¿Quien quiere un chocolate? ¿Nadie?... ¡Bien! Todos para mi xD…

Ok, no… Bueno, como lo prometí, (Bah, creo que a algunos se lo prometí xD) aquí les traigo el tercer y último capítulo de esta mini historia que, en realidad, solo es un One-Shot de no se cuanta hojas y al que le agregué pequeñas cositas extras xD

Sin mas que decir… Kung fu Panda no me pertenece, bla, bla, bla… ¡BLA!


Capítulo_3

—¿A dónde me llevas, Po?

—A un lugar.

—Po…

Tengo que hacer un gran esfuerzo para no reír.

—Está bien, tranquila. Ya falta poco.

—Lo mismo dijiste hace media hora.

No contesto y ella sigue refunfuñando palabras poco amables hacia mi persona. Se nota que la terquedad no se la quita nada ni nadie. Sonrío y seguimos caminando. Cuando salimos del palacio era tarde, hubiéramos salido más temprano pero Xiao se le ocurrió que quería que su madre le ayude con algunos pergaminos y Lía hizo tal berrinche que estuve dos horas para calmarla, así que cuando llegamos a las afuera del valle, ya era de noche. A Tigresa no pareció importarle demasiado, hasta parecía emocionada de salir a caminar. Claro, hasta que llegamos a las orillas del bosque de bambú y le dije que le tenía que cubrir los ojos porque quería que fuera una sorpresa. Igualmente, luego de repetirle unas cincuenta veces que "ese lugar" no quedaba muy lejos, aceptó que le cubriera los ojos con mis manos el resto del camino.

Claro, no dejó de hablar en todo el trayecto… ¿Cuánto falta? Dijiste que no era lejos. Me duelen los pies. Estoy cansada. ¿Ya puedo ver? Parece una niña. Ni siquiera Xiao se quejaría tanto. Pero me agrada. Ella solo se comportaba de aquella manera infantil conmigo, solo a mi me dejaba ver ese lado suyo, y eso quiere decir que aquella confianza entre nosotros sigue presente. Me pregunto si esto fue buena idea. Durante casi todo el día Shifu, que vaya alguien a saber cómo se enteró, me reprochó estar apresurando las cosas, alegando que debo darle tiempo. Pero ¿Tiempo para que? Si fuera muy apresurado, yo lo sabría. Si la estuviera presionando de alguna manera, Tigresa misma me habría pedido tiempo.

Y no fue así. Ella quiere recordar y yo solo intento ayudar.

Finalmente, me detengo en medio de aquel claro tan especial para ambos, sin quitar mis manos de los ojos de ella, y río al oírla bufar por milésima vez en la tarde.

—No te dejaré ver a menos que dejes de quejarte —Murmuro, parado detrás de ella.

Siento su entrecejo arrugarse contra mis manos, lo cual tan solo me hace reir mas. Es tan graciosa cuando se enfada.

—Bien. Pero… Anda, tengo curiosidad.

—Esta bien… Ya puedes ver.

Le quito las manos del rostro y retrocedo unos pasos, para no agobiarla. Tigresa no dice nada y por unos segundos, tan solo observa el lugar.

Es un claro circular, rodeado por bambú y algunos árboles de cerezos, iluminado por la plateada luz de la luna y las estrellas. Siempre me pareció un lugar especial, único. Recuerdo la primera vez que lo vimos. Fue también de noche, como ahora, con el cielo estrellado y la luna llena. En ese entonces, recién comenzábamos a salir y estábamos en una de nuestras citas, las cuales siempre era curiosamente interrumpidas por Mono y Mantis. Tan solo salimos a caminar, sin ningún rumbo en específico, y encontramos este lugar. Aquí fue nuestro primer beso y… Bueno, nuestra primera vez también. Me ahorro los motivos por los cuales vinimos aquí. Tan solo diré que Shifu tiene un oído muy sensible.

Pero ahora se ve muy distinto a como se veía en aquel entonces.

En aquel entonces, tan solo era un claro, cubierto de césped y algunas bonitas flores de diversos colores y aromas. Ahora, en uno de los bordes del lugar, justo a la sombra de un gran árbol de cerezos, hay una pequeña cabaña. Si, pequeña, pero acogedora. Con un jardín de diversas flores, cuyo nombre únicamente Tigresa y Víbora conocen, y varias macetas con más de las mismas flores en las ventanas. Aún no sé cómo me convencieron de tantas flores, pero era el regalo de ella, era ella quien decidía la decoración.

Observo a Tigresa. Ella no dice nada, así que decido acercarme un par de pasos.

