—CEDER O CAER—
Por Zury Himura
Corrección por Menelwen
Disclaimer: los personajes no son míos.
HAIL TO THE KINGS
BROKEN SOULS
Capítulo 36
—Vaya veo que has regresado, mi palomita fugitiva, me preguntaba a dónde habías ido tan apresurada y solita —la provocó el hombre que se había quedado a esperarla, a pesar de las ordenes de Saito para emprender el último ataque.
Kaoru no dijo nada, solo entró a la tienda del sujeto dispuesta a negociar, aún más decidida al haber encontrado todas sus pertenencias tiradas y la piedra Le'Seleore ausente. Con eso daba por sentado lo mucho que la vigilaban. Su astucia y su cinismo no eran un secreto, tampoco le sorprendía tanto que se hubiesen aprovechado de aquel error fatal que había cometido.
—Dámela, no te pertenece y de nada te servirá —exclamó con autoridad en su voz, a pesar de que trataba de tranquilizarse. Más que nunca no se dejaría intimidar por nadie—. Y si te rehúsas olvídate de mi cooperación para eventos futuros.
—¡Oh, vienes a amenazarme, huh! Eso suena demasiado interesante y me pregunto hasta dónde llegarás si no te doy lo que buscas —Se colocó de pie girando en su dedo una de las argollas que había arrancado de la piedra—. Pero está bien, entiendo tu preocupación. En realidad, la piedra no me sirve de nada si no sé de quién es la sangre. Puede que al arriesgarme me equivoque al usarla.
Y era verdad. No tenía idea de quién le pertenecía ese lazo. Pero aun así todo estaba bajo control, la ofrecería a su mejor postor. Y si Kaoru creía que ella era la única que se enteraría que la piedra estaba en su poder, se equivocaba. Pues, precisamente Akira estaba en camino al campamento Oscuro con otro de los dijes. De esa manera amenazaría al rey y entonces sabrían sobre el verdadero dueño.
—Está bien, puedes hacer uso de ella cuando quieras —sonrió Kaoru. Desde que estuvo a su lado, había aprendido una que otra destreza para tratar con él. Aunque a veces, le parecía que había hablado con dos personas diferentes y que una de ellas era más difícil de tratar que la otra. En esos momentos sentía que hablaba con alguien parecido al rey Oscuro, dado a su arrogancia—. No era más que un recuerdo del rey Oscuro y lo que le ofrecí. —mintió y dio la media vuelta aún con el gesto de satisfacción—. No obstante, la quiero de vuelta cuando termines con ella. Es parte de mí… y claro, de nuestro trato. Quiero todo lo que alguna vez le perteneció al rey.
No era estúpida, lo sabía. Pero había dos posibilidades con ella: inocentemente le estaba dando la respuesta o lo estaba engañando. Al no saberlo, debía tratar con ella con cuidado. Pues si sus suposiciones eran ciertas, el rey estaría más que dispuesto a rendir todo por esa gota en la Le'Seleore, si era de Kaoru. La piedra que no solo era el contenedor de las almas de los individuos en la profecía, sino el objeto en el que podían restablecerse los sellos. Lo único que podía salvarla.
—Kaoru, quiero la espada dorada del huérfano. —Arrojó al piso la argolla con el dije que alguna vez contempló en el diamante, como muestra de que sería lo primero que le daría por el intercambio.
Tal vez Gentatsu había sido descubierto como lo había comentado Misao durante su encarcelamiento, lo cual no le importaba. Ese niño tonto se le había unido por error en el pasado, confundiéndolo por el estúpido estudiante de Hiko. Sin saber sobre su maldición y todo lo que deseaba recuperar, había acabado con una vida que pudo disfrutar; incluso había sido tan ignorante al presentarle a su padre, el hermano de Nori Arai, sin siquiera conocer su historia. Aunque después, poco a poco, conocieron sus ambiciones, entendiéndolo y categorizándolo como un miembro más de su familia. Lo único que le dio otra identidad.
Pero bueno, ya era hora de sincerarse un poco. Al fin todo terminaría—. La clave siempre ha estado en los antiguos reyes. Te diré un poco porque me estoy cansando de esconderme siempre en la oscuridad en espera de lo que hay dentro de las espadas.
Esto llamó rápido la atención de Kaoru. Si bien lo había escuchado hablar en el pasado sobre su padre y una cierta venganza que tenía que completar, nunca oyó algo de sus verdaderos motivos, qué era lo que en realidad deseaba o lo que buscaba. ¿Qué había dentro de las espadas? Y, claro, qué tenía que ver Megumi con todo esto. ¿Cómo ella podría ser un peligro y cómo sabía su identidad?
—Eres el único culpable, si deseabas algo debiste hablar con el rey y pedir su benevolencia. Para mí solo eres un loco que disfruta ver a otros morir. En lugar de mover piezas, como predicas, te dedicas a escóndete por cobardía —insinuó con calma. La conservaría si quería que su réplica tuviera el efecto deseado.
El hombre sonrió. Hacía muchos años que no hablaba con nadie sobre su secreto. Y solo los que lo conocían, lo hacían por un beneficio o privilegio, nunca por un interés genuino.
En el pasado, solo los reyes Celestes eran los únicos que sabían sobre él, después de haber asesinado a Nori Arai. Por ende, cuando la madre de Kaoru murió por su error al pedirle ayuda para rescatar a Misao, supo en seguida con quién trataba. Posiblemente era la única persona poderosa que lo identificó en esos tiempos, además de su esposo; ya fuera por su voz, o por sus verdaderas intenciones al ser solo ella y el rey Celeste los únicos que supieron lo que pasó con él. Pero en el lapso de tiempo, entre la muerte de la reina de Luz y Celeste, conoció a otras personas, como por ejemplo Tokio y Gentatsu, quienes por equivocación fueron atraídos a él tan fácil como las abejas a la miel.
—Te contaré un poco, ya que las cosas terminarán pronto, pero no verás mi rostro hasta que me des lo que hay dentro de la espada dorada. —Carraspeó su voz, dando unas palmaditas en su pecho para aclararla, y así comenzó cuando Kaoru fue incapaz de omitir otra palabra para dejarlo hablar—. En el pasado tuve muchas riquezas, un poder casi comparable al que tiene el rey Oscuro, muy similar.
«Tenía los recursos para destruir y construir lo que me placiera. Pero fue cuando mi padre me comentó de la creación de sus espadas que cambiarían el rumbo de la nación. Él siempre esperó por ellas, ya que Shaku Arai se las había prometido, aceptando el gran pago por adelantado y obteniendo los mejores recursos de nuestra nación para crearlas. Desde las empuñaduras hasta las vainas. Esas espadas tenían el nombre de mi padre escrito en ellas.»
«Sin embargo, Shaku cometió un error. Se volvió contra mi padre diciendo que las espadas le pertenecían y que no debían estar en sus manos. Le dijo esto después de haberlas creado, de gastarse el dinero y haber hecho tratos con varias personas poderosas que las deseaban. Fue traición contra el verdadero dueño, al que engañó para crearse un cuento fantástico que espantaría a los demás, con su nombre. Por ende, y por la gran fama de ese conflicto y leyenda, por su gran valor y calidad, el precio de las espadas subió. Se volvió ridículo; se convirtieron en tesoros y artesanías que los demás gobernadores deseaban usar.»
