No sabía lo que pasaba, ni le importaba mucho menos cabe destacar, mas cuando se levanto de la cama, y dio un grito al cielo al no encontrar ninguna de sus consolas u aparatos electrónicos conoció la desesperación a sabiendas de que estaba en un gran problema. Sintió como la temperatura de su cuerpo bajaba con cada segundo que pasaba sin ingresar al mundo de la red, donde sus verdaderos amigos la esperaban.

Corriendo, bajó al primer piso buscado hasta en la mismísima basura el lugar donde su madre (o su hermano, siendo este la opción mas razonable, contando los múltiples problemas en los que la azabache le había metido) había optado por guardar ( o desechar) sus preciados aparatos.

Al parecer se encontraba sola, era un viernes y su escuela había optado por darles el día libre a los alumnos como incentivo por los anteriormente presentados exámenes.

Regresó a su habitación, con la leve ilusión de que su madre le había jugado una broma y había escondido sus cosas, mas después de buscarlas hasta dentro de su ropa interior, no encontró nada.

No sabia que hacer, ya que su vida giraba en torno a la Internet y los videojuegos. ¿Que haria ahora?

Dio un leve suspiro mientras buscaba en sus cajones algo que le fuese útil para pasar el rato mientras su madre regresaba de donde esta se encontrase, sin saber si tardaría milenios o llegaría pronto. Supuso que seria lo segundo, puesto que no había dejado nada para comer y la hora del almuerzo se acercaba y ella no cocinaba desde que se incendio el sartén por su culpa.

Observó el reloj nuevamente. 14:18 PM, había pasado una tortuosa hora desde que se había levantado, una hora donde el hambre y la desesperación al estar ''desconectada'' se hicieron mas que presentes.

Pensó en salir, aunque la idea se desecho casi inmediatamente al observar como las tipejas de su escuela paseaban cerca de su casa, y le agradecía a algún omnipotente de que estas no supieran sobre su residencia.

Se había resignado a que su madre no llegaría, y aunque las chicas le miraran debía salir, ya que de lo contrario de seguro y le daba un paro cardíaco.

No se preocupo mucho por su apariencia, entre mas irreconocible mejor, pensó.

Armándose de todo el valor que nunca tuvo, apretó con fuerza la perilla de la puerta y la abrió, cegándose instantáneamente por los rayos del sol sobre su rostro.

Se dirigió a un parque, casi corriendo, por la necesidad de no ser descubierta por alguien de su sala.

Una vez allí, sentada sobre una cálida banca de madera, dio otro suspiro. Su madre si que sabia hacerla sufrir. Pero, estando allí no se quejaba demasiado, era un lindo día y algunos animales había optado por acercarsele y hacerle cosquillas en los pies descalzos.

Después de todo, salir no fue una tan mala idea.

Aunque aún asi tenia hambre.