Estoy al tanto de que he sido una terrible ficker por no actualizar, mea culpa (?). Vosotros sabes, la escuela, la vida, esas pavadas que a veces imposibilitan a la escritura. Para compensar mi ausencia les traje un capítulo más largo -ocho cuartillas-. Y como juego narrativo que me impuse intenté no usar la palabra "que" sin que fuese cuestionamiento. Creo que me funcionó por las primeras cinco cuartillas... Les dijo esto por si la redacción no es tan cómoda entiendan el porqué
Igual, me dejo de biblias; yo sé que ustedes quieren la conti. Aquí está después de tantos siglos.

Capítulo ocho:

Ayer al cerrar la puerta, con ese presuroso latir casi olvidado retumbado en su pecho, escuchó como Doble De volvía a hablar, comunicándole la hora exacta de la cita. Deseó contestar, pero el tiempo invertido en reabrir mató cualquier respuesta pensada. Eddward ya tornaba a su hogar, Eddward ya le daba la espalda, nuevamente se alejaba. Un tanto decepcionado no le quedó más y comenzó a aguardar ese día venidero, ese mañana, ese hoy. Una naciente esperanza de poder cruzar algunas cuantas palabras capaces de hacer menguar, aunque fuese un poco, la imagen de idiota proyectada con anterioridad, le mantuvo en el limbo entre el sueño y el desvelo, pero también fue su prometedor amanecer esa mañana.

Después de un baño a conciencia abrochó sus jeans, vistió su chaqueta y, viendo su reflejo, peinó los rojizos cabellos con los dedos. Miró el reloj. Estaba listo con diez minutos de anticipación. Suspiró. Él nunca había sido un hombre puntual; salvo cuando Eddward entraba en la ecuación. Sonrió. Con honestidad, cualquier ecuación donde el chico estuviese presente era su excepción.

Con esa ilusión fraguada por los astros, testigos de su espera, se apresuró a bajar aun cuando el reloj marcase las tres con veinte de la tarde. Su plan era conocer al enemigo desde su base, sí, mas deseaba enormemente ver junto al infante a ese tan amado hombre, conversar siquiera por cortesía, verlo a los ojos y gritarle con los propios sus intenciones de recuperarle, declararle su amor sin necesidad de voces.

Imposible le fue negar el desencanto producido al salir y divisarlo al otro lado de la acera. Simplemente observando hacia su dirección mordiéndose sutilmente el labio inferior. Cómo negar aquella desazón si sentía algo parecido a la tristeza disfrazada, como suele ir, de enojo emerger de sus intestinos quemándole el pecho al verlo tan inaccesible, inalcanzable. En un arranque de posesividad infantil quiso ir a reclamarle su lejanía, pero aquella mirada contrariada recibida le hizo regresar a su realidad; mirar al suelo y toparse con aquel niño le recordó su plan.

Jim le miraba sonriente y pacientemente esperaba a ser notado. Kevin no pudo evitar corresponder el gesto. Fue tan natural. Era como sonreírle a aquel tan lejano ser. Su mano viajó a la verdosa cabellera acariciándola.

— ¿Listo?

Con una sonrisa de mayor tamaño, asintiendo ansiosamente y un agudo "sí" respondió el niño. Contra todo pronóstico, aquel conjunto de acciones enterneció al adulto.

—Entonces, andado.

Tomó aquella antigua gorra roja colgada en el perchero, atesorada nostálgicamente como el recordatorio de una época totalmente feliz, y, sonriente, la colocó en su cabello "adecuadamente desordenado". Palmeó su bolsillo izquierdo haciendo sonar las llaves. Salió con su siempre poseído andar despreocupado y seguro de sí guío al pequeño hasta la cochera. Abriéndola manualmente dejo ver aquella belleza llamada por él como "nena". Orgulloso de su tesoro permaneció quieto unos momentos contemplándola y dejando a su invitado hacer lo mismo.

