Hey Arnold! ni sus personajes me pertenecen, son propiedad de Craig Bartlett y Nickelodeon.

¡Te atrapé!
[Una mini-historia; segunda parte]


Arnold se puso de pie y ayudó a sentarse a la chica con algunos movimientos torpes, producto del embobamiento que ella misma le producía. Luego volvió a tomar asiento otra vez. Finalmente tomó coraje y habló.

-Tanto tiempo... -la miró con nostalgia.

-Bonjour Arnold. -Hace una pausa mientras se miran a los ojos- Que bueno que hayas recibido mi carta, pensé que quizas no vendrías.

-Imposible, te prometí que aquí nos volveríamos a ver y asi fue -le sonrie de lado. Ella le responde la sonrisa, pero luego notó algo sobre su labio.

-¿Qué tienes ahí?

-¿Ahi donde? -disimuló con una sonrisa galante.

-Lo siento, tal vez fue solo mi imaginación -se disculpó con elegancia para disimular que el no quería hablar de eso.

El camarero tomó los pedidos y ambos fueron a lo seguro para no pasar la misma vergüenza que la última vez, ordenaron un Omelette du fomage. Durante la cena conversaron de todo un poco olvidando por un momento quien era ella, incluso para la misma Helga también, olvidando su papel francés pero sin perder el entusiasmo o demostrar inseguridad alguna. Al finalizar el primer plato, Arnold limpió su cara con la servilleta, olvidando que se había puesto colorante negro sobre su grano para hacerlo ver como verruga. Helga lo miró curiosa, ya que una linea negra en degradé estaba trazada sobre su mejilla.

-Excuses moi Arnold, pero tienes una linea negra en tu rostro -la joven nota el grano del chico- ¿Acaso te estabas tapando eso?

-En realidad... bueno, yo -se sonrojó.

-Pero ¿Por qué lo hiciste?

-Por que pensé que tal vez no te agradaría.

-Pero... -Helga lo mira atónita- es solo un grano est... -se retracta- insolente quise decir, pardon.

-¿No te molesta? -preguntó con curiosidad.

-¿Por qué me molestaría? Arnold, de veras, eres tu el que me ha hecho pasar una hermosa velada, ese grano diminuto es solo un pequeño detalle en ti, pero no te hace mejor o peor, solo es un detalle. Es como el color de cabello, de la piel ¿Comprendes lo que quiero decir?

-¡Vaya! -sonrió- Buena forma de pensarlo -la mira a los ojos y acerca su mano a la de ella, tal como la última vez. Escúchame, tengo algo que decirte.

-Te escucho, Arnold.

-Estoy convencido, una vez más, que pasar tiempo contigo me hace sentir extraordinariamente bien.

-Oh, merci -se emociona, aunque no literalmente.

-Pero la última vez que nos vimos dijiste que no te gustaba la gente que no sea honesta consigo misma y por eso debo decirte esto -suspira- tengo una novia.

-Oh... -simuló impresionarse de una manera sutil- ¿Ella sabe que estás aquí conmigo? -sudó frío.

-De alguna manera si, en fin ese no es el punto -le toma la mano- El punto es que eres realmente hermosa y me agradas, me agradas mucho. Incluso más que mi novia -Helga se retorció de felicidad- y en este momento - se detiene, aprieta su mano suavemente pero con firmeza- en este momento tengo muchas ganas de besarte.

Helga quedó estupefacta. Jamás se imaginaría que eso saliera de la boca de Arnold. Aún asi, no podía sentirse tan feliz, le estaba ocultando realmente quien era.

-Sin embargo -continuó el muchacho- hay dos cosas que me lo impiden. La primera es que soy totalmente fiel a la chica que me acompaña, aunque me gustes mucho más me parece una falta de respeto hacia la otra persona y no me sentiría bien conmigo mismo luego de hacerlo, si lo haría, claro. -Hace una pausa- La segunda razón es que no se quien eres. ¿Por qué tanto misterio? ¿Por qué actúas conmigo?

-Arnold... -suspira- Fuiste increíblemente sincero conmigo, por eso yo también seré sincera contigo. -El rubio sonrió- ¿Sabes que es lo que más me gusta de ti? Toda esa dulzura que llevas contigo, el respeto al otro, tu interés por los otros. ¿Sabes? Cualquier otra persona me hubiera besado igual, se hubiese dejado vencer por la tentación. Pero tú no eres asi y eso es lo que te hace tan especial del resto del mundo -lo miró profundamente a los ojos.

Arnold sintió que ya había visto esa mirada, que alguna vez se cruzó con ella. Una mirada tan apasionada, tan encendida, tan penetrante no se olvida con facilidad. Sin embargo a él lo atraía lo superficial. Sabía que sus ojos habían cruzado esa mirada antes, pero no podía recordarlo por el simple hecho de que lo dejó pasar por alto. Se maldijo por eso y recordó sus extraños sueños en cuestión de segundos.

