El universo de Harry Potter, personajes, hechizos, cosas varias y todo lo que reconozcan, es de J.K. Rowling. Este fic está escrito por simple placer y morbo. Muchísimo morbo. Nada más y nada menos.

"Esta historia participa de Desafíos "Buscando la inspiración" del Foro First Generation: The story before books".

Título: No fue amortentia.

Beta: FanFiker-FanFinal

Capítulos: 1/3

Personajes: Harry Potter/Draco Malfoy

Advertencias: Slash/Lemon/EWE/PWP. Ésta es una historia que narra relaciones homosexuales, malas palabras, un montón de sexo con poca coherencia, doble sentido y muchas cosas pervertidas que podrían crearte un profundo trauma si no eres adepto a ese tipo de lectura. Si no es de tu agrado y has entrado aquí por alguna clase de malicioso error, te pido amablemente que abandones cuanto antes esta historia. ¡Huye! Dicho está; sobre advertencia no hay engaño.

Reto de la lista sorpresa #43


No fue amortentia

Por:

PukitChan

Capitulo 1

El sanador

En realidad, a Draco no le entusiasmaba asistir a las fiestas organizadas por el Ministerio de Magia. Sin embargo, al ser uno de los principales inversionistas que apoyaban al Departamento de Cooperación Mágica Internacional, siempre recibía una invitación formal por cada una de esas reuniones que, en cierto grado, también tenían su lado positivo: le permitían presentarse y relacionarse como un digno miembro de la sociedad ante personajes influyentes que, quizá bajo otras circunstancias, no habrían aceptado tan fácilmente su compañía.

Draco realizó una mueca desdeñosa mientras ese pensamiento se instalaba con más firmeza en su mente. No le importaba cuál era la opinión que tenían los demás sobre su familia, pero sabía cuán afectados se habían visto los negocios de los Malfoy por ello; tuvieron que ceder una pequeña parte de su fortuna y soportar rigurosas visitas de los funcionarios del Ministerio antes de que estos pudieran aceptar que tenían el derecho de continuar con sus vidas.

Al mirarse al espejo y arreglando los últimos detalles de su elegante apariencia física, Draco notó que, pese a todas sus ideas anteriores, su mirada aún tenía un leve rastro de emoción que se esforzó por dominar; no quería parecer un idiota junto con cientos de personas más que seguramente mostrarían esa misma expresión a lo largo de la noche.

Y es que no todos los días, J.P. era convencido de hablar en público.

J. P., como todo el mundo lo nombraba, era un famoso sanador de San Mungo, cuyo historial de tratamientos, pócimas y remedios para maldiciones oscuras era cada día más amplio y conocido. Se sabía que el Departamento de Aurores trabajaba siempre con él, y algunos rumores que corrían por los pasillos del Ministerio también afirmaban que, en más de una ocasión, los inefables se habían acercado a pedir su ayuda. Era una eminencia en su área de trabajo.

Básicamente, el tipo de persona poderosa que cualquier Malfoy debería de tener en su lista de amigos.

El cómo el Ministro Shacklebolt había convencido a tan hermética persona de hablar ante doscientas personas, era un misterio que a Draco no le interesaba descifrar. Seguramente, y tal y como su mente lo había recreado con un nivel detalle impresionante, J.P. no se trataría más que de un viejo huraño dedicando los últimos años de su vida a esparcir todo ese maldito conocimiento adquirido por una larga y ermitaña vida, refugiado en el mundo muggle y comiendo semillas. Podía verlo, de pie sobre el estrado, con una apariencia fea, mirándolos con arrogancia mientras arrastraba palabras incoherentes, antes de explicar la verdad sobre sus tan codiciados conocimientos.

Draco casi podría apostar que J.P. se trataba de un Slytherin al que le había dado un ataque de ñoñería por estarse muriendo. A fin de cuentas, no todos podían mantener tanto orgullo como los Malfoy.

―Señor Malfoy, su traslador hacia Londres ya está listo.

Al mirar por encima de su reflejo, Draco descubrió a una pequeña elfina haciendo una profunda referencia ante su presencia. No recordaba ni cómo se llamaba esa criatura, pero le agradaba que fuera tan servicial con él. Tan ajena a las famosas leyes que Granger, con su interminable parloteo, trataba de implementar.

