Hola, gente¿Cómo están? Ya sé, un año y un mes más viejos. –suspira–

Sólo puedo dar semi–razones, mejor dicho, excusas, para este inhumano retraso. Primero, como creo haberles dicho en el capi 28, estaba ayudando al Webmaster de HA con la actualización de la zona ficts ese mayo. Lamentablemente, ese proceso de tres o cuatro meses sin escribir y trabajando puramente con eso, me provocó un considerable bloqueo que no pude superar hasta meses después (más precisamente vacaciones de verano, diciembre–enero.) Desde entonces, tengo este capi escrito como lo leerán. ¿Por qué no lo publiqué antes? Sencillo. A este capi le falta lo que iba a ser la escena principal, la escena de Halloween, la animaga. La tenía escrita hace mucho tiempo, desde que pensé esta idea de la animagia, y había quedado tan dinda... pero surgió un problema en mi Windows y adivinen qué¡Sí! El técnico formateó la PC sin un previo backup. Desde entonces, no puedo lograr que esa escena me salga como quiero... Y esta semana decidí que ya no podía hacerlos esperar más, tenía que dar señales de vida...

Y aquí está. El capi en sí no tiene nada más que típicas escenas adolescentes y romance... Género que perdí práctica en. Estoy acostumbrada a la acción sangrienta y drama de Laguna Estigia... y ver de repente a adolescentes felices, que su única preocupación es enamorarse y averiguar qué rayos sucede con el mundo sin que les afecte... me hace sentir algo vacía, perdida. Como si... hubiera perdido el hilo de la historia. Por eso medité por mucho tiempo abandonar Los Hermanos Potter. No, no lo he hecho! No me daré por vencida tan fácilmente. Inicié este fict para terminarlo. Sólo que tendrán que tenerme mucha paciencia... y... paciencia. Actualmente escaseo de tiempo libre. Si llego a decidir abandonar el fict, les avisaré. Pero sepan que está en toda mi voluntad no hacerlo. Me encariñé con esta historia... y me dolería mucho dejarla así. So... también yo debo tener paciencia con mi musa.

Muchas gracias por todo el apoyo, especialmente de Gaya Lunae. Sin ella... este capi no hubiera sido posible. También agradezco a Kathy Herms y a CheP. For you, my dear friends...


Reviews:

Arabella–G–Potter–Black: Me alegro que el capi anterior te haya gustado! Lamentablemente, la escena animaga es la que provocó mi bloqueo, así que no pude incluirla en este capi (iba a hacerlo, hasta que decidí que mejor sería darles alguna señal de vida...) So, tendrás que esperar otro capi –Parv suspira–. Lamento la demora. Muchas gracias por el review!

Layla No tienes nada de qué disculparte. Al contrario, creo que yo ni siquiera tengo derecho a disculparme por la tardanza. Excusas arriba. Si antes se notaba a leguas que a Jo le gusta James, imagínate en este capi –risas–. En este capi tienes romance y esas cosas que me has pedido... de hecho, es lo único que hay –suspira– Quería un poco de acción al incluir la escena animaga, pero la musa se bloqueó totalmente ahí... y todavía no la he sabido destrabar. El bonus HHr... jo. Tengo tantos proyectos de ficts sin concluir que me escandalizo... Dudo terminarlo alguna vez. Una verdadera lástima, porque me estaba gustando el rumbo que estaba tomando el bonus... Los giros que da la vida en un año¿verdad? Muchas gracias por el review! Espero que te guste el capi!

Calixta Te hubiera hecho caso y hubiera amarrado a la musa! Mira como se me ha ido que tardé un año en actualizar! Soy un desastre –.– Excusas de tardanza arriba. Gracias por los ánimos. Obviamente, ya no estoy deprimida por las razones que estaba hace un año (risas), pero... siempre es bueno saber que... hay gente que cree en uno. Y sí, mi vida ha mejorado. Por un lado es bueno, porque no hay fin de semana que no salga con mis amigos, pero es malo también... como ves, las actualizaciones han decaído en demasía (quizás aquí no sea por la misma razón, ya que perdía la regularidad, pero si lees Laguna Estigia, seguramente te habrás dado cuenta.) Jo. Yo ahora sólo le pido a la Diosa tener las energías, la musa y el tiempo para no abandonar este fict... Muchas gracias por el review y besos!

Luisa la bella: Muchas gracias por el review. Sí, la musa regresa... pero el tiempo que tarda en hacerlo! –sigh– No sé si algún día terminaré ese bonus HHr, ahora sólo estoy pidiendo a los cielos que la musa llegue y encuentra los ánimos para no abandonar este fict. Arriba detallo más. Este capi tampoco tiene mucha acción... de hecho, desde mi punto de vista, no tiene nada llamativo –solloza–. Pero aún no me daré por vencida. Espero que te guste, dentro de lo posible! Besos!

Gaya Lunae: Lamentablemente, sí... como habrás podido ver arriba, he vuelto a decir 'este capítulo no merece la pena'. Bueno, tú bien sabes todo lo que ha sucedido en este año sin actualizar, el gran bloqueo que tengo respecto a este fict... y los lectores te deben a ti todo lo que está escrito en este capi. Sin tu estimulación, creo que ya hubiera abandonado el fict hace rato. Creo que vuelvo a necesitar de tu presencia¿verdad? –suspira–. No te preocupes por la falta de tiempo ni nada de eso, lo entiendo perfectamente. Créeme, ahora lo entiendo. Mi tiempo libre se ve tan limitado... Pero en fin. Espero verte pronto en una actualización de este fict... (ya sé que antes nos veremos en LE y HPEFS... pero... realmente... aún no me quiero dar por vencida con LHP, a pesar de todo.) Muchas gracias por tu review y beshos! Te extraño!

ZeisseGracias por el review. Mi idea original era incluir la escena animaga en este capi... pero... como podrás darte cuenta, fue una condición que no logré, ya que fue la escena que me bloqueó por completo. En fin, espero que aún te guste el fict... –suspira– Saludos!

Joanne Granger: Muchas gracias por el review! No sabes cuánto me alegra que te gusten mis ficts. Y que.. errr... ¿fanatismo? haya llegado al extremo de gastar tinta de impresora en mis ficts. XD Lamento profundamente la demora... no fue mi intención. Una acumulación de problemas y bloqueos... Pero aquí estoy devuelta. Si bien aún no sé cuando estará el siguiente capítulo (no lo esperen demasiado pronto...), no pienso abandonar la historia... aún no. En fin, muchas gracias por los ánimos y espero que te guste el capi!

Natty Malfoy: Muchas gracias por el review! Lamento la demora. Jo se enterará de los gemelitos en el próximo capi, además de la escena animaga, que estaba pensada para este capi... pero ya sabes lo que sucedió, so... para qué repetirlo. Espero que aún te siga gustando el fict. Besos!

Angelina T.R.Rossie: Gracias por el review! Lamento la demora. En cuanto a Lily en Sly... es verdad que todavía ese lado... oscuro de ella no se ha despertado, pero si la musa me vuelve y logro no abandonar el fict, lo sabrás. Además, por supuesto, de una razón que ya muchos adivinaron –sonríe misteriosamente–. Quizás deberías repasar la última maldición que Voldemort le lanza a Harry en Academia Prakigam, uhm...? –risas– Saludos!


Capítulo 29 – Clandestinidades antes de la Luna Nueva

Los siguientes días en el colegio Hogwarts de magia y hechicería no fueron para nada anormales. Las clases continuaron igual que siempre, con la incorporación de Estudios Muggles, Cuidado de las Criaturas Mágicas y Adivinación a la rutina diaria.

La primera clase de Estudios Muggles fue totalmente teórica, pero lejos de ser aburrida. La profesora era una mujer joven, hija de muggles, con un gran conocimiento en el área. Explicaba con gracia y ante las dudas de los estudiantes, no se impacientaba sino que se entusiasmaba más. Parecía tener varios planes en mente para aquel año (como traer y mostrar un televisor, videos, etc), pidiéndole el permiso necesario al Director Snape.

Sin embargo, Cuidado de las Criaturas Mágicas fue necesariamente una clase práctica. Rubeus Hagrid, un semi gigante que desde añares era el "Guardabosques" de Hogwarts, impartía la materia. James, Joanne y Daniel se sorprendieron cuando Hagrid, al verlos, estalló en emoción. Había conocido a sus padres y estaba deseoso de contarles algunas anécdotas sobre ellos. El trío se cuestionó porqué nunca habían hablado con el dichoso profesor, pero no consiguieron respuestas. Sencillamente, nunca se habían cruzado por demasiado tiempo.

No fue la mejor clase que hubieran tenido, pero Hagrid era realmente simpático, algo que compensaba su torpeza. Inmediatamente advirtieron su debilidad por el peligro que significaban las criaturas, un detalle bastante curioso.