-Creo que...

-Por favor, aún no he terminado de ser sincera contigo -Arnold asintió- ¿Sabes? Soy una persona que, que... -titubeaba mientras se llenaba de valor- que está llena de miedo. -Suspira, al fin se había desahogado- Tengo miedo de derrumbarme, tengo miedo de enfrentarme a la verdad. -Traga un poco de saliva- Le temo porque especulo que todo me saldrá mal, que no me corresponderías Arnold. -El chico la mira confundido- Por eso tampoco... -suspira, su mano comienza a temblar y Arnold la percibe- por eso tampoco puedo decirte quien soy. Porque tengo miedo de que todo este mundo que cree contigo se derrumbe, no exista nunca más. Y tuve que esperar cinco largos años para que vuelva a pasar pero, créeme, no tienes la menor idea de como me has hecho feliz, incluso la vez anterior.

-Pero si te hago tan feliz y realmente crees todo eso que acabaste de decir de mi ¿Por qué no puedes confiar del todo en mi? -se desesperó y hacía movimientos bruscos con la mano que le quedaba libre.

-Eso es porque... bueno, tal vez no suene tan bien pero, eres algo...superficial.

-¡¿Qué quieres decir con eso?! -preguntó con desesperación. Necesitaba saber que era esa superficialidad que tanto lo atormentaba.

-Quiero decir, que te dejas llevar más por un detalle que por el total en si. -Arnold la miró sin comprender- Te dejas llevar más por un grano que por quien eres en realidad ¿Me entiendes?

-Creo que, creo que tienes razón -suspiró y desvió su mirada al plato ya vacío.

-Arnold, no te desanimes. Eres estupendo, tu forma de pensar, de actuar, de sentir. Es por eso que me -traga saliva- me... me gustas, si. Y es por eso que te estoy diciendo toda la verdad. Por primera vez en mi vida te estoy abriendo mi corazón.

Arnold le suelta la mano. Ella lo mira confundida.

-Lo siento, si sigo sosteniéndote más ganas me darán de besarte.

-Comprendo -observa que ya van a ser casi las diez de la noche- Arnold, lo siento pero debemos despedirnos. Es muy tarde y debo regresar.

-Está bien -le sonrió levemente.

Pidieron la cuenta y mientras la esperaban no se dijeron absolutamente nada. No era necesario, no dejaban de mirarse a los ojos y ninguno dejó de sonreir. Al salir del restaurante se despidieron en la fuente.

-¿Volveré a verte? -preguntó Arnold una vez más.

-Seguramente -le sonrió ella siguiéndole el juego.

-Nos encontraremos en Chez París -le besa la mano.

-Au revoir, Arnold. -Le levanta su mano y sale a caminar. Arnold la observaba alejarse detenidamente, sin perderle el rastro.

-No volveré a agonizar cinco años más para saber quien eres -susurró para si mismo. Y allí mismo comenzó a seguirla a una distancia bastante prudente para que ella no pueda verlo.

-¡Ah! -suspiró enamorada- ¡Otra vez le gusté! Y dijo que tenía ganas de besarme lo que es más fantástico aún. -Hablaba Helga consigo misma en voz alta mientras caminaba las apenas cuatro manzanas hasta su casa- ¡Ash! ¡Odio que no se deje llevar por la tentación! Si lo hubiera hecho probablemente nos hubiéramos besado en la fuente y eso hubiera sido aún más sensacional. Ah... -vuelve a suspirar, pero esta vez con resignación- Bien, supongo que la noche fue lo mejor que pudo ser de esta ocasión. ¿Por qué no se me había ocurrido esto antes? ¿Por qué tuve que esperar a que se ponga a noviar con esa campesina mosca muerta. -Toma las llaves de su cartera mientras dobla y cruza la calle. Arnold se detiene en la esquina para observarla. -Lo que más lamento, es que mañana ya no podré volver a tratarte asi -coloca las llaves en la cerradura y antes de entrar mira al cielo repleto de estrellas- perdóname mi amor. -Ingresa y cierra la puerta.

-¡Bingo! -susurró Arnold para si mismo. -Cecile entonces es Helga Pataki, misterio resuelto -sonríe y se cruza de brazos.

Instantes después se percata de los hechos y de sus propias palabras causándole un sacudón profundo en su mente y en su alma. Fue tanta la perturbación que sentía que se echó a correr.


Subió a su habitación directamente, se encerró en ella y se tendió hacia arriba en su cama con las luces apagadas. Mirando las estrellas trataba de acomodar sus pensamientos, no podía entender que esa era realmente Helga y no la que ven todos los días porque ella se lo advirtió claramente: "por primera vez en mi vida te estoy abriendo mi corazón". Era demasiada información para conectarla a la vez y en ese estado de confusión. Se maldijo muchas veces por no haberlo notado nunca antes, por no tener ni la más mínima sospecha de ello. Se sorprendió cuando llegó a la conclusión de que, si ella realmente siendo Cecile se dejaba mostrar tal cual es, entonces está enamorado de Helga, incluso más que de Lila. Se sintió enojado con ella al entender el porqué de sus torturas, la verdadera intención detrás de ellas, el valor real, el disimulo perfecto. Tal como ella esperaba, jamás se imaginó que podría llegar a gustarle un poco siquiera por su trato y lo logró, convenció a Arnold de que esto era asi, eso también lo sorprendió.

