Disclaimer: Shingeki no kyojin no es mío, de lo contrario habría más sangre y yaoi disfrazado (?)

Notas: Primero que nada, esta historia está inspirada en The vampire dairies, la serie de televisión (especialmente en los capítulos 9 y 10 de la quinta temporada), aunque no cuenta con los elementos necesarios para llamarse crossover, sólo está en ese universo. Por el momento no hay muchas advertencias.

Dedicatoria: Para el evento EreRi de la bella página de Rivaille Uke ^-^ ¡EreRi Rules!


I

Frenesí.

¿Qué es el tiempo? ¿Qué debemos hacer con él ya sea mucho o poco? Les he hecho esta pregunta a cientos de personas por décadas –no puedo decir siglos porque aún soy joven-, unos dicen que el tiempo es para esperar, ¿qué esperas? ¿Una persona? ¿Un animal? ¿Una señal profética con aire evangelista? Otros dicen que para observar y aprender, alguien aseguro que actuar y vivir… Así que: esperar, observar, aprender, actuar y vivir. Oh, claro, también dijeron que se refería a amar.

Ninguna de esas respuestas me convence, creo que es porque yo no he hecho nada con mi tiempo realmente, resulta tan relativo que ya da lo mismo si pasa un día a un año. Apenas y noto el curso que ha tomado la humanidad, cada década, cada moda extravagante que sacude y deja alborotado a todo el mundo… Pero, ah, no he venido para contar lo que no he hecho durante mis casi cien años de vida –aseguro que no será de relevancia en este relato y si lo es, lo diré-; de hecho podría resumirlo en tres palabras: huir, matar y amar. Enseguida contaré por qué.

Durante toda mi vida había residido en Shingashina, un pequeño pueblo rodeado por bosques y enmarañadas leyendas, mitos sobre vampiros, hombres lobo, brujas… Lo sobrenatural siempre estaba presente como un problema propio que todos tenían que combatir con uñas y dientes, es más: con la vida, si esta garantizaba paz alguna. Obviamente no todo el mundo sabía de la existencia de tales criaturas, las tomaban así: como leyendas y nada más y vivían largas vidas creyendo que los ataques "animal" eran cada vez más frecuentes en ciertas temporadas. Los encargados del orden entre lo sobrenatural era el consejo de la ciudad, conformado mayormente por aquellos descendientes de familias "fundadoras" –las que habían creado el pueblo hacía más de cien años-, entre otras personas calificadas para el trabajo. La tarea de cazar vampiros no podía ser menos emocionante, claro que eliminarlos era el principal objetivo.

Mi familia, los Jaeger, eran una de las fundadoras, por supuesto yo no me enteré de todo ese rollo del consejo hasta que cumplí dieciocho años, cuando mi padre me confesó que en realidad mi madre no había muerto de un "ataque animal". La noticia me hizo hervir la sangre y jurar que los mataría a todos y cada uno. Fue entonces cuando mi padre comenzó a entrenarme, al principio únicamente para mi protección, pero cuando maté mi primer vampiro cambió de idea. Tenía que aprender sobre cómo lanzar estacas y… Debo decir que los vampiros tienen muchas debilidades, me parecieron menos inmortales cuando las conocí todas: primero, no podían salir a la luz del sol porque esta terminaba quemándolos, convirtiéndolos en una masa de cenizas; segundo, existía una hierba llamada Verbena que los debilitabas por un rato; y por último las estacas de madera, que clavadas justo en el corazón terminaban con aquella existencia tan inverosímil.

Pero aún con esas debilidades ellos eran superiores, poseían fuerza, velocidad y sentidos más finos que cualquiera, envolvían tanto misterio y asombro… En otros tiempos habían amenazado fieramente la supervivencia del pueblo, regresaban, desaparecían, se perdían en las leyendas…

Ahora bien, contaré lo que podrían llamar el principio y fin de mí, a ver si de alguna forma el recordarlo todo me ayuda. He sabido de individuos que escriben sus vivencias cada cierto tiempo para leerlas todas juntas años más tarde, como si la consciencia no pesara tanto algunas veces como para dejarse influenciar por un pasado trágico.

