Disclaimer: nada de lo que podáis reconocer me pertenece, todo es propiedad de CW y los creadores de la serie. Esta es la traducción del fic original de James Parker.

Resumen del capítulo: Es un martes o un miércoles —¿a quién le importa cuando no hay razón para mantener la noción del tiempo?

Aviso: Wincest, es decir, relación chico/chicho incestuosa. Si no te gusta, vuelve a la página anterior y abstente de hacer comentarios sobre lo pervertidas que somos las personas que leemos estas cosas. Créeme, ya lo sabemos XD

N/A: Para compensar el tiempo que ha pasado, me dije que bien podía simplemente terminar hoy con la traducción ya que este capítulo es tan, tan corto. Este es el final, se acabó, gente y realmente me da bastante pena y mucha felicidad :D No soy de las que se despiden al terminar un fic, porque sé que nos leeremos en otros así que… Bueno, ya nos leeremos, espero.


Capítulo Ocho

Sam POV

El mal que hemos hecho, pensado o propuesto, se cobrará su venganza con nuestras almas.

C.G. Jung

Dean deja el mundo con firmeza. Sam se niega a incinerarle. Después de todo, quizás llegase a necesitar su cuerpo.

La investigación no se detiene. Sam se entierra entre libros, lee hasta que se le nubla la vista y las palabras saltan de la página. Bobby le despierta e intenta que se vaya a la cama. La respuesta es siempre no.

—Le voy a traer de vuelta, Bobby.

Hay un hechizo. Un camino. Una salida.

Al final de la primera semana, Sam empieza a delirar. No hay paz para los malvados. Sus manos tiemblan. Bobby sigue suplicando:

—Tienes que dormir. Te matarás si sigues así.

Y Sam desea responderle que eso estaría bien.

Cada vez que cierra los ojos, sueña con sangre en sus manos: oscura y pegajosa, secándose en finas líneas en sus nudillos. Cuando sueña, lo hace con prender fuego al campo, al hotel, a todo el maldito mundo. Y algunas noches, entre las llamas, ve a su hermano con una mirada de compasión y deseo, pero nunca puede llegar a él.

Es un martes o un miércoles, cuando Sam se despierta sobre la tumba de Dean. Sus manos están hechas un espectáculo sangrante de cavar con brusquedad y toda la sangre está seca… formando líneas sobre sus nudillos. No recuerda nada: ni el Impala ni haber aparcado a un lado de la carretera de grava, tampoco la propia carretera, o el momento en el que ha llegado, ni siquiera su triste intento de llegar a lo que queda de Dean. Su cuerpo le ha llevado hasta allí mientras dormía.

Es un martes o un miércoles cuando deja la casa de Bobby, antes del amanecer. No se despide. Está cansado de las despedidas. Encuentra un hotel, bebe y sueña con sangre seca creando finas líneas en sus nudillos. Cada cosa que ha intentado ha sido un callejón sin salida.

Ruby aparece en su vida cuando está en uno de sus peores momentos, esta vez en el cuerpo de una secretaria rubia e intentando demostrarle que está de su lado. Admite que no puede traer a Dean, pero le ofrece venganza. Se traga las lágrimas, nada dispuesto a mostrarle lo mucho que le afecta escuchar el nombre de su hermano, y se niega. Cuatro días después reaparece, esta vez en el cuerpo de una pequeña morena y con un certificado de defunción para demostrar que no está secuestrando a nadie, y empieza a hacer mella en su resolución.

Es un martes o un miércoles, cuatro semanas después de la muerte de Dean, cuando Sam encuentra una tarjeta SD entre las páginas pegadas de una revista. Ni siquiera se atreve a tocarla. Camina hasta un bar y bebe para darse valor. Cinco horas más tarde ve a Dean frente a la cámara, nervioso, inseguro e incluso con las orejas coloradas.

—Esta es mi confesión…

Y Sam no puede respirar. Dean está en su habitación, sentado en su cama de la casa de Bobby. La cámara está sobre el aparador que ha ocupado la sala desde siempre, el lugar donde grabaron sus nombres cuando eran niños. Sam casi puede sentir las letras grabadas del nombre de Dean bajo sus dedos, en el cajón de la derecha.

—Si pudiese cambiar algún momento de mi vida, este nunca sería uno de ellos. Necesito que lo sepas. Siempre, siempre te elegiría. No hay precio que no pagaría por tu vida. Por lo tanto, tienes que sobrevivir a esto, tienes que hacerlo. Crees que no lo sé, que no lo entiendo, que no veo todo lo que haces, y te equivocas. Te amo más allá de las palabras, más allá del sentido o de mí mismo, y sé que puedes sobrevivir a lo que yo no pude. Puedes vivir sin mí. Mi vida comienza y termina queriéndote, sólo a ti, siempre a ti. Y sé que piensas que soy cruel y egoísta. Sería cruel y egoísta…

Sam no puede parar de llorar. Sus dedos temblorosos se deslizan sobre la pantalla de su ordenador portátil, intentando llegar a las lágrimas de su hermano. Porque Dean está llorando. Su voz se rompe y suaviza. Suena tan joven. Murió tan joven.

