Te mantendré a salvo, tan a salvo como pueda
Cuando todos los elementos que nos rodean
Tengan otros planes
Rogare porque no nos rompamos en estas manos temblorosas

Te juro que si me llamas, vendré
Tan
rápido, estaré a tus ordenes
Tanto como viva
Tanto como siga respirando
Vas a estar a salvo
Tanto como sigamos
soñando

Solo cierra tus ojos
Todo va a estar bien
Puedes mirar hacia el otro lado


Solo cierra tus ojos
Todo va a estar bien
Puedes mirar hacia el otro lado

Puedes mirar hacia el otro lado

Dime que te quedaras quieto
Tan inmóvil como puedas
No te dejes atrapar por el caos que nos rodea
Confía en que saldremos limpios de esta
Porque estoy a tu lado
Seguimos siendo tu y yo

Cuando todo se haya quebrado
Y nada sea tan apacible como aparente
Nosotros estaremos a salvo
Mientras sigamos soñando

Close Your Eyes- Digital Daggers

Antes que cualquier otra cosa. Sé que a todos los lectores que abandone les debo una disculpa y también sé que no es suficiente (7-7). Pero sepanse que nunca fue mi intención dejarlos, fue completamente a causa de un factor externo a mi (más o menos, si soy cien por ciento sincera), amo escribir, sigo amando con todo mi corazón el MakoHaru. La cosa fue que... sintetizándolo en unas pocas palabras (no quiero molestar a nadie con mis problemas) el suicidio se paso por mi mente, aunque la idea inconclusa solo quedo entre el cuarto de baño, yo y un cuchillo (u.u). Cierto acontecimiento me hizo desencantarme de la vida, la verdad, la mayor parte del año pasado estuve deprimida. Eso es todo (:s). Tan solo espero que puedan comprender mis motivos y darme una segunda oportunidad (=D)

Diva: ahora como a nadie le interesan nuestros problemas, respondemos reviews y al capitulo

EmiWasHereEV: Oh, me haces sonrojar chica (nwn), la verdad es que el reencuentro apenas comienza (¡y no sé como a quedado!). En serio que bellas palabras, no las merezco (TT_TT). Gracias por comentar y espero que aun te interese la historia, me encantaría escuchar que te a parecido este capi. Un beso enorme, nos vemos en otra :)

Annie Thompson: Owww leer tu coment después de tanto tiempo me hace sentir horrible y muy feliz por tus palabras (QwQ), son sentimientos encontrados. Ojala aun te interese y puedas leerlo, me gustaría saber que opinas. Te puedo decir que no, la familia de Makoto no es parte de las filas de sirenas en peligro de extinción, pero... tendrás que leer para enterarte (XD), que mala que soy juejue. Ojala y podamos vernos en otra, hasta entonces querida ;)

Merycchan: Te asimilo y te comprendo es tan lindo cuando llora que no me puedo controlar, amo ver llorar al chico delfín (n.n). Que llore, que llore, que sufra aun más mwjajaja (=P), que mala que soy. Enserio siento haber tardado tanto (7-7), pero helo aquí al fin. Ojala y aun te interese. Besos y abrazos, hasta otra

Anakashi: Tu siempre tan linda (n_n). Sé que esta vez no tengo escusa (7-7). Sufrirá claro, pero por este capi le damos un respiro al sirenito (;D), la ropa que uso el sexy Makoto era la armadura del rey de Dark Souls 2, por si te interesa ver la ropa exacta (yo confesare que por mi propia mención termine creando un personaje lo mas parecido posible a Makoto, para poder vestirlo así XD). No te preocupes me encanta saber que mi pusilánime prosa ah conseguido hacerte sentir de tantas maneras (n.n). Gracias por tan bellas palabras (TT_TT), me harás llorar. Y siempre nos has comentado desde que nos unimos al fandom, me encantaría saber tu opinión de esta continuación, en fin, gracias por siempre darnos tantos ánimos. Te mandamos mil besos de delfines (:3). Hasta otra

Shuishia: Hola querida, es un placer leerte de nuevo (C:). Claro estoy loca por el MakoHaru, así que espérate mucho mas (:D), claro en cuanto pueda arreglar un poquito mi vida y la computadora que acaba de estropearse (e.e). Aquí el reencuentro de Makoto y Haruka, espero que cumpla las expectativas (u.u), yo no estoy muy segura. Gracias por subirme el animo, y aquí por fin el capi, esperamos que sea de tu agrado ;). Te mandamos un beso y un abrazo inmenso chica

Guest: Lamento en serio el retraso en el capitulo (u.u), pero aquí esta por fin (C:). Gracias por comentarnos, también te mandamos un beso y un abrazo. Ciao :)

Kutzi Shiro: Gracias (nwn) y gracias (u.u), ciertamente me eh propasado con las comas, lo eh notado mayormente gracias a tu coment, pero si, tan solo me detenía por cualquier motivo e injertaba la coma, borre muchas y aun sobran muchísimas, a la brevedad posible lo arreglare (C:). Que alegría que esta historia te parezca tan interesante (como podrás suponer mis generos favoritos son el misterio y el romance). Tu lo sabes chica Haru montara la gorda en cuento se entere, sera muy divertido de ver =). Un beso para ti querida y un millón de abrazos enormes

CelestiaLovelace: Oh que ilusión me hace recibir un comentario tan lindo después de tanto tiempo (*-*), siento que la historia no ah muerto para ustedes. Oww que linda que eres, gracias por las palabras y por leer mis otros fics (:D), me es todo un placer que mi bizarra imaginación te haya agradado (nwn). Y aquí por fin la continuación, esperamos que te gusten y nos quieras comentar que te ah parecido. Me han animado un montón tus palabras (n.n). Besos. Bye-bye :)

Kitty-chan: (:3) soy mala, pero me fascina describir los sentimientos tan bien que el lector pueda sentirlos en carne propia. Gracias que linda eres :), también el MakoHaru es mi ship predilecta (*w*), bueno empata con otra pero es de otro fandom. No te preocupes, aquí hemos regresado, en menos de un mes desde que nos comentaste =). Aquí esta su reencuentro, espero que este a la altura.. Un beso enorme y mil abrazos para ti preciosa (;D)

Me disculpo de antemano por el lamentable estado del capitulo, pero literalmente en cuanto lo termine (hace una semana) mi computadora se jod*o, fue muy raro por que todos sus archivos están en perfecto estado, pero no arranca (e.e). Lo estoy corrigiendo desde la pagina de FanFiction y no creo que me de todos mis errores así que una gran disculpa por la larga espera y este intento de capitulo atestado de todos los horrores ortográficos habidos y por haber

Y mi ultima interrupción que esto ya se paso de alargo demasiado. Un agradecimiento especial a: CelestiaLovelace y a Kitty-chan, recibir sus comentarios después de tanto tiempo de inactividad me animo muchísimo (:3). Aunque en realidad se los tengo que agradecer a todas las chicas mencionadas acá arriba, de todo corazón chicas y chicos (si hay alguno por aquí) gracias (n_n). Literalmente sus comentarios, leer palabras tan bellas dirigidas hacia mi me ayudo mucho. Era como si me dijeran aun hay algo en este mundo para ti, la vida aun te puede ofrecer algo (7-7). Nunca podre terminar de agradecérselos así que aquí el capi

Respiración De Boca A Boca

"Estas siendo ridículo"- se reprochó Haru en cuanto reparo en lo que había hecho. Makoto le habías sonreído de manera espectacular a lo largo de toda su vida, ¿Por qué diablos iba a tener que sonrojarse ahora, solo por la deslumbrante curva de labios que el de ojos verdes le regalaba?

El otro perdió la mirada en el agua mortalmente apacible, ¿la presencia de Haru, habría sido solo su imaginación? De verdad se planteaba aquella hipótesis, cuando Haru, compungido, volvió a emerger mirándole con aquella mirada azul suya, mucho más intensa y espesa que como la recordaba. Makoto quiso sonreírle y tenderle su enorme mano, para ayudarle a salir del agua, como era su ritual, pero prontamente sus instintos maternales saltaron a gritos, como la alarma de un automóvil. El otoño japonés comenzaba a soplar en el aire, con mucha fuerza. Las noches comenzaban a refrescar bastante. El agua tendría que estar helada, Haru pescaría una hipotermia o algo peor.

¡Sal de ahí Haru! ¡Te vas a congelar!- el grito medio histérico del mayor, imprevisto por Haru, consiguió hacerle dar un micro respingo en su sitió, retrocediendo, imperceptible unos centímetros, alejándose del otro, que le miraba con extrema preocupación.

El sirenito por algún motivo, precaución, tal vez incluso miedo, sumergió la mitad de su cabeza, ocultando bajo el agua negra su boca y nariz. Miró en completo silencio, con sus ojos azules como gemas marinas, con sagacidad, especulando con paranoia en los movimientos de su amigo. Makoto se acomodó en su sitio, arrodillándose sobre los tablones desprolijos del puerto, para conseguir estirarse y tenderle con cierta desesperación la mano al menor. Haru miró aquella mano que se le ofrecía, con desconfianza, como si mirase un bicho intentando adivinar si era venenoso o no.

- Haru despegó la fría mirada azul de la palma de esa mano y, encajó sus ojos en los verdes del otro- prométeme que no te asustaras- pidió con la voz imperceptiblemente estrangulada por el miedo corrosivo, que le quemaba por dentro, como si hubiese tragado en seco un vaso de liquido de batería.