—Esta mañana, te dije que dentro de unos meses cumplimos diez años de casados —Murmuro. Ella no contesta— Bueno, hace unos meses, habíamos hablado sobre vivir en una casa propia… Y con los chicos, construimos esta, para mudarnos luego de nuestro aniversario.

Ella voltea a verme. Sus ojos son duros e inexpresivos, su semblante neutro. No da señales de estar enfadada, triste, contenta o lo que sea.

—¿Puedo entrar? —Pregunta.

Asiento y ella se dirige al interior de la casa. La sigo.

Recorre el lugar entero. La pequeña sala, con la chimenea, sobre la cual hay un par de adornos y una pintura de nosotros en nuestra boda, la mesita de centro y los sillones. También hay una pequeña biblioteca contra una de las paredes y varias pinturas de los niños colgadas en estas. Pasa a la cocina, la cual no es muy diferente a la del palacio, y sin decir nada, vuelve a salir. Se dirige a la puerta al otro lado de la sala, la cual da a un pasillo con tres puertas: El baño al fondo y las otras dos, una al frente de la otra, que son los cuartos. Tigresa se para en medio y las observa, dudosa, para luego abrir la puerta a la derecha. Nuestro cuarto.

La cama para dos se ubica en el centro de la habitacion, contra la pared, sobre una mullida alfombra color rojo (Cortesía de Víbora's decoraciones). A cada lado de la cama, están las mesitas de noche, cada cual personalizada al gusto de cada uno, y al frente una cómoda ancha y espaciosa de cinco cajones, sobre la cual hay más pinturas de los chicos y algunas nuestras con nuestros amigos. Incluso una de Peng, que vaya alguien a saber de dónde sacó Tigresa o Víbora.

—Es… Bonito.

Escucho murmurar a Tigresa. Camina hasta la cama y desliza la mano por el cobertor, acariciando la suave textura. Observa la mesita de noche y sujeta entre sus dos manos la pintura en esta, en la que estoy yo, con Xiao en mis hombros y Lía, de tan solo meses, en mis brazos. No dice nada y deja la pintura de vuelta en su lugar.

La observo salir del cuarto y la sigo hasta el siguiente, el de los niños. De hecho, no he visto esta habitación antes, por órdenes de la Sra. Víbora, así que también aprovecharé para echar un vistazo.

Cualquiera que viera este cuarto diría que fue dividido exactamente a la mitad por la decoración. De un lado, justo en la esquina, está la cama de Xiao, con cobertores en color azul, al igual que las cortinas de la ventana, con una mesita de noche al lado y un baúl en el extremo, de seguro con los juguetes, pergaminos y esas cosas del niño. También tiene su propio armario, que a juzgar por todas las figurillas y carteles pegados en las puertas, ya ha sido decorado por su dueño. Al otro lado del cuarto, el lado de Lía, es… ¿Como decirlo? ¡El mundo del rosa? La pequeña cuna con almohadas y cobertores rosas, adornada con tul rosa, la pequeña ventana con cortinas rosas. Un cambiador de bebé rosa, con algunos ositos de peluche y contra la pared, el armario de color blanco, pero con algunos detalles rosa.

—Wou. Cuánto rosa —Murmura Tigresa.

Sonrío.

—Si, lo mismo pensé.

Tigresa no contesta. Se acerca a la cuna y toma entre sus manos el pequeño osito panda de peluche que hay dentro. Lo observa, lo acaricia, casi con cariño. Entonces, aunque no emite queja alguna, se lleva la mano derecha a la parte posterior de la cabeza, justo en el lugar donde recibió aquel golpe.

—¿Estas bien, Tigresa?

Ella asiente y deja el muñeco en su lugar.

—S… si. Estoy bien.

Entonces, cuando se da vuelta, veo sus ojos envueltos en lágrimas. Está llorando y antes de que pueda decir algo, sale corriendo del cuarto. Creí que esto le gustaría, es decir, que le agradaría saber algo más de nuestra vida. Esta vez, simplemente no entiendo el porqué de sus lágrimas. Tal vez Shifu tenía razón y era demasiado apresurado. Ella aún está relacionando las cosas entre sí e intenta tomarse con calma todas esta "nueva" información. Supongo que está dando todo de sí misma para reaccionar bien ante la situación. Suspiro y sin mas opción, decido salir del cuarto y seguirla. No está en el otro cuarto, ni en la sala, ni en la cocina, así que la busco fuera de la casa.

Está sentada en el césped, con la espalda apoyada en el tronco del árbol que se encuentra al costado de la casa. Se abraza las piernas flexionadas contra el pecho, apoyando la barbilla en sus rodillas, y en una de sus manos sostiene una pequeña flor de pétalos blancos, la cual supongo que ha sacado de las que hay en el jardín.

