-Tigresa... despierta...-

Escuchaba esa voz perdida en la distancia mientras que todo lo que veía era oscuridad, en mi mente aún recordaba como Tai había caído muerto en mis brazos y ante el recuerdo comencé a llorar.

-Tigresa...-

-¿Tai?-

Miraba en todas direcciones pero no veía nada más que no fuera oscuridad, sentí como unos brazos me tomaban de la cintura me abrazaban haciéndome sentir protegida.

-Despierta...-

Me perdí en esa hermosa sensación de calidez y protección y de pronto... desperté...

-Hola- me dijo Tai

Estaba recostada entre sus brazos, en nuestra habitación

-¿Qué fue lo que pasó?-

-Los bueyes pensaron que éramos sus enemigos y por eso nos atacaron con esas granadas pero solo a ti te afectaron. Ese humo que inhalaste producía pesadillas, estuviste inconsciente toda una semana mientras susurraban mi nombre-

Entonces nada fue real me aferré con mis brazos al cuello de Tai mientras lo besaba en los labios y lloraba de felicidad, estaba tan feliz de que él estuviera vivo. Me subí a él mientras lo seguía besando con desesperación, ternura y pasión, Tai pasó sus manos por mi cintura mientras yo me separaba un poco de él para tomar aire

-Si ese es mi premio por cuidarte durante una semana no me importaría cuidarte toda mi vida-

Me sonrojé ante su comentario y me bajé de él

-Ven tienes que comer algo-

Bajamos a la segunda planta y cuando pasamos por la puerta principal estaba abierta, por pura curiosidad miré afuera y lo que vi me sorprendió pero también me alegró, Po estaba platicando muy amenamente con May mientras estaban tomados de la mano.

-Cuando volvimos a la aldea May se encargó de cuidar a Po porqué se sentía débil y pues... supongo que no es necesario que te cuente el resto- dijo Tai mientras estaba a mi lado

-Me alegro por él- le respondí sincera

-Al parecer Po se va a mudar con ella al Valle de la Paz-

-Que bien por ellos-

Llegamos al comedor y Tai me dio de comer en la boca, al que agradecí ya que necesitaba saber que el estaba conmigo, que nada había sido real pero sus acciones simplemente me recordaban lo feliz que era con él.

-Tigresa despertaste-

Me giré viendo a Po tomado de la mano con May mirándome

-Si- le respondí con una pequeña sonrisa

-Que bien que estés bien, solo vine para decirte que May y yo nos mudaremos al Valle de la Paz- dijo mientras miraba a May con anhelo en sus ojos, en vedad me alegraba que fueran felices

-Si, ya me comentó Tai, espero que tangan suerte-

Ambos nos sonrieron y salieron de la casa

-Te prometo que seremos igual de felices que ellos- dijo Tai mientras me abrazaba

-Me vasta y me sobra con que tu estés aquí- nos besamos y subimos de nuevo a nuestra habitación

Nos duchamos juntos y nos fuimos a dormir pero cuando sentí la piel de Tai al contacto de la mía recordé él momento en que nos habíamos unido en mi "pesadilla". Inconscientemente mi mano se movió a su pecho y comenzó a acariciarlo, Tai soltó un ronroneo de placer y entonces sentí como el me acariciaba la espalda

-¿Qué haces?- me preguntó con la voz ronca

-Algo que había hecho en mi pesadilla-

Sellé mis palabras besando su pecho cerca de su corazón y sentí como este se saltó un latido para comenzar a latir muy rápido, Tai se colocó encima de mi y me acarició la mejilla

-¿Quieres hacer esto?-

Asentí con la cabeza y Tai me besó en los labios mientras me desnudaba y yo lo desnudaba a él, nuestras pieles y cuerpos juntos parecían conocerse ya que yo encajaba perfectamente con él, Tai me acariciaba los pechos mientras que yo le acariciaba la espalda, comenzó a ronronear a medida que probaba mis pechos con sus labios y su mano traviesa se adentraba entre mis piernas jugando con mi clítoris hasta hacerme llegar al orgasmo.

Cuando llegó el momento Tai se introdujo en mi lentamente para que me acostumbrara a él mientras me acariciaba con sus manos, cuando el dolor paso comenzó a moverse en un lento vaivén que fue aumentando a medida que nuestra necesidad era más grande, llegamos al orgasmo y arañé levemente a Tai en la espalda.

Esa noche nos entregamos una y cientos de veces pero en cada una de ellas Tai me demostró su amor, su cariño y pasión en todas las caricias que me daba y en los besos que regaba por mi cuerpo.

Cuando amaneció Tai y yo por fin descansábamos de nuestra perfecta entrega en los brazos del otro sabiendo que ya todo había pasado y que de ahora en adelante seriamos felices los dos juntos.