Turn.

Autor: Sara's Girl

Resumen: Una buena acción siempre merece otra. Aparentemente. Epílogo compatible/AU. Slash HP/DM pero con algo de canon heterosexual por el camino. Por favor, confía en mí - Te prometo que el epílogo no te morderá.

Disclaimer: Bueno, ya lo saben, nada me pertenece. Los personajes y el mundo de Harry Potter son propiedad de J. K. Rowling. La historia le pertenece a Sara's Girl, quien muy amablemente me permitió realizar la traducción. Por otro lado, Harry es propiedad de Draco y viceversa. Y como siempre, lo único mío es la traducción y los errores.

N/A: Esta historia contiene algo de relaciones heterosexuales, un montón de slash, algunas cosas simpáticas del epílogo y un montón de AU. Está inspirado vagamente en la película 'The Family Man', pero en realidad, es una variación sobre un concepto, francamente, muy viejo. Les imploro que simplemente confíen en mí y disfruten de la historia.

N/T: Traducción autorizada.

Capítulo Uno.

19 de diciembre del 2017.

Harry mira ferozmente a través del parabrisas de su prestada camioneta todoterreno y hace contacto visual con un encogimiento, desaprobando a la anciana por medio segundo, antes de que la base de su mano se cierre de golpe contra el volante y el claxon resuene fuertemente hacia el autobús lleno de personas mayores que acaba de bloquearlo. Es la tercera vez que algo así ha sucedido desde que se alejó de King's Cross y ya ha tenido suficiente.

"¡Aprende a conducir!", se queja inútilmente. El infractor conductor no puede escucharlo, lo sabe, pero la mal encarada anciana sacude su cabeza y codea a sus amigos, chasqueando la boca con desaprobación.

"Papá, cálmate", llega una voz desde el asiento trasero mágicamente ampliado.

Todavía echando humo, Harry se encuentra con los ojos de su hija en el espejo retrovisor. "Estoy perfectamente calmado, Lily. Sólo estoy un poquito harto de los autobuses que piensan que pueden hacer lo que sea que quieran, porque son grandes. Eso es todo".

Lily arruga su nariz, levantándola. "Necesitas desengancharte. En serio".

"Desengancharme", repite en voz baja. Aparta la mirada de su expresión de yo-lo-sé-todo y en cambio se centra en el reflejo de sus propios ojos, sólo por un momento. Realmente no recuerda cuando consiguió aquellas ojeras y patas de gallo. De dónde vinieron o qué es lo que quieren. Lanzando sus ojos de nuevo a la carretera, echa un último vistazo hacia los ocupantes del autobús de la tercera edad, que se supone que tampoco recuerdan bien.

Joder, que está cansado. Nunca ha sido muy bueno conduciendo, tampoco, pero aquí está, arrastrándose a lo largo del camino a cien kilómetros por hora con un fuerte dolor de cabeza, con mal genio, con cuatro niños y con el gato de Lily, quien no parece capaz de estar separado de ella. No importa que sólo tomara prestado el nuevo (y pesadamente modificado, para gran disgusto de Molly) auto de Arthur porque es su turno de llevar a los niños desde la estación y eso que Lily podría haberse quedado con bastante facilidad en casa. Pero no, porque está horrorizada con la idea de que podría perderse de algo, especialmente algo que tenga que ver con Hogwarts.

Así que ella se sienta, con las piernas cruzadas junto a la ventana, sosteniendo una ronroneante bola de gato sobre su regazo y diciéndole a Harry que 'se desenganche'. Supone que debería sentirse afortunado de que ella no esté agregando su voz a la discusión sin sentido que actualmente se está librando entre Al, Rose Weasley y James. Harry pellizca el puente de su nariz y suspira mientras nada momentáneamente en el camino frente a él. Es una pena que 'el no querer saber' no disminuya el dolor en su cráneo.

"¡Err, eso es asqueroso!", grita Rose, entre risas dispersándose desde el asiento trasero.

No es como si él no se complaciera con verlos; el período de invierno siempre se siente como el más largo, y se ha perdido los pequeños actos de rebelión de James, las preguntas extrañas de Al, y el acto de la hermana siamesa con Rose, que a menudo lo deja preguntándose cuántos hijos tiene en realidad. Pero... deseaba que ellos pudieran tener el placer de verlo de una manera tranquila. Sólo por un ratito. Sólo hasta que pueda quitarse de encima de su piel lo último de este día. Y ver qué clase de humor tiene Ginny.

Desengancharse, entona bravamente dentro de su cabeza. Desengancharse.

"Como sea", Al le está diciendo a Rose, "Scorp dice que ahora que su mamá y su papá se están divorciando, él va a-".

"¿Qué?", le interrumpe Harry, dando la vuelta en su asiento para mirar a su hijo tan bruscamente que el auto gira a la derecha y Lily salta y se agarra del apoyabrazos. El gato, al parecer, se ha asegurado a sí mismo enganchando las afiladas garras en su muslo. "Lo siento, Lil". Endereza el auto con cierto esfuerzo y en su lugar mira a Al por el espejo. "¿Qué fue eso sobre Mal... sobre la mamá y el papá de Scorpius?".

Al lo mira de vuelta, todo ojos verdes y con la nariz manchada de tinta. "Ellos están en trámites de divorcio".

"¿Scorpius te dijo eso?", presiona Harry, sintiéndose inesperadamente sacudido por la noticia.

"Sí. Pero está en el periódico, también... Oi, James. ¡James! Préstame eso un minuto". Al se inclina sobre Rose y trata de tomar el diario El Profeta detrás del cual James ha estado escondiéndose desde que comenzó el viaje.

James lo mira furiosamente. "No".

"¡Sólo por dos segundos!".

"No, Al, lárgate. Estoy leyendo".

"Lenguaje", murmura Harry distraídamente. No ha leído el Profeta en mucho tiempo, pero aún así se encuentra a sí mismo estirando inútilmente su cuello, tratando de ver las páginas impresas que están colgando sobre James.

