NOTA: Nuestras plegarias fueron escuchadas, Requ actualizó su fabulosa historia. No es mucho, pero es genial tenerle de vuelta, ¿no les parece? Me puse a traducir de inmediato usando mi teléfono, porque no puedo hacerlo de otra forma (la escritura es en mis escasos momentos libres) así que, espero hacerlo lo mejor posible... Les recuerdo que este proyecto no fue semi-abandonado por mi sino por su autor, así que los mensajes a mis otros fics (si no los leen o comentan en ellos) o a mi inbox, relacionados a AFA, están de más. La traducción se hace, y se realiza cuando puedo, ya que tengo trabajo y cosas que hacer. Si a ustedes les llega aviso de actualización, es obvio que también a mi, por favor respeten, ya que esto lo hago por ustedes.

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Un Acuerdo Formal / A formal Arrangement

Por: Requ / Traducción por Berelince

Pasaje del capítulo 20

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NOTA DE AUTOR: Esta es la primera escena completa del capítulo 20 de AFA. Cualquier error que pueda contener es mío, ya que no ha pasado por la revisión de un beta (sobre todo si hablamos de que esto tiene un año y medio de retraso en lo que ponía mis asuntos en orden). Lamento mucho la tardanza.

No fue mi primera intención actualizar con tan sólo un fragmento, pero me di cuenta de mi horrible demora y mis lectores merecen ver al menos un avance, así que, ¡Aquí lo tienen!

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"Sí, creo que hemos sido muy afortunadas." la sonrisa de Elsa fue leve, pero no por eso menos luminosa.

"Pero no fue suerte," murmuró Anna. Sus miradas se encontraron y se mantuvieron así, pasó un buen rato en el que parecieron simplemente estarse estudiando la una a la otra. La expresión en los ojos azules oscuros se volvió eventualmente indagatoria, pero Elsa parecía lo suficiente satisfecha como para permitir que ese placentero silencio se alargara.

Tan hermoso y querido, ese rostro suyo, aún cuando la propietaria le probaba la paciencia incansablemente como un gato decidido. Anna se sentía suavizándose, como un chocolate al que se sostiene por mucho tiempo. Incluso la idea de Elsa fastidiándola con alguno de sus evidentes y ridículos caprichos sólo le suscitaba un borbotón de profundo e inmenso cariño. Aunque estaba segura que el sentimiento no iba a ser uno duradero.

Pero Elsa era toda suya: preciosas facciones, lengua afilada, costumbres que la enloquecían. Y la certeza de que podía estremecerla de la cabeza hasta los pies.

"¿Cómo podría haber sido eso suerte?" Anna se reclinó sobre los talones y se dejó llevar por la urgencia de suspirarle alegremente. "Yo creo que tu padre sabía que de no hacer algo, te la habrías pasado vacilando eternamente sin hacer nada. Te ahorró un montón de agonía, si lo ves de cierto modo."

"Lo haces sonar como si lo hubiera hecho porque mi comportamiento lo exasperara. Como si se hubiera tenido... que hacer cargo." Hubo un dejo de remordimiento, el necesario para que el labio de Elsa se crispara.

Ah, ese orgullo. Anna deseó abalanzarse directamente a besar el rostro de Elsa, pero disfrutaba mucho de provocar a la Reina casi tanto como le gustaba probarle los labios. Así que Anna simplemente se apretó la lengua contra la mejilla. "¿Tú no lo ves de ese modo?"

"Me temo que no comparto esta opinión contigo," replicó Elsa, sus ojos se volvieron un par de rendijas en su dirección.

"Pero te conozco bien. Apuesto a que habría habido la suficiente indecisión y drama como para tener las actividades de Arendelle paradas hasta conducirlo a la miseria. De verdad, deberíamos agradecer las providencias tomadas por el tío Alexander." Esto fue acompañado con un asentimiento muy sabio.