Jim, ahora con el sol en alto y sin miedo en su menudo cuerpo, también observó aquel vehículo altamente peligroso. Era bonita, pese a ser un "ataúd con ruedas", palabras de su padre. Su curiosidad le llevó a acercarse primero para tocar el lateral de aquel vehículo. La pintura era tan brillante.

—Me gusta —musitó.

Kevin sonrió ante aquella afirmación. Para ser hijo del Doble Bobo tenía aquella vena rebelde y solo contaba con seis años en su historial. Eso, hasta cierto punto, le divertida, pese a también ser recordatorio de la genética materna, victoriosa en aquel pequeño ser. Jim contra todo pronóstico, aun siendo prueba tangible del principal daño causado por el paso del tiempo: el olvido, le agradaba. Mucho. La inocencia del crío era cual bálsamo desinflamatorio, como Edd en su tiempo.

Negó, mentalmente, desterrando esa línea de pensamiento; dejar arrastrar su cuerpo por la corriente desbordante de negativa nostalgia no era opción. No esta vez, no ahora con la oportunidad latiendo como su corazón aventándolo a recuperar al amor de su vida. Oportunidad brindada por el propio Jim junto a una olvidada dosis de buen humor. No, no iba a desperdiciarla.

Se acercó hasta la motocicleta para abrir el asiento y sacar el negruzco casco perteneciente originalmente a su ex pareja. Tras observarlo una fracción de añorantes segundos, los cuales últimamente le consumían, lo colocó sobre los verdes cabellos cuidadosamente.

—Pronto te conseguiré un casco a tu medida. —Prometió

Abrochado el objeto protector, dejó que el niño, entusiasmado, se apresurará a subir a la motocicleta permitiéndole, sorprendentemente, fingir ser él quien la manejaba. Incrédulo, Kevin meneó la cabeza antes de mirar al techo. Ese era el primer niño con su permiso de montarla. Nunca un mocoso la había tocado siquiera. "Por amor uno hace hasta lo inimaginable" se dijo antes de subir tras el infante.

¿Preparado?

¡Sí!

Encendió el motor. El ronroneo previo al aclimatamiento de la máquina hizo al niño reír. Tras un "Andando", arrancó. Reversa. Lentamente salió a calle hasta dar vuelta en la rotonda quedando frente al bobo de Eddward.

—Llegaremos en unas horas. — Avisó —Yo lo cuido como te cuidaría a ti. — Prometió guiñando uno de sus ojos.

Tras su cortejo disfrazado de promesa siguió su camino hasta la cómplice de su plan: la nevería. El trayecto fue corto mas no exento de memorias añejadas, casi olvidadas; y conversaciones infantiles. Llegando al lugar el pelirrojo buscó aparcamiento cerca de él. Bajó y ayudó a descender a Jim. Lo guio hasta la entrada abriendo la puerta dando paso al niño. El de verdes cabellos observaba todo maravillado. Todo era tan colorido y espacioso. Sin esas aglomeraciones hostigosas de neoyorquinos que acostumbraba.

Ambos observaban la hilera de tentadores sabores mientras esperaban su turno de ser atendidos. Kevin lo sabía: lo primero era ganarse la confianza del crío para poder obtener la información deseada. Por lo mismo no dudo en usar esa oportunidad para ir preparando terreno.

— ¿Cuál es tu sabor favorito? — Cuestionó en tono casual.

—Limón — guardó silencio sopesando lo siguiente a decir — ¿Puedo pedir un helado de limón? —Interrogó.

El pelirrojo asintió.

—Me gusta porque se parece al color de mi cabello —añadió —Kevin, ¿tu sabor favorito es el de cereza? — preguntó curioso.