Makoto era miedoso y paranoico como una madre sobre-protectora, que jamás dejaría que sus niños se acercasen a algo desconocido. Quién sabe cómo reaccionaría, al hallar que en lugar de sus largas y torneadas piernas blanquísimas, había una cola de delfín adherida a su cuerpo por sus caderas. Makoto dejo de ver sin realmente hacerlo, cierta parte del agua ennegrecida, para prestarle verdadera atención a los ojos de Haru. Siempre fue bueno para adivinar que le ocurría a su amigo, no necesitaban mediar ni siquiera una palabra, con mirarlo a los ojos, podía saber que preocupaba o molestaba al de menor estatura. Pero en esta ocasión, no hallo nada, solo el frió azul reflectante de una hermosa gema sin vida. Y una sombra triste alrededor del iris, a la que no pudo dar interpretación.

Solo sal de ahí Haru- un poco más preocupado, medio gruñó, rememorando las palabras del menor "prométeme que no te asustaras".- "¡Ya está azul!"- pensó con dramática histeria; inclinándose un poco más, tratando de alcanzar al otro.

Promételo- repitió el sirenito, retrocediendo otra vez, al tiempo que volvía a sumergir la mitad de su cabeza en el agua, aterrado y expectante por la reacción del otro.

Makoto estaba abrumado. A partes iguales por la felicidad fulminante, euforia propia de un niño el día de navidad, esperando por abrir sus obsequios; y la preocupación materna, que le daba al contemplar al menor a tan altas horas de la noche nadando despreocupadamente en el mar, aumentada al shock de un relámpago clavándose en su cuerpo, por las cuidadosas palabras articuladas con cautela por el otro. Chasqueó la lengua suavemente, ocultando la acción a los ojos del menor. Lentamente, se obligo a relajar el gesto crispado en su rostro, intentando fingir algo de calma para compartirla con su amigo.

L… lo prometo- mintió con extrema presteza, mal hábito que en esos meses lejos del de ojos azules había adquirido, por lo que Haru no sospecho, que tras la serena y hermosa sonrisa y la cálida mirada verde que le eran brindadas, solo había falsedad.

Mantuvieron el contacto visual, mientras el tiempo se desbarataba alrededor suyo, como un rompecabezas lanzado por los aires. Ninguno dejo de mirar al otro, temerosos de cualquier cosa, hasta que el rostro de Haru desapareció bajo el oscuro cortinaje líquido, que era la única defensa del sirenito ante el conocimiento de Makoto, de quién o qué era en realidad. La ceja izquierda le tembló al de cabellera castaña, comenzando a perder lentamente su máscara de falsa calma, iba a lanzarse al agua a sacar a Haruka de ahí y arrastrarlo hasta su casa, hacerlo tomar una ducha caliente y un chocolate caliente también, impidiendo que ese jovencito imprudente se suicidara, después y una vez seguro de la seguridad del otro le daría el regaño de su vida (incluso él mismo acepto, dentro de sus pensamientos, que había sonado como un viejo cascarrabias).

Estaba decidido a hacerlo, solo debía acomodar su cuerpo, posicionándolo de la manera correcta e irrumpir en la calma perversa de las aguas oscuras. Pero apenas movió un poco la pierna derecha, vio emerger al otro con fuerza. Apenas un parpadeo, extremadamente rápido paso y, lo único que Makoto recordaría de ese momento sería el sonido violento del agua, el golpe seco del cuerpo de Haru contra el suyo (aunque en un primer momento no sabía que fue el cuerpo de Haru el que le dio en el pecho) y a él cayendo con Haru encima, dándose de lleno en la espalda.

Él mayor se tragó una queja de dolor, por un momento (gracias al golpe en la parte baja de su cráneo) se olvido de que hacía y donde estaba. La memoria le regreso, con el golpe de una locomotora a toda máquina, partiéndole la calavera en minúsculos fragmentos de hueso. La respiración agitada de Haru, golpeándole en la sensible piel del cuello, terriblemente cerca de la yugular, catalizo aquella representación mental en el más alto. Makoto se concientizo de la cercanía del cuerpo de su mejor amigo, del que apenas hacía unos meses se había percatado amaba, del que no había sabido nada por esa misma cantidad de tiempo.

Y ahora Haru estaba de nuevo entre sus brazos, con su estilizado cuerpo flacuchento y su ligero peso reteniéndolo contra las endebles maderas del puerto. No dijo nada, ninguno lo hizo, solo imitó a Haruka, quién con los brazos alrededor de su cuello, se aferraba a él con todas sus fuerzas. Con torpeza Makoto busco sus brazos, encontrándolos a los costados de su cuerpo y, sus manos apenas tocado la piel del menor, sobre su escaza cintura, el de ojos verdes intuyo que habían terminado ahí por el golpe y la caída. Makoto se limito a abrazar con fuerza al otro, a apretarlo rudamente contra su cuerpo, sin medir su exagerada fuerza (sus músculos no solo eran estéticos). Solo quería corroborar que ese Haru era real y no otra gaseosa fantasía de un sueño, que no se deshilacharía como una escultura de humo entre sus brazos, y ya que era el Haru real quería retenerlo así contra él para siempre.

Haru no se quejo, no dijo nada, ni siquiera aunque por el bruto agarre de Makoto respirar se le dificultaba. Solo se dejo hacer. Solo se quedo ahí, afirmando su abrazo con la misma intensidad que Makoto empleaba, claro la diferencia de fuerza era evidente. Y aun con su poca capacidad para procesar cada calada de oxigeno seguía agitado, hiperventilando, asustado de la reacción del otro, cuando notara lo obvio. Cuando sus instintos despertaran y recordara que estaba empapado y, se apartara de él. Haruka sabía de antemano que todo cambiaria en ese momento.

Makoto fue apartándose poco a poco, del sosiego nebuloso de su mente, notando y recordando algunas cosas, por ejemplo: la respiración arrítmica de Haru y el escueto temblor que le recorría la epidermis. La agitación en su respiración, no era normal, Makoto sabía que no era causada por algún sobresfuerzo, sumándolo a la inmovilidad forzada de cada musculo de su cuerpo y, a aquel temblor que no eran ni remotamente parecido al tiritar por el frio, el más alto pudo adivinar que aquello era miedo. Pero ¿miedo a qué? ¿A él? ¿Acaso había hecho algo malo? Makoto se horrorizo ante el fugaz pensamiento, pero se recordó, al sentir las delgadas extremidades de Haru reacomodarse alrededor de su cuello, que Haru estaba ahí sobre de él por su propia cuenta, que igual que él quería permanecer así, en aquella posición.

Y aunque la cuestión le zumbaba en el oído; el conocimiento de saber que Haru podría enfermar gravemente aullaba como un lobo; y el sentido maternal le mordía los dedos, no hizo nada. Se quedo ahí, estrechado el menudo cuerpo del menor contra el suyo y, solo apoyo con suavidad su mejilla, contra la cabellera húmeda de Haru. El sirenito se relajo un poco, sintiendo como Makoto se resistía a sus instintos y, simplemente se acomodaba ahí, en aquella incómoda posición, sintiéndole en medio de su tosco abrazo desesperado.

Dentro de la espesa bruma de alegría, Makoto permitió (sin plena conciencia) que sus manos transitaran por la desgarbada espalda de Haru, sin dejar que sus brazos dejaran de apretar con cierta violencia aquel cuerpo al suyo. Haruka se dejo hacer y se relajó, como si hubiera tomado un ansiolítico, al sentir el tacto tibio de esas manos grandes, que recorrían con lentitud las formas de su espalda, derritiéndole el miedo hecho hielo que le había congelado todos los miembros. Era como si Makoto quisiera hacerse una imagen mental, crear una escultura de aquella espalda dentro de su mente, armarla tan solo con su tacto.

Haruka soltó un suave suspiro, que al chocar contra el cuello de Makoto, tibio y espeso, como miel derramada en el aire, insto al otro a continuar. El sirenito estiró sus músculos agarrotados, permitiendo que sus aletas caudales tocaran la madera bajo ellos. Pues hasta ese momento, había estado concentrado en impedir que su apéndice acuático tuviera cualquier contacto con Makoto, pero ahora, arrullado por la nana táctil, entonada delicadamente por las grandes manos de su amigo, se olvido de aquello. Relajó su postura tensa y los hombros mal encuadrados, se dejo caer por completo sobre el musculoso pecho de Makoto y, se creyó capaz de ronronear como un gato panzón.

Makoto se sonrió al sentir aquello, corroborando que el antiguo miedo de su amigo, no era causado por él. Esperen… ¿donde estaban sus manos? Estaban demasiado bajas como para seguir sobre la espalda de Haru. Se espanto un poco, no quería parecer un pervertido ante el menor, atrapando entre sus manos sus nalgas. Quedo congelando en su sitió y, aunque la repentina inmovilidad del mayor alerto a Haru, el sirenito se hallaba demasiado cómodo, como para recapacitar en que pasaba alrededor suyo.

En esos cortos segundos, estirados como un elástico, el de ojos verdes realizo ciertas verdades; la primera y que le hizo sonrojarse de sobremanera era: que Haru no llevaba traje de baño. La segunda: la tersa dermis clara y suave como nata fresca, cambiaba un poco su matiz en aquella intima parte en el cuerpo de su amigo, el tacto seguía siendo impensablemente suave pero se volvía resbaloso, como si la piel fuese suave caucho mojado. La tercera: que pese a todo, ese sitio intimo en la anatomía de su amigo, no se sentía con aquella perfecta figura redondeada, que había apreciado en tantos años de amistad (con mucha más intensidad en sus sueños de los últimos meses).

