Bueno espero que este capítulos les guste! Sobre todos a los que le dejó un feo sabor de boca el anterior, es obvio que se viene final feliz, o sea, soy yo, no puedo ver mal a estos dos por mucho tiempo. Ojalá esten complacidos con lo rapido de la actualización (yay!), pero no habrá nuevo capítulo hasta el próximo finde porque me voy a hacer trabajo voluntario en zona desfavorable (o sea, no internet!) hasta el viernes. Paciencia y un abrazo grande, los rr son alimento para mi alma. Saludos!
Capítulo 3
Ahí estaba, en esa situación de nuevo. Se giró y echado sobre su espalda, la tienda de campaña en sus pantalones era más que obvia. Suspiró frustrado pero eternamente agradecido de que Sherlock seguía durmiendo. El detective siempre era el último en dormirse y también en despertar, lo que tenía a John sufriendo esa clase de situación vergonzosa en su feliz privacidad.
No es que Sherlock no lo supiera, después de todo era imposible vivir con él sin que a la larga dedujera hasta el detalle más íntimo. Por eso no había duda de que su pareja sabía de cómo cada mañana, en las últimas semanas, había tenido que encargarse de su erección matutina en el baño contiguo, lejos de donde pudiera causar algún tipo de situación incómoda para ambos.
Por supuesto que Sherlock lo sabía, John podía notarlo cuando salía del baño, fresco y listo para empezar su jornada y encontraba a Sherlock en la cocina. Como con una sola mirada analítica él ya sabía todo lo que John había intentado ocultar en el cuarto de baño. No lo mencionaba, por fortuna, como si saberse expuesto no fuera lo suficientemente humillante, escucharlo en voz alta terminaría siendo la muerte de su dignidad.
No podía evitarlo. Le gustaba pensar que era un mejor hombre que eso, que estaba a la altura de la situación, pero mirando directamente a la dureza entre sus piernas aparentemente el celibato no se le daba tan bien a John Watson como al detective consultor. ¿Cómo podía evitarlo? Si tenía la jodida tentación en persona durmiendo a su lado cada noche, viviendo, comiendo y respirando a metros de distancia. Y llevaba más tiempo del que había durado sus dos tours por Afganistán sin echar un polvo, e incluso ahí tenía maneras de encontrar alivio de una noche. No era justo bajo ningún concepto. No es que la vida hubiese sido especialmente justa con él en los últimos tiempos.
Pero dejando eso de lado, este debería ser un nuevo comienzo en su vida. Ya no era ese joven que llegó a las tierras arenosas del oriente por primera vez, era un hombre en sus años maduros, uno con un novio que lo ponía como un adolescente cachondo y estaba al borde de enloquecerlo… Mierda.
Dio una última mirada para confirmar que Sherlock seguía dormido y salió de la cama, directo a la cocina. Té y tostadas, eso era lo que necesitaba, dejaría de lado el baño esta mañana, suficientemente malo había sido la situación de la noche anterior como para sumar más culpa en tan pocas horas.
-Vete… mierda.- Murmuró en dirección a sus pantalones, mientras esperaba que hirviese el agua.
Estar en una relación con Sherlock Holmes se suponía el comienzo de una nueva vida para ambos, pero especialmente para él. Por primera vez había decidido tomar una decisión y hacerse cargo de ella. No podía seguir negando como se sentía cada vez que Sherlock arriesgaba su vida y continuaba lanzando todo a la borda como un jodido mártir por él. No habían palabras bonitas, ni gestos dulces, era todo puramente instintivo entre ellos, era más intenso lo que fueron todas las experiencias románticas juntas en su vida. ¡Y él se había casado con una asesina a sueldo! Era ese tipo de amor "mato y muero por ti", desde el primer día hasta el último aliento que dé en este jodido mundo. Una devoción mutua tan profunda que le quitaba el aliento. Dar el último paso era bastante obvio, y no por ello más sencillo.
Pero por una maldita vez era justo lo que haría, tomar eso y con todo el valor que un ex soldado desgastado podía juntar pondría entre ellos las palabras que habían estado flotando entre los dos por tanto tiempo pero habían jugado a no ver. El elefante en la habitación.
