la piel de Emma que no puede mantener los ojos abiertos ante la intensidad del momento.

«Regina» suspira ella

«Te amo» responde la Evil Queen con una voz, apenas perceptible «Mi reina»

Continúa acariciándola con la punta de los dedos y la besa cuando la escucha gemir de deseo. Regina desliza su mano hasta depositarla sobre el sexo de la rubia. Emma gruñe y profundiza el beso, mueve inconscientemente su pelvis para crear una fricción. La reina oscura agarra su nuca y sin mover la otra mano, la hace caer sobre la cama. Se arrastra sobre ella y pasa un dedo entre sus labios hinchados por el deseo. La descubre muy excitada y ya preparada para acogerla. La penetra de un golpe con dos dedos y comienza un lento movimiento. Emma se dobla tanto como puede y gime cuando su amante empieza acariciarla entre los pechos sin dejar de penetrarla. Coge uno de sus pechos con toda la mano, lo masajea delicadamente, mientras besa su vientre. Pasa su lengua por el ombligo, caricia que sabe que a su compañera la vuelve loca. Las sensaciones de sus dedos en ella, la presión sobre su pecho y su lengua en el ombligo llevan a Emma a un intenso orgasmo. Se deja ir en un grito de placer y Regina se deleita con los violentos temblores de su cuerpo.

«Gina, te amo»

La reina sonríe echándose sobre ella. La abraza dulcemente y hunde su rostro en su cuello al que besa con ternura. Emma se coloca sobre ella de tal forma que sus sexos se toquen. Comienza a moverse y sus gemidos llenan rápidamente la estancia. Regina siente los dedos de los pies doblarse cuando un primer orgasmo la atrapa. Pone sus manos en lo alto de las nalgas de la rubia para incitarla a que continúe.

«Córrete para mí» murmura

Emma vuelve a comenzar sus movimientos, pero con más calma, para ralentizar al máximo su placer, esperando a su mujer. Gritan juntas cuando alcanzan el orgasmo al mismo tiempo.

Se besan durante mucho tiempo, continuando con los mimos y caricias durante más de dos horas, diciéndose palabras de amor en la intimidad de su habitación, de su hogar. Cuando el sueño comienza a hacer su aparición, Regina estrecha a su compañera, pero esta la rechaza. La mira confundida y sonríe al comprender su maniobra.

«Seré yo la gran cuchara, Gina, te había dicho que una vez tuviera más experiencia, sería yo quien te tomaría en mis brazos y te protegería»

La reina se deja hacer, sintiendo sus fuertes brazos a su alrededor, su cálido aliento en su nuca, ese cuerpo amoldándose perfectamente a sus formas, está donde siempre había querido estar.

Cuatro meses pasan tranquilamente. El vientre de Regina creía para gran felicidad de Emma. Con seis meses de embarazo, la reina está en plena forma, ya no tiene el miedo de perder al bebé y disfruta plenamente de su vida en pareja y de su próxima maternidad. Las dos mujeres son casi inseparables, por la noche Emma contaba historias al bebé acariciando el redondo vientre. La antigua Evil Queen amaba esos momentos sobre todas las cosas, deslizaba sus dedos por la larga cabellera rubia y de dejaba acunar por esa dulce voz.

Algunas noches, Regina se dormía durante esos momentos y Emma la tapaba y se colocaba a su lado. Otras veces, hacían el amor tiernamente o apasionadamente. La reina era toda hormonas, a menudo se lanzaba sobre su mujer a cualquier hora y en cualquier lugar, pero Emma no se quejaba nunca. Habían ido a pasar un mes al Reino blanco para que Emma pudiera hacer tabla rasa del pasado y empezar de nuevo con su madre. Snow estuvo incomoda durante algún tiempo, porque la pareja había decidido vivir como de costumbre. Paseaban de la mano, se besaban, se murmuraban cosas al oído. La reina blanca miraba mucho al comienzo el vientre de Regina. A menudo había puyas verbales entre las dos mujeres que no podían dejar de pincharse regularmente. Pero esas puyas se convirtieron en un juego. Renovaban poco a poco y a su manera los lazos bajo la mirada acogedora de Emma y David.