Makoto se agitó el sopor que le envolvía los miembros y con cuidado, apartó su mejilla de la cabellera empapada de su amigo y estiró el cuello, esperando que Haru no notara sus intenciones. Lo que encontró, supero con absurda facilidad lo que él esperaba. Ante sus ojos verdes podía apreciar el fino cuerpo de Haruka encima del suyo, aquella tez clara que absorbía la fría luz plateada de la luna, haciéndola propia, era como si el mismo cuerpo de Haru brillara por sí solo. Pero aquello no era lo que le había arrancado el aliento desde el fondo de sus pulmones. Al fondo del marco, a la altura de sus propios tobillos podía ver las aletas de un mamífero marino, moviéndose juguetonamente de arriba hacia abajo, aletas que se conectaban al cuerpo del menor, mediante una pesada cola de delfín.

La sorpresa que lo ataco en ese momento, mescla de un venenoso desconcierto y una pisca de miedo picante, actuó como una inyección de adrenalina. Ahogando un gritillo, que podría haber empeorado las cosas (mucho más de lo que su acción hizo), se apartó de Haruka con movimientos bruscos y torpes. Haruka apenas pudo reconocer lo que ocurría cuando su nariz se dio contra la madera y, sintió frio. Un frió desagradable, como los tentáculos resbalosos y ponzoñosos de una medusa, pegándosele en donde antes había estado en contacto con el cuerpo del otro.

Se quedo quieto ahí, mirando el desgastado color oscurecido de las maderas que le sostenían, limitándose a sentir el frió, resintiendo la falta de contacto con Makoto. Aquel frio insolente, que se le metía por la piel hasta helarle las entrañas e incluso el alma. Pero no quiso alzar la vista, ni reacomodarse en una posición más digna, no quería mirar a Makoto y encontrar el miedo bailando en sus ojos. No quería encontrar pánico en aquellas praderas verdes, no quería ver rechazo o despreció y, tampoco quería encontrarse con que su mejor amigo ya no estaba ahí.

Los minutos iniciaron una carrera para ambos jóvenes, cada uno persiguiendo los pensamientos e ideas, que huían de ellos como autos de carreras. Makoto no terminaba de entender que ocurría, por qué Haruka no tenía piernas y en vez de estas aparecían las aletas de un delfín. La idea; la respuesta se hallaba inconclusa en su mente, pero por algún motivo, digamos lo inverosímil de esta, Makoto no podía completarla. Tenía que hacer algo, una vocecilla, en el fondo de su mente se lo gritaba con histeria, pero se hallaba tan lejos, acallada y sepultada por todo lo demás que corría un derbi en su cabeza, Makoto no la entendía. Él se encontraba ahí, atado de manos, sentado a un suspiro de distancia del otro, pero impedido a hacer cualquier cosa, como si una camisa de fuerza se lo impidiera.

Yo… es qué… tú- el de ojos verdes consiguió tartamudear, con una nota ligeramente temblorosa, que se incrusto como una daga mortal en el pecho del pelinegro.

Haru igualmente reacciono, pero mientras Makoto se levantaba y comenzaba a caminar en círculos nerviosamente, él apretó los puños, deteniendo el lamentable temblor de sus dedos, apoyo estos en la madera y se impulso. Con cierta dignidad y recelo, con suavidad y cuidado (no quería alertar al otro de sus movimientos) se fue hasta el filo del puerto de madera y se sentó en este, balanceando débilmente la parte de su cola que colgaba fuera de los tablones de madera. Cuido en todo momento no mirar al otro, no topar sus miradas, pero ahora se atrevió a enfocar la enorme silueta oscura por el rabillo de un ojo.

Entonces comprendió que el frio que lo devoraba por dentro y fuera era miedo, miedo de perder al hombre que amaba, pánico de perder lo último que le quedaba sobre la faz de este planeta. Y su única inhalación, que se permitió mientras miraba como el otro se movía de manera convulsa, dolió, como si inhalara cristales de escharcha, que aparte de lacerar su garganta se habían adherido como parásitos a sus pulmones.

Prometiste… que no te asustarías- un hilito de voz patético, tembloroso y ajado, quebrado de dolor y lagrimas no vertidas abofeteó a Makoto, quien rápidamente dirigió su mirada hasta su amigo.

Apenas lo vislumbro, un micro segundo y no más, pero fue suficiente para él. El ojo de Haru, de ese intenso azul profundo, que antes solo le había parecido una bellísima gema muerta, entendió que como él mismo hizo, Haru se había escudado tras muros de hielo, reteniéndolo todo para sí mismo. En ese momento, antes de que Haru girara el rostro, encontró los orbes azules rotos como un fino cristal, pudo ver el pánico y el dolor revolverse en estos como tormentas en altamar. Se sintió fatal, se odio a sí mismo por haber reaccionado tan mal como hizo, e incluso deseo poder darse un buen gancho a la quijada él solo.

No… n... no me asuste- inició con extrema torpeza, dando pasos lentos y cortos como si tratase con un animal herido, minimizando la distancia (que no sabía cuando se había alargado tanto) que les separaba- solo me sorprendí- concluyó cuando hubo alcanzado a su amigo. Asomó un poco la cabeza, para intentar mostrarle la sinceridad de sus palabras al de ojos azules a través de los suyos verdes, pero el de cabello azabache volvió a girar el rostro, indispuesto a topar miradas nuevamente.

El más alto suspiro antes de sentarse, con suaves movimientos cuidados, no quería causar el escape del menor. Él no era una amenaza para el más pequeño, preferiría cortarse las manos antes de hacerle cualquier daño, aunque parecía ya haberlo hecho. Se quedo ahí, inmóvil un largo tiempo, esperando que Haru no saliera asustado como un animalito; que se acostumbrara a su presencia. Cuando lo creyó prudente, volteo el rostro y miró con intensidad al menor. Haru seguía encaprichado en no mirarlo, con el rostro girado hacia el otro lado exageradamente, el gesto, propio del berrinche de un infante le provoco un cosquilleo en el vientre y pintó una sonrisa tierna en sus labios.

Dada la negativa de Haru en mirarlo, decidió analizar lo que pasaba, analizando primeramente el cuerpo de su compañero. Haru siempre fue delgado, pero ahora las costillas se le marcaban con indecencia sobre la piel, sus huesos impúdicamente sobresalientes de su cuerpo se apreciaban finos y frágiles como los de un pajarillo. Había perdido mucho peso en esos meses y, para saberlo con certeza solo debía mirarlo. Desplazó la mirada sobre el vientre fino y suave, y bajo hasta encontrar aquel miembro extraño. No había duda alguna, era la cola de un delfín, pegada al cuerpo de Haruka.

Entonces Makoto lo comprendió: ¡Haru (su Haru) se había convertido en una sirena! Había encontrado a aquella bruja rechoncha, como le prometió cuando eran niños, y había conseguido cambiar sus bellas piernas por aquel instrumento acuático. Pero si era así… ¿por qué parecía tan triste? ¿Por qué parecía como si prefiriese la muerte a ese destino? Siempre fue su sueño dorado vivir siempre en el agua y nunca separarse de ella. Pronto supo que no hallaría la respuesta en sus propias cavilaciones mentales, esa solo Haru podía contársela, así que abandono el turbulento paramo de su mente.

Nervioso, titubeante, acercó una mano al cuerpo de Haru, posándola sobre su estomago. Haru tembló ante el contacto, mas no hizo nada por detenerlo. Makoto acarició con ternura la piel expuesta, pasando por sobre el lindo ombligo, donde su dedo medio se enterró apenas mientras transitaba por ahí, paso por el bajo abdomen y cuando estuvo por tocar el cambio de estructura en la piel, la pequeña mano de Haru se azoto suavemente contra la suya. Parecía una advertencia, un intento por detenerlo, pero cuando la mano de Makoto siguió su camino, la manita de Haru no hizo nada por detenerle, solo se quedo ahí pegada suavemente a la suya, siguiendo los movimientos cuidadosos que efectuaba.

Sentía la mirada azul de Haru sobre él, pero estaba demasiado entretenido en su tarea, con la clara realización de lo que quería lograr materializada en su mente. Su mano, acompañada de la de Haru, viajo hasta la parte en aquella cola de delfín donde se doblaba como una rodilla, y regresó lentamente sobre sus pasos, acariciando tiernamente la piel del menor, hasta dejar su mano sobre la cadera de Haru. Entonces, alzó el rostro y clavo su mirada verde en la azul, asustada del menor.

No te tengo miedo Haru- susurró, como si recitara un secreto entre ambos- podrías ser un troll horrible y vivir bajo un puente; podrías ser un demonio espeluznante o un fantasma blanco. Pero nunca te tendría miedo, porque eres tú.

Makoto termino su discursó sonriéndole confiada, galante y bellamente al pelinegro. Haru sintió sus ojos aguarse, así que desvió velozmente el rostro. Era tan débil, tan frágil, que se enfadaba con sigo mismo. Las ganas de llorar eran inconmensurables y por una vez, no serían vertidas lágrimas de tristeza, sino de felicidad en su más puro estado. Sintió las cálidas gotas candorosas rodar por sus mejillas; coló sus dedos entre los más gruesos de Makoto y apretó gentilmente su mano (ambas manos que aun estaban unidas sobre su propio cuerpo), gesto que el mayor respondió gustoso.

