Disclamer: Varios de los personajes no son míos sino de la maravillosa Stephenie, la historia y algunos de los personajes si son míos

La intrusa.

Capítulo 1: Trust.

Cinco minutos, cinco eternos minutos para que finalmente acabe la clase interminable clase de inglés. Miró hacia mi hoja de papel, en blanco, una vez más, en dos horas no he sido capaz de escribir una sola línea.

-Ten. –Bella está a mi lado tendiéndome una hoja escrita. –Solo tienes que escribirlo con tu letra. –Dice tímidamente.

Yo hago lo que me dice y paso en limpio el ensayo de Bella con mi letra a la hoja de papel en blanco. Cuando faltan exactamente cuarenta y cinco segundos para acabar la clase voy hasta el profesor, quien lee distraídamente el periódico.

-Espero que este sea mejor que el último. –Dijo levantando la mirada.

-Lo es. –respondí secamente. Los maestros y yo no nos llevábamos nada bien.

Fui hasta mi lugar para ordenar mis cosas y poder salir del asfixiante salón de una maldita vez. Bella me esperaba con su mochila en la espalda.

-Mike ha vuelto a invitarme a salir. –Soltó mientras caminábamos por los abarrotados pasillos del instituto. –Ya no sé qué excusa inventarme.

Yo negué con la cabeza, desde que Bella se mudó el año pasado, que los chicos del pequeño pueblo habían volteado su atención a ella. La pobre, con lo tímida que era, no era capaz de darles una negativa y terminaba dándoles falsas esperanzas.

-Mándalo a la mierda de una buena vez. –Fue todo lo que dije. –O no va a cansarse hasta que este casado contigo.

Bella bajó la mirada con timidez y yo me reprendí por mi falta de tacto. Éramos muy diferentes, ella era tímida y amable con todo el mundo y se sentía incomoda cada vez que alguien decía una mala palabra frente a ella. Yo, por otro lado, era insolente y poco correcta. Lo único que teníamos en común era nuestra aversión hacia las personas, ambas éramos completamente antisociales.

-No me gustaría herir sus sentimientos. –Otra cosa en la que discordábamos, yo jamás me hubiese preocupado por los estúpidos sentimientos de Mike Newton.

-Es Mike Newton. –solté. –El tipo es un sucio bastardo.

-¿De quién hablan? –Seth salió de la nada. –Espero que no sea de mí.

-Claro que no. –Bella le aseguró.

-¿Dónde está tu niñera? –pregunté con una mueca, no quería que Leah se nos uniera en el camino a casa, ella no nos dejaba hacer nada.

-Tiene que quedarse para estudiar o algo así. –Él se dio de hombros. –Crédito extra.

Leah estaba obsesionada con el crédito extra para entrar a la universidad, a pesar de ser una buena estudiante y de tener prácticamente una beca asegurada, continuaba persiguiendo cada oportunidad que tenía para sacar el maldito crédito extra.

-Tu hermana está obsesionada. –Dije pensativa. –Necesita un psicólogo.

-Rosalie… -Bella me llamó la atención. –Ella solo está preocupada por la entrada a la universidad, cuando nosotras…

-Cuando yo esté en último año, no tendré que preocuparme por esas estupideces. –La corté. –Trabajaré en el taller.

-Me gusta como piensas, Rose. –Seth habló emocionado, yo negué.

-No, nada de eso enano. –Le revolví los cabellos. –Para ti hay un futuro prometedor en la universidad.

-Pero… -iba a discutirme, pero le di una mirada que lo hizo retroceder.

-Para ti también lo hay. –Bella continuó. –Si te esfuerzas…

-Ambas sabemos que eso no es cierto. –Me paré para sacar un cigarrillo de mi mochila y encenderlo, ahora que estábamos lejos del instituto podía permitirme fumar. –Soy un caso perdido.

-No digas eso… -ella puso su mano en mi cigarrillo y me lo quitó. –Todos tenemos arreglo. –Bella apagó el cigarrillo haciéndome bufar.