Esa tarde había salido al cementerio para visitar la tumba de mi madre como acostumbraba cuando tenía problemas, por alguna razón ese lugar me ayudaba a pensar más despejadamente, sin embargo aquella vez me quedé dormido, y me despertó alguien que me agitaba de un lado a otro, era mi amigo, Armin.

- Sabía que estarías aquí, Eren –me dijo al salir del cementerio- ¿Estás bien? Sé que es común que vengas aquí pero… -añadió al ir avanzando

- No te preocupes, estoy bien, sólo tengo frío –respondí temblando un poco, mirando de reojo el cielo nublado.

- Entonces vayamos más rápido, eso te hará entrar en calor –me dijo, yo acepté y seguimos caminando más rápidamente.

Rodeamos el bosque hasta llegar a la carretera, de allí caminamos en línea recta. La noche ya nos había caído encima desde hacía buen rato, me alegre de que al menos estuviéramos alejados del bosque. Armin aún no conocía la existencia del lado sobrenatural por lo que en los últimos tiempos me había distanciado de él, claro que era lo suficientemente listo para deducir que buena parte de los "ataques" eran bastante sospechosos.

- ¡Mira eso! ¿Qué es? –dijo Armin acercándose a media carretera donde una mujer yacía, al parecer, inconsciente. Se echó a correr hasta arrodillarse a su lado, yo le seguí con menos entusiasmo.

Armin examinó el cuerpo diciendo cosas que no alcancé a escuchar, la mujer se enderezó un segundo después, era rubia y muy hermosa o eso percibí entre la oscuridad, me pareció que hablaban y dos frases más tarde ella se abalanzó hasta su cuello. Mis ojos presenciaron los colmillos brillar como un par de brillantes, penetrar en la carne e iniciar con la asquerosa tarea.

- ¡Armin! –grité. Apreté el paso mientras tomaba una rama del suelo y la partía a la mitad, ella seguía mordiendo y succionando, el cuerpo de Armin no se movía. ¿Lo había hipnotizado? Apenas y sabía poco acerca de esa habilidad suya.

Enseguida me planté enfrente de ella y le clavé la estaca en el corazón, ella soltó a Armin, vi como su cuerpo se deslizaba hasta el suelo, me arrodille a su lado, la herida era más grave de lo que imaginaba además de que no tenía idea de cuánta sangre había tomado.

- No, Armin, ¡tú no puedes morir! –un ataque de furia me recorrió, giré la vista hacia donde yacía la mujer vampiresa pero ya no estaba, tuve un horrible presentimiento. Cargué a Armin en mi espalda e inicié a correr. No paraba de mirar hacia atrás cada cinco segundos y de murmurar que encontraríamos ayuda, lo único que me alentaba era el percibir su forzada respiración en mi cuello pese a que todavía seguía sangrando.

Luego de medio kilómetro divisé una casa estilo victoriana que reconocí como la de mi amigo Jean. Aceleré el paso con las fuerzas que me quedaban, subí un par de escalones para encontrarme en el porche, toqué el timbre y golpee la puerta varias veces pero del interior no salió ni pio.

- Mierda… -dije a la vez que colocaba a Armin en el suelo. Abrí la puerta de la casa y me adentré hasta la cocina, abrí y cerré los cajones y alacenas en busca de un botiquín aunque tampoco quería dejar a Armin demasiado tiempo allá afuera, como dije todavía sangraba…

Cuando finalmente hube encontrado un botiquín corrí hasta el porche y de inmediato me ocupé en curar la herida como me había enseñado mi padre. Armin tenía la respiración bastante débil y no tenía idea de si aguantaría hasta llegar al hospital, me senté en los escalones pensando que eso no habría ocurrido si yo no me hubiera perdido en el cementerio y… ¡Ah! ¡Mi mejor amigo estaba a punto de morir y todo por mi culpa! Las lágrimas no tardaron en llegar cuando noté esa posibilidad, recordé que él soñaba con salir de ese pueblito y viajar por el mundo y ahora no podría…

- Eres tú, no hay duda –escuché una aguda voz, levanté la mirada, era ella, ¿cómo diablos no le había afectado la estaca?- Tú mataste a Ymir

- Si era vampiro igual que tú, es posible. ¿Por qué carajos no te mató la estaca?

- No tienes buena puntería, creo que estabas nervioso, ¿y tu amigo cómo está?