«Pero no mi padre. Él solo deseaba lo que era justo; su honorable nombre había sido utilizado para ganar más dinero, y ahora era temido, a pesar de ser un buen hombre al que todos sirvieron algún día. Muchos lo odiaron y crearon revueltas contra él, entonces solo quería que le indemnizara; que desmintiera lo que había propagado y que le diera lo que era suyo. Solo así su nombre se restablecería a pesar de que ya todos le terminan. Cuando al fin Shaku se reunió con mi padre, yo estando presente, el forjador nos mostró el verdadero secreto de esa maldición.»
Kaoru tomó asiento, aunque no se lo habían ofrecido. Había escuchado palabras claves que le hacían pensar más de él. Como, por ejemplo: «la clave está en los antiguos reyes, los demás gobernadores, o que su padre era poderoso». Por eso, aunque el tiempo estaba en su contra, quiso terminar de escucharlo para actuar a tiempo si era necesario.
—Las espadas eran oscuras y en ellas residía un espíritu. Lo que significaba que todo lo que Shaku había dicho era verdad, a excepción del verdadero dueño, quien solo se trataba de un humano: mi padre. —El hombre también se sentó, cuando por fin la mirada de Kaoru se suavizo. Sabía que le estaba dando una oportunidad para hablar y la hostilidad se había esfumado—. Al desenfundar las espadas podías escuchar gritos de desesperación y sombras emanando de ellas. Era irreal, incluso mi padre hizo todo para probar que no se trataba de un truco.
«Durante esa madrugada se nos explicó lo ocurrido con ellas, lo incontrolable que eran al mandato de una voz, la de él, la de Shaku. Forjador que en el pasado había derramado mucha sangre a la orden de mi abuelo. Por eso su espíritu era oscuro, por el peso de sus pecados y consciencia. También se nos dijo de la existencia de una esencia que había tocado las armas dejando su espíritu en ellas, sin razón aparente, solo el clamor de Shaku en una noche fría. Por un mundo diferente, por los deseos de su corazón. Para impregnar su naturaleza en ellas, que le traerían gloria en su avaricia.
«Una, que luego de lo que vio, desapareció. Ese día, durante la reunión, nos mostró cómo funcionaban con los rayos de la luna, e incluso del sol. Esas armas veían a través de ti y te llevaban a un mundo donde perecerías cada segundo la peor de tus pesadillas. Vi a mi padre sufrir por un momento cuando se ofreció a probar lo que decía el forjador. Sus peores miedos jugaron con su mente durante la noche, haciéndolo gritar y convulsionarse constantemente, incluso con el solo hecho de mirarlas. Y, en el día, solo bastaba una palabra de Shaku para que éstas actuaran.»
Ese relato era totalmente absurdo. Tanto se había hablado de las espadas y su poder que nunca imaginó que esto pasaría, pero algo dentro de ella le decía que no era todo.
—Si él decía una palabra, las personas que vieran las espadas durante el día morirían por esa orden y los que se negaran lo harían por su filo. —Pausó el hombre. Posiblemente ya le estaba diciendo de más, pero necesitaba hacerlo antes de que su misión culminara—. Aire… —continuó con voz baja. Recordando como su padre se había ofrecido, a pesar de oponerse a su insistencia. Lo había hecho para probar la veracidad de la profecía y para ayudar a sellarlas si esto era realidad—… aire, eso dijo Shaku. Y a los instantes mi padre cayó en el piso forcejeando para respirar. Shaku y yo intentamos pararlas, pero estas no se detuvieron hasta cobrar esa vida.
¿Qué? No lo podía creer. Kaoru sintió un dolor en su pecho. Una corazonada que le decía que lo que escuchaba era verdadero. Esa conversación no era como las pasadas en las que él se burlaba y hablaba ridiculeces para enfurecerlos. En ella, podía ver su verdadero ser. Incluso podía escuchar lo difícil que era hablarlo. Sus cambios de fonación, desde el inicio con fuerza, hasta ese punto bajo.
—Dejé ir a Shaku sabiendo que no había sido su culpa. Pero no sin antes hacerme prometerle que, cuando creciera, cuidaría de las espadas si sus pequeños hijos fallaban. También me contó de lo que había en ellas. Un demonio escondido que buscaba liberarse a través de catástrofes en la humanidad. Posiblemente poseer a alguien que fuera el indicado. Pero para eso, debía existir una persona que pudiera contrarrestar su deseo. Otro lado: la bondad si ese era oscuridad. Pues la profecía habla de una esencia que se volvería humana y de cómo éste gobernaría en oscuridad. Jugando con nuestros miedos, matándonos con ellos y arrastrándonos a horas de sufrimiento en vida. Traería el infierno a la tierra, y así se divertiría.
La miró fijamente. Se había puesto pálida. Pensó parar o terminar, pero las horas ya estaban contadas. Ambos tenían que estar en el campo de batalla para terminar con todo de una vez. Entonces, ella liberaría a Battousai y en su forma también sería libre. Mientras, él tomaría las espadas que siempre le correspondieron, a pesar de que Gentatsu también reclamara lo mismo, tan solo por ser descendiente de Shaku.
—Resumiendo… —Le ofreció un poco de agua para que se tranquilizara, pues había perdido su color—. Shaku fue a la montaña, justo donde los sacerdotes que servían a mi padre estaban. Ahí le dieron buenas noticias, ayudándolo a descubrir varias formas de apaciguar el espíritu de las espadas. Mi ayuda fue requerida. Pues los elementos debían ser los mismos, la calidad por igual, pero la esencia debía cambiar. Por eso, al ser yo un niño que nunca había matado a nadie, usaron un poco de mi sangre en los materiales, al ser mi padre el legítimo dueño del otro set. Y así, éstas fueron consagras por varias noches.
El hombre continuó.
«Pero, después, por lo que sé, la profecía no se detuvo. Los sentimientos humanos negativos que danzaban alrededor de ellas, las alimentaban cada día. Por eso es separaron, y en la profecía tal y como estaba escrito, se les dieron a un empuñador, cuando el protector falló. Su espíritu no era noble y así su futuro fue dado a Nori Arai. Supuestamente protector y empuñador. A cierta edad, esa mujer desapareció con las espadas y yo le perdí el rastro. Muchos años me dedique a buscarlas, siendo yo el que originó algo que se le llamó: la caza de las espadas.»
«Pronto, varias naciones están en su búsqueda, pero no me importó. Me sentía con la ventaja al saber lo que hacían y su historia; entendía que era el único que podría ayudar a Nori Arai, al ser yo el hombre que dio de su sangre para completar el sello que las calmó. »
Kaoru frunció el ceño. Si eso era cierto, y hacia cuentas… ese hombre ya debería ser muy pero muy viejo, si sabía tanto de las espadas y sus orígenes. Pero entonces ¿por qué se movía con agilidad? Incluso había tenido la oportunidad de ver sus manos y parecían lisas y suaves como las de un joven de su edad. ¿Por qué? Eso no lo entendía y la obligaba a sospechar que algo no era correcto en su historia.