"Seguimos con las mofas" murmuró la Reina alzando una ceja en actitud dominante mientras se cruzaba de brazos. Lo dijo con arrogancia al tiempo que se componía una imagen de sorprendente majestad, casi como lo habría hecho un pavo real al desplegar la cola. "Me parece que te olvidas con quién te has casado."

Aquel tono hizo que los labios se le torcieran a Anna antes de que pudiera recuperar la compostura. "Oh, ¡Pero imagina con quién pude haber terminado en nupcias de no haber sido por tu padre!" Anna batió el brazo teatralmente, casi golpeando a Elsa en la barbilla en el proceso. "El contaba con otros doce hermanos, ¡Y solo Dios sabe con cuántas cuñadas habría tenido que lidiar! ¿Te imaginas?" Expuso Anna con falsa gravedad.

Los ojos de Elsa giraron en dominada elegancia. "Alabado sea entonces que yo contara con la bendición de ser hija única si es que no te place la idea de otros parientes. Y no solo eso, sino que deberías felicitarme por mantenerte fuera del mercado casadero por el bienestar de todos esos ignorantes y sobrereproducidos príncipes. En verdad que mi generosidad no conoce fronteras aún si es que tú evidentemente le acreditas tal gracia a mi padre por mi sacrificio." Elsa se colocó una mano sobre el pecho, la expresión vagamente ofendida que dibujaba en su rostro disfrazaba su tono herido. "Creía que me había ganado tus afectos, pero veo que aparentemente no es el caso."

"¿Entonces te habrías casado conmigo si no hubiese sido un arreglo? ¿Con todo y tu expuesta caridad?" preguntó Anna con una ceja que se iba enarcando.

Elsa abrió la boca para ofrecerle algún intento patético de disculpa, pero inmediatamente apretó los labios y desvió la mirada. "Sabes que no lo dije en serio." lo pronunció tan suavemente que Anna tuvo que parpadear por el abrupto cambio. "Pero tienes razón. Yo no te habría matrimoniado por cuenta propia, ahora probablemente estarías en una isla soleada con…" Elsa cortó la frase de tajo con un deliberado despliegue de repudio.

"Un bien educado y sobrereproducido príncipe," contestó Anna con humor, sin ofenderse para nada. "Aunque era agradable a la vista." A pesar que aquella era una perdida que la angustiaba enormemente, resultaba un obvio señuelo al que Elsa ni siquiera se molestó a responder—la Reina simplemente le dirigió otra mirada, una que decía con claridad lo que opinaba al respecto. Un, yo también soy de buen ver, venía implícito con ella, y con la confianza suficiente como para hacer que Anna le sonriera socarronamente deleitada, completamente encantada.

"No tenía idea de que fueras tan superficial," le dijo Elsa con los ojos bien abiertos en un asombro pretendido.

"¿De qué otra forma podría tolerarte si no es por mi debilidad hacia la gente atractiva?" se rió Anna, cubriéndose la boca cuando los ojos de Elsa amenazaron con ponerse a girar de nuevo. Por supuesto, Elsa no iba a permitir que aquello se quedara sin castigo. Anna trató de esquivarla, pero Elsa fue más veloz cuando le cerró los dedos en la nariz con un firme pellizco. La pelirroja produjo un sonido parecido a algo entre un resoplido y un hipido, casi se atragantó cuando intentó tomar aire.

"¡Elsa!" pero Anna ya estaba riéndose de nuevo cuando ella le apartó la mano. No le habían pinchado la nariz así desde que era una chiquilla. Resultaba tan fácil para ellas caer en esas simplezas que casi hacía que se le encogiera el corazón en el pecho, especialmente cuando Elsa la miraba con semejante y evidente afecto.

"Tampoco recordaba que fueras tan irremediablemente imprudente cuando eras más joven," sopesó Elsa, la alegría le brillaba en los ojos. "No estoy segura si alguna vez requeriste de mi en primer lugar para salvarte de tus fervientes pretendientes."

Elsa estaba en lo cierto, por supuesto—Anna no necesitó ser salvada de nadie, pero aún así se alegraba de que fuera Elsa la que estuviera frente a ella ahora. La idea de jamás saber lo que habrían perdido si tan solo Elsa no hubiese renovado su compromiso le dejó una aguda punzada de pesar.