"Te amo, y no solo en el estilo mejor-amigo/colega y todo eso, te amo en el estilo de quiero que seas mío como ya soy tuyo desde hace años, Sherlock… ¿Sherlock me estás escuchando?" No podía evitar reírse al recordar como creyó que el muy idiota había sufrido un infarto cerebral en ese momento. Parpadeó frenéticamente por unos segundos y luego se quedó totalmente quieto, cada vez más pálido y si no fuese por el sofá a sus espaldas hubiera caído directo golpeándose la cabeza contra cualquier superficie. Suerte que no había decidido declarársele en las escaleras.
Había sido increíble a partir de ahí, todo incómodo y maravilloso desde el mismo inicio. Se sentía por ratos la cosa más natural del mundo, como si llevara años en ello, y por otro era como juntar valor para tomar de la mano a Mandy Cheers, su enamoramiento adolescente, otra vez. Era ridículo como dos adultos habían comenzado una relación con la misma incertidumbre que John lo hiciera cuando era preadolescente, probando límites, como al besar a Sherlock por primera vez.
De entrada John supo que lo suyo tenía más dosis de platónico que otras relaciones, probablemente por eso había resistido más que cualquier otra de su pasado. Sherlock tendía a repetir que el sexo era problemático y complicaba las cosas, sobre todo en la época en la que tener una cita para el fin de semana era uno de sus hobbies favoritos. John era muy adepto al sexo, pero tenía que admitir que había algo de razón en sus palabras. Más de una situación incómoda y dolorosa en el pasado se hubiera evitado si hubiese pensado con su cerebro y no sus pantalones. Por eso estaba bien al principio, no es que su relación no fuese afectuosa, al principio había sido verdaderamente encantador sorprender a Sherlock con palabras cariñosa y caricias inesperadas. Nada muy intenso o intimidante, pequeños pasos de bebé en la transformación de su relación a una de pareja.
Las atenciones eran muy bien recibidas, pocas veces recíprocas, Sherlock había dejado en claro con sus acciones que era un tipo poco afectuoso pero John podía vivir con eso, siempre y cuando sus gestos fueran bien recibidos, que lo eran. El beso fue más riesgoso, sin embargo, la primera vez lo estuvo pensando toda la tarde durante un caso, Sherlock había sido especialmente brillante ese día y él analizaba en su cabeza todas las formas de acercarse y besarlo de una jodida vez. Al final no uso ninguna, fue todo producto de un impulso al final de la jornada, cuando cerraron la puerta del departamento tras sí.
El más joven no se había sorprendido, las intenciones de John habían estado escritas en su rostro todo el tiempo, pero eso no lo hizo sentirse más confiando ni evitar temblar como una hoja de papel cuando John lo empujó en el sofá y se tendió sobre él, sacándole la vida de los pulmones a besos. Había sido intenso y extraño de la forma en que solo los primeros besos son, incoordinado en su comienzo, sin saber bien donde poner sus manos y recibiendo un codazo en el mentón por parte de Sherlock, John era una mezcla de adrenalina y risas, cuando el detective era frenesí y respiraciones ahogadas. Estaba besando a Sherlock Holmes y se sentía como si fuera algo prohibido, como si tuviese dieciséis años y su mamá fuera a entrar por esa puerta para regañarlo en cualquier momento.
Le tomó un poco darse cuenta que la experiencia no era tan divertida para Sherlock, quien tenía el rostro enrojecido y respiraba como si estuviese a punto de entrar en un ataque de pánico. De pronto el pánico lo tenía él, cuando descubrió lo que la sobrecarga de información sensorial estaba ocasionando en su compañero. Se apartó lentamente, dando unos castos besos en la comisura de sus labios enrojecidos (oh esos labios exquisitos, era una boca hecha para el jodido pecado), y dándole espacio al aire para circular. Él mismo estaba agitado.
A partir de ese momento había decidido dejar que Sherlock tomara el timón en el progreso de las cosas, pero aquello jamás pasó. Con el correr de los días crecía su ansiedad pensando en cuando sería el momento en que esa preciosa criatura que tenía como novio desearía besarlo, y poco a poco se fue haciendo cada vez más consciente del deseo que estaba empezando a experimentar por él.