Trató de comprender sus temores, era obvio que si él no descubría su identidad y Helga se le confesara alguna vez asi porque si, la hubiese rechazado. Pero no estaba seguro de poder rechazarla ahora, mucho menos después de esto. Pero no sabía como volvería a actuar frente a ella sabiendo la verdad. ¿Debería enfrentarla? ¿Debería seguirle el juego? ¿Debería olvidarse de esto para siempre quizás y hacer como si nunca hubiera pasado nada? ¿Cuanto tiempo más soportará ella fingiendo ser esa Helga que nunca fue? ¿Acaso ella siempre fue asi porque siempre le había gustado? Y entre toda esa sopa de pensamientos, el sueño se apoderó de él.


Una vez más volvió a soñarse en ese pasillo. Cuando se percató de donde estaba corrió hasta el final y fue directamente hacia la puerta de picaporte opaco. Ingresó por ella antes de que se pueda dar cuenta, desesperado, buscando las respuestas que su consciente chato no lo dejaba ver. Pero se arrepintió de haber sido tan apresurado al encontrarse con un lugar oscuro y frío, donde a lo lejos se veía una pequeña luz que era lo único que iluminaba el lugar. Tomó coraje y se acercó, cautelosamente, hacia el resplandor. Al llegar se dio cuenta que era un pequeño agujero, donde apenas podía pasar una pelota de tenis. Intentó espiar del otro lado, pero la irradiante luz que emanaba se lo impidió. Se rascó la cabeza tratando de comprender que era lo que hacía ahi y para que estaba ese hueco allí colgado de la nada.

-Tonto cabeza de balón -oyó desde alguna parte.

-¿Donde estás? ¡Se que eres tu la que está tras esta puerta, Helga!

-Tal vez si la hubieses abierto primero ese hueco estaría más grande y podrías verme. Yo estoy de este lado.

-No entiendo ¿Por qué yo estoy de este lado?

-¡Ash! ¿Sabes? Me exasperas cuando haces esas preguntas. Yo se que eres alguien inteligente, pero a veces demuestras ser más zopenco que cualquiera. ¿Como puede ser que no relaciones nada de lo que te pasó estando en este sueño una y otra vez?

-Es que estoy confundido, toda esta situación me confunde. ¡Tú me confundes, Helga!

-¿Disculpa? ¿Yo soy la que te confundo? ¿No serás tú el que se confunde a si mismo, Arnoldo?

-No Helga, tu me confundes. ¿Que pretendes acaso?

-¡Ja -ja! -esbozó con ironía- ¡Que estúpido! Tu pretendes que desnude mi alma ante ti cuando ni te molestarías en mirarme entonces ¿Para que hacerlo?

-¿Ah si? ¿Como sabes que no la haría? -la desafió.

-Fácil, si realmente lo hicieras, entonces estarías de este lado, del que brilla. Pero no lo estás, prefieres quedarte ahi. ¡Maldición! Me estás haciendo hablar de más, ahora ¡largo de aquí! -gritó. Y la luz destelló haciendo despertar empapado en sudor al rubio.

Se sentó en la cama del mismo impulso, comenzó a controlar su respiración agitada y miró la hora. El reloj marcaba las cinco y cuarenta y dos. Se levantó hacia su escritorio, tomó asiento y encendió la lámpara, cogió una lapicera, un papel y se puso a escribir en él. Al finalizar sonrió con picardía y lo metió dentro de un sobre. Agarró un abrigo y salió de su casa. A las seis y uno ya se encontraba de regreso en su cama mirando el cielo y con una sonrisa en el rostro, concilió al fin el cálido sueño.


-¡Helga son las diez de la mañana! ¡Despierta!

-Ya voy papá -resongó tapandose la nuca con la almohada. Suspiró y se levantó finalmente. Bajó las escaleras y se dirigió a la cocina. -¿Qué harás de desayuno?

-Tostadas con mermelada y mantequilla de maní.

-Suena rico - se relamió.

-Ha llegado el correo -intervino Miriam- Bob estas son para ti -las deja sobre la mesa- y tengo una aquí que la devolveré, creo que se confundieron porque va dirigida a una tal Cecile -la cara de Helga se transforma- aunque me llama la atención que no tenga remitente.

-Déjame verla -le quita el sobre de las manos.

-¿Qué harás con ella?

-Nada, la abriré y saciaré mi curiosidad de ver que contiene, porque no podemos devolversela a nadie sin una dirección.