—Entonces, ¿por qué aún sigues vivo? No es que sea grosera —Rio Kaoru exponiendo sus verdaderos deseos—. Pero ya deberías de estar muerto. Te estas tardando.
El hombre rio, mas no se ofendió. Solo continuó con su relato como si ella no hubiera opinado.
—Después de encontrar a Nori Arai, fui herido con la única espada blanca que Nori tenía en su poder —La observó abrir sus ojos en realización—. Así es Kaoru, esa espada que cargas es la única espada blanca que Arai mantuvo con ella, las demás fueron selladas en otro lugar por el rey Oscuro. Pero regresando a nuestro relato… A ciencia cierta, debería estar muerto, sin embargo, no lo estoy, porque tu profecía tuvo una falla y esa maldita piedra Le'Seleore no hizo su trabajo. Nori Arai jamás fue ambos, protector y empuñador, aunque vivió creyéndolo. No fue hasta su muerte que nos dimos cuenta de su error, uno que me costó perder las únicas dos cosas que me importaban.
Lo vio empuñar sus manos con coraje. Definitivamente nunca lo había visto hablando con tal seriedad o intensidad. Ya no sabía si sentir pena u odio por él.
—Y lo único que pude conservar se deslizó de mis manos gracias a la misma maldición que quedo en mí. —rio con ironía—. Lo peor es que incluso tiene que llevar la misma carga que me marcó en soledad. Por mi parte, Le'Seleore y la profecía, solo me ha tirado a la eterna soledad por ese maldito vinculo y por elegirme el empuñador sin saberlo —pausó quería mirarla bien a los ojos para decirle—. Por dar mi sangre a las espadas blancas y no a Le'Seleore. Me quitaron la mitad de mí, dejándome como un ser ruin en vida sin amar lo que era mío, mirando a lo lejos lo que alguna vez me importó, sin sentir nada. Incluso cuando Nori murió en vano y sin saberlo todo.
«No puede haber dos empuñadores en el mismo tiempo, y el protector se vuelve el corazón de éste, se convierte en lo más puro que el elegido guarda…. Por eso esta maldición me dejó vivir hasta que la profecía por fin termine y por esa razón necesito las espadas. Dentro de ellas esta una de las dos cosas que más quiero y que perdí ese día que fui herido… lo único bueno de mí. Si lo recupero podré obtener nuevamente lo que más ame. Aunque tenga que enfrentarme a sangre de mi Sangre. Deseo liberar la sangre del rey.»
Está bien. Supuestamente ese hombre buscaba lo que había dentro de las armas, pero él mismo había dicho que se encontraba la esencia de un demonio. Lo cual explicaba lo que le había pasado al rey Oscuro aquella vez, cuando regresaban a su palacio. Las mismas voces de las que este sujeto hablaba, ese día las había escuchado junto con Seta, incluso las mismas sombras negras que describió las atestiguó. Esa atmosfera tenebrosa reinó en esos momentos, incluso cuando todo se disipó y recuperaron al rey. Había visto sus condiciones y lo que hacía, y ese sujeto ni siquiera tenía idea. Todo concordaba.
Por otro lado, con lo que hablaba sobre sus sentimientos perdidos y su identidad en el pasado, leves sospechas se iban formando. Solo faltaba escucharlo un tanto más y sumaría piezas a su favor, como, por ejemplo: su interés por ella y… Nori Arai.
—Durante mi búsqueda de venganza contra un rey que me arrebato todo, conocí a varias personas en el camino. Algunos hablaban de lo desagradable que era lo que alguna vez amé; no los maté, pero aprendí a ocultarme si quería saber más. Pues, aunque no sintiera nada, me sentía atraído por las cosas negativas. Posible efecto de lo que ya te conté. Poco a poco construí mis planes, y dejé atrás parte de mi pasado, incluso lo que amaba ya no me interesaba…En el transcurso conocí al nieto de Shaku quien había quedado huérfano por igual.
¿Por igual? Kaoru frunció el ceño y lo detuvo un momento.
—Dijiste que las espadas habían dejado en ti una maldición —repitió escéptica—, pero nunca dijiste qué fue lo que te pasó y por qué sigues vivo. ¿Y Qué es aquello que amaste? —Y si lo entendía bien aún lo seguía amando sin aceptarlo o sentirlo, y era la razón por la que peleaba: trataba de recuperar su propia esencia, para poder amar lo que ya no era capaz. Eso sin contar aquello de las espadas.
—Eso… —lo dijo sentándose frente a ella para acariciarle el mentón—, mi hermosa Kaoru, lo entenderás cuando me des la espada y cumplamos ambas partes del trato. Por ahora solo confórmate con mi historia, que después de todo esto jamás me volverás a ver. —Se inclinó para quedar cerca de su rostro de una forma provocativa—. Solo recuerda que en la profecía se dice algo sobre: «la eternidad y hasta que su magia perezca». Ahí tienes que preguntarte: ¿El ser humano posee algo eterno y con magia?... También habla de un portador y un protector… una dualidad que debe fluir por la pureza de los corazones, dos líneas de sangre en Le'Seleore. Dos, siempre dos. ¿Entonces… Nori Arai rompió la profecía?
Gruñó molesta. Si tan solo le hubiera contestado podría tener una pista o sus sospechas hubiesen cobrado más poder. Por solo le quedaba suponer locas ideas. Como, por ejemplo: qué era lo que había hecho Nori Arai. Él y también Kenshin habían dicho que ella murió pensando ser ambas dualidades, y en la profecía siempre se necesitaban de dos. Si ser protector no se gana por derecho sino por elección del estado más puro del portador, entonces, eso significaba que…
—En fin —Retrocedió él para tomar aire y continuar—. Gentatsu, ese es el nombre del nieto de Shaku. Su historia es muy sencilla. Su padre, supuestamente, debió ser el protector de las espadas, pero por la naturaleza de su ambición y sus pecados desde niño, fue descartado. Así que Nori Arai tuvo ambos puestos, o eso pensó. Sin saberlo, era la más poderosa, pues portaba las espadas y no habida nadie con quien compartirlas. El padre de Gentatsu nunca peleó por su derecho más guardó resentimiento, pasándoselo así a su hijo con sus anécdotas llenas de odio. Con el tiempo su hijo siempre lo tachó como un cobarde por no encarar a Nori, pero ya era tarde.
«Gentatsu creció deseándolas y vengarse de su tía. Su ambición solo revoloteaba sobre eso: coraje y celos. Algo parecido como lo que le pasó a Misao. Pero, pronto, cuando lo tuve en la mira e investigue su vida, supe que bajo las condiciones de las espadas y según los pergaminos de Nori, tampoco sería el candidato indicado para portarlas porque ya había matado, y sus pecados estaban muy afianzados en su corazón, en comparación a mí. A pesar de ser un hombre con basto poder, nunca tuve la necesidad de matar. He dado órdenes infinitas, pero nunca me he manchado las manos.