Era una forma de ponerlo, en realidad comenzaba a enloquecer de la anticipación. Sherlock era brillante, compartía un humor extraño con él, y hacía su vida mejor; pero además era visualmente un deleite para cualquiera. Desde esa piel pálida y tersa en su cuello que parecía desafiarlo a atacarla hasta lo redondo de sus labios, esas pestañas largas y oscuras que ocultaban unos ojos que cambiaban de color con el mismo capricho que lo hacía el humor de su portador. Era una belleza y era suyo, pero el continuo rechazo solo fue hiriendo más su amor propio. ¿Era correcto llamarle rechazo aunque no era él quien hacía los avances? De hecho, las veces que su control de debilitaba y el afecto lo desbordaba, Sherlock jamás hacía otra cosa que demostrarse complacido por los gestos. John nunca se animó a ir más lejos otra vez, si Sherlock "es todo transporte" Holmes deseaba mantener el aspecto físico de lo suyo al mínimo, no había más que hacer al respecto. Estaba todo bien.
Estaba todo bien en verdad, excepto por esos momentos en que su cuerpo decidía que le importaba tres carajos lo que su mente decidía. Tal vez debería empezar a seguir el ejemplo de Sherlock, que tan incómodo sería pedirle un consejo a su pareja: ¿Amor, hay alguna manera en que pueda mantener el celibato a rajatabla como tú? ¿Es necesario empezar a hacer experimentos en la cocina o solo salir a trotar está bien? De hecho no era mala idea, podía empezar a hacer ejercicio y gastar un poco de esa energía acumulada. Cualquier cosa con no tener que hacer lo otro, como si Sherlock ya no estuviera consciente de sus patéticos intentos de ocultar lo que le pasaba, tenía que intentarlo más. ¿Y qué había sido eso de anoche? Sherlock lo había tomado completamente por sorpresa, no solo había iniciado un beso sino también la manera en que prácticamente lo había atacado. Todo hubiese sido fantástico si no fuese por la expresión de pánico que portaba mientras lo hacía. Tal vez era un efecto de su humor oscuro, como el que venía teniendo en los últimos días, algún tipo de experimentación. Él hacía eso, el muy maldito, John ya se había acostumbrado a comer con incertidumbre durante esos días, preguntándose si sería uno de esos en los que para mejorar su humor Sherlock estaría probando alguna droga en él. Había perdido varios días en su memoria así. O si entraría la tina y encontraría restos humanos como en una puta película gore.
Admitía con resignación que ya estaba acostumbrado a todo eso e incluso lo aceptaba, pero experimentar en su sexualidad, probar respuestas en él, estaba muy cerca de lo que hería el ego de John y no podía permitirlo, por mucho que lo amara.
La otra opción era quizás peor, que consciente de la lucha interna que John venía sosteniendo el detective hubiera decidido de alguna forma ceder y sacrificarse con tal de dar algún tipo de alivio, como si se esperase que lo hiciese. Eso era todavía más mortificante y humillante, como si su amor propio no estuviese golpeado en esa área. Lejos estaba de verse al espejo y reconocer a John "Tres Continentes" Watson, como Bill le había apodado, con sus bordes suavizados por los años y las líneas de expresión alrededor de sus ojos. Su cabello no se estaba volviendo más abundante, tampoco.
La relación con Sherlock era complicada y maravillosa, le traía paz y se sentía tan correcta como pocas cosas se sintieron. Pero también era frustrante, arriesgada y una constante lucha, posiblemente por eso era lo mejor que le había pasado en su vida. No lo tendría de otra forma.
-¡JOHN! ¡John, Lestrade dice que tiene un cadáver para nosotros!- Sherlock le quitó la taza de té a medio beber y la tomó de un solo trago. Venia vistiéndose en el camino.
-¿Qué?
- ¡Vamos, John, no te quedes ahí parado!- Reclamó terminando de abotonar su camisa.- ¡Vístete tenemos trabajo que hacer!
- Okay, okay, voy en camino. Buen día y todo eso.
Sherlock rodó los ojos y protestando se volvió para darle un rápido beso en los labios. "No hay tiempo para esto, John", reprochó sin ganas mientras lo hacía. Y luego salió disparado a la sala, dejándolo para que se pudiese vestir.