Pero Elsa era suya ahora, un hecho que Anna estaba segura de disfrutar de cuando en cuando. Y si el amor iba a ablandarla y posiblemente ponerla un poco tonta, ciertamente no iba a oponer mucha resistencia a ello. Anna se recargó en el escritorio y se estiró para jalar a su esposa hacia ella. Elsa lo entendió de inmediato, inclinándose para rozarle los labios contra la sien al tiempo que sus brazos rodeaban los hombros de Anna. La princesa suspiró, su frente reposaba contra el hombro de Elsa, sus manos se aferraban alrededor de una delgada cintura. Se quedaron juntas y solo disfrutaron de esa intimidad compartida. No podía existir nada más perfecto, se pensó Anna, que esto.

"¿Sabes?, no creo que a Kristoff le hubiera gustado Hans," dijo finalmente la pelirroja.

"¿Oh?" Elsa sonó desinteresada, pero ambas sabían que su atención era una aliviada. Incluso presionó la nariz ligeramente contra Anna, acariciando cabello cobrizo con la mejilla al tiempo que esa línea de pensamiento la envalentonaba. Anna tuvo que suprimir una risita y decidió dejarlo pasar.

"Mhm. Bueno, dudo que a Kristoff le hubiera gustado cualquiera de mis pretendientes, pero él no era quien debía casarse," dijo Anna con una exagerada ondulación de la mano. "Algún día tendrá que hacerlo, pero él no tiene palabra sobre con quién debía desposarme"

"Y supongo que tu estabas ansiosa por casarte y abandonar el nido," meditó Elsa. Se marcharon cuando el reloj del rincón marcó la hora. Anna deslizó la mano bajo el codo de Elsa y caminaron juntas rumbo a los aposentos de la Reina antes de responderle. "Lo estaba, pero la gente que conocía en los bailes eran... Bueno, no eran lo que yo esperaba." Anna se detuvo nuevamente. "Llegué a ponderarme si me habrían gustado más esos eventos de haberte encontrado por ahí." admitió.

Elsa ladeó la cabeza en su sorpresa. "¿Lo hiciste?"

"Algunas veces. Nunca coincidimos en un baile, ya sabes. No era lo suficientemente mayor para asistir la última vez que estuve en Arendelle."

"Lo siento," le dijo Elsa pasado un momento, el remordimiento se evidenciaba en su voz. "Aunque me temo que de haber estado presente, no habrías podido tener oportunidad de socializar. Te habría acaparado por completo."

Anna soltó una risotada. "Habría cambiado todos los bailes y a los pretendientes por ti, definitivamente."

Elsa pareció perpleja, pero complacida. "Me habría gustado mucho estar ahí contigo. Y ya que estamos reflexionando sobre las cosas que nos perdimos, dudo mucho que yo hubiese podido encontrarles diversión a los bailes. Mi...reputación y el hecho de que mi padre usualmente se encontraba en ellos no resultaba de ayuda para los pocos valientes que se atrevieran a conversar. Yo no era el alma de la fiesta a diferencia de ti."

Esta vez fue el turno de Anna para sorprenderse. "¿Como es que tú—?" Entonces se dio cuenta de que ya conocía la respuesta.

"Calhoun," le confirmó Elsa. "Ya que él estaba encargándose del asunto de tus pretendientes, se enteró de muchos rumores tuyos también."

Calhoun era también un recordatorio del material de chantaje que aún yacía en el despacho de Elsa, y le trajo de vuelta el incómodo sentimiento relacionado con eso. Elsa pareció percatarse y comenzó a explicarle, "Calhoun no te espiaba, si es lo que te preocupa. Me aseguré de que no fuera de tal modo, una vez que me enteré en lo que estaba. Es sólo que... " El suspiro de Elsa fue de una exasperación pura. "Tiene muy buen oído para este tipo de cosas. Estar en el lugar indicado en el momento preciso. Supongo que lo hizo para que me hiciera cargo de nuestro compromiso ya que yo hacia todo lo posible por no pensar en él por ese entonces."

