Si, ya se lo que todos deben estar pensando… "Dejate de boludeces y termina tus historias". Pero el asunto es simple. Si tengo nuevas ideas, no me puedo concentrar en lo que escribo, si no me concentro, no hay modo de que continue las demás historias. Así que aquí les traigo un pequeño fic de tres mini capitulos que subiré a lo largo de esta semana. mientras intento ordenar mis ideas para los otros fis xD

Kung fu panda no me pertenece. Es propiedad de DreamWorks.


Capitulo_1

Se veía tan frágil, tan delicada. Su cabeza, envuelta por una fina capa de vendas y algunas gasas que tapaban la cortada en su frente, descansaba ligeramente ladeada sobre la almohada y sus manos se hallaban entrelazadas sobre su abdomen. La sábana blanca le cubría el cuerpo hasta el pecho, justo debajo de los brazos, tapando su torso vendado y las heridas en sus piernas. Cualquiera que la viera pensaría que tan solo estaba dormida, pero yo sé que si lo estuviera, sus labios estarian entreabiertos y sus ronquidos se oirían más fuertes que los de Mantis. No, ella no dormía. Ella estaba inconsciente y llevaba varios días así. Comenzaba a preocuparme.

¿Y si nunca despertaba? ¿Y si las heridas eran demasiado graves y no podía ver sus ojos una última vez antes de…? No, no tenía que pensar en eso.

Sentado en la silla, junto a nuestra cama, negué con la cabeza para eliminar esos pensamientos. Como cada dia, como cada noche, como cada minuto desde aquella batalla en que ella recibió aquellos golpes, me encontraba sentado en una silla junto a la que normalmente sería nuestra cama, pero en la que yo no dormía desde que ella se hallaba ahí. No quería molestarla, ni quitarle espacio. Ella necesitaba descansar, así que yo dormía en uno de los cuartos que solían usar cuando había visitas en el palacio… Claro, si era que podía dormir sabiendo que ella podría despertar en cualquier momento y no verme aquí. No, yo tenía que quedarme. En las buenas y en las malas. Aquella pequeña frase se repetía como eco en mi cabeza, cada vez que alguno de los chicos me decía que fuera a descansar. Simplemente no podía. Ella me necesitaba aquí, a su lado.

—¿Papá?

La tierna voz de mi hijo llama mi atención y luego de forzarme a esbozar una pequeña sonrisa, volteo la mirada hacia la puerta.

—¿Que sucede, Xiao?

Mi pequeño hijo de de siete años se acerca a mi y se sienta en mi regazo. Yo no se lo impido. Por un momento, no dice nada. Sus ojos, carmín como los de su madre, no se apartan de Tigresa y mientras él piensa en lo que va a decir, yo tan solo lo observo. Se parece tanto a ella. Su pelaje es como el mio, blanco y negro, pero su cuerpo es el de un felino. Su rostro es una calco del de Tigresa. Su entrecejo fruncido, el mismo tic en los bigotes cada vez que se enoja, la misma manía de arrugar la nariz cuando no sabe qué decir. Si, tiene sus expresiones.

Sonrío, no se muy bien porqué, pero sonrío y llevo una mano a su cabecita, acariciandole entre las triangulares orejas de felino. Xiao suspira y se deja caer de espaldas contra mi pecho.

—¿Cuando despertará mamá? —Pregunta— Porque… Despertará, ¿Cierto?

Se endereza y voltea a verme. Sus ojitos carmín preocupados y su entrecejo ligeramente arrugado. Tiene siete años, pero este niño es tan inteligente como ella. No puedo mentirle y sin quererlo, siento mis ojos humedecerse con las lágrimas. Lo abrazo, solo para que no me vea llorar.

—Esperemos que si —Murmuro— Tu mamá es fuerte.

No es un sí, ni un no, y él sabe entenderlo. Por unos segundos, tan solo permanecemos abrazados. Se que él está llorando, siento su espaldita sacudirse con los espasmos de los sollozos, pero no digo nada. Xiao odia verse débil, odia que lo vean llorar, por mas que quien lo vea sea su padre.

—Oye, papá —Llama. Se aparta del abraza y disimuladamente, se limpia las lágrimas, antes de levantar la mirada hacia mi— Tengo hambre.

Y no puedo evitar sonreír al oír su estómago gruñir, como si quisiera afirmar lo que dicen sus palabras. Las mejillas de Xiao no tardan en teñirse de un ligero rosa.

—Está bien. Supongo que ya es hora de la cena.