Cuando terminó de cambiarse y cepillarse los dientes, encontró su celular sobre la cama con dos mensajes nuevos:
"Taxi abajo, estoy esperando. ¡Apúrate! SH"
"Muy tarde, ve en el siguiente. Scotland Yard. SH"
-¡Maldito bastardo! – Uno creería que después de tantas declaraciones de amor Sherlock dejaría de abandonarlo para correr tras la primera escena de crimen que encontrase.
No lo tendría de otra forma.
El caso fue menos complejo de lo esperado pero mucho más entretenido, les llevó dos días encontrar la forma en que el secuestrador lograba convencer a los adolescentes de abandonar sus hogares e ir hacia su guarida en Tottenham Hale donde los mantenía cautivos. La búsqueda los llevó por toda la ciudad, John registrando tiendas de videos juegos por uno que fuera compatible con una melodía que había quedado almacenada en el teléfono celular de una de las víctimas abducidas (lo que le hizo sentirse realmente viejo, no tenía idea de que hubiesen tantas opciones) mientras Sherlock aumentaba el campo de búsqueda en foros online de gamers. El detective estaba casi seguro que la forma en que las víctimas eran sacada voluntariamente de sus casas tenía que ver con un efecto cuasi-hipnótico que lograba con una melodía en especial incorporada en juegos online y aplicaciones. Mucho más tarde, John le llamaría el "El caso del flautista de Tottenham Hale", lo cual era permisivo e inexacto ya que no había ninguna flauta involucrada, replicaría Sherlock.
-Eso suena a ciencia ficción.- Opinó Lestrade con incredulidad.
-Hemos visto cosas más extrañas.- John se encogió de hombros mientras veían a Sherlock recorrer la habitación de la última víctima registrada. Greg tuvo que admitir que tenía razón, habían visto toda clase de ridiculeces imposibles en los años de servicio, sobre todo en los casos que Sherlock decidía tomar.
- ¿Qué quiere decir eso? Doctor Watson, ¿Millie se fue por un juego?
La mujer a cargo de la adolescente era su madre, divorciada y con tres trabajos para mantenerla, frecuentemente ausente; Sherlock había deducido. Una mujer bastante joven y de buen aspecto, que no dejaba de rondar a John buscando preguntas y contención, cuando Lestrade claramente se había presentado como el detective a cargo de la investigación.
Fue breve y estuvo mal, John lo sabía, pero no pudo evitar sentirse complacido cuando una mujer tan hermosa concurrió primero a él por atención. Maldito orgullo masculino, vestigio de esos años jugando rugby y luego el ejército. Sí, no tendría que haberle sonreído ni aceptado patéticamente su atención, sin importar lo bien que le hiciera a su lastimado ego, la manera en que Sherlock le miró cuando lo descubrió fue un golpe directo a su estómago. Herido y a la vez con algo parecido al agotamiento o resignación.
-¡Fuera!- Gritó el detective, asustando a todos.- ¡Fuera todo el mundo! Demasiado ruido, demasiada gente, fuera, necesito pensar. ¡Lestrade saca a Donovan de aquí!
-Ella ni siquiera está aquí.- Replicó indignado el jefe de oficiales. De todas forma la gente abandonó la habitación, dejando solo a ellos tres dentro.
-Dije fuera todos.- Insistió con amargura.- ¡Fuera!
-¡Dios! Okay, okay, estamos saliendo. Ni siquiera sé por qué sigo dejándote entrar en nuestros casos…
John no lo escuchó replicar, solo cerró la puerta en sus narices y más tarde desapareció, abandonando otra vez la escena sin avisar a donde se dirigía. Más tarde (horas), John tendría suficiente tiempo para sentirse como la mierda por lo que había hecho, recibió un mensaje del detective para encontrarse en cierta esquina de Tottenham Hale, donde finalmente encontraron al sospechoso principal y a los adolescentes desaparecidos.
-¿Asumo que esto ya no es requerido?
John se encontraba junto a la ambulancia donde los paramédicos asistían a las víctimas, por suerte ninguna sufría algo más severo que deshidratación, cuando la figura de la secretaria de Mycroft se materializó detrás de la cinta amarilla policial, a pocos metros de donde él se encontraba.
-¿Hum? – Preguntó sin entender a qué se refería, a lo que respondió levantando una carpeta tipo expediente.
-Él fue a su casa pidiendo esto, no sé qué tanto lo quiera ahora.- Hizo un gesto dirigido a Sherlock, quien intercambiaba unas palabras poco amistosas con un miembro del equipo de Lestrade y evitaba la prensa.