"Ya veo," fue todo lo que alcanzó a replicar Anna, distraída todavía con el material de chantaje en el estudio de su esposa.

"Lo siento," dijo Elsa, confundiendo los motivos para el conflicto de Anna. "Nunca se lo habría permitido en primer lugar, y de hecho lo amenacé con comprobarle los rumores sobre mi y que congelo a mis enemigos para luego echarlos al fiordo, si es que continuaba."

"No, no estoy enfadada por eso, Elsa" suspiró Anna, decidiendo que se haría cargo de esos archivos a la siguiente oportunidad. Elsa se los habría dado de buena gana si es que eso la complacía, y ciertamente a ella lo que le gustaría sería deshacerse de ellos. Y tal vez tener algunas palabras con Calhoun sobre sus costumbres poco respetables. "¿Y no quieres saber lo que se chismorreaba de mi?" preguntó Anna, interrumpiendo la siguiente oleada de disculpas.

Elsa se le quedó mirando. "Yo—bueno, supongo que no podría negarme si tu me Io—espera, ¿Qué?"

"Oh, vamos, Elsa. No me digas que no te mueres por saber qué era lo que estaba haciendo en Corona. A todo el mundo le gusta enterarse de lo que se cuchichea sobre otros."

Elsa intentó parecer ajena a todo eso. "Yo jamás," dijo de forma poco convincente.

"Mentirosa," la acusó Anna burlonamente. "No pretendas que estás por sobre todo eso."

"¡Yo ciertamente no me meto en chismorreos! Además la mayoría terminan siendo infundados. Por eso se tratan de rumores en primer lugar."

"¿Cómo podrías saberlo si no los escuchas?" preguntó Anna, sonriendo cuando Elsa solo bufó por respuesta. "Así que, ¿Que fue lo que te dijo Calhoun?"

Elsa pareció no querer dignarse a contestarle hasta que le dedicó una mirada que acompañó con un suspiro resignado. "Las cosas típicas que escucharías sobre una joven popular y debutante, supongo. Que eras linda, bailabas bien, te reías de las cosas correctas. De buenos y llevaderos modos. Que pasabas una cuestionable cantidad de tiempo con un cierto príncipe de islas sureñas."

"Eso es sorprendentemente acertado," dijo Anna tras un momento de consideración. "Sueno terriblemente aburrida."

Elsa le sonrió en su simpatía. "¿Habrías preferido rumores de los que son del tipo indecente?"

"Mis padres nunca lo habrían permitido, pero hubiera sido emocionante," suspiró Anna con melancolía.

"Estoy segura que eras la envidia de muchos," le aseguró Elsa.

"Difícilmente," titubeó Anna. "Nunca recibí algún gran gesto, o algún terrible poema que tratara sobre mi. Me llevaba bien con la gente, pero a duras penas fui conocida sólo por... Bailar bien y ser agradable."

Elsa recorrió a Anna con la mirada y detectó la decepción en su esposa. "Bueno, si son poemas lo que quieres, quizá sea capaz de brindártelos," se ofreció con galantería.

Anna le hizo una mueca divertida, recobrando la alegría en un instante. "¿Y serán espantosos?"

"Oh, seguramente. Siempre he añorado comparar tus ojos con las estrellas, tus labios con las rosas, tus dientes con las perlas—"

"¡Oh, no!" la silenció Anna, riéndose demasiado para frenar a Elsa.

"—y tus pestañas con...con..." las cejas de Elsa se fruncieron en su concentración.

"¿Con?" la urgió Anna cuando llegaron a la puerta de sus habitaciones.

"No puedo imaginar nada agradable con lo que se puedan comparar las pestañas," confesó la Reina mientras abría la puerta y la sostenía para su esposa. "Disculpa."

