Tema: #24 — Rescate
Capítulo V —
"Rescate"
Durante la primera semana de en su último año, Kuroko Tetsuya había experimentado un deseo que iba en contra de todo pronóstico: quería ser profesor. Y no cualquier clase de profesor, un profesor de un jardín de infancia. Varias personas habían reaccionado sorprendidas ante su decisión tomada. Después de todo, para una persona como él, la docencia sería una profesión difícil. Kuroko no había dado ninguna razón específica, la idea se había plantado en su cabeza después de que Murasakibara Atsushi dijera con toda la seriedad del mundo que "Los niños no ignoran a Kuro-chin". Probablemente era una estupidez de su parte hacerle caso a Murasakibara, pero, después de reflexionarlo por un tiempo, decidió que no le molestaría intentarlo; Kuroko era bueno con los niños y tenía la paciencia de un santo. Y todo gracias a la experiencia adquirida con la Generación de los Milagros.
Aunque no había podido hacer mucho en relación a su sueño, recibió con alegría por parte de uno de sus profesores la noticia de que en un jardín de infancia cercano precisaba de un miembro auxiliar en su plantilla de empleados.
—No va a ser algo complicado, Kuroko-kun —le había asegurado su profesor—. Solo necesitan de alguien que les vigile a los niños por la tarde y les ayude también a reforzar lo que han estudiado durante el día. No vas a hacer nada relacionado a la enseñanza, para eso necesitas ser profesional, aparte de que solamente te llevará dos días a la semana.
—Yo… —Kuroko lo pensó unos segundos—. Sensei, ¿serían solo dos días? Quiero decir, ¿hay alguna posibilidad de que sean los cinco días de la jornada?
—¡Veo que te gusta la idea! —contestó el profesor, visiblemente entusiasmado—. Bueno, si eso es lo que tú quieres, podrías hablarlo con la directora del jardín.
Y eso era precisamente lo que había hecho Kuroko. La directora en cuestión era una mujer bajita, delgada, de nariz pequeña y tenía el cabello rojo, recogido en un moño sujeto detrás de la cabeza. A pesar de ser más baja que el mismo Kuroko, su mirada inspiraba respeto y, hasta cierto punto, desasosiego; no obstante, una vez Kuroko hubo hablado con ella, había resultado ser bastante simpática y amable. La directora no había visto inconvenientes en la propuesta de Kuroko de trabajar los cinco días de la semana —es más, se había mostrado encantada— e incluso le había ofrecido bocadillos y té mientras conversaban.
Kuroko empezó su trabajo en el jardín de infancia durante una oscura tarde de invierno. Y, mientras recortaba papeles en forma de estrellas y lunas con un grupo de niños a su alrededor llamándolo "Nii-san" y ayudándole a ordenar los papeles de acuerdo a su forma y color, Kuroko pensó en Kagami y en el club de baloncesto y en la mirada perdida del muchacho cuando se habían cruzado esa mañana por un pasillo. Sintió un dolor profundo, acentuado tal vez por la incertidumbre, y, de pronto, alguien lo estaba llamando...
—¡Nii-san, nii-san…! —coreaban varias voces.
—¿Qué pasa? —Kuroko no ignoró la urgencia de sus voces.
—¿Estás bien? —preguntó una niña, nerviosa.
—¿Bien? —Con sorpresa, Kuroko notó el dolor punzante en uno de sus dedos, bajó su mirada para ver un corte que se había hecho con las tijeras, no sangraba mucho, pero si le dolía—. Sí, estoy bien…
—Saito-kun —llamó la niña que se había acercado a él—. Tráele una bandita a nii-san. Y el desinfectante.
—Ya, ya —interrumpió Kuroko, con una sonrisa—. Yo lo puedo hacer.
—¿No te duele, nii-san?
—No, para nada. —Claro que dolía, pero Kuroko había sentido peores dolores en su vida. Un corte así no era nada.
—Está bien —murmuró la niña—. Nii-san es valiente —agregó y otros niños estuvieron de acuerdo con ella. Kuroko no respondió, asegurándose de dejar las tijeras fuera del alcance de los pequeños y dirigiéndose luego hacia el kit de primeros auxilios, en busca de una bandita sin dejar de reprocharse todo el tiempo semejante distracción.
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Seirin había logrado avanzar hasta las finales de la Copa de Invierno de ese año. El juego final se llevó a cabo durante la última semana antes de que empezasen las vacaciones de invierno. Kagami había ido a ver el juego, aunque no estaba muy convencido de ello. Himuro lo siguió mientras entraban en el estadio donde este se llevaría a cabo.