También tuvieron la primera clase con los profesores Fred y George Weasley. Esa misma mañana, Joanne se había rehusado a ir, pero Dan y James lograron convencerle que no sería una clase muy desigual a la que solían tener con la profesora Weasley en Encantamientos, que ellos la tratarían como una alumna más, sin avergonzarla frente al alumnado.

Estuvieron excesivamente equivocados. Al llegar al campo de Quidditch, un tanto antes que el resto de Gryffindor y Slytherin (sí, era clase doble con las serpientes, para la alegría de James, la furia de Jo y la resignación de Dan), se encontraron con Fred y George, vestidos con túnicas más comunes que las usadas en el Banquete de Bienvenida y peligrosamente alegres.

– ¡Si ahí llega nuestra sobrina preferida! – Exclamó Fred, abrazando cariñosamente a Jo y despeinándola.

– ¡Claro¡La hija de Ronnie¿Cómo no podríamos quererla?

– Tíos, por favor… – Murmuró Joanne, cohibida. – Yo también me alegro de verlos, pero…

– ¡Oh¿Escuchaste, George¡Se alegra de vernos! – En consecuencia, George comenzó a llorar en conmoción fingida.

– ¡Tío George! – Le reprendió Jo.

– ¿Quieres que te dé un poco de ímpetu a tu economía? Pero tendrás que esperar a fin de mes cuando Snape se digne a pagarnos…

– ¡Nada de eso! – Dijo la joven Weasley, sonrojada al escuchar las risas disimuladas de James y Daniel.

– Uhm… ¿entonces¿En qué quieres que te ayudemos? – Preguntó Fred con ansiedad.

– Ya sé. ¿Quieren que les enseñemos a ser el Trío Arrollador de Hogwarts? – George les guiñó un ojo. – Conocemos algunos secretos que pueden servirles…

– ¿En serio? – Chillaron James y Dan al unísono.

– Pues, claro, chavales. ¿Qué creen que hacíamos nosotros en Hogwarts¿Estudiábamos?

– Eh…

– Eso hubiera sido patético. – Continuó Fred. – ¡Nosotros¡Estudiando¡JA!

– ¿Entonces?

– De a poco, pequeño. Esto no se aprende de un día para otro… ¿Cuántas veces ya han estado en el despacho de Snape?

James, Joanne y Daniel se miraron en silencio, preguntándose qué tenía eso que ver con aventuras. No obstante, encogiéndose de hombros, Dan contestó.

– Nunca. – Los gemelos produjeron una exclamación de horror al mismo tiempo.

– Están bromeando¿verdad?

– No…

– ¡Estamos muy decepcionados de ti, Joanne, esperábamos algo mejor!

Joanne se sonrojó vivazmente, ante las carcajadas disimuladas de Dan y James. Claro, ellos no tenían tíos que les pusieran en vergüenza o que se hicieran los indignados por una buena conducta de su sobrina. Joanne hacía mucho tiempo que se había resignado con su familia; ninguno de ellos era normal. Sus tíos gemelos eran los más dementes que conocía, siempre intentando influenciarla de hacer cosas malas. Charlie era un fanático de las criaturas, Bill un obsesionado con los viajes (si Joanne había conocido a sus primos era por puro milagro, se mudaban de país regularmente), Percy había sido un ofuscado en la política. Los más "lúcidos" eran tu padre y su tía Ginny... Familia numerosa.

En ese mismo instante, el resto de los alumnos llegaron al campo de Quidditch. Todos estaban ansiosos por tener aquella clase con el par Weasley, no obstante los de Slytherin no se mostraban tan entusiasmados. Catherine se arrimó al trío inmediatamente, aunque ella y Jo se mantuvieron lo más alejadas posible. Una invisible rivalidad se había cultivado entre ellas desde la conversación en el Expreso de Hogwarts. Si bien no se miraban con odio, una superficial indiferencia se veía en la postura de cada una.

– Muy bien, parece que están todos. – Dijo Fred, luego de que su mirada viajase por los alumnos de tercer año reunidos a su alrededor.

– No les aburriremos con presentaciones, ya que saben quiénes somos y lo que vamos a hacer durante este año. Todos ustedes saben cómo volar, que es lo básico, así que cada uno agarre una escoba. – George señaló el campo, donde estaban dispersas las mismas. Se veía que el anterior curso no había recogido el material.

– Por cierto, quienes posean una propia, pueden usarla... Eso sí, convóquenlas. No podemos perder tiempo. – Informó Fred.

Fue la clase más extravagante de vuelo que hubieran tenido en esos tres años que llevaban estudiando en Hogwarts. Fred y George eran unos expertos en la temática. Les enseñaron ciertos movimientos especiales que la anterior profesora ni siquiera se hubiera atrevido a mencionarles. Dan, que aquel año se iba a presentar para las pruebas de golpeador del equipo de Gryffindor, recibió los mejores consejos de los dos expertos. Si antes había sido todo un peligro con la Bludger, ahora Joanne temía de sobremanera enfrentarse a su amigo. La muchacha recordaba una ocasión en donde, jugando un amistoso durante las vacaciones de verano, Dan casi la había hecho caer desde quince metros de altura sólo porque había estado a punto de meter un tanto.

También fue muy divertido ver las formas en las que Fred y George intentaban sacarle el miedo a volar a ciertos alumnos. O cómo respondían a las provocaciones de los Slytherin, corrigiéndoles en posiciones y de vez en cuando quitándoles algún que otro punto. Parecía una clase de Snape, pero a favor de los de Gryffindor.

La primera semana de clases del trío no tuvo ninguna clase de inconveniente. Recién el viernes a la noche tuvieron el tiempo libre para sentarse tranquilamente en la Sala Común a dialogar sobre cómo y dónde (ya que el cuándo lo tenían planeado) harían sus transformaciones animagas. Tras una discusión de varios minutos, en la que fue un Dan–James versus Joanne, los dos muchachos salieron triunfadores ante la resignación de su amiga.

La idea de Joanne había sido hacerlo en la Sala Común, ya que todos iban a estar en el banquete de Halloween. A lo sumo, irrumpir en alguna de las aulas. Pero Dan y James querían algo más peligroso: sería mucho más natural si lo hicieran en el Bosque Prohibido. Joanne se había mostrado reacia a ello. ¿En plena luna llena, ingresar al Bosque? No obstante, tuvo que admitir que sería mucho más emocionante que su propia idea, así que terminó aceptando.

El problema sería encontrar una zona pacífica del Bosque. Pero James había asegurado que se encargaría de ello mientras Joanne hacía los preparativos necesarios para la transformación. En su baúl había traído las pociones que les permitirían, en el mundo real, transformarse y llevaban practicando los encantamientos para el proceso. También tenían que empezar a hallar una forma de meditación que les brindara la concentración necesaria: sería realmente muy complicado.

James se incorporó lentamente de su cama, procurando no hacer demasiado ruido a su vez. Con cautela, sacó la capa de invisibilidad de su baúl y se aseguró que su varita estuviera imperturbablemente guardada en uno de sus bolsillos. Vestía la túnica del uniforme de Hogwarts, no se había preocupado en cambiarse de ropa. Era más cómodo explorar el bosque prohibido de esa forma.

Se detuvo unos minutos, mirando la cama donde Daniel dormía angélicamente. Ninguno de sus movimientos había despertado a su amigo. Menos mal, ya que la misión que esa noche tenía en mente tenía que ser individual. El trabajo en equipo siempre tenía que reservarse para lo mejor.

Salió de la habitación, sin embargo la puerta rechinó y escuchó un gemido por parte de uno de sus compañeros. Rápidamente descendió las escaleras hasta llegar a la Sala Común, teóricamente vacía. La cruzó casi corriendo, pero cuando iba a salir por el cuadro algo le interrumpió.

– ¿Adónde piensas que vas, Potter? – La sangre se le heló al pensar que uno de los Prefectos le había atrapado en pleno inicio de su escapada nocturna.

Pero al girarse y ver cara a cara a quien le había hablado, no pudo hacer otra cosa más que suspirar aliviado y enojarse ligeramente con esa persona.

– ¡Joanne¿Era necesario pegarme ese susto? – La cara de su amiga se distorsionó en una sonrisa divertida. Al igual que él, vestía el uniforme de Hogwarts y lucía perfectamente despierta.

– Te conozco demasiado, James. Sabía que irías al bosque de noche, lo más peligroso que se puede hacer. Dan me quiso convencer de que eres lo suficientemente cuerdo para no ir solo, pero... Eres un Potter¿no? – Joanne se acercó a él y le sonrió con cariño. James pestañó, extrañado.

– ¿No te opones?

– Me opongo a que vayas solo. Hay muchas criaturas salvajes allí y no habrá alguien que cubra tu espalda. Y no toleraré verte en la enfermería por semejante tontería. Iré contigo.