-Era el último. –Reclamé jugando con el encendedor.

-Que bien. –Ella sonrió y apresuró el paso. –No quiero que mi mejor amiga muera de cáncer de pulmón.

Puse los ojos, y seguí caminando. No podía discutirle a Bella y a sus dulces palabras.

-¿Dónde demonios se ha metido Jacob? –pregunté cuando llegamos al taller.

-No lo sé, no lo he visto en el instituto. –Seth se dio de hombros.

-Maldito idiota, dijo que me ayudaría con el coche. –Escupí molesta, tendría que trabajar yo sola.

-Hey, nena… yo también te extrañaba. –Jacob salió de la puerta del taller, apenas en jeans. Tenía que admitir que el tipo parecía sacado de un comercial para ropa interior.

-¿Qué haces aquí? –Estaba curiosa, no se suponía que fuésemos al taller hasta después del instituto.

-Hice novillos. –sonrió, el muy descarado. Vi de reojo como Bella hacia una mueca, esa chica tenía problemas con las reglas.

-¿Para trabajar en el coche del viejo Simmons? –entré en el taller, saludando al resto de los muchachos.

-Exacto. –este guiñó un ojo. –Lo he dejado como nuevo.

-Vaya. –murmuré perdida, no pensé que mi amigo fuese capaz de reparar el coche él solo en una mañana. –Genial.

-El motor ruge como diez leones. –James se acercó a nosotros. – ¿Qué hay Blondie?

James era uno de mis mejores amigos, a pesar de ser prácticamente diez años mayor que yo. El tipo era como un hermano mayor para mí, probablemente la única familia que tenía.

-Vendré después del trabajo en la cafetería. –Fui al despacho a dejar mi mochila y a buscar mi horrible uniforme de trabajo.

Trabajaba como mesera en la única cafetería del pueblo: Forks café, un nombre para nada original, así como los horribles uniformes que nos hacían usar.

-¿No crees que trabajas demasiado? –James preguntó apoyándose en el marco de la puerta. –Aquí y la cafetería, no te queda tiempo para estudiar.

-¿Tu? ¿James Ford, me estás hablando de estudiar? –pregunté incrédula.

-¿Para qué estas juntando dinero? –cuestionó serio.

-Un coche. –Mentí rápidamente. –Un lindo coche.

-Aun no tienes permiso de conducir. –Señaló.

-Eso es lo de menos. –me di de hombros. -¿Desde cuándo tan preocupado por las leyes, Ford?

-Rosalie, estoy preocupado por ti. –Exhaló.

-No tienes de que preocuparte. –le guiñé un ojo. –Sé cuidarme sola.

La cafetería estaba tan vacía como siempre, mi jefe, a quien cariñosamente había apodado de Homer*, peleaba con la vieja cafetera de grano. Un grupo de adolescentes que también iban al instituto conmigo, reían en una de las mesas junto a la ventana. Tanya, la chica que trabajaba en la caja, había desaparecido hacía media hora.

Yo me entretenía sacando el esmalte negro de mis uñas, mientras esperaba que algún cliente entrase al aburrido café.

Cuando la campanilla de la puerta sonó, haciendo que todas las cabezas se giraran para ver a los recién llegados. Y vaya que merecía la pena verlos, parecían sacados de un anunció de Hollywood.

El que parecía más joven, sonrió probablemente complacido con tanta atención. Pero el mayor, y quien había llamado más mi atención no solo por su imponente figura y porte, pero su rostro era increíblemente bello, ojos azules y unos hoyuelos que terminaban de darle un toque de lo más atractivo. Él no parecía contento con las miradas curiosas de todos los presentes en el café.

Conduje directamente hasta la casa de mis padres, Edward iba molesto a mi lado, otro berrinche de adolescente.

Entendía que mi hermano menor estuviese cabreado, después de todo era mi culpa que tuviese que dejar New York para venirse a vivir a un pueblucho desconocido. Pero no era necesario tanto drama.

-Vas a tener que cambiar la cara cuando lleguemos a casa. –advertí viéndolo con seriedad. –Mamá se pondrá triste si te ve de mal humor.