A un mes de dar a luz, Regina tuvo numerosas complicaciones, el riesgo de dar a luz prematuramente era tan alto que tuvo que guardar cama hasta el final. Ese periodo reforzó aún más la pareja, Emma se anticipaba a todas sus necesidades y se ocupaba de ella con una devoción inimaginable. Calmaba sus angustias, entretenía sus días y le subía la moral. Gracias a sus buenos cuidados, consigue llevar a término su embarazo y en mitad de una oscura noche, Regina despierta de repente a su mujer

«¡Emma, he roto aguas, creo que es la hora!»

«Ok, cálmate, todo va a ir bien, mi amor, todo va a ir bien, respira profundamente, respira»

«¿Vamos a tener a nuestro bebé?» cuestiona la reina alarmada

«Sí, mi Gina. Vamos a tener a nuestro bebé y todo va a ir bien»

«Ok…ok» suspira ella.

Emma la besa tiernamente y corre a buscar a la comadrona. El parto se estaba presentando complicado porque el bebé se presentaba de nalgas, y Regina empujaba con todas sus fuerzas desde hace un momento. Su fuerza y su determinación llenaban de orgullo a su mujer. Cuando Emma siente que va a desfallecerse, se coloca a sus espaldas, ajusta su posición y le coge sus dos manos. Hunde su cabeza en su cuello y le habla dulce y calmadamente al oído.

«Sé que es duro y que estás extenuada, mi amor, pero piensa en el momento en que lo tengas en tus brazos y con nosotras»

«¿Él? Tú…piensas que va a ser un ni…un niño?»

«Sí, bueno, no lo sé, es lo que me he imaginado, pero no importa, será nuestro bebé»

«Nuestro bebé. Solamente tuyo y mío»

«Solamente tuyo y mío»

Regina, con una nueva contracción, empuja con todas sus fuerzas, y unos instantes después un sonido llena la estancia. Los atronadores lloros del bebé provocan inmensas sonrisas en sus madres

«Felicidades mis reinas, tenéis un muchacho»

Después de haberlo lavado, la comadrona lo coloca, envuelto en una manta, en los brazos de la reina oscura. Emma está aún a sus espaldas y nota, para su gran satisfacción, cómo su mujer se apoya en ella. No pueden desviar la mirada del niño.

«¿Habéis pensado en un nombre?» pregunta la comadrona que ya se disponía a dejarlas.

«Yo había pensado en Henry» dice dulcemente Emma

La reina la mira con emoción antes de murmurar «¿Henry? ¿Tú…estarías de acuerdo en llamarlo como mi padre?»

«Sí, es un nombre magnífico y sé cuánto querías a tu padre»

«Henry» dice Regina girando los ojos hacia él «Te damos la bienvenida entre nosotras, mi pequeño bebé»

10 años más tarde

«Mamá, mamá, ¿a qué hora llegan el abuelo y la abuela?»

«Al mediodía, corazón»

«¿Y Ruby y Aneck?»

«¿Es a Ruby y a Aneck a quienes deseas ver o a Anaëlle?»

«Mamá» replica el joven turbado por los sobreentendidos de su madre.

La antigua Evil Queen ríe a carcajadas ante la mueca de su hijo, le despeina los cabellos tan negros como los suyos y contempla sus ojos esmeraldas que sacó de su otra madre.

«¿Qué ocurre aquí?» pregunta la rubia al llegar

«Mamá, tengo ganas de que ya llegue la gente para mi cumpleaños»

«Sobre todo está ansioso de que llegue Anaëlle» dice Regina besando a su mujer

«Ohhh» dice la rubia acercándose a su hijo para besarlo «¿Echas de menos a tu enamorada?»