Dime Haru… ¿qué te paso?- preguntó el mayor con cautela, no quería que la cuestión inocente pudiera malinterpretarse. Haru no contesto, ni le devolvió la mirada, él solo pudo apreciarlo pasar saliva nerviosa y trabajosamente, como si su garganta se hubiera quedado seca espontáneamente- supongo que todo este tiempo no estuviste con tus padres en Tokio…

Haruka negó débilmente con la cabeza. Con la mano libre limpió las lagrimas de su rostro, lentamente, como si simplemente resintiera el golpe de hacía rato. Le pillo desprevenido, lo que le hizo dar un minúsculo respingo, que la mano de Makoto, grande y cálida, le tomara delicadamente por el mentón y que su pulgar limpiara suavemente una lagrima que inoportunamente había resbalado hasta su barbilla. Apretó los dientes y los ojos frustrado, rogando porque el mayor creyese que esa cristalina gota de agua salada había caído desde su cabello.

Con premeditada suavidad, incluso ternura, Makoto le obligo a girar el rostro y enfrentar sus miradas. Su mirada verde era intensa, la muda pregunta violentaba las serenas hierbas de sus orbes. Había una sombra detrás del verde, una que él menor no termino de entender. Haru se obligo a tragarse el nudo que comprimía su garganta, suspiró con pesadez y una vez seguro, de que ningún signo de llanto prevalecía en su voz, decidió contárselo todo al mayor.

Soy una sirena porque nací sirena- comenzó, con la voz segura aunque débil. Y guardo silencio por un minúsculo momento, buscando con paranoia cualquier posible reacción negativa de Makoto, la que nunca llego. Él lo miraba con serenidad y algo de impaciencia, pero nada hizo para apresurarlo con su relato.- mis padres también eran sirenas- y en ese momento, el hilo de su voz se tambaleo patéticamente, aunque por la deslumbrante sonrisa de Makoto, parecía que el de ojos verdes no lo había notado.

Entonces si estuviste con tus padres todo este tiempo- Haruka no comprendió si lo dicho por Makoto era una cuestión o una aseveración.

Makoto siempre se había preocupado por la relación de Haruka con sus padres, en el fondo sabía que Haruka incubaba un odio venenoso hacía ellos, odio que creció e infecto su frágil corazón como la gangrena. Con tanto tiempo trascurrido en familia, esperaba que aquel asqueroso sentimiento oscuro, hubiera sido arrancado del corazón de su amigo. No pensó que sus suaves palabras, cargadas con brillante esperanza, rompieran la apacibilidad de las hermosas aguas azules residentes en los orbes de su amigo, que lágrimas tibias resbalaran desde aquel hermoso azul profundo. Haru quiso desviar el rostro, esconderse de la mirada del mayor, pero aquella mano que le sostenía la barbilla con finura lo retuvo en su sitió.

El sirenito jadeó alterado, cerró con fuerza los ojos y alzó las manos, tomando el grueso antebrazo del mayor entre ellas, pretendía apartar la mano del otro de él y escapar, pero una vez que sus manos tomaron la carne del mayor, no se atrevió a hacerlo. Makoto fue consciente de todo, de las intenciones de Haruka y de su imposibilidad para completarlas; del miedo asfixiante que le impedía alegarse de su lado y, también del miedo de que lo viera en tan lamentable estado. Cuidadosamente soltó el rostro de su amigo y vio y, sintió como las manos que sostenían su brazo se aferraban con fuerza a él, clavándole las uñas largas del menor en el proceso.

Lentamente, con premeditación desencajo las manos de Haruka de su brazo. Miró hacía el rostro de Haru, contorsionado por un remolino de sentimientos indescifrables, con la cabeza gacha y los ojos cerrados con violencia, probablemente causándose dolor. Además del temblor que una vez más se había hecho con el control del cuerpo del menor. Makoto realizo que el otro se estaba tragando las monstruosas ganas de echarse a llorar como un niño perdido ahí mismo, frente a él. No lo pensó dos veces, pasó los brazos por la espalda de Haruka abrazándolo con fuerza, atrayendo su cuerpo flacuchento hacía el suyo.

Haruka se sintió seguro, como cuando era un niño pequeño y algo lo asustaba, refugiado entre los brazos protectores de su madre parecía que nada podía dañarlo y, aunque ahora conocía la falsedad del sentimiento, no por eso fue menos reconfortante. Recostó el rostro en el fuerte hombro de su amigo, alzo los brazos correspondiendo con necesidad el abrazo y, se reacomodo en una posición más cómoda. En algún momento su llanto dejo de ser un suave hipido reprimido, transformándose en un alarido doloroso, sin que le importara en absoluto al sirenito. Simplemente dejo que todo fluyera, a sabiendas de que Makoto estaría ahí para sostenerlo.

Sumar uno más uno era rematadamente sencillo y, sumar la reacción de Haru a sus inocentes palabras, era exactamente igual de fácil, pero este resultado tan sencillo de hallar era nocivamente doloroso. Pasó saliva trabajosamente, humedeciendo su garganta seca, cariñosamente apoyó su mejilla en la cabeza de Haruka, quien destrozado hasta sus cimientos lloraba desconsolado, ocultando su rostro sobre su hombro. Apretó el agarre aplicando mucha más fuerza, cuidando que no fuese la suficiente para lastimar el cuerpo menudo de su acompañante.

Descabelladamente pensó en fundir sus cuerpos con el abrazo, en hacerlo cada vez más y más fuerte y más apretado, hasta que sus carnes se uniesen en una sola. Esconder a su amado del mundo y mantenerlo a salvo por siempre. Pero era consciente de que no sería así de fácil, que su pensamiento inverosímil no era más que la fugaz ilusión de un niño. Por lo que simplemente se aguanto las ganas de reventarle la cara a cualquier persona que se cruzase en su camino (exceptuando a Haruka, por supuesto), desahogando la rabia que crecía como un incendio dentro de su cuerpo, encendida su ignición por la impotencia de tener a Haru en sus brazos llorando desconsolado, sin nada que hacer por ayudarle, sin un culpable al que asesinar con sus propias manos.

Están muertos- murmuró el de melena azabache, con torpeza, con la voz rota, en la mitad de un pusilánime hipido.

Makoto no contesto, no porque no quisiera mentirle a su amigo, decirle que todo estaba bien y que él estaría ahí, siempre para él (aunque la última parte no era más que la pura y llana verdad). No lo hizo, porque no se creyó capaz de abrir los labios y emitir un sonido mínimamente humano, no cuando la sangre hirviendo en sus venas rugía y, el latido de su corazón era el sonido de un tambor de guerra. En sus más bajos instintos, que jamás reconoció tener, igual a aquella ambivalencia existente en las orcas, ser tiernas y adorables era una parte, ser el carnívoro alfa en los océanos era la segunda. Un ser sediento de sangre, que sería capaz de extinguir a la raza humana entera, solo por parar el torrente de agua salina que brotaba de los ojos de la persona que amaba.

Pero… yo sigo aquí contigo- sus palabras, no más altas que un susurro, sonaron forzadas, cargadas de brazas ardientes capaces de calcinar una montaña entera- siempre me tendrás a mi Haru- las siguientes palabras fluyeron mucho más suaves, con las llamas de la ira bien maquilladas y la verdad brillante como un anuncio con luces de neón.

Como si hubiese recitado un hechizo, Haru se calmo bastante rápido después de escucharlo. El de cabello oscuro solo se movió un poco, volviendo a acomodarse en su posición, esta vez terminando sentado sobre el regazo del otro. Por su parte Makoto solo acomodo sus fuertes brazos, acunando protectoramente el cuerpo de Haru en la nueva postura. Ninguno volvió a decir nada, en su relación jamás faltaron las palabras y aunque había que completar la historia de cada uno, de esos meses separados, ese momento no debía ser rellenado con palabras, no hacía falta.

Uno al lado del otro, aferrados por un fuerte abrazo, rodeados de la solemne oscuridad nocturna, de las estrellas en el cielo y el suave arrullo del mar, ninguno necesitaba nada más, tal vez solo que el momento no se acabara nunca. Algunas burbujas que rompieron la superficie oscura y calma del océano, con el sonido de un suave ronroneo, alertaron a Haruka, pues estas eran la señal de Jenedith. Abrazó con mayor ahincó a su amigo antes de decidirse a hablar nuevamente.

Se está haciendo tarde- prorrumpió con voz calma y pastosa. Makoto sabiendo lo que ello significaba apretó el agarre, sin medir sus fuerzas, asfixiando irremediablemente al menor.

No quiero que te vayas- atajó el más alto, refregando suavemente su mejilla contra la cabellera casi seca del menor. Haru se permitió una sonrisa tierna, aunque la fuerza que Makoto imprimía en el acto le impedía respirar.

Tengo que irme- susurró, peinando con los dedos cariñosamente el desmarañado cabello del mayor.

- Makoto se aparto de Haruka (renuentemente), solo lo estrictamente necesario para mirar a los ojos de su amigo- ¿podre volver a verte?- su serena mirada verde, endurecida igual que una esmeralda, el significado profundo que realmente poseían sus palabras escondido detrás de las murallas de mineral verde.

No era tonto, podía no conocer todo respecto al estado del menor, pero era conocimiento general que los humanos mataban todo lo que no comprendían, en una rudimentaria búsqueda infructífera de respuestas.

Si- el sirenito respondió con timidez. Resintiendo el calor impropio de la noche en su espalda, proveniente de los anillos de vapor blancuzco provenientes del mar- una carta aquí- con un vistazo rápido señalo el puerto sobre el que estaban- te dirá que ese día podemos vernos- una explosión violenta de burbujas secundo su susurro.