Kevin lo observó divertido antes de girarse a la dependienta, la cual le veía coquetamente. Estaba seguro, casi podía verlo en la mente del niño, una teoría extraña se formaba en la cabecilla del menor. Hizo su pedido: un helado doble de limón y uno simple de vainilla. Ya en mano las nieves, e ignorada olímpicamente la dependienta, dirigió al niño a una mesa cerca de la ventana. Debía vigilar a su nena y al crío. Esperaba no perder a ninguno. Sentados ofreció el helado al niño y este lo tomó gustoso sin dejar de mirarlo, esperando respuesta.

—No, no es mi sabor favorito —contestó

—Entonces, ¿manzana?

Kevin río suavemente y negó con la cabeza ¿de niño él era tan preguntón?

— Es evidente, entonces, tu sabor favorito es el de Zanahoria o Calabaza.

Ante esas opciones Kevin solo pudo levantar una ceja en señal de cuestionamiento ¿en serio? No tardó mucho en soltar una carcajada apresurándose a negar dudoso de la existencia de dichos sabores ¿a quién, por más extraño que fuera, podría gustarle? Quizá a Harry Potter, pues tomaba jugo de calabaza en las películas, no a él.

—Menos, ¿algún motivo por el cual creas eso? Digo, ¿zanahoria? No soy conejo

—Porque tu pelo es rojizo y al sol se ve anaranjado.

Explicó con un tono de sabiondo parecido al de su padre. Aquello hizo sonreír al adulto, si no fuese porque lo sabía hijo de Eddward el pelirrojo podría jurar que su Doble Tonto estaba haciendo labor docente en las malas hiervas llamados niños modernos. Kevin, en su buen humor, inusual antes de tener un ron con coca en sus venas, incitó al niño a continuar su teoría.

— Mi sabor favorito se parece a mi especial color de cabello —afirmó —. Tengo una hipopotesis —Kevin no quiso corregir su error aunque presentía sería algo realizado por Doble De —: lo que hace de algo ser nuestro favorito es la presencia de algo bueno con algo importante o que nos hace especiales. Por eso pensé eso. Usted aplica en relación al cabello porque solo un poquito más del diez por ciento de todos en el mundo son pelirrojos. Usted es como un "peligro de extinción". Eso hace a su cabello especial y podría explicar la elección de su sabor favorito.

Kevin estaba anonado. No sabía si por la explicación, porque le hubiese llamado "especie en peligro de extinción" o por el hecho de tener una hipótesis a su corta edad; a esa edad él con suerte entendía el significado de varias letras juntas. Se recordó de quién era hijo, sin embargo eso no quito su asombro. No pudo evitar evocar, de nuevo, la imagen de Eddward y aquello le hizo sonreír. Sí, solo su hijo llegaría a esas conclusiones.

—Fresa —confesó. No estaba seguro de poder decir otra cosa sin quedar como ignorante.

— Como su cabello con leche. Seguro debe gustarle los días nevados-

Tras aquella afirmación, cierta, hubo silencio. Ambos comenzaron a consumir sus helados. Kevin deseaba saber pero no quería hacer una pregunta incomoda o tonta desde el principio, arruinar el plan e irse con las manos vacías y sin ninguna ficha a su favor. Debía pensar muy bien cómo conseguir su propósito. Sabía la dificultad presente en el niño criado por su amado geniecillo, eso solo aumentaba la apuesta. Era más sencillo hacer un touchdown con los ojos cerrados, o eso decía su intuición.

—Señor Kevin, ¿usted siempre fue amigo de mi papá?

La voz de Jim le sobresaltó. Miró al niño con detenimiento. Negó con la cabeza y una enorme sonrisa adornó su rostro recordando esos años donde él era lo más "cool" del barrio y se daba el lujo de excluir y molestar a los Ed's por "bobos" y "perdedores"

—Pero eran vecinos

El pelirrojo se encogió de hombros ante tan lógica argumentación.

—Éramos muchos niños en "Cul de sac". Él tenía amigos muy distintos a los míos

—Entonces, ¿cómo surgió su amistad?

