Yeeeey, ¡llegué sin retraso alguno! :DD (a quién engaño, me demoré aaaaños :'BB) al fin publico un capítulo que si me convenció, pero no del todo, sólo una escena que para mí fue muy pro y es razonable, apenas soy una novata, pero un poco de ayuda no sería nada malo :,DDD

Aasdfsd, el capítulo está inspirado en una canción de The Verve, llamada The Bittersweet Symphony :BB no sé si les guste ese tipo de música, ¡A mí me encanta :D!

Cambiando de tema, ¿Alguien tiene exámenes? ¿Yo soy la única entonces? ;-; no saben, es horrible tener que estudiar y amanecerse y…y…. ;AAA; *llorando* safasfas, bueno, creo que estoy llegando a sonar algo infantil (quiéranme, así soy xDD).

Bueno, sin más palabreo comencemos con el sandungueo :DD

\\(._.)/

4. La sinfonía agridulce.

Ubicación: Arlington – Virginia

-¡Vamos! ¡Vamos!-gritaba un pelinegro sentado en un sillón de una desgastada pero humilde casa. Alentando a su luchador favorito de la televisión, que justo en esos momentos estaba lidiando con su peor rival en las luchas.

Kevin Stoley, un pelinegro quinceañero de origen asiático estaba sentado en un gran sillón cubierto de tela roja, viendo atentamente la televisión como si de eso viviera. En algunas ocasiones levantaba sus dos brazos, al ver cuántas "trampas" hacían en el campo de luchas.

Vestía una chaqueta celeste con detalles rojos en la parte superior de este, también, un pantalón mostaza con un par de zapatillas negras. Sus ojos eran de un hermoso color avellana, reflejando de qué país venía.

-¡Oww! ¡Eso no vale! ¡Fue trampa!-se quejó el pelinegro alzando sus brazos súbitamente. Al parecer el rival de su luchador preferido se había, de un momento a otro, fracturado una pierna. Sacándolo inmediatamente del área. Era obligatorio elegir a otro luchador.

-Jeje, ¿Sigues viendo eso?-quiso saber un castaño que pasaba por ahí, traía en manos dos libros gruesos, a simple vista se notaba que sería una ardua lectura terminar de leerlos.

-¿Y tú sigues con esos libros Clyde…?-le respondió el pelinegro, luego volvió a atender su apreciada lucha.

-Sí-contestó-Al menos es mucho mejor que dos hombres en calzoncillos luchando.

Clyde Donovan era un castaño de ojos verdes, también de quince años, vestía una casaca roja de líneas amarillas horizontales, un pantalón azul y unas zapatillas del mismo color de su chaqueta.

Recién había terminado la secundaria. Y, como lo imaginan, le encanta leer.

Clyde y Kevin eran amigos desde siempre, se confiaban todo, desde sus más íntimos secretos hasta los más oscuros. Desde que el castaño llegó a la vida del pelinegro, su existencia cambió de repente, podía confiar en alguien y contarle todo lo que le pasaba. Siempre teniendo en mente el concepto de "Amigos para siempre", no sabía que le pasaba, siempre que estaba cerca de Donovan se sentía diferente y hacía que su corazón se acelerara al máximo. Luego de dos años pudo confirmarlo: Estaba enamorado de su mejor amigo…

Más sin embargo. No sabía lo que sentía el ojiverde, sobre si era heterosexual o era como él. Y esas posibilidades alertaban al asiático, forjando que Stoley no le dijera en absoluto nada a su amigo, ni siquiera una indirecta. Bastaba simplemente con una mirada cómplice o un roce de manos para que el pelinegro se tranquilizara…

Su afecto marchaba más que bien, ni una pequeña discusión se cruzaba en la mente de ambos. Eso era amistad verdadera.