No tenía tiempo ni nada que perder, así que con cautela, ocultando los movimientos de los sagaces ojos de su amigo, atrapo con gentileza sus mejillas, sobresaltando al de ojos verdes. Haruka lo beso, solo un topetazo leve de labios, un movimiento desesperado por parte del de cabello oscuro. Un segundo en el que el tiempo se detuvo, en el que las estrellas en el cielo y las reflejadas en el manto acuífero brillaron con más fuerza, un suspiró contenido por parte de los dos y sus rostros tiernamente enrojecidos. Makoto tenía bien abiertos los ojos, en parte por la sorpresa y en parte porque quería cerciorarse de la veracidad del momento. Haruka con los ojos fuertemente cerrados, simplemente sintiendo el tacto aterciopelado de los labios del mayor.

Tres; cinco segundos duro el encuentro de labios, que bien pudieron ser mil horas para los dos jóvenes. Tan solo unos vanos segundos que supieron a gloria y a horas, Haruka se separo lentamente del mayor y aun apretando con fuerza los ojos: escapó. Simplemente saltó habilidosamente de su lugar, sin los poderosos brazos de Makoto que lo retuvieran, pues estos habían caído lánguidos a sus costados, callo grácilmente al mar perdiéndose en su negrura abismal. Cuando el de cabello castaño reacciono e intento atrapar el cuerpo de Haru al vuelo, ya era tarde, la blancura casi mística de su piel se había apagado bajo el manto de agua negra, y el solo podía apreciar el reflejo de las felices estrellas.

¡Haru!... ¡Haru, no puedes besar a alguien y después huir! ¡HARUUU!- lo buscó con la mirada, intentando divisar algo más allá del negro infinito y llamó inútilmente al menor. Haru no volvió a emerger- ¡maldición!- exclamó frustrado en el momento en el que se dio por vencido.

Se revolvió el cabello con desesperación, y después se seco las manos en sus pantalones de mezclilla azul. Miró detenidamente los maderos cansados, recordando cada momento vivido esa noche junto a su amigo, cada tropiezo y metida de pata, como cada hermoso instante. Entonces recordó el beso, acarició con las llenas de sus dedos sus labios, intentando recordar el tacto frió e infinitamente suave de los labios rojizos del menor. Sonrió antes de decidir marcharse. Tal vez Haruka igual que él, en todo ese tiempo sin él había entendido que su cariño fraternal iba mucho más lejos que el de una simple amistad, iba tan lejos que se convertía en tibió y reconfortante amor. Ya no uno peligroso y punzante como daga ahora que se habían rencontrado.

Se marcho del puerto con paso tranquilo y una sonrisa plasmada en sus labios, con la promesa de volver a encontrar al sirenito que amaba… debía acostumbrarse a decir que Haru ahora era un sirenito.

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Conforme avanzaba, la voz ahogada de Makoto se iba perdiendo en la oscuridad absoluta que reinaba bajo el agua. No entendió nada de lo dicho por el mayor, solo había conseguido escuchar el sonido deformado de su voz. Ensimismado en sus pensamientos, ni siquiera hizo un esfuerzo por entenderle, o notar el tono alto y desesperado empleado por el de ojos verdes. Reviviendo el momento en el que sus labios hicieron contacto con los de Makoto, rebobinándolo y reproduciéndolo como si de una película dentro de su cabeza se tratase.

Ni siquiera noto la presencia de Jenedith, tampoco entendió lo que la mujer le gruño, como un suave pero firme reproche maternal. Abstraído a su propio mundo, en la exclusiva compañía del recuerdo de aquel dulce momento. Jenedith monologo por varios minutos, ignorada olímpicamente por el sirenito, aunque ella no lo noto, nunca lo hacía. La hipocampo no estaba de acuerdo en volver, por varios motivos: era peligroso, no podría encubrir tantas salidas sospechosas tan magistralmente como esta, si los descubrían sería fatídico; para ella y además sufriría un ataque, con tantos viajes tan largos y de un solo día.

Debió callarse de golpe, interrumpiendo sus palabras ligeramente atropelladas por su acento, cuando sorpresivamente y sin aviso Haruka la tomo suavemente de sus aletitas diminutas, y comenzó a dar vueltas con ella, con una sonrisa pequeña pero claramente visible en sus labios. Jenedith entrecerró los ojos agudizando la vista. Pupilas dilatadas, mejillas tiernamente arreboladas y la pequeña, bella sonrisa boba que curvaba sus labios rojizos. Cuando Haru la soltó, ella dio un giro más, tiesa como una roca, pensativa.

Impávida en su sitió miró detenidamente al sirenito. Deseó tener una cámara para guardar aquel momento memorable. Haruka actuaba totalmente fuera de sí, seguía dando vueltas en su sitió, desplazándose con lentitud por el espacio y con los brazos extendidos en una posición especifica, como si bailara al son de una melodía que solamente existía en su mente. Jenedith frunció el ceño, torció la boca y afilo la mirada. Tres segundos después relajo la expresión, soltando un suspiro derrotista.

No podía continuar regañándolo, aunque ahora comprendía que el menor no había escuchado nada de lo que anteriormente había dicho. No podía, porqué no quería hacerlo. Verlo tan feliz, como para que bailara él solo, como un completo tonto enamorado, era una experiencia que debía ser repetida. No sería ella la que rompiera la nueva alegría del sirenito, no extinguiría la nueva flama de esperanza que iluminaba su vida. Si verlo feliz significaba inventar algunas cuantas mentiras más, engañar y conspirar con su padre podía hacerlo. Era mejor verlo tontear como hacía ahora, que impotente mirarlo como se deshidrataba por el llanto acostado en su cama, inmóvil.

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El día siguiente fue un caos total, tanto en tierra firme como bajo el mar. Esencialmente por causa de aquellos dos adolecentes. Esa mañana la señora Tachibana, ni siquiera Ran o Ren (los pequeños hermanos de Makoto) supieron como actuar delante del joven de ojos verdes, que esa mañana bajo a desayunar con ojeras bajo los ojos y la mirada cansada, pero más viva que nunca, además su sonrisa amena y deslumbrante había vuelto a sus labios. Parecía que el chico era bipolar, ya no sabían que esperarse del mayor de los hijos del matrimonio Tachibana.

En la escuela todo fue… ridículamente peor. Los murmullos concernientes al nadador no se hicieron esperar, el miedo vibrante en los ojos de los estudiantes y el cómo se apartaban de su camino. Makoto ni siquiera atisbo nada de esto, abstraído por una nebulosa aura rosa, no era del todo consciente de su mundo alrededor. Fulminado por la felicidad, que el recuerdo de la noche pasada le traía, paso de largo sin enterarse de nada de todo aquello. Tan solo Gou podía especular respecto al estado anímico de su sempai.

A la hora del almuerzo la pelirroja abordo al mayor, quién le confirmo que había recibido noticias de Haru, el de cabello castaño tan solo dijo que Haru le había llamado la noche anterior. Makoto no ahondo mucho en el tema, su mentira tenía que ser creíble y Haru no era conocido por decir mucho, sencillamente comentar que el de melena azabache le había hablado ya era algo increíble, casi rayando en lo inconcebible. No volvieron a tocar el tema. Aunque poco después todos los demás se enteraron, incluyendo a Rin que furioso exigía respuestas. Makoto fue tan hábil, que pudo salirse impune con su mentira, todos le creyeron la escueta explicación, que ficticiamente Haru le había dado.

En el mar no fue más sencillo, no para Jenedith. La francesa se vio atacada con preguntas disparadas de cualquier flanco, apenas entraron a la ciudad, todas por supuesto referentes al cambio de ánimo del sirenito. Ella tan solo les gruño, irritada tanto por el larguísimo viaje como por las preguntas insolentes de los demás, que el viaje le había sentado de maravillas al niño, después tomo con fuerza al de ojos azules por la muñeca, y corrió, arrastrando al que parecía un peso muerto hasta casa, donde se encerró junto al menor. Haruka le miró por un rato, sin ninguna expresión en el rostro, después simplemente se lanzo hacia atrás, para iniciar su rutina de nado.

Esa tarde, mientras Natasha le ayudaba a acomodar los papeles de su investigación (la de ambas), Haruka nadaba por ahí no muy lejos de la posición de ambas féminas. Natasha no había mencionado nada en absoluto, referente al cambio abrupto en el sirenito y, eso ponía nerviosa a la menor. Tal vez la otra sospechaba, tal vez había visto a través de sus mentiras, tal vez conocía la verdad. Demasiado concentrada en sus especulaciones paranoicas, no estaba prestándole verdadera atención a las palabras de la octópoda.

¿Y qué te parece?- la soberbia voz de Natasha, suave y condescendiente, apenas le llego como un ruidito perceptible.

Magnifique- respondió la pequeña rosa distraídamente, en francés, Natasha frunció el ceño, estaban hablando en ruso, que la otra regresase a su lengua materna solo era el más insultante y obvio delator de su falta de atención.

- con un suspiro cansino, la cefalópodo dejo el montón de papeles que estaba revisando a un lado de aquella gran mesa de piedra- me voy. Nos vemos mañana.

¡Sí!... bien, hasta mañana- la caballita de mar respondió apresurada, acertando al menos esta vez en decirlo en ruso, Natasha tan solo cabeceo.

Nos vemos Haruka- se despidió igualmente del sirenito (en japonés esta vez), que apenas le respondió con un leve movimiento de cabeza.