– ¿Qué¿Tú, Joanne Weasley?

– ¿Quién más podría ser¿Tu adorada Catherine? – James ignoró ese comentario.

– ¿Quién eres y qué has hecho con Joanne? – Bromeó Potter. – No creo que sea lo mejor, Jo. Es peligroso y... – Joanne le miró indignada.

– ¿Crees que porque soy mujer no puedo hacer las mismas tonterías que tú¡Ja!

– Yo no quise decir eso... – Joanne levantó una ceja, pero no opinó más.

– Iré y punto.

Los dos amigos se observaron con desafío, pero la voluntad de Joanne prevaleció. Así que resignándose, James la cubrió con la capa de invisibilidad y juntos se escabulleron por el pasillo del séptimo piso. El joven Potter sacó del bolsillo de su túnica el Mapa del Merodeador, el cual se le había sido otorgado el año anterior, para evaluar la situación.

Esa noche, muchos profesores estaban haciendo ronda nocturna. Vio a la profesora Weasley caminar por el tercer piso y a la profesora Chang por el cuarto. Snape permanecía inmóvil en su despacho mientras que Filch custodiaba el vestíbulo. Christian Rachet estaba en el séptimo piso.

– Tomemos el atajo al quinto y de ahí bajemos al cuarto, donde si tenemos suerte llegaremos a la estatua de Houdini... De ahí al primero y prácticamente ya estaríamos... – Murmuró James a Joanne, quien le miró elevando una ceja.

– ¿Cuáles son las probabilidades de que no nos descubran? Por más que la capa nos permita ser invisibles, no nos hace etéreos. – Replicó Joanne.

– Pues...

– Tengo una mejor estrategia. – Apuntó la Gryffindor. – Descendemos al sexto piso, tomamos el atajo al tercero, donde hay uno que lleva directamente al vestíbulo...

– ¿Cuál? – Preguntó James, frunciendo el entrecejo y mirando el mapa, en busca de la respuesta.

– Secreto. – Jo le guiñó un ojo.

Decidieron hacer lo propuesto por la pelirroja. Pero cuando se iban a poner en marcha para dirigirse al sexto piso, se cruzaron con el profesor Rachet, quien detectó el movimiento y contempló con mucha atención el corredor. Jo y James tuvieron que respirar muy pausadamente para que fueran desapercibidos cuando pasaron cerca de él.

Luego, cuando creían que el peligro había pasado, Snape apareció de repente justo del lado del corredor al cual se estaban dirigiendo, haciéndoles pegar un salto y buscar con agilidad un lugar donde refugiarse, lo cual no era muy accesible... ¿Cómo había llegado Snape al séptimo piso, estando en su despacho segundos antes según el mapa?

Ante la urgencia, James jaló a Joanne contra el tapiz en el que se graficaba a un par de monstruos dándole garrotazos a un chiflado... Inmediatamente, ambos jóvenes sintieron como una fuerza invisible los tiraba para dentro y Joanne tuvo que contenerse a gritar por la sorpresa. Tras un pestañeo de ojos, se encontraron dentro de un armario de escobas.

La suerte les había acompañado. James y Joanne intercambiaron miradas aturdidas... Sabían que no había ningún armario de escobas en ese corredor. El tapiz simplemente se había convertido en eso. ¿Cómo...?

No importaba. Joanne pegó el oído a la puerta del armario, para intentar escuchar la conversación que estaban teniendo el profesor de pociones con el director justo delante de ellos. James, por mientras, había sacado el mapa y lo había vuelto a examinar con cuidado.

– ¡No lo puedo creer! – Susurró. Jo le hizo un gesto de silencio; lo que menos necesitaban en ese momento era que los descubrieran.

James captó la idea, sin embargo siguió mirando absorto el mapa. Se dispusieron a esperar impacientemente hasta que los profesores terminaran su conversación indescifrable. El armario no era muy grande, por lo tanto no estaban del todo cómodos. De hecho, estaban muy juntos, tanto que cuando Jo se fijó en ese detalle, se sonrojó de sobremanera. Pero el muchacho ni le dio importancia.

Pronto las voces de los profesores callaron y sus pasos se perdieron.

– ¿Qué sucede? – Le preguntó Jo a James, al ver que ya no había peligro.

– El Snape del despacho no se ha movido en todo este tiempo. – Dijo James. – Pero el que ha estado hablando con Rachet... No ha aparecido en el mapa.

– ¿Cómo? – Inquirió Jo, aturdida.

– Puede ser por varias razones. Aunque yo creo que es un hechizo de duplicación o algo por el estilo...

– No, no lo creo. – Jo se detuvo unos instantes, pensando. – Tío Harry nos comentó cuando nos lo dio que, en sus tiempos, había ciertas personas que no aparecían en el mapa por medida de seguridad... Entre ellas el profesor Dumbledore...

– ¿Crees que el Snape que estuvo aquí fue el verdadero?

– Sí. Y el que aparece en el despacho... Es un señuelo... Una medida de seguridad por si el mapa cae en malas manos.

– Pero esto antes no sucedía...

– Acabamos de volver a Hogwarts, James. Este verano habrán aplicado nuevas barreras sobre Hogwarts, luego de los ataques...

James y Joanne salieron del armario, tras asesorarse que Rachet estuviera bien lejos. Luego de colocarse de nuevo la capa, descendieron por las escaleras al sexto piso, donde tuvieron que eludir a la gata de Filch. Ingresaron al atajo secreto detrás de un cuadro hasta llegar al tercer piso, donde la profesora Weasley no fue un obstáculo muy fácil de esquivar. Al contrario, por sus ojos críticos, Joanne llegó a pensar que sabía que estaban allí.

Finalmente llegaron al vestíbulo. Tras la hazaña de bajar siete pisos sin ser descubiertos, atravesar una larga sala no fue del todo dificultoso. Cruzaron las puertas principales del castillo para salir a los terrenos de Hogwarts.

Joanne interrumpió la caminata unos segundos, permitiéndose admirar la tranquilidad que inspiraban los terrenos aquella noche. Siempre los había encontrado amenazantes y hostiles, y justo en ese momento su punto de vista sobre ellos cambió totalmente. Una luna creciente adornaba el negruzco cielo, despejado ya que se veían claramente las estrellas. Los sonidos provenientes del bosque eran en su mayoría las copas de los árboles meciéndose al son del viento. Tal vez todo eso no le causara miedo por la presencia de James a su lado, por la seguridad y determinación del rostro de su amigo...

– ¿A qué zona del bosque iremos, James? – Preguntó Jo. James no le contestó de inmediato, sino que primero retiró la capa de invisibilidad sobre ellos y la guardó en la mochila que portaba en la espalda.

– No te preocupes, nada muy peligroso. – Sus ojos verdes juzgaron la expresión de los ojos celestes de su amiga. – No es necesario que vengas.

– Sí que lo es. – La pelirroja suspiró mientras sacaba su varita. – Sólo que no suelo venir tan seguido al bosque como tú y Dan.

– El año pasado no hemos venido. – Se defendió James.

– Pero en primero unas tres veces como mínimo...

– Una fue de castigo y la otra... necesitábamos ese ingrediente para la poción que Malcolm nos había mandado de tarea¿recuerdas?

– Seguro. – Respondió Jo sarcásticamente. – Yo no necesité venir al bosque para conseguir jengibre. De hecho, hubiera sido mi última opción. Para ti siempre es la primera.

– Eso es lo que te hace tan aburrida, Jo. – Le criticó James mientras caminaban hacia el bosque. – Nunca te arriesgas por algo más. No sé realmente cómo has salido sorteada para Gryffindor.

– No me arriesgo sino es necesario, James. – Contrarrestó Jo, interiormente ofendida por el comentario de él. – Ustedes creen que ser valiente es siempre ir en busca de lo más difícil, arriesgándolo todo... Prefiero ir por lo seguro y en caso de tener que hacer algo que no lo sea, pues intentar tener una base de la cual partir.

– Sigue siendo muy poco Gryffindor...

– Eso no me convierte en cobarde ni en aburrida. Me convierte en estratega. Realizo el mejor movimiento a lo último, cuando tengo algo asegurado. Tal vez sea muy Ravenclaw, pero es mi forma de ser. – Joanne le miró rudamente, retándolo a opinar algo más sobre el tema.

– Oye... No soy Daniel, no es necesario que pelees conmigo...

– Pues últimamente Dan ha sido mucho más coherente que tú.

– ¿Eso crees?