- Oh no, seguro que es requerido. Ya tuvo su regalo de papi ahora va a querer desenvolver el de mami. - No fue un buen chiste, pero provocó una risa sorprendentemente genuina en Anthea.
- Es gracioso.
-¿Oh?
- Cómo en esa analogía el detective Lestrade es su padre cuando Mycroft es la madre.
-Sí… no creo estar entendiendo.- Sonrió sintiéndose un idiota por tan mala comparación.- No es de mis mejores chistes, realmente.
-No al contrario, yo creo que fue bastante divertido.- Sin embargo ella parecía estar divirtiéndose de una broma privada que John no tenía por qué entender. Le pasó el archivo, que era más pesado de lo que se veía.- Buenas noches Doctor Watson.
-Buenas noches Anthea.
Ella ya estaba fuera de vista cuando se giró para buscar a su detective, quien nuevamente, había desaparecido.
"¿Dónde estás? Tengo archivo del caso de Mycroft." Mensajeó.
"Barts. Llévalo a 221B. Nos vemos más tarde. SH."
Cuando Sherlock regresó al departamento esa noche, mucho más tarde, John lo esperaba de pie en el centro de la habitación. El rubio lo notó distraído, lo suficiente como para tardar una fracción de segundos más de lo que hubiese tomado en situaciones normales darse cuenta del cambio en la sala.
Sherlock se sorprendió al encontrar los muebles corridos, sus sillones contra la chimenea y la mesa contra la pared, despejando el lugar. Además podía sentir un olor especial proveniente de la cocina. ¿Pasta? ¿Salsa… pero blanca? John estaba cocinando, no había comida precocinada ni delivery esa noche al parecer. Sin embargo, lo más sorprendente era la suave música de fondo. Esto no tenía precedentes. Esto era nuevo. Miró a John sorprendido, buscando respuestas y el rubio le sonrió tímidamente, estirando los brazos hacia él.
-Pensé que después de un buen caso querrías festejar conmigo.
-Festejar.- Masticó la palabra como si le sonara extraña, ellos nunca festejaban, menos el final de un caso. El final de un caso era volver y dormir en una cama cómoda, comer tal vez comida china y esperar con ansiedad que el siguiente caso no tardase mucho en llegar. No, esto.
-Sí, algo de comida casera, pasta con albóndigas, tu favorito… y no, no son esas albóndigas de Tesco.
-Eso es difícilmente carne, es una blasfemia poner la etiqueta de albóndiga a esa cosa.-Espetó indignado, provocando que John ampliara más su sonrisa.
-Ven aquí.- Como si fuese una orden, Sherlock lo hizo y enseguida su cintura estaba rodeada por los brazos de John.- Pensé que quizás antes de cenar querrías bailar un poco conmigo.
-¿Qué?
Debía verse como un idiota con la boca abierta, pero John le sonrió con esa expresión de "Sherlock está haciendo algo ridículamente lindo", acercándolo más en su abrazo, tanto que el detective era capaz de ver el azul profundo de sus ojos y sentir la respiración en su mejilla.
-Bailar. Conmigo, ¿por favor?
-Tú no quieres bailar, odias bailar. –Espetó rápidamente.
-No, yo soy malo bailando, por eso voy a dejar que guíes, pero quiero bailar contigo.
Nunca lo habían hecho, no desde aquellas tardes de prácticas funestas previas al casamiento de John. Eso había sido distinto, básicamente Sherlock dando muchas órdenes y con un esquema de aprendizaje, una fecha límite y todo. Un propósito. No como esto que no tenía motivo, nada se parecía aquel vals a estos movimientos suaves e íntimos con los que se desplazaban por la sala.
-Nosotros no hacemos esto.- Musitó Sherlock, sobre la frente del rubio.
-Humm… no, pero creo que deberíamos empezar desde hoy.- Aprovechó para hacer uno de los giros que Sherlock le había enseñado durante sus clases, logrando un jadeo de sorpresa en su compañero. Cuando lo atrajo nuevamente contra su cuerpo, confesó:- Además, no es muy seguido que puedo tenerte así.