Está pensativa, con la mirada fija en un punto indefinido al otro lado del claro, y como no parece advertir mi presencia, decido acercarme.

—¿Tigresa? —Llamo.

—Respondeme una pregunta, Po.

—Esta bien.

Bien, no me esperaba eso. Me siento junto a ella, sin siquiera rozarla, con la mirada fija al frente, tal como ella.

—¿Yo era feliz?

—¿Como?

—¿Yo era feliz contigo? —Vuelve a preguntar, sin mirarme— Con los niños, con mi vida… ¿Era feliz?

La observo, sin saber muy bien a qué viene esa pregunta, y me tomo unos minutos para pensar muy bien cómo contestar. Después de todo, yo solo sé hasta donde ella dejaba ver.

—Bueno… Si, supongo que si —Contesto. Ella no dice nada.

—¿Supones? —De reojo, la veo arquea una ceja— ¿En que basas esa suposición?

No tengo idea como logro contener ese impulso de golpearme la frente con la palma de la mano… Pero ¿Que esperaba? ¡Es Tigresa! Cuando pregunta algo, quiere respuestas claras y basadas en algún argumento convincente.

— Bueno… En como me mirabas, en como me besabas sin motivo aparente o en cómo tomabas mi mano solo porque "te apetecía hacerlo" —Contesto, luego de pensarlo— Era como seguir en aquella etapa de noviazgo —Agrego, con una pequeña sonrisa— Y con los niños… Eres una madre encantadora. Enserio, no sé cómo lo lograbas. Podías atender a Lía, leerle a Xiao, jugar con los dos, entrenar y aún así, tener tiempo para otras cosas. Siempre se te veía riendo con ellos o jugando.

Me quedo en silencio y ella no dice nada, tan solo asiente y vuelve a perderse en sus pensamientos. La observo. Daria todo por saber que piensa en este preciso momento. Me acerco unos imperceptibles milímetros y con la punta de los dedos, le acaricio la mano, aquella que sostiene la pequeña flor, pero esta vez, ella se aparta. No insisto.

—¿Por qué la pregunta?

Ella suspira y agacha la mirada hasta el suelo, en donde una de sus manos juega con el césped.

—Es que… Tengo imagenes.

—¿Recuerdos?

—Algo así —Contesta, con voz baja y ronca— Son imágenes vagas, como esos sueños que apenas recuerdas al despertar. Parecen casi irreales.

—Y eso es… ¿Bueno?

—No lo se.

—¿Me contarías?

Tigresa ladea el rostro para observarme. Sus ojos duros, inexpresivos, pero aún lleno de lágrimas. Comienza a sentirse feo aquella mirada, tan vacía de sentimientos, me recuerda a aquella Tigresa que conocí, la que ansiaba arrancarme la cabeza por arrebatarle algo que, según sus ideales, le pertenecía a ella. No es que le guarde rencor por ella, la entiendo, pero ver esa misma mirada, luego de quince años, lastima mas de lo que recuerdo.

—Son tres imágenes, un poco borrosas e inexactas —Contesta finalmente, sin cambiar de expresión— En una estoy yo, con un kimono blanco. Sostengo un ramo de flores de cerezos y tengo una de esas flores junto a mi oreja derecha.

—Así vestías el día de nuestra boda.

—Lo supuse —Responde, casi al instante— Las demás son imágenes sueltas. Xiao, supongo que de mas pequeño, Lía con apenas meses. Me veo con ella en brazos, caminando de la mano con Xiao o a mi misma, frente a un espejo, con una barriga de embarazo.

Por un momento, creo que dirá algo más, pero no. Se queda callada y sus ojos vuelven a posarse en el suelo, donde hay un pequeño montón de césped arrancado por ella misma mientras hablaba. Eso es bueno, ella está recordando, tal vez le tome meses o incluso años recuperar la memoria por completo, pero aunque sea recuerda pequeñas cosas. Sin embargo, ella no parece feliz por ella, es como si le preocupara algo.

—No entiendo —Murmuro, luego de unos segundos— Son recuerdos, Tigresa, de tus hijos, de nuestra boda…

—Pero no de ti —Me corta. No voltea a verme— Lo intento, realmente lo intento, pero no tengo ni siquiera una vaga imagen de nosotros juntos.

—Tigresa, yo…

—En la boda, tambien recuerdo el altar, a Shifu, el sol al atardecer. Pero cuando veo al frente, donde tendrías que estar tu, tu rostro no aparece —Su voz es ronca, baja, dolida. No sé qué decir— Por eso te pregunte si era feliz, si éramos felices.