"Por lo menos Dan no anda baboseando detrás de una Slytherin buena para nada", pensó Joanne, aunque prefirió guardar su opinión. Simplemente siguió caminando al lado de James, en silencio. Le hería muchísimo la altitud altanera que parecía estar adoptando su amigo. Lo había conversado por unos instantes con Dan esa misma tarde, y él opinaba lo mismo que ella. "Para mí que Modking le está contaminando el cerebro..." Contuvo su bronca, mordiéndose el labio inferior con aflicción, porque sentía como todo aquello lo único que hacía era alejarla de su amigo y lo peor era que James no parecía percatarse del detalle.

Se internaron poco a poco en el bosque. Joanne convocó un Lumos para iluminar el camino, no obstante James le miró de reojo, con advertencia grabada en sus ojos. La muchacha sabía que la luz sólo advertiría a las criaturas de la presencia de humanos en la zona, pero no tenía otra opción; era eso o tropezarse con las raíces y ramas de los árboles.

Pasó bastante rato hasta que la maleza del bosque comenzó a escasear y pudieron apreciar algunas hectáreas libres de follaje. No obstante, ninguna se adaptaba a lo que requerían para las transformaciones.

No fue hasta una hora y media de vagar por el bosque (Joanne no podía creer la suerte que tenían; no se habían cruzado con ninguna criatura peligrosa) que hallaron el lugar perfecto. Desolado y pacífico, parecía ser una zona discriminada por los habitantes del bosque. Desde allí se podía ver sin ningún problema la luna (uno de los requisitos) y el suelo estaba cubierto de una maleza poco molesta. No estaba del todo oscuro y si escucharan con atención, el sonido del lago llegaría a sus oídos, porque la orilla estaba muy cerca.

– ¿Qué opinas? – Preguntó James; la primera palabra que emitían luego de haber entrado al bosque.

– Maravilloso. – Joanne se alejó un poco de James, caminando un poco más adentro del lugar.

– Las transformaciones podrán ser realizadas sin contrariedades. Bueno, salvo que...

Pero el discurso de James fue interrumpido por un súbito movimiento en los árboles más cercanos. Joanne giró ciento ochenta grados rápidamente y con espectaculares reflejos, tiró a James al suelo cuando una sombra se había lanzado en su dirección. Pero ella no fue tan afortunada y no pudo evitar ser golpeada, lo que ocasionó salir casi volando en sentido contrario, chocando contra un tronco.

James sólo volvió a reaccionar cuando escuchó el grito de dolor de su amiga. Se incorporó y apuntó con la varita a la criatura, la cual le contemplaba con burla.

– ¿Pequeños humanos en busca de aventuras...?

– ¿Qué eres? – Preguntó James, con un tono levemente titubeante.

– La verdad que hace mucho dejé de conocer como me llaman los de tu especie... – Comentó el ser. James decidió conjurar un lumos para apreciar mejor la apariencia de su atacante.

Una larga melena gris, feroces ojos rojos y afilada dentadura... Sino fuera por el sombrero rojo que portaba, podría ser confundido con un anciano muy feo. Pero no era cualquier sombrero rojo, sino uno que se remojaba con sangre... Llevaba un cayado acabado en un pincho metálico, que obviamente usaba para asesinar alegremente a sus víctimas. Una gorra roja.

Saber contra qué se enfrentaba no era ciertamente esperanzador. Había leído sobre los asesinatos cometidos por esa criatura y... ahora mismo se estaba arrepintiendo de haber entrado al bosque. En su mente no brillaba ninguna forma de escape. Y con Joanne inconsciente (o eso creía) a metros de él...

– ¿Asustado?

Ni para menos. Era demasiado obvio; con sólo mirar el pulso que tenía al empuñar la varita... ¿Por qué sentía tanto pánico¡Sabía que podía vencer a esa estúpida criatura...! No, mentía. No lo sabía. No tenía ni idea de los trucos que solían usar las gorras rojas; suerte que la había reconocido. Según había escuchado, la mayoría de los encantamientos no tenían efecto en ellas. ¿Qué diablos podía hacer!

Se echó para atrás cuando la gorra roja hizo amago de lanzársele encima. De hecho, lo hizo. Pero nunca llegó a tocar un solo pelo de James.

Sorpresivamente, un escudo mágico rodeó al Gryffindor en el mismo instante que el pincho metálico se había elevado para apuñalarle. El choque tuvo tanta intensidad que la criatura salió expulsada hacia un extremo del lugar, lejos.

James pestañó, desconcertado, pensando que tal vez su magia nata le había salvado la vida. Estaba equivocado.

– ¿Podrías ayudarme, sabes! – Al voltearse, Potter vio a su mejor amiga, sosteniéndose a duras penas contra un tronco. Su varita mágica echaba chispas de colores plateados.

– ¿Joanne? – Preguntó, sin moverse de su sitio.

– La próxima vez me lo pensaré dos veces antes de salvarte la vida. – Gruñó Joanne, furiosa. – Realmente no sabes cómo vencer a la gorra roja¿verdad?

– ¿Por qué piensas eso? – Replicó James, acercándose a ella por fin.

– Porque si supieras, la hubieras eliminado. Es lo más fácil que existe, hasta vencer a un boggart es más difícil.

– ¿Ah, sí? – James frunció el entrecejo. – ¿Entonces, por qué no lo has hecho?

– Porque estoy muy lejos de la estúpida criatura, y me será más fácil protegerte si estás cerca¿sabes lo que cuesta hacer ese escudo? Es del nivel de los EXTASIS...

La gorra roja se levantó y miró con auténtica ira a la muchacha. Comenzó a correr hacia ellos con una velocidad alarmante y James se apresuró a esquivarle cuando pasó muy cerca de él. Pero el verdadero objetivo de la criatura era Joanne, quien permanecía con los ojos cerrados, concentrada intentando recordar algo.

– "El que lastima un ojo, hace brotar las lágrimas;

El que lastima el corazón, hace aparecer los sentimientos.

El que tira una piedra a los pájaros, los espanta;

El que se enfrenta a un amigo, rompe la amistad." – Murmuró la muchacha.

James la miró con los ojos como platos, pensando que había enloquecido. Pero la gorra roja se detuvo y permaneció quieta, escuchando las palabras de Joanne con pavor.

– "Si has sacado la espada contra un amigo,

No desesperes: es posible volver atrás;

Si has abierto la boca contra un amigo,

No te inquietes: es posible la reconciliación."

La gorra roja comenzó a gritar de dolor.

– "Pero ante la afrenta, el orgullo

La revelación de un secreto y el golpe traicionero,

Ante esas cosas, huirá cualquier amigo.

Gánate la confianza de tu prójimo en su pobreza,

Para saciarte con él en su prosperidad;

Permanece con él en el momento de la aflicción

Y, si él hereda, compartirás la herencia."

Con cada palabra formulada de Joanne, la criatura comenzaba a quemarse en un fuego invisible, que atentaba contra ella. La muchacha permanecía con los ojos cerrados, recitando frases que James nunca había escuchado.

– "Antes del fuego, hay en el horno vapor y humo:

Así preceden los insultos a la sangre derramada.

No me avergonzaré de proteger a un amigo

Ni me ocultaré de su presencia;

Y si por su culpa me sucede algún mal,

Todo el que se entere se cuidará de él."

Cuando Joanne abrió sus ojos celestes de nuevo y miró fijamente a la gorra roja, ésta terminó de morir, desintegrándose a cenizas en un instante. La Gryffindor se dejó caer de rodillas al suelo, por el dolor que viajaba por su cuerpo. Se había dado un gran golpe y estaba casi al borde de la inconsciencia.

Pero eso no era lo que le dolía más. El dolor físico carecía de importancia... El verdadero sufrimiento yacía en estar allí, en el suelo, y que James sólo se quedara mirándola. Como si no le interesara lo que le estaba sucediendo... Como si estuviera dispuesto a abandonarla allí... No valoraba lo que había hecho por él; Joanne tenía la sospecha que ni siquiera le había prestado atención a sus palabras.

Agrias lágrimas punzaron en sus ojos, anhelando ser derramadas. Pero la joven las contuvo, dispuesta a no mostrar debilidad.

– Eclesiástico 22, 19–26. – Susurró ella, con los ojos cerrados nuevamente. – Sólo había que relatar alguna parte de la Biblia para matarla...

Y al decir eso, se desmayó.


– ¿Qué tú qué! – Gritó Daniel, a la mañana siguiente en la sala común, cuando James le estaba contando lo sucedido la noche anterior en el bosque.

– ¡No supe qué hacer, Dan¡Todo fue muy rápido!

– ¿Y sin embargo Jo te salvó la vida dos veces?

– Ella sabía qué hacer, yo...

– ¡Podrías haberla ayudado en algo!

– ¿Puedes dejar de echarme en cara que fui un inútil?

– ¡Pues parece que no lo sabes! Existe algo más que tu orgullo... Podrás hacer lo que quieras con esa Slytherin con la que pasas los ratos libres, pero con Joanne no juegas. ¿Sabes lo peligrosas que son las gorras rojas?