Con Xiao en brazos, me levanto de la silla y me dirijo hacia la puerta, pero antes de salir, la tímida voz de mi hijo me pide que lo deje un rato con su madre. No pudo decirle que no, después de todo, él debe estar esperando que despierta tanto o más que todos nosotros. Le beso en la mejilla, sonriendo al ver como Xiao hace una mueca y reclama que "ya está grande para eso", y lo dejo en el suelo. Inmediatamente, Xiao se va a sentar en el borde de la cama y sujeta la mano de su madre. Habla, no sé qué le dice. Supongo que le cuenta lo que hace en los entrenamientos y sus travesuras con Mono o Mantis. Víbora le había dicho hacía unos días que podía conversarle a su madre, para que ella supiera que estaba a su lado, y desde entonces, Xiao le cuenta todo lo que ha hecho durante su día.

Si, es muy tierno. Le dirijo una última mirada y salgo del cuarto hacia el pasillo. Por una ventana, alcanzo a ver que ya es entrada la noche. Supongo que los demás ya deben de estar en la cocina. Sin embargo, no alcanzo ni a llegar a la esquina del pasillo, cuando una chillona voz llama mi atención…

—¡Papá! ¡Papá, ven!

Xiao llega corriendo por el pasillo y antes de darme tiempo de regañarlo por ello, sujeta mi mano y me jala en dirección al cuarto, haciendo gala de aquella fuerza heredada de su madre. Parece estar fuera de sí. Habla demasiado rápido para entenderle y aunque intento preguntarle que sucede, el no parece escucharme. Me empuja dentro del cuarto, con tal fuerza que casi me hace enredarme con mis propios pies, y él corre a subirse en la cama. Estoy a punto de regañarlo, pero me quedo sin palabras al ver a Tigresa. Está despierta.

—Que… ¿Que sucedió?

Su voz es ronca y áspera. Está sentada en la cama. Con una mano se sostiene la sábana a la altura del pecho y con la otra se soba la cabeza, justo sobre las vendas.

—¡Mamí! ¡Mamí!

Xiao no deja de saltar a su alrededor, alegre. Rie y habla tan rápido que dudo que Tigresa le entienda. Pero no pudo regañarlo, estoy igual de feliz. Sin embargo, hay algo que no parece estar bien. Su mano se aferra con fuerza a su cabeza, ejerciendo presión sobre las vendas, y sus labios se elevan con un audible y enfadado gruñido, dejando ver sus dientes. Acaso… ¿Acaso le está gruñendo a Xiao, a su hijo?

—Oye… Oye, niño —Llama, apenas en un murmullo.

Y entonces, se que algo no anda bien.

—Xiao, ya basta —Ordeno.

Xiao no parece escucharnos a ninguno de los dos y algo en el entrecejo arrugado de ella no me agrada. Observo al pequeño dejarse caer de rodillas sobre el regazo de ella y sin previo aviso, le echa los brazos al cuello. Tigresa queda rígida y antes de que pueda hacer algo, empuja a Xiao con tal fuerza que lo tumba de espaldas al otro extremo de la cama.

—¡¿Que te pasa, niño?! —Grita, junto a un molesto gruñido.

Me quedo anonadado en mi lugar y Xiao se encoge en su lugar, asustado de haber escuchado a su madre gritarle de aquella manera por primera vez en sus siete años.

—¿Tigresa?... Te encuentras… ¿Bien?

Me acerco a la cama y sin apartar la mirada de ella, levanto a Xiao en mis brazos. Por un momento, creo ver cierta culpabilidad en los ojos de ella, pero hay algo en ellos que me extraña. Son fríos y distantes, severos y duros. Llevo años sin ver esa mirada, mucho menos dirigida hacia mi.

—Lo lamento… Yo… No me siento bien —Murmura, con una mano en su frente— Podría… ¿Podría llevarse a ese niño? ¿Por favor?

¿Acaso me ha hablado de "usted"?... Escucho a Xiao murmurar algo a cerca de su madre, pero no lo escucho. Sin apartar la mirada de Tigresa, lo dejo en el suelo y le doy un corto beso en la frente para calmarlo. Está temblando ¡Y no es para menos! Ni yo he oído gritar de aquella manera a Tigresa.

—Xiao, ve por tu tía Víbora. Dile que tu madre ha despertado.

—Pero…

—Ve, Xiao.

