SPOOK YOU

Este fanfic participa en el reto "La maldición del de abajo" del foro "I am SHER locked".

1: ¿Acaso es posible?


-¿La feria? ¿Estás hablando en serio?

Mycroft Holmes tenía diecisiete años pero llevaba un año de cursos avanzados en la Universidad de Oxford. Sin embargo, eran vacaciones de verano y estaba disfrutando de semanas de tranquilidad, lejos de las presiones usuales. Estaba preparado para enfrentarlas, no le causaba ningún estrés y de hecho, disfrutaba bastante con las clases y los cursos avanzados en los que estaba inscrito. Economía, política, relaciones internacionales, prácticamente estaba cursando tres licenciaturas al mismo tiempo.

Así que, aunque fuera por unos días, no era del todo desagradable el estar en casa, dejarse mimar por su madre y "cuidar" a su hermano menor de diez años. En general no le exigía nada, pasaba mucho tiempo en su cuarto, investigaba, leía todos los libros que pudiera y jugaba con su único amigo de la escuela. Por regla era sencillo estar con su hermano, no exigía que platicara con él, ni ningún tipo de actividad usual para un niño de diez años y por lo mismo, se encontraba muy a gusto en su presencia.

Hasta ese día, justo en ese momento, cuando su hermano había intentado por todos los medios que su madre lo dejara acudir a una feria que estaba instalada en los jardines de Greenwich. Su madre no quería dejarlo ir solo (aunque le había jurado que los padres de su amigo irían) y él no quería que su madre estuviera pisándole los talones. Así que la opción era él, si Mycroft lo acompañaba, su madre no tenía ninguna objeción.

Y así fue que su pequeño hermano terminó suplicando, amenazando y chantajeando hasta que por fin dijo que sí, iría con él a esa feria, después de todo, no eran más que unas horas de su vida. A las cuatro de la tarde subieron al metro y después de unos cuantos cambios de vagones, llegaron a Greenwich, uno de sus lugares favoritos, con el meridiano cero, sus varios museos y sus amplios jardines.

El ambiente era relajado, familiar definitivamente. Sherlock casi sale corriendo tratando de buscar a su amigo, un niño que Mycroft no conocía, pero que lograba que su hermanito se volviera completamente loco. Cada que tenía la oportunidad, Sherlock hablaba de John y uno nunca conocía suficientes añecdotas de John, había miles y miles que su hermano aun no desmenuzaba detalladamente.

Mycroft vio las carpas, había también una rueda de la fortuna y varios juegos mecánicos más a los que jamás pensaba subirse, además de muchos puestos de comida y de dulces y una casa de los sustos. De verdad no era el mejor lugar para él, sus ojos había viajado de puesto en puesto imaginando que podría, tal vez, permitirse alguna golosina. De inmediato lo descartaba, recordando las miradas de desagrado de sus compañeros de clase, todos mayores que él, al ver al niño con diez kilos de más que aparte, era mucho más inteligente que ellos.

Su madre se había preocupado cuando Mycroft llegó sin esos diez kilos, bajados a base de dietas y de salir a correr por las tardes hasta que sus piernas gritaran de dolor. Tuvo que asegurarle mil veces que todo estaba bien, que comía adecuadamente y que no estaba enfermo. Y sin embargo, estaba comenzando a salivar al tener que caminar entre pizzas, algodones de azúcar, manzanas acarameladas, malteadas y demás cosas que no le harían ningún bien.

-¡John! –gritó Sherlock y soltó su mano para echarse a correr en pos de un niño rubio que sonrió al escuchar la voz de su hermano. De inmediato comenzaron a hablar entre ellos, planeando la tarde, queriendo subir a todos los juegos que pudieran y atascarse con toda la comida posible. Mycroft se acercó buscando a los padres del niño, resultó que no habían ido y lo estaba acompañando su hermana mayor, una chica mal encarada de la misma edad que él.

-Soy Harry, ¿también te obligaron a ser niñera? –dijo cuando comenzaron a caminar detrás de los dos torbellinos infantiles que ahora querían subirse a los coches chocones. Se formaron en una fila y Mycroft no pudo evitar la sensación de que conocía a aquella chica, pero no lograba ubicarla.

-¿Harriet Watson? –preguntó entonces de repente ganándose un manotazo en el brazo por parte de ella.

-Jamás me digas así, soy Harry y punto, ¿entendiste? –dijo amenazante y entonces la pudo recordar, con el cabello más largo recogido en una coleta, con el uniforme de la escuela preparatoria, la falda tableada y la blusa blanca perfectamente planchada. Jamás había cruzado palabra con ella, la veía entrar a la cafetería seguida por su amiga Clara y su mejor amigo, Gregory.