"No estás leyendo, ¡estás pervirtiéndote con Reeda Rathbone!", se jacta Al.

James lo mira ferozmente del modo en que sólo un adolescente puede, mientras Lily y Rose montan un coro de "James ama a Reeda, James ama a Reeda...", lo que hace que Harry sonría para sí mismo a pesar del golpeteo en su cabeza.

"Estás muerto", murmura sombríamente, apretando más firmemente sobre el periódico.

"James, deja de ser un culo hirviente", gimotea Al. Rose ríe disimuladamente con aprobación.

"Lenguaje", suspira Harry de nuevo, secretamente divertido ante la creatividad del insulto.

Lily suspira y luego hay una ráfaga de papel crujiendo y descontentas protestas de las que Lily emerge con una engreída mirada, y un James medianamente agitado, agarrando las páginas con las fotos de la capitana del Puddlemere United siendo azotada por el viento, y un encantado Al, que ahora está revolviendo las páginas restantes, con los ojos entrecerrados.

"Aquí está", le dice Al, doblando el periódico y equilibrándolo sobre sus estiradas rodillas.

No te sientes así en el auto, piensa Harry vanamente, pero no dice nada. Y toma una respiración profunda.

"Es lamentable comprobar que Draco y Astoria Malfoy (Greengrass, de soltera) anunciaron su separación después de un matrimonio de quince años. La separación se hará formal en Año Nuevo, y el único hijo de la pareja, Scorpius, permanecerá en la Mansión Malfoy con su padre", le dice Al, terminando con una floritura y una sonrisa de 'te lo dije'.

"Pobre Scorpius", dice Rose, extendiendo su mano y permitiendo que el gato de Lily la lama.

Al se encoge de hombros. "De todos modos, él siempre está diciendo que nunca ve a su mamá".

"¿No está avergonzado?", le dice Lily. "Ya sabes, ¿poniéndolo todo en el periódico?".

"No está realmente...", comienza Al.

"... avergonzado", él y Rose le informan como uno solo. Lily eleva sus cejas.

Divorciado, piensa Harry, desconectándose del ruido en el asiento trasero una vez más. Los Malfoy no se divorcian, ciertamente. Han pasado menos de cuatro meses desde que vio a Malfoy de nuevo, en carne y hueso, después de todos estos años, y ahora Harry no puede dejar de preguntarse de qué se perdió. Había estado tan asombrado de verlo de nuevo, simplemente parado sobre la plataforma con su parecido hijo y su chiste de esposa, que no le había prestado atención a nada más. Ahora que piensa en ello, no supone que Malfoy pareciera tan feliz. Pero entonces, nunca lo ha estado, ¿verdad?

A Harry no le importa lo que algunas de las voces más sensatas en su cabeza tengan que decir, no hay nada de malo con tener un poco de curiosidad natural sobre la gente extraña en la vida de uno. O sobre la gente extraña que solía estar en la vida de uno...

Harry salta, asustado por una serie de frenéticas explosiones de claxon desde detrás de él, y se da cuenta de que ha desacelerado prácticamente hasta ser un punto muerto en el medio de una carretera de doble vía. Horrorizado, baja su pie y hace gestos de disculpa con su mano hacia los otros autos mientras frota su caliente rostro y se pregunta si este dolor de cabeza puede, posiblemente, ponerse peor. Pasan un buen par de segundos después cuando se da cuenta de que ha dejado de lado el volante completamente.

"Jodido Malfoy", murmura para sí mismo mientras corrige el viraje y sostiene firmemente el volante.

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Mientras conducen por Ottery St. Catchpole, todo el mundo se queda en silencio, sólo por un segundo o dos, para mirar por la ventana y admirar el reluciente revestimiento escarchado sobre el camino y la hierba y los árboles. Conduce más allá de la casa de campo de Ron y Hermione en las afueras, más allá del cúmulo de las tiendas del pueblo, la oficina de correos y la taberna, el estanque de patos, la escuela de Lily -cerrada por Navidad- y finalmente se detiene en su propia entrada.

Cuando sale del auto y se estira, puede ver la Madriguera en la distancia. Inhala profundamente y saborea el olor del invierno, el aire frío y el más remoto indicio de humo saliendo de la torcida chimenea de Arthur y Molly. Un tenue murmullo de la risa de un niño en el viento, que podría ser Hugo jugando en el frío aire con su abuela, pronto es enterrado por los golpes de las puertas del auto, chirridos y el golpeteo de los baúles. En algún lugar a su izquierda, el gato de Lily maúlla en protesta por el repentino cambio de temperatura.

"Correcto", dice Harry, pasando lentamente el helado aire por sus pulmones y sacudiéndose para ponerse en acción. "Sosténganlos firmemente por dos segundos mientras aligero sus baúles". Saca su varita y lanza el hechizo sobre cada uno por turno, mientras lo hace, lanza ansiosas miradas hacia la pintura del auto de Arthur, sabe mejor que nadie que lo devolverá rayado dos veces seguidas.

"Abrigos y zapatos fuera, baúles arriba", lo intenta Harry, suspirando. "¿Tranquilamente? ¿En silencio?".

"Aplausos, papá... una carrera al piso de arriba... devuélveme eso, James... ergh, ¿qué es eso?... ¡UN HIPOGRIFO GIGANTE!", sus oídos son agredidos desde varios ángulos diferentes y entonces se queda solo en la entrada.

La casa huele a frío y a humedad, como si hubiera estado vacía durante todo el día, pero puede oír a Ginny en la cocina. Pateando la puerta para cerrarla detrás de él, se dirige hacia el sonido de platos traqueteando, quitándose su abrigo de invierno a medida que avanza. No es más que apenas consciente de la preventiva ingesta de aliento mientras entra en la cocina e intenta quitarse de encima su horrible día y desconectarse del estruendo y las elevadas voces de sus hijos en la planta alta. Con un suave suspiro, se da cuenta de que ha olvidado llevar a Rose a casa.

Tampoco que sea la primera vez.

