Título: Polaris

Enlace al original: (www) . (fanfiction) . net (/s/) (7043060) (/1/) Polaris Sin espacios ni paréntesis.

Autor: JamesParker, (www) . (fanfiction) . net (/u/) (1298116) / JamesParker Sin espacios ni paréntesis.

Disclamer: nada de lo que podáis reconocer me pertenece, todo es propiedad del canal CW y los creadores de la serie. El fic original pertenece a JamesParker, yo sólo hago la traducción. Este trabajo es sin ánimos de lucro.

Resumen del capítulo: Se suponía que iba a ser una broma. Pero, cuando Dean decide darse un paseo por la mente de Sam, pronto averigua que algunos sueños no son muy divertidos.

Avisos: rating M por lenguaje, violencia y Wincest, es decir, relación chico/chico e incesto. Si no te gusta, no leas. Vuelve a la página anterior y abstente de hacer comentarios sobre lo pervertidas que somos las personas que leemos esto. Créeme, ya lo sabemos XD

N/T: ¡Hola! Aquí vengo con una nueva traducción, esta vez de un fandom totalmente nuevo para mí. Empecé la serie hace unos años y nunca la terminé y, hace unas semanas, decidí empezar de nuevo con ella y esta vez verla entera. Está en emisión, si no me he informado mal, así que tengo tiempo de ponerme al día. Por cierto, voy por la cuarta temporada así que si alguien tiene los capítulos de esta o de las siguientes (las anteriores las tengo completas, por si a alguien le interesan) y quiera pasármelos, puede ponerse en contacto conmigo y hablamos :DD

Bueno, me estoy yendo por las ramas.

Este capítulo es el más largo de todos y el primero de ocho. No es un fic largo pero tampoco quería cargarme de trabajo. A mí me gustó mucho y espero que vosotros/as también lo disfrutéis. También tengo que deciros que el autor hace una especie de summary para cada capítulo pero no spoilea, como digo, sólo son resúmenes como el que veis arriba.

El fic está situado en la tercera temporada, entre el capítulo 10 "Dream a Little Dream" (Sueña conmigo, en español) y el capítulo 11 "Mistery Spot" (Punto misterioso, en español).

Ah, las palabras que tienen un asterisco (*), son las que yo he considerado que deben ser explicadas. Quizás me he pasado un poco. En cualquier caso, espero no haberme quedado corta con las aclaraciones. En caso de duda, preguntad


Capítulo Uno

Dean POV

A veces un cigarro es sólo un cigarro.

-Sigmund Freud.

Estaban haciendo la colada y, mientras vaciaba los bolsillos de uno de sus vaqueros, ahí estaba, la última Raíz del Sueño retorcida en la esquina de una bolsa de sándwich. Dean pensó que sería divertido. Había sólo para un pequeño paseo por la mente de Sam. Por lo menos podría espiar un poco, recoger algo de munición de los sueños de chica de Sam para poder burlarse de él en el futuro. O mejor aún, podría asustarle un poco, llevar a cabo una pequeña venganza por el susto que le dio la semana pasada cuando le lanzó una almohada en mitad de la noche. Una almohada que terminó hecha jirones y con el relleno de poliéster repartido por toda la habitación. El instinto era una mierda. Le gritó a Sam hasta que se quedó a gusto. Había un montón de jodidas pelusas por todas partes. A veces, estar con Sam, que había permanecido ahí con el pelo revuelto y la cama deshecha, era como salir con una niña de doce años. Y tal vez estar con Dean era como salir con una de quince, ya que lo de la almohada podría haber sido una venganza por lo de sus pantalones la semana pasada en la biblioteca, pero al menos las bromas de Dean eran mejores.

Dean metió la bolsita en su bolsillo e intentó no reírse.

Silene capensis, el nombre propio de la Raíz del Sueño, sonaba notablemente como el nombre de una virgen del instituto que toca el violonchelo. Y sabía nueve veces peor que una infusión de setas alucinógenas. Dean se estremeció al recordar lo asqueroso que era a la vez que llenaba la parte trasera de la cafetera con agua, mientras Sam iba a por un refresco a la máquina expendedora del motel. Dean cogió unos pelos del cepillo de Sam. Eran tan largos que pensó que se atragantaría con ellos. Introdujo los pelos y la raíz en una pequeña taza del hotel antes de de arreglar su cama con indiferencia.