Mis padres se habían mudado a Forks hacia un año, luego de que mi padre sufriera un ataque al corazón y le recomendaran relajarse y disminuir el stress.

-Emmett, ¿estás seguro de que sea una buena idea? –Edward preguntó por milésima vez.

Sabía perfectamente que se refería al negocio que Jasper y yo queríamos montar en el pueblo.

-Lo estoy, Jasper y yo hemos estudiado el mercado, y no es un gran riesgo. –Sonreí orgulloso. –Además, necesito descansar.

-¿Y para eso tienes que mudarte a un pueblo en medio de la nada?

-Mamá y papá viven aquí ahora. –le recordé.

-Si pero, ellos son viejos. –Edward discutió.

-Lamento que tengas que venir conmigo Eddy. –Le revolví el cabello sabiendo que eso lo molestaba. –Pero será solo un año, y mamá y papá te extrañan.

-¿Qué hay de Heidi? –Él preguntó.

-Heidi irá donde yo este. -Dije convencido. –Cuando regrese de Italia, se quedará en Forks con nosotros.

-¿Cómo estás tan seguro? –A mi hermano menor nunca le había gustado mi novia de secundaría, pero al menos respetaba nuestra relación.

-Le pedí matrimonio. –Admití estacionando el jeep en el garaje de la casa de mis padres.

-¿Qué? –Mi hermano gritó. – ¿Cuándo?

-Ayer, por teléfono. –dije algo entristecido, me hubiese gustado hacerlo en persona pero no había visto a Heidi hacía cuatro meses.

Heidi había puesto como condición para venirse a Forks, casarnos. Lo que no era una idea tan descabellada pues llevábamos saliendo más de cinco años.

-¿por teléfono? –este preguntó incrédulo. –que romántico. –Dijo con sarcasmo, yo negué con la cabeza.

-En nuestra relación, nunca ha habido romance. –expliqué.

-Claro que no. –mi hermano concordó. –Es costumbre, Emmett, no la amas.

Sonreí ante sus palabras, Edward aún era joven, un adolescente, tenía derecho a creer en el amor y todas esas mierdas. Pero yo era un hombre de veintinueve años, que sabía que el amor no era más que una fantasía inventada para hacer Best-sellers.

-¿Qué sabes tú del amor, Edward? –Cuestioné curioso.

-Mucho más que tú al parecer. –sonrió satisfecho. Yo negué con la cabeza y toqué la puerta de la casa.

-Oh… Edward. –Mi madre abrazó a mi hermano que era el que estaba más cerca de ella. – ¡Cuanto los extrañé!

-¿Y para mí no hay abrazo? –pregunte haciendo un puchero ella me abrazó de inmediato.

-Esperen a que llegue su padre. –mamá habló animada. –Estaba tan contento con su llegada, lástima que hubo una emergencia y tuvo que salir corriendo.

-Los pacientes están primero, aquí también. –se quejó Edward, yo le di una mirada de advertencia.

-Vayan a acomodarse. –Mi madre instó. –Cenaremos a las siete.

Fui a mi habitación, una habitación amplia con vista al bosque. Estaba bastante más apartada de las otras habitaciones de la familia. Por lo que tenía privacidad.

Una cama King size me saludaba, invitándome a tomar una siesta. Tuve que negarme, tenía muchas cosas que hacer.

-Edward, ¿quieres acompañarme al pueblo? –Mi hermano que estaba entretenido mirando la pared asintió de inmediato.

-Claro, quiero conocer mi infierno personal. –Este lloriqueó, yo puse los ojos.

Una vez en el coche le dije a mi hermano que quería ir a comprar la sortija de compromiso de Heidi y que necesitaba de su ayuda. Eddie era mejor para esas boberías que yo.

-No voy a ayudarte a atarte la soga al cuello. –este dijo viéndome como si estuviese loco.

Yo le di una mirada de odio.

-Vale, te voy a ayudar. –bufó. –pero, solo porque no me queda de otra.