Kevin casi maldijo internamente. Se suponía sería él quien hiciese las averiguaciones, no a la inversa. Mentalmente suspiro: el policía salió interrogado. "Debes ganarte su confianza" le recordó su voz pensante, la cual añadió "secreto por secreto". Guiado por esa fantástica idea decidió contestar.

— Fue cuando estaba en primero de secundaria. Gracias a Nazz. Ella y yo siempre hemos sido mejores amigos y ambos íbamos terrible, y cuando digo terrible es terrible, en física. Acababan de darnos el examen de…—

—¿Nazz? ¿La linda mesera rubia? — interrumpió a sabiendas de su descortesía pero sin poderlo evitar. "Curiosidad ante todo" era su lema "científico"

El pelirrojo alzó una ceja curioso pues, al parecer aquel niño conocía a su amiga y esta no le había dicho nada sobre conocer al hijo de su Doble Tonto. Además le llamó la atención aquel calificativo usado.

—Esa misma, ¿linda?, ¿te pareció linda Nazz? — Preguntó lo evidente.

Jim enrojeció hasta las orejas. Si su padre se enteraba de sus intereses poco científicos o "inteligentes" escucharía un extenso monólogo titulado: los tiempos para el amor, ¿a qué edad es lo indicado para sentir atracción por el sexo opuesto? Kevin pareció leer su mente, o simplemente leyó su expresión. O eso interpretó Jim al verlo reír

—No te preocupes. A tu padre también le gustaba cuando niños. —Soltó entre celoso y burlesco al imaginar el gran enfado sufrido por parte de la esposa del "cabeza de calcetín" cuando su hijo le comentase: "mamá, conocí a Nazz, una chica muy linda. Ella es nuestra vecina y la primera niña que le gustó a papá." Sonrió ante su malvado plan. Esa mala madre ardería en las atroces llamas de los celos. Él hubiese ardido, de hecho, varias noches aún se lo reclamaba a su amiga. Esa mujer debería probar un poco de aquella inseguridad producida por algún día perder al hombre más maravilloso.

—Ella es muy bonita —Afirmó —Papi tiene buenos gustos.

Comprarle al crío otro helado no era suficiente para el halago del que era receptor. "Claro, yo soy la prueba de ello" estuvo a punto de confesarle pero se abstuvo al darse cuenta. La afirmación abarcaba desde Nazz, pasando por él, hasta su madre, la tan odiada esposa de su geniecillo. Frunció el labio. Insultar a su madre no le daría puntos. Prefirió cambiar de tema, solamente sin alejarse mucho del objetivo central, ya casi rozado.

—Y es agradable, ¿cuándo la conociste? — ninguna información estaba demás.

—El día que llegamos, hace dos días.

— Tienen muy poco aquí ¿vienen de vacaciones?

—No, vamos a quedarnos a vivir. —Confesó con ilusión el crío.

—Eso es estupendo, podré enseñarte varios sitios grandiosos —Kevin lo sabía. Iba por buen camino. Lo confirmó cuando Jim asintió con la cabeza — ¿Te gusta la ciudad?

—Sí, es limpia y no hay tanta contaminación. Papá habló sobre un lugar tranquilo y sin tantos riesgos como lo era New York.

—Entonces, ¿por eso se mudaron aquí?

—En parte. Papá prefiere las escuelas de Canadá. Más adecuado para mí. Yo creo que extrañaba su hogar y a las personas dejadas aquí.

La piel de Kevin se erizó ante tal confesión. Si antes se había arrojado y decido luchar con patadas de ahogado, simplemente porque tenía que intentarlo; ahora sí sentía una latente esperanza y más fuerzas para luchar.

— ¿Y su vida anterior?, ¿crees que la extrañara? —Posiblemente estuviese aprovechándose del niño, pero le ofrecía respuestas casi tan infinitas como los "decimales" de Pi. —Ya sabes el trabajo y esas cosas.