Himuro se había encargado de hablar durante todo el trayecto. Kagami a veces perdía el hilo de la conversación y solo lo retomaba cuando Himuro le sacudía el hombro amablemente, entonces trataba de prestarle toda la atención posible; necesitaba una distracción. Todo el monólogo de Himuro parecían abarcas cosas triviales; que le empezaban a gustar las matemáticas, que había sacado una mala nota en Literatura, que algunos de sus compañeros le habían pedido que les ayudase en Inglés, que su escuela era demasiado fría durante esa época del año y jamás se había puesto tantas capas de ropa en un día. Lo había sorprendido contándole que había ido a una cita con un muchacho de otra escuela, pero había sido la peor cita de toda su vida. Luego le contó que celebraría la Navidad con una de sus vecinas y fue allí cuando Kagami lo interrumpió, con tono ofendido:
—Espera… ¿Y yo qué?
—¿De qué hablas?
—Pensé que habías dicho el año pasado que pasarías la Navidad conmigo.
—Ah, Taiga… —Himuro se rascó la cabeza—. Lo siento, lo olvidé.
—Sí, lo olvidaste.
—En serio, Taiga, lo olvidé. —Himuro parecía arrepentido de verdad, así que Kagami simplemente se encogió de hombros.
—No importa.
—Siempre está Aomine-san.
—No.
—Pensé que se llevaban bien.
—¿Llevarnos bien? —preguntó Kagami, que suspiró con reticencia. ¿Se llevaba bien con Aomine?—En términos de baloncesto, supongo que sí.
—Ya. —Himuro había querido evitar a toda costa mencionar el baloncesto, pero supuso que en esas circunstancias era inevitable—. Si quieres puedes estar con nosotros un rato.
—Déjame preguntarte lo siguiente, Tatsuya, ¿van a estar los dos solos?
—Sí, esa es la idea.
—¿Completamente solos?
—Sí, sí. Completamente solos.
—¿Y crees que yo puedo encajar ahí?; ¿qué voy a hacer yo cuando ustedes estén…? —El muchacho hizo una pausa y balbuceó, mientras gesticulaba exageradamente con las manos.
—Taiga… —Himuro sintió un repentino nudo en su garganta y logró sacar las dos últimas palabras tras un largo esfuerzo—: Es cierto.
—En fin, suerte con ella —dijo Kagami y luego se acercó a él, Himuro levantó una ceja, sintiendo el escrutinio del otro, cuando Kagami se alejó y soltó una risotada, Himuro no supo exactamente qué sentir—. You're blushing —agregó y caminó rápidamente, dejándolo atrás.
Himuro sintió el calor en su rostro y suspiró, tratando de recuperarse. Pero, era difícil, una vez tenía las imágenes metidas en su cabeza, gracias a su hermano, era más difícil sacárselas, por consiguiente, era más difícil deshacerse de su sonrojo, que parecía volverse más profundo. Sabía que Kagami no lo olvidaría, y aprovecharía cada oportunidad para recordárselo. A pesar de la incomodidad, podía soportar unas cuantas bromas con tal de ver sonreír a Kagami, aunque fuese un poco.
A pesar del alivio que sentía por la aparente mejoría emocional de su hermano, no pudo evitar maldecirlo. Caminó con la cabeza agachada, para que nadie viera su sonrojo. Todo fue bien durante unos segundos; la multitud no era tan grande y muchos trataban de evitarlo. Fue cuando empezó a escuchar el ruido de los gritos más claramente, que la multitud aumentó y fue más difícil avanzar en la posición que estaba, hizo su mayor esfuerzo, hasta que chocó contra una amplia espalda. Maldijo y levantó su cabeza, preparado para disculparse, sin embargo, reconoció la espalda de Kagami inmediatamente.
—Taiga, ¿qué pasa? —preguntó, mas no recibió respuesta.
Kagami estaba inmóvil, como si estuviese sorprendido por algo. Himuro movió la cabeza y entre el gentío, logró distinguir una menuda figura, que identificó como la de Kuroko.
—Kagami-kun —dijo el muchacho, con tono neutro y en su particular keigo—. ¿Va todo bien?
—Pues… —Kagami se rascó la cabeza, desde su posición, Himuro no veía su expresión, pero estaba seguro que su hermano menor hacía lo posible por evitar la mirada de Kuroko—. Pues bien.