—… tomar de ti lo que quería para después dejarte. Haces las cosas tan difíciles, insistes con tanta determinación, y si crees que no deseaba lo mismo que tú, entonces te equivocas. Ahora mismo estás abajo, buscando alguna forma de salvarme. Todavía te puedo oler en mi piel y duele. Cuando entres por esa puerta esta noche, intentaré resistir todo lo que eres, todo lo que tú eres para mí, ¿pero por qué? Nos apretaremos en esa estúpida cama y resistiré hasta que no pueda más. Intento alejarte porque tengo miedo de destruirte. Pero soy débil. Si me lo pidieras, te lo daría todo de mí, Sam. Cada parte de mí. Sabes que derramaría toda mi sangre por ti, moriría mil veces, sufriría mil veces y lo siento.

Dean mira hacia la nada en ese momento. Se está destruyendo, sollozando como un niño. Sam le ve desmoronándose y siente como si le arrancasen el corazón. No, Dean está muerto.

—La verdad es que te quiero demasiado. Eres mi estrella polar, mi Polaris. La única luz que me guía. Y no voy a dejar que te quemes. Si hay alguna manera de volver a ti, de salir del lugar al que voy, la encontraré, y mi amor por ti me guiará de vuelta. El Infierno no podrá evitarlo. Así que…

Dean se secó los ojos con el puño de la camisa. Estaba sonriendo medianamente. Retorcía la mano izquierda sobre la colcha. No, Dean está muerto.

—… esta es mi confesión. Yo, Dean Winchester, he tenido malos pensamientos, un montón de ellos, pero no es de eso de lo que trata esto… Te quiero, Sammy. Te amo. Perdóname. No podría haber vivido si mi mundo.

Dean está de pie, camina hacia la cámara. La imagen desaparece. No, Dean está muerto.

Sam vomita lo poco que ha comido en la papelera que hay junto a la cama y ve de nuevo todo el vídeo.

Todavía te puedo oler en mi piel y duele…

Si me lo pidieras, te lo daría todo, Sam…

Te quiero demasiado…

Sam lo ve una y otra vez. Cataloga todas las emociones subyacentes, las reduce a cero, las memoriza.

Es un martes o un miércoles —¿a quién le importa cuando no hay razón para mantener la noción del tiempo? —, y Sam se ha bebido la mitad de Old Grand-dad y ya ha tomado una decisión, cuando Ruby se acerca a él y toma su arma.

—Sam, no quiero esto.

La mirada de compasión en su rostro le enfureció.

—Es como una regla, ¿no? Si me mato voy al infierno.

—Sam, no lo hagas.

—Pero podría tenerle. Podría ir. Estoy tan cansado. Sólo quiero irme. Le necesito, Ruby. Le amo.

—Bueno, ew. Todo el mundo se ha dado cuenta —Puso su mano sobre el hombro de Sam—. No soy una gran fan de Dean, pero le respeto. El cabrón hace todo lo que se propone. Esto no es lo que quería para ti.

—No puedo hacer todo lo que él hubiese querido.

—Desde luego que sí. ¿Le amas? Entonces, véngate.

Hay odio en el corazón de Sam, brillante como un incendio, cuando dice:

—Ruby, hazme fuerte.

Pierde la noción de los días después de ellos. Ellos se hacen sangrar mutuamente. Hay sangre en su boca. Cada gota le hace más fuerte. Y líneas de sangre seca de demonio se seca en finas líneas sobre sus nudillos, y las lame hasta que no queda rastro de ellas.

Cada demonio que mata es un demonio menos atormentando a su hermano. Cada muerto, cada demonio, cada hijo de puta de ojos negros, es otra espina en el costado de Lilith, otro de los obstáculos que ha superado. El camino hasta Dean está empedrado de carne de demonio.

Es un martes o un miércoles por la noche; está cansado y derrotado y sucumbe a algo más que sangre. La piel de Ruby está lejos de reconfortarle. Le deja sucio, mugriento, asqueroso. Entre la sangre y el sexo se ha convertido en algo tan abominable que sabe que nunca volverá a estar limpio, o digno del amor de Dean. Pero Dean se ha ido. Así que sucumbe. Y cuando se marcha bebe hasta que no siente, hasta que piensa de nuevo en la idea del suicidio.

Cinco semanas después alguien llama a la puerta.


Muchas gracias por todo, por seguir y comentar esta historia y por la cantidad de paciencia y confianza que habéis puesto en ella :D Y muchas gracias a James Parker, que me dio su permiso para traeros este fic tan largo, enrevesado y absolutamente genial.