Antes de nada me gustaría decir que esto es el regalo de cumpleaños de mi amigo, compi de rol, shota y jefe, el señor Pablo! Que es un muchacho muy majo y se hace de querer rápidamente! Feliz cumpleaños! :D

Aunque lo estoy subiendo un día después porque soy lenta escribiendo u.u

Es la primera vez que escribo de este fandom y de este ship, así que espero que no haya quedado muy oc.

Sin más dilación, ¡aquí está!


Constelaciones

Primer tipo: de manchas de café y nieve en gorros.

No era como si se hubiera fijado en él. Qué va.

Era solo que había venido todos los martes y jueves de cada semana justo después de que aquella chica de bufanda roja entrase. Y aquel chico con un corte de pelo extraño -¿quién se corta el pelo de esa forma?- Siempre, siempre se sentaba un par de mesas detrás de ella con su portátil, y le lanzaba miradas de vez en cuando. Una sensación extraña de familiaridad le recorría cada vez que le veía, cada vez que le respondía a su sonrisa con otra propia. Aunque quizá era por todas las veces que iba a la cafetería; un expresso por las tardes y un café frappuchino por las mañanas cuando hacía mucho frío y venía sin que la otra muchacha estuviese.

¿A quién quería engañar? Se había pillado de él. Ugh.

Bien hecho, Marco.

Desde aquel día ya habían pasado unos tres meses. El de pecas estaba tirando la basura en el contenedor trasero, cuando oyó un ruido a su espalda. Había dos jóvenes discutiendo en la esquina que daba a la fachada principal, y uno de ellos era... Era el otro chico. Este...

Jean se llamaba, ¿no?

Marco fue hacia allí, con intención de parar la disputa, que comenzaba a subir de tono.

- ¡Aléjate de mi hermana, cara de caballo!
- ¡Ni que tuvieses propiedad absoluta sobre ella, gilipollas!

El más bajo de los dos lanzó un puñetazo, que el otro paró con la mano. El moreno salió corriendo, parecía que iban a comenzar a pegarse de un instante a otro.

- ¡Mi mano, joder! ¡Que la necesito, no como tú la cara!

Pero antes de que llegase, la chica de la bufanda apareció, y con un puñetazo a cada uno, los mandó al suelo, bastante separados entre sí. Sus facciones, siempre serias, no cambiaron.

- Jean, deja de seguirme, ya te dije que no. Eren, no actúes como si no pudiese defenderme sola.

Ambos muchachos fueron a replicar, pero ella solo golpeó con un pie en el suelo.

- Sé lo que vais a decirme, y vale. Pero si volvéis a pelear por algo tan estúpido, vais a saber lo que es una pelea.

Sin más palabras se dio la vuelta de pronto, bufanda flotando en el aire, y el mas bajo de los dos la siguió. El castaño solo se quedó sentado donde estaba, tocándose el golpe. Marco se acercó a él, ni se había dado cuenta de que sus pasos habían frenado en seco, y se agachó a su lado.

- Eh, ¿estás bien?

Jean pareció desconcertado, pero pronto se fijó en quién le hablaba.

- Ah, sí. Mikasa se estaba conteniendo.

Marco no sabía como tirar a alguien al suelo de aquella forma podía ser contenerse, pero tampoco le dio mucha importancia.

- Si ya ni siquiera la sigo, solo venía aquí...

El castaño suspiró y Marco le miró con una sonrisa de circunstancia, palmeándole el hombro como con camaradería.

- Bueno, si se lo explicas seguro que lo entenderá. Y se lo dirá a su hermano, supongo.
- Ya, bueno.

Jean se frotó el golpe una última vez, y aceptó la mano que Marco le tendía para levantarse.

- ¿Cómo te llamas?
- ¿Yo? Yo soy Marco, encantado.
- Yo soy-
- Jean, lo sé.

Bien Marco, bien hecho. Tú sigue pareciendo un acosador.

Jean le miró extrañado por un momento, asintiendo después.

- Supongo que te lo sabes de tantas veces que he venido. Pero el caso es que me sonáis, tú y tu nombre. ¿De dónde eres?
- De Trost. ¿Y tú?

Los ojos del más bajo se abrieron sobremanera.

- Debes de estar bromeando. No puedes ser ese Marco, es demasiada coincidencia.
- ... Oh dios mío. ¿¡Jean!? ¿¡El Jean de Trost!?

Ambos muchachos se miraron con los ojos como platos, parpadeando varias veces. Entonces Jean levantó una mano, y Marco hizo lo mismo, de forma que poco después ambos estaban repitiendo un par de veces un saludo secreto.

