Gracias para quienes han comentado. Perdón por la tardanza, pero mi tiempo de pruebas se acabó hace dos días, y tengo vacacionessss! e.e


Capítulo 5: Rodeada de Actores.


1.

La fila de personas se difumina cuando entramos en área social. Tamarin se interesa por otra mentora y Ambreal parece tener sus propios asuntos con el encargado de los caballos.

No encuentro un lugar para asentarme con comodidad hasta que un cuerpo extraño y viscoso se posa sobre mi hombro, lo que hace a una de las estilistas chillar.

- ¡Cuidado chica! Que no te estropee el peinado –habla la señora con voz lastimera, como si le doliera a ella.

De inmediato camina hacia mí mientras me volteo para descubrir a mi interceptor.

Es un caballo. Al parecer me acerqué mucho a la línea de equinos bien amarrados junto a la paja de cena que tienen. Uno de ellos, uno blanco crema, ha hallado confort en mi hombro. Mi primera reacción es ahuyentarlo, pero en el instante en que lo observo a esos ojos profundos, lo veo instantáneamente como un amigo.

Es extraño que me sienta así, por lo general los tributos afines con cuadrúpedos son los del diez. En cambio, yo sólo veo gatos y perros, con suerte vacas en el Distrito Cuatro.

- Debes tener más cuidado. –El tono de la mujer no me complace. Me abstengo de ocultar mis oídos siguiendo mero respeto y acobardada de la posibilidad de ser fichada como alguien poco complaciente. Algo me dice que estos sujetos chismorrean hasta cuando van al baño.

- Sí, perdón.

- No te disculpes conmigo, hazlo con tu estilista luego, si ve que su trabajo lo ha intervenido un animal. Somos muy perfeccionistas Anne Gabrielle.

¿Por qué sabe mi nombre? Ah, todo el Panem me vio llorar hace unas horas. No pasé desapercibida.

Nuevamente resuena en mi cabeza mi nombre. Queda en la punta de la lengua la corrección espontánea cuando retoma las palabras, luego de humedecer sus labios fucsias con una capa de brillo.

- Soy Geraldine por lo demás –se introduce mientras extiende la mano hacia mi vestido-. Estilista en Jefe del Distrito Once.

La sonrisa que la adorna es tan similar a todas las que he divisado que no tengo nuevas sensaciones. Sólo una vaga familiaridad.

- Creo que ya sabes mi nombre.

Sonríe, no te cuesta nada. La mujer puede tener parientes millonarios.

- Por supuesto que lo sé, dulzura, te vi en televisión ayer. No sabes cuánto envidio a Ambreal porque le pertenezcas, con esos ojos y trasero tuyos se pueden hacer maravillas estéticas.

Hay dos términos o sub ideas que me dejan flipando. La primera es la enunciación de que le "pertenezco" a Ambreal. Escalofriante pero no tan extraño. La segunda es que tenga un trasero que posibilite las maravillas de la anatomía, creo que nunca lo había escuchado. ¿Qué me creció durante la noche en tren?

- Gracias. –No sé muy bien por qué lo digo, pero es mi reposición automática desde hace horas. No hay temas de conversación a mi alcance a menos que ellos inviertan en algo.

De repente, capto ciertas pisadas acercándose más del límite personal.

- Eh, estilista, ¿no deberías estar ayudándome a mí?

Un chico con la tez morena tostada y descomunales ojos verdes se planta a mis espaldas sin prestarme mucha atención. Tiene cara de pocos amigos.

- Por supuesto Andro, sólo charlaba con Anne Gabrielle. Es del Distrito Cuatro por si no la recuerdas –me presenta Geraldine entusiasmada.

El chico –al que ya reconozco como del Once- me echa un vistazo rápido. No alcanza tintes despectivos, pero sigue sin captarme como algo más que un adorno en el paisaje.

- Sí, lo sé. Profesional. –Esto último sí que no suena muy amigable. ¿Qué no me vio llorar en la Cosecha?

- Tienes que aprender a sociabilizar con la gente Andro, no todos aquí pretenden acuchillarte. Anne tiene un rostro muy amigable, mira esos ojos, podrían salir ambos juntos en las fotos.

- Ya lo creo, haríamos la mejor pareja explosiva. Ahora larguémonos.

No hago intervención alguna en el diálogo, pero sí se me ocurren bastantes que ponen en duda ciertos ideales de la estilista. Andro por el otro lado, parece aborrecer la conversación tanto como yo. Al igual que a Geraldine, me gustaría aclararle un par de puntos, pero no pretendo hacer un gran debate de todo esto.

Lo siguiente lo efectúo en base a pura conveniencia de todos.

- Creo que mi estilista me llama, ya va a comenzar el evento.

Andro confiesa su felicidad mediante un rostro poco disimulado, mientras Geraldine se encoge de hombros. Nuevamente saca en una maniobra imperceptible el labial para aplicarlo. Al parecer surge desde su cabello, pero no he podido notarlo.

- Será mejor que nos vayamos, Andro. Delilah te estará esperando junto al carro. ¡Mucha suerte Anne Gabrielle!

"Es Annie".

Pasan pocos segundos de vagabundeo mientras describo un círculo de más o menos un metro de diámetro en torno a un eje que acabo de inventar. Me parece extraño que el vestido siga en su lugar, le he dado muchos tirones, ya comienza a incomodarme. También el peinado osa jalar cabellos específicos en los bordes del área peluda, lo que me desespera.

Varios adolescentes pasan por mi lado, agobiados por sus apariencias, obviamente preocupados por lo que sucederá luego. Oigo a estilistas consolando y reparando el daño temporal. Esto es un caos, sólo hay pocos grupos constituidos por gente realmente calmada, que mantiene una conversación.