"¿Todo el mundo está en una sola pieza?", le pregunta ella sin darse la vuelta sobre el mostrador. Sus túnicas del trabajo están arrojadas sobre una silla de la cocina, como si ella no hubiera estado en casa por mucho tiempo.

"Todos, los cuatro", admite, y toma un momento para que Ginny entienda su significado.

"¿Otra vez?".

"Me temo que sí".

Ella manotea su largo cabello fuera de su rostro y luego lo suelta. "Jefe de Aurores y eres incapaz de traer a casa el número correcto de niños. ¿De qué se trata?".

"En el trabajo tengo a otras personas para hacer el conteo por mí", le dice Harry, sabiendo que ella está medio bromeando. Pero sólo medio. "¿La vejez?", sugiere en su lugar cuando no hay respuesta.

Ginny se ríe brevemente y agita su varita, enviando una ráfaga de platos volando a través de la habitación y entrando en una alacena. Harry da un paso atrás como siempre lo hace, cada vez pensando que están a punto de chocar y destrozarse en medio del aire, pero como de costumbre, se apilan pulcramente a sí mismos y la puerta de la alacena se cierra con un clic. Ella comienza con las cacerolas de la noche anterior; y Harry frunce el ceño.

"Dije que yo haría eso", le dice suavemente.

Ginny levanta la mirada brevemente, sus expresivos ojos acosándolo. Se encoge de hombros torpemente y Harry, que ha estado apoyado contra la encimera, se pone ligeramente rígido y presiona sus manos sobre el mármol.

"Era un desastre. Estaba molestándome. Pensé que habías supuesto que tendrías la tarde libre", le dice ella en tono acusador.

Harry se estremece. La tenía, pero como de costumbre, no había resultado de esa manera. Le había tomado casi hasta las tres el pelear a su modo para salir de debajo de una montaña de papeleo y había tomado las cosas bien hasta que tuvo que manejar de último momento hasta el centro de Londres para encontrarse con el Expreso de Hogwarts. El problema con su trabajo es que a pesar de estar aparentemente a cargo del departamento, todo el mundo quiere su ayuda y le resulta casi imposible decir que no.

"Sí, lo sé. Lo siento. Aún así, no creo que ellos sean capaces de decir si la casa está limpia o no", le dice, enarcando una pequeña sonrisa y esperando lo mejor.

"¿No?", le escupe, volviéndose para mirarlo con las manos sobre sus caderas, y sólo por un momento, ella se parece mucho a su madre. No es una cosa mala, no en realidad, pero hace que su estómago duela de verlo.

"Estaba bromeando", le dice, manteniendo su tono ligero y pescando en los alrededores por una distracción. "Hey, ¿te enteraste sobre Malfoy?".

"Por supuesto que lo hice". Rellena la tetera y lo mira, aparentemente aplacada. "Ha estado volando alrededor de la oficina todo el día. Incluso los duendes están hablando sobre ello".

Harry resopla. "Me olvido de que algunas veces trabajan juntos".

Las cejas de Ginny se levantan hasta la línea de su cabello y su boca se tuerce. "No, no lo haces. Y no trabajamos juntos. Yo trabajo para Gringotts; él es un asesor financiero independiente. Hay algunas coincidencias, eso es todo".

Harry se detiene, punzando. En realidad lo había olvidado esta vez. Podría haber estado mencionando a Malfoy unas cuantas veces desde el primero de septiembre, pero no se había dado cuenta de que ella estaba tan cansada de escucharlo. Diciendo eso, puede entender su cansancio. Y tal vez su día ha sido tan malo como el suyo. No sirve de nada discutir delante de los niños, incluso de la que no les pertenece.

"Al dijo que Scorpius no parecía demasiado alterado", le dice al fin, cerrando sus ojos y tratando de hacer las cosas funcionar para desentumecer su cuello.

"¿No?", canturrea Ginny pensativamente mientras vierte agua caliente en seis tazas y libera fragante vapor en el aire. "Bueno, los niños son bastante resistentes. Tal vez lo ha estado viendo venir por un tiempo".

Los ojos de Harry se abren de golpe, pero la escena frente a él se mantiene sin cambios. "Hmm".

Justo entonces hay un estruendo y un estrépito, y la cocina está llena de niños. Lanzándose sobre Ginny, y haciéndola sonreír de una manera que le quita años de su cara. A pesar de sus indirectas hacia Harry, está igualmente encantada de ver a Rose, de quien recibe un abrazo y un "Wow, ¡no te ves tan grande!", junto con todo el mundo menos de Lily, quien levanta a su gato sobre su hombro y lo lleva a la mesa de la cocina.

"¿Qué te pasa, papá?", le pregunta.

El corazón de Harry se tuerce. Traga saliva secamente mientras aparta la mirada del gozoso montón y mira hacia abajo a su hija. "Nada, Lil. Sólo tengo un poco de dolor de cabeza".

Ella arruga su nariz. "Los chicos son ruidosos. Lo entiendo".

Harry le sonríe, genuinamente ahora. "Sí. Excepto Frank", añade, alborotando la cabeza a rayas del gato que cuelga sobre el hombro de Lily.

"Frank es ruidoso a veces", le dice Lily sombríamente. "Pero por lo menos él no discute conmigo o pide prestados mis libros y los pone de nuevo en el orden equivocado".

"Esas son cosas importantes", está de acuerdo, pensando que simplemente en este momento, se conformaría con una relación sin discusiones y sin el desorden atroz de sus posesiones.

"Frank también es bueno para abrazar", añade Lily.

Al otro lado de la habitación, Ginny sigue estrujando a James fuertemente contra ella y preguntándole qué en el nombre de Merlín ha hecho con su cabello.

Harry recibe una sacudida interna, se inclina y, con algo de esfuerzo, arrastra tanto a la niña y el gato entre sus brazos. Lily se ríe tontamente y Frank lame el lóbulo de su oreja con una áspera lengua. "También yo".