Una amplia sonrisa se extendió por las facciones del más bajo, espejo de la misma expresión que se asentaba en la cara del otro.

- ¡Es cierto! ¡Hacía años que no te veía, Marco!

El moreno le dio con el puño en el hombro bromeando, con una risa y el entrecejo levemente fruncido.

- Bueno, te fuiste sin despedirte siquiera, ¿cómo se supone que iba a encontrarte?
- Eh, ni siquiera sabía que nos íbamos, y mucho menos para tanto tiempo... Pero es bueno volver a verte.

Jean se frotó el hombro, con algo que muy, muy al fondo podría parecer una expresión de disculpa, y Marco sonrió.

- Sí que lo es.
- Tenemos que ponernos al día, seguro que hay mucho que contar.
- ... ¿Qué te parece mañana? Salgo antes del trabajo.
- Mañana entonces será.

Y efectivamente, al día siguiente ahí estaban. Habían salido de la tienda, porque solo un loco se queda en el lugar donde trabaja después de haber terminado el turno, así que ahora estaban en un parque, sentados en un banco. Llevaban un rato hablando, y Marco lanzó su lata a una papelera desde lejos, encestando en un movimiento limpio.

- Eso son por lo menos tres puntos.
- La verdad es que sí.

Ambos rieron, no había signo de incomodidad alguna entre ellos, a pesar de no reconocerse hacía un día.

- Bueno, Marco, ¿y tú qué estudias?

El susodicho se llevó una mano al pecho mientras una sonrisa se esparcía por su rostro.

- Estoy estudiando dirección de seguridad.

El otro joven frunció el ceño con una risa algo despectiva.

- ¿Y eso para qué?
- ¡Para ser guardaespaldas del rey, por supuesto!

Jean miró fijamente al de pecas antes de echarse a reír, agarrándose el estómago.

- Tienes... Tienes que estar bromeando, Marco... T...

El moreno le miró con cara de estar harto, parpadeando un par de veces. Vaya capullo, que se estaba riendo tanto de él que ni podía acabar las frases.

- Yo no me he reído cuando has dicho eso de convertirte en un artista, Jean.
- Y-ya pero... pero es que...

Marco le dio un pequeño empujón, haciéndose el ofendido, y rápidamente estaban los dos envueltos en una pequeña lucha de empujones y cosquillas, como cuando eran niños. Y como cuando eran niños, ambos acabaron rodando por el suelo, peleando.

Poco después estaban calados por la nieve, con la nariz roja y pequeños cristales de hielo agrupándose en la tela de sus ropas donde aún no se había derretido, pero aun así estaban riendo a carcajada limpia, intentando recuperar el aliento.

No habían dejado de estar unidos por mucho tiempo que hubiese pasado, era como si hubiesen seguido hablando todos los días.

No tardaron en compartir el mismo grupo de amigos, o de tener llaves de sus casas entre sí, porque ya tanto Marco entraba a casa de Jean, que vivía en un piso de alquiler con Connie y Armin, como Jean entraba a la casa de Marco, que vivía enfrente de Reiner y Annie.

Aquel día, tiempo después, se trataba de la segunda opción, y el Kirschtein entró a casa del otro con una sonrisa, y preguntándose como demonios conocían los dos a la misma gente y habían tardado tanto en hablar.

La pregunta se le fue de la mente cuando escuchó la canción que había flotando por la sala y vio al moreno tirado boca abajo en el sofá. El más bajo alzó las cejas, una sonrisa socarrona en sus labios.

- Marco, ¿es eso wonderwall?
- ¿QUÉ? NO CLARO QUE NO QUE VA A SER WONDERWALL ESTÁS ALUCINANDO.

Jean soltó una risa burlona mientras el otro apagaba el equipo de música a toda velocidad.

- Estabas escuchando wonderwall. Necesitas salir.

Marco solo suspiró, asintiendo levemente, y ni siquiera cuestionándose el por qué Jean había aparecido sin avisar en su piso.

- Tal vez tengas razón, y solo necesite salir y emborracharme.
- ¿Pero cómo vas a ponerte de borracho? ¿Borracho tipo "Connie, me recuerdas a Krillin", tipo "¿Armin, estás seguro de que no eres Christa?", o "no puedo distinguir la diferencia entre Mikasa y una casa de verdad"?
- ¡Jean, eso sólo fue una vez! ¡Además todo eso pasó la misma noche!
- ... Eh, es cierto. Ha.