Pero otro cuerpo se posa en mi hombro, esta vez en el otro.

- ¡Buenas noches!

La voz fuerte y aguda me estremece.

Es Malin, la chica del Dos. Sus rulitos rubios se acoplan en gran parte de mi marco de visión. ¿Le habrán puesto alguna loción?

- Hola –digo tímidamente, lo que no pretendía, pero su presencia me intimida.

- Soy Malin Larkspur. Voluntaria del Dos, seré la líder de los Profesionales. Vine a hablarte en caso de que te incluyamos. La conversación aún no está hecha.

¿Qué?

Las palabras se atropellan entre sí, eso sumado a la poca contextualización del mensaje modela una confusión aún más notoria. Malin continúa sonriendo -¿qué todos sonríen aquí durante todo el día?- mientras ciertas personas se mueven a nuestro alrededor. Creo que ya sí que es nuestro turno de actuar.

- Disculpa, ¿Qué has dicho? –Intento mantenerme lo más cordial posible, aunque en el fondo la chica no me agrade mucho.

- No importa. –Uno de sus rulos cae sobre su cara y se toma un segundo de reproche en volver a ubicarlo. Cuida la loción, amiga. – También quería hablarte, o mejor dicho preguntarte acerca de Darnell.

- ¿Por qué no vas con él?

Suspira como si yo fuera una tonta por no leerle la mente.

- Pues tiene cara de pocos amigos, y tampoco quiero que me grite en la cara, no se vería bien.

En ese instante gozaría que Tamarin o Ambreal estuvieran conmigo, ambas me inspiran cierta confianza, la que requiero para comunicarme con Malin. Suena penoso, pero al denominarse Profesional se roba un poco el aura interpersonal de su interlocutor.

De repente, en medio de uno de mis vistazos habituales al alrededor, veo al caballo de antes mirándome fijamente. Me pone nerviosa al instante. Los ojos oscuros me acosan como dentro de un trance, en ese momento no pondero que podría tratarse de una simple práctica equina, más que la breve aparición de un halo a mi alrededor.

Pero continúo paranoica, como siempre lo soy. De un segundo a otro, al cruzar miradas con otras personas, me siento observada. No sé si es la chica de diez u once, pero me mira con los mismos cristales que el caballo. Mi espalda se estremece y tardo en enfocar la vista en Malin, quien me ha estado hablando todo el tiempo.

- …así que podrías preguntarle, estaría muy agradecida. –Sella el discurso con un leve asentimiento.

Chasquea luego dos dedos a centímetros de mi rostro.

Me espabilo de golpe, y es ahí cuando noto sus irises fríos y algo desproporcionados al resto de su rostro, mirándome más concentrados que el mismo caballo de antes.

- Hola, Anne, ¿estás escuchándome?

Digo lo siguiente con toda sinceridad, de la que luego me arrepentí.

- Emmm, ¿no? –Definitivamente tengo que aprender a balancear mis tonos de voz. Surge pretencioso y altivo cuando menos me lo propongo.

- ¿Disculpa?

El rostro de estupefacción es palpable. Puedo incluso velar por un par de rulos que salieron del enrejado de loción fijadora. Ojos entornados y cuello tenso se plantan frente a mi trémula presencia.

- Perdón, perdón, estaba distraída. ¿Puedes repetirlo por favor?

Algo me dice que esa modestia y humildad combinan mucho con el esquema que pretendo desfigurar en la corta relación que hemos compartido. Si complazco sus arrebatos, seguirá viéndome en menos. Y eso quiero que no sea así, ignorando un poco la predisposición del asunto.

- Está bien. Quería que hablaras con Darnell para preguntarle si está interesado en unirse a los Profesionales. El Distrito Cuatro ha sido algo ineficiente últimamente, pero él tiene al menos potencial televisivo.

Como en anteriores conversaciones, hay varios puntos en las últimas oraciones que me cuadran algo altaneros y desconsiderados, pero hacérselo ver sólo marcaría un blanco en mi espalda.

¿Pero Darnell? No sé qué es lo que más me sorprende, que uno de los chicos no se haya acercado y que hayan asumido que yo tengo una relación cercana con él, o que pida mis servicios cuando con suerte me ha mirado antes de esta situación.

- Lo haré. –Conciso, no más en el tintero. Luego decidiré si darle en el gusto.

- Gracias, Anne, nos vemos luego.

Admirable por su cortesía, pero aun así no distingo nada genuino en ella. Por otro lado, eso ayuda a visualizarla como la líder de los Profesionales. Esas figuras no son líderes carismáticos ni nada parecido. He visto suficientes ediciones como para saberlo.

No espero más y apuro el paso hacia el resto de mi equipo cuartino, con la voz chillona de Malin aún resonando en los resquicios de mi cerebro. Ambreal me recibe con pestañas movedizas y los demás me echan un vistazo.

- Es hora –dice ella emocionada.


2.

Recuerdo haber visto los rostros de mi equipo despidiéndose como si me marchara a kilómetros de distancia y por un tiempo prolongado. La verdad es que avanzaría más o menos doscientos metros sobre un carruaje inestable. Los vería pronto.

- ¿Te acuerdas de cómo eran todos los vestidos de las chicas? ¿Extravagantes como los describían?

Lacey levanta las cejas, haciéndome saber que no se trataba de una pregunta retórica como las pasadas.

No me despojo de la automaticidad cuando repongo.