– Yo...

– ¡Tendrías que haberla protegido!

Dan salió corriendo de la sala común, echando humo por las orejas. Esa actitud de James de los últimos días era odiosa. No podía pasar ni dos minutos con él sin que se demostrara altamente soberbio... Su amigo no era así, pero... No lo soportaba. Y esta vez había metido la vida de Joanne en medio y eso no lo iba a permitir. ¡Obviamente que no! Que James traicionara a su amiga, dejándola desprotegida frente a un homicida, no significaba que él iba a hacer lo mismo.

Entró en la enfermería, aún con las mejillas enrojecidas por el enojo. Madam Pomfrey supo de inmediato el motivo de su visita y le dedicó una mirada serena, aunque cálida.

– Anímala un poco¿podrías? Ha estado con cara larga desde que despertó... – Y Dan sabía porqué.

Dan miró las numerosas camas de la enfermería hasta hallar en una de ellas a su amiga y se dirigió a ella, ocultando inmediatamente su furia para reemplazarla por una sonrisa, de esas que sabía que eran contagiosas. Joanne no le miró directo a los ojos, sino que su atención estaba fijada en el jugo de calabaza que formaba parte de su desayuno.

Malfoy se sentó en un costado de la cama de Jo y extendió una mano, para apoyarla en la barbilla de su amiga y obligarla a mirarle a los ojos. Se sorprendió al hallar unos ojos brillosos por las lágrimas encerradas en ellos. Le dedicó una sonrisa afectuosa, mientras apartaba la bandeja del desayuno para abrazar a su amiga. Ella, al encontrarse entre aquellos brazos fuertes, dejó de contener toda la tensión y colapsó en un sofocado llanto. Dan la atrajo más para sí, permitiéndole hundir su rostro en su pecho.

Así pasaron varios minutos, hasta que Joanne consiguió dominar las lágrimas y se separó de Dan, sonriéndole con agradecimiento.

– No sabía que tus abrazos eran de osos... – Susurró la joven. Dan rió. – Es que no sueles ser tú el que me consuelas tras una pelea...

– Pues mira lo que te has perdido. – Dijo Dan, sonriendo. – ¿A qué mis abrazos son únicos? – Bromeó y Joanne rió suavemente.

– Lo tendré en cuenta.

– ¿Cómo estás? – Dan preguntó lo obvio, pero aún así lo creía necesario.

– Bien, creo. – Jo se encogió de hombros. – Sólo me duele un poco la cabeza, pero por el resto... Estoy bien. Madam Pomfrey dice que fue por el esfuerzo físico y mágico. Creo que no se creyó el cuento de que estaba practicando un encantamiento avanzado en la sala común...

– ¿Eso fue lo que dijo James?

– Sep. Dijo que yo me había quedado practicando sola, cuando algo salió excesivamente mal y me pegué contra una pared con mucha fuerza o algo así... Y que él me encontró en la Sala Común, desmayada, rato después.

– ¿Cuándo crees que podrás salir de aquí?

– Esta tarde. Madam dice que quiere asegurarse que mi magia se haya estabilizado y que igual, tendré que descansar un poco más. Es que el escudo que convoqué era muy avanzado... – Esto último, lo murmuró en tono muy bajo.

– ¿Por qué ese y no otro?

– Porque la gorra roja puede atravesar los escudos mágicos también. – Dijo Joanne. – Así que tenía que usar uno muy resistente... O sino, llegaría a tocar a James y... – La voz se le quebró.

– Eres una auténtica amiga, Jo. – Sonrió Dan. – Lo que hiciste no tiene precio.

– Simplemente hice lo que ustedes hubieran hecho en mi lugar. – Contestó Joanne automáticamente y al escucharse a sí misma, suspiró. – O creía que harían.

– Yo sí lo haría, Joanne. – Dijo Daniel seriamente.

– ¿Sí?

– Te lo juro por nuestra amistad. – Joanne le abrazó fuertemente tras sus palabras.

– Te quiero, Dan.

– Y yo a ti, tonta. – Rió Dan, despeinando el cabello de la joven juguetonamente.


– Oh, bien... Ahora Daniel también se ha peleado conmigo... ¿Qué falta? – Musitó James para sí mismo mientras caminaba con cólera en dirección al Gran Comedor. – Sí, ya sé... Que Kate también se enoje conmigo... Aunque eso es imposible¿verdad?

– ¿Pensando en mí, Jamie? – Una voz detrás de él lo llamó. Allí estaba la Slytherin, con una preciosa sonrisa.

– Buenos días, Kate. – Sonrió el Gryffindor, olvidándose por completo de sus problemas al ver a la chica. – ¿Cómo estás?

– Genial. ¿Tú? Por tus ojeras, deduzco que ayer tuviste alguna aventura a la que no me has invitado...

– Pues sí. Una excursión al bosque prohibido... ¿Crees que podamos charlar al respecto? Necesito descargarme con alguien.

– Seguro. ¿Qué tal si en vez de desayunar en el Gran Comedor, agarramos unas tostadas y vamos a las orillas del lago? Es el lugar perfecto para charlar.

– Lo que tú quieras estará bien para mí.

Cinco minutos más tarde, James y Kate estaban sentados bajo la sombra de un árbol, desayunando, mientras el Gryffindor le narraba lo acontecido a la Slytherin, que le escuchaba con atención.

– Y por poco Dan me insulta antes de irse... Pensé que se pondría rudo, pero tampoco tan furioso. Teniendo en cuenta que suele pasársela peleando con Jo e hiriéndola, creí que no me echaría toda la culpa encima...

– No les des importancia, James. – Dijo Catherine. – Sabes que no tuviste la culpa de que Joanne haya salido herida en el bosque, si ella quiso protegerte es otra cosa. Creo que sólo lo hizo para lucirse¿no te parece que cuando un amigo ayuda a otro sin ningún interés en particular, no espera nada a cambio? No entiendo porqué Joanne se ha mostrado tan indignada contigo. ¿Dices que esta mañana te gritó?

– Sí, cuando despertó. Me vio y empezó a decirme que si podía dejarla sola y yo le dije que simplemente quería ayudarla... Me dijo que era tarde para eso, que Madam Pomfrey se encargaría y que tenía muchas cosas en las cuales pensar. Pues insistí un poco más y me terminó gritando...

– Algo histérica¿no? – James no contestó. – ¿Crees que tenía razón?

– No lo sé. – Contestó Potter sinceramente. – Debí haber hecho algo en el momento que la gorra roja nos atacó, pero no tuve tiempo. ¡No es mi culpa, maldita sea! – James lanzó una piedra hacia el lago.

– Si tú crees que no es tu culpa, no lo es. – Determinó Kate. James le sonrió.

– Gracias por apoyarme.

– ¿Para qué están los amigos sino?

Se miraron. La última pregunta de Kate había quedado en el aire y resonaba en las mentes de ambos. ¿Eso era lo que eran¿Amigos¿Sólo eso...?

Un tenso silencio se formó entre ellos, tan sólo podían mirarse a los ojos. Fue James, en un impulso inconsciente, el que se inclinó lentamente, acercando su rostro al de ella y cerrando los ojos, preparándose para lo que sería su primer beso.

Apoyó sus labios sobre los de ella inexpertamente, sólo guiándose por naturaleza propia y el sentimiento puro. Se dejó llevar, colocando sus manos en la cintura de Kate mientras ella rodeaba su cuello con sus brazos, arrimándole más y profundizando el beso. Fue todo lo que James requirió de incentivo para seguir besándola durante largos instantes. Instantes incontables. Instantes que marcarían mundos y momentos.

No fue tan espectacular como James hubiera esperado. Aunque era especial y se expresaba mucho a través de ese gesto, no entendía porqué su madre siempre había parecido tan emocionada al contarle a su hermana su primer beso con su padre. Describiéndolo de una forma tan... irreal comparado con eso que estaba viviendo...

Se apartaron con suavidad, con la respiración agitada y una nueva emoción recorriéndoles. Kate le sonrió a James cálidamente y él devolvió la sonrisa, embobado con la belleza innatural que parecía irradiar la Slytherin. Sus cabellos negruzcos caían dramáticamente sobre sus hombros y aquellos luceros azules... Sólo lo miraban a él. Centelleaban por él. Y eso le hizo sentir una alegría inmensa, por más que estuviera peleado con sus dos mejores amigos... Eso no tenía precio.

Ella apoyó su frente sobre la de él, aproximando sus rostros. Su cortina de cabello nubló la visión de James y se halló de nuevo a sólo centímetros de los labios de la muchacha. Le sonreía sensualmente, algo que hizo estremecer al Gryffindor. Ella fue depositando sus labios sobre los de él esta vez, pero algo extraño sucedió en ese momento.