Hasta que un momento duro llegó a los extremos de que ellos se separaran por un momento. Los padres de Clyde…habían muerto…

El castaño no paraba de llorar. Sus progenitores habían fallecido en un accidente automovilístico. "A causa de un accidente" un camión había chocado brutalmente con el auto de ambos, al pasarse una estúpida luz roja. Era obvio que el conductor bastardo no tenía ni una leve intención de pisar el freno. Pensaba Donovan, dolido.

Kevin también sentía dolor. No soportaba ver al chico que amaba sufrir de esa forma, tenía que hacer algo ya. Y, sucedió, Kevin invitó a Clyde a que viva en su casa.

Sí, ansiaba tener al dulce castaño en su cama, completamente desnudo, dispuesto a perder su virginidad solo con él…pero no podía, aún no. Sólo lo invitó, como buen amigo que era. Y le dio una habitación.

Kevin Stoley vivía solo. Hace unos pocos años sus padres les habían dado una casa...lo que significaba que podía hacer lo que quiera allá mismo.

Pasaron días y su amistad volvió a ser la misma de antes. Solo que recientemente, habían descubierto que Kevin tenía poderes…sí, podía controlar todo tipo de electricidad y ese tipo de cosas. Genial ¿No?

Pero el ojiverde sentía algo, muy profundo, que se estancaba en lo más recóndito de su ser. Y era que, nunca volvería a ser el mismo…sí, superó la muerte de sus padres pero se volvió un poco tímido. Solo cuando estaba cerca de su amigo podía ser como era. Y eso al de ojos avellana le alegraba, ¿Qué solo Clyde se comportara como era verdaderamente solo cuando estaba con él?

Eso era buena señal.

El castaño siempre se preguntaba, cada vez… ¿Qué haría con su vida? ¿Qué pasaría con él? Es una pregunta que casi todos nos planteamos. Donovan siempre reflexionaba acerca de eso cada vez que tenía oportunidad, ¿Qué es lo que estaba planeando el destino con su vida? ¿Acaso iba a ser famoso? ¿O un artista anónimo? ¿Qué mierda sería?

Eso, estaría por verse.

-¿Perdóoon?-inquirió el pelinegro, parándose de su asiento en modo de broma-¡Las luchas es mucho mejor que estos libros!

El castaño rio.

-Ñopo-acarició los cabellos negros de su amigo-Los libros ganan-finalizó el castaño.

-Ajá claro…-respondió Kevin, sonrojándose levemente. 'No pares…' pensaba mientras cerraba sus ojos para disfrutarlo mejor.

-Bueno, necesito que apagues el televi…-no pudo concluir la oración ya que de un momento a otro el aparato mostró estática-Mierda…-susurró. Y sonrió levemente-¿Puedes arreglarlo?

-Creo que sí-contestó y se acercó a la mesita del televisor. Agachándose-A ver, a ver…-murmuraba y, colocó la palma de su mano en el objeto electrónico. A continuación, la estática paró, mostrando solo una imagen gris, luego una azul y finalmente, volvió a la normalidad.

-Desde ayer siempre pasan este tipo de cosas. Muchas gracias Kevin-agradeció Clyde con suma sinceridad.

-Nee, no fue nada-respondió, rascándose su nuca. Oh sí, adoraba cuando su amigo le mostraba una de sus características sonrisas que lo ponían en primer lugar de la categoría "violable".

-Bueno, mejor anda y prepara la cena-pidió con amabilidad señalando su comedor.

-Está bien-dijo y, se fue a la cocina.

El castaño esbozó una pequeña sonrisa y cuando estuvo a punto de apagar el aparato observó por un momento la lucha:

Todos estaban disfrazados con sus clásicos trajes y sus aburridas capas, lo único que lo entretenía era las maniobras que hacían ambos luchadores. A continuación el luchador favorito de Stoley fue lanzado bruscamente por el suelo del campo de lucha. Pero pudo incorporarse con rapidez y, sujetándose fuertemente de uno de los palos que había alrededor del campo, giró en una longitud increíble. Su cuerpo fue elevado en forma horizontal mientras que la fuerza de la gravedad se encargaba de lo suyo, haciendo que sus extremidades inferiores-quienes estaban juntas-golpearan brutalmente al otro luchador. Tirándolo al suelo, tardó mucho en incorporarse, por lo que perdió la lucha.

