Declarativa: SMeyer es dueña de los personajes, RuthlesslyYours escribió esta historia y yo sólo traduzco.
Capítulo traducido por Yanina Barboza, y corregido por Sarai GN, betas de Élite Fanfiction (www facebook com/ groups/ elite .fanfiction)
Capítulo 30
El Sueño Americano.
EDWARD.
Me relajé en la silla mirando alrededor de la oficina mientras bebía el horrible brandy. Podía pensar en media docena de cosas que prefería estar haciendo a la medianoche. Observar a mi hijo dormir, molestar a Roger, hacer el amor dulcemente con mi prometida... mi prometida... me gustaba eso. Pero amaría llamarla mi esposa. Desafortunadamente, en vez de alguna de esas cosas, estaba sentado enfrente de Aro, la mayor sanguijuela corporativa que alguna vez había visto.
—Sr. Vulturi, James está aquí para verlo —habló su secretaria por la línea abierta. Los ojos oscuros de Aro me miraron y asentí.
—Hazlo pasar —dijo.
Cinco.
Cuatro.
Tres.
Dos.
Uno.
—¿Qué putas es esto? —se burló el rey de los tontos en cuanto me vio cómodamente sentado.
Con ninguna emoción en absoluto, asentí hacia él.
—Hola, James.
—Jódete, Cullen —espetó. Se veía delgado, temblando como si se hubiera metido algo. La estúpida cola de su pelo había desaparecido y su ropa estaba… desaliñada.
—Cuida tu forma de hablar, chico. El Sr. Cullen es un invitado —le informó Aro.
—¿Un invitado? ¿Un maldito invitado? ¿Sabes lo que este hijo de perra me hizo?
—¿Qué te hice? —Agarré el vaso en mis manos con tanta fuerza que podría romperse—. Hablemos acerca de lo que me hiciste. ¿O es que olvidaste que intentaste matarme?
Se quedó congelado y sus ojos se agrandaron antes de que finalmente tuviera el buen juicio de negarlo.
—No sé de qué estás hablando.
—Mis frenos fueron cortados...
—¿Eres sordo, Cullen? Dije que no tenía nada que ver con eso.
—Él se imaginó que dirías eso —interrumpió Aro—. Y es por eso que te estamos poniendo a prueba.
—¿A prueba? —Él pausó—. ¿Qué tipo de prueba?
No dije nada y Aro simplemente llamó a uno de sus guardaespaldas. James se dio vuelta rápidamente pero no habló. Solamente se quedó allí, mirando al hombre con tatuajes cubriéndole ambos brazos y una cicatriz en la ceja.
—¿Llamó, señor?
—James, ¿lo conoces?
James no dijo nada, su puño apretado mientras se giraba hacia nosotros.
—¿Tienes algo que decir?
Asintió.
—Sí. Me voy. A la mierda ustedes y este canalla idiota que tienes trabajando para ti.
Abrió la puerta de un tirón, solo para encontrar dos doctores vestidos de blanco esperándolo.
—¿Qué es esto? Quítense de mi puto camino.
—Daniels —llamó Aro dando un paso al frente—. Por favor, diles a estos buenos doctores lo que mi hijo te pidió que hicieras.
—James se acercó a mí como una prueba. En cuanto vio mis tatuajes me ofreció medio millón de dólares por asesinar al señor Cullen y a su esposa —contó Daniels.
—¡Mentira! —espetó James.
Daniels sacó una servilleta.
—Él firmó ese acuerdo en la única cosa que teníamos para utilizar en ese momento.
—Doctores, como pueden ver, James no está mentalmente estable. Por años ha estado obsesionado con mi esposa y conmigo. No creo que la policía sea necesaria. Después de todo éramos amigos, ¿una vez lo fuimos, James? Ahora puedes obtener toda la ayuda que necesitas —dije con falsa preocupación, levantándome de la silla.
—¡HIJO DE PERRA! —Se echó sobre mí, pero el doctor y Daniels lo agarraron—. ¡Te voy a matar! Lo juro por Dios, te mataré a ti y a tu pequeña perra.
—Manténganlo quieto —gritó uno de los doctores mientras le inyectaba algo en el cuello—. Tengo una camisa lista para él.
Ni Aro ni yo dijimos nada mientras esperábamos que se lo llevaran. Girándome hacia él estreché su mano con un apretón firme.
—Es debido a ti que él no está en la cárcel. Quiero que esté tan drogado que ni siquiera pueda recordar su nombre. Si alguna vez es puesto en libertad, te lo juro, Aro, me encargaré de esto con menor delicadeza en mi mansión... Solo recuerda, estaré siempre vigilando.
—Por supuesto, Edward. Gracias —dijo.