—Tigresa, aún es muy pronto.

—Lo se.

Suspira y no dice nada más. No se cuanto permanecemos así, en silencio, pero sé que es un rato largo. Ella observa el suelo, pensativa, y yo de vez en cuando, dirijo la mirada al cielo, observando la luna llena, las estrellas. Esto es idéntico a aquella noche. El cielo estaba igual, la luna en el mismo lugar que ahora, la misma hora. Estábamos sentados aquí, tan solo en silencio, y ella también jugaba con el césped. De ser esa noche, yo me daría vuelta, le sujetaría el rostro entre mis manos y suavemente la besaría. Sería tan solo un contacto ligero, casi imperceptible, como una prueba para ver su reacción.

Recuerdo que ella sonrió y colocó una mano sobre la mía, para luego devolverme el beso. Esa vez, un poco más largo y profundo… ¿Tan dificil es esto? Solo quiero que ella me recuerde. Solo eso pido. Que recuerde cuanto la amo, que recuerde todos esos momentos juntos, aquellas maravillosas noches, aquellas confesiones al oído. Que recuerde la vida que juntos luchamos por construir. Que recuerde a nuestros hijos. Solo quiero poder acercarme a ella y besarla, abrazarla sin temor a que me aparte.

Entonces, un bajo sollozo interrumpe mis pensamientos y al ladear el rostro, la veo a ella, llorando, cubriéndose el rostro con sus manos.

—Todo esto… Es tan irreal —Murmura, al percatarse de que la observo— Cuando desperté, tenía en mente una batalla que tuve hace… No se, cuando tenía unos quince o veinte años. Estaba convencida de que aquel golpe que me dieron esa vez, de que eso me había dejado inconsciente —Su voz se corta, interrumpida por los sollozos— Pero no. Despierto y descubro que tengo toda una vida hecha, que estoy casada con alguien que ni siquiera conozco, pero de quien estoy aparentemente enamorada, de que tengo dos hijos de los cuales no recuerdo ni su nacimiento —Voltea a verme, con lágrimas recorriendo sus mejillas. No digo nada— Esos niños son tan… Se sienten especiales. Me siento tranquila con Lía en brazos y no sé como explicar ese sentimiento cuando Xiao ríe o me llama "mamá" —Sonríe, pero es una sonrisa rota y amarga— Siento que daría lo que fuera por ellos, pero tu… No se como explicarlo. Son sentimientos que no recuerdo, que aunque están, no sé por qué están ahí.

Entonces, ríe, una risa nerviosa y casi histérica, a la vez que se abraza con ambos brazos el abdomen. Tan solo puedo observarla, ella sonríe, pero sigue llorando. Quiero abrazarla, mecerla en mis brazos y decirle que todo está bien, que solo necesita tiempo. Pero cuando intento tocarle la mejilla, ella aparta el rostro y murmura un "no me toques". No lo dice con rechazo, ni siquiera de malas ganas, parece más bien una peticion, pero eso no quita que me duela.

—Solo necesitas tiempo —Murmuro.

—Si, tal vez… —Su voz es tan baja, que no alcanzo a oír el final de la frase— Ven, volvamos. Le prometí a Xiao que no tardaría.

Entonces, sin mirarme, se coloca de pie. No contesto, tan solo la imito y dado que ella no ha visto el camino del valle hacia aquí, la guío de vuelta al palacio. Esto no ha salido como esperaba, pero al menos ha sido sincera, al menos sé lo que siente.

Me ama, aún me ama… Pero se niega a aceptarlo. ¿Por qué esto me suena familiar?


Cuando llegamos al palacio, Xiao nos espera sentado al principio de las escaleras, con Lía aferrada a su mano. Ninguno parece muy contento de que hayamos salido sin llevarlos, pero aquello parece olvidado cuando Tigresa les sonríe y los carga a ambos en sus brazos, besando sus mejillas. Yo tan solo los saludo con un beso en la frente y sigo subiendo las escaleras, ignorando la mirada de los tres fija en mi nuca. Realmente, no estoy de humor y tan solo no quiero que los niños vean la cara larga de su padre por algo de lo que ni siquiera deberían preocuparse.