-Bueno, tienes razón, haz lo que quieras -se desentendió del tema y volvió al living mientras su hija menor subía las escaleras hacia su habitación como un rayo.

Con sus manos ansiosas y temblorosas abrió el sobre, su contenido le causó gracia e ira a la vez.

Querida Cecile: me tomé el atrevimiento de seguirte para no perder tu rastro. Jamás me imaginé que vivieras en la misma casa de Helga. Me gustaría volver a verte esta tarde, a las cinco, en el muelle. Con cariño, Arnold.

-¡Cielos santo! ¿Qué tan estúpido puede ser ese tonto cabeza de balón? ¿Tendrá límites su idiotez acaso? -comenzó a reir fervorosamente -¡Pobre idiota! No se daría cuenta que soy yo sino tuviera una remera que diga "en realidad soy Helga Pataki" -volvió a reir con intensidad- Está bien, seguiré tu juego, Cecile te verá en los muelles a las cinco en punto. -sonrió con astucia y malicia. Empezaba a disfrutar de su plan.


Las cinco llegaron rápidamente y un ansioso Arnold estaba al lado del río dando vuelvas sobre si mismo. Pensó que tal vez ni siquiera podría llegar a ir y eso lo asustó un poco. Miró hacia el sol pensando en todas las posibilidades que se podrían llegar a presentar en ese momento y trató de analizar una por una, pero su mente no podía más, sentía que iba a explotarle su cabeza de tanto pensar.

-Bon après-midi, Arnold -Saludó Cecile. Arnold giró lentamente y pudo observarla bien. Se estremeció al verla, por primera vez sabía a quién se enfrentaba y se sobresaltó al percibir cuanto le gustaba, lo bella que se veía realmente.

Cecile llevaba un vestido blanco esta vez, no más largo que sus rodillas, con una cinta rosa que le atravesaba la cintura, unos zapatos rosas y un sombrero de ala ancha ondulada que, junto al flequillo que le tapaba un ojo, le ayudaba perfectamente a disimular más su identidad ante tanta claridad. El sobrero también llevaba una diadema rosa que lo rodeaba.

-Hola -la saludó el chico tomándole el brazo para besar su mano- Ven, vamos a sentarnos al lado del río ¿no te molesta verdad?

-Oh, para nada Arnold -sonrió. Y se sentaron allí.

-Espera, espera ¿Que tal si vamos primero a por unas malteadas?

-¡Oh, frappé! Me gusta -sonrió. Arnold la toma del brazo y la lleva consigo.

-¿Que les puedo servir? -pregunta el empleado.

-Anda, escoge -sonrió sutil.

-Bien, quiero que sea de chocolate y con dos cerezas., por favor -El rubio sonrió de lado.

-Yo también -respondió él. El hombre asintió y preparó lo que ellos querían.

Tomaron sus copas y salieron al muelle. Fueron a sentarse para ver como se ponía el sol. Helga estaba muy feliz, dos días seguidos de salir con Arnold y el muy zopenco no se percataba de ninguna situación.

-¿Sabes? Seré sincero contigo -dijo al fin mientras bebía un sorbo- La razón por la cual te invité hoy es porque no descansaré hasta descubrir quien eres en realidad -Helga tuvo que contener la risa ¡Cielos, es tan estúpido! pensó ella- asi que voy a necesitar de tu ayuda para que me respondas... mmm, ciertas preguntas ¿Si?

-D'accord -le regaló una sonrisa.

-Anoche te seguí hacia tu destino. Me sorprendí al verte ingresar en un hogar que es conocido para mi, más bien la gente que vive allí, yo los conozco.

-¡Oh! ¿En serio? -disimuló.

-Si, de hecho Helga es compañera mía desde el garden. Me imagino que ya la habrás conocido ¿verdad?

-Si, he conocido a esa chica ¡Que desagradable que es! -gesticuló sus brazos.

-¿Eso crees de ella? -preguntó sin dejar de sonreír.

-Por lo poco que la he conocido, si. -Arnold esboza una leve risa.

-¿Sabes? Yo también creía eso de ella.

-¿Creías?

-Si, creía -hace una pausa- pero puede llegar a ser realmente agradable cuando la conoces.

-Bien, entonces intentaré llevarme mejor con ella -empezaba a incomodarle hablar de ese tema y Arnold lo percibió.

-De todas maneras, lo que más me llama la atención es ¿Por qué te dieron un hospedaje allí? Si es una casa de familia común y corriente.

-Es por su hermana Olga -respondió ni bien Arnold terminó de hablar con algo de nerviosismo- Ella fue a estudiar a Francia ahora y de casualidad intercambiamos, por eso también quise volver a verte. ¿Que casualidad no? -rió con falsedad.