"Y yo que pensaba que eras tan versada," Anna alzó la nariz al tiempo que batía las poco halagadas pestañas. Se metió impetuosamente a la alcoba, la nariz tan alta como la proa de un barco. "¿Es tan difícil de pedir, algunas pobres rimas mal ensambladas?"

"Es una falla personal que lamento diariamente," le murmuró Elsa, girándose para cerrar la puerta sin percatarse que Anna se había detenido abruptamente. La habitación se encontraba en una tenue oscuridad, iluminada sólo por pequeñas flamas que titilaban en la chimenea.

"Que extraño, no es tan tarde como para que las llamas estén tan bajas," Observó Elsa. "¿Tienes frío? Puedo encender el fuego si es así."

Anna no respondió. Elsa la miró con curiosidad, entonces miró la cama y se puso rígida por completo. Pasó un momento agonizantemente largo antes de que pudiera pronunciar alguna palabra.

"Bueno," comenzó Elsa, su voz sonaba inusitadamente aguda. Se aclaró la garganta, intentando buscar su dignidad. "Yo no— yo no les dije a los sirvientes que—"

Anna tuvo que girar la cabeza, levantó una mano suavizando un ataque de risa. "¿Podrías repetir lo que dices, Elsa? No estoy segura de si pude escucharte."

"¡Yo no lo hice!" estalló Elsa, la negación se le salió quizá a un volumen más alto del que pretendía."¡Lo juro!"

"¿Oh?" exclamó Anna tan benignamente como pudo. "Así que es mera casualidad que confesaras tus sentimientos por mi hace una hora y que ahora nuestra cama matrimonial esté cubierta con... ¿Pétalos de rosas?" la voz se le quebró en una risotada cuando pronunció la última palabra.

Elsa cerró los ojos y se presionó una mano sobre su propia cara. "Anna, ¿De verdad crees que yo haría algo tan cliché?"

"No creo que esté debajo de tus estándares, si de alguna forma puedes justificarlo en tu mente." Anna caminó hacia la cama y levantó un pétalo para pasárselo sobre los labios. Le dedicó una mirada tímida por sobre el hombro, su boca curvándose en una sonrisa socarrona. "Eres tú quién tiene la culpa, sabes. También encuentro sospechoso que compararas mis labios con las rosas. ¿Estás segura que esto no se orquestó en mi beneficio?"

Color carmín tintó pálidas mejillas. "Eso no tiene nada que ver, Anna, puedo asegurártelo." Ella se enredó los brazos y se concentró en mirar a algún ente imaginario que flotaba sobre la pared con tal de no ver a Anna. Su espalda estaba rígida como una tabla. La sonrisa de Anna se suavizó.

Elsa se veía notablemente joven en ese momento, especialmente cuando se esforzaba por no lucir mortificada. La hacia desear simultáneamente la desaparición de esa vergüenza y también preguntarse de nueva cuenta el cómo la habría cortejado Elsa como cualquier otro pretendiente si hubiese tenido las agallas para hacerlo. Pero ese era un pensamiento con el que Anna podría entretenerse en otro momento. Así que decidió portarse misericordiosa. "Los pétalos todavía están frescos. Es un lindo gesto, ¿no te parece?"

"No fue hecho para ser agradable. Es un recordatorio bien armado para recordarme mis deberes reales," replicó Elsa dirigiendo la mirada al techo. "Yo lo tomaré como una señal para recordarle a Gerda su lugar en este castillo."

"Sí necesitas protestarle de vez en cuando, pero creí que esto debería ser disfrutado y no resentido." Anna se volvió y se sentó al borde de la cama, extendiendo las manos para esparcirse pétalos sobre el vestido. "Ven aquí" le ordenó con suavidad.

Hacia arriba se fueron las cejas mientras el interés refulgía justo debajo en profundos ojos azules. "¿Puedo preguntar por cuál motivo, alteza?"

"Tu real deber, obviamente. Ven aquí ahora." Anna incluso se palmeó la rodilla de manera expectante.

Mientras Elsa se aproximaba al lecho, Anna echaba la cabeza hacia atrás. "Bésame," le susurró.