―Gracias ―musitó mientras volvía su atención hacia sí mismo; estaba impecable con esa túnica gris que hacía resaltar sus ojos. Se veía formal y atractivo al mismo tiempo, algo que muy pocos magos sabían hacer. Satisfecho con el resultado, Draco giró sobre sus talones, saliendo de la habitación en donde estaba y recorriendo un largo pasillo, seguido de unas escaleras, hasta llegar al lugar donde, había ordenado, dejaran el traslador que lo llevaría a las afueras del Ministerio.

Sus labios se torcieron ligeramente al intentar mentalizarse sobre lo que tendría que soportar a cambio de conocer al dichoso J.P.; realmente esperaba que la horrenda señora Wilcoxon no intentara seducirlo, otra vez, como en cada maldita reunión. Semejante vieja descarada. Como no podría ser de otra forma, también estaría Granger y su marido, el imbécil de Weasley, quien en alguna ocasión anterior casi había derramado (seguramente aposta) la bebida en su costosa y elegante túnica. Y para terminar el desfile de las celebridades más estúpidas del año, siendo la maldita cereza en el pastel, Harry Potter seguramente también estaría, representando al Departamento de Seguridad Mágica al ser auror.

Suspiró. Sin duda, iba a ser una de esas noches sumamente largas.

―Dile a mi madre que esta noche no regresaré a casa ―anunció, y la elfina que había estado siguiendo silenciosamente sus movimientos, asintió. Entonces, los dedos de Draco rozaron el traslador y la fuerza de éste al activarse pronto lo desvaneció del interior de la mansión.

Tal vez, si no lo hubiera asociado al instantáneo viaje, Draco se habría dado cuenta de que la molesta sensación en su pecho comenzó desde que había empezado a pensar en Potter.

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―Te ves preciosa esta noche, Hermione. ¿De verdad Ron te dejó salir?

Las palabras de Harry, sinceras y halagadoras, lograron que Hermione bajara la mirada, sonrojada, mientras sus labios formaban una tímida sonrisa, aquella que sólo surgía cuando escuchaba un comentario similar por parte de su amigo: siempre había sido un pequeño placer secreto el que Harry, sin que intentara coquetearla, pudiera apreciarla de esa manera. No sólo como amigos, sino como la mujer que ella era.

―Gracias ―respondió, acomodándose un mechón de cabello detrás de su oreja y alzando su rostro en el que no podía ocultar su feliz sonrisa―. Te estábamos buscando. Ron ya está adentro.

―Lo sé, los vi cuando llegaron ―admitió, mirándola como un niño pequeño que había cometido una travesura. Hermione entornó los ojos y caminó, eliminando así la distancia que existía entre ellos.

―Está torcida ―dijo en voz baja mientras levantaba sus manos para sujetar y enderezar la corbata de Harry. Él simplemente se encogió de hombros, como si con ello justificara que no supiera hacerla adecuadamente aun cuando en Hogwarts la hubiera usado por tantos años.

―¿Estás emocionada? ―preguntó, y la observó sonreír con suavidad al mismo tiempo que sus dedos se paseaban con maestría por la tela de su corbata.

―Por supuesto. Es la primera vez que J.P. se presenta en público. ¿Tú no estás emocionado?

―¿Sinceramente? No mucho.

Hermione suspiró y cuando finalmente estuvo satisfecha por cómo había quedado la corbata, se separó hasta que sus ojos se encontraron. Le preocupó ligeramente el semblante nervioso de Harry, aunque ni siquiera eso podía ocultar cuán atractivo se veía. Sin duda, todo aquel que lo conociera con solo mirarlo se llevaría una sorpresa.

―No puedo creer que hayan venido tantas personas.

―¡Claro que han venido! ―exclamó y por sólo un instante, casi pareció que con esa oración la hubiera ofendido personalmente, lo cual no dejó de causarle gracia a Harry―. ¡Las aportaciones médicas sobre la magia oscura tras la guerra son sumamente importantes! ¡No es fácil encontrar una solución a aquellas maldiciones! Es por eso que tantos Departamentos en el Ministerio piden ayuda. ¡Además, es momento de que tanto las investigaciones como su creador salgan a la luz!

―Está bien, está bien, no te enojes conmigo… ¡sólo fue un comentario!

―Harry…

―Todo está bien, Hermione, de verdad ―declaró, sonriéndole luego de consultar la hora en su viejo reloj―. Y es mejor que vayas a encontrar un lugar si quieres estar lo más cerca posible. Además, Ron comenzará a preocuparse por ti.