Sam miró a Dean con curiosidad cuando entró en la habitación, con cuidado de pasar por encima de la línea de sal que había delante de la puerta.

—¿No vamos a salir esta noche?

—No, Sammy, estoy agotado. No tengo ganas de fiesta*. Pensaba ver la caja tonta un rato, ya sabes, pudrir el melón*.

—Dios, Dean, espero que eso no sea un eufemismo.

—¿Un qué? —En momentos como esos, Dean pensaba que Sam sólo decía palabras porque sí.

Él puso los ojos en blanco.

—Un doble sentido.

—Ajá… Sé lo que significa, Sam, no soy estúpido —Dean le lanzó su omnipresente "cara de hijo de perra" y después sacudió la cabeza—. No hay melones reales. Sólo estoy cansado.

—Está bien —Sam se sentó en la mesa y abrió, de todas las cosas que podría haber elegido, un refresco de naranja dietético. Jesús, pensó Dean—. Creo que voy a echar un vistazo, a ver si encuentro algo.

—Sí —Dean se animó—. A ver si encuentras un caso, ¡estoy aburrido!

—Quejica —El portátil comenzó a hacer ruido cuando Sam lo puso en marcha—. Colega, ¿estás seguro de que no quieres salir? Tomar unas cervezas, ligarte a unas chicas, dejarme en paz…

—Oh, pequeño —Dean sonrió—. No querrás quedarte solo, ¿verdad? El hermano mayor está aquí. Y tú eres la única chica que puedo manejar esta noche, Sam, Sammy, Samantha.

—Genial —Sam bufó y… ¿era eso un rubor? —. Si quieres un caso, vas a tener que dejarme trabajar tranquilo.

—Está bien, todo el trabajo para Sam. Estaré fuera de juego antes de que te des cuenta —Dean se puso de pie e hizo un baile a través del cuarto, contoneándose. Sam lo ignoró. Así pues, cogió el mando a distancia y le echó un trago al refresco de Sam.

—¡Cómprate uno!

—Qué asco. Naranja.

—Sí, y, como he dicho, cómprate uno.

Dean hizo un mohín, se quitó los vaqueros, se puso otra camiseta, y encendió el televisor, pensando en comportarse, pero no demasiado —no quería que Sammy empezase a sospechar. A medida que se relajaba sobre la cama (la más cercana a la puerta, siempre era esa la suya), se sorprendió al darse cuenta de que realmente estaba cansado, ni siquiera la subasta de Barret Jackson en SpeedTV podía mantener su atención. Pero no quería ser el primero en dormirse…

Se despertó al escuchar a Sam arrastrando los pies en la oscuridad. Levantó la mirada hacia los dígitos temblorosos del reloj, las 3:21 a.m. Otra noche más con Sam muerto sobre sus pies y arrastrando su enorme cuerpo hacia la cama, quedando fuera de juego con la ropa todavía puesta, por lo general sobre las cubiertas de la cama —algo andaba mal. Si Dean era honesto, sabía que algo estaba mal desde hacía tiempo. Sabía que tenía que ver con el trato. Y, aunque la Raíz del Sueño podría ser una forma más de divertirse, Dean se preguntó si podría ayudarle a averiguar qué molestaba tanto a Sam.

Oyó que Sam golpeaba el colchón con un ruido sordo y sintió una punzada de lástima por él. Dean estaba a oscuras, escuchando la respiración de su hermano, tratando de no sincronizar su respiración con la de él porque, ¿quién demonios hace eso? Sabía el momento en el que Sam estaba profundamente dormido por el sonido familiar de su respiración, el ritmo común de inhalación y exhalación, le había estado escuchando dormir toda su vida. Dean se deslizó fuera de la cama tan silenciosamente como le fue posible, caminó como un súper ninja y accionó el interruptor de la cafetera con la esperanza de que no hiciera mucho ruido mientras calentaba el agua.

Sammy se movió pero no llegó a despertarse. Dean le escuchó soltar pequeños gemidos mientras dormía, y esperaba que eso significara algo bueno por una vez, ya que el Señor sabía que ambos tenían los sueños plagados de pesadillas horribles, la mayoría de las veces producto de las cosas que veían durante sus horas de vigilia. Uno puede enterrar los horrores y miedos de la caza, pero estos siempre encontraban un camino de vuelta a la superficie de alguna manera.