Sí, claro. Kaoru rodó los ojos, ignorando el papel de Gentatsu por el momento. Ella lo había visto cometer actos atroces, sin contar lo que seguramente no había alcanzado a verle hacer. Sin embargo, tenía que reconocer que lo que ese sujeto decía era correcto: nunca lo había visto matar.
—Por eso, ser 'hermano' o jugar a ser el mismo Gentatsu fue lo ideal para mí. Terminaría sabiendo más de la profecía a través de él. Tener la misma identidad también serviría para que ambos alcanzáramos nuestros planes. Fácil… tan fácil. Él había vivido con Hiko en el reino Celeste y luego se volvió soldado del reino Oscuro; sabía cosas que yo no, incluso Hiko conocía cosas que ambos no. Llegar a él a través de Gentatsu, fue tarea fácil. Después lo demás fue 'pan comido'. Saber sobre Shinta II, a través de Tokio, también lo fue.
Kaoru lo miró confundida. Se había perdido con la conexión de un Shinta II y Tokio, pero ahí podía ver otra pista.
—Ah, claro… —El encapuchado se echó a reír por su 'indiscreción'—. No sé cómo es que tú le llames. Después de todo renunció a su nombre cuando sus padres murieron, cuando se dio a la sangre y la muerte. Pero ambos lo conocemos como el más ruin —dramatizó en sus adjetivos—, el sanguinario y majestuoso rey Oscuro —Elevó sus manos dándole honra—. Sí algo así, creo que lo llamas: Kenshin. Bueno eso es todo lo que puedo decirte. Se terminó el cuento así que vayamos a ver si ya pusieron huevos las gallinas, ¡shu, shu!
Kaoru hizo fuerza para no ser obligada a caminar más. Había conocido su historia y tenía corazonadas de quién era ese hombre tras la máscara. Pero necesitaba más información, además de la piedra Le'Seleore. Porque también, durante el relato de su venganza no hizo más que enumerar varios hechos que solo la llevaban a una conclusión, pero que al final solo terminaría hiriendo al ser que estaba segura ambos, ella y él, amaban con toda el alma.
—Dame la piedra Le'Seleore —Le volvió a pedir para ganar tiempo, necesitaba hacer recuento de todo lo que le había visto hacer y decir—. Tu verdadera venganza nunca ha sido contra el rey —Se dio cuenta mirándolo sorprendida—, en realidad no estoy segura si en verdad quieres herirlo.
Él sonrió y la soltó del brazo, quedándose parado a su lado, mientras la capucha roja que usaba volaba con el viento que entraba a su casa de campaña.
—Sé que ya me amas, Kaoru hermosa —se bofó él rascándose la barbilla—. Pero no sé por qué tu ingenua cabecita piensa esas ridiculeces.
—No lo son —Kaoru se animó a acercarse de forma desafiante, aunque aún seguía sorprendida de su hallazgo. Entonces elevó su mano tocando con la yema de los dedos la tela que cubría el rostro de ese hombre, pero se detuvo cuando su fuerte mano la obligó a parar—. Siempre que le enfrentas huyes, a pesar de que tal vez posean la misma calidad en habilidades, lo que puedo explicar por Hiko. Has tenido la oportunidad de herirlo, matarlo y nunca lo has hecho, y lo mismo él. Sin embargo… la inmunidad del rey Oscuro me pregunto si es la misma que la mía —Se corrigió, sabia la respuesta—…Misao o el reino Celeste. Porque ante mis ojos has hecho más cosas para destruir ese reino, que aquel que llamaste Shinta II. Todo lo que has querido, además de las espadas es a mi familia, a mí y al reino Celeste.
Ah… Kaoru nunca fallaba en sorprenderle. Eran tan astuta, y persuasiva. Lo había guiado a un laberinto dentro de su historia, con expresiones, con preguntas e incluso con tan solo escucharlo… y solo para poner atención en palabras claves. Si ella se daba cuenta de quién era él, simplemente era porque él se había rendido ante ella. Algo parecido encontró en su persona y el famoso rey Oscuro.
Fascinado con su descubrimiento haló algunas de sus vendas hacia abajo dejando ver parte de su mentón y sus labios, entonces, se inclinó sorpresivamente. Besándola de forma fugaz. Un recuerdo que se llevaría para siempre y después de la guerra. Solo daba gracias a los cielos que no sentía ni una pizca de remordimiento ni consideración en ese momento por tomarla. Ni siquiera simpatía, y todo gracias a Nori Arai. En Kaoru solo encontraba atracción, mas no se comparaba a aquel amor que guardaban las espadas. Aquello que lo unía a lo único que lo mantenía con vida… y que por fin podría acabar con ella.
Kaoru lo empujó, limpió sus labios rápidamente con repulsión, y, entonces, su mano se plantó con fuerza y rencor contra la mejilla de ese hombre. Al alejarse se dio cuenta de lo que había hecho, pero no había vuelta atrás. No se dejaría empujar más por un bastardo sin corazón, sin importar quien fuera. Se defendería si tenía que enfrentársele.
—Eres muy persuasiva… —Ladeó su rostro burlándose— pero jamás te cederé una victoria. Menos a estas alturas. He perdido tanto, así como tú, así como él. —La miró sobre el hombro al distanciarse—. Siempre hemos sido Cuatro reyes rotos dentro de una maldición —Levantó la tela para marcharse—. Pero no te equivoques, Kaoru. Gentatsu me ayudó a distraer, pero la mente maestra soy yo. A ti, ese idiota, te trató bien porque eres la sobrina de Hiko y el amor de su vida, pero a mí no me importas. Es diferente lo que quiero hacer contigo que lo que las espadas y yo deseamos para Battousai.
Kaoru se quedó ahí parada. No podía ir tras él y rogarle por la piedra. No cuando ya sabía el valor que poseía en sus manos. Lo único que podía hacer en ese momento era utilizar su locación y encontrar algo que pudiera demostrar su identidad. Megumi era la única salida, y, entonces, si podía amenazarlo con eso y daba el efecto que deseaba podrían terminar haciendo un trato.
Apresurada, revolvió todos los documentos en esa de tienda de acampar. Solo se hablaba de estrategias que gustosamente dobló entre su vestido por si eran necesarias en un futuro. En estos papeles se describían los movimientos de Saito e incluso las búsquedas que había distraído al ausente de Shishio. Era una lista los movimientos de cada nación, y, se maravilló de ver cada paso sumamente organizado; pero también su corazón pesaba cada vez más al darse cuenta cuánta gente estaba realmente involucrada con la caída del rey Oscuro.
No solamente eran los hombres que había visto en la casa de Tsubame, sino la mayoría de las naciones estaban volviéndose en su contra por la motivación del poder y sus ambiciones. Si adivinaba acertadamente hasta ese punto, el hombre bajo la capucha ya veía a toda esa gente irrelevante. Pues con la importancia que tenía Le'Seleore y las espadas esa absurda alianza al final no le serviría de nada.
Se quedó quieta y encontró, sobre los papeles, una mano blanca que apuntaba a ciertos documentos. Temerosa, alzó la mirada para ver al hombre que había llegado hasta ese lugar. La habían descubierto.