Doce horas después, los dos muchachos volvían a estar en el mismo sitio, el moreno otra vez tumbado boca abajo en el sofá, pero esta vez Jean también estaba tirado, en el suelo en concreto, quejándose.

- Uuuuuughhhh.
- Buenos días a ti también, Jean...

El susodicho se revolvió por el suelo, tirando algo que sonó a líquido derramándose.

- ¿Qué has tirado?
- Yo que sé... ¿café?

Marco levantó la cabeza para mirar, dejándola caer en el sofá poco después.

- ¡Mi alfombra! ... Au...
- Oh, joder, no grites, Marco. Te compraré otra o lo que sea.

La resaca estaba atacándoles fuerte, con un dolor de cabeza horrible que solo se agravó cuando alguien llamó al timbre.

- Auuuuugh... Marco... Ve tú que es tu casa...

El de pecas se levantó, abriendo la puerta y volviendo al sofá sin decir nada más. Armin asomó la cabeza por la puerta, no sabiendo si entrar o no.

- ... ¿Está Jean aquí?

Jean levantó un brazo desde donde creía estar agonizando en el suelo, agitándolo levemente. El rubio solo suspiró, acostumbrado ya a este tipo de cosas.

- Me mandaste un mensaje a las cinco de la mañana que decía algo como "asiste icna vercezas" así que supuse que estabas borracho en algún sitio.
- ¿Crees que me acuerdo, Armin?
- No. Pero vengo para darte una buena noticia.

El castaño siguió tumbado en el suelo, sin levantarse o moverse.

- Desembucha.
- Ha llegado la carta del concurso...

Jean saltó del suelo tan rápido, que cuando se puso de pie perdió el balance y se empezó a ladear hacia un lado, hasta que cayó sobre Marco.

- ¿Qué dice?
- ¡Au! Jean, que pesas...
- ¡Jean! ¡Tus cuadros han sido aceptados para la exposición!

Con el sonido de una bocina, todos sus amigos entraron, armando escándalo y preparándose para celebrar el éxito del castaño, que rápidamente desapareció entre felicitaciones. Marco intentaba no morir o matar a alguien, pero le estaba siendo difícil por el volumen que había alcanzado el sonido de la sala.

Al cabo de un rato, alguien que supuso que era Ymir, -o que al menos se le parecía-, le dio algo que le ayudó. Alcohol. Supuestamente tenía algo que ver con engañar al cuerpo para que creyese que aun estaba borracho o algo así... Realmente no tenía ni idea de si funcionaba así o no, pero el caso es que se encontraba mejor. Con una media sonrisa se acercó a Jean, que parecía haber tomado el mismo remedio que él, y le miró fijamente. Después se acercó a su oído, para que le oyese a través del volumen que había alcanzado la fiesta.

En serio, ¿quién había puesto música?

- Ahora me debes una alfombra ¡y algo más!

El castaño, contento porque por una vez algo le saliese bien, le asintió con una sonrisa.

- ¿Qué te parece si vamos el sábado que viene al cine?
- ¡Trato hecho!

Nadie tenía por qué saber que Jean había huido después durante un rato, asombrado consigo mismo, y con la forma casual que había tenido de proponerle aquello.

De la misma forma en que tampoco tenían que saber que a Marco la realización le pilló media hora después, cuando casi se cae sobre un bol de ponche que no era suyo y no tenía idea de dónde había salido.

De verdad que la gente tenía que dejar de montar fiestas en su casa sin avisar.

Seis días más tarde, Jean esperaba dentro de la cafetería a que Marco acabase de barrer.

- De verdad que no entiendo por qué tiene que ser justamente hoy cuando te toca barrer.
- Yo no hago las normas, Jean, y ya casi está. Además, tú también has llegado tarde.
- ¿Hah?

El castaño echó la cabeza atrás, mirando al moreno como si le hubiese ofendido profundamente, mientras este le daba la espalda y se iba a dejar las cosas a la parte de atrás.

Marco rodó los ojos al tiempo que esperaba el comentario del otro. Ya estaba acabando, solo le quedaba salir, pero parecía que Jean aún no estaba conforme.

- ¿Me estás echando la culpa a mí? Si nos hubiésemos ido cuando llegué, habríamos llegado para la película.

Tenía las malditas entradas en el bolsillo desde hacía una semana, pero ahora no eran más que dinero malgastado.

Joder.

- Vuelvo a decirte que no puedo hacer nada. ¿Qué quieres que haga? ¿Que me vaya antes y me echen? No vivo como tú, necesito este sueldo para seguir estudiando.
- Pues para esa mierda que haces hasta mejor que lo dejaras.