La angustia y el dolor. Noches sin dormir. Todo eso, Dean supuso, era de esperar. Pero estaría bien, pensó, encontrar algo de paz en los sueños. ¿A quién quería engañar? Pensó en ese viejo dicho: "Dormirás cuando estés muerto". Dos ya lo habían hecho* y había quedado claro que no se aplicaba a los Winchester. Iban de caza con el Infierno pisándoles los talones, aplazando el sueño con cafeína y usaban la adrenalina para hacer el trabajo. Pero no había ninguna paz al final. Dean había soñado con lo que estaba por venir. Esa noche con la Raíz del Sueño y ese maldito imbécil de Jeremy no había sido la primera ni la última vez que Dean soñaba con el día en que se cumpliera su trato, o en qué se convertiría después. No conseguiría dormir ni siquiera en la muerte.

El día estaba cada vez más cerca y Dean sabía que Sam cada vez dormía menos. Incluso había arrastrado su aburrido culo a una barra de bar, sólo para que consiguiese llegar a ese suave punto de borracho en el que el sueño llegaba tan fácilmente como caer al agua: oscuro, vacío y, con suerte, sin sueños. Esa era una táctica peligrosa y no debía tomarse a la ligera, un trago de más junto con una chica guapa y podría provocarle a Sam un cortocircuito. Ya había ocurrido antes. Se ponía sentimental y todo sensible, sus ojos se reblandecían y colocaba su cabeza en el hombro de Dean, aniquilando cualquier posibilidad de tener suerte con una camarera o alguna chica del bar. ¡Era un soplapollas extraordinario! Dean suspiró y la cafetera escupió un poco de agua.

Sam se movió y, gracias a la luz que se colaba por una rendija de la cortina, Dean vio que estaba agarrando fuertemente la colcha de la cama pero no hacía ningún ruido. Y, por suerte, no se había despertado.

Es hora de ir de Samspeleología*, pensó Dean mientras echaba el líquido de olor dulce pero a la vez amargo en una barata taza de café del motel. A veces Dean deseaba alojarse en una habitación mejor, aunque sólo fuera de vez en cuando. Sabía que Sam se lo agradecería, lo había mencionado en varias ocasiones, pero ambos sabían por qué se quedaban en donde lo hacían. Esos moteles de poca monta eran baratos, los gerentes no hacían preguntas y todos iban a lo suyo. Pero aún así…

El olor del líquido era engañosamente menos picante que su sabor. Una vez que lo tenías en la boca, era horrible; Dean tragó saliva y trató de que tocase su lengua lo menos posible. Un total fracaso. Cuando se acercaba a la cama, se estiró y puso su mano en la nuca de Sam durante un breve segundo. Tanteando el terreno, pensó. No había suficiente luz como para despertar a Sam pero sí para hacer dudar a Dean de su resolución. Aunque ya era demasiado tarde como para empezar a pensar que había sido una idea no demasiado pensada. Mientras se tumbaba sobre el cobertor, escuchaba a Sam respirar. Miró las grietas que rebelaban las luces de los coches que pasaban por la carretera. Después, se durmió.

oOo

Dean despertó, bueno, quizá la palabra "despertar" no era la adecuada, en el asiento trasero del Impala, totalmente vestido. El sol brillaba en el cielo azul sin nubes. Sacó las piernas del coche y se sentó para orientarse. El coche estaba junto a una carretera recién asfaltada, en una de tantas carreteras secundarias rodeadas de campos de heno, casi listos para que una trilladora los agitase en la brisa. De pronto, la carretera se sumió totalmente en la oscuridad, como si el sol sólo hubiera sido un espejismo. La radio se encendió por sí sola y Dean no pudo evitar sonreír cuando reconoció la canción "And It Stoned Me" de Van Morrison. Había sido una de las canciones favoritas de Sam cuando era más joven, antes de que decidiera que el rock clásico no era cool. Sam cantaba en voz alta y fuera de tono, mientras Dean se reía un poco de él. La canción siempre le había parecido triste, teniendo en cuenta que terminaba con la idea de ir a casa —algo que en realidad nunca tuvieron. Pero Sam la adoraba y le rogaba que cantara con él, hasta que Dean le explicó lo que Van Morrison quería decir con "Jelly Roll"*. Con doce años, a Sam le dio asco.