-No entiendo cual es tu problema con Heidi.

-es una perra controladora. –dijo como si nada bajándose del coche una vez llegamos en la joyería.

-No hables así de mi prometida.

-Oh vamos, Emm. –mi hermano puso los ojos. –Te tiene agarrado de las pelotas.

-Yo…

-Ni siquiera la quieres.

-Claro que la quiero.

-Puedo entender que sea buena en la cama. –Yo lo miré furioso. –Tiene un cuerpo de puta madre, pero no creo que vaya más allá de eso.

-Edward…

-Vale, me callo.

Escogimos la sortija más cara y hermosa que tenían en la pequeña tienda, y Edward alegó que moriría si no tomaba un café por lo que tuvimos que pasar a un viejo café una cuadra más allá de la tienda.

Cuando entramos todos se nos quedaron mirando, a mi hermano parecía divertirle muchísimo la situación, ya que caminó pavoneándose hasta una mesa apartada. Yo en cambio hice una mueca molesto, ¿no podían ser más disimulados?

Miré a la chica que estaba más cerca de nosotros, parecía tener la edad de Edward, tal vez menos. Su rostro era perfecto, el de un ángel para ser exactos, sus ojos tristes tan azules como el cielo me observaban fijamente. Permití que mi mirada bajara y se detuviera en el pequeño escote del feo uniforme, pechos del tamaño perfecto.

-Soy Rosalie, aquí está el menú. –dijo sin mirarme. –Llámenme cuando sepan que pedir.

Cuando se fue, Edward le miró descaradamente el trasero.

-Es guapa. –Comentó. –Al menos hay chicas guapas en este pueblucho de mierda.

Yo asentí serio, Edward era todo un rompecorazones, pero por algún motivo me molestaba que se hubiese fijado en la mesera rubia.

-No seas estúpida. –Escuché a la mesera gritarle a la otra. –Es mi mesa.

-No, iré yo. –La otra chica dijo arreglándose el cabello. –Tu vete a atender a esos de allá.

Apuntó a un grupo de adolescentes que se arrojaban cosas.

-Tú eres la cajera, tienes que quedarte en la vendita registradora. –La rubia soltó exasperada.

-No hay nadie. –la chica de la caja argumentó.

-¿Qué está pasando? –Alguien salió de la cocina para detener la discusión de ambas chicas.

-Tu querida Tanya quiere dárselas de mesera. –escupió molesta.

-¿Por qué? –El hombre preguntó sorprendido.

-porqué quiere follarse a esos dos. –Dijo sin vergüenza alguna al que supuse era su jefe.

-Rosalie, baja la voz. –La reprendieron.

-Tanya, tu quédate en la caja. –el tipo pidió ganándose una mirada de odio de la cajera. –Y deja a Rosalie atender a los clientes.

-Rosalie, cuida tu boca. –Advirtió a la rubia, quien puso los ojos.

Al poco rato la chica rubia llegó con a preguntarnos qué queríamos. Puse mala cara al verla, no me gustaban los escándalos y se notaba que ella era del tipo de chicas que siempre estaban en medio de la tormenta.

Cuando salimos del café metí la mano al bolsillo de mi chaqueta por inercia. La sortija no estaba, probablemente lo había olvidado en el restaurante.

-Me he dejado la sortija. –dije a Edward. –Iré a buscarlo.

-Pero si yo mismo he visto que lo has puesto en el bolsillo de tu chaqueta, -Este dijo confundido.

Busque nuevamente en mis bolsillos y no estaba.

-iré a ver al café. –Dije nervioso. –Si no está ahí, esa chiquilla me lo robó.

-No la culpes tan rápido. –mi hermano la defendió. –Estaba buenísima.

Lo miré con cara de pocos amigos y me adentre en el pequeño café. La rubia limpiaba la mesa en la que minutos antes mi hermano y yo habíamos estado sentados.

-hey. –llamé su atención, ella me miró de pies a cabeza. -¿Dónde está mi sortija? –pregunté cortante, algo me decía que esa mocosa tenía que ver en su desaparecimiento.