—Aquí, esto te dirá exactamente lo que él quiere y desea hacer —Akira acarició la hoja suavemente estaba tratando de mostrarle el camino—. Su objetivo final es la espada del rey Oscuro y la sangre de la reina de Luz. La piedra es importante, pero no le servirá de nada si no la usa la nueva protectora, no obstante, la usará para engañarte; con ella en sus manos sabe que Battousai obedecerá sin tener que pelear. Solo necesita un lazo de sangre de la reina de Luz sobre la espada y Le'Seleore.
No entendía por qué ese hombre había aparecido ahí y los motivos que tenía para ayudarla, o si es que genuinamente se trataba de ésta. Pero no era momento de dudar, necesitaba arriesgarse. Sus planes habían cambiado con el lazo de sangre en la piedra, pero no eran tan diferentes como al principio. Y si no se equivocaba, las espadas también debían estar en esa tienda.
—Pero me han dicho que Le'Seleore es solo un contenedor que purifica a las espadas y sella esos lazos de sangre. Entonces, si me han dicho la verdad después la querrá de todas formas —Sobre todo cuando ya tenía el lazo de sangre de Kenshin ahí. Pero era obvio que no se los diría.
—Lo es, Kaoru. —El hombre extendió un viejo pergamino que había guardado bajo su gabardina y lo leyó para ella—, según la historia de Nori Arai, ella debía ser ambos portador y protector. Pero para que esta funcione necesita de dos personas. Así como los hijos de Shaku.
—Sí, eso lo escuché —Quería acelerar las cosas, y solo necesitaba escuchar nueva información.
Akira asintió, al parecer su explicación sería más fácil de lo que pensó.
—Nunca he visto el rostro de este hombre, y lo único que sé es que se trata del hijo del dueño original: un antiguo rey. El dueño original debió ser el portador y su hijo el protector. Así fue diseñado, porque se suponía sería una herencia. Ambos tenían un vínculo inquebrantable, que se mantuvo a pesar de que su padre murió. Por el amor que ambos se tenían. Así como el vínculo entre la reina de Luz y el rey Oscuro… que seguramente trascendió de alguna forma. Como el tuyo y de nuevo el rey Oscuro. Todo está conectado, Kaoru.
Ella no supo qué decir. Era extraño hablar sobre vínculos y cosas que no entendía a plenitud. Pero podía tocar los puntos básicos sobre los sentimientos que ambos debían tenerse. Al igual que ese hombre tuvo un vínculo con su padre, a pesar de que este hubiese partido, así lo tenía el rey con el recuerdo de su madre, ambos, ella y Kenshin. Pues tan grande era su amor que… esperen.
Sorprendida abrió más los ojos al darse cuenta de algo.
Si el vínculo podía trascender y el hombre no terminaba la profecía como dijo que lo haría…entonces… Agachó la cabeza mirando su vientre.
¿Qué pasaría entre ellos?
—Mi señor, nuestro jefe nos informa que los soldados partirán al campo de batalla —Los interrumpió otro soldado al entrar libremente a la tienda de campaña, extendiéndole la orden de partida—. Nuestros hombres que están ahí nos han dicho que los lados enemigos también están llegando.
—Está bien, iré en un momento —aseguró Akira con una sonrisa que la descolocó, pues desde que había llegado a su lado juró solo ver tristeza y rencor—. Puedes retirarte.
El soldado obedeció y desapareció junto a un grupo que iba pasando en las afueras. Todos estaban abandonando ese lugar, lo cual significaba que todos los refuerzos eran necesarios.
—Esto es lo último que te diré, Kaoru, después de esto estarás sola y no tendrás a dónde correr —añadió Akira, ajustando un paquete con varios pergaminos los más rápido que pudo—. Tendrás que ser fuerte, este hombre conoció a Nori Arai, no por casualidad, sino por causas del destino. Y…
—Se enamoró… —completó Kaoru con rostro pálido. Al fin todas las piezas de su rompecabezas se estaban formando. Y nada hubiera sido posible sin que hubiese mirado a su vientre en esos momentos—… por eso su vínculo con Nori Arai y …
Akira tragó con fuerza. Si la estaba ayudando era solo por el recuerdo de Tomoe. Por la culpabilidad que le hacía sentir cada vez que conmemoraba sus palabras. Sin embargo, a ese hombre no era al que realmente servía, sino a Shishio, quien tenía sus propios planes en marcha. Así que no se tocaría el corazón y tampoco honraría su promesa de lealtad. No hasta que en el futuro el rey Oscuro tuviera que verse la cara con su jefe Shishio. Hasta ese entonces, y si sobrevivían, vería a Kaoru como su enemiga.
—Los caballeros blancos están aquí, según los registros recolectados todos estos años, son los soldados más poderosos del reino Oscuro —le explicó Akira con prisa, mientras seguía metiendo varias cosas en el morral de Kaoru—. Todos estos pergaminos te servirán; tendrás que ir a la guerra, así como lo prometiste, pero… te defenderé a lo lejos. No permitiré que te hagan nada si está en mis manos, así como el rey Oscuro tampoco lo permitirá. Esta es tu oportunidad de acabar con esto, si lo has escuchado bien creo que ya sabes qué hacer. —Se detuvo y la sostuvo del rostro con fuerza. Sus manos estaban temblando—. Solo recuerda que estos soldados no obedecerán a nadie que no sea el rey Oscuro. Y la clave está en los antiguos reyes, así como él lo dijo.
Kaoru asintió, obviamente los había escuchado y hasta ese momento había atado cabos, así como ella. —¿Cómo acabo con la profecía? —Aunque esas palabras eran abrumadoras, sabía que ahora más que nunca debía terminar con ella.
—No lo sé, la respuesta la tiene este hombre y la hoja de las espadas santas que el rey Oscuro selló. Pero lamentablemente nadie sabe su locación y él no lo dirá. Así que por ahora solo el niño Seta es el único que puede ayudar —Le dio el morral y la haló de la mano. Ya era tiempo de que también ellos partieran—. Liberé a Megumi y a Misao antes de venir aquí. Como están las cosas no creo que él se dé cuenta o si quiera le interese. Y… Kaoru… si las cosas se te dificultan, usa a los caballeros blancos y huye. Salva a tu hijo… y déjale todo a él.
II
A lo lejos, Tokio observó llegar a cada grupo que conformaba a los caballeros blancos. Sus uniformes eran del color que indicaba su nombre. Su porte era distinguible al de un soldado común. Y aunque usaban largas túnicas que cubrían sus cuerpos, aun podía ver sus expresiones reservadas, así como sus manos que sostenían sus armas.
De tan solo verlos, se le erizaba la piel y era obligada a mirar hacia otro lado. Miró un papel doblado en su mano rápidamente y volvió a empuñarlo. Eran las indicaciones de la contraparte del rey. Supuestamente él, sus objetivos habían cambiado recientemente conforme algunas adquisiciones que habían llegado a sus manos. Así que ya no había motivo para que ella siguiera ahí. Las espadas ya estaban en sus manos y Kaoru le serviría sin opción. Battousai terminaría con la batalla pronto y entonces, todo acabaría.