El castaño silbó por el asombro y apagó el aparato. Mañana sería un gran día, iban a trabajar en un lugar muy conocido.

-¡Que pase el siguiente!-exclamó un señor de aproximadamente unos cuarenta años. Vestía formalmente, al parecer era un director o jefe de una empresa importante.

Al instante, un joven de tez morena entró a la habitación, era un afroamericano de cabellos negros ligeramente ondulados. Vestía una chompa-chaqueta-morada con la letra T de color amarillo, impresa en el centro. También un pantalón jean negro y un par de zapatos blancos. Tenía un aspecto de millonario, ya que se notaba a leguas que su ropa era muy costosa.

-Eh…buenas noches Señor Easterbrook, me llamo Token Williams Black y vengo por el trabajo de vigilante del restaurante…-explicó el joven.

-Bien, ¿Cuántos años tiene usted?-quiso saber el señor mientras escribía en una libreta los datos dichos anteriormente.

-Dieciséis años…

El mayor seguía anotando.

-¿Por qué razón vino aquí?

-…Este…bueno, es asunto algo difícil de explicar…

-Si no me lo quiere decir por mi bien, creo que es un asunto algo personal.

-Así es Señor, gracias por entender-seguía replicando con algo de indecisión en su tono de voz.

-¿Usted vino por el puesto de vigilante, cierto?

-Ajá-afirmó él.

Easterbrook cerró su pequeña libreta y se quitó los lentes que tenía puestos. Miró al joven como si eso sirviera ver todas las intenciones que tenía Token con el pequeño trabajo que quería en el restaurante.

Finalmente asintió.

-Creo que sí puede quedarse con el puesto joven, inicia mañana. Por favor venga a las seis de la mañana en punto-le dijo tajantemente, dándole una hoja con todos los detalles y el uniforme necesario para trabajar.

Los profundos ojos negros del afroamericano se iluminaron ¿Escuchó bien? ¿Acaso dijo que sí? Se sentía jodidamente feliz de que al fin lo contrataran en algún trabajo, por lo menos en uno pequeño…

-¿En serio Señor? ¡Muchas gracias, volveré mañana!-dicho esto se fue dando saltos de alegría. Como si hubiera ganado la lotería.

El mayor asintió complacido. Ver a un joven alegre solo por obtener un humilde trabajo le daba un buen presentimiento sobre él.

Era ya de mañana en la casa de los amigos. Kevin y Clyde estaban desayunando en el comedor unas ricas tostadas con café, preparadas por el "as" en la cocina, Clyde Donovan. Sí, después de la muerte de sus padres pudo hacer muchas cosas por sí mismo, una de las millones de cualidades por la cual el pelinegro lo admiraba.

-…Coñe ñápido…-decía el castaño mientras masticaba su tostada, aún a sabiendas de que el asiático probablemente no lo entendería.

-Ya lo sé, no tienes porque decírmelo-contestó Stoley mientras tomaba un sorbo del café. Clyde era muy tierno cuando hablaba con la boca llena.

Después de unos minutos terminaron de desayunar, habían conseguido un puesto en un restaurante. Como meseros, no era tanto pero por lo menos se podía vivir de eso.

Caminaron de manera vertiginosa hacia el establecimiento, se supone que deberían llegar a las ocho de la mañana y ya eran las siete y cincuenta y cinco. Debían apurarse o sino los despedirían en el primer día de trabajo.

-¡Cincuenta y seis…cincuenta y siete…! ¡Apúrate Kevin!-gritaba Clyde corriendo precipitadamente. Jalando el brazo de su amigo pelinegro, quien estaba unos pasos más atrás.

-¡Eso hago maldita sea!-exclamaba mientras se quedaba sin aire. Aspiro más y siguió corriendo.

Finalmente, llegaron. Abrieron la puerta del restaurante bruscamente. Hiperventilando, tratando de que el aire regrese a sus pulmones.