-perdón. –ella se envaró. -¿Qué estas insinuando grandote?

-Lo he dejado aquí, y ya no está. –Expliqué como quien explica algo a una niña de cuatro años.

-Pues no lo sé. –se dio de hombros. -Yo no he visto nada.

Ella me miraba con odio, odio que no la hacía parecer para nada intimidante. Su rostro angelical jamás me parecería intimidante. ¿Rostro angelical? ¿Qué demonios? Es una niña, Emmett.

-No te creo. –dije volviendo a concentrarme en el anillo. -¿Dónde está? Si me lo entregas ahora no voy a llamar a tu jefe.

-Yo no he tomado nada. –me escupió molesta.

-Señor, ¿puedo ayudarlo? –El jefe de la muchacha apareció junto a la cajera.

-Sí, su empleada ha tomado algo que me pertenece. –Hable molesto, todo esto me estaba retrasando. –Si no me lo devuelve tendré que llamar a la policía.

-¿la policía? –El hombre se asustó. –No, no será necesario.

-Claro que sí. –la chiquilla dijo cabreada. –este tipo me está molestando, levantando falsas acusaciones.

-Rosalie, calla esa boca. –pidió el hombre visiblemente nervioso. –Señor, haremos lo posible por encontrar el objeto desaparecido.

-Eso espero. –Murmuré entre dientes sin dejar de ver a la furia rubia.

-Rosalie, ve por tus cosas. –su jefe ordenó a lo que ella parpadeo varias veces.

-No, nada de eso. –reclamó, dejando evidente que ella era culpable del robo. –Esto es un abuso.

-Si quieres terminar rápido con esto será mejor que vayas por tus cosas. –El hombre habló molesto.

Ella bufo y fue atrás del balcón, sin dejar de maldecir en todo el camino. Lo único que tenía era una chaqueta de cuero desgastada.

-Es todo lo que he traído. –dijo arrojando la chaqueta en mis brazos. –A menos de que quieras revistar mi casa.

-No con esto estará bien. –hablé no muy convencido. Pero cuando metí la mano al bolsillo de su chaqueta sentí la caja aterciopelada del anillo.

-aja. –solté sacándolo de ahí y mostrándoselo. -¿Qué se supone que es esto?

-Yo no puse eso ahí. –ella mintió nerviosa. –Tanya debe haberlo plantado.

-Oh por favor. –Escupí harto de sus jueguitos.

-Rosalie, no puedo creer que hicieras algo así, cuando te contraté… -el tipo comenzó a hablar pero yo le corté.

-espero que sepa escoger mejor a sus funcionarios. –espeté.

-Señor...

-Cullen. –dije cortante.

-Señor Cullen, le ruego disculpe las molestias. –Parecía realmente avergonzado. –Sepa que Rosalie será despedida de inmediato.

-¿Qué? –saltó la rubia. –Pero si no he hecho nada.

-Robar, es algo muy grave. –el tipo le advirtió.

-Yo no he robado nada. –la chica continuaba mintiendo. –Además el señor ya tiene su maldito anillo.

-Solo porque han revisado tus cosas, niñita. –La cajera dijo despectiva.

-No puedes despedirme. –La rubia pidió al hombre, parecía desesperada. Sentí algo de pena por ella.

-Rosalie, vete, no quiero escándalos en mi local. –El tipo habló con voz autoritaria.

-Vas a pagármela perra oxigenada. –amenazó viendo hacia la cajera que se acercó a mí.

-Rosalie… -el tipo advirtió.

-Ya me voy. –La muchacha agarró su chaqueta y se fue.

Maldito hombre, vale tengo que admitir que estaba para devorárselo, pero su humor y el hecho de que me hayan despedido por su culpa, hacían que el mismísimo Gargamel fuese más atractivo que él.

Con lo difícil que había sido encontrar ese maldito empleo, gracias a mi pequeña ficha criminal pocos lugares estaban interesados en contratarme.