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Después de regresar a Rose con su 'otra' familia y ser presionado para obtener una sesión para ponerse al día con unos igualmente agotados Ron y Hermione, Harry le devuelve el auto a Arthur -libre de rasguños- y saborea el camino a casa a través de la fría y fresca noche. El aire fresco desplaza su dolor de cabeza tan eficazmente que es capaz de disfrutar de las riñas y las risitas y la general camaradería de la hora de la cena. Por supuesto, la mayor parte está dirigida en el final de la mesa, donde Ginny, Albus y Lily se sientan, pero Harry se sienta al final, haciendo crujir sus patatas asadas y dejando que todo fluya a través de él como un bálsamo.

Increíblemente, todo el mundo está en su dormitorio antes de las diez. Harry se arrastra escaleras arriba, cubriendo un bostezo y apagando cada luz con un perezoso movimiento de muñeca. Deja escapar todo su aliento en un suave suspiro mientras sus descalzos pies se hunden en la espesa alfombra del pasillo y al fin siente al estrés comenzando a abandonar su cuerpo.

Hace una pausa en el dormitorio de Lily. Su puerta está abierta, como siempre, y Harry sonríe mientras la observa durmiendo, acurrucada al pescado relleno que ganó para ella en una feria cuando era pequeñita, mientras que Frank se enrosca de manera protectora a sus pies.

La luz de James está encendida, pero él está roncando ruidosamente. Harry contempla el lanzar un silencioso 'nox' por él, pero recuerda que, con los adolescentes, lo mejor es no interferir.

Se mueve al ver que Al le ha dejado una nota, con cinta adhesiva mágica unida a la puerta, como suele hacer cuando está en casa. Y dice:

Papá - el hombre sabio no juega a dar saltos con el unicornio.

Harry resopla, doblando cuidadosamente la nota y deslizándola dentro de su bolsillo. Sonríe y empuja abriendo la puerta al final del pasillo. Cerrándola suavemente detrás de él, y gravita hacia la cama, sentándose y deshaciendo adormilado sus botones.

"¿Le dijiste a James que podía ponerse rayas azules en su cabello?", le demanda Ginny alrededor de su cepillo de dientes.

Frunciendo el ceño, Harry se vuelve para mirar a su esposa. Ella entra en el dormitorio y envuelve un brazo alrededor de su torso vestido con franela. "¿Lo hiciste?".

"¿Qué? ¡No!", Harry frota su cara, confundido. Entonces, tratando de mantener su voz baja, "¿De qué estás hablando?".

"Del hecho de que mi hijo luce como... como un... no lo sé, ¡pero debió de preguntarte a ti!".

"Er, ¿por qué?", le pregunta Harry, dejando caer sus puños y sacudiendo su cabeza hacia Ginny, quien todavía está cepillando sus dientes con furia y empezando a verse como si estuviera echando espuma por la boca. Inmediatamente, empuja ese pensamiento fuera de su cabeza antes de que comience a divertirlo. Con toda seriedad, ni siquiera había notado el cabello de James hasta que Ginny lo señaló.

"Porque le agradas más de lo que yo le agrado", le dice en voz baja, cesando su cepillado.

"¿Hablas en serio?".

Ella hace una pausa y limpia su boca. Suspirando. "A veces creo que sí".

"Ginny, no seas boba. Él ama a su mamá". Harry hace caso omiso de su camisa y da un paso hacia ella. "Y no sabía nada al respecto. Para ser honesto, ni siquiera lo noté en el auto". Extiende su mano, con su estómago anudado, y desliza una mano alrededor de su cintura. Tratando de jalarla hacia él, pero ella se sostiene a sí misma rígidamente, resistiéndose.

"Ni siquiera lo notaste", suspira, casi demasiado bajo como para que él la oiga. "Demasiado ocupado como para notar todo lo demás".

Sus ojos están cansados y decepcionados, y se permite a sí misma apoyarse contra Harry por un segundo o dos. Su aliento es cálido contra su desnuda piel y él desliza sus dedos a través de su cabello... siempre ha amado su cabello. Se siente como la seda y huele a coco, como hace veinte años, como un abrazo familiar que ya no logra sentirse correcto.

"Simplemente estoy agotado", dice contra la parte superior de su cabeza. "Vamos a dormir un poco".

Es un ruego, no una petición. No es una sugerencia. Ella se hunde. Asiente. Cede.

Cuando se suben a la cama, Ginny inmediatamente le da la espalda y se curva en una forma de apretada 'C' para dormir. No es nada personal, él lo sabe. Ella siempre duerme de esa forma. Débilmente recuerda un tiempo en el que solían dormir en una saciada maraña de brazos y piernas enroscadas juntas y con los rostros cerca, pero no ha sido así durante muchos, muchos años.

Agotado, Harry apaga las luces y da golpecitos a su grumosa almohada para acomodarla. En la oscuridad, puede ver las luces de Navidad brillando desde el pueblo sobre la escarcha, y sonríe cansadamente antes de dejar que sus ojos se cierren.

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Alguien está llorando.

Confundido, Harry mira a su alrededor por el sonido y entonces jala aire bruscamente. Él conoce este lugar. Ha estado aquí muchas, muchas veces antes. Siempre es lo mismo.

"... No puedo hacerlo... no puedo... no va a funcionar".

Harry observa, aún cuando sabe lo que verá. Siempre es lo mismo. El fantasma de la preocupación y la pálida y angustiada figura inclinada sobre el lavabo. El chico. Y está llorando.

"... Él dice que me matará".

Las palabras hacen eco una y otra vez hasta convertirse en algo sin sentido. Él espera, congelado en el suelo, a sabiendas de lo que vendrá después y sin embargo siendo incapaz de cambiar ni una cosa.

Él se vuelve, ve a Harry, y la habitación se inclina y difumina.

Hay cosas estrellándose y gritos y agua por todas partes. Hay, "¡Basta! ¡No! ¡Alto!", pero la maldición vuela desde su varita de todos modos, la siente, y no puede respirar, y entonces sólo hay sangre. Tanta sangre. Filtrándose a través del blanco algodón y haciendo terroríficos patrones arremolinados en el agua.