Agachó su mirada mientras arreglaba su larga capucha contra su rostro y ajustaba el saco en su espalda. Si era momento de partir, al menos quería hacerlo despidiéndose de quien de verdad fue el amor de su vida. Pues estaba segura que todas sus acciones serían malinterpretadas una vez que la contraparte del rey revelara su identidad. Todos, no, Battousai, pensaría que ella era la mala del cuento y terminaría por odiarla aún más. Y a pesar de que estaba dispuesta a vivir con ello, al menos quería irse dejándole saber que todo lo había hecho por él.
Desde su actuación de falso fallecimiento, para ayudar a su contraparte a recuperar las espadas y vengarse de aquellos que acabaron con su inocencia, hasta su cooperación cuando este hombre le prometió que si él se volvía, el elegido Battousai quedaría libre de su profecía. Lo había hecho todo para que el pudiera ser un hombre sin maldiciones. Y aunque había dado mucho a cambio, debía aceptar que en el camino sus metas se vieron borrosas en algún punto. Pues vivir de forma renegada, peligrosa y falsa había cobrado con los mejores valores que poseyó. Por ende, ya no era la misma, tenía deseos carnales más peligrosos que se veían reflejados al entregarse una y otra vez al que siempre vio como un enemigo del rey.
Ser su aliada la había arrojado a sus brazos con un amor ausente, mientras su apariencia, solo jugaba con la ilusión y silueta de un rey que sabía jamás podría poseer. Sobre todo, cuando supo de Kaoru, de la exclusividad que se le estaba dando públicamente. Supo que había sido desechada por alguien mejor, consiguiendo así lo que el rey jamás sintió después de la muerte de sus padres.
Comprendió, al escuchar sobre la reina, la prioridad que ésta tendría y las preferencias que habría si ella aparecía. Aun así, sabiéndolo, quiso volver. Luchar por lo que una vez sintió como suyo, aun cuando juró sería la única en todo el reino, en toda su vida, que estaría más cerca de él. En el transcurso quiso borrar su traición, que al final solo fue hecha con tal de ayudarle, aunque no lo supiera. Quiso regresar el tiempo y cambiar su huida. Que en lugar de irse pensando que de esa forma lo ayudaría, se quedara para no volver a dejarlo solo. Para no decepcionarlo como lo hizo.
Pero ya era tarde. Su alianza con ese hombre era más profunda, que incluso, aquellos sentimientos que tuvo. Ahora, estaba confundida, no sabía si estaba enamorada de Battousai o de este hombre que veía como su primer rey. Y aunque se podría decir que era su mujer, también podía decir que era solo su herramienta.
—¿Dónde irás? —preguntó Aoshi quien había llegado a su lado. Al conocerla en el castillo Oscuro y descubrirla con mensajes del encapuchado hacia algunos días, se hizo pasar por alguien que escapaba del rey y la había convencido de confiar, aunque fuese un poco en él. Desde ese momento ambos habían compartido un poco, aunque los chantajes y amenazas para que cooperara con él habían sido sublimes, pero bien receptados.
Ella resopló arrugando el papel en su mano. Aoshi la había descubierto con información vital del hombre al que aún no le veía el rostro. Si bien en el momento le hubieses sido muy fácil acabar con él, para que no se propagara la información, prefirió dejarlo con vida cuando hubo acuerdos de intercambio. Él la ayudaría como su cómplice y crearía distracciones en su ausencia. Así, cuando ella volviera, el rey Oscuro la recibiría como si nada hubiera ocurrido. Pero, aunque quería creer en la buena voluntad de Shinomori, la verdad era que también le daba curiosidad sobre sus verdaderas intenciones.
Pues, aunque él no lo sabía, ella estaba consciente de que él había tenido mucho que ver con la caída del reino de Kaoru. Pues, si estaba enterada, era porque siempre trabajó de la mano con el sujeto que le ayudó, el protector misterioso de las espadas. Por eso sabía todos los pecados de Aoshi, desde su traición a Kaoru, hasta su lazo que siempre quiso ocultar. Desde lo que le dijo al rey Oscuro para que la guerra se desatara, hasta en lo que siempre le mintió a Kaoru.
Shinomori no tenía poder sobre ella como lo pensaba, solo lo estaba dejando pensar de esa manera para su conveniencia.
—Con Shishio —contestó ella honestamente. Tenía la sospecha de que Shinomori en realidad solo quería obtener información y como aún estaba confundida tendría la nobleza de dejarle detalles como regalo al rey Oscuro, antes de su partida—, aparentemente tiene varias pistas colectadas sobre las espadas blancas. Lo que no sabe es sobre la piedra Le'Seleore y que ahora está en manos de la contraparte del rey. Así que iré a investigar y a ayudar un poco. Si encuentra las espadas blancas será muy poco lo que podamos hacer.
—¿Sabes quién es la contraparte del rey, no es cierto? —preguntó Aoshi cruzándose de brazos.
—Cuando era joven me enteré por equivocación, lo confundí con alguien que era importante para mí y caí en sus manos. Sin embargo, no soy la única que lo sabe. Megumi lo supo recientemente cuando fue a visitar a Sayo, la soldado que terminó seriamente enferma, la hermana de Sanosuke Sagara, el informante secreto y espía del rey Oscuro. E incluso el mismo rey parece saber quién es ese hombre.
Shinomori alzó una ceja sorprendido. De verdad esa mujer estaba loca, pero eso no significaba que no tenía la razón o que estaba mintiendo. Ella guardaba muchos secretos, lo que le hizo pensar por un momento estaba tratando de persuadirlo en una dirección equivocada. No cuando todo estaba por culminar.
—Pero bueno, creo que todo ha sido planeado hasta este punto —añadió Tokio echándose a caminar—, ambos sabían que no podían matarse. Tenían que darse la cara hasta este momento, no antes, no después. Todo fue calculado y así utilizaron a todos para que fuera. —Se detuvo solo un momento—. Presiento lo que hará mi rey por esa reina. Sé que Tsubame trabajaba para él y que le informó del acuerdo entre Kaoru y su contraparte… Pero no funcionará.
Por haber estado con ella, había escuchado ciertas cosas al igual que de las conexiones de Enishi Yukishiro, pero ella lo había dicho tan segura que le causó más intriga. Así que interesado dio un paso más para alcanzarla.
—¿Por qué piensas que los planes del rey no funcionaran? Kaoru solo quiere todo lo que le corresponde al rey, ese fue el acuerdo. El rey peleará para que no sea así, y seguro ya tiene una forma para convencerla de que se quede de su lado —repeló con certeza. No quería apelar a favor del rey, pero era lo más lógico que pasaría. El gobernante trataría de convencer a Kaoru o la llevaría de su lado a la fuerza como la última vez antes que enfrentarla y herirla—. Aunque ella sea necia y no quiera perdonarlo.
Ah, lo olvidaba. Olvidaba que estaba hablando con un hombre al que le había ido mal en el amor. Sonrió y emprendió nuevamente su camino—. Olvídalo, tal vez sea yo quien no sepa de lo que está hablando. Al final se hará como tú dices. Battousai irá al campo de batalla y tu reina morirá. —rio, pero aun así no disminuyó su paso—. Solo cuida a mi hermano cuando todo esto ocurra… y cuéntale a la tuya la verdad ahora que te necesita.