- Haruka fue lo suficientemente prudente como para esperar que estuvieran solos para acerarse a Jenedith. La caballita aun arrugaba los papeles con su colita, nerviosamente, cuando recibió la suave voz del menor, sedosa eh hipnótica, como siempre supo sería la voz de una sirena- quiero regresar, quiero ver a Makoto. Hoy.

¡¿QUÉ?!- no pudo retener el grito mitad histérico mitad incrédulo, al entender el significado de las palabras del menor.

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Dos semanas después Jenedith accedió volver a Japón, porque considero que después de ese tiempo transcurrido no levantarían sospechas, aunque eso de huir a media noche era bastante cuestionable. Haruka se enojo con ella, por hacerle esperar tanto tiempo. El mocoso era un irresponsable, que no entendía de razones, la ignoro (mucho más de lo que ya era su costumbre) y apenas y se dignaba a mirarla por el rabillo del ojo, ni siquiera la más débil o escueta palabra broto de sus labios rojizos, al menos no hacia ella, por que el desgraciado sí que hablaba (dentro de lo que sus monosílabos se lo permitían) con Natasha.

Por su parte Makoto, además del suplicio que significaba ser abordado con diez mil preguntas, todos los días, por parte de Nagisa, Gou y Rei, referentes a si Haruka había vuelto a hablar y, las esporádicas llamadas de Rin, preguntando por el mismo tema. Todos los días sin falta, buscaba en el puerto anciano por si había una carta, tal era su obcecación por recibir una misiva de Haru, que escombraba gran parte de la playa buscando una carta, aunque en el fondo sabía que no iba a estar ahí. Aunque esa mañana de Otoño, que pintaba igual de infructífera que todas las anteriores, fue diferente.

Jenedith y Haru colapsaron por el sueño, apenas arribaron a Iwatobi. Ni siquiera la adrenalina en el cuerpo de Haruka le ayudo a mantenerse despierto. Apenas vislumbro la improvisada cama de algas que Jenedith construyo, colapso en esta, junto a la caballita de mar, con la carta dirigida a Makoto, perfectamente doblada, abrazada celosamente contra su pecho. Makoto apenas se detuvo esa mañana, mirando superficialmente sobre el desprolijo puerto de madera, no le sorprendió no encontrar nada, así que tan solo, ahogando un suspiro de desilusión, continuó su camino.

En cuanto Haruka despertó, antes que Jenedith lo hiciera cavia destacar, nado con cierto frenetismo hasta la playa y dejo con un tanto de veneración el perfecto rectángulo de papel sobre los maderos del puerto y, se quedo mirándolo por un largo rato. Quién sabe tal vez esperaba que Makoto se materializara de esa hoja de papel, o simplemente se quedo ahí, suspendido en el aire, tan solo con los brazos anclados a las tablas del puerto para apoyarse de algo, mirando la carta esa, un poco sonriente, pues esa era literalmente su única manera de contactar con el mayor. Unos segundos después Jenedith lo jaló con violencia al mar, arrastrándole hasta el fondo, farfullando acerca de lo irresponsable que era el sirenito.

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Esa tarde, después de clases, Makoto paso de nuevo por la playa, todos los días pasaba delante de esta, quedaba irremediablemente de camino a su casa. Pero hacía mucho (desde que Haru desapareció) que no solo pasaba delante de esta, ignorándole con la delicadeza de la cotidianidad, había algo en la mescla de arena blanca y cristalinas aguas azules que le tranquilizaba, que calmaba el veneno corrosivo que se revolvía furioso en el fondo de su estomago, pero hacía dos semanas que había agregado un motivo, mucho más importante, por el cual perder el tiempo en aquel sitio.

Apenas atisbo algo desentónate con la memorizada imagen mental que tenía de aquel sitió, corrió con todas sus fuerzas hasta el sitio exacto, soltando la mochila en el camino, como si al deshacerse del peso extra pudiese ir más rápido. Delante del papel arrugado se detuvo, como petrificado en el tiempo, incluso creyó sentir que su corazón dejó de latir por el mismo tiempo que él se mantuvo ahí pasmado, sin la capacidad racional de respirar tan siquiera. La felicidad abriéndose en su cerebro, formateo este mismo, al menos hasta que termino de formarse, explotando como fuegos artificiales en su estomago.

Pasó saliva dificultosamente, al tiempo que se inclinaba, las manos le temblaban, lo notó en cuanto estiro una con el propósito de tomar aquella carta. El sabía perfectamente lo que esta hoja de papel era y lo que significaba. Tomo ésta entre sus gruesos dedos, con extrema delicadeza, temiendo que el papel se deshiciera, como si realmente estuviese hecho con arena. Se sentó sobre las desvencijadas maderas del puerto, con el corazón exageradamente acelerado y, las manos sudorosas y temblorosas. Desdobló lentamente el papel, degustando masoquistamente el momento de espera, con una mueca indescifrable en el rostro.

Apenas leyó las primeras palabras el nerviosismo se evaporó de su sistema, dejando solamente la felicidad, que hacia momentos había nacido y sido obstruida por el nudo nervioso en su esófago. Sonrió enormemente al terminar. Embelesado decidió leerla algunas veces más. Solo cuando estuvo satisfecho, lleno de alegría, se sentía como algo tibio en el estomago y, subía hasta su boca creando una impresionante sonrisa, que si el sol se hubiese apagado en ese momento, aquella curvatura en sus labios hubiese podido iluminar el sistema solar sin problemas.

"Veámonos esta noche aquí. Trae tu traje de baño

Haru"

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Y ahí estaba, en ese destartalado puerto a media noche, habiendo huido de su casa, como si no fuera aquel intachable hijo del que sus padres siempre presumían, apenas la oportunidad se presentaba. No es que no le importase defraudar y seguramente mortificar a sus padres, si se enteraban que no estaba en casa a esas horas, la realidad es que no estaba pensando, tan solo el impulso de ver a Haruka demolía cualquier inicio de un pensamiento racional. Tal vez aun si reflexionara acerca de su comportamiento y, de sus impulsivas acciones, lo más probable es que no le importaría en absoluto, ver a Haruka, poder pasar aunque fuese un corto periodo de tiempo con él valía cualquier cosa, aun por ilícita que pareciera o fuese en realidad.

Estaba sentado sobre los tablones de madera del puerto, mirando descuidadamente el negro horizonte, cuando el sonido de la superficie del agua rompiéndose delicadamente, justo a sus pies, le indico la llegada de su Haru. Su semblante distraído se encendió con una felicidad que le desbordaba el pecho, que no le cabía dentro.

Hola Haru-chan- saludó al sirenito sin antes siquiera verlo, con una deslumbrante sonrisa dibujada sobre los labios, una incluso más increíble que la de esa tarde.

No agregues el chan- murmuró cohibido el de ojos azules, con la mitad del rostro sumergido en el oscuro manto acuífero. No podía soportar la sonrisa que el mayor le dirigía, era demasiado hermosa, demasiado amorosa.

¿Cómo has estado Haru?

Bien supongo- exentando el hecho de que no comía bien y le había montado un berrinche escalas titánicas (lo que para Haruka significaba sencillamente haberla ignorado como si fuese un crio de tres años) a su tutora, todo iba de perlas, bueno en realidad no, pero todo iba a ir mucho mejor ahora que podía ver al de ojos verdes.

Por un rato, precediendo la contestación del pelinegro, no dijeron nada más, tan solo se miraron y ambos se perdieron en la mirada del otro, en aquella marejada imparable de sentimientos que ambos podían leer procedían del otro. Fueron tres minutos enteros, tres minutos insufribles y eternos para Jenedith, que contó con cierta irritación el tiempo. No es que le molestara que se miraran, bueno sí, si lo hacían por un tiempo tan prolongado sin decir absolutamente nada.

¡Por qué no se besan! Gritaba dentro de su cerebro, y es que aunque no lo admitiría jamás, ni bajo tortura, le gustaría verlos besarse. Mientras que la parte racional de su cerebro pugnaba por detener esta locura, le gritaba que esto era malo, rematadamente malo. Haruka estaba enamorado de aquel adolécete humano, en ese momento no importaba en lo más mínimo que fuera un varón, el problema es que era un humano, no importaría si al menos Haruka pudiese volver a tener piernas, pero ese no era el caso. Le estaban revelando a un humano la existencia de las sirenas. Estaban… corrijo: ella estaba en tremendos problemas legales, si alguien se enterase, no, ni siquiera quería imaginárselo.

Haru torció los labios adolorido, Jenedith le había quemado muy banalmente una aleta, haciéndole despertar de su ensoñación. El exabrupto en la hermosa e impasible expresión de Haruka, también despertó a Makoto, quién miró preocupado al menor, por la clara mueca de dolor que había mostrado.

¿Estás bien?-la suave preocupación en su voz, como un abrazo maternal reconforto a Haruka.

Si… ¿trajiste tu traje de baño?

- Makoto meneó la cabeza de manera afirmativa- ¿no pretenderás?

Justamente- el azabache corto al mayor, con una sonrisa gatuna apenas visible sobre sus labios.

Haruuu… esta helando. Supongo que a ti no te afecta nadar en agua helada porque eres una sirena, pero yo pescaría una hipotermia- Haru sonrió un poquito más.

Vamos, no te pasara nada. Confía en mí- Makoto supo que había perdido desde un primer momento, pero aquel "confía en mi" tan íntimamente entonado, con delicada confidencia, le había hecho olvidar cualquier argumento convincente que podría haberle dado al de ojos azules.