El color azul profundo de los ojos de Kate, que poseían superficialmente una máscara de neutralidad, se transformó en celeste... Un celeste alegre y sereno... Agradable, que enunciaba tantas cosas en un único segundo... Joanne...

Cuando besó por segunda vez a Kate, lo hizo pensando en Joanne. En cómo la había visto la noche anterior, desmayada en el suelo por su culpa... Por haberle protegido... Herida y débil; Su rostro lleno de dolor aquella mañana cuando le había gritado, había llegado a ver algunas lágrimas deslizarse por aquel pálido rostro... Y no pudo eludir el sentimiento de culpabilidad que le invadió. Un sentimiento que se apresuró a ocultar para disfrutar del beso, pero que siguió allí, constante...

– Te quiero, James.

James no se animó a responder.


Entró en la enfermería despacio, con la vista clavada en el suelo. Sentía vergüenza de sí mismo en ese mismo instante. Arrepentimiento, culpa, odio hacia sí mismo y un dolor tan punzante en su pecho... Era una mezcla de todas sus emociones, castigándolo por poner su orgullo delante de sus amigos. Y eso era algo horroroso para un Gryffindor tan leal como él a sus principios. El valor que siempre le había otorgado a la amistad había desaparecido justo en el momento en el que Jo le había necesito más. Le había fallado, la había defraudado y herido. Joanne podría haber muerto por su culpa y él apenas hubiera llegado a mover un dedo...

¿En qué se estaba convirtiendo!

Sintió dos pares de ojos sobre él. Un par que querían sacarle las tripas y otro... otro triste. Al elevar los ojos del suelo, los cruzó con los de Dan y Joanne. Los dos seres que siempre habían estado a su lado para alentarlo... Allí. Se dio cuenta que el lazo de amistad entre Malfoy y Weasley se había perfeccionado, por la mano que tenía el primero afirmada en el hombro de su amiga, en señal de soporte y protección. Algo que él no le había dado a Joanne la noche pasada...

Un nudo se estableció en su garganta. Respiró hondo para hablar, pero no pudo. No pudo y eso fue lo que volvió a dañar a Joanne.

– ¿Qué quieres? – Dijo Dan brutamente.

– Yo... – No pudo.

– ¿Vienes a demostrar qué tan Gryffindor eres o qué¡Di lo que quieras decir y vete! – Insistió Dan. Dio en la tecla.

– Soy un idiota...

– Gran descubrimiento. – Comentario sarcástico de Dan.

– Puse mi persona delante de nuestra amistad... – James, por más que le doliera, miró a los ojos de Joanne, para demostrarle que era sincero con sus palabras. – Y... Eso estuvo muy mal. Yo... debí haberte protegido o aunque sea, agradecerte lo que hiciste por mí... Fuiste muchísimo más Gryffindor que yo... Lo siento.

James sonrió con resignación, mirando a los rostros inexpresivos de sus mejores amigos. Sin previo aviso, Joanne saltó de su cama y le abrazó con fuerza y James no tardó en responder, sonriéndole a ella con simpatía. Dan se unió al abrazo grupal, causando risas por parte de ellos.

– A ver si puedes hacer algo con esa cabeza hueca que tienes... – Le dijo Dan y James le prometió que así sería.


Esa misma tarde, Joanne había sido dada de alta de la enfermería y se había encaminado inmediatamente hacia la biblioteca, a pesar de las quejas de Dan y James de pasar esa tarde juntos en el lago. Tenía muchas dudas zumbando en su cabeza y quería sacárselas de encima. Sospechaba que si encontraba ciertas respuestas, entendería todo lo que estaba sucediendo a su alrededor. Porque algo estaba sucediendo.

Observó las diferentes temáticas de libros de la estantería frente a ella y comenzó a meditar dónde podía hallar información sobre magia de EXTASIS siendo usada por una muchacha de trece años... Decidió que primero, tendría que releer sobre el escudo que había utilizado.

Se dirigió a la materia de encantamientos y agarró el libro que días atrás había estado leyendo y del cual había sacado ese conocimiento. Se sentó en una de las mesas dispuestas en la biblioteca y buscó en el índice la página correcta. Viajó hasta ella y leyó con concentración:

Demonlligent, escudo de magia blanca antigua, empleado contra demonios y criaturas oscuras. Su eficacia es de un noventa y cinco por ciento, y es uno de los más poderosos. Resiste ataques mágicos, físicos y psíquicos. Sólo magos experimentados han llegado a realizarlo decentemente.

Su trazado consiste en dos líneas perpendiculares, tanto en magia con varita como sin ella. Requiere una alta concentración y disponibilidad de energía, ya que de otra forma será demasiado débil.

Las palabras del conjuro pueden ser dichas en voz baja o alta, y si se ha practicado regularmente es posible con sólo pensarlo.

El color de su aura dependerá del mago que lo conjure, siendo compatible con el aura propia del mago. Cuanto más intenso sea el color, más poderoso es el mago que lo ha hecho.

Los momentos históricos en los que ha sido utilizado:

– Claire Simmont, tragedia del 1500.

– Albus Dumbledore, duelo mágico contra Voldemort, 1975.

– Harry Potter, duelo mágico contra Voldemort, 1999.

Joanne giró la página y vio otras docenas de nombres enumerados, por orden de importancia. En ese momento no le interesaba saber quiénes lo habían logrado, así que cerró el libro.

¿Ahora qué? Seguía sin saber cómo ella, con trece años, podía haberlo hecho. Sin ni siquiera decir las palabras, ni realizar el trazado ni tener la disponibilidad física para que resistiera el golpe... ¿Qué había detrás de todo aquello?

Cerró los ojos, pensando. De pronto, recordó lo que meses atrás tía Mione le había dicho...

La familia de su madre, Lily Door, escondía un secreto... ¿Pero cuál podía ser, que pudiera estar relacionado con el de los Potter...?

Se puso de pie como si una corriente eléctrica hubiera caído sobre ella. ¿Podría ser qué...? Casi corrió hasta la sección de historia de la magia y comenzó a buscar por libros relacionados con los Herederos de Hogwarts. Sabía que no encontraría nada certero, pero... Alguna guía tendría que haber por allí.

Tomó uno de portada azul marino y cuando iba a dirigirse de nuevo hacia la mesa, una mano apareció de la nada y la jaló en dirección contraria, hacia una pared sin salida inmediata. Forcejeó para liberarse, pero nada sirvió. Era una fuerza masculina la que la mantenía sujeta...

Un muchacho de facciones oscuras y decididas, con ojos fríos y calculadores. Su piel estaba tostada por el sol y vestía túnicas negras, bordadas en verde y plateado... Un Slytherin sin duda alguna.

Mirándolo con más atención, le reconoció, no obstante le parecía sorprendente la forma madura en la que había cambiado a lo largo de esos tres meses.

– ¿Qué rayos quieres, Reldid? La verdad que ando ocupada para esto...

– ¿De verdad, Weasley¿Dónde están tus amiguitos?

– No es un asunto que te concierna. Ahora¿me dejarías ir? – Reldid en vez de soltarla, la apretó más contra sí.

– ¿Por qué tanta enemistad, Joanne?

– Porque eres un Slytherin avaro, ahora suéltame...

– ¿Qué problema tenemos los Slytherin? – Susurró Robert cerca de su oído izquierdo. Joanne podía sentir su respiración sobre su cuello.

– Veamos... No se llevan con los Gryffindor, por lo tanto no entiendo porqué ahora mismo estás intentando ser amable...

– La hermana de tu mejor amigo es Slytherin y sin embargo, te llevas muy bien con ella¿no?

– Hay diferentes tipos de Slytherin, es el tuyo el que no soporto.

– ¿Ah, sí¿Y se puede saber cómo me juzgas, si ni siquiera me conoces?

– No es necesario, viéndote la cara ya lo sé. ¿Podrías soltarme?

– Deja de investigar. – Dijo Reldid fríamente. Joanne elevó ambas cejas.

– ¿Por qué?

– Porque no te conviene, Joanne. Es un consejo de amigo.

– ¿Y se puede saber quién eres tú para aconsejarme? Porque la última vez que miré, estábamos muy lejos de ser amigos...

– Siempre has sido la más coherente entre Potter y Malfoy. No lo desperdicies ahora, haz lo que te conviene: aléjate del tema.

– ¿Qué sabes tú al respecto? – Joanne frunció el entrecejo y Reldid le sonrió de lado.

– ¿Crees que te contaré? Vamos, demuestra que eres algo más que una Gryffindor, Joanne...

– ¿Qué?

– Mucho más. – Le quitó el libro de las manos y con una sonrisa burlona, se acercó más a ella para besarla en los labios cuando algo fuera de los planes de Reldid sucedió.

