-Bien niños y este es el preso más peligroso de todos los tiempos, el fue el que intentó robar el rollo del dragón así que no se acerquen demasiado a él- relató nuestra maestra

Estábamos en una especie de expedición por la cárcel donde tenían resguardado al más peligroso de los aprendices del Kung fu de todo el mundo. Un tal Tai lung, estaba arrodillado, sus muñecas tenían grilletes y de estos colgaban dos enormes piedras por no contar con el aparato extraño que tenía en su espalda.

Vi como todos mis compañeros e incluso la maestra se iban hacia otro lugar a platicar con los guardias sobre el resguardo de Tai lung.

Aprovechando que nadie estaba observando me acerqué a él, parecía dormido, lo inspeccioné un poco

-No deberías estar aquí-

Su voz me hizo erizar la cola pero no le tuve miedo, después de todo estaba esposado y era demasiado difícil escapar de eso.

Sus ojos se abrieron revelando un hermoso color amarillo con algunas rallas rojas, sus ojos eran hermosos.

-Será mejor que te vallas, no tendré piedad por una simple cachorra- dijo burlonamente intentando intimidarme

Lo miré con enojo en la mirada, no sería fácil tratar de intimidarme. Le enseñé la lengua y el solo rió con ganas.

-¿A que has venido?-

Sus palabras me recordaron mi motivo principal para venir, bajé mi mochila a mis pies, me arrodillé y la abrí, adentro tenía mucha comida, saqué un sándwich y lo tendí a sus ojos.

-Supongo que sabes que mis manos están...-

Interrumpí sus palabras estampando el sándwich en su boca, en un principio se sorprendió de mi movimiento tan rápido pero al final le dio un mordisco al sándwich y comenzó a comérselo. Parecía muy hambriento, se devoró el sándwich en tiempo récord desapareciéndolo de mis manos.

-Aun que me ayas alimentado no tendré consideraciones cuando acabe contigo- dijo un poco enojado

-¿Acaso no te alimentan?- pregunté inocentemente

Tai lung me miró confundido

-¿Acaso no has escuchado lo que te dije?-

-Si te escuché, pero tendrás tiempo de aniquilarme después, ahora dime ¿te alimentan?-

Tai lung me miraba sorprendido por como le había respondido y después una sonrisa surcó sus labios

-No, no me alimentan- dijo finalmente

Lo pensé unos segundos, meditando su respuesta y preparando la mía.

-Entonces yo te alimentaré- le dije disidida

-¿Sabes que estoy en una prisión con un millón de guardias cierto?-

-Si pero pediré permiso para entrar-

-¿Y como sabes que te darán permiso para visitar al prisionero más peligroso de todo el mundo?-

-Soy persuasiva-

Tai lung tuvo suficiente con mi respuesta y simplemente lo dejó pasar.

En los próximos tres años visité a Tai lung todos los días mientras me entrenaba con el maestro Shifu quién en un principio no sabía de mis repentinas salidas a mitad del entrenamiento, pero cuando lo descubrió literalmente me gritó que jamás en la vida volviera a visitar a Tai lung.

Ese día fui como siempre pero esta vez no tenía una sonrisa en mi rostro.

-Hola, creí que no llegarías...-

Las palabras de Tai lung me hicieron darme cuenta que tal vez el hecho de que lo fuera a visitar desde cachorra era porque yo... lo amaba...

No me importaba si el era un prisionero que enfrentó a su propio padre con tal de conseguir un estúpido rollo. Me importaba el como se había comportado conmigo en estos tres años.

Caminé hasta él y me senté con su comida entre mis manos.

-¿Qué ocurre Tigresa?- me preguntó preocupado

Levanté mi mirada y vi en los ojos de Tai lung la preocupación, estaba preocupado... por mi...

-Shifu... lo sabe...-

Tai lung me miró incrédulo y después con furia

-¿Quién se lo dijo?- murmuró gruñendo las palabras

-Al parecer se le hizo raro que yo saliera a mitad de entrenamiento todos los días y regresara en las noches, le dijo a alguien que me siguiera y ... le contó todo...-

-¿Qué te ha dicho Shifu?-

Bajé mi mirada y cuando la volví a levantar vi el dolor en los ojos de Tai lung

-Me... me dijo que te dejara de ver...-

En ese instante vi como algo en los ojos de Tai lung se rompía

-Tienes que obedecerlo- dijo con pesar en la voz y mirando al frente

-Lo se... por eso... te he traído esto...-

Tai lung bajó la mirada y vio lo que traía en las manos

-Dijiste que nunca habías comido un pastel de chocolate así que...- le dije mientras baja la mirada avergonzada

-Si tuviera mis manos libres te daría un abrazo- murmuró

Eso solo hizo que la despedida fuera más dura, sin perder tiempo comencé a darle pequeños trozos para que comiera. Al terminar me levanté y lo vi ahí mirándome con tristeza.

Y sin poder contenerme me acerqué a él y le dí una pequeña lamida a su mejilla derecha. Al parecer el también había pensado lo mismo pues apenas me acerqué y él también me dio una lamida en la mejilla.

Nos separamos y entonces el dijo algo que esperaba recordara para toda la vida

-Volveré por ti y te reclamaré- susurró

-Y yo te esperaré- respondí mientras salía de su celda

Al estar fuera de la prisión escuché un rugido de Tai lung resonar por todo el lugar, un rugido cargado de dolor pero también de esperanza.