Con un débil asentimiento Makoto se levanto de su lugar, acompañado de la atenta mirada azul de Haruka, caminó lejos del puerto hasta que la oscuridad de la noche lo engulló. Receloso se desnudo, rodeado únicamente por el silencioso murmullo del mar a sus espaldas y el espantoso negro de la noche, que tintaba macabramente el aire. Se había colocado el bañador debajo de la ropa como Haruka solía hacer, así que tan solo debió quitarse todo lo que llevaba encima y, doblar la ropa, que dejo encima del primer tablón de madera del puerto. Resintiendo el frió morderle sobre la piel tibia, regreso sobre sus pasos y una vez en el filo de la destartalada construcción de madera miró a Haruka, o más bien a su cabeza, que era lo único que sobresalía del negro del agua.

¿Listo?- cuestionó el menor, Makoto se limito a asentir, abrazándose a sí mismo, a causa del frío que había comenzado a arreciar.- Acércate- Makoto accedió sin siquiera medítalo, se coloco de cuclillas y apoyo las manos sobre la madera- más- el más alto de los dos se inclino un poco más hacia el frente- más- y aunque estaba perdiendo el equilibrio, se inclino hacia adelante todo lo que podía.

Le pillo desprevenido, que las manos pálidas y delicadas del sirenito le tomaran por las mejillas y, halaran un poco más de él, haciéndole topar sus labios contra los contrarios. Ante la sorpresa que le provoco el acto del menor, Makoto termino de perder el poco equilibrio que le quedaba en aquella precaria posición, yéndose de bruces contra el agua, guiado por Haruka, que al parecer esperaba que aquello aconteciera. Ni siquiera sintió el golpe del agua, o el enfermizo helor que debía haberle atacado como mil agujas de hielo enterrándose en su piel, estaba demasiado concentrado en el improvisado beso, que Haruka le daba.

La textura de los labios rojizos del sirenito, su aliento que se le metía hasta la garganta, por sus labios entreabiertos. Ahí debajo del agua, no pudo controlarse, quiso profundizar el beso, aunque no tuviera experiencia y no supiera cómo, aquel trivial roce de labios no le bastaba, necesitaba más, mucho más. Estiro las manos, buscando el cuerpo del otro, pero cuando se dio cuenta Haruka se había apartado de él y sus labios ya no hacían contacto. Él menor le miraba con una sonrisa inusual en los labios, aunque cualquier sonrisa era inusual en el de cabellera oscura.

El beso de una sirena impide que los humanos se ahoguen… ¿puedes respirar?- el mitad pez se acerco al humano por pura precaución, había resultado una sirena tan defectuosa, que tal vez su beso pudiera no haber funcionado.

Makoto caviló por un instante y, antes de decidir hacerle caso al sirenito se permitió verlo ahí, abajo del agua, en el que siempre había sido su territorio. Estaba alarmantemente delgado, pero él no podía dejar de notar lo hermoso que se veía, la cola de delfín que se unía a su cuerpo elegante por las caderas, el cabello azabache un poco más largo, meciéndose elegantemente con la marea, la piel de seda blanca y esos ojos color zafiro, que en este preciso momento le miraban con sutil preocupación. Inhaló entonces, profundamente, ante la atenta mirada de Haru y Jenedith, que estaba justo ahí, demasiado cerca de ellos. Las gemas incrustadas en la espalda de la hipocampo le permitían reflectar la luz, ergo podía volverse invisible, habilidad que estaba usando justo ahora.

- Makoto se sorprendió de que sus pulmones recibieran el oxigeno del agua, como si esta fuese aire. Le sonrió al menor, aliviando la preocupación de este- perfectamente.

Haruka se permitió responderle aquella enorme sonrisa al de ojos verdes a su manera, apenas con una mueca alegre que podía iluminar toda la vida del chico más alto. Tomó de la mano al mayor y lo guío por ahí abajo. Cuando hubieron alcanzado una profundidad considerable, comenzaron a aparecer algunos orbes brillantes, hechos por Jenedith por supuesto, quien iba muy cerca de ellos. Makoto miró maravillado, no solo los orbes de luz que iluminaban su camino, si no toda la belleza de la flora submarina. Poco después también se percato de que el agua no estaba en absoluto fría, sino que incluso se sentía cálida, obra de Jenedith también.

Voy a quitarte ese miedo que le tienes al mar- dijo el de ojos azules, con total seriedad, mirando hacía los ojos del mayor. Makoto simplemente esbozo una pequeña sonrisa y apretó la mano del otro que le sostenía.

Nadaron, tomados fuertemente por las manos, por lo que pudieron ser horas. Nadaron en aquel paraje subacuático, ese que parecía una postal imposible, un lugar mágico, extremadamente hermoso, no pudieron evitar pensar que parecían nadar en el sitio donde se cultivaban las estrellas. No dijeron absolutamente nada, encantados tan solo con el silencio y la presencia del otro, era su momento, solo suyo (aunque Jenedith lo veía todo, a tan solo unos pocos metros detrás de los menores), en aquel océano precioso, con aquellas orbes de luz que flotaban en su entorno, las algas que bailaban con la leve corriente marina, las figuras exóticas de los corales y los pececillos que no dejaban de rondarlos como mosquitos.

Sin realmente concientizarse del tiempo a su alrededor, nadaron incansablemente, salieron del agua cuando lo creyeron prudente, o más bien cuando Makoto recuperó un poco de cabalidad. Haruka fue gentilmente sacado del agua por el más grande de los dos, quién lo había tomado por el talle y guiado su menuda figura fuera del mar. Makoto se dejo caer vencido sobre la arena, que curiosamente también se encontraba cálida (ahora Jenedith debía soplar el agua hirviendo con más fuerza, caldeado la arena, no quería que el joven humano se enfermara de gravedad), apenas ahora lo extenuante de su travesía submarina les pasaba factura a ambos adolecentes.

Haruka cayó irremediablemente al lado del mayor, después de todo era el de ojos verdes quién le sostenía, aunque su caída fue amortiguada por el cuerpo musculoso de Makoto. El de cabello oscuro tardo algunos segundos en concientizarse de su posición actual, concentrado en las moléculas de oxigeno que respiraba y no le bastaban. La piel del hombro de su amigo haciendo contacto contra la piel de su mejilla, le devolvió la conciencia como si hubiera recibido un bofetón, sintió entonces su pecho desnudo rozándose con uno de los costados del mayor, uno de los fuertes brazos del de cabello castaño aun envuelto en torno a su estrecha cintura, apretando su figura en su contra, impidiendo su escape (aunque en la mente de Haru jamás se materializo la opción de huir).

Haruka alzó la vista, sintiendo la respiración débilmente agitada de Makoto, al principio sobre el cabello húmedo y al final chocando contra la punta de su nariz. Makoto también lo miraba, así que sus miradas se encontraron. Más que cualquier cosa que pudiesen decir en ese momento, más de lo que las palabras jamás significaron para ellos, sus miradas siempre podían ser mucho más precisas, y del hielo que se había creado en sus irises, ahora derretido, habían florecido sus pensamientos más profundos, más celosamente escondidos, ambos le estaban exponiendo sus sentimientos al otro.

- Con la seguridad que le daba lo que podía leer en los ojos del otro, Makoto se inclino hacía el sirenito- te quiero… Haru- murmuró sobre los labios ajenos golpeándoles con su aliento cálido. Entonces simplemente presionó sus labios en contra de los del menor.

Era el tercer beso que compartían, pero se sentía como si fuera el primero, este no era robado, ni tan solo un fugaz topetazo de labios. Makoto se permitió, no sin algo de vergüenza y cierta torpeza, mover los labios sobre los del de ojos azules, Haru trato de seguirle el paso con la misma torpeza, a falta de experiencia que ejercía el humano. Haruka no sabía cuando Makoto había alzado un brazo, el que no le tenía firmemente sujetado de la cintura, y apoyado esa mano en su mejilla, acariciándole con el pulgar la piel, en movimientos circulares. Él sirenito apenas fue capaz de alzar una mano por su parte y aferrarla al antebrazo alzado del otro, pues aunque estaban recostados sobre la arena sentía que caía, que el suelo bajo ellos se había abierto y ellos se precipitaban por túnel negro sin final.

Te quiero Haru- repitió el de ojos verdes, tras haber cortado el beso. Prácticamente sus labios aun se tocaban y, aunque no necesitaran de palabras, el brillo en los ojos contrariaos les decía todo lo que pudiesen querer saber de su acompañante, tal vez si debían darle nombre y gritar en voz alta algunas de ellas.

Ta… también te quiero Makoto- respondió algo cohibido el de ojos azules.

Makoto le sonrió enormemente ante la respuesta, Haruka se permitió perfilar una escueta sonrisa sobre sus labios, impulsado por la que el humano le daba. Fulminado por la alegría, que se quemaba como algún combustible en sus venas, Makoto frotó la punta de su nariz contra la punta de la nariz del sirenito, Haruka tan solo se dejo hacer, afianzando la sonrisa sobre sus labios. Después el de ojos verdes pasó a besar hasta el último trozo de piel en el rostro del menor, dejando cortos y sonoros besos por toda la fina e imposiblemente suave epidermis del pelinegro.

Haru soltó una fina y suave risita, el tacto de Makoto sobre su piel le quemaba de manera agradable, el contacto le hacía cosquillear la piel y tal había sido el cosquilleo, que no había podido retener aquel sonido, impropio de él. Makoto se detuvo al escucharle, no todos los días podías ver a Haru reír, y si no hubiese estado tan cerca del de cabello color ébano, seguramente no le hubiese escuchado. Se apartó del rostro ajeno y miró hacia aquellos hermosos ojos color mar. Haruka le sonreía, había un adorable tono carmín adornando sus mejillas y, en las brillantes gemas marinas con las que le respondía la mirada tan solo refulgía el amor.