"No", susurra una y otra vez como si esa fuera la única palabra que puede recordar cómo decir.

Cortas y superficiales respiraciones. Dedos arañando. Un destrozado momento de contacto visual. Snape.

La habitación se arremolina repugnantemente y Harry se está arrastrando a través de un oscuro pasillo, apenas respirando, los dedos curvándose en la capa frente a su cara. Los dedos están manchados con sangre seca, las uñas mordidas hasta la carne viva. Un tramo de escaleras y una luz.

Algo está mal esta vez. Algo es diferente. Da un paso hacia la luz y el mundo se disuelve.

"Oh", jadea, sacudiéndose en la conciencia. Con el corazón desbocado, parpadea en la oscuridad y se enfoca en los preocupados ojos de Ginny mientras ella se inclina sobre él, apoyada sobre un codo.

"¿Estás bien?".

Harry asiente y frota sus ojos. No es la primera vez que ha estado de vuelta en ese baño y sabe que hace mucho tiempo usó la paciencia de su esposa para discutirlo. Supone que debería de haberlo visto venir esta noche, no que eso hubiese ayudado.

"Sí", le dice eventualmente, con los ojos parpadeando hacia el reloj en la mesita. Son sólo después de las diez treinta, no pudo haber estado durmiendo todo ese tiempo. Suspira, preparándose para el frío mientras se levanta. "Creo que sólo iré a dar un rápido paseo... a tomar algo de aire", le murmura.

Mientras se viste, jalando sus ropas abandonadas por el suelo y haciendo una mueca por la temperatura de la tela contra su piel, le lanza una mirada a Ginny, quien lo está observando silenciosamente en la oscuridad. Su rostro está atrapado en algún lugar entre la preocupación y la exasperación. Piensa que quiere decirle algo, pero después de un momento sólo se enrosca de nuevo en sí misma y mira hacia la pared.

"No será mucho tiempo", le ofrece Harry en el silencio.

Sus errantes jornadas nocturnas de años están muy por debajo él, pero los instintos vuelven en un instante, y encuentra una tranquila emoción en hacer su camino a través de la casa sin hacer ni un sonido. Agarrando un pesado abrigo y poniendo una cálida bufanda de lana alrededor de su cuello, camina hacia la noche y deja que la puerta se cierre silenciosamente detrás de él. El aire lo golpea mientras comienza a caminar, pero huele y prueba el delicioso y fragante frío en la parte posterior de su garganta y el claro, estrellado y brillante cielo lo saca por el camino de su entrada y hacia el pueblo, con la cabeza inclinada hacia atrás y las manos metidas en los bolsillos.

La helada más temprana ahora se ha asentado de veras y brilla imposiblemente en cada superficie. El pueblo brilla como una joya en la oscuridad y mientras Harry se dirige hacia ella, difícilmente puede parar de recordar que una Navidad, él y Hermione la habían pasado en el Valle de Godric. Exhalando despacio, su aliento se encrespa frente a él, inestable por un enredo de tristeza, alivio y nostalgia en la boca de su estómago.

No se supone que esto le ayudará a pensar demasiado en eso. No se supone que el tener pesadillas sobre Draco maldito Malfoy le haga mucho bien, tampoco, pero sabe que es tan útil como un Encantamiento Animador contra una Imperdonable.

A medida que se aproxima a la taberna del pueblo, la suave luz y el cálido parloteo derramándose desde adentro le hace dolorosamente consciente de cuán jodidamente temprano se va a la cama en estos días. No recuerda cuando sucedió eso, tampoco, pero sospecha que tuvo algo que ver con tener hijos. Tiene una mano sobre los vitrales de la puerta, cuando alcanza a ver un movimiento por el rabillo de su ojo.

Se gira.

Justo al otro lado del camino, un viejo y encorvado hombre está bajando de la acera, bajando un inestable pie y luego el otro sobre el congelado asfalto. Echa una periódica mirada entre la carretera y la taberna, dispuesto a alcanzar su destino más cercano, y Harry vacila, inseguro de si una oferta de ayuda le ofenderá.

"Diantres", murmura el hombre, perdiendo su equilibrio; se tambalea por un momento y entonces sus piernas salen disparadas desde debajo de él. Harry actúa sin pensar, lanzando un hechizo desde el interior de su abrigo para frenar la caída y se lanza hacia la carretera para agarrar los hombros del hombre antes de que toque el implacable suelo.

El anciano gruñe con sorpresa. Harry sabe que probablemente es un Muggle y sabe que probablemente no debería de haber interferido, pero es difícil romper el hábito de toda una vida.

"¿Estás bien?", le pregunta Harry, enlazando sus brazos bajo los hombros del hombre para levantarlo sobre sus pies. Es asombrosamente ligero, y parece como si su zarrapastroso e impermeable abrigo constituyera una buena proporción de su peso. Huele como a hojas podridas y a humo, y su barba roza la barbilla de Harry mientras levanta la mirada con unos ojos que son casi opacos ante el claro de la luna.

"Eso parece, joven", le murmura, con un suave acento local coloreando sus palabras. "Gracias. Ahora ayúdame a cruzar la carretera para que pueda comprarte un trago".

Harry se detiene, sorprendido, y desde algún lugar dentro de la maraña de barba, una boca se abre en una sonrisa y revela varios y destellantes dientes de oro.

Todo esto es muy extraño, piensa, pero entonces... ha sido uno de esa clase de días.

Abrazando la locura.

"Entonces, estás bien", le dice animosamente, dando cuidadosos pasos hacia el pavimento y dejando que el anciano se incline pesadamente contra su costado. "Voy a tomar una pinta contigo".

El hombre se ríe. Mientras se aproxima al vestíbulo de azulejos de la taberna, se gira y sacude su cabeza hacia Harry.

"Oh, no, joven. ¡Esta noche es una noche de ginebra!".

Harry parpadea. Sin decir nada. El hombre jala la puerta abriéndola con un crujido, y dejando escapar una ráfaga de cálido y cervecero aire que baña el rostro de Harry. Inhala la confortante mezcla de aromas y se encoge de hombros, siguiendo al hombre arrastrando los pies y avanzando hacia la barra.