Mientras entraba en el auto esperando al final de la torre de Aro, parte de mí se preguntaba si me arrepentiría de esto. El jodido bastardo intentó matarme no solo una vez sino dos. La segunda vez planeó venir por Bella, también. El pensamiento me hacía querer arrancarle la garganta. Pero hacer que arrestaran a James también significaba más atención de los medios. Una vez más la vida de mi familia sería transmitida en canales de noticias cada maldita hora del día. Necesitábamos tranquilidad. Necesitábamos un nuevo comienzo... Bella necesitaba eso. Era de la única manera que podíamos poner el pasado atrás.
Mirando por la ventana del auto, vi en la esquina a un hombre pidiéndole a una mujer su número de teléfono. Los miraba, incluso mientras nos alejábamos y ellos se convertían en manchas a la distancia. Ambos se veían emocionados, felices, normales. Así es como se suponía que las cosas pasaran, ¿cierto? Se supone que conoces a alguien en la esquina de alguna calle, o en un bar y coqueteas, luego sales, tienes citas, después te casas y finalmente comienzas una familia. Nada de eso pasó con Bella.
Éramos un absoluto y jodido desastre. Herimos a las personas, a nosotros mismos, el uno al otro; era como si simplemente no supiéramos cómo ser normales... y creo que eso está bien... ahora. Por lo menos ahora sabemos cuáles son nuestros problemas.
—Espera un momento —le dije en voz alta al conductor cuando doblábamos la esquina y me enfocaba en el cartel gigante de la próxima adaptación cinematográfica de Confesiones de la Puta de un Millonario.
Miré al chico cursi con la mujer envuelta alrededor de él y solamente reí.
—Mi esposa está enamorada de ese libro —dijo con una risita el conductor—. Me hizo prometer que la llevaría a verla la noche del estreno.
—¿Por qué le gusta? Y puedes seguir ahora.
Asintiendo se incorporó a la carretera y se encogió de hombros.
—Dice que porque no es acerca del amor perdido de una pareja hace mucho tiempo, o de la chica de al lado. Es acerca de dos personas reales con problemas y el sufrimiento de amarse el uno al otro. Le gustan porque son totalmente imperfectos... y ella puede identificarse.
No dije nada mirando fijamente su nuca. Tosió y se movió incómodamente como si solamente ahora recordara quién lo escribió.
—Yo creo que solamente le gusta por los lemons.
—¿Los lemons?
—Sí, usted sabe, es lo que llaman escenas gráficas de sexo. De todos modos, sé que no podía ser usted, señor. La vida de nadie tiene tanto drama —añadió.
¿Quieres apostar?
—Drama y sexo venden. —Fue todo lo que pude pensar en decir cuando finalmente llegamos a la casa.
No esperé a que me abriera la puerta del auto, lo hice yo mismo. Era tarde y solamente quería desvestirme y meterme en la cama con Bella.
—Buenas noches, señor.
Asentí hacia él, entrando silenciosamente. Sacándome los zapatos y tirando el saco y la corbata en el sofá.
—¿Bella? —llamé, notando la luz de nuestra habitación todavía encendida.
Cuando entré, allí estaba ella, sentada con Levi, quien se frotaba los ojos, en el medio de nuestra cama, Capuchino dormida en sus brazos. Y Bella con lágrimas corriendo por su rostro.
—¿Bella? Bella, ¿qué está mal?
Me miró sorprendida, como si hubiera salido de la nada.
—Nada. —Negó con la cabeza—. Todo está increíble.
No entendía nada hasta que le dio vuelta al iPad y allí vi la cara de un pequeño y enrojecido bebé con el rostro todo fruncido. La cámara se movió y pude ver a Angela y Ben.
—Es una niña —lloró Bella.
Moviéndome, me senté en la cama junto a ella.
—Felicidades, doc.
Ben sacudió la cabeza hacia mí pero asintió.
—Gracias, Edward.
—¿Cuál es su nombre? —Levi bostezó tomando el iPad de Bella.
—Todavía no estamos seguros, amigo...
—Bien, cuando esté despierto les ayudaré. Mami dice que soy el rey de los nombres —dijo Levi con orgullo.
—Es verdad. El nombre de Capuchino es bastante asombroso. —Angela rio con cansancio. Ni siquiera podía comenzar a imaginar.
—Dejaremos que se vayan, chicos. Estaré en el próximo vuelo que salga...
—Bella, no tienes que...
Bella negó con la cabeza.
—Nop. No me detendrás, Angela. Tú estuviste ahí cuando yo tuve a Levi y es mi deber estar allí, también. Además, estoy obligada a darte el libro secreto de las mamás.
—¿Hay un libro? —Levi la miró con sorpresa, causando que tanto Bella como Angela rieran.
—¿Así que eso significa que nos ayudarás con las noches? —Ben rio disimuladamente.
—No las primeras veces, por supuesto. No te das cuenta de lo mucho que amas a los pequeños retoños hasta que te despiertan a las tres de la mañana. —Jaló a Levi en otro abrazo, quien solamente le hizo un mohín.