—Este año iba a hacer su maestría en lcomputador para ayudarme a acostumbrarme —informó mordiendo la galleta del casi terminado cono —Y trabaja por la Internet ahora. Charlie lo ayuda mucho.

Kevin mordió su labio inferior con fuerza. Odiaba ver cómo Eddward había podido seguir con su vida después de él, mientras él no podía salir de aquel barrio. No, odiaba más el no poder superar el hecho de saber que su Doble De tenía contacto con, para él, desconocidos. La idea de saberlo cercano a otros, no a él, le enfermaba.

Jim pareció no darse cuenta de la guerra interna librada en el pelirrojo. Su helado se derretía y él no podía permitir tremenda atrocidad.

— ¿Y tú? —Kevin interrogó al darse cuenta del silencio apunto de tornarse incómodo.

—Yo no me preocupo. Habrá días en los que extrañe a mis amigos. Papá dice que eso es normal, pero nos enviaremos cartas. También dice que los correos electrónicos son de mayor utilidad para no perder la comunicación. Yo no tengo edad para tener uno. Dadas esas circunstancias serán cartas las que usemos.

Un momento de silencio producto de la normalización respiratoria del niño. Cada momento que pasaba Kevin creía estar hablando, sino con un adulto, con un joven entrando a la adultez no con un niño de seis años. Apostaría una tiña de cabello rosa que ese infante era más maduro que él. "Eso no es algo de lo que sentirse orgulloso" escuchó la voz de su madre pero la ignoró, como siempre.

—Además los libros las muestran tan interesantes —continuó —. Si, sueno aburrido, lo sé, a veces me decían eso en la escuela; pero papá dice lo llama tener alma vieja. No lo entiendo porque soy joven, supongo que quiere decirme clásico, como mamá. A ella también le gustan las cartas. Entre más largas mejor. Eso es bueno porque a papá le encanta escribir hojas y hojas.

Sabía era el punto deseado a tratar, ahora no estaba seguro de ello. El suponía había una esposa y madre, ahora lo confirmaba y eso martillaba las grietas de su corazón. El amor trasminado en cada palabra dolía. Usar al niño contra su madre parecía estúpido.

— Por eso no me preocupo de los amigos dejados. Ellos están en las cartas que les envíe. Para papá, supongo, será más difícil no extrañar, él tiene más recuerdos en New York. Pero, Kevin, él estará bien. Lo sé porque siempre que se sienta solo puede hablar con mamá. Ella siempre lo escucha y lo entiende. Le puede escribir esas cartas largotototas y aunque reciba silencio al terminarlas todo está bien. Ella siempre es un oasis para él.

Otro silencio. Kevin odiaba a aquella fémina y Jim pensaba en el buen uso dado a la palabra recién descubierta: "oasis". El helado simple, o lo restante, del adulto ahora había sido dejado sobre la servilleta, una tremenda ser le atosigaba y de su laringe luchaban por subir desde el intestino aquella cuestión que, en ese momento, era de vida o muerte tener respuesta.

-Eso significa que vinieron solos —el niño asintió limpiando con una servilleta sus dedos manchados —Entonces, ¿dónde está tu mamá?

_Fin del capítulo. _

Sé que quizá no es lo que esperan y no hay Kevedd -todavía. Perdón por eso.
Decidme, ¿qué creen pasa con la mamá de Jim?, ¿dónde está?

Prometo que no dejaré el fic. Lo terminaré, solo tenedme paciencia. Tratare de subir la conti antes de entrar a la uni y les aseguro que el próximo capítulo será más largo y tendrá más información para que vayan decodificando ¿qué paso con Kevin y Edd?

Una duda: Estaba pensando cambiarle la edad a Jim, quizá ponerlo de nueve u ocho años ¿ustedes que opinan? Pienso en eso porque siento que con seis años lo hago muy "adulto"

Hasta luego, mon cherris :3