-Buen punto -Arnold sonrió- ¿Sabes? Me asombras -la rubia lo miró confundida- Me asombra la capacidad que tienes para resolver tus problemas, eres extremadamente inteligente. Me asombra también la facilidad que tienes para actuar frente al mundo pero ¿Cómo eres en realidad? ¿Como debo verte?

-No entiendo -comenzó a sudar- no puedo comprender de lo que me hablas.

-Tal vez creas que soy muy ingenuo -la mira a los ojos sin dejar de sonreír con soberbia - pero yo también soy muy inteligente para disimular y también para dejar pasar algunas cosas por alto cuando lo creo conveniente. Me pregunto ¿Cuántas veces me has ocultado la verdad? ¿Siempre, verdad?

-¿La verdad? -temblaba la muchacha- No se de que me estás hablando -miró de reojos hacia todos los lados posibles, como para encontrar una salida, pero sin mucho éxito.

-¿Sabes algo? A Helga también le gusta la malteada de chocolate y ¿Adivina qué? ¡Ella también la pide con dos cerezas! -dijo esto último alzando los brazos como si estuviera dándole una gran sorpresa- ¿Extraordinario no? Es curioso porque Helga también usa moños rosas, tiene tu mismo color de cabello y pero, a diferencia tuya, ella no se...

-¡Oye! -no aguantó más la presión- ¿Has venido a hablarme de tu compañera de clases o a tomar unas malteadas conmigo? Si tanto quieres hablar de Helga ¿Por qué no la traes también aquí?

-¡Oh! Es una excelente idea Cecile ¿Por qué no vamos a buscarla a su casa asi pasamos tiempo con ella también? -el rostro de la chica empadileció.

-¿Qué? -preguntó confundida- ¡No! -Arnold levanta una ceja- ¡No podemos ir a buscarla porque ella no querría estar con nosotros, claro! -rió nuevamente con falsedad- Es más, cuando me estaba cambiando para venir para aquí me preguntó a donde iba y al responderle me dijo que perdía mi tiempo al lado de un tonto cabeza de pelota o de balón, o algo asi -comenzó a tomar su malteada con rapidez.

-Que pena que eso crea de mi, si tan solo... -suspira- si tan solo supiera lo que yo pienso de ella... -la chica abrió sus ojos bien grandes.

-¿Y qué? ¿Qué es lo que opinas de ella? ¿Acaso ella te gus -titubeó- gust -¡gulp! -gusta?

-Eres extraña. Hace instantes mostraste celos de Helga y ahora quieres que te cuente -Arnold ríe mientras Helga comenzaba a sentirse extremadamente incómoda a su lado- Pero como soy un caballero te responderé: No estoy seguro que me guste, no hasta que ella sea realmente sincera conmigo o al menos deje de hostigarme... No lo se, me confude -miró al horizonte y tuvo una idea- De todas maneras, Lila me gusta más -sonrió al observar que la chica apretaba con fuerza la malteada -ella es más sofisticada, más elegante, más dulce...

-¡No quiero oir las estupideces que dices de tu chica, no lo permitiré! -le alzó la voz para luego retractarse. Arnold la miró estupefacto- Es decir, ya te dije que me gustas y realmente me pone incómoda esta situación.

-No me has dejado terminar -sonrió mientras la miraba y dejaba el vaso vacío de su malteada a un costado.

-No quiero oir sobre lo estúpida que es tu chica perfecta ¡Quiero oirte a ti! -se mostró molesta.

-Bien, me oirás entonces -se gira sobre si mismo y se sienta con las piernas cruzadas desviando su atención del atardecer, ahora estaba frente a ella- La esencia de las personas nunca cambia. Yo también puedo sentirme enojado, pero eso no significa que deje de ser quien soy. Creo que lo mismo te pasa a ti -le toma el sombrero y lo pone a un costado -Aunque todavía no entiendo porqué tuviste que crearte todo este papel. De todas maneras, reconozco que eres una actriz innata, me lo has demostrado todo el tiempo -la joven observaba con temor- Ahora hablemos de ti mejor, cuéntame ¿Por que tienes que disfrazarte para acercar ese lado tuyo a mi?

-No entiendo de lo que hablas realmente -respondió con inseguridad y voz temblorosa.

-Ya dejemos de jugar, Helga. Te atrapé, te he puesto contra una pared y la única salida que tienes está tras mi, pero para liberarte necesito que me digas, necesito que confieses. Entonces yo me haré a un costado y tú podrás correr a esconderte, como siempre lo haces.

Se quedó helada. Se maldijo a si misma por zozobrar a Arnold y creer que realmente fuera tan estúpido de creerse toda esa historia. Había jugado con mucho fuego, y se había quemado. Arnold notó que ella enmudeció de la conmoción, entonces decidió hacerla sentir más cómoda. Con suavidad y ternura despejó el gran mechón que cubría su ojo y lo tiró hacia atrás, despejando el rostro por completo. Esbozó una leve risa al descubrir la cara de Helga llena de miedo porque le causó ternura que asi sea. La miró fijamente a los ojos y precibió todo su temor, toda su ternura y toda la calidez de ella que él jamás había notado antes, y esta sensación le gustó mucho.