Entré al taller con ánimos de trabajar en un coche y olvidarme de todos mis problemas. Jake y Seth reían de alguna estupidez sentados en uno de los coches que se supone deberían estar reparando.

-¿Qué hacen par de holgazanes? –pregunté divertida.

-Ya hemos terminado por hoy. –Jake tomó un sorbo de su cerveza.

-¿Dónde está James? –él jamás los dejaría holgazanear en horas de trabajo, y mucho menos beber.

-Fue a dejar el coche de Simmons a Seattle. –Sonrió Jacob. –Me ha dejado a cargo.

Levanté una ceja incrédula, ¿en que estaba pensando James cuando dejo a ese par de idiotas a cargo de su taller? Me senté en el suelo y le arrebaté la cerveza a Jake.

-No se supone que debamos beber aquí. –la tire por la cañería. –Este es nuestro santuario.

-¿Qué te pasa? Estas más agria que de costumbre. –Este se echó a reír con su propia broma.

-Me han despedido. –escupí molesta. –La hija de puta de Tanya me plantó una trampa.

-¿Qué ha pasado? –Seth que se había mantenido callado preguntó.

-Un tipo me acusó de haberle robado un maldito anillo. –Recordé al estúpido y deseable señor Cullen.

-¿pero no lo hiciste verdad? –Seth que siempre había sido un poco lento volvió a preguntar.

-claro que no. –salté molesta. –Ya les dije que fue la descerebrada de Tanya, esa puta me las va a pagar.

-No creo que sea buena idea que te metas en más problemas. –Seth comentó abriendo otra cerveza.

-No voy a meterme en problemas. –negué y volví a quitarle la cerveza. –Nadie va a enterarse.

-Charlie no puede seguir salvándote de las cagadas que te mandas. –Jake me advirtió, yo lo miré cabreada.

-Mira quien habla. –escupí. –Tú eres peor que yo, Jacob.

-Pero a mí nunca me pillan. –dijo orgulloso. Y el muy cojonudo tenía razón.

-¿Quién era el dueño del anillo? –Seth cuestionó de repente. –¿Le conocemos?

-No, no eran de aquí. –Sus rostros no eran conocidos, y vestían como si viniesen de alguna gran ciudad, definitivamente no pertenecían a Forks. –Turistas.

...

Cuando llegué a casa las cortinas estaban cerradas y las luces apagadas, el olor a humedad era insoportable. Mi madre probablemente estaba en su cuarto, disfrutando de su novio del momento.

Cuando intenté encender la luz esta no iluminó, de seguro mamá había olvidado pagar la cuenta, otra vez. Tropecé con una botella de ron, que estaba tirada en medio de la sala, otra mancha que no saldría del sucio y gastado tapete.

Fui a mi cuarto y lo cerré con llave, nunca se sabía con los novios de mamá. Lillian Hale, solía traer hombres diferentes a casa prácticamente todos los días, y muchos de ellos no tenían límites cuando se trataba de poseer una mujer.

-¡Rosalie! –la escuché gritar mi nombre, decidí ignorarla. -¡Rosalie, ven aquí!

Si continuaba ignorándola terminaría viniendo a mi cuarto y probablemente me llevaría una buena paliza, por lo que opte por ir a su asqueroso cuarto.

-¿Qué quieres? –pregunté viendo con asco al hombre semi desnudo en su cama.

-Ve a comprar cigarrillos. –Ordenó, yo levanté una ceja, incrédula.

-Son casi las once de la noche. –Expliqué. -¿Dónde se supone que voy a encontrar cigarrillos a esta hora?

Y tal vez en las grandes ciudades uno encuentre cigarrillos a cualquier horario, pero en Forks no era así, en Forks todas las tiendas cerraban a las ocho, nueve como máximo y encontrar cigarrillos a las once de la noche era una tarea imposible.

-Poco me importa. –ella soltó. –Ve por ellos, ahora.

Salí de la casa hecha una furia, que ganas de irme de una vez por todas de ese maldito infierno que era vivir con mi madre.