La taberna está rebosante, animada con el parloteo de los aldeanos muggles y uno o dos rostros locales que reconoce de su propio mundo, está Camille Roth, una dulce ancianita que vende excelentes remedios y pociones caseras en su casa de campo a la orilla del río, bebiendo jerez dulce y coqueteando descaradamente con Eddie, el barman de mediana edad. En una esquina, manteniendo aparentemente una conversación con su labrador negro, está Grady, el curioso del pueblo. Para Harry, él siempre ha sido bastante ordinario, aunque un poco excéntrico, con su levita púrpura y sus siempre presentes acuarelas, pero supone que su definición de lo que es ordinario ha sido sesgada desde hace un largo tiempo.

Grady levanta la mirada de su conversación y ondula su mano con tanta fuerza que la manga del abrigo se arrastra sobre su brandy. Harry regresa su saludo a través de la habitación, alejando la mirada intencionadamente cuando ve la punta de una varita emerger para separar el brandy del terciopelo. No está de guardia esta noche, después de todo, y ni siquiera quiere pensar en qué tan horrorizado estaría Jeremiah de Uso Indebido si estuviera aquí.

Porque él no lo está.

No hay nadie aquí que lo conozca aparte de Grady y la señora Roth... y la mitad de aquellos otros rostros suavemente iluminados, ahora que mira a su alrededor. Y el anciano del abrigo impermeable, donde quiera que esté. Harry da la vuelta lentamente por el lugar, dándose cuenta de que ha estado nadando en su propio mundo desde hace algún tiempo, y no hay ninguna señal de su nuevo amigo. Así que está empezando a pensar que quizás esto sea lo mejor, no está seguro de qué tan bien su mimado sistema digestivo lidiará con la inesperada ginebra en una noche entre semana, cuando siente un golpecito, o más bien un empujón, sobre su hombro.

"¿Todavía no has encontrado una mesa?", le demanda una suave y reprimente voz, y el hombre le escruta con pálidos ojos desenfocados. "Vamos, muchacho, vamos".

Harry reflexiona que nadie lo ha llamado 'muchacho' en un muy largo tiempo, y aunque sabe que es un término relativo y nada más, lo hace sentir un poco más joven a sus treinta y siete años. Esto le hace olvidar, momentáneamente, que es un hombre con tres ruidosos hijos, un aburrido trabajo de escritorio y una insatisfecha esposa.

Mira a su alrededor rápidamente. Lugares. "Hay uno por aquí", le dice, zigzagueando entre las risas, la tintineante multitud en la taberna y se desliza en el asiento vacío junto al fuego. La madera es vieja y dura, fisurada y desgastada bajo sus dedos, pero el largo cojín sobre el asiento es lo suficientemente suave para sus cansados huesos. Inclinándose hacia atrás, abre la cremallera de su abrigo y pone sus pies encima de una tabla baja en frente de él.

"Hmm", el anciano gruñe con aprobación, antes de desplomarse al lado de Harry. Los pesados vasos en sus manos están tan llenos que la simple acción envía el líquido claro chapoteando a través de su abrigo. Harry se encoge, pero el anciano ni siquiera pareció darse cuenta. "A tu buena salud", le dice, empujando un vaso en la mano de Harry y levantando el otro en la propia.

"Erm... a la buena salud", le hace eco Harry, levantando su vaso. Ni siquiera está a medio camino de su boca, antes de que el hedor del ordenado alcohol inunde sus fosas nasales y haga a sus ojos picar. Se detiene, tragando nerviosamente, pero extrañamente los intensos ojos están posados sobre su vaso, mirando expectante hacia Harry mientras traga su propia bebida. Harry descansa su cabeza contra la dura parte posterior del asiento e inhala, pensativo.

El hombre apenas puede ver o caminar, y sin embargo hay una pequeña parte de Harry que siempre es desconfiada con los extraños, incluso en aquellos días cuando no había peleado en una guerra o atrapado a un criminal en años. Su cabeza está llena de preguntas. ¿Quién es él? ¿Qué es lo que quiere? ¿Qué tan bueno puede salir para beber ginebra pura en este momento de la noche?

Y después otra: ¿En qué clase de paranoico, aburrido, viejo... culo hirviente me estoy convirtiendo?

Divertido a pesar de sí mismo, Harry se permite una sonrisa, toma una respiración profunda y un aventurero trago.

"Esto, te va a hacer bien", le aconseja el anciano, y cuando Harry balbucea, tose y de alguna manera se las arregla para inhalar la ginebra a través de su nariz, él suelta una carcajada y palmea a Harry sobre el muslo con una nudosa mano.

"¿En serio?", le dice Harry débilmente, limpiando su boca con el dorso de su mano. "¿Qué te hace decir eso?".

Hay otro abundante trago, y luego: "Lo que es bueno para la miseria, es la ginebra".

"¿Qué?".

"Miseria, joven hombre, puedo decirlo por la manera en que estabas caminando". El cabello y la barba gris asienten seriamente. "Lleno de ella. Y como mi madre siempre dijo, en paz descanse, 'Cuando eres miserable como el pecado, quiébrate con la ginebra'".

Harry le sonríe abiertamente. "Nunca he oído eso antes".

"Bueno, no importa. Aún es un buen consejo. Bebe, hijo", le dice, inclinando su cabeza hacia atrás y drenando su vaso.

Harry piensa que debe estar imaginando el comienzo de una cálida languidez arrastrándose entre sus venas y una creciente sensación de bienestar, porque incluso mientras fuerza al resto del alcohol a bajar en un esfuerzo por mantener el ritmo, él realmente no ha tomado todo eso... o tanto...

... examina el vaso vacío calmadamente. Es un vaso muy grande. Suspira. Realmente ya no está acostumbrado a este tipo de cosas, si es que alguna vez lo ha estado en absoluto, pero mientras el hombre toma su vaso y va rengueando hacia la barra, rechazando el dinero o las ofertas de ayuda de Harry, él descubre que ya no está demasiado preocupado sobre esto.