No fue Joanne la que se movió, demasiado shockeada como para hacerlo, sino que un individuo que surgió de la estantería de la derecha y le pegó un puñetazo a Reldid lo suficientemente fuerte como para tirarlo al suelo y alejarlo de Joanne. Ella observó, pasmada, a uno de sus mejores amigos, que lucía agitado y enrojecido por la furia.

– ¿Ja...¿James? – Susurró Joanne, incrédula. Éste la ignoró, aún con la vista fija en Reldid.

– ¿Quién te crees que eres, estúpido¡No vuelvas a tocar a Joanne! – Le gritó, con auténtico enfado. La muchacha estaba sorprendida con la actitud de su amigo. Reldid, en cambio, se había puesto de pie y tenía una mano apoyada sobre la nariz, la cual sangraba.

– Eres tú el que no debería tocarla... – Murmuró Robert. – Un día la expones a una gorra roja y al siguiente te haces el protector¿es mi forma de ver o hay algo mal en ti, Potter?

– ¿Cómo sabes...?

– Hasta las paredes escuchan en Hogwarts, Potter. – Robert sonrió con sorna. – Además¿te crees mucho mejor que yo?

– Por supuesto, un Gryffindor siempre es mejor que un Slytherin...

– ¿Y una Slytherin que una Gryffindor? – Preguntó Reldid casualmente. Joanne no pudo evitar sonrojarse cuando el Slytherin le dirigió una significativa mirada. Algo dentro de ella se quebró y miró a James, deseando en su interior que contestara esa pregunta.

No pudo.

– Déjanos en paz, Reldid. – Dijo James en tono peligroso. – Deja de causar daño...

– Yo no creo ser el que cause daño aquí, James. – Murmuró Reldid. – Siempre te quedas callado en las preguntas claves¿acaso no piensas que hay gente que quiere saber la respuesta?

– Es demasiada obvia la respuesta. – Contestó Potter elocuentemente. Joanne sintió que su corazón se encogía... Maldición¡necesitaba algo más directo!

– "El que lastima un ojo, hace brotar las lágrimas." – Murmuró Reldid antes de voltearse y retirarse de allí, con su túnica ondeando detrás de él dramáticamente.


Joanne buscó a Elizabeth entre los alumnos que paseaban por los terrenos y la encontró, bajo la sombra de unos árboles, estudiando junto con Helena. Armándose de valor, se dirigió hacia ellas lentamente.

Hacía poco rato había logrado distraer la atención de James, que no dejaba de preguntarle de qué había hablado con Reldid. Sinceramente Joanne no quería contarle sobre eso; simplemente no era algo que le interesara especialmente a su amigo. No obstante, quería conversarlo con la hermana de éste... ¿Sería la actitud de Reldid normal?

Sonrió ampliamente, recordando como James la había defendido del Slytherin, justo cuando éste había estado a punto de besarla. La expresión colérica de Potter, sus ojos verdes brillantes y aquella aura de intensidad... James la quería, por eso la había protegido. Pero aquellos ojos en su memoria parecían insinuarle algo más...

¿Sería posible que James hubiera estado celoso?

Esa podría ser la razón por la cual estaba tan interesado en saber qué había sucedido antes de su intervención... Dios¿podría ser que la prefiriera a ella antes que a Catherine Modking?

Una vaga esperanza se encendió en lo más profundo de ella y su sonrisa se ensanchó.

– Ey¿qué hay de nuevo, Jo? – Escuchó la voz de Lily y retornó a la realidad.

– ¿Cómo están? – Sin esperar respuesta, se dirigió su atención a la señorita Potter. – ¿Podríamos hablar, Lizzie?

– Claro. – Aceptó Lizzie con curiosidad. Le hizo una seña a Helena, quien le asintió comprensivamente, antes de ponerse de pie. – ¿Qué sucede?

– Verás...

Se dispusieron a caminar por las orillas del lago mientras Joanne le comentaba a Lily sobre su encuentro con Reldid. Ella le miraba con cautela, aunque Joanne sabía que interiormente estaba debatiendo entre la imagen que tenía de Robert y la que ahora le presentaba su amiga.

– Fue entonces cuando intervino James... ¿Sabes a qué se refería Reldid?

– La verdad que no, Jo. Pero no suele ser así con nosotras. Pero todo Slytherin coloca una máscara imparcial en su rostro para que las demás casas no lleguen a ver su verdadero ser... Somos cobardes de corazón... Nos subyugamos a los nuestros¿entiendes?

– Puede ser... – Dijo Jo, no muy convencida. – En fin¿te acuerdas de lo que te pedí que compraras en Mallorca?

– ¡Ah, sí! Bueno... esta noche te lo doy¿te parece? Es que lo tengo en las habitaciones y no tengo muchas ganas de ir hasta las mazmorras...

– No hay problema.

– A propósito, lamento ser tan curiosa... ¿para qué lo usarás?

– Secreto. – Sonrió Joanne misteriosamente y Lily le devolvió la sonrisa.


James caminaba irasciblemente por el pasillo del cuarto piso. El episodio en la biblioteca le provocaba muchísimo asco... ¿Cómo se atrevía Reldid a tocar a su Joanne! Arrinconándola contra una pared, el muy cobarde... No podía creer cómo su hermana podía ser amiga de semejante troll... ¿Acaso no veía lo que realmente era?

¿Y cómo Joanne no había sido capaz de defenderse ella misma¿Acaso ella quería que Reldid le besara!

Cuando se volviera a cruzar con el Slytherin le sacaría cada tripa de su cuerpo dolorosamente... Era indignante como había abusado de una ventaja que había tenido sobre su amiga. Tenía que enseñarle al idiota dónde estaban los límites... No volvería a apoyar un dedo sobre su Joanne...

– Espera... ¿desde cuándo es tuya? – Murmuró para sí mismo.

Es que Joanne era como una hermana para él¿verdad? Tanto Dan como él la tomaban como suya... Estaba seguro que Daniel tampoco soportaría ver lo que él había visto esa tarde... Porque Joanne era demasiado pura e inocente para alguien como Reldid, que sólo quería causarle daño y humillarla... Joanne merecía muchísimo más, y él lo sabía.

Caminando tan distraídamente, no se dio cuenta que estaba a punto de chocar con una joven... Más bien, lo hizo. Una vez que se hubieran dado el golpe y que estuviera de espaldas en el suelo, tocó tierra nuevamente y se apuró a disculparse. Cual fue su sorpresa al ver a Kate, sonriéndole, divertida.

– ¿En qué andas pensando, Jamie? – Se burló ella, mientras recogía los libros que se le habían caído. James se sonrojó.

– Nada en especial. ¿A dónde ibas? – Cambió de tema, mientras ayudaba a recoger y se ponía de pie.

– A la biblioteca, tenía que devolver estos libros.

– ¡Qué casualidad! Vengo de allí.

– Se te nota agitado¿sucedió algo? – Ojos críticos le examinaron.

– Nada importante. – Esquivó la pregunta de Kate, que le miró sospechosamente.

– ¿Qué me escondes? – Susurró ella, acercándose más a él. James intentó eludir los ojos azules de la muchacha, pero ellos le capturaron en sus redes.

Un estremecimiento recorrió su cuerpo. Los movimientos sensuales de Kate arrestaron su atención rápidamente. Se olvidó de Joanne y de Reldid. Se olvidó de todo. Sólo existía ella para él. Aquel cuerpo delicado, aquellos ojos tan respetuosos, sus labios... Aquellos dulces labios que le habían besado aquella mañana y volverían hacerlo ahora...

Se quejó llevar. Descargó su furia en el beso, transformándolo en pasión. Apretó su cuerpo contra el de ella, ahondando el contacto y permitiéndose explorar cuánto quisiese. Kate respondía con igual ímpetu, acariciando su cabello mientras tanto. Era allí donde pertenecía, en ningún lugar más... Entre aquellos brazos consoladores y aquellos ojos que le hacían desatender... La realidad carecía de sentido... Ella era su mundo.

Escuchó un golpe seco al final del pasillo y se apresuró a separarse de Kate, volteando a ver quién estaba allí. Su pasmo no fue menor cuando se encontró con su mejor amigo, observándole con los ojos muy abiertos y con una expresión de... desconfianza. James sintió como esa mirada le penetraba. No eran necesarias las palabras, Potter de inmediato supo que su amigo no estaba de acuerdo en su noviazgo y que sin embargo... Le respetaría.

Catherine le tomó de un brazo, aferrándose a él, y James le miró con extrañeza. Ese gesto posesivo... Volvió a mirar a donde había estado Dan segundos antes pero ahora la nada absoluta le recibió.

– ¿Sabes qué, Jamie? – Dijo Kate en tono sugerente, intentando llamar su atención.

– ¿Uhm?

– Tienes unos amigos muy raros. – Opinó la Slytherin, observando el lugar donde anteriormente Dan había estado, para luego volver a mirar a James. – Entiendo que les has conocido desde siempre, pero... No me podrás negar que son muy extremistas.