- Eran deslumbrantes, como todos los años. – Los tiempos de antaño, aunque suene extraño, son más fáciles de describir que varias imágenes cercanas. – Angora tenía un vestido de plateado centelleante con encaje y seda octogenaria. El de Malin no se quedaba atrás, pues usaba los tonos de verde y azulado muy bien. Esos estilistas tenían pasta para su trabajo. Mejor dicho, todos lo tenían.

Lacey me observa serena mientras doy mi discurso. Últimamente es una de las pocas formas de calmarme. Es irónico y suena algo cruel que deba aplacarme hablando del suceso que me cambio la vida, pero funciona. Y doy la mar de detalles, mi memoria más que selectiva ha contraído un carácter eidético. El doctor me explicó que es probable.

Y que me hace bien.

- ¿Cómo era tú vestido?

- Era similar al de Malin, pero más largo y estampado a la figura. Llevaba poliéster fotoplástico en el cuello y baja espalda, al igual que en la cola. Ayudado por las luces de los reflectores, estaba diseñado para moverse al son de olas de mar cuando era iluminado. No me hizo sentir como en casa, pero sí que les gustó a los espectadores.

De todas formas del traje de Darnell deslumbró más.

Recuerdo los rostros continuos de mi compañero de carruaje como si fuera ayer. Se me vienen a la mente varios sentimientos que aún encarnan figura en mi cabeza como muecas extravagantes. Tenía un ángel especial en el público. Aún con mi vestido, que sobrepasaba los estándares de brillantez –en ese momento adoré a Ambreal- me vi opacada por Darnell.

- ¿Qué fue lo que dijo el presidente? –Veo que Lacey se esfuerza por inventar preguntas mordaces pero llevaderas al mismo tiempo. Terapia oclusiva le llamaron. Me encierran en mis propios traumas para superarlos a la fuerza.

De inmediato me transporto a la escena. No había brilla en mi rostro, sólo muchos flashes de cámaras fotográficas haciendo de las suyas. Me sentía importante, no lo niego, todos en ese momento éramos en centro de atención al mezclarse nuestros estatus y vestimentas temáticas.

El Presidente Snow no varió sus palabras del listado conceptual que habituaba en esos días.

- "Ciudadanos del Panem, les introduzco a sus adorables tributos. Tributos, les introduzco a su encendida procesión de admiradores".

Siempre fue una persona algo conspicua pero extraña en sus palabras, también adoraba los trabalenguas imposibles.

Pero luego agregó algo distinto y que me dejó algo pensativa. No sé qué reacción causó en el resto de los presentes en cuerpo y espíritu.

- "Que gane el más fuerte, inteligente o afortunado". –Dijo con la mirada ensombrecida, para luego avivarse con el tinte intrigante de siempre.

En haz de silencio nos invade. Lacey digiere lo que he dicho; yo continúo reproduciendo imágenes del tipo con el tupido vello facial, alzado en un balcón de su mansión.

- Pero qué discurso.

Como en todos los momentos desde que sucedió Todo lo Malo, Lacey ha actuado reconfortante. Antes ni se me ocurriría que llevara esa vena dentro, la veía más despreocupada y poco desengañada por la vida. Era más que nada una persona inocente y criticona de situaciones triviales y de poca trascendencia. No diré que se convirtió en un cojín de lágrimas en un abrir y cerrar de ojos, pero fue más útil que mamá, papá y Asher juntos.

Me cuesta mucho pensar en ese trío en las situaciones cuando volví. Elijo continuamente no profundizar.

- ¿Quieres que salgamos luego?

Recoge su peineta del suelo, pues su gato Rondot la derribó en un ataque de paranoia gatuna. Se peina una y otra vez hasta que el rastro que dejan las cerdillas queda permanente, luego reacomoda su melena con los dedos. Le ha crecido mucho el cabello últimamente.

- No, prefiero quedarme acá.

- ¿Segura? No has salido en días, y el sol está tan lindo afuera, tienes que verlo de vez en cuando.

Recupera el candor en su voz, pero se mezcla con algo de sarcasmo.

- Segura –repongo, mientras libero la tensión como una marioneta. Mi cuello se ladea y comienzo a mirar fijamente la televisión. Se me vuelven a la mente instantáneamente las imágenes del día en que tuve que pararme sobre un carro tirado por un par de caballos para exponerme ante una nación que sólo me quería ver sufrir.

Y ahora tienen su vuelto. Mentiría si no dijera que me siento miserable.

Son muchos cuadros repulsivos los que se muestran como punteos, en varios segundos que caigo rendida ante mi imaginación. Los reflectores intermitentes ayudan con un toque electrónico.

Veo la cola de mi vestido detrás, mientras el carruaje se balancea por una piedra que encuentra en el camino. Una flor cae delante de mí. No encuentro la aptitud para levantarla. Seguro que se la lanzaron a Darnell.

Los carruajes cambian el rumbo recto por una leve curvatura cuando arribamos a la rotonda frente a la mansión del presidente. Los vítores no se callan. Sólo se tiende un silencio más aceptable cuando el amplificador del micrófono del hombre se enciende, atizando oleadas de quietud en todo el estadio. Pero algo se mueve por el rabillo del ojo.

Y la cola de mi vestido me tira para atrás haciendo caso omiso al carácter ritual del momento. Me volteo sobresaltada.

Era el mismo caballo de antes, el que ahora pretendía hacerse con el fin de mi prenda, quizá hasta dejarme en ropa interior. Recuerdo que grité sin respuesta, sólo Darnell se volteó e intentó ayudarme, pero no mucho pudo hacer.

Sólo distingo el rostro campirano del chico del diez inclinándose para ver mejor, y la mueca agraciada de una chica justo por detrás de mí. Una mueca que sólo alimentó mi desesperación.

