Hola chicos y chicas traigo este nuevo ffc xD

Ya se que algunos de ustedes (seguramente la mayoría) quieren matarme por no continuar el otro ffc, pero es que mi musa me hablo y yo solo escribí esto, no se preocupen que no he abandonado el otro... simplemente mi musa es muy caprichosa.

ACLARO: los personajes de SSTLC no son míos, son de Masami Kuramada y Shiori Tenshirogi... sin embargo la trama es completamente de mi invención xD

disfrute y espero mas reviews!


Capítulo 1

Las gotas de agua caían desde el cielo mojando todo a su paso, y con tanta fuerza que empapaba al instante todo lo que tocaba, con los ocasionales rayos y truenos que resonaban, todo en una armonía de sonidos de la naturaleza nocturna salvaje. Y solo para el oído más sensible, unos ligeros "splash" ocasionales se escuchaban por debajo del sonido de la intenso nubarrón que azotaba los pueblos de esa región.

Una de las pisadas se detuvo.

—No... no puedo mas... — la voz ronca sonaba sin aliento y fatigada.

Su compañera se detuvo igualmente, girando en rededor para observar el terreno boscoso que las rodeaba, la cautela pintada en su cara.

—Ya se.. pero si ellos nos encuentran... — la tensión era palpable en la voz, al igual que en el rostro de ambas jóvenes. —Ya no falta mucho, unos pocos kilómetros más y llegaremos al muelle donde tomaremos el barco que nos llevara a ese lugar... donde estaremos a salvo... solo un poco mas y podremos descansar.

Se miraron la una a la otra, sabiendo que bien podían ser capturadas en el camino a su lugar destino, pero a falta de tiempo era la única vía que la castaña había decidido tomar, la única opción que no las mataría a ambas. Acercándose a su compañera caída, la tomo de la mano y ayudo a levantarse, las capas negras que portaban las dos jóvenes que servía para ocultarse estaban empapadas y llenas de barro.

—Un poco mas y descansaremos... pero más que todo, estaremos a salvo, te lo prometo hermanita.

La jovencita asintió tomando con más fuerza la mano de su hermana, y se levanto del barro con piernas temblorosas. Al instante ambas comenzaron nuevamente a correr por el bosque intentando llegar al puerto, era la única oportunidad, la ultima... debían llegar y abordar el barco que su hermana conocía para llegar a su tierra natal y alejarse de las personas que las perseguían. Aquellas que si por algún motivo llegaban a ponerle las manos encima, las destruirían definitivamente.

Cuando llevaban avanzado un buen trama hacia su destino, escucharon a lo lejos un rugido bestial que les heló la sangre a ambas, habían descubierto su huida y estaban furiosos, asustadas mas allá de lo incomprensible aceleraron aun más, forzando a sus piernas a continuar a un ritmo alocado; no oyeron nada, pero de pronto una flecha negra paso zumbando cerca de sus cabezas incrustándose en el árbol a su derecha, con tal fuerza que realmente el tronco se estremeció. Y a medida que avanzaban mas flechas negras llovían como gotas oscuras contra ellas, sin embargo no llegaban a golpearlas directamente aunque sí muy cerca, suponían que debido a la oscuridad y la lluvia tan intensa.

Al fin alcanzaron a distinguir las luces del muelle, así pues la castaña acelero y se paro en el barranco desde donde ambas veían los barcos que estaban atrancados en el puerto y que iban a zarpar pronto de allí, la cuesta era imposible de descender salvo por un camino angosto que bordeaba el acantilado hasta llegar a la arena y era tan empinado y rustico que dudaban en si siquiera lograrían bajar sin caerse y terminar muertas de todas formas, en ambas opciones eran oscuras pero la menos dolorosa era intentar bajar. Y lo sabían, ya ellos les pisaban los talones, y el tiempo se acababa. Tomando una profunda respiración la castaña tomo con más firmeza la muñeca de su acompañante y empezó el peligroso descenso en la oscuridad de la noche.