Marco solía ser comprensivo. Solía pasarle todos y cada uno de los desplantes al otro porque sabía que el tacto no era una de sus cualidades, pero... Aquel no era el día.

- Yo no te digo como vivir tu vida.
- Y yo sólo te digo que ahora mismo podríamos estar en el cine.

Un destello fugaz pasó por los ojos de Marco, justo después de que sonase un ruido en la trastienda, pero al instante siguiente desapareció. El otro fue incapaz de distinguirlo, tan enfadado como estaba.

- Mira, Jean, no tengo por qué seguir oyendo tus gilipolleces. Vete.
- ¡Pues eso haré! ¡Que te jodan, Marco!

El moreno simplemente le miró con gesto muy serio, mientras Jean se daba la vuelta y salía de la cafetería. Una vez la puerta se hubo cerrado tras él, Marco volvió con sigilo hacia la barra, aprovechando el cristal reflectante del mostrador para echar un vistazo a la cocina.

Justo como había oído, alguien intentaba colarse a robar, así que sus únicas opciones eran: pasar a la cocina y tratar de espantar a quien estuviese entrando, intentar coger el dinero de la caja y largarse para llamar a la policía, o esconderse. La última estaba descartada directamente, y la segunda era demasiado arriesgada porque la caja registradora estaba justo frente a la entrada de la cocina.

Así que solo le quedaba la primera opción.

Jean estaba fuera aún. No estaba muy lejos de allí, aun andaba mientras seguía cabreado con el universo, cuando oyó un ruido extraño proveniente de detrás de él. Como algún tipo de petardo. Instintivamente se giró, viendo como la puerta de la cafetería se movía como si algo se hubiese chocado con ella.

Justo en ese instante a la primera explosión le siguió una segunda. Una explosión mucho mayor, que le hizo cerrar los ojos con fuerza y cubrirse la cara con los brazos, dejándolo sordo por unos momentos. Algo, no sabía muy bien qué, le dio en un antebrazo, haciéndole un corte. Cuando todo el universo dejó de temblar bajo sus pies, se destapó la cara lentamente, abriendo los ojos e intentando comprender lo que había pasado.

Y la tienda ya no estaba ahí.

Bueno, estaba, pero le faltaban las paredes. La cafetería... La cafetería... ¿¡Había explotado la cafetería!? Eso no podía ser. No porque...

Marco.

Marco.

Marco.

Marco estaba dentro.

- ... ¿Marco?

Su voz sonó débil y patética en medio del repentino silencio que envolvía todo. Estaba demasiado aturdido, aquello no tenía sentido. Sus pies se movieron lentamente, llevándole a donde estaba antes la cafetería sin que él se lo ordenase, los ojos abiertos de par en par. La gente comenzaba a acercarse al sitio, pero Jean no era capaz de escuchar lo que decían. No porque siguiera sordo de la explosión, sino porque su cerebro no podía pensar en otra cosa que en el otro. Y ni siquiera eso, porque no era capaz de enlazar dos pensamientos seguidos.

Había un gran trozo de pared en el suelo.

Oh dios santo.

Había cada vez más gente arremolinándose alrededor.

Por favor no.

Había alguien debajo.

Que alguien me diga que es mentira.

Cuando finalmente llegó, pasando por entre la gente, sus pies frenaron por completo. Estaba congelado en el sitio. No podía moverse, no podía oír nada, no podía parpadear siquiera.

Solo podía mirar el cuerpo de Marco, cuya parte derecha estaba aplastada por los escombros. No se movía.

En la distancia se oían sirenas, y su propio brazo había sangrado tanto que había empapado la manga de su chaqueta y ya goteaba, formando un pequeño charco de sangre a sus pies.

Nada comparable al que estaba bajo el moreno, extendiéndose por el suelo.

No.

Tiempo después, alguien le apartó. Otra persona comenzó a curarle el brazo, pero no lo sentía. No sentía absolutamente nada. Los paramédicos se llevaron el cuerpo del otro, gritando entre ellos. Jean no los entendió. Quien le curaba dijo otra cosa. Jean asintió, sin saber a qué.

Horas después, aún seguía allí, de pie. Solo.

Recordó que lo último que le había dicho era "que te jodan"; y sus rodillas finalmente cedieron, mientras él se deshacía en sollozos y gritos.


Que esto sea un regalo de cumpleaños no quita que yo siga siendo una persona horrible a la que le encanta el angst.