—¿Ha entregado el cuestionario?
—¿Cuál?
—El de sus planes para el futuro, Kagami-kun. —Su tono era casi como el del Kuroko que molestaba a Kagami acercándole a Nigou o inventando historias de terror en noches de tormenta.
—¡Ah!, ¡eso! —Kagami rio tímidamente y luego soltó un largo suspiro—. No, la verdad es que no.
—Taiga —susurró Himuro, en tono de reproche.
Kagami movió su pie izquierdo, pisándolo.
—¿Qué piensa hacer, Kagami-kun?
—Es la tercera vez que recibo esa pregunta. O la cuarta, no sé —respondió Kagami—. En cualquier caso, me han preguntado lo mismo más de dos veces. ¿Crees que lo sé?
Himuro recordó aquel día en el parque, cuando finalmente Kagami le había contado todo. Había finalizado con la misma pregunta: "¿Crees que lo sé?". Para cuando Himuro lo soltó, vio el cansancio en sus ojos. Era un día soleado, a pesar de ser invierno, pero Kagami no parecía siquiera sentir la leve tibieza del sol. Es más, parecía no sentir nada.
—No creo que lo llegue a saber, Kagami-kun. Pero tiene que empezar a pensarlo. Nadie va a darle una respuesta correcta, es más, nadie le va a dar respuestas.
—Yo…
—Podemos tratar de guiar y ayudar a Kagami-kun cuando lo necesite. Pero, repito, el único que tiene una solución es usted mismo.
El aludido suspiró pesadamente y antes de empezar a caminar le hizo una última pregunta a Kuroko:
—¿Qué va a pasar con nosotros?
—Va a pasar lo que Kagami-kun quiera que pase. —Fue la críptica respuesta de Kuroko.
El joven siguió a Kagami con la mirada y luego a Himuro tras él, mientras el par se perdía entre el gentío, buscando sus sillas.
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—¡Mira, mira, Shin-chan! —exclamó la voz animada de Takao.
—Por lo que más quieras, Takao. No.
—¿No qué?
—No hables.
—Pero, Shin-chan… —Takao cruzó los brazos, haciendo un puchero.
Midorima apretó los labios mas no hizo nada. Después de un largo silencio, al fin, habló:
—¿Qué es, Takao?
—Se me ha olvidado —sentenció su compañero, Midorima tuvo ganas de recurrir a la violencia, pero trató de evitarlo.
—No lo hagas, Shin-chan, no estoy de humor ahora —dijo Takao, de repente. El otro no se sorprendió por otro episodio más de telekinesis sino por la repentina hostilidad.
—Takao —llamó, pero este seguía con los brazos cruzados y la mirada seria, fija en algo. Midorima siguió la dirección de sus ojos y distinguió el cabello rojo de Kagami y otro cuyo nombre no recordaba, pero que si sabía estaba en Yōsen, con Murasakibara.
Ah, con que Kagami Taiga estaba ahí; al fin se había dignado a aparecer. No era como si Midorima quisiera tenerlo cerca y decirle unas cuantas cosas, más bien era cuestión de sentir su curiosidad satisfecha y verlo al fin, después de tantos meses, en los que casi se le había olvidado su constante expresión enfadada, su sorprendente altura, la forma extraña de sus cejas y el fuego —o ahora carente de este— en sus ojos. Parecía diferente, triste, vacío y aburrido, más de lo que nunca había estado.
Le dio un leve codazo a Takao, quien no respondió, así que Midorima optó por mirarlo fijamente, pensando en aquella vez que le había soltado de repente que "era un alien". Intentó decirle algo más, pero antes de que pudiese hacerlo, Takao saltó:
—¡Caíste, Shin-chan! ¿De verdad crees que puedo estar enojado contigo mucho tiempo? —exclamó, entre risas.
Midorima no respondió con violencia. En vez de eso, se cruzó de brazos mientras Takao recuperaba el aliento y se secaba las lágrimas. Podría ser que Takao no fuese un alien, pensó Midorima, pero si era alguna extraña criatura sobrenatural.
Takao hizo una mueca en lo que señalaba la cancha. Midorima escuchó la voz que presentaba al equipo de Seirin. A lo lejos, vio a Kagami estirar el cuello y apretar los puños, la persona que estaba a su lado —el tipo de cara bonita de Yōsen cuyo nombre no le importaba recordar—, le susurró algo al oído. Más allá, Kuroko, sentado en medio de Aomine y Momoi, compartía unos comentarios con la muchacha, que parecía estar muy seria. Aomine solo observaba. Cuando sonó el silbato que marcaba el inicio del juego, Kuroko sacó su celular y escribió un mensaje rápidamente, lo envió esperando que el ruido no impidiera al receptor escuchar su propio teléfono.