El restaurante era, sin duda alguna, un establecimiento honrado. Era algo espacioso, lleno de sillas y mesas en casi todos los rincones. Se podía oír los ruidos que provocaban las ollas y los platos en la cocina del fondo.

La fachada era una puerta grande de vidrio. Con el clásico letrero de "Empuje", ambos azotaron la puerta, hiperventilando. Todos los comensales que había en esas horas se sobresaltaron ligeramente.

Un señor encorvado, de aspecto simpático. Se acercaba a ellos dos, con una mirada de humildad y una sonrisa amigable esbozada en su rostro.

-Buenos días, ¿Ustedes son los nuevos meseros verdad?-preguntó el mayor.

-Sí…-contestaron en unísono. El aire ya comenzaba a apoderarse de sus cuerpos.

-Bien, pónganse estos trajes-le dijo el sexagenario. Mostrándole un traje parecido a un smoking, una camisa blanca decorada de bordes negros, con unos bolsillos ubicados en la parte superior. Junto a la camisa estaba un mandil de color verde oscuro, algo corto, ya que solo llegaba hasta la cintura-…En la parte de allá-continuó, señalando una puerta algo sucia en un rincón.

-En seguida-dijeron los dos. Dirigiéndose a la puerta.

Abrieron el portillo y vieron un pequeño espacio algo oscuro, Clyde buscaba a ciegas algún interruptor, pero no encontró nada.

Entonces, decidieron cambiarse a ciegas. Se quitaron sus polos y en vez de eso, se vistieron sus camisas peculiares.

Al cabo de unos minutos salieron, ahora el restaurante estaba un poco lleno, el mismo señor de siempre los esperaba al costado.

-Creo que ya pueden empezar, ya saben que deben hacer ¿Cierto? Simplemente deben acercarse a las mesas y preguntar su orden-explicaba el anciano-luego van a ese ventanal-seguía, señalando una pequeña ventana, en donde se observaba la cocina un poco más de cerca-y dejan sus pedidos, los cocineros se encargaran, dejaran los platos listos y les avisarán…

Ambos asintieron y se dirigieron a sus puestos. Observando atentamente si otro cliente vendría. Clyde observaba la puerta como si fuera un halcón, pero perdió la noción del tiempo al ver a un afroamericano vestido de guardia en la entrada, tenía unos profundos ojos negros y su cabello estaba ligeramente ondulado. Sonriendo amistosamente a todas las personas que entraban al establecimiento. Se sonrojó levemente y miró a otro lado para que ese tedioso rubor se valla.

-¿Te pasa algo?-inquirió Kevin a su amigo, algo preocupado.

-S…sí… estoy bien…-respondió aún con las mejillas teñidas de un leve tono carmesí.

-¿En serio?

-¡Sí, estoy bien! No te preocupes…

De pronto una familia entró en la puerta del restaurante, inmediatamente los dos se aproximaban a los integrantes, dándoles una cálida bienvenida. Solo esa única, pero única vez, Donovan pudo observar un poco más de cerca a ese tipo que le llamaba la atención.

Se sonrojó levemente, al parecer el afroamericano se percató de que lo estaban mirando, ya que dirigió su vista hacia el chico.

-'¿Quién es él…?'-se preguntó el chico castaño, ensimismado en su curiosidad por conocer más a ese chico. Pero ya no podía, tenía que atender a los clientes.

El tiempo transcurrió su curso normal, sin ningún problema. Los segundos pasaron rápidamente, y con eso los minutos…y a ese paso llegaron a pasar innumerables horas de jornada laboral. Ya faltaba pocos minutos para que todos se fueran. Quedaban pocos clientes, Kevin estaba limpiando el piso y Clyde atendía al reloj, contando impaciente los eternos cinco minutos que faltaban.

Al parecer el afroamericano se había descuidado de su puesto, seguramente se habría ido al baño.

Clyde barría con la mirada todo lo que veía, con aburrimiento. Agachó su cabeza.