—No soy un retoño, mami, soy Levi. —Bostezó nuevamente, lo que lo hizo más lindo debido a la bebé bostezando al mismo tiempo que él.
—Adiós, chicos —les dijo Bella antes de finalizar la videollamada. Soltó un gran suspiro y se limpió los ojos, sonriéndome—. Oye. Lo sentimos, no te escuchamos llegar.
—Está bien —dije besándole la frente antes de ponerme de pie—. Voy a llevar a Levi a la cama, ¿por qué no simplemente te relajas?
—Sí, relájate, mami —murmuró Levi mitad dormido levantando el brazo hacia mí, lo levanté con una mano, agarrando a Capuchino con la otra.
Abriendo la puerta de la habitación con mi pie, puse a Capuchino en su cama en el piso antes de colocar a Levi en su cama. Se dio la vuelta en su lugar y jaló su elefante de peluche cerca de él.
—Buenas noches, amigo. Te amo —le dije.
—Buenas noches, papi. Te amo —murmuró.
Besándole la frente me puse de pie apagando todas las luces, asegurándome que su lamparita estuviera encendida antes de cerrar la puerta con un chasquido.
Dirigiéndome hacia la habitación, Bella estaba esperando sentada con las manos entrelazadas.
—¿Por qué te ves como si estuvieras esperando al director? —Me reí sacándome la camisa.
—Porque podría ir a detención —respondió sacando el pendrive.
—Bella...
—Lo vi. Sé que no debería haberlo hecho. No es de mi incumbencia y no tengo respeto por el espacio personal. ¡Lo sé! ¡Juro que intenté no hacerlo, pero todo el día seguía susurrándome como el Anillo de El Señor de los Anillos! Pensé que me volvería loca...
—Bella...
—Tienes razón, eso todavía no es excusa, pero solamente tenía que decirte, lo vi y lloré, y creo que también debes verlo. Ahí, lo dije. Creo que debes ver esto...
Prácticamente salté sobre la cama, jalándola cerca de mí y besándola. Gimió en el beso, envolviéndome las piernas alrededor.
—¿Puedo tener la palabra ahora? —pregunté mirándola.
Hizo una mueca sentándose en mi cintura.
—Supongo que puedes.
—Bella...
—Oh, pero espera, lo siento. Solo necesito decir... —Le di una mirada—. No importa, tu turno para hablar.
—Tengo el presentimiento de que sé lo que está en el pendrive. —Abrió la boca, pero puse un dedo en sus labios—. Ahora crees que no lo hago, pero lo hago. Solamente no estoy listo para verlo ahora mismo. No sé por qué. Quizás porque quiero que ella me hable y no alguna cámara, o quizás porque sé que me hará querer ir con ella y no puedo. No puedo ver lo que sea que esté ahí y volver corriendo a ella solo para encontrarme con silencio otra vez. Eso me lastimaría peor que nada antes. Está bien que lo hayas visto. Pero ahora mismo no estoy listo. ¿Está bien?
Asintió besándome rápidamente.
—Por supuesto que está bien. Está más que bien.
—Bien. Ahora... —Nos di la vuelta agarrando su muñeca mientras me ponía arriba de ella—, durmamos algo antes de que nos mantenga despiertos toda la noche.
—¿Es una amenaza o una promesa? —Sonrió besándome la nariz. Rodando la jalé hacia mis brazos.
—Te amo.
—También te amo. —Soltó una risita descansando la cabeza en mi pecho—. Edward, estaba pensando, podemos ir al juzgado a casarnos. No quiero nada grande, y quizás en unos pocos años podemos renovar nuestros votos o algo y hacerlo en grande. Solamente quiero que descansemos un rato.
Jugué con su cabello pensando por un rato antes de sentarme y estirarme hasta la mesita de noche y sacar una caja.
—Iba a despertar temprano en la mañana para hacerte una proposición que nunca olvidarías, pero por alguna razón creo que este sería el mejor momento. —Abrí la caja.
—Mierda —jadeó—. Edward, pueden ver esto desde el espacio.
—Bien, entonces quedará perfectamente claro que eres mía... incluso para los extraterrestres. —Sonreí sacando el anillo en forma de lágrima—. Por millonésima vez, mujer, ¿quieres casarte conmigo?
—Por millonésima vez, hombre, sí, me casaré contigo —respondió mientras deslizaba el anillo en su dedo.
Por alguna extraña razón, tomé una profunda respiración solamente abrazándola.
—Siento como que he viajado un millón de millas para llegar aquí.
—Yo también. Aunque estoy feliz de que finalmente lo hiciéramos —susurró besándome y esta vez no me separé, me entregué a ella...
Ella era todo y a pesar de nuestras decisiones, tanto buenas como malas, estábamos finalmente juntos.
Pronto tendría esposa,
un increíble hijo,
un perro y una...
cerca blanca.
Llamaban a eso el sueño americano, pero justo ahora se sentía como mi propio sueño y nunca quería despertar de él.
FIN.