-¿Por qué te cubres atrás de toda esa frivolidad? -descendió su mano sin antes acariciarle un poco la mejilla izquierda- ¿A que le temías? ¿Por que no me mostraste lo bella que eres?

-Yo, ella, tú, bueno, Helga, Cecile... -Arnold rió levemente.

-Tranquilízate -la toma por los hombros- No podría juzgarte por algo asi es una travesura, algo retorcida quizás, pero divertida al fin.

-Arnold yo, es decir yo Helga Pataki, jamás te gustaría ¿Me entiendes? Por el simple hecho de que soy... Helga ¡Demonios! ¿Cómo iba a gustarte una chica que te tortura todo el tiempo? ¿Cómo iba a gustarte una chica que no es elegante, ni sofisticada, ni... ni siquiera algo linda -dijo esto ultimo con un dejo de tristeza.

-Lo que realmente quiero saber es ¿Quién eres? ¿Eres esa Cecile dulce que se esconde en Helga o eres Helga escondiéndose en Cecile solo para agradarme?

-Siempre fui asi, Arnold. ¡Eso debes creerme! La Helga ruda que todos conocen es una estúpida coraza que me inventé para que no se note tanto lo que... -traga saliva. Mira al cielo y luego mira a Arnold- para que no se note tanto lo que me gustas -soltó al fin con alivio y resignación. Arnold sonrió con ternura.

-¿Y no es más tedioso fingir algo que no eres? ¿No te costaba más trabajo?

-¡Por supuesto que si! ¡Me cuesta horrorosamente! ¿Sabes cuantas veces sentí culpa de haberte maltratado? Incluso hasta lloré muchas veces por haberte hecho sentir mal. Pero no podías descubrirme ¡Ni tu, ni nadie! Tenía miedo de que se burlen de mi, tenía miedo de lo que tú creas sobre que es lo que piense el resto del mundo si alguna vez saldrías conmigo.

-¿Por qué? ¿Por qué piensas eso de mi?

-¡Porque eres superficial! ¡Porque te gusta todo lo que reluce por fuera! Y me lo demostraste claramente cuando te pintaste -y lo señala tocándolo- este estúpido grano. Arnold, hace muchos años que nos conocemos y cada vez me gustas más y más, no puedo ponerle freno alguno a este sentimiento por ti, desde que... ¡desde que te conocí! -el la escuchaba con atención- Al principio pensé que se me pasaría pero luego descubría cuanto más y más me enamorabas. Traté de acercarme a ti para convencerme de que no eras como creía y tratar de encontrarte todos los mayores posibles defectos para que dejes de gustarme. Sin embargo cada cosa que aprendía de ti me atraía más y más, entonces quedaba solo una cosa por hacer: ¡Fingir! Fingir que te odio, fingir que te detesto, fingir que no me agradas y fingir que me pareces un estúpido.

-Está bien que se lo quieras fingir al resto del mundo, pero podrías haber sido sincero conmigo...

-¿Para que todo el mundo se entere luego? ¡Olvídalo! Tu estúpido amigo Gerald hubiese publicado un letrero gigante para burlarse de mi en cuanto se lo contaras.

-Tal vez podría seguirte el juego -sonrió ante una Helga confundida- Tal vez podría saber que te gusto y cuando me hostigues se que me estarás demostrando tu cariño ¿No es cierto? -le guiña un ojo.

-Es una buena idea pero ese no es el punto -baja la cabeza- El punto es que ya lo sabes y no te correspondo, tal como lo supuse -una pequeña lágrima se asoma de uno de sus ojos- Y ese, ese era mi mayor temor, enfrentarme a la verdad que tanto se -presiona sus puños con fuerza.

-Helga, tú nunca me dejaste ver como eras, entonces no puedo saber si realmente me gustas tampoco -se sonroja al confesarse eso- Si eres realmente como me mostraste ser bajo la personalidad de Cecile, entonces... entonces si me gustas -le toma uno de sus puños. Ella lo mira con timidez a los ojos -Incluso más que Lila, como ya había dicho antes.

Helga le regala una sonrisa que Arnold le devolvió y esto la hizo tranquilizarse.

-Hoy me siento muy contento, no solo te conocí por completo, sino que también caiste en mi juego. ¡Te atrapé! -le juega- Me vengué de todas esas veces que te tú me atrapaste a mi.

-¿Ah si? ¿Y eso te hace sentir muy bien, camarón con pelos? -responde Helga cruzándose de brazos. Arnold ríe al escuchar eso de ella- ¿Qué? ¿Qué es lo gracioso?

-Que nunca dejarás de ser Helga, me gusta eso. Me gusta que seas quien eres y me gusta haber conocido lo que no sabía que eras -Se levanta y se sienta mirando el atardecer que casi estaba por llegar a su fin. Helga por su parte también miró hacia el frente.