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"¿Podemos hablar después del partido?"
Kagami miró fijamente la pantalla de su celular que tenía en la mano justo cuando el mensaje de texto había llegado.
¿Hablar de qué?
En algún lugar lejano, Seirin anotó sus primeros tres puntos. La anotación fue seguida por gritos y palmas que continuaron durante un buen rato. El equipo de ese año era definitivamente el favorito para ganar. A su lado, Himuro aplaudía y reía. Kagami solo podía mirar la pantalla de su celular.
¿Hablar de qué?
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Había gritos y lágrimas. El partido había terminado con un marcador de 74-65 a favor de Seirin. Dejándolos como campeones de la Copa de Invierno de ese año, en la cancha, Kobayashi saltaba y abrazaba a sus compañeros. Los estudiantes de primer año evitaban llorar a toda costa, pero al ver la emoción de su capitán, fallaron. El entrenador sonreía ampliamente, recibiendo palmadas y abrazos. Los estudiantes de Seirin, que habían apoyado a su equipo durante todo el torneo, habían estallado en frenéticos gritos, que continuaban mientras el equipo se organizaba frente a las tribunas, y hacían una profunda venia, todos ellos con lágrimas en los ojos.
Kagami sonreía, con cierta melancolía, él podría estar allí. Después de todo, no había pensado mucho en su futuro y quería dedicarse a algo que de verdad le gustara, no tenía razón para retirarse del equipo tempranamente, como lo habían hecho sus compañeros.
Trató de no pensar demasiado en la nostalgia y con una pobre excusa logró escapar de Himuro. Recorrió el ya conocido edificio; los pasillos ahora llenos de gente, todos ellos comentando el partido que acababan de ver. Un grupo de jóvenes, con aspecto de universitarios hablaban de las jugadas, uno de ellos mencionaba que podía haber hecho un lanzamiento mejor al que había hecho el capitán del equipo contrario; otro de ellos, mencionó que la defensa de Seirin era simplemente muy buena. Más adelante, un grupo pequeño de chicas hablaba de los jugadores de Seirin, Kagami las reconoció como sus compañeras de salón durante el segundo año. Iban acompañadas de otras chicas de primer año, quienes elogiaban a Kobayashi por ser la mejor combinación de atletismo e inteligencia que había en Seirin.
—Dices eso porque no conociste a Izuki-senpai —interrumpió una muchacha—. Él era…, bueno, mejor que Kobayashi. Mucho mejor.
—Excepto por... tú sabes.
—Sí, sí excepto por eso —contestó la muchacha, sin dar muchas aclaraciones, alzó la mirada enfocándose en Kagami—. ¡Kagami-kun!
Kagami no había tenido muchas amigas durante su vida escolar, lo más cercano a una amistad femenina que tenía había sido la entrenadora, o tal vez Alex, aunque recientemente también podría contar a Momoi. Sin embargo, durante su segundo año se había vuelto bastante popular, recibiendo un par de confesiones. Una de ellas, había sido precisamente de la chica que lo saludaba animadamente. Kagami la había rechazado, tan delicadamente como lo habrían hecho Himuro o Kuroko, y ella no parecía habérselo tomado a mal. El joven alzó la mano y le dedicó un tímido saludo, que fue recibido con una risa —no podía negarlo, tenía una sonrisa muy bonita—, escuchando luego unas risitas desde el grupo con el que estaba la muchacha. Kagami no le hizo mucho caso y miró al frente suyo, solo para frenar intempestivamente, evitando chocar con Kuroko.
—¡Ah, Kuroko!
—Kagami-kun.
—Iba… Estaba a punto de…
—Salir, lo sé. —Kuroko tenía las manos en los bolsillos, evitaba mirarlo a los ojos, aunque de vez en cuando evaluaba su aspecto rápidamente.
—¿De qué querías hablar? ¡Ah! Antes de que sigas… Supe que habías conseguido un trabajo, felicitaciones.
—Es precisamente de eso sobre lo que quiero hablar, Kagami-kun.