Era increíble pensar que todavía podía sonrojar a Sherlock Holmes de esa manera, con algo tan fácil. Y tenía tantas, tantas palabras para esta criatura tan sexy, si solo tuviese la oportunidad.
Por primera vez en la noche Sherlock lo miró a los ojos, develando lo vulnerable que se sentía, pero sin dejar de analizarlo. John supo que si iban a hablar de esto, ahora era el momento.
-Estás diciendo la verdad, de verdad quieres bailar conmigo.
-Obviamente.
Sherlock se relajó y le regaló una sonrisa de lado, mientras lo guiaba haciendo un movimiento más elaborado, que dejó a John de espaldas contra el pecho del detective por un momento antes de volver a girarlo y abrazarlo como antes.
-Lo siento. – Sherlock hizo un sonido descontento y lo interrumpió con un beso profundo, que muy a su pesar el médico rompió.-…no, espera, un minuto. Quiero decir esto, amor, no soy bueno hablando así que por favor déjame que diga esto de una vez. Lo siento, lo siento mucho.
-Okay.- Contestó enseguida y volvió a besarlo. John conocía una táctica de evasión cuando estaba frente a una, y no iba a dejar que eso sucediera.
-No, en serio, lo siento mucho. Sherlock, mírame.- Lo tomó por el rostro, fijando su mirada en esos ojos que esta noche eran de un formidable color verde. – No debí haber hecho lo que hice, hoy y esas veces durante las últimas semanas. Sé lo que está pasando, y lo siento. Soy un idiota, no lo sé, me estoy volviendo viejo y quizás estoy entrando en alguna clase de crisis, pero por algún estúpido motivo me sentí halagado por la atención de esas mujeres.
-John, no hace falta…
-Shh no amor, espera déjame terminar. Sherlock tu y yo somos iguales en tantas cosas, eres mi jodida alma gemela, no tengo idea como sucedió eso, pero de alguna manera el mejor hombre que tuve el honor de conocer en mi vida, el más brillante, decidió estar conmigo y dejarme hacerlo feliz. Y eso quiero Sherlock, toda mi vida, intentar hacerte feliz. Pero tú y yo somos diferentes también, yo no siento las cosas como tú lo haces…
Ahí estaba, esa expresión de pánico otra vez, pero esta vez sería fuerte. No importase lo mucho que le desagradase, Sherlock debía escucharlo, debía saber que estaba intentando mejorar.
-Lamento haber reaccionado así, a veces… Oh Dios esto es tan vergonzoso, pero tienes que saber que a veces necesito esa atención. Sé que es banal y que soy un idiota, porque puedo ver cómo te lastima. Lamento haberte hecho sentir celos. Solo necesito que sepas que lamento haberlo hecho, que voy a intentar que nunca vuelva a pasar, y ten por seguro de que ninguna de esas mujeres, ni nadie para el caso, va a separarme de ti. Ya no más Sherlock, ya tuvimos todas las separaciones necesarias. Ahora solo quiero hacerte feliz y ser feliz también… Dios, solo quiero seguir adelante. ¿Es eso posible?
- Sí, sí John, es posible.- Fue una pregunta retórica, pero la vehemencia con que Sherlock respondió, besando su frente y luego el espacio por encima de su labio, descomprimieron ese nudo que se había formado en su garganta.
Esta vez lo besó él, ligero como una pluma, lo único que sentía en su pecho era alivio y esa sensación de que estar esa noche, bailando y besando a ese hombre, era lo correcto.
Continuaron así durante el resto de la velada, cuando se terminó el baile Sherlock estaba vibrante de energía, fue allí que John descubrió cuanto en verdad su detective amaba bailar. Definitivamente lo harían más seguido. En tanto avanzaba a noche, con la buena comida y escuchar como Sherlock repasaba los datos del caso, incluso las confirmaciones posteriores en Barts, John sentía que se iba desvaneciendo en una especie de sueño. Si se tratase de una droga, esa noche sería para John la dulce morfina, cuando para Sherlock era cocaína, feliz y tenso, se sentía cada vez más desbordante.
Era perfecto, era ideal, incluso hicieron bromas sobre Anderson antes de meterse en la cama a dormir. El cierre idílico para un festejo igual, era la comodidad del colchón y el cuerpo de Sherlock abrazándolo por la espalda por primera vez. Usualmente era al revés, pero John se sentía complacido por el cambio. Sherlock continuaba murmurando a su oído palabras afectivas cuando se fueron a dormir. Era en la noche y en la intimidad de la oscuridad que él se soltaba con mayor facilidad, y John se iba a la tierra de los sueños oyendo todas esas cosas bonitas que Sherlock no se permitía decir en la mañana.