Solo el cuarto creciente de la luna y las estrellas iluminaba lo suficiente para poder ver poco mas allá de un metro por delante, y a lo lejos se distinguían las brillantes llamas de las antorchas de fuego puestas en el muelle. Su acompañante estaba tan tensa como una cuerda de arco, totalmente aterrorizada que su piel era fría al tacto, pero no broto ninguna palabra de protesta, a pesar de que la castaña sabía que odiaba las alturas no se había resistido ni entrado en pánico y eso lo admiraba profundamente, ella no se imaginaba la clase de control que debía esgrimir para mantenerse calmada. Pero también sabía que su control pendía de un hilo muy fino que podía romperse en cualquier momento.

Llevaban un poco más de medio camino recorrido en la inclinada pendiente, cuando sintieron unas rocas deslizarse desde arriba, ambas se congelaron en el lugar, conteniendo la respiración temiendo delatar su presencia antes de que les fuera posible llegar hasta suelo firme. Cuando se deslizaron mas rocas, pudieron oír claramente las voces bruscas y duras que hablaban entre sí, algunas se dispersaron de nuevo pero ellas sabían que no todos se habían ido, aun así no podían quedarse allí mucho tiempo mas, o el barco que la castaña sabía debían tomar zarparía sin ellas, y eso era extremadamente malo. Con un apretón en la muñeca de su acompañante le indico que debían seguir avanzando, solo un pequeño asentimiento de su cabeza le confirmo que había entendido.

Al llegar abajo y sus pies envueltos en zapatos tocar la arena, la castaña sintió como algo de la tensión en su acompañante se desvanecía un poco, asiéndole saber cuánto odiaba las alturas. Con extremo cuidado fueron avanzando pegadas a las rocas del acantilado tratando así de no llamar tanto la atención, pero el rugido oscuro de rabia que se escucho desde lo alto del barranco les aviso que sus captores habían descubierto su posición y llamaban a la caballería de regreso, lo que solo las dejaba con unos poco minutos para alcanzar su objetivo. Así pues ambas tomadas de las manos fuertemente, echaron a correr como posesas por la arena hacia las embarcaciones.

Las flechas llovieron sobre ellas camuflándose con las intensas gotas de las lluvias y clavándose en la arena como siniestras encarnaciones del mal, aunque por la lluvia se les dificultaba un poco la visión, notaron que cada vez estaban más cerca de los barcos y el muelle, sin embargo la castaña no tuvo tiempo de pensar mucho en ello, ya que un sordo golpe en su hombro derecho la tumbo con brusquedad y rapidez sobre la arena, dejándola sin aliento y aturdida, lo peor de todo era que en ese lugar le ardía la piel con tanta intensidad que realmente gritó. Su visión se volvió borrosa, y la respiración salía en jadeos forzados.

Su acompañante se quedo paralizada por unos segundos, casi o igual de aturdida que la castaña, pero al instante siguiente tomo a la joven del brazo izquierdo y la levanto como pudo hasta tenerla sentada bajo la intensa lluvia. Sus miradas se encontraron, una aterrorizada, la otra nublada por el dolor.

—Debes irte, hermanita... ve al barco y busca refugio, escóndete y no dejes que te encuentren... — incluso hablar se le dificultaba por el tremendo dolor, pero se las arreglo para instruir a su compañera. Para ella seria incluso peor si la capturaban nuevamente.

Ella negó desesperada, pero aun así se podía notar la decisión en su rostro, ella definitivamente no iba a dejar a su hermana atrás, para que aquellos desquiciados la encontraran... no había manera en el infierno que ella dejara atrás a la única persona que le había mostrado calidez y amistad... la única que no la había despreciado por lo que era y podía hacer. Incluso si significaba regresar al infierno donde había existido por un tiempo. La castaña supo que ella no la abandonaría, así pues solo quedaba intentar lograrlo incluso si eso la mataba.

Tragando con dificultad, se obligo a levantarse sobre ambas piernas temblorosas, apretando los dientes, dio un paso vacilante y por poco perdió la conciencia debido al dolor que la recorrió desde el hombro herido al cuerpo entero. Con el apoyo de su compañera en el lado izquierdo comenzaron a avanzar, la adrenalina iba regresando al cuerpo de ambas, haciéndolas acelerar el paso hasta igualar la velocidad de antes.

—Es... el tercer barco... que... esta listo... para partir— sus palabras salieron entrecortadas por el esfuerzo, quería que ella supiera cual era por si perdía el conocimiento.