Hermione mordió su labio inferior. Harry sabía que ella estaba haciendo acopio de toda su voluntad para no darle un nuevo discurso, así que cuando la mujer asintió con la cabeza, él suspiró aliviado. Aunque estaba de buen humor, no quería un regaño en esos momentos de parte de su amiga, quien, cuando se lo proponía, podía ser bastante irritante.

―¿Tú no vienes?

―No, quiero estar un rato más solo. De cualquier manera tengo que estar ahí, lo sabes ―explicó, dibujando una sonrisa cómplice que, muy a su pesar, Hermione correspondió. Entonces ella simplemente comenzó a caminar hacia el interior del Ministerio, dejando a Harry solo, en aquel pasillo tranquilo en donde podía cerrar sus ojos e inspirar hondamente, preparándose para ese inevitable camino.

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Cuando Draco aterrizó en la zona de trasladores indicada por el Ministerio de Magia, en su estómago aún podía sentir una sensación que ascendió hasta su garganta, dejándole un gusto amargo. En un principio, sintió pánico al considerar la posibilidad de vomitar, aunque pronto esto desapareció cuando reconoció que no se trataba de eso. Se trataba de algo diferente, aunque no podía precisar qué.

Tal vez él mismo estaba intentando convencerse de que aún era un buen momento para largarse de ahí.

No lo hizo. Ya fuera por curiosidad o porque realmente estaba interesado en establecer negocios con tan famoso sanador, Draco caminó hacia el interior del edificio. Había pocas personas si se comparaba con la cantidad que recorría esos mismos pasillos cada mañana, lo cual fue un alivio para él: no soportaba las multitudes. Mientras más avanzaba, en su camino iban apareciendo rostros conocidos, personajes importantes, sonrisas educadas y cuerpos envueltos en las mejores túnicas. Al parecer, todos estaban dispuestos a dejar una buena impresión. Inclusive Granger, mirando su alrededor dos puertas más allá, esa noche lucía un elegante vestido que resaltaba las curvas de su cuerpo y que hacía que más de uno girara para verla. Draco sonrió. Sabía que a Weasley aquello no le agradaría y el verlo enfadado, con su rostro sonrojado y sus labios temblando, era un ridículo espectáculo que quería presenciar.

No obstante, al ver a la multitud de personas acumularse cada vez más, Draco torció un gesto y desvió su camino hacia otro lado hasta que la reunión decidiera comenzar. Encontró un pasillo solitario, alumbrado tenuemente, donde podría descansar el dolor en su cabeza que amenazaba con aparecer. Entró en él y al cerrar los ojos, con sus dedos, sobó sus párpados y su frente, repitiéndose a sí mismo que algo en esa maldita noche tenía que valer la pena.

Si Draco hubiera notado que no era el único merodeando ese pasillo, no se habría animado a soltar un cansado suspiro mientras masajeaba su cuello; sin embargo, para cuando se dio cuenta, ya era demasiado tarde.

―¿También estás escondiéndote?

En un inicio, la voz que Draco escuchó se le hizo desconocida. No obstante, había algo en ella que no le terminaba de agradar. Tal vez era por cuán profunda sonaba o simplemente por la manera en la que lo hacía reaccionar. Eran pocas las palabras, pero causaron graves estragos en él: su respiración se aceleró imperceptiblemente y su piel se estremeció. De esa manera fue como pudo reconocerla; sólo existía una voz, una maldita voz, que hacía saltar a sus sentidos, casi como si se estuviera preparando para una batalla más.

―Potter ―dijo, y el apellido casi pareció acariciar sus labios. Draco frunció el ceño y al abrir los ojos, un poco a su izquierda, encontró a Harry; sin embargo, él no lo miraba. Estaba leyendo un par de pergaminos que tenía en sus manos. El Slytherin bufó: ¿qué hacía Potter leyendo en ese pasillo en el que no se veía absolutamente nada? Era ridículo, aunque concordaba con el moreno, quien parecía hacer esa clase de estupideces con el único fin de irritarlo. ¿Cómo no molestarlo si se prestaba tan abiertamente a ello? Entonces, Draco se dio cuenta. Harry no traía sus horrendas gafas. De hecho, su rostro no presentaba algún rastro de que alguna vez las hubiera usado. Y aunque no podía verlo claramente, un palpitar extra en su pecho pareció indicarle que ese cambio lo había perturbado. Se había acostumbrado tanto a las feas gafas que ahora simplemente no sabía cómo actuar. Era como si le hubieran cambiado a Potter.