Lo que queda de la noche, Tigresa no vuelve a dirigirme la palabra. Ni al día siguiente, ni al siguiente, ni a la semana o mes siguiente. No me habla más de lo estrictamente necesario. Su rutina me recuerda a la que tenía antes de salir conmigo: Levantarse con el gong, entrenar, almorzar, entrenar, cenar, entrenar e ir a dormir. Solo que agregando que cuando entrena, lo hace con Xiao, mientras que Lía está sentada en un lugar seguro y en los descansos, en vez de "más entrenamiento", se toma el tiempo para atender a Lía. Los niños no parecen notar el pequeño cambio de Tigresa, pues para ellos, sigue siendo la misma madre cariñosa y alegre que de alguna manera u otra, siempre tenía tiempo para jugar, entrenar y cuantas cosas quieran ellos.

Pero aunque no me hable, sé que no se siente muy bien. Sus ojos lucen cansados y a veces, cuando piensa que nadie se dará cuenta, también intenta distraer a los niños con alguna actividad que los despegue un poco de ella o les manda conmigo, con pequeños sobornos como "más tarde te leeré un cuento" o "más tarde jugaremos". No la culpo. La Tigresa que todos conocemos es de aquellas madres de tiempo completo, pero esta Tigresa que ha despertado hace tan solo un mes no. Es como volver el tiempo atrás, a cuando era ella sola, cuando no tenía que preocuparse por nada más que entrenar. Supongo que intenta acostumbrarse a ese cambio.

Al menos, los niños no parecen molestos. Lía parece conformarse con que Tigresa se tome el tiempo de tenerla en brazos o jugar con ella, mientras que a Xiao le basta con que le den sus ejercicios de entrenamiento cada día. Xiao siempre tan… Xiao.

Aunque claro, en algún momento preguntaran y creo que es eso lo que tiene angustiada a Tigresa: Las preguntas.

—Lía ha hablado hoy —Me comenta Xiao, mientras lo arropo.

Sonrío, aunque realmente no quiero, y le dirijo una tierna mirada a mi pequeño.

—Que bueno.

—Ha dicho papá.

Xiao está feliz por su hermana y a decir verdad, yo también. Recuerdo que hacía unos meses, Tigresa y yo solíamos pasarnos horas pensando y discutiendo entre juegos cual de los dos sería la primera palabra de nuestra bebita. En este momento, iría festejando al cuarto, reclamando "mi premio".

Termino de arropar a Xiao, pero cuando estoy por irme, sus manitos me toman de la muñeca y jalan para que voltee.

—¿Te puedo preguntar algo, papá?

—Claro.

Sonrío y me siento en el borde de la cama, mientras que las manitos de Xiao juegan con el cobertor, retorciendolo nerviosamente entre sus dedos. Evita mirarme y cuando habla, lo hace con voz baja y tímida.

—Tu y mamá… Bueno… ¿Acaso se pelearon?

Bueno, tendría que haber esperado esto ¿No?

—No, Xiao. No nos peleamos.

—¿Y por qué ya no se hablan?

—Si nos hablamos.

Sonrío, en un intento de convencerlo de que todo esta bien, pero Xiao cruza los brazos sobre el pecho y me dirige una escéptica mirada perfectamente calcada a la de su madre. Alguien tendría que escribir un libro "Ventajas y desventajas de tener ojos carmín", ventaja número uno; pueden ser muy persuasivos. Bien, alejando los pensamientos insignificantes de mi mente, vuelvo mi atención a Xiao, que incluso a arqueado una perfecta ceja negra.

—Lía mentiría mejor que tu, papá.

Sonrío, con algo de burla.

—Tu hermana apenas ha dicho "papá" y tu ya la tachas de mentirosa. Pero que mal hermano.

—No me cambies de tema.

¡Pero que hijo tan digno de su madre!... Lo observo, con algo de seriedad, y sin decir nada, lo vuelvo a arropar con las mantas y le beso la frente.

—Escucha, Sr. Detective, son temas de adultos de los cuales los niños no deben preocuparse ¿Si?

—No tengo cinco años.

—Pero tampoco eres adulto —Replico, con una sonrisita— Ahora, a dormir.

—Pero…

—Que sueñes lindo, cariño.

Xiao arruga el entrecejo, molesto por la falta de respuestas, pero le sonrío y salgo del cuarto. Es solo un niño, ya se le pasará. Aunque conociendo a Xiao, estoy seguro de que volverá a preguntar, ya sea a mi o a su madre. Pero decido que me preocuparé por eso luego. Ahora necesito dormir y descansar un poco de las palizas que me dieron Mono y Manris por estar distraído en los entrenamientos… No recordaba cuanto dolían los calzón chino del simio.