Aoshi se quedó estático. Era imposible que alguien más lo supiera más que solo un par de personas cuyos nombres eran contados. Nervioso, ladeó el rostro buscado sus kodachis nuevas, tratando de disipar las ganas que tenía de correr hacia ella y exigirle explicaciones. Pero no podía, el tiempo seguía corriendo y para esa hora todos ya estaban en el campo de batalla, incluyendo a Kaoru.
III
Sus ojos dorados recorrieron las largas filas de sus soldados. Desde abajo, podía verlos desfilar de manera perfecta y majestuosa, tan respetables e imponentes con tan solo una ojeada. Desde su lugar, se cruzó de brazos y se dedicó a contemplar cada detalle de sus armaduras, las negras del ejército Oscuro y las blancas de sus caballeros blancos. También, estudió el porte de cada uno, las armas que usaban y el equipamiento de cada uno. Quería estar seguro que en el campo de batalla hubiera menos posibilidades de pérdidas y más ventaja de salir vivo. Así como también, su revisión era tan solo un pasatiempo.
Carraspeó y desvió la mirada hacia más adelante, justo donde ya estaban los soldados enemigos esperando. Casi nunca rememoraba el pasado, lo pensaba como una pérdida de tiempo y masoquismo. Y a pesar de que lo había hecho recientemente con Kaoru, era muy diferente a hacerlo con lo vivido con sus padres. Ese seguía siendo un dolor latente que era muy difícil de apaciguar.
Sin embargo, esos momentos en los que se detenía a mirar la marcha de sus hombres, lo llevaban a una vida que no quería atraer en ese presente. Como por ejemplo, en el pasado, como cuando era niño, se dedicaba a observar a los soldados de la mano de su padre. No era secreto para ninguno de los antiguos reyes, que él admiraba a esos hombres. Desde la apariencia de sus uniformes hasta el valor que demostraban cada vez que volvían a casa. Para él, ellos eran hombres sin igual, merecían los más altos honores y condecoraciones. No solo por luchar y «acabar con el mal» como su padre lo decía, sino por el hecho de dejar a sus familias con tal de proteger el lugar donde vivían.
Pues desde ese entonces, la guerra de las espadas se había desatado, arrastrando en ese conflicto a varias naciones. No obstante, todo fue rápidamente controlado por su padre…
Su padre…
Agachó el rostro dando media vuelta cuando el último grupo terminó de pasar. En voz baja no pudo más que maldecirse por el tipo de sentimentalismo y nostalgia al que se había entregado en esos momentos. Porque de todos los días, de todas las horas, tenía que ser ese momento en el que tenía que recordarlos. Abrir heridas emocionales que lo descolocaban de vez en cuando. Suspiró, empuñando las manos cuando llegó a su caballo hasta subir. No dejaría que uno de lo que había sido uno de sus puntos débiles saliera a flote en esos instantes, no cuando desde hace tiempo había trabajado tanto para volverlo su fuerza. Una que le había servido al encontrar a Kaoru.
—¡Espere, mi rey!
La voz de Sanosuke Sagara llamó su atención, impidiendo que siguiera el trote de su caballo. Admirado de que ese hombre siguiera con vida bajó nuevamente, solo para cerciorarse de que nadie los escuchara. Pues a pesar de sus riñas en el pasado, Sagara era uno de los pocos que había sabido hacer bien su trabajo.
—Dime, qué has averiguado… —preguntó apresurándose a introducirse entre los árboles del bosque. No podían alejarse más, pero la información de ese hombre era crucial.
—Shishio está en busca de las espadas blancas, es por eso que no está participando en esta guerra. Al parecer todo esto es una distracción. Bueno, para Saito, Gentatsu y ese hombre no lo es. Pero para Makoto es un evento que lo está favoreciendo. Mientras ellos están luchando con usted, él está ganando tiempo y ventaja sobre el terreno de las armas sagradas… y estoy seguro que su contraparte, ni su primo, sabe de ello.
Y así era. Ni el dueño original que se ocultaba, sabía sobre los intereses de Shishio al pensar que todo se solucionaba con el apoyo de Akira. Y mientras ellos estuvieron pendientes solo de esta guerra, él había estado ocupado por igual de Shishio y sus hombres. Resguardando los lugares claves que había elegido para ocultar las espadas que hasta ese día nadie había visto ni tocado. Por ende, sentía una ligera ventaja en cuanto a los demás, y después de esta guerra, si lograban salir vivíos entonces tendría que ocuparse de él.
Kenshin llegó hasta donde estaba el muchacho, con fuerza lo sujetó del hombro atrayéndolo hacia él para que nadie escuchara. Entonces le susurró lo más claro que pudo—. No importa como termine esta guerra, te he visto cerca de Kaoru…
La piel se le erizó. Aunque nunca le había temido a ese rey, al estar tan cerca y ser sujetado con tal fuerza lo hizo amedrentarse en secreto. Presentía que la amenaza que venía sería una de las peores que le habría escuchado. Así que cerró los ojos esperando el aviso de muerte por su imprudencia.
—Así que por favor… cuídala.
¡¿Qué?! Sanosuke dio un paso hacia atrás, sus ojos se habían abierto de sorpresa. Se había imaginado miles de cosas, mas no esa petición.
—Pero… —¿Por qué la dejaba en sus manos? Por qué si él estaba ahí presente luchando por ella. Si ella se decía su enemiga…—. No podré hacer nada contra ese hombre sin su permiso —Agachó el rostro. El, junto a Yahiko y Seta Soujiro eran uno de los pocos a los que le había contado sus verdaderas sospechas sobre la identidad de ese sujeto. Ni siquiera en Misao había confiado—… no poder. —repitió titubeando.
Jamás se subestimaría y no lo estaba haciendo. El simple hecho de que estaba hablando la verdad era por lo que ese hombre significaba para el rey, aunque en esos momentos era otro bastardo que le estuviera complicando la existencia.
—Cuando era pequeño amé a mi madre y a mi padre como a ninguna otro ser. La reina de Luz me mostró varias cosas de la profecía, no obstante, nunca dejó de ponerme atención. Estuvo conmigo durante mis horas de juego y las de estudio, mis lágrimas y risas, mis berrinches y mis sonrisas; me amó hasta el momento de su muerte. Mientras que mi padre, me enseñó todo lo que no soy. Como ser un caballero, los modales en la mesa y el respeto hacia los demás. Me mostró a honrar el esfuerzo de otras personas y cómo ser humilde, aunque en mi cabeza descanse una corona.
Battousai se acercó a ese sujeto extendiéndole su katana plateada, dejando consigo la espada que era de su padre junto a la dorada. No confiaba en nadie más en esos momentos. Aoshi no había demostrado ser mejor, a pesar de su relación con Kaoru, así como Enishi. Yahiko sabía ya lo que tenía que hacer en caso de que salieran mal las cosas, y Misao… bueno, a pesar de su lazo sanguíneo, tampoco la veía ayudando a la reina Celeste por si se lo encomendaba. Sin embargo, ese sujeto que tenía ahí en frente siempre seguía órdenes y las cumplía al pie de la letra. Su padre, el capitán Sagara, quien también había servido a su padre en el pasado, siempre fue de confianza.