Su compañera observo frenética a su alrededor al llegar al muelle, luego de unos segundos aterradores en que pensó que el barco se había marchado y las había dejado a sus suerte, pero cuando volvió a recorrer todo con la mirada lo vio... estaba a punto de zarpar. Cargo con casi todo el peso de la castaña y echo a correr hacia ese lugar. Los hombres las vieron llegar, todos con expresiones confundidas o curiosas, sin embargo uno de ellos, un hombre de mediana edad de cabellos rubios ceniza y ojos bondadosos color marrón se acerco un poco pero antes de abrir la boca su expresión cambio a preocupación, no solo por la apariencia de ambas si no porque susurro el nombre de la castaña.

Inmediatamente fueron ayudadas a subir a bordo y el hombre de ojos amables dio la señal de levar anclas, en pocos minutos estaban saliendo de la bahía hacia el inmenso mar oscuro turbulento por la tormenta que azotaba despiadada sobre todos ellos, y todos sin excepción sintieron un tremendo escalofrío cuando escucharon un grito furioso y casi animal desde las lejanías del muelle.

—Por aquí por favor... — el hombre rubio, le dijo con amabilidad a la joven amiga de la castaña, antes de tomar a la herida en brazos para dirigirse dentro del barco.

Dudo un poco, indecisa y asustada de seguirlo, odiaba los lugares cerrados y pequeños aun mas que las alturas, pero no iba a dejar sola a su hermana después de tan larga travesía, solo porque le aterraba a donde se dirigían. Con la cara pálida y un nudo en el estómago siguió al hombre silenciosamente, obligándose a poner un pie delante del otro y a no desmoronarse, solo el hecho de que apenas hacia unos minutos estaban en una situación de vida o muerte fue lo único que puso un cerrojo en sus emociones turbulentas enterrándolas tan al fondo de sí misma y tan firmemente como pudo... porque aunque estaba fuera de su alcance algo le decía que el peligro no había pasado aun.

El hombre las llevo a una pequeña habitación que solo contenía un pequeño camastro con sabanas limpias, y una ventana por donde entraba el aire marino cargado a olor a lluvia, al lado de la cama estaba una lámpara con una vela dentro que iluminaba un poco aquel oscuro lugar. Nada mas estaba en esa habitación... por un momento el pánico la domino y no pudo respirar, pero una mirada a su hermana, silencio sus propios pensamientos y sentimientos. Él la coloco boca abajo sobre la cama, y ella por fin pudo ver la flecha que sabia había derribado a la castaña, esta estaba enterrada en su hombro hasta la empuñadura de la punta, de donde rezumaba sangre.

—Hay que sacarle esto... — murmuro el hombre rubio con preocupación en su rostro y voz, aun mas agravadas al ver el verdadero estado de la castaña. Cuando se acerco a tocar la flecha la joven corrió para interponerse. Confundido le pregunto. —¿Qué sucede?

La joven negó enérgicamente con la cabeza, su corazón palpitaba rápidamente, el hombre no podía tocar esa flecha o de lo contrario... se estremeció al pensarlo, pero alguien debía hacerlo, y si eso debía pasar le a alguien... esa sería a ella, después de todo, la castaña estaba herida por su culpa. Iba a cuidar de su hermana costase lo que costase.

Temblando y con el estomago revuelto porque sabía lo que vendría a continuación, se giro hacia el camastro donde permanecía inmóvil la joven castaña, al subir a bordo había perdido el conocimiento, así que solo por eso estaba agradecida ya que no sentiría dolor alguno al retirar la flecha de su hombro. Con manos temblorosas se extendió hacia la flecha negra bajo la atenta mirada del hombre rubio, y con una respiración profunda para darse fuerza rodeo la vara negra con las manos semi-cubiertas por la tela de la capa, al instante en que la tomo esta le quemo... ardía de tal forma que por un momento se mareo y creyó iba a desmayarse pero al instante mordió su labio inferior tan fuerte que el dolor la estabilizo, supo que se había roto el labio porque paladeo el sabor metálico y salado en la lengua. Su propia sangre.

El sudor le perlaba la frente por el esfuerzo de dejar las manos ahora desnudas sobre aquel fierro caliente como el mismo fuego, porque la flecha había quemado la tela de la capa donde se había intentado proteger, y ahora estaba agarrándola directamente con las manos desnudas. Con un gemido bajo, tiro con todas sus fuerzas de aquella cosa infernal, hasta que no estuvo segura de que había salido por completo no lo soltó, con un jadeo dolorido se trago el sollozo que subía por su garganta al sentir las manos desde las palmas hasta los dedos en carne viva.