Todo el mundo tenía puestos los ojos en mí por las razones equivocadas.

Fue horrible…

- ¿Annie? ¿Segura que no quieres salir a tomar aire fresco, a ver las olas? –La voz de Lacey continúa haciendo ruidos en mis oídos sensibles.

No controlo la marea iracunda que me recorre. Se mezcla con las sensaciones previas. Por sobre todo, no quiero ver agua.

- ¡No quiero ir! ¡Deja de molestarme!

Me siento como un perro con rabia, pero no tengo otra salida, es la única forma de que lo que quiero se vuelva efectivo. Me cansé de darle vuelta a las cosas.

- Annie…

- ¡Vete de mi cuarto!


3.

Me desespero en menos de tres segundos, puesto que el tirón ocurre sobre un carruaje poco prometedor, y por sobre todo, es muy inesperado.

- ¡Ay! –El grito agudo despierta a Darnell, quien me ayuda en primera instancia, pero cede cuando ve que la situación también lo compromete a él y su seguridad. El carruaje comienza a moverse mucho-. Suéltalo.

De inmediato noto las miradas de los otros tributos en mí. ¿Cómo es posible que tenga tan mala suerte? Que cada salida del guion me tenga a mí dentro. Los horarios, el atraso, la visita de Ambreal. ¿Por qué no puede ser todo como siempre y que me dejen estar concentrada?

Enfrento los ojos pardos del animal que no suelta ni por nada del mundo la cola del vestido. Una luz enceguecedora lo revela veo que sus pupilas se empequeñecen luego de estar muy dilatadas.

- Creo que le gustas al caballo –comenta Darnell.

¿Cómo puede decir eso? ¿Qué no tiene un cierto grado de incomodidad ante la situación? Por supuesto, él está siendo expuesto como el compañero de la desgraciada, yo soy el centro del escándalo.

De repente siento todos los ojos a mi alrededor fijos en mi figura.

Al igual que los irises de la chica del Distrito Seis, en quien me fijé en su Cosecha. El maquillaje acentúa sus facciones exóticas y noto una leve mueca de gracia e ironía que me descompensa. Me pongo incómoda, quizá demasiado, pero acorde al calibre de la situación.

De seguro las cámaras me están enfocando por todos los ángulos posibles, midiendo con detectores de vergüenza el nivel de mi desgracia.

Es así, Annie. Te transmiten por todo el Panem así, unos días antes de lanzarte a la Arena. Eres el centro de atención del que todos comentarán porque le comió el vestido un caballo lacho. Por eso te van a recordar. Ah, y porque lloraste en la Cosecha también.

En ese momento dos lágrimas se me resbalan.

Me pregunto si se puede caer tan bajo.

Finalmente siento libertad, inesperada pero agradecida. Un revuelo me incita a caer de espaldas de forma involuntaria. Darnell estira los brazos pero es demasiado tarde antes. Caigo en un golpe mudo a la superficie de madera del carruaje y no suceden diez segundos hasta que puedo incorporarme de nuevo.

Un funcionario se arrima a las cuerdas del caballo mientras el animal se enfoca como antes en un vacío permanente. Puedo observarlo fijamente, pero ya no me pone atención. Es como si lo hubieran hipnotizado.

Noto que ya no es tanta gente la que posa sus ojos en mí, como si todo el trance se cortara de forma repentina. Reviso las zonas críticas de mi vestuario en busca de alguna consecuencia, pero no me encuentro con nada devastador.

La cabeza me da vueltas cuando vuelvo la vista hacia el frente, al igual que el resto del mundo aquí. Darnell me echa un vistazo rápido y me pregunta casi sin modular:

- ¿Todo bien? –No es más que un susurro, como si más expresividad lo condenara.

No sé qué responder. Desde luego que no estoy bien.

- Sí, todo bien.

La misma situación me acompleja lo suficiente como para no hacer un escándalo sobre ella, aún intento encajar las piezas para saber cómo reaccionar. Pero hablando en serio, sólo quiero llorar. Sé que después de esto nos llevarán al Centro de Entrenamiento, y a nuestra suites individuales –Tamarin se encargó de informarnos sobre la programación- y espero ansiosa esos momentos.

El presidente ya ha acabado de discursear. Su eminencia ha desparecido del balcón y los carruajes se disponen a desaparecer por los costados de la gran pasarela.

Es cuando retomamos la marcha que vuelvo a recomponerme, o al menos hasta cierto grado en que no encuentro a nadie observándome. Ya librada de la rigidez, tanteo los alrededores mirando hacia atrás y los lados.

En el momento en que mi vista se enfoca en la chica del Seis, ella no se acompleja y describe una sonrisa que pretende ser genuina. Sufro del flashback de nuestro previo encuentro visual y de cómo se divirtió viendo cuando su caballo casi me bota del carruaje, todo sin acomplejarse. Al contrastar ambas acciones, un desprecio extraño surge dentro de mí.

El haz de sonido del pueblo en las galerías amaina mientras nos internamos en un toldo similar al inicial. Los carruajes de forman ordenadamente y algunos mentores fugaces mandan mensajes hacia sus respectivos tributos. Junto a Seeder Masville encuentro a Geraldine, quien no se guarda nada, ni siquiera al divisarme.

- Anne, ¡estuviste estupenda! –Muchos tributos ponen atención a sus palabras y no se me ocurre debajo de qué piedra meterme. Geraldine no parece notar nada de eso.

Un funcionario me ayuda a bajar. Me cuesta encajar mi mano en la suya pues sigo temblando notoriamente. En el instante en que pongo los pies en la tierra, una carga de seguridad me envuelve. Arreglo mi cabello mientras me alejo del cúmulo de gente que de a poco se forma mientras surgen los demás mentores de las puertas adyacentes.