Le dirijo una severa mirada y él tan solo asiente. Sale corriendo del cuarto y poco a poco, sus pasos se van alejando por el pasillo hasta dejar de oírse. No puedo apartar la mirada de Tigresa. Parece confundida y por la manera en que sus ojos repasan una y otra vez el cuarto, hasta podría decir que no sabe ni en dónde está. Entonces, sus vista se fija en mi y su entrecejo se arruga tanto que sus cejas llegan a tocarse.

—¿Madre? —Su voz está llena de dudas— ¿Por qué ese niño me llamó "mamá"?

Esto comienza a asustarme. Quiero acercarme a ella, pero algo en sus ojos me dice que me quede en mi lugar.

—¿De qué hablas, Tigresa?

Sus ojos se abren como platos, llenos de dudas y con cierta angustia.

—¿Por qué ese niño me ha llamado así? —Vuelve a preguntar, esta vez igual o más asustada— ¿Que ha pasado? Por qué… ¿Por qué no estoy en mi cuarto? ¿Qué hago aquí?

—¿Como…? —Mi voz se interrumpe por si sola— Tigresa, ese es Xiao, tu hijo… ¿Acaso no lo…?

No termino la frase. Ella me observa, con los ojos tan grandes como platos y la boca entreabierta, y lentamente niega con la cabeza.

—No… No es….

Entonces, ladea el rostro y algo en la mesita de noche llama su atención. Es una pintura que se hizo hace apenas unos meses. En ella estamos nosotros dos, en el anterior festival del día del guerrero dragón, ella sostiene en brazos a nuestra pequeña hija Lía de un año y cuatro meses, y Xiao se encuentra sentado en mis hombros. En menos de un segundo, Tigresa suelta la sábana y se abalanza a sujetar el cuadro con la mano derecha, mientras que la izquierda repasa el dibujo de cada uno de nosotros. Su semblante se llena de dudas y sus ojos no tardan en envolverse en lágrimas, a la vez que se lleva la mano izquierda a la parte posterior de la cabeza, justo donde la golpearon aquellos lobos.

Murmura un débil y temeroso "no", levantando la mirada hacia mi, como si esperara que le dijera algo. Pero antes de que pueda hablar, la puerta se abre y el cuarto se llena de risas y exclamaciones. Xiao vuelve a subirse en la cama, esta vez con su pequeña hermana en brazos, mientras que entre risas y exclamaciones, todos se acercan a Tigresa.

—¡Esperen!

Mi voz suena alta por encima de la de los demás y de repente, el cuarto parece sumirse en un tiempo muerto. Tigresa los observa a todos, confundida, aferrando con fuerza la sábana a su pecho. Está asustada. Sin perder tiempo, me acerco a la cama y tomo a Lía de los brazos de su hermano, cargandola contra mi pecho, para luego voltear a ver a Mono y Mantis.

—Llevense a Xiao, aún no ha cenado —Pido— Víbora, Grulla, Shifu… ¿Me acompañan afuera?

Me miran, confundidos, pero finalmente todos asienten y salimos del cuarto. De reojo observo a Tigresa, pero ella sigue entretenida con la pintura.

Xiao protesta, quiere ver a su madre, y Lía se retuerce en mis brazos con las mismas intenciones que su hermano. Pero entre Mono y Mantis convencen al pequeño de seguirlos a la cocina y yo dejo a Lía de pie en el suelo, sosteniéndose de una mano para que no caiga, ya que aún no camina muy bien sola. Todos me piden explicaciones, especialmente Shifu, que está demasiado preocupado por su hija. Les explico todo y cuando termino, Víbora entra al cuarto. Al parecer, quiere hacerle unas preguntas a Tigresa.

No pregunta demasiado. Le pregunta si sabe como se llama, varias cosas al azar sobre su vida en el palacio y de algunas misiones. Todo parece normal, Tigresa contesta bien y sin dudar. Sin embargo, un nudo se instala en mi garganta cuando Víbora pregunta si sabe quien soy y Tigresa contesta que no recuerda haberme visto en su vida. No me recuerda, no recuerda que está casada conmigo e incluso cuando Víbora le muestra la alianza en su mano izquierda, ella contesta que no sabe qué es eso. No recuerda a sus hijos, ni a Xiao, ni a Lía, ¡Incluso ha dicho que ella no tiene hijos! Contesta que es una locura, que ella no conoce a "ese niño que se le abalanzó encima" y que en su vida ha escuchado nombrar a Lía.

Continuará…


Bueno ¿Que tal este mini inicio?... Espero que les haya gustado y si desean que lo continúe, me dejan su opinion en un Review.