Lejos de ir por los cigarrillos, fui directo al único lugar que me hacía sentir bien, el taller. Abrí las puertas de metal con la llave que James tenía escondida en una piedra falsa.

Me disponía a trabajar en uno de los coches cuando pasos en las escaleras llamaron mi atención.

-Mierda, Rosalie. –James se acercó a mí con un bate de béisbol. –Pensé que eras un maldito ladrón o algo así.

-Vaya, es la segunda vez que me llaman así en un solo día. –Dije con sarcasmo.

- Hey… ¿qué ha pasado, Blondie? –El me indico que me sentará. – ¿Qué está pasando por esa cabeza tuya?

-Sé que he cometido errores, James. –suspiré. –Que no soy una santa, pero no por eso debo ser apuntada con el dedo a la primera sospecha.

-Jake me ha contado sobre tu despido en la cafetería. –Yo hice una mueca.

-Yo no hice nada. –Me justifiqué. –Ya no hago eso.

-Lo sé, Rose. –el acarició mi mano. –Confío en ti.

-La push, nena. –Jake dijo por la que sería la décima primera vez en la puta mañana. ¿Qué no entendía que solo a él le parecía divertido?

-Jacob, juro que si vuelves a decir eso voy a clavarte esta zanahoria en el ojo. –Dije malhumorada.

-Entonces di que sí. –Mi amigo insistió, yo fruncí el ceño. -¿Bella, tu que dices?

-Sabes que no me gustan las fiestas, Jake –Bells respondió con timidez.

-Pero es La Push, nena.

-¡Jacob! –me impacienté.

-¿Han oído de la fiesta que van a dar en la playa? –Seth preguntó integrándose a la conversación.

Yo lo miré con odio, Bella hizo una mueca y Jacob asintió animado.

-Tenemos que ir. –habló con entusiasmo. –Habrá muchas pollitas en bikini.

-ew. –dije haciendo una mueca de asco. –No voy a ir para ver como ligan con zorras.

-¿celosa? –Jacob molestó. Yo puse los ojos.

-No sabes cuánto.

-Tal vez vaya el chico nuevo. –Seth comentó de repente.

-¿Qué chico nuevo? –pregunté interesada.

-El hijo menor de los Cullen. –mi amigo explicó. –Mi mamá habló con la señora Cullen ayer, y ella le contó que su hijo tiene nuestra edad.

Me quedé pensativa, Cullen. Ese debía ser el hermano del imbécil del anillo.

-De seguro es un idiota hijito de papá. –dije molesta.

-Los Cullen son buena gente. –Seth los defendió. –Sus hijos deben serlo también.

-¿Qué no era un tal señor Cullen el que te delató por lo del anillo? –Jake preguntó y yo asentí.

-¿Qué anillo? –Bells preguntó confundida. –Rosalie ¿Qué hiciste?

-Gracias por el voto de confianza, Bells. –dije sarcástica. –No hice nada, fue una puta trampa.

-¿Qué sucedió? –Bella preguntaba visiblemente preocupada.

-La zorra mal follada de Tanya se molestó conmigo y tengo que admitir que fue bastante inteligente al meterme un anillo en la chaqueta y hacer que me despidieran.

-Oh, Rose. –mi amiga me abrazó, yo me aparté. No me gustaba el tacto. -¿Quieres que le pregunte a los Newton si necesitan ayuda extra?

-Ya me rechazaron una vez. –me di de hombros. –No creo que su idea sobre mi haya cambiado.

-Con mayor razón deberíamos ir a la fiesta. –Jake saltó. –Tenemos un motivo para embriagarnos.

Sonreí ante la idea, no parecía tan malo si lo veías de esa manera.

-Yo voy si tú vas. –dije mirando a Bella, sabiendo que si dependía de ella no podría decir que no.


Hola, bueno aqui esta mi nuevo invento espero que les guste tanto como a mi, la idea era subirla despues de terminar un angel caido pero no pude aguantarme...

xoxo

Rosalie Hale de Cullen ** Emmett mcCartys angel