- Muriendo, por tu culpa –respondí, tratando de controlar mi tristeza, tenía que matarla ahora que la tenía enfrente… Alargué ligeramente la mano hasta el botiquín y tome una jeringa, pero no me moví.

- Estamos a mano, Ymir está muerta, tu amigo estará muerto. Sin embargo…

- ¿Qué quieres ahora? –apenas y terminé la pregunta se lanzó como un rayo hasta mí, me dominó con su fuerza, esa perra sí que era poderosa. Ni siquiera alcancé a clavarle la aguja con verbena, ella ya me tenía tirado en el suelo de madera, observándome. ¿Cómo una criatura tan inverosímil podría ser tan hermosa? Aquella belleza era sobrenatural obviamente.

De repente su rostro cambió drásticamente: en los ojos brillaron un par de llamaradas, los colmillos se asomaron en la boca medio abierta, dejando escapar una especie de rugido gatural y en la cara sus pómulos disminuyeron entre las finas facciones, las venas alrededor de sus ojos se oscurecieron como un horrible antifaz, cualquiera habría comenzado a gritar. Eso sucedía cuando un vampiro sentía el ansia de sangre, mi padre no sabía muy bien por qué pero sólo entonces su rostro reflejaba su alma asesina, sólo les sucedía cuando iban a alimentarse. Disminuyó el espacio entre nosotros para hundir sus colmillos en mi cuello, sentí que el alma me abandonaba. Era como si me arrancaran la carne, por momento pensé: "Voy a morir…" Grité, pero eso sólo me causó más dolor. Se apartó de mí con los labios empapados de mi propia sangre más tarde, mi cabeza daba vueltas y el cuello me punzaba en oleadas de dolor para todo el cuerpo, lamió sus labios con un aire felino y mordiendo su propia muñeca, de donde comenzó a correr su propia esencia, me la acercó para que tragara. Me sacudí, patalee y arañe, pero ella era demasiado fuerte y terminé tomando buena cantidad de su sangre. Antes de que pudiera reclamarle, ella habló:

- Esto es mejor castigo que cualquier otra cosa. Nos veremos después… ¿Cómo te llamas? Debo saber tu nombre. ¡Respóndeme! –gritó desesperada al ver que yo no respondía inmediatamente.

- E-Eren –dije con un hilo de voz, ella sonrió y colocando sus manos en mi cabeza me respondió:

- Nos veremos, Eren.

Y con un ligero movimiento me rompió el cuello. Todo se oscureció, yo estaba muerto.

Pasadas unas horas desperté, estaba en una habitación simple y usaba la misma ropa que antes, llevé mi mano hasta el cuello, la herida había sanado. Pasé buen rato escuchando y observando todo lo que había en la habitación, aún era de noche. ¿O es que yo había dormido todo un día? Salí de la habitación, un largo pasillo topaba con unas escaleras, caminé hasta el barandal, el débil sonido de unas voces zumbo en mis oídos, de alguna forma me concentré en ellas y estas se hicieron más claras.

- ¿Están seguros? –decía una voz masculina

- ¿Quieres hacer una prueba? ¡Hagan las que quieran! Él no es un vampiro –esta voz sí la reconocí, era mi padre, que sonaba enojado. ¿Yo? ¿Un vampiro?

- Lo haremos cuando despierte, con la precaución necesaria, claro –decía otra voz que tampoco identifique

- ¿Y qué si lo es? ¿Mataran a mi hijo…? –replicó mi padre, entrando en la histeria.

Como una flecha, el recuerdo de la última hora que había vivido vino a mí. ¿Dónde estaba Armin? ¿Había sobrevivido? Y la mujer… Ella me había dado su sangre para después matarme… Me había matado… Oh, no… "Esto es mejor castigo que cualquier otra cosa" E incluso sus palabras…

¡La hija de perra me había convertido! "Por eso puedo escuchar la conversación" Pensé enseguida y no pude evitar sentir el ligero aroma de todas la personas que habitaban la casa, había dos hombres hablando con mi padre, una mujer en la cocina y otros dos en una de las habitaciones del pasillo. De improviso decidí marcharme, ahora que yo era eso no podría vivir con mi padre, no podría vivir en un pueblo que aborrecía a los vampiros. Tendría que dejar la poca vida que me quedaba para estar a salvo, sí, ella tenía razón, ese era el mejor castigo.