La comisura de su boca se tensó. Elsa se veía maravillosamente juguetona al tiempo que consideraba aquel mandato. "¿Debería?" preguntó, adoptando un tono peligroso.

Anna le asintió con solemnidad. "Debes. Soy tu esposa y te lo ordeno."

Elsa pareció ponderar seriamente eso. "Seguramente habrá otras opciones para complacerla, alteza," le dijo finalmente, sus ojos eran tan cristalinos como una fuente fresca de primavera.

Anna enarcó una ceja imperiosa, un gesto que aprendió a realizarle a muchos de sus pretendientes. "Las ideas de insubordinación son casi tan mortales como si se llevaran a cabo. " declaró. Eso era algo que los amigos del ejército de Kristoff solían decir para burlarse cuando ya estaban bien entrados en copas, originado por cierto desagrado a un comandante.

Las comisuras de los labios de Elsa temblaron antes de que pudiera suavizarlos en una línea más determinada. "Jamás me atrevería a hacer eso, su alteza. ¿Podría ofrecerle otra solución?"

Anna hizo un puchero, "¿Es acaso un beso tan difícil de solicitar?" Intentó decirlo en la forma en la que la nobleza malcriada respondía cuando se les negaba algún pedido—un dejo de incredulidad con una muy saludable dosis de privilegio—solo que le salió un poco pesarosa y ligeramente herida porque de verdad quería ser besada.

Y con eso tuvo. La expresión de Elsa se suavizó en un modo que a Anna le resultó repentinamente familiar—¿Cómo es que nunca se dio cuenta que Elsa la miraba de esa forma?— pero Elsa ya se había doblado y le hacía cuenco en la mejilla con la mano para complacerla, mechones platinados caían con gracia, haciéndoles cortina.

Comenzó como un ligero roce de labios, casi en una insegura y cuidadosa exploración, hasta que Anna alzó la barbilla para profundizar el beso, acariciando a la Reina con sus manos que se deslizaron por los costados de Elsa hasta final de su caja torácica. Se deleitó ante la repentina inhalación que respondió a ese toque y sintiéndose especialmente aventurera, arañó con ligereza las delineadas costillas a través de la ropa. Elsa se estremeció y dejó descansar la frente sobre la de Anna, sus narices se rozaron, y sus labios se habían separado en un jadeo.

El aliento caliente lo percibió Anna sobre los labios como una fantasmal caricia y Anna tuvo que morderse el labio para contenerse de gemir por ello.

"Anna…" suspiró Elsa, sus ojos apretados en su encierro. "No sé cómo es que me haces esto a mi. Yo nunca... Nunca he deseado tanto a nadie como lo hago contigo."

Fue tan gratificante escuchar eso de labios de su esposa, que encendió un fuego en su interior y una audacia en sus movimientos acompañaron a una sonrisa que le iluminó el rostro a la pelirroja. Anna acarició con la boca la mandíbula de Elsa y le dijo en una sorprendente y firme voz, "Bueno, eso quiere decir que tu tambien caíste víctima de mi excelente aspecto."

Le tomó un momento reaccionar, pero aquello hizo que Elsa se replegara con una sorpresiva carcajada. "Supongo que somos la una para la otra en cuanto a nuestras preferencias terrenales," remarcó, sus ojos centelleantes. "Tu eres..." Elsa se frenó, su voz y sus gestos se volvieron más suaves. "Sabes que siempre he pensado que eres muy hermosa."

Y ahi estaba nuevamente esa felicidad, tan intensa que Anna casi se sintió estúpida. Incluso se ruborizó como si aquel se tratara del primer cumplido que le hicieran como debutante en un gran baile.

"Entonces dilo." Anna se sintió absurdamente tímida, incluso alzó la mano para acomodarse un mechón cobrizo tras la oreja con el fin de controlarse. "A una chica nunca le van mal los halagos, incluso si es con tus limitadas habilidades poéticas. ¿Te importaría intentar de nuevo lo de las pestañas?"