Repentinamente alguien abrió la puerta. Era un hombre de aproximadamente sus treinta años. Vestido de desaliñadas ropas, una chaqueta negra con algunos rasgones y un simple pantalón de color gris, manchado. Estaba algo beodo. Por lo que el ojiverde sintió repulsión.

-Disculpe… ¿Atienden a esta hora?-indagó el hombre, que no tenía un aspecto confiable que digamos.

-Eh…no. Pero puede pasar, no se preocupe-dijo, mientras abría un poco más la puerta para que el joven pueda pasar. Fatal error…

-Muchas gracias-le agradeció, ubicando sus manos en los dos bolsillos puestos en la parte inferior de su casaca. Esperó a que ambos estuvieran en un rincón y…

Sacó rápidamente un arma. El castaño se paralizó, nunca pensó que esto pasaría.

-¡Dime dónde está el dinero o de lo contrario te mataré!-exigió el maleante con furia en su faz. Apuntándole con la pistola.

-¡Es...está en la caja…!-respondió Donovan con espanto y horror ¿En dónde coño estaba Kevin ahora?

El delincuente se acercó a una mesa, en la parte de atrás había unos cuantos cajones, en donde se encontraba la caja registradora, poseedora de las ganancias obtenidas este día. El hombre abrió la caja, agarrando con ambición todos los billetes. Clyde estaba atemorizado, tenía que hacer algo ya. Nunca había sido víctima de un robo y eso lo atormentaba. Observó con nerviosismo el lugar.

El establecimiento tenía forma de una casa rodante, pero un poco más espaciosa. Al costado del mostrador estaba un tubo de fierro iniciado en el techo y concluido en aquella mesa. Delante del joven estaba una inmensa ventana de vidrio. Casi tomando parte de toda la pared.

Su mente obedeció órdenes de una fuente sumamente desconocida para él. Hizo caso a ese instinto y, en una milésima de segundo reaccionó.

Situó ambas manos en aquel tubo y saltó rápidamente, atrayendo todo su pesado cuerpo hacia el ladrón de forma horizontal, haciendo un giro perfecto. Con la fuerza de sus pies golpeó la espalda del hombre, cumpliendo el objetivo de que tirara al joven, íntegramente asustado. Llegando a romper el vidrio causando un estruendo impresionante. La sangre salía de su rostro bañando todo el pavimento del líquido rojo, no había necesidad de ser un genio para saber que estaba muerto. ¿Cierto?

Cuando el castaño reaccionó por todo lo que había causado se puso pálido como la cerca. ¿En serio había hecho eso? Observó de reojo sus manos ¿Estas manos habían matado a un hombre…?

Luego comprendió todo…había imitado lo que vio en las luchas…

El estruendoso ruido de la ventana había llamado la atención de Kevin y el misterioso joven para el ojiverde. Ambos corrían alarmados por tal ruido.

-¡Clyde! ¿Qué pasó…?-se preocupó el de ojos avellana. Nervioso por lo que le pasaba a su mejor amigo.

El afroamericano vio el espectáculo que había hecho Donovan, quien se vio apoderado de un tono carmín cubriendo sus pómulos.

-Na…nada… ¡Es que solo vino un tipo y…y…!

-¿De dónde aprendiste eso?-preguntó el joven con firmeza.

-…-Kevin lo miró con cara de pocos amigos.

-De…de la televisión…

~OOO~

;V bien, que bueno que hayan perdido su tiempo leyendo esto. See, la pelea está calentona xD Stolovan vs. Tyde, me gusta más el Tyde pero el Stolovan también es de mi preferencia ¿Ustedes que opinan uwu?

Creo que los que vieron la serie se habrán dado cuenta de que este caso se parece mucho al de la serie, pos sí, había una chica que tenía el poder de hacer todo lo que veía y eso…nunca terminé de verlo xd

Espero que les haya gustado uwu! (mañana soy libre motherfuckers, a celebrar! ;uu;)

~TheParkerPress~