Prólogo

Harry sintió el dolor de su piel desgarrándose y sus huesos rompiéndose antes de volver a reformarse y recomponerse en una nueva posición. El dolor era insoportable y deseó que se detuviera, pero no ocurrió hasta lo que le parecieron horas después.

Incluso entonces, un residuo del dolor seguía acompañándolo como recordatorio de lo que volvería a sufrir en apenas unas horas.

La transformación se había completado al fin y el ser que antes había sido Harry se levantó sin un atisbo de su antigua conciencia y aulló.

Fue entonces cuando los olió. Humanos.

Sus ruidosas voces venían de fuera de aquel lugar. Y él quería salir de esa oscuridad, quería probar su sangre.

Se lanzó con fuerza contra la puerta, intentando derribarla con todas sus fuerzas. Tardó menos de un minuto en lograrlo. Pero para cuando hubo derribado la puerta supo que era tarde.

Los humanos habían escapado de la casa, dejándolo solo, en silencio y rodeado del olor de los humanos que habían estado allí solo unos momentos antes.

Lleno de rabia por la presa perdida, el licántropo gruñó y dirigió sus garras hacia su pecho, rasgándolo.

El dolor le hizo soltar un fuerte aullido, pero no pudo evitarlo y siguió arañándose y mordiéndose a sí mismo durante toda la noche.

Habiendo perdido su mente humana, la brutalidad y los instintos del lobo eran todo lo que le quedaba a Harry.