Hay cosas que una no puede comprender ni aceptar al principio, no cuando estás bajo una presión social impresionante, cuando tienes unos padres católicos, cuando los ojos de la preparatoria entera están sobre ti.

El mundo espera demasiado, espera perfección porque tú misma te has creado esa imagen: la hija perfecta, la estudiante brillante, la porrista que lleva a la victoria a su equipo. Todos esperaban de mí el ciento diez por ciento y yo… yo me esforzaba más allá de lo extraordinario para lograrlo.

Por eso yo no podía admitir que de cierto modo tenía sentimientos por Rachel Barbra Berry, una mujer. ¿Cómo iba yo a sentirme atraída por alguien de mi mismo sexo? La iglesia, mis padres y la sociedad me habían enseñado que eso era antinatural, eso me llevaría a ser una paria, una señalada y sobre todo me llevaría al infierno.

Así que los primeros años reprimí aquello y me dediqué a sobajar a mi objeto de deseo. Tenía que decirle que tenía manos de hombre para yo misma creerlo a la larga y no pensar todo el tiempo en lo hermosas que eran. Tenía que pretender que su sola presencia podría causarme náuseas.

De ese modo ella sola se alejaría, me dejaría en paz y yo podría seguir pretendiendo.

Pero, todos tenemos un punto de quiebre (menos ella al parecer) y aunque yo la alejara, siempre regresaba a mí, atraída por sabe qué cosas, buscando mi amistad, rogando que regresara al club glee; siento que soy un imán para Rachel y al final… cansada de pretender toda esa perfección que no era, me dejé vencer, permití que Rachel venciera mis barreras y fuera parte de mi vida, nos convertimos en amigas e incluso, permití lo que evitaba con todas mis fuerzas: que me abrazara.

Un solo abrazo podría significar la perdición para mí, porque el contacto físico sería enfrentarme a la realidad, sería como ponerme frente a un espejo y admitir plenamente, sin tapujos, sin negaciones, que Rachel era para mí, mucho más de lo que yo era para ella. Aunque la gente pensara lo contrario.

El amor que sentía por ella rebasaba cualquier comprensión, fue así nada más que surgió, se convirtió en mi primer amor y también en la persona que al menos dentro del perímetro escolar, a quién odié con todas mis fuerzas, porque esa personita de ropas extrañas, de presencia molesta, de ego asfixiante… esa mujer de menos de uno sesenta de estatura me había calentado el corazón y había movido mi mundo de una forma impresionante.

Enamorarme de ella significó poner en tela de juicio mi perfección, mi supuesta "naturalidad", mis creencias religiosas, la creencia en mí. El mundo como lo conocía antes de ella comenzaba a derrumbarse frente a mis ojos. Por eso la necesitaba lejos.

Pero nunca se alejó.

Finalmente cedí, y revolucioné a la Quinn que todos conocían, dejé atrás el uniforme de los Cheerios, admití, al menos para mí, mi atracción hacia las mujeres (una en particular) y me permití ser Lucy Quinn Fabray, la humana que posee millones de defectos, por ello, no era perfección. Sólo era yo.

Salir del closet no es cosa fácil, sí, es verdad que Santana y Britt habían admitido su amor a los cuatro vientos y fueron las primeras mujeres en la historia de Mckinley en salir de Narnia. Pero yo había sido educada en un ambiente muy reprimido y aunque ellas me habían abierto paso, aún necesitaba arreglar unos asuntos internos, tener valor y aceptarme tal y como era. Una cosa es admitir que eres lesbiana y otra muy diferente es aceptarlo y abrazarlo.

Aparte yo no tenía una Britt o Santana a mi lado, nadie estaba para tomar mi mano y besar mis penas, mandarlas lejos con caricias y palabras francas. De haber tenido a Rachel apoyándome en aquello probablemente sí lo hubiera hecho, pero su apoyo sería amistoso y eso era algo que a mí no me interesaba, al menos no a largo plazo.

Mis ganas de Rach no eran de ese modo. Yo quería tenerla en el aspecto romántico, sólo que… ella estaba por casarse con Finn y, yo con todo y corazón roto puse una sonrisa y asentí. Ella lo tomó como aprobación. Yo estaba en blanco.

Pero esta no es la historia de cómo me enamoré de Rachel, de lo que vivimos en la preparatoria, esta no es la historia donde te describo cómo me sentí vacía sin ella y cómo la deseaba mientras nos encontrábamos en los pasillos o los baños o cómo ansiaba que me cantara a mí en glee.

Esta es la historia de Quinn Fabray tras la preparatoria. Porque mi vida no empezó a despegar completamente sino hasta que dejé Lima y comencé a estudiar en Yale. Hay un mundo completamente distinto en las grandes ciudades con su folklor de gente y en ese ambiente multicolor yo me permití sanar a Rachel.

¿Sanar? Sí, porque finalmente, un día, yo, Quinn Fabray, encontré el valor necesario para decirle que era el objeto de mi deseo. Y debía sanar lo que se hirió ese día.

Estábamos en el baño charlando, como era costumbre, el escenario perfecto para nuestros encuentros y, le regalé un boleto para que pudiera visitarme en Yale. Me abrazó fuerte y rompió otra capa de hielo.

Mi corazón comenzó una carrera desenfrenada dentro de mi pecho, sentía cómo me latían las sienes y me dije: es ahora Quinn.

Así que al separarnos guardé silencio, pero Rachel siempre ha sabido leerme bastante bien, nada más es que me mire a los ojos para saber si estoy bien o mal, si estoy triste, si algo está haciendo ruido en mi cabeza.