-Lo siento.-Un jadeo angustioso lo despertó de golpe, junto con una sensación caliente y pesada sobre su oído. Enseguida entendió que era la boca de Sherlock, apretada contra su oreja, repitiendo en voz baja y grave una serie de palabras.
La sensación del aire fresco sobre su pecho y vientre descubierto fue eclipsada por el calor de las manos largas y finas de violinista que tanto conocía, tocándolo con descaro a lo largo de su abdomen, subiendo su camiseta hasta acariciar y pellizcar su pezón. John dio un gemido ahogado, producto de la sorpresa y desorientación. ¿Qué demonios estaba pasando?
Era imposible ver, la habitación estaba totalmente oscura, señal de que la noche estaba muy avanzada. Había despertado de golpe y sentía todo el cuerpo que indudablemente pertenecía a Sherlock, pegado a lo largo del suyo. Tan cerca que sentía cada músculo de su tórax contra su espalda, y por debajo de la cintura, una dureza inconfundible frotarse contra sus nalgas.
-Ohh…oh Dios.- Exclamó cuando su cerebro comprendió lo que estaba pasando, mandando a lo largo de su cuerpo una ola de calor que fue a parar directo a la ingle. Sherlock continuaba murmurando algo, se había detenido, apartando la obvia erección que estaba frotando contra sus nalgas, pero sus palabras se llenaron de alarma.
-Lo siento, lo sientolosiento John, oh Diossss lo siento mucho, déjame hacer esto, por favor.
¿Hacer qué? Quiso preguntar, pero su respuesta llegó antes cuando una de sus manos bajó hasta colarse dentro de sus pantalones y debajo de su ropa interior, agarrando con fuerza su miembro semi erecto. John lanzó un jadeo que se mezcló con un gemido vicioso, uno que jamás pensó que viviría para escuchar de Sherlock.
-Sher—sherl…
-Shhh…lo siento John, está bien.-Besó frenéticamente su sien, oreja y descendió por su mandíbula hasta su cuello. – Solo déjame hacer esto. Cierra los ojos, ¿puedes hace eso por mí, John? Cerrar los ojos.
Lo hizo, por supuesto que lo hizo cuando se lo estaba pidiendo con esa voz ronca cargada de lujuria y algo más oscuro, algo obsesivo y decadente. De pronto estaba completamente duro en la mano de Sherlock.
Los ojos cerrados solo volvían todo más intenso, estaba despierto y consciente de todas las partes donde su cuerpo tocaba el de Sherlock. La forma en que el más joven gemía cada vez que su mano lo masturbaba, esparciendo la humedad de su líquido preseminal a lo largo de su carne, era una deliciosa tortura.
-Ohh...oh, John… John eres tan grande. – Lanzó un jadeo de respuesta.
Quiso girarse y abrir los ojos para verlo, pero Sherlock lo mantuvo fijo en esa posición, atrapándolo con su cuerpo.
– Esta bien John, cierra los ojos, lo siento…- Otro gemido agónico, como si estuviese siendo lentamente torturado.- Quiero… oh Dios… ¿Puedo ponerlo en mi boca? Por favor John, déjame probarlo, solo esta vez… ahh… te lo juro.
No esperó ninguna respuesta, su cerebro estaba sufriendo algún tipo de apoplejía porque en ese momento estaba teniendo algún tipo de alucinación muy realista. No había forma de que Sherlock Holmes hubiese pedido, no, suplicado darle sexo oral. Sintió el movimiento en las sábanas, ruido de telas que no pudo identificar y de repente el aire en su pene y muslos, libre de su pantalón. Sherlock debió haberlo bajado hasta las rodillas, pero aún así lo tenía inmovilizado en la misma posición en la que había despertado.
-Está bien John, no me importa si piensas en ellas, solo cierra los ojos e imagina a Anthea, ahh… yo también puedo hacerte sentir bien John… oh por Dios eres hermoso.