La puerta del cuarto de Tigresa está abierta y como es inevitable no pasar por ahí para llegar al que desde hace un poco más de un mes es mi cuarto, tampoco puedo evitar echar una fugaz mirada al interior. Y lo que veo se me hace extraño. Tigresa está sentada en el suelo, con Lía sentada junto a ella sobre una mullida almohada, y rodeada de miles de pinturas esparcidas por el suelo. En su mano derecha sostiene un pincel empapado en tinta, que al parecer aún no se ha dado cuenta que gotea sobre su chaleco, y frente a ella hay un largo pergamino completamente extendido, en el cual ha escrito y dibujado tanto que aunque me esfuerce, no entiendo muy bien qué es.

Lía ríe y con un par de papeles manchados de tinta en ambas manos, da palmaditas en mi dirección al verme.

—Hola —Murmura Tigresa, sin levantar la mirada, para luego mirar con el entrecejo arrugado a la pequeña— No, Lía, eso no.

Sostiene el pincel entre su boca, lo que al parecer hace reir a mi pequeña, y le quita los papeles a Lía, murmurando algo entre dientes al ver que se ha manchado el chaleco blanco con tinta. Tengo que taparme la boca para no reír.

—¿Necesitas ayuda? —Pregunto.

—No… Es solo que…—Entonces, las carcajadas de la pequeña llaman su atención— ¡Lía no hagas eso!

Lía ha metido ambas manos en el recipiente de tinta y al parecer encuentra muy gracioso limpiarse en la ropa de su madre. Tigresa bufa y por el tic nervioso en sus bigotes, sé que utiliza todo su autocontrol para no gruñir, mientras levanta a Lía en sus brazos y con un par de papeles que no usa, le limpia lo mejor posible las manitos.

—Genial —Masculla— Te acabo de bañar —Entonces, se me escapa una risilla y ella voltea a verme con el entrecejo arrugado —¿Te parece gracioso, panda?

—¿Que? ¡No! —Retrocedo unos pasos, con las manos en el aire— Es solo que… ¡No me pegues, por favor!

Tigresa me observa, con una ceja arqueada, pero finalmente ríe y niega con la cabeza.

—Ven, te quiero mostrar algo.

Deja a Lía sentada entre sus piernas y hace a un lado algunas pinturas, palmeando el suelo para que me siente junto a ella. No sé muy bien lo que quiere que vea, pero entro al cuarto, caminando de puntitas para no pisar nada de lo que hay en el suelo, y con algo de dificultad, me siento junto a ella.

El espacio es tan reducido, que cuando quiero voltear a verla, mi rostro queda a milímetros del suyo. Estamos tan cerca, que puedo sentir su respiración chocar con mis labios y por un momento, mis ojos no se apartan de los de ella. Están resecos, los mantiene entre abiertos y de vez en cuando, los humedece con la lengua. Juro que en mi vida he tenido tantas ganas de besar esos labios. Desvío la mirada hacia sus ojos. Carmín oscuro, nerviosos y temerosos, inseguros.

Entonces, cuando ella hace un pequeño intento por acercarse, la chillona carcajada de Lía nos saca de aquella especie de burbuja. ¡Digna hija de su madre tenía que ser! Amo a mi bebé, la adoro, daria mi vida por ella, pero en momentos como estos…. ¿Por qué los hijos no pueden ser más comprensivos con sus padres? ¿Por qué?

—Perdón, yo no… No sé qué pasó.

Tigresa se aparta unos milímetros de mi, tomando un poco de espacio, y agacha la mirada, al mismo tiempo que mece a Lía en sus brazos, creo que con algo más de fuerza que la necesaria. Está nerviosa, pero no digo nada al respecto.

—Tranquila, no pasó nada —La tranquilizo— Anda ¿Que me querías mostrar?

Inmediatamente le cambia el rostro a Tigresa y sus ojos brillan con cierto entusiasmo, aunque el constante serpentear de su cola indica que aún sigue algo nerviosa. Sin decir nada que un "sostenla un rato", deja a Lía en mis brazos y aparta las pinturas que aún siguen en el suelo, haciendo espacio para estirar por completo el pergamino sobre el que escribía. No parece nada especial y está tan rallado y tachado, que algunas cosas casi ni se entienden, pero entre todo eso, alcanzo a leer algunas fechas y junto a estas, lo que ha sucedido en cada una, comenzando por la elección del Guerrero Dragón, junto a la cual ha hecho una pequeña nota con "no reaccioné tan bien como quisiera". También hay algunas fechas de nuestras citas, junto con algunos detalles que seguramente ella se lo habría contado a Víbora en su momento y que la reptil le ha contado ahora, incluso la fecha de nuestro primer beso y nuestra primera vez, junto a la cual ha hecho otra anotación: "Me pregunto cómo habrá sido", aunque luego lo ha tachado repetidas veces.