―Ha pasado mucho tiempo, ¿no crees? ―Y al pronunciar esas palabras, en un movimiento perfectamente sincronizado, Harry levantó el rostro y bajó sus pergaminos para mirar a Draco, quien sintió su cuerpo estremecerse una vez más, aunque estaba seguro de que no por defensa: recargado en la pared, luciendo una elegante ropa de color azul oscuro que le quedaba increíblemente bien, Harry clavaba sus ojos verdes ―que nunca habían parecido tan verdes como en esa noche―, en él. Tragó saliva. No tenía idea de dónde había estado Potter todo ese tiempo, pero el cabrón había regresado condenadamente atractivo. No era necesario ser un gran observador, pero Draco lo era, y uno muy discreto. Por eso no temió cuando recorrió las facciones del Gryffindor. Se fijó en sus labios gruesos y húmedos, la línea de su cuello ancho, la forma en la que una ligera barba, en lugar de hacerlo ver viejo, parecía aumentar una descarada virilidad que había quedado clara desde el momento en el que Draco decidió que esa túnica escondía demasiado.

―Nunca el suficiente ―dijo fríamente, contrario a lo que sentía recorrer su cuerpo. No entendía cómo era posible que el cabrón de Potter, literalmente, lo encendiera. Y ahora, mientras se enfrascaban en un duelo de miradas que no hacía más que alterar sus sentidos, una vocecilla en su interior le otorgaba la posibilidad de que tal vez ―sólo tal vez―, Potter era la razón por la que había comenzado a detestar esas reuniones celebradas en el Ministerio.

Y aunque no eran tan frecuentes sus duelos de miradas (al menos no como en el colegio), esa noche Draco presintió que había algo diferente en Potter, más allá de lo delicioso que se veía el cabrón. No podía deducir qué era, pero sus sospechas quedaron confirmadas cuando Harry (era libre de llamarlo en su mente como le diera la gana), simplemente ladeó un poco más la cabeza y sonrió.

Le sonrió.

Aunque no como Potter solía sonreír. Draco lo sabía porque, luego de haber perdido tanto tiempo observándolo, ahora conocía mucho de él. La sonrisa del mago era una de esas que te hacía imitarle como idiota. Era del tipo de sonrisas que suavizaban un rostro y le daban una alegría tan extravagante, que simplemente no podía dejar de mirarla. Pero no ésa, no la que ahora le dirigía, porque esa maldita sonrisa Potter la había obtenido curvando ligeramente sus labios. No era sarcástica, pero tampoco llegaba a ser del todo sincera. Aun así, a Draco le perturbó que le sonriera de esa manera. Era casi como si Potter estuviera… seduciéndolo.

El sonido de unas armoniosas campanadas rompió el extraño ambiente que casi sin palabras habían creado. Por inercia, Draco miró por encima de su hombro, percatándose de que más allá, las personas habían recibido la indicación de que la ceremonia estaba a punto de iniciar. Él debía entrar y estaba seguro de que Potter también, aunque cuando regresó su mirada hacia él, Harry ya se había parado correctamente y agitaba su varita, convirtiendo en cenizas los pergaminos que había estado leyendo.

―Supongo que nos volveremos a encontrar adentro ―murmuró Harry, encogiéndose de hombros y caminando en dirección contraria a la que, se suponía, ambos deberían ir. Draco decidió que no deberían importarle las estupideces del otro, así que recorrió el verdadero camino hasta que entró al lugar donde iba a ocurrir la presentación de esa noche.

El salón de eventos del Ministerio era amplio y quien se hubiera encargado de decorarlo para esa noche, se había esmerado. Draco no recordaba haberlo visto tan elegante, con unas luces claras cayendo desde el techo, con sus grandes candelabros colgado e iluminando perfectamente, con esas sillas ordenadas frente al escenario, donde estaba un estrado de cristal en el que se veía tallado el emblema de San Mungo.

Una joven de cabellos cobrizos invitó a los presentes a tomar asiento. Draco buscó un lugar delante del todo, aunque eso suponía estar cerca de Granger y Weasley, quienes le lanzaron una mirada de reojo antes de sumergirse en una conversación llena de murmullos. Sólo cuando todo el público pareció quedarse quieto y las voces disminuyeron hasta ser inexistentes, fue cuando la jovencita en el estrado sonrió y lanzó un hechizo para amplificar la voz de todos los que estuvieran ahí. Segundos después, un aplauso cálido recibió al Ministro Shacklebolt tras una presentación.