– Tal vez... – Murmuró Potter. Kate alzó una ceja, cuestionándole su falta de interés.

– ¿Sucede algo malo? – Indagó fervientemente. El Gryffindor negó con la cabeza, mintiéndole descaradamente, pero ella hizo como sino se hubiera percatado.

– Tengo que hacer un trabajo de transformaciones, será mejor que vaya a la biblioteca. Nos vemos luego. – Kate se acercó a él y volvió a besarle, aunque por pocos segundos, antes de irse por el corredor y dejar a James estático en mitad del mismo.


Era de noche, todo Hogwarts debería estar dormitando. O la mayoría de éste, ya que profesores y prefectos estarían patrullando los pasillos del castillo en busca de algún estudiante travieso... Pero ese tampoco era el caso de Daniel Malfoy, quien contemplaba el dosel de su dormitorio abstraídamente.

Tenía insomnio y no serviría de nada negarlo; en las últimas horas habían sucedido muchísimas cosas y todavía no había logrado colocar sus pensamientos en orden, priorizando sus sentimientos. Se sentía extraño. Los sucesos al fin de cuentas no habían sido esencialmente importantes, pero... Tenía el presentimiento que sólo era el comienzo de algo. Algo que podía prever que no traería buenas derivaciones.

Se sentía solo. Con James actuando tan extrañamente y pasando sus tardes con la Slytherin... Solía estar con Joanne haciendo los deberes, en vez del trío dorado unido... No era que no disfrutara de la presencia de su amiga, pero no era lo mismo. Necesitaba a su hermano, a su camarada... Sabía que sólo era una etapa y que al igual que él, James únicamente requería ajustar sus pensamientos, pero...

Catherine Modking, según su opinión, no era la mejor compañera de James. Lo sabía. No obstante, conocía también a su amigo; si realmente estaba enamorado de ella no había vuelta que darle, no entraría en razón. Lo que provocaba otro problema...

¿Debía contárselo a Joanne?

No era un ignorante y veía claramente la realidad; su amiga estaba interesada en James en más que un simple sentido de amistad. Cada expresión de su rostro cuando Catherine estaba cerca o cuando James hablaba de ella, la forma en la que miraba a su amigo, cómo lo buscaba con la mirada en todos los lugares, cómo sonreían sus ojos al verlo... Eran todas señales de las cuales se había percatado durante el año.

No sabía si tendría la valentía para romper sus ilusiones. Después de todo, Jo estaba pasando un mal momento... No se había recuperado totalmente del ataque de la gorra roja, por más que dijera lo que dijera. Además, sería demasiado apresurado irle con el chisme... Sólo había visto a James y Kate besarse en un pasillo, podría ser que todavía no fuera nada concreto¿verdad? Había tantas posibilidades...

No, mejor no. Sabía que si Joanne se enteraba por malos modos sufriría mucho, pero también sabía que si se estaba equivocando pagaría grandes consecuencias. Y... él no quería ver a Joanne triste, no quería verla perdida... Tan perdida como la había visto esa misma mañana. Anhelaba verla feliz y vivaz, como siempre había sido a los ojos de todos. Aquella chica despreocupada, inteligente y valiente.

No sería él el que rompiera sus sueños...

Cansado de lo monótono de las habitaciones, decidió bajar a la Sala Común y entretenerse mirando las llamas de la chimenea. Era una buena colega nocturna. Pero al descender a la dichosa sala, no esperaba encontrarse con una familiar pelirroja, concentrada íntegramente en un caldero y repitiendo frases para sí misma. Acercándose un poco más, consiguió entender sus palabras y razonó que estaría cantando.

Lucía encantadora, con los vapores coloridos que desprendía la pócima que elaboraba rodeándola y la luz de las antorchas iluminando su pálido rostro. Sus cabellos estaban despeinados y descuidados, y recogidos con una coleta poco confeccionada. Vestía un pijama de un color claro.

– ¿Joanne¿Qué haces? – Preguntó con curiosidad.

Ella pegó un salto y volteó a verle, sorprendida. Extrañó a Dan con su reacción, ya que en vez de regañarlo por haberle interrumpido y provocado un susto, le sonrió con amabilidad. Debía de estar sumamente feliz.

– ¡Dan¿Qué haces despierto a estas horas? – Dijo, invitándole a sentarse a su lado, en el sillón. Así lo hizo.

– No podía dormir. – El rubio se encogió de hombros. – ¿Y tú?

– Estoy terminando las pócimas. – Murmuró ella, registrando antes con la mirada la sala común, asegurándose que nadie les estuviera escuchando.

– ¿Ah, sí?

– Ajá. Falta poco para Halloween, sino te has dado cuenta...

– Ya sé que es la semana que viene, tonta. Pero no esperaba que tuvieras que empezar a hacerla tan pronto... Creía que era al día anterior o algo así.

– No, necesita mucho tiempo de cocción. – Dijo Joanne con aire de suficiencia. – ¿Acaso no leíste el libro que nos recomendó tío Harry?

– Bah. La teoría no es lo mío.

– Siempre es bueno saber a lo que te expones¿no te parece? El conocimiento es poder. – Replicó la chica, burlándose de él con una sonrisa.

– ¿Eso crees¿Entonces un squib es más poderoso que yo por saber la teoría y sin embargo no poder aplicarla?

– Todavía no entiendo cómo pudiste superarme en calificaciones el curso pasado... –Weasley suspiró con resignación.

– Eso es porque soy mucho mejor que tú. – Dijo Dan, sacándole la lengua juguetonamente. Joanne elevó una ceja escépticamente.

– Si eres tan superior a mí¿por qué no eres tú el que haces las pociones en vez de mí?

– Porque tú insististe en hacerlas y porque mi especialidad no son las pociones. ¿Viste que Rachet me tiene marcado? Me baja puntaje por cualquier tontería...

– ¿No será porque te equivocas en lo fundamental y a ti te parece una tontería?

– ¡Que va! Antes de ayer me entregó un trabajo¿sabes? En vez de dientes de ardilla albina, puse dientes de castor albino... ¡Me bajó medio punto!

– Porque si agregaras de castor, provocarías una poción analgésica en vez de teñir el cabello, Dan. – Malfoy le miró de reojo con fingido enojo e hizo una exasperación.

– Eres una sabelotodo...

– Gracias. – Sonrió Joanne, actuando como sino se hubiera percatado del doble sentido de la palabra.

Por unos minutos, ambos se mantuvieron en silencio; Dan contemplaba los movimientos pasivos de Joanne, quien cortaba los ingredientes con suma delicadeza y de vez en cuando se inclinaba para leer alguna indicación de un libro que tenía extendido sobre la mesa. Daniel se podía dar cuenta perfectamente del talento que su amiga tenía para la materia. Además que parecía serenarla...

– Joanne... ¿por qué estás tan feliz? – Preguntó Dan, luego de juntar el valor necesario para hacerlo. Ella no pareció inmutarse ante la pregunta. Por varios minutos, él pensó que ella no le iba a contestar... Hasta que lo hizo, sorprendiéndole.

– ¿No estás emocionado por la idea de convertirte en animago, siendo tan joven? He estado investigando y muy pocas personas lo han logrado...

– ¿Crees que no podremos? – Dan frunció el entrecejo.

– No. Si has soñado con tu forma animaga significa que puedes. Pero es exactamente eso lo que me sorprende... Que podamos. Igual, estoy muy feliz con la forma que me ha tocado¿tú?

– ¡Ja! Mi animal es guapísimo. – Comentó Dan fanfarronamente. Jo rió.

– No tanto como el mío. – Se burló Joanne.

– ¿Eso crees?

– Ajá.

Malfoy le sonrió peligrosamente. Asegurándose de no volcar el caldero, se lanzó encima de Joanne, que sabiendo lo que iba a hacer, se puso de pie y le esquivó con facilidad. Como cuando eran pequeños, Dan comenzó a correr a Joanne por toda la sala, hasta lograr atraparla. Jo fue víctima de un ataque de cosquillas por parte de su amigo, pero no queriendo rendirse, contraatacó y tras unos minutos de juego, ambos terminaron tendidos en el suelo, riéndose a carcajadas, totalmente rojos y despeinados.

– Eres un demonio. – Consiguió decir Joanne.

– Y tú, Investigadora Jo. – Susurró Dan.

Ambos rieron, recordando las vacaciones de invierno pasadas donde en una muestra excelente de que estaban viviendo la edad del pavo, crearon aquellos estúpidos seudónimos.

– Espero que los que hagamos ahora sean mejores...

– ¡Claro que sí! Los nuevos durarán por siempre.

– Uhm...

– ¿Qué?

– Demonio no estaría mal para ti...

– Muy graciosa.

Y otro ataque de cosquillas dio por terminada la discusión.