Oigo comentarios como "un desfile impecable" o "estuviste deslumbrante". Me extraña en un principio que pasen por completo de desestimar mi crudo momento de fama. Por un lado me intriga y por el otro siento alivio. Mientras pasan los segundos, noto como los acontecimientos encajan en mi cabeza. Un mentor pretende que su tributo sobresalga cueste lo que cueste. ¿Por qué andarían por allí hablando sobre mí cuando eso sólo les quitaría el reflector a ellos? Lo mejor será para cada uno que mi pequeña intrusión en el panorama se vuelva a las sombras lo más pronto posible. Se trate de un segundo positivo o vergonzoso, me ubicará como alguien de quien se puede hablar, y eso me dará cierta ventaja.

Es extraño como aún sumida en la catarsis del momento, puedo hacer reflexiones como esa.

Con los brazos alrededor de mi estómago, en un pobre intento aislador, me propongo encontrar una vía hacia algún ascensor. En este momento no me preocupa encontrar a Tamarin ni a Finnick, puedo preguntarle a alguien.

En medio de la búsqueda implacable, mi hombro sufre una nueva intervención.

- Annie, ¿a dónde vas?

El temple de Tamarin se planta frente a mí, su voz aireada y poco preocupada. No veo a nadie por ahí, sí a Darnell y a su estilista conversando a varios metros junto a uno de los caballos.

- Aún no podemos subir, tienen que darnos el visto libre para incursionar en nuestras habitaciones –dice esto animada. Actúa al igual que todo el mundo, ignorando que algo haya sucedido.

Continúa:

- Quedémonos un tiempo aquí. Hay varios tipos con quienes charlar, y necesitamos eso. Tu pequeño infortunio podrá quedarse atrás si le cambias la visión a las personas.

- P-pero… -no sé qué es lo que iba a decir, sólo interrumpirla, no me acomodan los planes que propone. Al menos a primera vista.

- Nada de peros, tengo que dejar de ser permisiva contigo, es por tu propio bien.

Dicho eso, me agarra del antebrazo llevándome a la fuerza donde ella escoja. Al menos no me echa a los tiburones al principio, pues la primera parada es el lugar de Darnell y el otro hombre, a dónde también llegan Finnick y Ambreal.

Darnell no hace contacto visual conmigo, y tampoco abre la boca durante las intervenciones de Tamarin y Finnick, quienes hacen una pequeña evaluación del desfile y de nuestras actuaciones. Tocan mínimamente el tema del caballo y mi encuentro con la fama inesperada. Me abstengo de comentar en esos momentos, al igual que en todos los demás.

No sé qué hablar, no sé cómo abrir la boca sin que se note que aún me mantengo en el shock del momento. Creo que la única palabra que he dicho ha sido "pero" y ni siquiera la pronuncié bien.

- Fue un desfile promedio, diferente del mío. –El blablá de Finnick se prolonga mientras describe pasajes de su propia experiencia sobre el carruaje. Al parecer no lo adoraban tanto en ese momento.

Tamarn lo detiene para enfocarse más en el presente.

- Mañana comienzan el entrenamiento oficial, con armas, instructores y todo, como ya les he dicho. Saben que uno de los factores determinantes en la supervivencia en la Arena son las alianzas, por impredecibles que resulten. –Se toma un respiro para mirar a nuestros alrededores. –Quiero que me digan ahora mismo qué quieren hacer.

Sé a lo que se refiere, y en el rostro de Darnell se ve una mueca de reconocimiento también. No sé si él se encontrará sumido en la misma situación de desconcierto que yo, y no me siento en condiciones de dar una respuesta.

- Estoy hablando del estatus del distrito. Sé que ha habido años y años, últimamente el Cuatro ha sido excluido por falta de antecedentes para los mentores o tributos de los otros entes Profesionales, y es vuestra elección este año si quieren continuar con la mala racha o hacer alguna diferencia.

Absorbo las palabras del discurso intentando formar una opinión. ¿Es que me he estado perdiendo de algo? Que yo sepa el Distrito Cuatro siempre ha sido considerado un Profesional.

- En los años anteriores, a los del Uno y Dos seles han subido los humos a la cabeza. No sé si es por temor a que nosotros sobresalgamos más u otra razón que no me he formulado, pero se han mostrado más hostiles, aun cuando no se muestre en las pantallas. Pero yo he sido mentora y sé de todo este asunto. Finnick también maneja algo de información, y ciertas experiencias también…

- Mi relación con los Profesionales en mis juegos no fue muy agradable. Desde luego que se sentían relegados, pero yo no podía hacer nada. –El tono de Finnick se vuelve algo despreciable en pocos segundos, por lo que Tamarin vuelve a tomar las riendas del asunto.

- Por lo que prefiero dejarlo a su disposición para que no se mezcle con mis propias percepciones. Los ayudaré en tanto se vayan por un lado.

En ese instante me pica el bichito… de que debo abrir la boca sobre Malin y nuestro peculiar intercambio de palabras.

Me cuesta volver a abrir la boca, pero funciona como un libreto, no debo plasmar mi opinión en ningún grado.

- Darnell ya tiene el camino pavimentado –digo, intentando ser concisa-. Malin del Distrito Dos se me acercó antes del desfile. –Trago saliva. –Lo quieren en los Profesionales.

Se extiende el silencio unos segundos mientras todos procesan. Darnell no se guarda su expresión aliviada.

- Pues eso está bien, gracias Annie.