―Buenas noches a todos ―saludó el Ministro con una sonrisa―. Sé que no soy la persona que no quieren ver ahora, pero tenemos que seguir los protocolos. Durante los últimos tres años han escuchado hablar de él y de sus tratamientos. Entre sus logros más destacados, se encuentran la sanación mágica de los efectos causados por la maldición Imperius. Su investigación actual está centrada en la Marca Tenebrosa. ―Un suspiro colectivo de sorpresa se escuchó mientras Draco, instintivamente, colocaba su mano sobre la suya―. Sin embargo, por el momento no puedo hablar más de ello, no sin su autorización. Él decidirá sí hacerlo o no está noche. Es un mago extraordinario. Señores, ante ustedes J.P., el sanador Harry Potter.

El silencio cayó sobre el lugar. Inclusive Draco abrió ligeramente la boca, pero se esforzó en cerrarla cuando escuchó unos pasos resonar. De hecho, eso era lo único que se oía. Al mirar a su alrededor, descubrió a Granger sonriendo entusiasmada y a Weasley haciendo una señal rara. Un gritillo se dejó escuchar cuando Potter, agradeciendo al Ministro por la presentación, se colocó detrás del estrado y sonrió. El moreno sacó de uno de los bolsillos de la túnica unas estilizadas gafas sin montura que se colocó, empujándolas por el puente de su nariz con la ayuda de sus dedos. Acomodó unos pergaminos y empezó.

―Sé que se deben estar preguntando muchas cosas y por sus expresiones, está claro que no se lo esperaban. Hasta hace unos minutos, todos pensaban que era auror, sin embargo, yo nunca dije que lo fuera ―explicó y su sonrisa se acentuó―. Fueron ustedes lo que supusieron eso.

Draco, aún sin creer que era justamente Potter quien estaba a pocos metros frente a él, ahora luciendo como un sanador, empezó a encontrarle la lógica a sus palabras. En realidad, era cierto. Él nunca había visto a Potter con túnica de auror. Ni siquiera recordaba haberlo visto paseándose en el Ministerio.

―En El Profeta ―continuó Harry―, siempre se decía que Harry Potter había estado colaborando con los aurores. Ahí tienen su clave; jamás decía que yo era parte del escuadrón de aurores, sino que trabajaba junto con ellos.

Un juego de palabras. Draco apostaba que eso era obra de Granger.

J.P. nunca fue una forma de esconderme. Es mi verdadera firma. Harry James Potter. Y ahora ―Potter alzó la voz, claramente antes de que esa simple reunión pasara a ser un interrogatorio―. A petición del Ministro, hablaré de mi última investigación. Como todos ustedes saben, la maldición imperdonable, Imperius, otorga un control total de la víctima que…

Sin embargo, aunque Draco quería escuchar, su mente ya no pudo prestar atención. Todo en él estaba alterado, aunque nada en su expresión lo mostrara. Simplemente no podía creerlo. No podía ni quería creer que aquel a quien había pasado tanto tiempo queriendo conocer ―y a quien había admirado―, se trataba de Potter y que para acabarle de joder la existencia, el cabrón estaba tan bueno. Y también, desgraciadamente, descubrió que Potter ahora sabía ignorarlo.

Lo odiaba.

Y aunque se hubiera hecho una paja a su nombre, seguiría odiándolo.

O, cuanto menos, eso fue lo que creyó hasta que días después, y por un accidente de lo más estúpido, sus rostros se volverían a encontrar en San Mungo.


Autora al habla:

¡Buenas tardes! Ah, esta historia ha tenido varios días rondando en mi mente y desde que me tocó esta lista en un reto, encontré la oportunidad perfecta de plasmarla. Lo cual me divierte, porque en serio que quería escribirla y pues... ¡aquí está! En el mejor de los casos, éste es un PWP, así que si en el siguiente capítulos hay escenas pornosas entre estos dos, no se me espanten. Ahora que si es lo que quieren... xDDDDDD.

Gracias a FanFiker-FanFinal por betearme el texto, que es un amor -3-

Gracias por leer y más gracias si les nace review para acá, la escritora perdida, PukitChan. ¡Besos!