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"De todos modos, ¿cómo exactamente camina una persona miserable?", le pregunta Harry, acunando su tercer o posiblemente cuarto ginebra sobre sus rodillas y frunciendo el ceño.

"De esta manera", le dice el hombre, arrugando su rostro y tambaleándose rígidamente de lado a lado en su asiento, derramando aún más ginebra sobre su abrigo y los pantalones de Harry.

Harry frota vagamente en la mancha de humedad y se ríe. "No soy miserable... yo sólo... he tenido un día difícil", le dice resueltamente.

"La vida es difícil", opina su compañero, y Harry asiente.

"Lo es. Es difícil. Y las cosas resultan sorprendentes... ya sabes... ¡flash! ¡Bang!", le dice Harry, agitando su mano libre alrededor de forma ilustrativa y maravillado por las luces que parecen seguir a sus dedos a través del aire.

"En realidad, es muy parecido a pescar", llega el murmullo desde junto a él, y Harry suspira, sacudiendo la cabeza tan vigorosamente que le duele.

"No hay nada de sorprendente en la pesca".

"Eso es lo que tú crees", le dice el anciano misteriosamente.

Harry quiere preguntarle, realmente lo quiere, pero por alguna razón se encuentra a sí mismo diciendo: "No quise decir... el pescado es una clase de sorpresa. Quiero decir... no sé lo que quiero decir".

"Estoy seguro de que sí lo sabes. Los hombres jóvenes suelen hacerlo". La barba tiembla y el anciano tose en su mano mientras una vez más recoge los vasos vacíos y deja solo a Harry.

Estira sus piernas, tratando de calentar sus pies en las agonizantes brasas que la chimenea tiene, muy cortésmente, piensa, permitiendo que su compañero se siente. Exhalando lentamente, mira a su alrededor, la taberna todavía está llena, hasta que las luces y la arremolinada alfombra empiezan a hacer que se sienta mareado. No está seguro de qué hora es, pero para la vida que lleva, no puede recordar por qué de todos modos eso sería importante. Su cabeza está llena de suaves, dulces y ondulantes fotos de peces, Lily y su gato, Ginny -una joven Ginny- riendo, destellos de escarcha, autobuses llenos de viejecitas y Malfoy, Malfoy, Malfoy.

Harry se sobresalta, parpadeando. Su boca tiene un sabor pegajoso y seco pero aún así acepta el refrescante vaso y lo eleva hacia su boca.

Por la miseria. Aparentemente.

"¿Alguna vez te has preguntado si las cosas habrían sido diferentes... si hubieras hecho algo más?".

El anciano se desplaza pensativamente a su lado, con el antiguo abrigo y sus viejos huesos crujiendo. "Depende de las cosas... en el algo, supongo".

Harry juguetea con sus puños y suspira. "Hay alguien a quien pude haber ayudado... hace mucho tiempo. Siempre me estoy preguntando si... si hubiera ayudado... las cosas hubieran sido... ya sabes", Harry se calla, desgastado por el esfuerzo de buscar las palabras correctas.

"Perdona mi rudeza", le murmura el anciano, entrecerrando los ojos hacia Harry. Sus ojos ahora están positivamente lechosos, como los de Aragog , Harry se encuentra a sí mismo pensando. "Pero, ¿por qué no ayudaste cuando tuviste la oportunidad?".

El corazón de Harry se tuerce y deja que sus hombros se levanten y caigan sin decir una palabra.

"Lo sabes", le gruñe el hombre. "Bebe tu ginebra".

"Miedo", murmura Harry, más para sí mismo que para cualquier otra persona. "Estaba asustado". Arroja el resto de su trago por su garganta justo mientras la campana suena para los últimos pedidos.

"¿Uno más para el camino?".

Harry se ríe con inquietud. "Realmente no creo que deba. No, a menos que quiera... um... caerme".

"Como quieras", le dice el anciano con tono áspero. "Tal vez podrías ayudarme a llegar a mi puerta... es una de aquellas casas de campo a través del camino".

"Absolutamente", murmura Harry a través de los gruesos y engominados labios. "No hay problema".

Muy cuidadosamente, cauteloso ante la confiabilidad de sus propias piernas, se levanta y maniobra a través de la taberna, con el anciano tambaleándose justo a su lado. Cuando abre la puerta, el frío aire lo conmociona, inmovilizándolo por unos buenos segundos, y cuando empieza a caminar de nuevo, de alguna manera el mundo se siente como si se hubiera inclinado todavía más que antes sobre su propio eje.

"Sólo un poco más allá, muchacho". El anciano le señala, agarrando el brazo de Harry, entrelazándolos juntos, con una traicionera marcha sobre el helado suelo, resoplando calientes corrientes de aire y haciendo una conversación suave y sin sentido.

En la entrada, el anciano abre la crujiente puerta y hace una pausa, levantando la mirada hacia Harry con el entrecejo fruncido, como si llegara a una decisión trascendental.

"Eres un buen muchacho", le dice, todavía con el ceño fruncido.

"Gracias", murmura Harry, extrañamente afectado.

"No me lo agradezcas todavía. Voy a hacerte un favor... pero hay reglas, ¿entiendes?".

Harry inclina su cabeza hacia un lado, sólo para ver si la declaración tiene más sentido de esa manera. "¿Hm?".

"¡Reglas!", la enmarañada barba erizándose ante una repentina brisa helada. "Regla número uno, no decirle a nadie. Regla número dos, no decirle a nadie. Regla número tres, lanza chispas rojas si me necesitas".

"No tengo ni idea de lo que estás hablando", protesta Harry.

"No te preocupes por eso, por ahora, ¿eh?", el anciano le da una palmadita a su brazo y lo arrastra en sentido opuesto a su sendero del jardín, tanteando la puerta para encontrar el ojo de su cerradura. Harry lo observa ligeramente borroso y en silencio. "Ve a la cama, Harry".

"Buena idea", le dice Harry a la noche mientras la puerta de la cabaña se cierra de un portazo, dejándolo solo.