-¿Qué pasa Quinn?-. Agaché la mirada y me mordí el labio, creo que comencé a sudar.
-Rachel yo… hay algo que he querido decirte desde hace mucho tiempo pero nunca había encontrado el coraje necesario para hacerlo y… estamos a unos días de marcharnos de aquí para siempre… así que asumí que sería el momento preciso para hablarte con la verdad-.
-Comienzas a vomitar palabras como yo-. Se rió y aunque hubiera querido hacer lo mismo no pude. Mi sonrisa era apenas una mueca –Me asustas-. Dijo cuando notó que yo no estaba tan divertida como ella, claro que advertía que algo estaba por suceder.

Pero, a falta de palabras los hechos son los que más dicen y sin previo aviso la besé, nuestras bocas chocaron y la mantuve en su lugar aferrándome fuerte a sus brazos. Al principio todo fue borroso, pero luego sentí que me devolvía el beso y en seguida quise sonreír sin romper esa caricia.

La tomé de la cintura y la pegué a mi cuerpo. Nunca me sentí tan ebria, mareada, ausente del mundo, sentirla era algo que había imaginado hasta el cansancio, ya fuera sobre mi cama, en clases, mientras iba manejando, estando al lado de ella sin ponerle atención, sólo viéndole los labios.

Pero se separó de mí llevándose los dedos a los labios, rozándolos apenas, cubriéndose. El horror en su cara jamás lo había visto, nunca la había visto tan desconcertada.

-Quinn…-. Levanté la mano para callarla.
-Te amo Rach; estoy enamorada de ti desde hace años…-. Eran tantas emociones que sentía un nudo en la garganta, ahí estaba yo, hablando por fin, dejándome ver sin máscaras –Yo, nunca lo dije, no sabía cómo… fue… era algo que no podía permitirme pero… algo hiciste conmigo y no pude negarte más… y, sí yo sé que estás con Finn, que… lo amas-. Decirlo en voz alta nunca me costó tanto trabajo –Pero quería, bueno necesitaba hacerlo… besarte, saber… si tú… si acaso, no sé… hubiera algo en ti que pudiera ver algo en mí-.

Nunca se siente tanto pánico como cuando te das cuenta de que lo que hay no es lo que esperas. No te lo dicen, pero su mirada que es la ventana al alma te dice todo.

-Quinn yo… yo no… lo siento-. Y así sin más, con lagrimas en los ojos salió huyendo del baño.

Desde entonces no hemos vuelto a hablarnos. Ella se marchó a NYADA y yo a Yale. Pero este año, el club Glee desaparece y Will Shuester nos ha pedido que vayamos a Lima, nos quiere a todos ahí.

Esta es la primera vez que la veré después de aquel día. Ni siquiera asistí a la boda de Will para evitarla, para no verla.

También lamento haber evitado el funeral de Finn y, aunque recibí un mensaje de ella, de la falta que le hizo su amiga, no contesté, nunca le mandé un mensaje de vuelta.

Su silencio me dolió, me rompió y me tomó buenos meses superar que la persona que más amé en la vida, no me amó de vuelta. Guardaba la ilusión de que la insistencia de mantenerme cerca de ella tenía motivos que superaban el hecho de sólo ser amigas pero no… y nos separamos.

Hoy vuelvo a verla, hoy nos encontraremos, estaremos cerca de nuevo.

Abro las puertas de la preparatoria y entro… la primera persona que veo es ella quien en seguida se voltea para ver quién es, a quién pertenecen los pasos que hacen eco en el pasillo.

En cuanto me ve sonríe y yo sonrío de vuelta, porque me doy cuenta de cuánto la he extrañado, a ella y su sonrisa y lo primero que veo es que su forma de vestir es distinta: mucho mejor y sexy. Me pongo a temblar y el corazón enloquece de nueva cuenta, como ese día cuando se marchó dejándome sola con la tristeza.

Corre hacia mí y se cuelga de mi cuello.

-Dios, que gusto verte-. Me dice por fin cuando la dejo en el suelo; tiene mis manos en las suyas y también está temblando –Creí que no vendrías-. Seguimos sonriendo.
-No me lo perdería por nada del mundo-. Entonces me suelta las manos y yo me doy cuenta de que en realidad, ya la he superado, no me importa que me haya soltado.
-Te he extrañado-. Lo dice serio, pero es sincera y eso me desarma.
-No has sido la única-.
-Quinn, yo, lamento que…-. Se calla cuando alguien se para a mi lado y entrelaza su mano con la mía.

Hay unos segundos de silencio, su mirada fija en nuestras manos y luego al verme de vuelta parece que se le ponen los ojos cristalinos y se muerde el labio inferior. Yo sin embargo no he podido dejar de sonreír. Qué bien se siente tenerla enfrente.

-Rach, quiero que conozcas a Jenny-. Se da cuenta de que Jenny y yo tenemos anillos que hacen juego y… están en el dedo del corazón –Jenny, ella es Rachel, una de mis mejores amigas-.
-Mucho gusto-. Se dicen y se sonríen.
-Es… ¿Te casaste?-. No quiero pensar que lo que acabo de ver es como un puchero. Volteo a ver a Jenny y ella advierte que algo está pasando en el interior de la mujer que está frente a nosotras.
-Estamos comprometidas-. Responde mi pareja cuando se da cuenta que yo no tengo las agallas para contestar.
-Oh…-. Sale de su boca apenas… cortado, impresionado –Pues… felicidades-. Conozco cuando Rachel se obliga a sonreír, a fingir emoción, este es uno de esos momentos, yo sé que el abrazo que nos brinda no es real, sé que lo que quiere es huir, desaparecer, esconderse de mí. Aunque no sé bien por qué.

-¡Hey Quinn!-. Escucho a Santana gritarme. Volteo a mi izquierda y la abrazo cuando se acerca y apenas volteo a decirle algo a Rachel, la veo a lo lejos y la puerta del baño cerrándose tras ella.