¿Qué? ¿De qué diablos estaba hablando? Era extraño y abrió los ojos para girarse, pero Sherlock los cubrió con su mano libre.
-Cierra los ojoss…por favor, cierra los ojos, John.
-O…okay.-Era vergonzoso lo pequeña y seca que salió su voz. Pero su respuesta pareció tranquilizar a Sherlock, su respiración se hizo más pausada.
Lo siguiente que percibió fue un nuevo movimiento en las sábanas y ahora ya no estaba de lado, sino sobre su espalda. Sherlock lo tomó por sus muslos, separándolos para ponerse entre ellos. El aliento sobre la piel sensible de su glande lo hizo gemir de anticipación. ¿Por qué mierda tenía que cerrar los ojos? Si esto no era un jodido sueño ni alucinación, si esto que pasaba era verdad, entonces tenía a Sherlock entre sus piernas, con sus labios de corazón perfectos solo a centímetros de su pene, y no lo estaba viendo.
No confió en su fuerza de voluntad y cuando sintió aquella boca cerrarse sobre la cabeza, se llevó el antebrazo contra los ojos.
-Ahh…mierda.- Musitó entre dientes. Sherlock tenía su lengua haciendo círculos y jugando despiadadamente con su frenillo. El maldito no estaba dándole una mamada, estaba degustándolo como si su pene fuera un manjar.
Tomándose su tiempo, lo contuvo en su boca hasta tragar el resto. No iba a poder tragarlo entero, nunca nadie lo había hecho antes, pero tampoco lo habían intentado cómo el ahora. Parecía decidido a tomarlo entero en su boca y garganta, subiendo y bajando a lo largo, lo soltó solo para masturbarlo con la mano mientras se llevaba sus testículos a la boca. Con un gemido largo y ruidoso, John podía estar seguro de que estaba despertando a la señora Hudson allá abajo.
Pero al carajo con ella y con todo el mundo, estaba recibiendo la mejor mamada del mundo por el hombre más sexy de la puta tierra y por como sentía a su periné contraerse, se iba a correr en cualquier momento.
-Shh.-aaahh…
Sherlock lo volvió a chupar, y un movimiento extra se añadió a su dinámica. No podía más que adivinar en la oscuridad de sus ojos cerrados, pero por el sonido húmedo y frenético, junto con los gemidos ahogados en el interior de la garganta del detective, John solo podía imaginar. Y lo que veía en su mente era fantástico.
Sherlock masturbándose ferozmente mientras lo hacía correrse con su boca.
Las oleadas de calor como picos crecientes fueron subiendo por su cuerpo, jadeando con la boca abierta, desesperado por aire, John sintió que el final era inevitable y quiso avisarle.
-Voy a … Sherlock!
El más joven gimió deleitado mientras acababa dentro de su boca, recibiendo cada gota de su semen. Aquello fue increíble, alcanzaba el clímax otra vez de solo escuchar como Sherlock mismo terminaba, corriéndose con un jadeo gutural. John se maldijo por no poder verlo. Solo sintió las gotas pegajosas y calientes caer sobre sus muslos, y supo que Sherlock se había masturbado sobre él todo este tiempo.
El posiblemente despertaría de su sueño alucinógeno en cualquier momento. Despertaría y sería de mañana, y la realidad lo encontraría con su triste y solitaria erección matutina por el sueño húmedo más loco y excitante de toda su vida. O quizás no lo haría, no despertaría porque probablemente estaba muerto por una apoplejía nocturna. Cosas más extraña habían sucedido.
Pero no despertó. Lo siguiente de supo al recuperarse de su orgasmo, fue que estaba solo en la cama. Sacó su brazo de su rostro y abrió los ojos, buscando en la oscuridad a su amante. No escuchaba a Sherlock por ningún lado ni lo percibía en la habitación.
-¿Sherlock?
Cuando sus ojos se acostumbraron a la penumbra, vio que se hallaba solo en la habitación, pero los rastros inconfundible de lo que había pasado estaban ahí. Sus pijamas bajados hasta las rodillas, su miembro flácido ahora, todavía brillante y húmedo por la saliva. El semen que había percibido ahora era una mancha inconfundible en su muslo derecho. Pero Sherlock no estaba por ningún lado.
Se subió los pantalones, desorientado salió de la cama, para escuchar el ruido inconfundible del detective en la cocina.