—¡Por los Dioses!— exclamo el hombre en voz baja, mirando horrorizado la escena.

La joven lo miro con cansancio reflejado en el rostro, estaba sentada desgarbadamente en el suelo de madera los hombros hundidos, suplicándole con los ojos algo que él no entendió. Con un suspiro callado, extendió las manos temblorosas hacia la herida de la castaña tratando de parar la hemorragia para que esta no perdiera más sangre de la que podía disponer.

Al instante el hombre entendió, y se fue rápidamente de la habitación, sin decirle nada más que vagas cosas a los demás marineros, tomo un cubo de agua y algunas telas rasgadas que usaban como vendas cuando alguno de los hombre se herían y rápidamente regreso junto a las dos jóvenes en aquella habitación. Las encontró en la misma posición en la que las dejo, cuando se acerco la joven acompañante se sobresalto, pero se obligo a si misma a quedarse quieta al reconocerlo; por su rostro bajaban silenciosas lágrimas, pero de sus labios no broto ni un solo sonido.

—Permíteme, yo puedo hacerlo— se ofreció a remplazarla, y en su rostro vio duda pero finalmente asintió y se retiro a un rincón del cuarto, desde donde podía verlos y también podía ver si alguien más entraba en la habitación. —Por cierto me llamo, Cinn.

Ella simplemente asintió ligeramente dándole a entender que lo había oído, pero no hablo. Estaba muy pálida y respiraba en bocanadas largas y profundas, mientras acunaba sus manos contra sí y tenía la mirada clavada en la castaña posada en la cama. Pensando que la chica era muda no intento que le dijera su nombre, pero si noto aunque brevemente las horribles quemaduras de sus palmas y dedos, tomando un trapo que mojo en el cubo con agua se lo tendió, por un momento el desconcierto se pinto por todo su rostro, luego extendió lentamente una mano y lo tomo con otro asentimiento de cabeza.

—Esta herida no se ve muy bien... — murmuro para sí mismo Cinn, él había retirado la capa negra mojada y llena de barro de la castaña para poder tener un buen vistazo de su hombro a la poca luz de la vela. —Tardaremos tres días en llegar a nuestro destino, en donde nuestro curandero la puede atender, Pefko es el mejor en esa materia, aunque algo joven.

La chica no dio muestras de haberlo escuchado, pero de algún modo Cinn sabía que si lo había oído pero estaba muy cansada para moverse siquiera, ella mantenía las manos envueltas en la tela húmeda, y la cabeza apoyada contra la pared, sus ojos estaba plagados de preocupación y angustia, tan arraigados allí que él se pregunto qué clase de cosas había pasado para que alguien tan joven reflejara esas emociones. Solo espero que todo fuera bien, porque de lo contrario la castaña no lograría pasar por aquello sin un buen curandero.

La chica solo podía pensar en que a su hermana quizás no le dieran tres días para vivir, porque aquella flecha no solo era mortal por ser como era, sino además porque tenía un misterioso veneno que había visto actuar antes, y nunca terminaba bien para la persona a quien se la administraba. Cerrando los ojos por un momento se tomo el tiempo de orar a los Dioses por ella.

"Por favor, Dioses, no la dejen morir... No dejen morir a mi hermana, no deje morir a Agasha."

Lamentablemente nadie pareció oír sus suplicas, tal cual nunca la habían escuchado antes cuando pidió por piedad, un respiro o la muerte, ellos nunca le respondieron. Y así mismo sucedió, la tormenta los retraso un día de su destino, así que pasaron cuatro días encerrados en la habitación tratando de bajar la muy elevada fiebre que atormentaba a la joven castaña, Agasha; el primer día a bordo solo tuvo escalofríos y estuvo fría como un muerto, pero eso no duro mucho y como predijo la joven acompañante al final del primer día su temperatura subió a una fiebre moderada, que en los siguientes tres días aumento drásticamente, hasta que su piel se sintió tan caliente que parecía que estuviera ardiendo viva. Constantemente la mojaban para bajarle la temperatura, pero eso solo ayudaba por un corto tiempo, a intervalos, ambos, la joven y Cinn sabían que si no llegaban pronto a la Isla de los Curanderos, Agasha moriría.