El tema se vuelca por completo a Darnell ahora, Tamarin hace un par de comentarios hasta que Finnick decreta sin mucho preámbulo. He notado que no le da muchas vueltas a las cosas, al contrario de la otra mentora. Ambreal y Leawn sólo asienten a todo lo que se dice, de vez en cuando ella alza la voz.

Darnell se enfoca en Finnick.

- Pues no pierdas más tiempo, vete a hablar con ellos ahora mismo. Debes formar enlaces rápidos para que te tengan en cuenta. Una proposición no es suficiente. Y hablando de eso, ¿por qué esa chica te lo preguntó a ti, Annie?

De un momento a otro soy nuevamente a quien le ponen atención.

- Pues lo no sé…

- Eso no importa Finnick. Quizá quería saber cómo era Annie también y pretenden considerarla. Será trabajo de Darnell descubrirlo. –Finnick asiente y Darnell también lo hace, parecen dos cachorros siguiendo las instrucciones de Tamarin.

Yo no sé en qué momento me volví tan importante. De verdad que estoy pensando en irme por otro lado y encontrar mi propia alianza de marginados.

- Chico, –se dirige a Darnell- hazle caso a Finnie por aquí y ve a hacer amigos.

No pierde más tiempo. Aprovecharlo es una oportunidad que se desintegra de a poco. Todos hemos empezado la misma carrera, que acabará cuando uno haya ganado y los demás yazcan bajo tierra.

Puede que esas palabras ya no me afecten mucho. Han perdido un poco su significado luego de tantas reiteraciones.

- ¿Annie…?

Es Tamarin. Es mi turno de ser interrogada y empaquetada para la acción.

- Imagino que has pensado lo que te conviene. –Las palabras insinúan algo que no capto. No sé qué quiere que le responda.

- Pues… Necesito una alianza.

- Y en este instante hay veinticuatro chicos con el mismo objetivo. Esta es la primera oportunidad que tienes para acercarte a alguien y arar algo de camino. –Hace una pausa, busca palabras, al igual que analiza a los tributos cercanos. –Si de mí dependiera, yo me lanzaría por otra cosa.

Creo que ya sé lo que está pensando, y por primera vez me parece extraño todo el entusiasmo que le implanta a estos momentos. Cuando la conocí en el tren no se veía muy inserta en la situación.

- Has todo lo posible por ir con los Profesionales.

Todo el programa en mi cabeza se inunda en nanosegundos luego de escuchar la palabra "Profesionales". ¿Que qué?

- Pero si… ellos no me quieren allá. Dije que la chica vino a preguntarme por Darnell y no…

- Lo sé, pero ahora que tu compañero está allá, tienes más ventajas. Y que esa chica del Dos te haya preguntado a ti significa que te tienen en cuenta también. Quería saber cómo ibas a reaccionar.

Dice todo con una convicción algo deshilachada de la que no me fío.

- Eso no… No dice nada, quizá sólo… me vio cómo alguien…

- Puede que tenga mucho que ver, y en este momento especular es lo que nos queda. En el caso de que no te pesquen, puedes encontrar a alguien más. De todas formas tienes el título de Distrito Cuatro nadie te lo quita.

Pero si voy con ellos y luego me voy ya que tendrán en cuenta, y quizá incluso ponga un blanco en mi espalda. De todas las fuentes experimentadas en distritos menores, das en el clavo en dos oportunidades: si tienes algún tipo de súper poder que te haga sobresalir, o si nadie te ubica y tienes la suerte de que se olviden de ti hasta los últimos cuatro.

Si me inclino por la gran alianza, estaré rindiéndome ante el segundo punto… y del primero no tengo ni un pelo.

- No creo…

- Annie, voy a hablarte muy claro. Hasta la fecha has sobresalido por las razones equivocadas, creo que lo sabes. Una alianza Profesional al menos te daría una historia potencial que contar en tus interacciones con ellos, además de gente que te respalde.

- Pero ellos nunca son confiab…

- Eso lo verás en la Arena, pero ahora estamos perdiendo tiempo muy valioso. Hazme caso y ve con ellos. Si por A, B o C razón, te sientes extremadamente incómoda allí, puedes buscar a otra alma indecisa, pero esta es tu mejor oportunidad. Sé lo que te digo.

No se me ocurren más argumentos para rebatir, y sólo quiero que aparezcan. Me entra un temor irracional al visualizarme entre tantos individuos focalizados en matar y descuartizar y degollar y todo lo que tiene que ver con eso.

- Esta no es cuestión de comodidad, sino que de conveniencia. Este es el momento en que tienes que ponerte al tanto de lo que está en juego.

También es el momento en que me doy cuenta de lo directa que es. Sin escrúpulos, al hueso, una inyección de realismo.

- Ya.

Ambas ignoramos la poca convicción del monosílabo. Al menos cedí, asunto que no me tomo nunca a la ligera.

- ¿Qué haré si ellos no vienen a preguntarme? No puedo colarme sin más, se reirían de mí y menos me querrían dentro.

- Yo creo que sí vendrán, se ven amigables.

- ¿Cómo lo sabes…?

Sus brazos cruzados acompañan una sonrisa que no he visto hace horas. Me gustaría más que estuviera al borde del colapso… como yo. Pero no, nos mantenemos como una estructura polar en que ella participa más activamente que yo.

- Cuida tu sonrisa, es esencial. Y actúa natural, haré como que te tengo fe.

¿Qué significa eso…?

Por el rabillo del ojo distingo siluetas que caminan acompasadamente hacia nosotras. Son dos, o tres, me animo a voltearme pero no lo hago, acato las instrucciones de Tamarin y me mantengo cómplice. ¿Será posible que…?