-Bien, ya sabes como soy yo, sabes como es mi manera de pensar. Y también sabes lo que tengo ganas de hacer ahora ¿Cierto?

-Mmm... -se sonroja- Nnnno, no estaría tan segura... -lo mira de lado. Arnold bufa una risa e inclina su cabeza hacia atrás con los ojos cerrados mientras sonreía.

-Pese a toda mi confusión tengo ganas de besarte igual, Helga. Es que es muy loco todo, pero a la vez es terriblemente tierno. A decir verdad nadie ha hecho todo eso que hiciste por mi... a menos que tampoco me haya dado cuenta. -se hizo un pequeño silencio- Además tengo este estúpido grano aquí.

-¡Olvídate del grano! Tú estás -traga saliva- estás con Liiilaa -canta su nombre.

-Por eso, solo me limitaré a hacer algo inocente como abrazarte -se acerca a ella y le pasa un brazo por los hombros- y mirar juntos el atardecer ¿O estas cosas te parecen muy estúpidas a ti?

-Nnnno -dijo completamente roja- no me parecen estúpidas.

-Lo sabía -suspiró sonriente mientras su corazón se aceleraba.

-Creo que si ella se enterara de que estoy aquí contigo se enfadaría tal vez.

-¿Por qué? ¿Creés que Lila se pondría celosa de ti? Tú misma dijiste que...

-Arnold -lo mira fijamente- Lila sabe que me gustas.

-¡¿Qué?! -se sorprende y la suelta del susto.

-Si, asi la convencí que me dejara ser Julieta en cuarto grado para poder besarte -confesó ante un sorprendido Arnold -Ella dijo que era muy tierno de mi parte, pero lo sabe. Sabe que me gustas desde ese entonces.

-Pe... pequeño detalle acabas de mencionar, Helga -se pone nervioso- ¿Alguna vez volvieron a hablar del tema?

-No, nunca más... -la joven se pone cabizbaja entonces Arnold vuelve a abrazarla para tranquilizarla. Y comienza a reir.

-Ya me parecía que ese beso no era actuado, se sentía muy real, muy vivo. ¿Y tuviste que aprenderte todas las lineas en solo una noche para hacer eso?

-¡Claro que no! Yo sabía que sería Julieta, por eso ya las había ensayado antes.

-Vaya seguridad. Cuéntame ¿Cuántas cosas más has hecho?

-Muchas más de la que te imaginas -sonríe con frivolidad -Yo fui quien no te dejó subir al túnel del amor con Ruth.

-Debería estar agradecido de eso, me has salvado de no aburrirme escuchándola hablar de su cabello.

-¡¿Arnold?! -se escuchó alguien por detrás. Ambos rubios se estremecieron -¿Qué haces aquí y abrazado a otra mujer, viejo? ¿Te has vuelto loco? -le recrimina su amigo Gerald quien paseaba con Phoebe.

-Gerald -Arnold se levanta- verás, ella bueno, nosotros...

-Un momento. ¿Es ella Cecile? ¿Otra vez se han vuelto a ver? No lo entiendo, yo... -Helga ni siquiera atinó a voltearse, mientras Phoebe contenía la risa.

-No Gerald, ella no es Cecile -a la rubia la atravesó un escalofrío- Más bien, su nombre no es Cecile, es Helga.

-¡¿Qué?! ¿¡Helga?! ¡¿La misma Helga que todos conocemos?!

-Si, y siempre ha sido ella -sonríe el cabezón. Helga se levanta de un santiamén, se vuelve a poner el sombrero y se le acerca con sus firmes pasos.

-¡Estúpido cabeza de balón! ¡Sabía que no podrías guardarte un secreto! ¡Me acabas de condenar a ser la burla de todo Hillwood!

-¡Cielos! ¡Si que es Helga! ¡No puedo creerlo! -dijo el moreno con sus ojos bien abiertos.

-¡Claro que no! -Ahora era Arnold quien la enfrentaba- Yo quiero que todo el mundo sepa quien eres, quiero que sepan que no eres quien dices o demuestras ser. Verás que el mundo no se terminará, necesito que te des esa oportunidad.

-Arnold tiene razón Helga, ya deberías dejar de jugar -interrumpe Phoebe- Algún día tenías que enfrentarte al mundo real. Y el mundo real es este, ya no te puedes ocultar más. Recuerda que aunque todo esto parece una locura eso no quita el hecho de que te quiera, y te quiero mucho amiga, de veras -le sonríe.

-¡¿Phoebe?! -gritaron al unísono los muchachos- ¡¿Tú también sabías todo esto?!

-¡Por supuesto! Helga es mi amiga y, de hecho, fui cómplice suya en muchas ocasiones -mira a su amiga y ambas comienzan a reir- Por ejemplo, yo sabía que Helga no se había quedado ciega aquel día de los inocentes -la oriental vuelve a reir- Me encanta que se le ocurran tantas cosas, nunca he conocido a nadie tan creativa como ella.