Elsa no dijo nada al principio. Ella simplente estudió a Anna hasta que sus ojos descendieron. Durante un par de emocionantes latidos, Anna pensó que la Reina le miraba el escote, hasta que se percató que lo que Elsa le miraba era el regazo, y eso le resultó aún más alucinante.

"¿De verdad te gustaron los pétalos?" soltó Elsa repentinamente.

Anna parpadeó. "Yo—¿qué?" miró hacia abajo. Se había olvidado de los pétalos que se había echado encima, tan pérdida como había estado en besarse con su esposa.

"Los pétalos de flores. Que si te gustaron." Elsa hacía la pregunta muy en serio.

Tan confundida como estaba como para ponderar la pregunta, Anna se la respondió con honestidad. "Creo que es dulce, pero tal vez es un poco excesivo." la sospecha la iluminó de pronto. "Espera, ¿por qué lo preguntas? ¿De verdad los hiciste traer aquí?"

"No, por supuesto que no. Yo solamente... Preguntaba. Por tu reacción, por eso. Creí que quizá…" No hubo final para esa frase, pero Anna lo entendió. Palmeó la cadera de Elsa como si se hubiese tratado de una yegua bien portada.

"Tal vez me habría gustado más cuando era menor," le confesó.

"Porque ahora eres mayor y muy sabia como para caer por esta clase de cosas," se lamentó Elsa, pero le devolvió la sonrisa.

Anna soltó una risita. "Es romántico y lo aprecio. No me digas que tu tampoco lo disfrutaste, es solo que no va contigo"

"Preferiría que mi personal no se estuviera metiendo en nuestros asuntos. Y para serte franca, lo encuentro más cursi que romántico." Apartó la mirada, sus mejillas estaban ligeramente coloradas. "Gerda originalmente había planeado hacer algo como esto, ya sabes, en nuestra noche de bodas. Pétalos de flores sobre el lecho. Le dije que no."

"¿Porque tu ya habías planeado desterrarme a los aposentos de la Reina?" soltó Anna con melancolía y solo un poco de jugueteo.

Elsa se echó hacia atrás con la negación ya preparada, tenía los ojos muy abiertos. "¡No! Nunca planeé tal cosa, de verdad. No quería que tú—bueno, no tenía idea de lo que tu querías, pero hice los arreglos en caso de que tu encontraras tal cosa... De mal gusto."

"¿Cliché?"

"Más bien presuntuosa. Habría implicado algún grado de anticipación sobre lo que... Se suponía debía de pasar," murmuró Elsa, sonrojándose.

El imperioso gesto retornó al rostro de Anna. "Tu eres la Reina de Arendelle. ¿No es tu derecho divino ser la persona más pretenciosa de esta tierra?" el sarcasmo implícito en la frase fue tan fuerte que habría noqueado a un buey. Elsa le dedicó una mirada peligrosa y tuvo que pelear contra el impulso de cruzarse de brazos en lo que Anna reconocería como el inicio de un reproche silencioso.

"Tal vez de verdad que debí ignorar tus sentimientos en cuanto a ese asunto." declaró la Reina.

"No es como si hubiese sido muy complicado para ti, considerando que nunca me viste a la cara hasta el día de nuestra boda." Anna se apartó un pétalo que tenía posado en el hombro. Este flotó por el aire como una abeja especialmente perezosa antes de que le aterrizara a Elsa sobre el vestido.

Ambas se miraron en silencio por un momento.

Elsa hizo un mohín. "Eres una chiquilla."

Anna sonrió y le lanzó otro pétalo. "Y tu deberías aprender a divertirte. Sólo divertirte y no pensar—"

"Voy a cambiarme," declaró Elsa. Se sacudió los pétalos de encima, y en un gesto de travesura, agarró un montón y se los dejó caer a su esposa sobre la cabeza. Se giró sobre los talones, y se fue con la sonora risa de Anna haciéndole eco mientras caminaba. La risa le burbujeó también a la Reina desde el fondo de la garganta.