Mi mentora continúa hablando de lo más normal, sonriéndome de a poco, estimulando mis propias reacciones que en cadena surgen ante la situación.

- Y entonces Regis me habló de esas nuevas lanzas que traen, mañana serán pasta para ti, asegúrate de ponerte sobre ellas antes de los demás…

Tamarin se asegura de hablar bastante fuerte, a lo que una voz de chica la interrumpe con tono cantarino y quizá demasiado agradable. Nuevamente Malin Larkspur se me planta a un lado, pero esta vez está acompañada por su compañero de Distrito, de quien no recuerdo el nombre.

- Tienes razón, yo también escuché de ese cargamento, mi mentora de habló de él. –Malin sigue el compás con una audacia increíble, y el chico asiente, sin bajar su mentón ni un centímetro de la posición algo narcotizada que lleva.

- ¿En serio? –continúa Tamarin, instante en el que me doy cuenta de lo buena actriz que es. A decir verdad, tiene sus diferentes facetas-. Bueno, no me sorprende mucho, Enobaria siempre al tanto de los nuevos artilugios que llegan. Eres Malin, ¿cierto? He tenido una pequeña charla con ella antes del evento.

- Pues sí, y este es Ryler, mi compañero. Venimos a hablar con Annie, o mejor dicho, a hacerle una proposición.

Podría sonar extraño lo que estoy pensando, pero de alguna forma, los gestos de Malin, acompañados por las casi imperceptibles añadiduras del tal Ryler, me parecen ensayados. Sé que la población del Capitolio tiene fama de ser artificial, pero de los distritos recaía en mí una distinta opinión.

Veo a Malin hablar con Tamarin, y por discutible que suene, veo a dos integrantes de la familia Capitolina, lo que me pone nerviosa. No sé muy bien cómo actuar en estos casos, cuando debo complacer a la gente por conveniencia. No es que no me guste manipular; es que no sé ni cómo empezar.

- Pues adelante –consiente Tamarin mientras rezo para que no se marche y me deje a solas con ellos. El anterior desliz con Malin no es algo que esté muy orgullosa de recordar.

- No es nada muy imperioso. Sólo pretendíamos preguntarle si quiere unirse a la Alianza Profesional, hemos concluido que sería una buena integrante.

Malin lo dice tan formalmente que siento que me invitan a celebrar una efeméride de aquellas con ellos, dentro de un traje de lino y con el cabello arreglado como lo tengo ahora. No lo siento como una proposición a un grupo de personas que se dedicará a eliminar a otros mientras crecen rivalidades.

¿Será que voy muy por delante de lo que acontece? Puede que sea paranoica, o que todo el asunto se me esté yendo de las manos. Quizá tengo ciertas potencialidades dentro de mí. Pero no puedo dejar de percibir este momento como una más de las vicisitudes de este día tan extraño.

Volviendo a la realidad. Todos me observan fijamente y hago compendio de mis conveniencias –por primera vez en mucho tiempo- y digo:

- Pues muchas gracias por la oferta. –Sigo las guías de Tamarin: sonrisa y tono tajante pero complaciente. En resumen, hago lo posible por no ser yo.

- ¿Y qué dices?

- Pues lo haré, vamos. Puedo seguir hablando con Tamarin después.

Mi mentora atisba una mirada con sabor a "eso no era necesario". No lo verbaliza, sino que asiente, de nuevo, dejando todo en mis manos.

- Darnell tenía razón –estila Malin-. Eres buen partido. Ven con nosotros a conocer a los demás.

Esperen… ¿qué ha dicho? ¿Darnell ha hablado de mí? Justo cuando las cosas se pacificaban un poco dentro de mi cavilada mente, ¿me dicen que el chico les ha hablado de mí? ¿Dónde quedó todo ese, "seamos compañeros fantasmas hasta que uno muera y al otro no le afecte"?

- Yo rendiré ciertas cuentas con Enobaria, puedes subir con Darnell, Annie, estaremos arriba.

Tamarin se retira y me quedo a solas –retóricamente, pues estamos rodeados de gente- con Malin y Ryler, quienes viran en dirección a un grupo de tres personas en una esquina de la sala.

Ahora, hablando en serio, cuando dije que dejaría a Tamarin para quedarme con ellos no resumía la más pequeña parte de lo que de veras quería hacer. Si fuera por mí, subiría a la habitación que me asignaron a dormir, o hacer cualquier cosa, investigar entre las pomposidades del hotel, pero no quedarme a charlar con estos chicos como si fuéramos amigos.

Algo insegura, voy detrás del par del Dos, mientras continúo repitiendo dentro de mi cabeza que esto fue una mala idea. De veras que los rostros de los chicos de distritos menos visibles me parecen terminantemente más amigables y confiables que estos.

He visto tantas versiones de los Juegos del Hambre que mi visión de un Profesional no varía de un adolescente con esteroides y un arma en la mano. Ah, y la mirada lacerante, nunca olvido eso.

Y ahora, amigos, me encuentro condensada dentro del mismísimo grupo de los Profesionales. Que alguien suelte una carcajada y esto se acabe.

En efecto, alguien se ríe, pero no con éste propósito. Me cuenta descifrar que el Darnell el dueño de esa carcajada. Al parecer se compenetra bien con el grupo de asesinos a fama.

- Es exactamente así cómo sucedió, Angora puede darte los detalles –explica el chico del Uno, quien paralela un brazo con los hombros de la chica en cuestión.

Veo que los tres se enteran de que sus compañeros se han vuelto a integrar, conmigo como mascota.

- Veo que la pequeña aceptó –intercede el mismo chico de antes-. Al parecer sí saben atrapar moscas.