Se detiene en el corredor, deslizando sus manos dentro de sus bolsillos e inicia caminando por el pasillo. Cuando se permite volver al dormitorio, se desviste y se arrastra bajo las sábanas, Ginny ni siquiera se remueve.

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Ahí está esa luz de nuevo. La que está en la parte superior de las escaleras. Da un paso, y otro y otro.

Atemorizados y pálidos ojos en la oscuridad.

Sin ocultarse ahora. "¿Qué carajos estás haciendo aquí?". El susto convirtiéndose rápidamente en ira y luego en curiosidad.

Sentándose sobre un duro piso, y con palabras que se está esforzando tan duro para escuchar.

Un sonido que nunca había oído antes, un brillante sonido, y luego alguien le está llamando, y todo se disuelve.

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Harry yace tan completamente como puede, sin atreverse a abrir sus ojos. Se siente más repugnante de lo que recuerda haberse sentido en casi veinte años. Tanta jodida ginebra. Puede degustarla en su garganta, en su boca, en el revestimiento de su árida y punzante lengua.

"No", declara firmemente hacia lo que definitivamente es un dormitorio vacío, a juzgar por su perezoso andar a tientas sobre las sábanas. "Sólo... no".

¿Realmente pasó la noche bebiendo con un extraño anciano? Harry suspira y levanta sus manos con algo de esfuerzo para frotar sus ojos. Todas las señales apuntan a que sí.

"¿Vas a pasar todo el día en la cama sintiendo lástima por ti mismo, perezoso bruto?".

Harry salta. Sus ojos están todavía apretados y bien cerrados, pero si sabe algo, sabe que esa ciertamente no es la voz de Ginny. Con el corazón desbocado, muerde el interior de su boca y piensa rápido, definitivamente se las arregló para llegar a casa ayer por la noche, así que, ¿por qué hay un extraño hombre en su dormitorio?

Un hombre que está suspirando y sentándose en el borde de la cama. "Puedo decir cuando estás pretendiendo estar dormido, sabes", le dice, y suena como si estuviera sonriendo. "He tenido diecisiete años de práctica".

El estómago de Harry se voltea. Aprovechando las pocas hebras de fortaleza que la resaca le ha dejado, se revuelve hasta una posición sentada y obliga a sus ojos a abrirse. Y parpadea. Y frota su rostro, preguntándose si es posible que todavía esté dormido.

"Bueno, no te ves saludable", le remarca Draco Malfoy a centímetros de distancia.

"¿Qué carajos estás haciendo aquí?", demanda Harry, trayendo sus rodillas hasta debajo de su barbilla, sintiéndose expuesto pero aliviado de que esté usando bóxers. Y horrorizado de que no esté usando ninguna otra cosa.

Malfoy levanta una ceja, pero no parece agitado en absoluto. "No hay necesidad de eso. Regresé por mis notas, eso es todo. Quienquiera que programe una reunión para las nueve de la mañana, tan cerca de la Navidad, genuinamente merece ser arrojado dentro de un jodido volcán activo".

Mientras habla, Harry se toma un segundo para echar un vistazo alrededor de la habitación y es inmediatamente obvio que este no es el dormitorio que comparte con Ginny. Este dormitorio es más grande y más iluminado y se ve a la vez tan familiar y todo equivocado. Y tiene a Draco Malfoy en él.

Un diferente Draco Malfoy, admite, él se ve más joven y más feliz que el hombre en el Profeta o el hombre en la estación del tren, pero Draco Malfoy, no obstante. Con las entrañas en nudos y tratando de no entrar en pánico, Harry inhala profundamente y decide volver a intentarlo. La última respuesta no parece tener sentido en absoluto, y una parte de él, una pequeña parte que llama razón, le dice que enojarse no va a ayudar aquí. Si Draco Malfoy no ha, de hecho, invadido su dormitorio, entonces potencialmente hay algo muy extraño sucediendo.

"Quiero decir, ¿dónde está Ginny?", intenta.

Malfoy frunce el ceño. "¿Qué?".

"¿Dónde está Ginny?", le repite, cambiando de posición para que pueda deslizar sus pies en el suelo, necesitando de la solidez. "¿Qué demonios está pasando aquí, Malfoy?".

"¿Malfoy?", le sonríe satisfecho, al fin una expresión que Harry reconoce sobre su rostro. "Oh, ya veo...".

De repente hay una mano sobre el muslo desnudo de Harry. Una cálida mano. La mano de Malfoy. Y el mismo Malfoy está lo suficientemente cerca como para olerlo (a limpio, a pasta de dientes mentolada y a cítricos), lo cual es toda una clase de equivocación y la luz sobre sus ojos martillea el significado a través del cerebro de Harry, lo suficientemente fuerte como para hacer que duela. Rápidamente, se revuelve fuera de su alcance y se pone de pie.

"Ah... en serio, er, Draco, ¿dónde está Ginny?".

Malfoy le lanza una mirada muy extraña. "Ginevra está en su casa, con su esposo e hijo, espero". Hace una pausa, levantándose de la cama y pasando pensativo una mano por su cabello, la que inmediatamente descansa nuevamente sobre sus ojos.

"¿Con su...?", susurra Harry, pero es interrumpido.

"Siempre eres tan extraño cuando te has tomado un trago... Voy a tener que preguntarle a Blaise qué puso en esos cócteles". Malfoy suspira y agarra a Harry por la muñeca, arrastrándolo cerca y colocando un suave beso a través de su boca antes de que pueda reaccionar. "Te veré esta noche".

Con eso, se da la vuelta y anda con paso majestuoso fuera de la habitación, con un abrigo largo y una bufanda a rayas vapuleando detrás de él. Harry observa, inmóvil, una mano subiendo lentamente para rozar sus labios. No tiene idea de lo que está pasando aquí, dondequiera que esté, pero probablemente tiene algo que ver con la ginebra.

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N/T: ¡Que tengan una excelente semana!

Gracias por tomarte unos minutos para leer.