Por fin al amanecer del cuarto día se diviso a lo lejos la Isla de los Curanderos, solo entonces Cinn suspiro con alivió, pero la joven lo sabía mejor, a Agasha solo le quedaban días, quizás horas si no había un antídoto que pudiera empezar a combatirlo de inmediato. Cinn hablo previamente luego del avistamiento de la isla, con uno de los hombres de cubierta para que en lo que el barco atracara en el muelle este enviara a alguien para que el curandero llamado Pefko preparara todo para la llegada de la castaña. Inmediatamente luego de atracar en el puerto y echar ancla, bajaron a la castaña en una camilla cargada por dos hombres fornidos, mientras Cinn y la joven aun encapuchada los seguían de cerca, atravesando el pueblo y un poco más allá se encontraba la cabaña del joven curandero, que los esperaba fuera con una expresión de suma preocupación pintada en su rostro pecoso de piel blanca, cabellos castaño claro y ojos ámbar.

—Por aquí, por favor— murmuro permitiéndoles pasar dentro. —¿Ahora... alguien podría decirme que ha sucedido?— con ese lúgubre comentario, Cinn procedió a explicarle la situación.

Al día siguiente, Pefko aun no había podido descifrar que en el mundo estaba mal con su amiga Agasha, sabía por lo que había contado Cinn, un buen amigo de ambos, que la joven había sido herida por una misteriosa y demoníaca flecha negra y desde ese momento en más la joven no había vuelto en sí, y padecía una alta fiebre que amenazaba su vida. Había intentado de todo lo que conocía y sabía pero nada estaba funcionando hasta ahora, solo conseguía bajarle la fiebre mortalmente alta por periodos de seis horas mientras trabajaba en una cura para el desconocido veneno que la aquejaba, pero incluso eso a mitad del segundo día dejo de surtir efecto, haciendo descender la alta temperatura solo por intervalos de cuatro horas, y él sabía que el tiempo se le estaba acabando a la castaña, ella necesitaba más que un curandero aun en aprendizaje. Desesperado ya por una solución, llamo a Cinn, quien no había dejado la casa ni un minuto desde que trajeron a la joven.

—Manda a buscar un mensajero de palomas blancas— le dijo con voz tensa, y líneas de preocupación marcadas en la cara.—Que envíen un mensaje al Santuario, de inmediato.

Cansado por el trajín interminable de los días pasados, Cinn lo miro confundido.

—¿Al Santuario?— tenía problemas para razonar debido a la falta de sueño.

Pefko asintió, antes de girarse a mirar a la joven castaña postrada en la cama mortalmente pálida a excepción de las mejillas sonrojadas por la fiebre. Solo había una persona que podía hacer algo por ella, o por lo menos darle más pistas para poder crear un antídoto que funcionara.

—Que diga que se es necesaria la presencia del Santo Dorado de Piscis, urgentemente— comentó, masajeándose el dolorido cuello tenso por el estrés. —Asegúrate de que en el mensaje diga que soy yo quien solicito su presencia con tanta urgencia... — dudo un poco, pero solo fue brevemente antes de continuar. —Y que la paciente a tratar es la joven Agasha, estoy seguro de que en cuanto Albafika-sama se entere estará aquí muy pronto... solo espero que no sea demasiado tarde...

Cinn salió de inmediato hacia el pueblo, con la urgencia marcándole el cuerpo como un hierro caliente, para que el joven Pefko estuviera tan alterado y mandara por el Santo de Piscis era porque ya no había nada que este pudiera hacer, y la vida de la castaña peligraba gravemente.