La metáfora me incomoda, lo que no ocurre con los demás que rápidamente normalizan el asunto, pero continúan hablando de mí.

- Annie, estos son Gideon y Angora, directamente de distrito de las joyas –introduce Malin, a quien ya distingo como una especie de líder.

- Prefiero que me conozcan por otro estereotipo, pero no importa. Bienvenida a la secta Annie, el domingo iremos a cazar vírgenes en tu nombre –saluda Gideon con un beso en la mejilla. Todo esto parece muy normal para catalogarse como verdaderamente ordinario. Angora sólo asiente mientras me saluda con la mano.

- Gideon, deja tus juegos. Ponte serio –lo reprende Malin.

Gideon no le hace mucho caso, y continúa con sus peculiaridades durante los próximos minutos. Fiel a mis pobres invenciones, me mantengo callada mientras ellos hablan de las mismas novedades de lanzas que Tamarin sacó a la luz mientras intentaba que nos luciéramos antes.

Incluso Darnell hace pequeñas intervenciones que sacan carcajadas del drogado Gideon.

Cuando ya se ha aplacado un poco el espíritu de la conversación, alguien decreta que es hora de irse, ya casi no quedan personas aquí, sólo un par de mentores que hablan por lo bajo sin intenciones de irse aún.

- Tenemos que descansar bien para estar al máximo mañana, ahí comienza la verdadera competencia –determina Ryler, poniéndose en marcha hacia los elevadores en un costado del pasillo de salida.

- Annie, cuidado con los caballos –suelta Gideon mientras coloca ambas manos sobre mis hombros, guiándome lejos del corral con algunos animales aún.

No sé cómo reaccionar ante eso. Tampoco distingo si ha sido una broma mordaz o inocente, por lo que no sé qué decir y me quedo callada hasta que el chico despega sus manos de mí y puedo caminar tranquila.

- Será mejor que te mantengamos lejos de las cosas que muerdan.

- ¿Cómo tú? –cuestiona Angora, bañándolo con una mirada irónica.

- Por supuesto –asiente él mientras emite ciertos sonidos alusivos a caninos, o quizá a otra cosa, pero no me esfuerzo en hacer volar mi imaginación.

Malin y Ryler suben a uno de los ascensores luego de despedirse fugazmente. Por alguna razón todos nos disponemos a tomar uno diferente.

Darnell y Gideon chocan manos con efusividad y yo y Angora simplemente nos miramos, asumiendo que eso significa un adiós.

- ¿Ya han visto por más miembros potenciales? –le pregunta Darnell al otro chico. Me intriga en el primer instante, pero sé que habla de otros tributos que puedan parecer atractivos para integrarlos a la alianza. Por un lado prometerles unos días de seguridad en la Arena.

- Pues no lo sé. Creo que a Malis le gustó un hombrecito de por ahí por el Diez, pero no tengo claras sus intenciones. –Lo último lo dice con cierto todo insinuativo que no me desconcierta, de a poco voy acostumbrándome a lo que dice.

- Pues mañana veremos.

- Así será, duerman bien.

Me subo al ascensor de la derecha de nosotros junto con Darnell, quien se mantiene con la mirada hacia arriba, admirando la estructura que forma el tubo por el que viaja la estructura. El Centro de Entrenamiento parece un palacio nupcial con todas sus decoraciones, y los elevadores no son la excepción.

Los primeros segundos dentro son incómodos, hasta que decido hablarle a Darnell. Tarde o temprano tendré que romper el hielo, y parece que él ya lo hizo a mis espaldas.

- Darnell, ¿fuiste tú el que dijo que me integraran?

Procesa y luego me contesta, sin tonos hostiles, ni nada parecido, más bien como si le hablara a un amigo.

- Pues ya te tenían en cuenta, algo como en el tintero, pero yo catalicé tu elección.

- ¿Por qué? –no sé muy bien qué pretendo tener de repuesta ante eso, pero de todas formas dejo la pregunta en el aire.

- ¿Por qué lo preguntas? ¿No es obvio? Creí que serías un buen aporte. Además, iba a ser agradable tener a un conocido allí tan rodeado de gente extraña.

Sus palabras me sorprenden, y me doy cuenta que tiene la misma calidad actoral de Tamarin, ambos haciendo de ladrón de enchufe para agradar y que las cosas acontezcan como ellos quieran. Aunque la parte de que resultó un genuino interés por mí me reconforta hasta cierto grado.

- Pues gracias.

-Ahora no lo eches a perder. ¿Tienes claro el calibre de esta gente? Estaremos seguros, pero tienes que mirar a tus espaldas todo el tiempo o acabarás embalsamada en pocos días.

Dice lo último sin una pizca de sarcasmo, y le creo. Sólo me extraña que muestre tanto compañerismo conmigo en este momento. Me insinúa la situación que no es más que otra e sus actuaciones para complacer.

- Lo sé, tendré cuidado.

Las puertas se abren y Tamarin y Finnick nos reciben a ambos. Demuestran su calidez al saber que ambos pertenecemos a la alianza más fuerte en juego y nos palpan la espalda mientras dicen buenas noches. Todo parece muy color de rosa, y no estoy siendo suspicaz.

Queda rondando dentro de mi cabeza el hecho de que Darnell me haya comenzado a poner temas de conversación de un momento para otro, y que ahora demuestre cierto interés por mí, eso es obvio.

Pero ahora estoy en una alianza con él, y es mi único aparente confidente, algo que necesito por sobre muchas cosas. Es una alianza espinosa en la que me he metido no en base a muchos méritos.

Hay demasiados componentes de la situación que me dejan un gusto amargo en la boca.