Regresé a la habitación, busqué desesperadamente pluma y papel y escribí una carta para mi padre, la dejé sobre la cama y me marché.

Querido Papá:

Las sospechas son ciertas, ahora podrías considerarme tu enemigo.
Regresaré cuando haya comprendido mejor lo que ha pasado,
tal vez incluso podría ser de ayuda.

E.

Me eche a correr, esquivando los árboles sin problema, la luna me daba la claridad suficiente para moverme ágilmente. Llegué al cementerio, saludé la tumba de mi madre mientras mi mente divagaba preguntándose por los acontecimientos frente a mí. Pero la sed era más grande, este nuevo instinto que me lanzó a un par de hombres que rondaban el lugar.

- ¿Qué haces aquí, mucha….? –Ni siquiera lo dejé terminar la frase para abalanzarme contra él, sentí como mi rostro cambiaba al percibir la sangre frente a mí, los colmillos se alargaban, listos para tacar. Mordí justo en la garganta, de improviso supe que en ese punto cruzaban muchas venas importantes. El espeso líquido escarlata se derramó en mi boca, tan cálido. El hombre gritaba y forcejeaba, usando todo su Poder. Al soltar el cadáver inerte en la tierra sentí las oleadas de ese mismo Poder corriendo dentro de mí, era como si toda su energía se me hubiera traspasado: aquella fuerza sobrenatural no tenía límites.

Otro hombre apareció, aunque este empuñaba una afilada estaca en una mano temblorosa. Había presenciado cómo le arrancaba la vida al otro, de seguro. Mi rostro se dibujó tan malicioso como se hubiera visto con la mancha de sangre en las comisuras de mis labios, le dediqué una mirada y me lancé contra él

Ni así se aplacó mi sed, comencé a correr, adentrándome en terrenos del bosque que no conocía, olisquee en el aire y percibí ese aroma. "Sangre" Apuntó mi mente. A unos kilómetros encontré una cabaña con humo saliendo por una chimenea, toqué a la puerta y me abalancé sobre un hombre sin que antes me saludara, los gritos estallaron allí dentro cada vez que tomaba una nueva víctima.

Cuando hube calmado mi hambre observé la masacre, ¿yo lo había hecho? Así es, yo había matado a una familia entera… Ahora yo era un asesino… Ese pensamiento me causó una extraña sensación, mas por otro lado ahora yo era tan fuerte, ágil y poderoso…

Una muchacha de cabello y ojos negros había entrado y echando la leña que cargaba a un lado, me reclamaba por su familia al parecer.

- ¿Quién eres tú? –me gritaba entre sollozos y lágrimas cada vez que desenterraba una nueva victima

- Soy Eren –dije yo, recordando mi nombre.

Ella no dijo nada más, empuñó un cuchillo contra mí pero se congeló antes de atreverse a clavármelo, cayó al piso, se desmoronó clamando venganza. Me levanté para marcharme y no causarle más caos, pero ella se adelantó y me clavó el cuchillo.

Saqué el instrumento de mi estómago. Ella confirmó sus sospechas y utilizó una nueva arma, extrajo una sustancia de un tubo con la ayuda de una jeringa y me inyectó en el cuello. Esa sustancia era verbena. Pasaron unos instantes en los que la observé, preguntándome qué sería de ella, incluso me plantee matarla de una vez pero antes de eso me desmaye. Al despertarme percibí el frío suelo debajo de mí, casi sin moverme y con la mirada adiviné a que me encontraba en una especie de cárcel, bueno, había barrotes y suciedad. La muchacha apareció entonces, junto con otro hombre, al parecer llevaban una conversación sobre mí:

- Es porque es un recién nacido –dijo el hombre, entornando la mirada hacia mí a través de la reja

- Quiero matarlo, este bastardo no ha hecho más que acabar con mi familia –dijo ella

- No te apresures, Mikasa, este es el lugar más apto para cualquier venganza que se te pueda ocurrir.

- Menos mal

- Además, así ayudarás a combatir a estos engendros, para eso está este laboratorio. Para eso está la Sociedad Agustín

- Ya veo, así que no fue mala idea traerlo aquí después de todo.