Aquello me hace sonreír y cuando desvio por unos segundos la mirada hacia Tigresa, ella inmediatamente esquiva mis ojos, notablemente sonrojada.

Decido volver la atención al pergamino. Está la fecha de cuando le propuse matrimonio, incluido donde y como (bendita sea Víbora y su manía de averiguarlo todo), la fecha de nuestra boda, junto a algunas anécdotas de Grulla al borde del colapso nervioso porque a ella se le había rasgado una pequeña parte del vestido y la luna de miel. Luego no hay demasiado, hay fechas en blanco, donde ha anotado que cree que son importantes pero no sabe porqué, hasta llegar a las fechas en las que se enteró de que estaba embarazada y el nacimiento de los niños. Después de eso, el orden cronológico parece acabar y ya son anotaciones sin mucho sentido.

Repaso el pergamino unas cinco veces, antes de que un sonoro bostezo de Lía, que comienza a dormirse en mis brazos, llame mi atención. Acomodo a la bebé en mi brazo derecho y volteo a ver a Tigresa.

—¿Tu sola lo hiciste? —Pregunto.

Ella niega con la cabeza, a la vez que se lleva la punta del pincel a la boca, mordiendolo.

—Esto… Como te dije, lo que recuerdo es nada —Murmura, con la vista gacha— Así que Víbora me ha ayudado a armar esto, como un pequeño ayuda memorias.

No sé muy bien qué contestar.

—Y… ¿Te fue util?

Ella asiente.

—Si, pero no del todo —Contesta y su entrecejo se arruga— Es como tener delante de mi los recuerdos de otra persona.

Deja el pincel en el suelo y se lleva las manos a la cabeza, sin apartar la mirada del pergamino. No contesto y por un momento tan solo la observo. Está nerviosa. No le gusta no poder recordar nada y a decir verdad, creo que se está forzando a hacerlo. No creo que eso sea bueno.

—Tigresa —Suspiro, para que mi voz no suene a reproche— Ten paciencia.

—¡Ya he tenido mucha paciencia! —Grita, a la vez que levanta la mirada hacia mi.

Lía pega un respingo, aunque no se despierta, y yo retrocedo unos imperceptibles centímetros. No está furiosa, pero sí al borde de los nervios.

—Lo se, pero…

—Por favor, no digas que "lo sabes" —Me interrumpe. No contesto— En mi vida tuve que atender a un niño por más de cinco minutos, no sé contar cuentos, no sé cómo jugar con ellos o qué canciones de cuna cantarles. No sé si "mi yo normal" sabía esas cosas, pero lo que es ahora, no recuerdo —Su voz es neutral, lo cual me tranquiliza un poco, pero me preocupa a la vez— No soy maternal, no recuerdo haberlo sido, pero aparentemente tengo dos hijos que necesitan todo mi amor y atención.

—Pensé que…

—No, no me mal entiendas. No me molesta atenderlos. Después de todo, son mis hijos ¿No? —Y me vuelve a interrumpir— Es solo que… No sé, es demasiado.

Flexiona las piernas contra su pecho, rodeandolas con sus brazos, y apoya la mandíbula en sus rodillas. Entonces, decido acercarme y apoyar mi brazo izquierdo sobre sus hombros. Necesito tenerla cerca, poder consolarla, demostrarle cuanto la amo y hacerle saber que estoy a su lado, que no me importa cuánto se demore y recuperar cada uno de sus recuerdos, yo estaré ahí para ayudarla y guiarla. La necesito a ella, que ella sepa que la necesito, así como yo sé que me necesita a mi. Siento todo su cuerpo tensarse bajo mi brazo y su cola, que serpenteaba nerviosa, inmovilizarse en el aire. Sus manos estrujan la tela de su pantalón y cuando las lleva hacia mi muñeca, pienso que me va a apartar, pero en vez de eso, se arrima más a mi y se abraza de mi brazo.

—Gracias —Murmura— Contigo… Es facil hablar, decir lo que pienso.

Sonrío y como respuesta, la arrimo más a mi. Esto me recuerda mucho a cuando éramos amigos, aquella noches en vela, en las que pasábamos hablando de cualquier tema, solo para estar con el otro. Ella confiaba en mí más que en cualquiera, y por lo que me dice, eso sigue igual. Permanecemos abrazados, en silencio, repasando una y otra vez el pergamino. Ha decir verdad, está muy bien hecho y casi no le falta nada. Sonrío y estrecho suavemente a Tigresa en mi brazo, frotando su hombro con mi mano.