Solo por eso… y porque Hiko, quien estaba lejos en esos momentos pero que también le había fallado en el pasado, a alguien tenía que dejarle la responsabilidad de ayudar a Yahiko.
—Así como el recuerdo de un padre y una madre es importante para mí, sé que lo es para ti. Él mató a tu padre y por su culpa tú hermana está como está —Conocía la historia de Sanosuke y su familia, como también la intervención de ese sujeto en su familia desde viejos tiempos—. Por eso te estoy pidiendo que la cuides a ella y a Seta. Ambos son importantes para que la profecía termine… Pero también —Lo miró con dureza y alzó la barbilla—, quiero que los veas como la familia que no pudiste proteger. Por aquella por la que juraste lealtad a mí en primer lugar, y, porque esto es una orden.
Sagara no tuvo más que ceder. No podía contradecirlo y menos en eso momentos tan cruciales. Por lo que aceptó bajando su rostro levemente y con un murmullo que cerraría su pacto.
—Vamos, no hay más que hacer aquí, todo ha sido arreglado y creo que te han avisado de mis nuevas órdenes —dijo mientras ajustaba sus protectores de muñeca y le daba la bienvenida a Yahiko.
—Algunos grupos ya se encuentran luchando —le avisó el joven bajando de su caballo—. Y La reina Celeste —Exhaló agitadamente el muchacho, que apenas un día antes había llegado al campamento en busca de su hermana y por órdenes del rey—… ha solicitado su presencia en el campo de batalla. A su lado estaba ese hombre —Bajó el rostro al pronunciarlo—, pero se ha distanciado cuando Kaoru requirió un último duelo con usted.
—¿Qué? —Sanosuke gritó al escuchar esa petición tan descabellada. No quería subestimarla, porque al final ella era su amiga. Pero tampoco la dejaría alucinarse y dejarla pensar que su calibre se rozaba al del rey Oscuro, porque para nada era el caso—. Arrójenle una piedra o algo, espántenla de ahí —Eran las únicas ideas que se le estaban ocurriendo y en secreto se las expuso a Yahiko—, no dejes que se enfrente a él… la odia.
Yahiko alzó los hombros. Ya no estaba tan seguro de que la odiara o le guardara rencor por su traición. Con sus últimas órdenes daba a demostrar lo contrario.
—La reina está en el centro, hace unos minutos desempuñó su katana y ha lanzado un desafío. Aunque nuestros hombres reaccionaron, el ejército enemigo no los dejó avanzar. —resopló Yahiko quien seguía inquieto—. Pero se han calmado esperando a que usted aparezca…. Mi señor, —titubeó—, parece que habla muy enserio y quiere enfrentarlo. No luce como antes. Se ve muy determinada y aguerrida.
Battousai sonrió y terminó de ajustar su uniforme. Con el espíritu que le distinguía para nada se sorprendía de sus locuras. Al contrario, no esperaba menos de ella, su dignidad y orgullo eran tan volubles que sabía era lo último que moriría en ella. Y a decir verdad, lo llenaba de orgullo que se atreviera a darle la cara una última vez. Desafiándolo enfrente de todos, a pesar de sus grandes diferencias. Pues les estaba mostrando lo valerosa que era, lo digna, y respetable que podía llegar a ser aquella que vieron un día como una niña.
Les estaba demostrando todos que no era una princesa, sino una mujer fuerte que estaba dispuesta a morir por lo que luchaba. Y a pesar de que era un acto un poco torpe de su parte, sabiendo que seguramente moriría, era la acción que predijo que cometería en esta batalla. Por eso su duelo apoyaría a que sus últimas ordenes fueran fácilmente seguidas por sus sombres. Ya no había nada más que decir: ella era la reina que habían esperado.
—No lo haga, mi rey —insistió Yahiko interponiéndose en su camino. Aunque sabía todos sus planes y órdenes tenía que hacer lo posible por persuadirlo—. Uno de los dos morirá y el otro vivirá arrepintiéndose y viviendo en oscuridad toda su vida. Podemos… no sé…hablar con Seta y pelear hasta el final. Ellos la quieren, así que no pasara lo que usted piensa.
—Te equivocas —pronunció Sagara interviniendo—, si siguen luchando contra ellos, ¿crees que no la usarán siempre? Si siguen peleando, la utilizarán contra el rey hasta quitarle su último aliento de vida. Saben que ella es su punto débil y también una pieza importante en esa profecía de la que tanto hablan. Trabajaran con ella hasta que les sea necesario, de ahí la mataran. Incluso pueden hacerlo en cualquier momento si el rey gana la delantera. Será algo como: «o gano yo o nadie más lo hará». Ella sabía lo que hacía cuando se entregó a ellos, y no hay marcha atrás.
El rey dejo salir un par de risas suaves cuando se vio apoyado por Sagara, quien en el pasado sostuvo riñas por su celos e inseguridad—. Qué ironía al encontrar esto familiar, ¿no crees? —se mofó de su suerte, cambiando de tema—. Hace mucho tiempo el que la esperaba en el campo de batalla era yo. Mis manos estaban manchadas de sangre y no me importaba. Espere por ella por bastante tiempo —no lo decía de forma literal—, lo que me pareció una eternidad. Y cuando la vi cruzando las puertas de su castillo, supe que era el fin de uno de los dos.
Ambos hombres le miraron con atención. Era muy extraño que el rey expresara su punto de vista, tanto que los maravillaba y lo extrañaba.
—Lógicamente, cuando se me acercó, todos pensarían que sería el de ella —se mofó y se echó a andar—, pero fue lo contrario. En ese momento en que la vi venir hacia mí, supe que no podía salvarla dejándola libre con Aoshi, como había sido mi plan inicial. Me di cuenta que era yo… era yo el que siempre había pedido ser salvado por ella. Y en esos momentos era mi fin. Por eso la quise a mi lado, aunque fuera por breves momentos, a pesar de engañarme a mí mismo. Por eso pienso que es una escupida en la cara de la vida lo que ahora está pasando.
«Ahora es ella la que aguarda por mí, y soy yo el que ira a encontrarla. Pero me pregunto si lo mismo que siento lo experimento esa vez. Si estaba segura y satisfecha de que vería mi rostro una última ocasión. Solo así daría todo y se entregaría por amor.
A lo lejos Yahiko y Sanosuke aguardaron antes de echarse a andar detrás de el para darle su espacio. La atmosfera estaba cambiando, se estaba volviendo más pesada y nostálgica. Y lamentablemente, todo, con cada minuto que pasaba, se iba volviendo más real. Inclusive ambos podían sentirlo en sus corazones, y, aunque deseaban pelear y hacer algo al respecto, por la lealtad y el respeto que le habían jurado, debían obedecerlo. Porque siempre él…
Sería su rey.
Continuará.
N/A: Gracias por todo el apoyo.