Su relación con Kuroko seguía pareciendo complicada si bien no completamente destruida. Como un hilo tensado a punto de romperse, Kagami sabía que debía tratarlo con cuidado, para que no reventara. Aunque, si pudiese, él volvería al momento en donde el hilo ni siquiera estaba tenso y su relación era relajada y tranquila. Cabía la posibilidad de que Kuroko se sintiese culpable a pesar de saber que era él, Kagami, el único culpable de su propia caída.
—Kagami-kun —escuchó la voz de Kuroko desde algún lugar lejano y sacudió la cabeza para mirarlo fijamente, demostrándole que tenía toda su atención, después de todo, si quería recuperar su relación con él, debía empezar bien.
—Dime.
—¿A Kagami-kun le interesaría enseñar?
—¿Enseñar?
—Baloncesto.
—¿Enseñar baloncesto? —Kagami pensó automáticamente en Alex y estuvo a punto de sugerir su nombre; no obstante, la mirada de Kuroko se lo impidió.
—Sí, precisamente eso. Enseñar baloncesto a los niños del jardín de infancia donde trabajo.
—Pues…
—No a jugar, solo ir a enseñar.
—Como Alex… —Kagami se había visto a sí mismo varias veces en el mismo papel de su maestra. Y no lograba encajar allí. No pensaba que fuese bueno con los niños y mucho menos que tenía algo para enseñar, peo si Kuroko le había preguntado a él era por algo—. ¿Por qué yo?
—¿Por qué no?
—¿Y Aomine?, ¿y tú?
—Pienso que Kagami-kun sería la mejor opción. Aomine-kun los asustaría y yo… Bueno, yo no.
—Pero…
—Kagami-kun, ¿recuerda a los hermanos pequeños de Kobayashi-kun?
—Sí.
—Porque yo recuerdo perfectamente lo apegados que estaban a Kagami-kun.
—Pero no todos los niños son así.
—Sería bueno intentarlo. —Kuroko tomó aliento y bajó la cabeza, concentrado en sus tenis. Luego, volvió a mirarlo a los ojos—. Kagami-kun, prometí que conseguiría convertirle en el mejor jugador de Japón.
—Kuroko, yo… —Kagami no sabía cómo enseñarle a un grupo de niños a jugar baloncesto le ayudaría a ser el mejor jugador de Japón, y tampoco tenía mucha curiosidad por averiguar, pero tampoco se sentía capaz de negar algo que le pidiera Kuroko—. Kuroko, es invierno. Es difícil usar una cancha con este clima.
—¿Eso es un no como respuesta? —Dada la manera en que el rostro de Kuroko pareció iluminarse completamente ante su respuesta, Kagami no fue capaz de responder.
—No, es un "puede"... Tal vez en primavera. Pero, Kuroko, no sé si lo voy a hacer. Es más, no sé qué voy a hacer. Y si…
—Juegue un partido con ellos, un juego corto. Luego ya se verá qué hacer.
Probablemente no, pensó Kagami. Un juego con un grupo de niños no le ayudaría a aclarar su mente ni a volver a su entusiasmo anterior. Pero, alguna vez le habían dicho que valía la pena intentar cosas nuevas.
—Está bien. Solo será un juego; luego, veré que hago.
—Gracias, Kagami-kun.
Kagami no respondió, en su lugar, le dedicó una mueca. Finalmente intercambiaron una corta despedida y caminaron por lados opuestos. En algún momento, Kagami escuchó la voz de Momoi llamando a Kuroko, quiso saber adónde irían. Por instantes pensó en ir con ellos; discutir por idioteces con Aomine, hablar sobre realities televisivos con Momoi, bromear con Kuroko sobre la poca cantidad de comida que consumía…
En cambio, no podía hacer nada. No quería hacer nada. Después de su corta charla con Kuroko se sentía un poco más ligero. Las ganas de chocar contra la pared que había alzado él mismo empezaba a desaparecer y, en su lugar, había aparecido una mano que lo guiaba hacia otro camino, quizá no hacia la luz, pero sí hacia un lugar más despejado, donde pudiese respirar con tranquilidad.
Notas:-¡No me he olvidado de este fic! Lo empecé y pienso terminarlo, no me gusta dejar las cosas a medias. La demora es más que todo porque no he tenido mucho tiempo, es todo.
-Y, si todo va bien, el próximo capítulo podría ser el final. Digo "podría" porque uno nunca sabe.
-Quiero escribir a Takao diciéndole a Midorima que es un alien... Ay, es que me divierto tanto escribiendo a esos dos.