—¿Po? —Su voz llama mi atención— Me… Tu… Esto… ¿Me besarías?

—¿Eh?

¿Acaso he escuchado bien? ¿Ella me ha pedido que la bese? ¿Por qué me resulta extraño? ¡¿Por qué estoy nervioso?!... Trago grueso y volteo a verla. Tiene las manos entrelazadas en su regazo y juega con sus pulgares, con la cabeza gacha pero la mirada en mi rostro. Sus mejillas están sonrojadas, tanto que ni su pelaje lo cubre, y unas pequeñas lágrimas cristalizan sus ojos.

—Quiero… Saber… Si… Bueno, ya sabes… Esto…

Ella tartamudea, tal como aquella primera vez.

Sonrío y con mi mano izquierda, acuno su mejilla y le acaricio el pómulo con el pulgar. Su labio inferior tiembla y sus ojos, nerviosos e inseguros, pasean desde mis ojos hasta mis labios y viceversa. Sin apartar mi mirada de sus ojos, me inclino hasta presionar suavemente sus labios. La he besado tantas veces, de mil maneras y en diversas situaciones, pero ninguna me parecerá tan especial como esta. Un segundo primer beso, suave y tierno, apenas un ligero contacto que no dura más de dos segundos y que no me atrevo a profundizar por miedo a asustarla.

Ella parpadea, aturdida, y se muerde el labio inferior, nerviosa. Vuelvo a besarla y esta vez, sus manos me rodean el cuello, acercándome a ella. Sus labios se mueven sobre los míos, temblorosos e inseguros, y no puedo evitar sorprenderme cuando siento una pequeña mordida en mi labio inferior. Sonrío y ella, algo tímida aún, me devuelve la sonrisa.

—Y… ¿Y si no logro recordar todo? —Pregunta de repente.

Arrugo el entecejo y beso suavemente su mejilla.

—Tigresa, ¿Acaso no te das cuenta? —Bromeo. Ella arruga el entrecejo y me observa, sin entender— Los recuerdos está ahí. Tal vez no en forma de imágenes, ni de sucesos, pero de alguna manera, sabes mas de lo que tú misma crees.

—No… No te entiendo.

—Tienes mucho tiempo para ello, Tigresa —Murmuro, sonriente— Ya verás que los recuerdos irán llegando, poco a poco, sin previo aviso. Solo… Confia en mi.

Ella me mira, como si me hubiera vuelto loco, pero finalmente sonríe y asiente… Sé que será difícil, sé que se tardará su tiempo y que es posible que tal vez nunca recuerde todo, pero mientras tanto, son sus sentimientos quienes la guían. Ella me ama, aún sin saber porqué, ama a sus hijos, aunque tan solo lleve un mes de maternidad. Sabe que esta es su vida y la acepta, porque lo que siente por nosotros es mucho más fuerte que cualquier recuerdo.

—Confiaré en ti.


Aquella noche, acosté a Lía en su cuna y por primera vez en más de un mes, dormí en la cama con ella… La envolví en mis brazos y la acuné contra mi pecho, protegiendola de todas aquellas dudas, conteniendola, demostrandole cuanto la amo y que pase lo que pase, siempre estaré a su lado. Ella murmuraba en sueños, siempre pronunciaba mi nombre, el nombre de nuestros hijos, junto a algún "te amo" o "los amo". Era como si en sueños, ella pudiera recordarlo todo, pero al despertar, aquellos recuerdos volvieran a ser imágenes vagas e imprecisas, tal como ellas las había llamado.

Con el tiempo, nuevas fechas se fueron agregando a aquel pergamino y las fechas en blanco fueron rellenadas con sus respectivos acontecimientos.

Tigresa nunca recuperó sus recuerdos, no por completo… Pero pudo crear nuevos y esta vez, nosotros, los niños y yo, estubimos en cada uno de ellos.

FIN


Bueno, hasta aquí todo… Y antes que nada; ¡IN YOUR FACE, geraldCullenBlack! ¡IN YOUR FUCKING FACE! Un fic, UNO, de TRES capitulos, tal como lo inicie, ¡Y SIN PERVERSION! Lo se, lo se, pequeña diva, me amas, ahora *Extendiendo una mano* ¡Quiero mi premio!... Ok, no. Sabes que te adoro amiga xD

En fin, como dije en un principio, esto fue ideado como un One-Shot, así que me parece que no tiene demasiado contenido o que pude haberlo desarrollado mejor, pero ni modo. Ya está escrito y esta vez, SÍ fueron los tres capítulos que dije al principio xDD

Ahora, a continuar con las demás historias… Espero que les haya gustado y sus opiniones en comentarios.