-Su creatividad es algo retorcida tal vez... -comentó el morocho.

-Pero eso es lo que la hace diferente al resto del mundo -concluye Arnold mientras la toma de una de sus manos.

-¿Lo ves? A Arnold le agrada conocerte Helga, tal como a mi. Tal como a cualquiera -Phoebe le guiña el ojo a su amiga aún perturbada.

-Esto tiene que ser un sueño, no puede estar pasando... -exclama Helga.

-No, no lo es -dice Arnold- Está pasando, es real. Tú gustas de mi y yo de tí -se sonroja- nos pasa, nos está pasando.

-Viejo, no entiendo ¿Qué hay de Lila? Ella...

-Ella no quiere besarme mientras tenga un grano en mi cara mientras que Helga me quiere tal como soy, tal como es todo mi ser. Entonces ¿Qué hay de Lila? ¿Cuanto me quiere en verdad?

-Vaya, profundo. Tienes razón amigo -expresa Gerald- ¿Entonces qué? ¿Ahora sales con dos chicas? ¿Eso no está mal?

-No estoy saliendo con dos chicas, Gerald. Mañana mismo iré con Lila y le cortaré- sentenció- Y luego de eso, ya no tendré porqué preocuparme más, excepto de pasar más tiempo con Helga -le sonríe.

-¿Estás seguro Arnold? ¿Realmente quieres pasar más tiempo conmigo? -pregunta la rubia con algo de temor.

-Por supuesto, Helga. No volveré a perderme de conocerte una vez que realmente te abres a lo que eres -la abraza mientras ella se derrite- Y si a alguien se le ocurre molestarte con algo referido a esto, yo me encargaré, te protegeré -la suelta y le sonríe.

-Gracias Arnold, es lo más lindo que alguien alguna vez hizo por mi.

-Te prometo que no será esta la única vez -la acaricia- verás muchas cosas más bellas si me vuelves a elegir mañana como lo has hecho hoy.

-¡Oh Arnold! -Salta hacia él y lo abraza con mucho amor.

Phoebe tomó a Gerald de la mano y lo miró sonriente. Él se sintió confundido al principio, pero luego interpretó claramente lo que esa sonrisa significaba y se la correspondió mientras el sol se hundía en el río llevándose con el los recuerdos de esa tarde de confesiones.


-Se ve muy bella esta noche señorita -se reverencia- Ha sido una velada estupenda. ¿Puedo acompañarla a su destino?

-Que caballero eres, Arnold. Por supuesto que me puedes acompañar -lo toma del brazo y comienzan a caminar- ¿Qué hay de Helga? ¿Te sigue molestando en la universidad?

-¡No tienes una idea de como me fastidia! Me distrae, no me deja estudiar tranquilo. Se burla de mi cuando no puedo resolver algo y también se ríe de mi cuando hago algo torpemente.

-¿No te has puesto a pensar que tal vez a esa chica le gustes?

-¿Por qué le gustaría alguien a quien maltrata todo el tiempo?

-Tal vez no se anime a decirtelo y esa es su forma de demostrarte el cariño que siente... -le guiña el ojo.

-¿Tú crees? ¿No sería una forma retorcida de quererme?

-Tal vez, pero eso no quita la intensidad con la que ella lo hace.

-¡Olvida a Helga ahora! ¿Cómo la has pasado esta noche, Cecile?

-¡Oh, gualá! -exclama la rubia- Ha sido fantástica. Sobre todo porque ya no te salen más granos en la cara -bromeó.

-Estaría en un grave problema si con veinte años me siguen saliendo granos...

-O tendrías que fijarte la cantidad de chocolate que consumes...

-¿Cómo tú?

-¿Cuál es el problema de que me guste el chocolate, cabeza de balón?

-Mmm... si, si hay un problema. Tengo muchos chocolates en mi chaqueta y no te los daré a menos que quieras darme algo a cambio -se detienen en la puerta de la casa de huéspedes.

-¿Ah si? -se acerca a él insinuándose- ¿Y qué es lo que quieres a cambio?

-Oh, eso -ríe- eso te lo diré cuando subas a mi habitación -sonrió galante.

Helga lo mira con deseo y amor. Arnold le corresponde esa mirada con un flamante beso y la invita a pasar a su ático. Una noche más, como tantas otras, Helga será quien interrumpa los sueños de Arnold.
Esa noche, y también para siempre.


Gracias por haberlo leído ^.^
Espero que lo hayan disfrutado mucho. Saludos enormes llenos de buenas energías y colores para todos.
No te vayas sin dejarme tu review! Esto lo hago para ustedes y no hay nada mas gratificante que recibir reviews bueno o malos, no importa!

Nos veremos en otras historias.
JeanePataki |:)