«No es mi enamorada, es mi amiga y ella es bonita y amable, pero no es mi enamorada» se defiende el niño.

«Nuestro bebé que se nos casa» dice Regina enjugando una falsa lágrima.

«Ah, no, no es posible, todavía no le he dado mi discurso intimidatorio a su prometida» se indigna Emma

«Sois verdaderamente idiotas»

«Podemos serlo un poco más» dice Emma lanzándole una mirada a su mujer.

Se lanzan las dos sobre el niño haciéndolo caer sobre la cama. Comienzan a hacerle cosquillas y toda la estancia se llena de risas.

Al mediodía Regina ve antes sus ojos cómo ha evolucionado su mundo. Hace ya diez años que vive su cuento de hadas. Su hijo crecía tranquilamente al igual que Eva, su hija. Cuatro años después del nacimiento de Henry, decidieron tener un segundo bebé que Emma engendraría. Pensaron que sería igual de fácil que la primera vez, pero no fue así. Lo intentaron muchas veces, pero Regina no lograba nunca liberar la magia blanca que les había permitido concebir a Henry y eso duró más de un año. Una noche, habiendo perdido ya la confianza, se negaba a volver a intentarlo, pero Emma la tranquiliza. Le dice que no se culpabilice, que tienen tiempo y que la ama. Le murmura palabras de amor y cuando la reina comienza a hacerle el amor, la magia aparece. Esta se desplaza hasta la mano de la reina y consigue dejar encinta a su mujer.

Nueve meses más tarde llega su pequeña niña y es Henry el más atento. El muchacho de seis años se levanta desde que su hermana llora y se coloca en la cama con sus mamás mientras Emma le da el pecho. Él la cuida, le cuenta historias y está también pendiente de sus madres. A medida que va creciendo, Eva se muestra como la copia perfecta de Regina. Tiene los mismos cabellos negros, los mismos ojos chocolate y puede, como su madre, conseguir todo lo que quiere de Emma. Pero también había heredado el temperamento firme de la rubia y sus largos rizos.

Ahora Henry tiene diez años y Eva cuatro, Ruby y Aneck habían tenido dos gemelas que ahora tenían ocho años y Anaëlle, once. El castillo resonaba ahora con los gritos y las risas de todos esos niños y la felicidad se había instalado en su vida para siempre.

Al mirar a sus hijos jugar, Regina se acerca a su mujer y la toma por la cintura y acurruca su rostro en su cuello. Emma relaja su cuerpo contra el de ella y apoya su cabeza en la suya.

«Te amo Emma»

Emma suspira de placer y gira la cabeza para besarla amorosamente

«Te amo Regina, mi amor»

«Me has ofrecido una vida…tan bella, una vida tan maravillosa. Vivía en la soledad y en la tristeza y desde que tú estás aquí, vivo en la alegría y en la euforia» Regina habla dulcemente en su oído «Mi final feliz, nunca pensé que se presentaría bajo los rasgos de una magnífica y seductora rubia de ojos verdes, la hija de mis más antiguos enemigos. Pero, al instante en que mis ojos se posaron en ti, supe que mi corazón no latiría por ningún otro. Te amo, amo a nuestros hijos, nuestra vida, nuestra familia. Estoy llena de amor y soy amada y todo gracias a ti, te amo Emma»

La rubia se da la vuelta en sus brazos para mirarla a la cara y le transmite todo su amor con un beso tierno e intenso.

«Tú eres lo más hermoso que me ha sucedido y eres la mujer más bella, el alma más pura y el corazón más grande con que yo podría soñar. Te amo más que a mi vida y tanto como amo a nuestros hijos»

Ella la besa una vez más y la voz de sus hijos atrae la atención de ambas.

«Mamá, mami, venid, voy a abrir mis regalos»

Las dos mujeres sonríen al hijo y le siguen, felices, como iban a pasar el resto de sus vidas…

Dadas de la mano.

FIN