El sirenito alzó una mano y acarició con finura el rostro del humano, tan solo una leve caricia, casi fantasmal, que basto para enervar al de cabellos castaños. Con la fina mano del mitad pez apenas postrada sobre su mejilla, él le sujeto con suave firmeza la barbilla y, guió el rostro del sirenito contra el suyo, dándole otro casto pero prolongado beso, que se limitaba a la torpeza del baile inexperto que efectuaban sus labios, las manos dándole mimos al rostro contrario y, en el caso de Makoto, su otro brazo apretando con fuerza calculada el cuerpo del otro en contra del suyo.

- Esta vez el sonido del agua a sus pies les hizo frenar el beso. Makoto se sentó en su sitio, llevándose el cuerpo del menor consigo, sin dejar de abrazarlo posesivamente- esta hirviendo- mencionó a media voz, alterado por el extraño espectáculo.

- Haruka alzó la cabeza, que había reposado en contra del fuerte hombro de Makoto- me tengo que ir- entonó con fastidio y cansancio, su tiempo con Makoto era demasiado corto, o eso le parecía. La verdad es que no le bastaría aunque fuese un día entero el que pudiese pasar con el humano que amaba.

Haruka tan solo abrió bien grandes los ojos ante la sorpresa del movimiento del otro. Makoto lo había alzado y sentado sobe su regazo. Reteniéndole esta vez, con sus dos musculosos brazos alrededor del plano (anémico) abdomen, y su cabeza enterrada en su menudo hombro.

No te vayas. Puedes vivir en la bañera de mi casa (*).

- Haru apenas se permitió crear el leve atisbo de una sonrisa- suena tentador, pero no crees que a tus padres y a tus hermanos les sorprenda el hecho de encontrar a una sirena viviendo en su baño- acotó el de cabello negro con algo de humor.

¡A ellos les encantaría tenerte ahí!- Makoto sabía lo inverosímil de su propuesta, pero no quería separarse del menor, no después de que se habían confesado. Vivían en un mundo cruel.

Intentare regresar antes esta vez, pero… es que no quieren traerme- dijo el sirenito, con clara molestia y reproche en su voz. Hasta que escucho las palabras del de ojos oceánicos, florecieron muchas cuestiones, de vital importancia, en la psique de Makoto. ¿Con quién estaría quedándose Haruka? ¿Donde residía? ¿Qué impedía que sus visitas fueran diarias? Makoto aflojo su agarre sobre la pálida piel de su amado.

- El de ojos verdes levanto la cabeza, Haru giró la suya encontrando sus miradas. Estaban tan cerca, que en la punta de sus narices podían sentir el tacto fantasmal de la contraría- solo…- apenas soltó su primer palabra Makoto se coloreo de un vistoso rojo- te dejare ir si… si aceptas ser… ser… ser… mi novio.

Haruka profirió un bufido divertido, un poco por causa de los nervios de Makoto; su torpeza para hablar y el color escandaloso pigmentando todo su rostro, e incluso sus orejas, además que encontraba graciosa la situación, apenas hacia unos instantes se estaban besando y apenas le venían los nervios al humano, por una cuestión, que el sirenito creía que se había resuelto hacia un momento. No se suponía que solo besas a quien amas y, los novios se besaban porque se aman ¿no? Entonces si ellos se amaban y se besaban ¿no significaba eso que ya eran novios? Haruka no lo entendía.

Si acepto.

Makoto volvió a sonreír, con la potencia de una supernova, deslumbrado a Haruka por unos instantes, mismos que Makoto utilizo para besar nuevamente al mitad pez. Haru se dejo hacer, apretando cariñosamente la mano, que en algún momento le había vuelto a sujetar con veneración una mejilla. Cuando rompieron el contacto labial, Makoto seguía sonriéndole de esa manera, que le hacía perder el aire de los pulmones al sirenito. El Tachibana se levantó con Haruka entre los brazos, dándose cuenta de que ambos estaban secos, había sido muy rápido, pero podía deberse al calor de la arena y a los hilos de vapor ardiente que soltaba el agua que había estado a sus pies.

Makoto se alejo un poco del agua en ebullición, no podía permitir que Haru se cocinara como una langosta, se arrodillo frente a una porción marina que parecía segura. Se despidió dándole un tierno beso en la frente al de menor estatura, Haru respondió besándole la punta de la nariz, adorablemente sonrojado. Ninguno quería decir adiós, así que Makoto tan solo dejo a Haruka en el agua y el sirenito se perdió en el negro infinito de esta. Makoto volvió al puerto y se visitó velozmente, resintiendo el frió especialmente nítido sobre su cuerpo. Se permitió mirar una última vez el océano oscuro, con una sonrisa menguante, aceptando que ya no le tenía tanto miedo, aunque si algo de celos.

El chico orca regresó a su casa sin mayores contratiempos. Bajo el agua Haruka no dijo nada, aunque escuchaba perfectamente las frases mordaces de Jenedith, que en ese preciso momento se estaba deleitando con molestar al menor, respecto a su nueva relación con aquel esplendido humano (palabras textuales de la mujer). Tan solo el rubor en su pálida dermis, más y más furioso con cada oración que Jenedith profería, bastaba para complacer a la francesa. Aunque por dentro la hipocampo se quería morir, en que problemas se había metido. No lo diría en voz alta, pero por hacer feliz a Haruka, aunque fuese por un efímero instante valía la pena.

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Transcurrieron tres días después del encuentro de Makoto y Haruka, y como era ya una costumbre Jenedith intentaba darle una clase a Haruka, pero el sirenito no hacía más que ignorarla, encaprichado porque la francesa le había explicado que mínimo debían dejar dos semanas entre viaje y viaje, a veces tendrían que ser más otras veces menos. No podían caer en una rutina o serían atrapados. En cuanto Haruka vio su oportunidad, nado como un torpedo, lejos de Jenedith. La hipocampo tan solo pudo abrir la boca con indignación, mientras el color escarlata comenzaba a remplazar el rosa de su piel.

¡Vuelva aquí mocoso malagradecido!- bramó enardecida, nadando detrás del niño, tan rápido como sus limitaciones se lo permitían- ¡lo voy a convertir en estofado para tiburón!

Nadie en la ciudad se sorprendió del arrebato de Jenedith, ni de la imprudencia de Haruka, era algo normal, antes aun de que el sirenito entrara en depresión y, ahora que parecía haberse recuperado lo era de nuevo. La carrera termino con Haruka en el lecho marino, impactado por una Jenedith que se había propulsado con sus disparos de agua hirviendo. Tras el siempre ignorado regaño de la fémina, ella tomo al sirenito por la muñeca y lo arrastro de nuevo a la ciudad, iba a convertir a ese desobligado jovencito en una sirena perfecta, él lo quisiera o no.

¡KYYYYYYYYYYAAAAAA!- al regresar a la ciudad lo primero que escucharon fue un chirrido magnánimo, que hizo vibrar toda el agua a su alrededor, como un maremoto increíblemente potente. Lo demás aconteció demasiado rápido.

Haruka fue impactado nuevamente, esta vez con una gentileza impensable. Unas manos se posaron sobre sus hombros, y una sonrisa enorme inundo su campo visual, había mechones de largo cabello dorado flotando grácilmente con el agua, alrededor de aquella mueca alegre, y unos ojos de color gris como el acero sobre esos labios rosas. Haruka estaba delante de otra sirena. Una fémina despampanante, más alta que él, más alta incluso que Makoto, podía notarlo por el largo de sus brazos. La chica que parecía tan solo uno o dos años mayor que Haruka, vestía una blusa rosa con demasiados detalles y vuelos, que flotaban elegantemente a su alrededor, la cola de un delfín rosa que se movía de un lado a otro, como si aquella fuese un perro extremadamente feliz.

- Lo siguiente que Haruka supo, fue que estaba siendo asfixiado por el abrazo violento que aquella le estaba dando y, que había enterrado su rostro en el fino hombro de la fémina, dada la posición de ella- Hola. Mi nombre es Katherine y seremos los mejores amigos del mundo.

Continuara.

*: Solo díganme si alguien descubrió la referencia (n_n). Tan solo un guiño a ese mini anime que me fascino "Orenchi No Furo Jijou"

En este momento no se si eh mejorado, empeorado o si estoy en un lamentable estado de estancamiento (u_u). Podrán notar que intente escribir algunas partes hace mucho, de ahí que haya cambios en la narrativa. En fin nada mas que agregar... tan solo, estamos muy cerca del final, no diré un numero exacto de capítulos por que no lo se, pero pronto (:3)

Si lo se, como nos atrevemos a desaparecer por tanto tiempo y regresamos a decir que el final esta próximo (e.e). No me desencante de la historia, para nada, no estoy intentando acabarla de cualquier manera, esta apunto de completarse la idea principal que tenía eso es todo. Pero, porque hay un pero (XD), me di cuenta (antes de irme), que la historia me daba realmente para mucho mas, así que "Susurros De Sirenas" va a tener una segunda parte. Aun trabajo en el nombre. Bien ahora si es todo

Diva: ¡Oh! Mi segundo dialogo. Si llegaron hasta aquí valen un millón. La verdad es que es todo un placer volver a estar por aquí (=D), espero que podamos seguir viéndonos más seguido (n_n). Les mando muchísimos abrazos
Y mil besos de caramelos para ustedes mis amores
Diva y Yo: Matta-ne