- No te arrepentirás, ya llevaba tiempo buscando otro sujeto, así que muchas gracias

- Me ofende, parece que la muerte de mi familia sirvió de algo

- No lo dudes, gracias a ellos y gracias a ti, podremos derrotar a estas alimañas. ¿Sabes cuántos avances científicos serían posibles con su sangre?

- Espero que eso suceda antes que muera

Salieron por una puerta de metal y ya no pude escuchar sus voces de nuevo, mis poderes estaban débilmente descoordinados, la luz brillaba más con más brillo y aquellos murmullos en el pasillo resonaban en mis oídos como si se me transmitieran por un par de bocinas a todo volumen. Enseguida me planté algunas preguntas: ¿a qué referían con eso de "laboratorio"? Un escalofrío me recorrió al intentar levantarme, estaría más que débil sino consumía sangre lo antes posible o si por accidente el efecto de la verbena pasaba. Y para colmo los barrotes eran de hierro, material nocivo para mí.

Una hora más tarde, el hombre de antes me sacó a rastras de la celda y me llevó hasta una habitación con aditamentos médicos, con todo y una mesa plateada donde había desplegados pavorosos instrumentos de tortura –tenazas, tijeras, bisturís, agujas-.

- ¿En dónde estoy? –le pregunté. Él no respondió, era un tipo rubio y alto, fornido, en ese momento su fuerza era la suficiente para dominarme.

Si pensé que iba a ser curado estaba equivocado, me inyecto otra vez con verbena e inició con una especie de examen médico mientras me tendía en una camilla con lazos de cuero para los brazos, la cintura y las piernas.

- ¿Quién es usted?

- No te interesa, no por ahora, no quiero que me odies tan pronto

- ¿Para qué es todo esto? –dije mientras me amarraba las correas, traté de zafarme pero eso estaba diseñado para que nunca lo lograra, al caso podía mover la cabeza.

- Intentaré probar mi teoría contigo, vamos guarda silencio

- No hasta que me responda

- Como quieras –y no dijo nada más.

Revisó varias veces mis pupilas con una lamparita y sin avisarme atacó mi ojo, como arrancándomelo.

- ¡Bastardo…! –le grité

Mi visión se nubló con la sangre escurriendo por mí rostro, emití gritos de dolor, maldiciendo a ese hombre. Este siguió con aquello con energía, examinó otras partes de mi cuerpo, haciendo anotaciones en un cuaderno gastado, a la vez que mi ojo comenzaba a sanar –ventajas de ser vampiro: poder regenerativo-.

- Vaya, eres rápido –dijo

Y volvió a repetir la operación con mi otro ojo.

Aquel frenesí de dolor terminó por ponerme a dormir de nuevo por quién sabe cuánto tiempo, un momento despertaba preguntándome donde carajos estaba para encontrarme de nuevo en la camilla con las correas ciñéndome los brazos y las piernas, mi ropa con manchas confundidas de sangre seca y reciente además del dolor en todo el cuerpo. Claro, él no me había alimentado ni una sola vez; me pregunté si tarde o temprano terminaría muriendo, lo que sinceramente habría aceptado cada vez que él me desangraba lo suficiente para parar mi pulso y que "muriera". Obviamente ese lapso de muerte no era más que una especie de trance, como si sólo me desmayara sin tener pulso, luego de un rato volvía a despertarme con las mismas preguntas. Cada vez quería quedarme de verdad muerto o por lo menos salir de esa habitación de mierda.

Realmente perdí la cuenta de los días que vivía, me dije a mi mismo que ahora nunca podría ver el amanecer de nuevo, ni sentiría el apestoso calor sobre mi piel ahora tan gélida. Aquella mujer que me había convertido no se equivocaba, quizá la inmortalidad es el mejor castigo, mírese por donde se mire. A menos que le des otro significado más romántico.