Gregory Lestrade, su sueño hecho realidad, un suspiro inaudible se le escapó al recordarlo. Cuando lo conoció literalmente dejó caer los libros que llevaba a la biblioteca y eso le valió que lo volteara a ver, en una escena por completo fuera de la realidad, el chico salido de alguna poesía lo miraba y sonreía. Estuvo a punto de irlo a ayudar pero Mycroft se apresuró a recoger los libros esparcidos en el piso y salió corriendo de ahí, sin poder entender qué demonios había pasado.

En un santiamén supo todo de él y se apanicó un poco, porque era atractivo hasta decir basta, su estatura, su complexión y sobretodo, su cabello negro y sus ojos café oscuro. Pero eso no era lo importante, era inteligente, tanto que había ganado una beca para acudir a su escuela en Kensington, donde los lugares eran excesivamente disputados debido a que, al graduarse, podrían acceder a cualquier universidad que desearan.

Había casos especiales, como el de Harriet Watson, cuyo talento en la pintura era sin igual y había capturado la atención de la junta de gobierno de la escuela. En el tiempo que llevaba en la misma, había montado dos exposiciones, una de ellas en la sala temporal del museo Tate Modern.

Ahora la chica lucía diferente, mayor obviamente, pero también era que la fachada de niña buena se había ido, su cabello era corto y tenía mechones de color azul esparcidos entre el rubio natural. Lucía un maquillaje muy elaborado que casi ocultaba sus facciones y vestía de negro de los pies a la cabeza.

La última vez que la vio fue un año atrás cuando se graduó adelantadamente de la escuela preparatoria y se fue a la universidad. Harriet nunca había tenido la menor idea de que Mycroft la observaba, no porque quisiera saber de ella, sino porque ella siempre estaba en compañía de él, de Gregory. De hecho, dejarlo de ver a él había sido lo único que lamento de graduarse anticipadamente.

Ahora que lo pensaba, la apariencia actual de Harry, como iba a llamarla para ahorrarse otro golpe contuso, iba más acorde a lo que expresaba en sus pinturas, muy post modernistas, oscuras y un poco desesperadas. Ella las encontraba divertidas y habían tenido mucho éxito y hasta dónde supo, al graduarse iría a estudiar al Real Colegio de Artes, donde ya tenía una beca asegurada. Ellos la había buscado y ella por supuesto, había aceptado.

El caso de Gregory era diferente. Tenía una gran capacidad de observación y una creatividad enorme, desde que lo conocía, siempre dibujaba, no cosas abstractas como Harry, sino edificios, casas, espacios abiertos. Había logrado hacer un portafolio de su trabajo y era inmenso, había miles de láminas en blanco en negro y cientos a color, era casi imposible verlo sin un lápiz en la mano. Eso le había ganado que fuera aceptado en la escuela de arquitectura de The Bartlett, el lugar más prominente para que un joven estudiara esa carrera y que posterior a eso, encontrara un trabajo muy bien remunerado.

Los pensamientos de Mycroft se interrumpieron cuando tuvieron que subir a los carritos, se sentó al lado de Sherlock y lo dejo maniobrar, de esa manera siempre acababan chocando con el coche de John, para desesperación de Harry que le lanzaba miradas enojadas. Los dos niños reían a más no poder y era interesante para él ver esa faceta de su hermano que era desconocida, desde que el se fue a Oxford y John se convirtió en su mejor amigo, Sherlock había cambiado mucho.

Acto seguido Sherlock y John corrieron a hacer fila para la rueda de la fortuna, él los siguió pero se dio cuenta de que Harry se quedaba detrás de ellos, casi negándose a dar a otro paso.

-John, a ese no te subas –dijo casi en un susurro pero John la escuchó perfectamente.

-¡Tú no te subas! –gritó y siguió formado al lado de Sherlock. Para Mycroft era obvio que Harry tenía miedo a las alturas, la pobre estaba a punto de salir corriendo pero la responsabilidad se lo impedía.

-John, no puedes subir solo –dijo, intentando una vez más convencer a su hermano de salir de la fila.

-No subiré solo, lo haré con Sherlock –dijo y el niño y le dio de nuevo la espalda a su hermana.

-Sherlock subirá con Mycroft –dijo ella y ambos niños la voltearon a ver como si hubiera dicho lo más estúpido del mundo.

-Claro que no, subiré con John –dijo terminantemente Sherlock y de nuevo, voltearon a ver al frente, ignorando el rostro asustado de Harry.

-Ajá y entonces ¿quién subirá con Mycroft? –preguntó ella como si eso dejara todo muy claro. Bueno, era obvio para él que no subiría, que esperarían a los niños abajo, de todos modos, no era como si fueran a saltar de la canasta y si lo hacían, no iba a poder impedirlo si es que subía con ellos. Además Sherlock no haría algo tan ilógico.