Pefko se quedo viendo como su otro amigo, Cinn un hombre bueno y amable se alejaba a toda carrera, tomo una honda respiración antes de girarse y entrar de nuevo en la que antaño era la cabaña de su maestro y padre adoptivo Luko, y que en ese momento era su propio hogar. Dirigió la mirada a su amiga Agasha, a quien había conocido cuando fue al Santuario cuatro años atrás para el funeral oficial de los Santos de Athena luego de la Guerra Santa, al instante ambos se habían hecho amigos y cuando tres años después milagrosamente todos los dorados habían vuelto a la vida ambos habían llorado de alegría y felicidad por saber que Albafika-sama, la persona tan querida para ellos estaba de nuevo viva. Y Pefko había notado que ella no solo lo admiraba, si no que Agasha realmente amaba al Santo Dorado de Piscis, eso había roto un poco su ilusión de que su amiga se fijara en él algún día, pero en el fondo estaba feliz por ella y por Albafika-sama también, ya que este tenía a una persona a su lado para hacerle compañía y llevar un poco de felicidad a su vida tan solitaria; aunque sabía bien que ella nunca le había confesado nada al de cabellos azul, y este a su vez no había demostrado nada más que amistad por ella, pero Pefko tenía la sensación de que ambos dos se sentían fuertemente atraídos el uno al otro, y tal vez... solo tal vez, Albafika-sama sintiera lo mismo por Agasha que esta por él.

Eso le había dado más esperanzas y ánimos para descubrir la cura para la sangre envenenada del Santo de Piscis, y que las dos personas que más quería en el mundo fueran al fin felices juntas sin la restricción del muro que les impedía acercarse más al otro. Sin embargo, Agasha se encontraba en una situación insostenible por más tiempo, y si Albafika-sama no podía salvarla de lo que parecía ser su destino inmediato, la cura que descubriera Pefko iba a ser agridulce... sintió una punzada de dolor al pensar en perder a otra persona querida para él, no podía pasar por aquello por tercera vez en tan corto tiempo. Incluso él no era tan fuerte.

Dirigió su mirada de su mejor amiga y antiguo amor, a la otra persona en la habitación y se detuvo en ella por un largo tiempo. La joven, según le había dicho Cinn, había llegado con Agasha al barco y abordado con ellos, además de quitarle la fulana flecha del demonio de la que tanto hablaba su amigo, ella había permanecido todo el tiempo con la joven castaña ayudando en el trabajo de bajarle la fiebre, al igual que estuvo haciendo todo el tiempo que llevaban allí. Sin embargo, no había emitido una solo palabra, y parecía que la presencia de las personas la asustaba, incluso ni siquiera se había quitado aquella capa mugrienta y de ella solo podía ver parte de su rostro que estaba cubierta por mechones de cabello negro enmarañados y su rostro sucio que impedían ver el verdadero tono de su piel, de grandes ojos turbulentos de color negro; sus manos de dedos finos y uñas algo largas, estaban cubiertas por toscos vendajes blancos desde las muñecas y las palmas hasta los dedos, nada más podía verse de ella. Cinn le había dicho que era muda, pero Pefko lo dudaba seriamente, aunque no podía decir porque, ni porque se negaba a hablar, sin embargo su dedicación a Agasha era innegable, las únicas veces que salía de allí era por períodos de media hora, en el día y medio que llevaba en su casa, y era para buscar agua limpia en la que mojar las telas para bajar la fiebre y estirar las piernas suponía él, el resto del tiempo estaba sentada al lado de la cama y solo había comido un poco de pan con sopa que le había dado y algo de agua, nada más.

Todo el tiempo que alguien se le acercaba ella saltaba, literalmente, y se alejaba, siempre se mantenía fuera del alcance del toque de cualquiera, y si no se equivocaba y Pefko pensaba que no era el caso, ella estaba todo el tiempo alerta de los que entraba y salían, y donde estaban las personas dentro de la habitación todo el tiempo. Parecía un animal acorralado si alguien se le acercaba mucho o si intentaban tocarla, de cualquier manera. El incógnito por esa joven le rondaba la cabeza constantemente y también el porqué estaba ella con Agasha. Pero por los momento decidió que aquello podía esperar, Agasha debí ponerse bien antes de que él pensara en resolver aquel enigma tan extraño.

Cerrando los ojos con desesperación, rogó que Albafika-sama llegara tan pronto como pudiera, y que para entonces su mejor amiga no hubiera muerto.

"Dioses, no lo permitan... " rogó en silencio, esperando por un milagro que quizás no llegaría.

Desde ese preciso momento, los minutos estaban contados para Agasha.


Bien aquí esta el primer capitulo de este nuevo FFC... espero quieran saber que sucede a continuación porque les aseguro que nada es lo que parece xD y ya verán que nuevas sorpresas les traerá ):3

Espero que sea de su agrado y también espero recibir su opinión en forma de Reviews! xD

Saludos! y nos leeremos pronto!