Cuando el doctor se cansó de torturarme me lanzó de nuevo a la celda, caí dormido inmediatamente. No sé cuánto tiempo estuve inconsciente después de eso, lo único no tan malo era que ya no estaba en la "enfermería" con las correas alrededor de mi cuerpo. Por primera vez observé más detenidamente ese lugar, e instintivamente inicié a revisar mi cuerpo en busca de cicatrices, por supuesto que nunca las encontraría. ¿Qué sería de mí? ¿Viviría la eternidad para ser torturado como ratón de laboratorio? ¿Qué sería de mi padre? Pasaría años y años en aquel agujero… Mi cordura amenazaba con abandonarme, claro que enloquecería tarde o temprano, el dolor termina transformando a las personas para bien o para mal… ¿Qué clase de existencia llevaría si cada día me arrancaban la piel e intentaban pagármela después con pegamento? ¿En qué debía de pensar ahora además de las escenas de mi cuerpo masacrado de mil maneras? Si eso seguía así me convertiría en una especie de títere viviente aislado en una dimensión alterna donde me sentaba frente a una televisión para observar mi propia muerte una y otra y otra vez.

¡No! ¡Yo no pasaría la eternidad pudriéndome en ese agujero! ¡Hallaría la forma de escapar! Tenía que hacerlo…

Me levanté para apoyarme en las rejas, las golpee, intente separarlas pero sólo logré debilitarme más. Quizá la demencia me atacaría más rápido de lo pensado. Unos minutos más tarde ya estaba jadeando, el que todo eso estuviera tan cerrado… Provocándose claustrofobia… Yo no podía quedarme allí… No podía… Entonces… escuché una voz.

- Es inútil, sólo conseguirás una inyección de verbena si sigues con eso–dijo él.

Me giré inmediatamente, era un hombre con cabellos negros y piel blanquecina, sus ojos eran alargados y afilados, aquella mirada me recorrió de pies a cabeza. Estaba sentado del otro lado de la reja, apenas y había notado que su celda estaba al lado de la mía. Como pude me senté cerca de donde él estaba y dije, temiendo que fuera un sueño:

- ¿Qué es este lugar? –aquella era la principal pregunta en la lista.

- La legendaria Sociedad Agustín, son una especie de secta dedicada a "experimentar" con vampiros con fines científicos, el que casi te arranca los ojos es el doctor Smith, su familia es la principal en la orden.

- ¿El doctor? ¿Para qué necesita un doctor torturar vampiros?

- Idiota –calificó-. Pues piénsalo así: nuestra sangre puede curar a cualquier persona, les interesa en extremo el poder regenerativo, de allí los experimentos.

- Ya entiendo, ¿puedo preguntarte algo?

- ¿Qué quieres?

- ¿Cuánto tiempo llevas siendo vampiro…? ¿Cuántos años tienes?

- Pensé que preguntarías cuántos llevo encerrado en esta mierda –suspiró- Tengo cien años, sino me equivoco en la fecha, ¿estamos en 1965, no?

- No lo sé, yo… En cuanto me convertí me trajeron para acá

- Así que eres un recién nacido, qué sorpresa… Mis esperanzas de salir de aquí algún día de esfuman…

- Ah… Bueno, ¿ya has intentado escapar?

- Más que tu estúpido intento de hace rato. Es imposible, sólo te dan un vaso de sangre al día, lo necesario para que no te seques y además está la verbena. Sí, es una mierda…

- Al menos ya no estás solo. ¿Cómo te llamas? –no sabía cómo referirme hacia él, parecía mayor que yo, pero siendo vampiro la edad es sólo un adorno.

- Levi –respondió, ahora que lo observaba más de cerca también parecía muy débil.

Nos estrechamos las manos a través de los barrotes, así supe que él era real. Fue entonces cuando la miserable semilla de esperanza decidió comenzar a crecer dentro de mí. Al menos yo no estaba solo. Y de no haber sido por él, me habría vuelto loco.

Puedo jurar que su amistad me mantuvo vivo.

Y muy tarde me di cuenta que aquello no podría ser sólo amistad, al menos no para mí. Ni siquiera considerando las condiciones en las que nos encontrábamos.


¿Les gustó? ¿Sí? ¿No? ¡Díganme! ¿Me dejan un lindo review con su opinión? Acepto lo que sea: tomatazos, dulces, imágenes gays… (?) o.o

Ah y, algo más, dependiendo de la respuesta seguiré este fic, de hecho tengo varias ideas en mente...

¡Saludos! ¡Gracias por leer!

Atte.: Katherine.

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