-Yo subiré con Mycroft.

Aquella voz era inconfundible. Su corazón comenzó a latir como loco amenazando con detenerse repentinamente, ocasionando que tuvieran que llevarlo al hospital para evitar su muerte. Durante el tiempo que convivieron en la escuela, no hubo tal convivencia, Mycroft hacía todo lo posible para evitarlo, para no tener que hablar con él, para no quedarse solo en su presencia.

Y es que si había alguien en el mundo capaz de reducirlo a un estado mental donde las únicas palabras que podía pronunciar con claridad eran sí y no, era Gregory Lestrade.

El mismo Gregory Lestrade que estaba ahora frente a él y que había llegado sin que lo viera acercarse y quien se había nombrado su acompañante en la rueda de la fortuna. Mycroft sintió que la cabeza le daba vueltas y no pudo hacer otra cosa que seguir mirando lo que un año le había hecho a la ya de por si perfecta belleza de Greg. Se veía maduro, le habían aparecido un mechón canoso cerca de la frente que cuando pasaba la mano por su cabello, lo esparcía y se le antojaba perfecto como para contar una por una de esas canas mientras lo tenía acostado sobre su espalda, de preferencia sin nada de ropa encima.

Esperen, ¿acababa de tener una fantasía con Gregory mientras él seguía sonriendo e intercambiando unas palabras con Harry? No había estado prestando nada de atención por su estado de embelesamiento con el hombre más perfecto que hubiera conocido.

-Muy bien Lestrade, nos vemos después –dijo Harry antes de salir corriendo y dejarlos solos con los niños, en espera de su turno.

-Y… ¿a ti no te asustan las alturas verdad? –preguntó Gregory intentando hacer contacto visual con él sin saber que para Mycroft era imposible. No, las alturas no le asustaban lo más mínimo, pero la cercanía con el otro chico si que era terrible, porque quería acercarse más y sin embargo, no se atrevía.

-No –respondió sonando cortante y se lamentó mucho que eso sucedería porque la sonrisa de Greg desapareció al instante.

-OK –dijo y se quedó mirando al frente como iba subiendo poco a poco la gente. Dejaron pasar a John y Sherlock y ellos subieron en la canasta detrás, se tenían que sentar muy cerca, sus muslos, hombros y brazos rozándose, era imposible conseguir más espacio en ese reducido lugar. Y cuando la rueda comenzó a moverse y Mycroft se sorprendió por segundo por lo repentino del mismo, su mano cayó directo en la rodilla de Greg, buscando apoyo.

Cuando se dio cuenta de lo que hizo, retiró su mano lo más rápido que pudo pero el bochorno ahora le llegaba hasta la punta de la orejas. Sabía que estaba tan rojo que dolía, su cara dolía y no podía elevar la mirada ni para disfrutar el panorama de Greenwich desde las alturas. Y entonces Greg hizo algo que él no esperaba, porque aquello no era lo normal. Greg era popular, hermoso, inteligente, perfecto, ¿qué demonios iba a querer con alguien como Mycroft?

Pero en ese momento Greg tomó su mano y la volvió a poner sobre su rodilla, cubriéndola con la suya. Mycroft aventuró una mirada en su dirección y le sorprendió encontrarlo mirando hacia el otro lado, con un sonrojo en su rostro bastante visible.

¿Acaso era posible?

¿Acaso le gustaba a Gregory Lestrade?


Gracias por leer y pues esto es parte de un reto del foro I am SHER locked y pues ahora estoy toda en modo Mystrade así que espero que les guste.

El fanfic será de 6 capítulos, ni uno más ni uno menos jejeje y debe estar completo para el 31 de mayo así que una vez más... CONTRA RELOJ! Cómo me encanta eso!

Comentarios por favor por favor, siempre son del todo maravillosamente agradecidos.

Ahora, aclaraciones. Kensington es el barrio junto a Mayfair y Belgravia, en las inmediaciones por supuesto del Palacio de Kensington (que era de la Lady Di) y del Palacio de Buckingham, así que una escuela ahí debe ser muy elegante jajaja.. para puro genio como hice notar con el talento de Harry para la pintura, exponiendo en el Tate Modern y siendo admitida el Real Colegio de Artes, que hasta donde vi da cursos para posgraduados pero en mi mundo es diferente jeje.

En el Tumblr de John (si, tengo un tumblr de John para el fanfic de "For the Rose and the Lion") tengo una linda foto panorámica de Greenwich por si quieren ver dónde se puso la feria. Vayan a la página de Facebook (Fuck Yeah Sherlock) para que chequen la dirección del tumblr jejeje.

Bueno pues, Like a Fuck Yeah Sherlock en Facebook y dense una vuelta por el foro I am SHER locked de aqui de ff . net

Saludos.