Dean abrió la puerta y salió a la noche sin luna.

—Flipante.

La carretera era la misma, con el oscuro campo a su derecha. La carretera o el campo, se preguntaba, hasta que vio algo brillar entre las hierbas altas. En el borde del campo se alzaba un bosque negro y desnudo de hojas. Un bosque de invierno aunque no había nieve ni hacía frío. Había un camino trillado, con hierbas dobladas a cada lado. Todo era escueto, casi en blanco y negro. El brillo cobró fuerza hasta que Dean pareció caminar en un círculo de luz. A pesar de que era incapaz de ver su origen, brillaba sobre él como un foco de helicóptero, moviéndose mientras caminaba por el campo. Abrió los brazos y dejó que sus dedos acariciasen las copas de los pastos. Entonces lo escuchó. Era un susurro al principio, mientras giraba la cabeza para recoger el trozo de una voz. El viento se levantó y hubo un suave siseo, viajando en ondas por el campo. Había más voces escondidas en el sonido.

—Horrible.

—Nunca te quise.

—No pudiste salvarme.

Las voces eran muy bajas, no reconocía a los hablantes aunque… ¿había si quiera alguno? Pero el sentimiento era claro.

Dean habló a la oscuridad:

—¿Quiénes sois?¿Me habláis a mí?

—Sammy.

—Sammy.

—Samuel.

—Sam.

—Sam no está en este momento, ¿queréis dejar algún mensaje? —Dean se habría reído pero, siendo sinceros, las voces eran jodidamente espeluznantes.

—Sam está aquí.

—Ya he dicho que no. Soy Dean —repitió.

—Sam está aquí. Sam está aquí. Sam está aquí —respondió un coro de voces, ignorando a Dean por completo o confundiéndolo con Sam, tal vez.

Entonces, Sam tenía que estar en algún lugar ya que eso era, después de todo, su sueño. Sam podría estar en cualquier lugar, pensó Dean. Las voces se hicieron más fuertes:

—Abominación.

—Error.

—Mentiroso.

Una figura estaba de pie en la oscuridad, justo fuera del círculo de luz, demasiado etérea como para ser real. No caminaba pero se deslizaba hacia delante. Cuando estuvo al borde de la luz, Dean reconoció su larga cabellera rubia. El camisón empapado de sangre que llevaba debía ser el mismo que había visto Sam cuando ella estaba en el techo, antes de estallar en llamas.

—¿Jess?

Se acercó más, sin mirar a Dean sino a través de él. Como un eco de muerte, pensó Dean, algo hecho para que Sam se torturase a sí mismo… Genial. Su voz se elevó, teñida de ira, tristeza y amargura.

—Sam, ¿por qué? Me mataste. ¿Cómo pudiste dejarme? Sabías que pasaría. Me dejaste. Me dejaste. Dejaste que me matase. Lo quisiste. No me necesitabas.

Su voz acusadora se elevó y luego volvió a caer, haciendo eco en todas direcciones como si hubiera muchas Jessicas en vez de sólo una.

—No soy Sam. Soy Dean.

—Dean —Soltó una risa amarga y sarcástica—. Dean. Dean. Dean. Dean. Le querías más que a mí. Querías dejarme como fuera. Dean vino. Te alejó de mí. No me querías. Me mataste. Querías a Dean. Dean. Dean. Dean. Yo no era nada. Me tiraste a la basura. Yo te amaba. Me mataste. Tu amor es veneno. Tu amor es una maldición. Él se irá también. Ahora nadie puede amarte.

Dean fue bombardeado por la voz desde todas las direcciones. ¿Era esto lo que pasaba en la cabeza de Sam?¿Toda esta autoacusación? Si esto era lo normal para Sam, debería haber entrado en su cabeza de cromañón hacía mucho tiempo. Debería haber puesto fin a esto, apartarlo de su mente. Sam se estaba haciendo daño a sí mismo, reviviendo toda esa mierda una y otra vez. No era de extrañar que pareciera cansado. Tampoco era extraño que se pasase la noche investigando hasta no poder tenerse en pie, hasta que Dean tenía que obligarle a dormir al igual que cuando era un niño testarudo.

—Escucha, puta. Tú no eres real. No soy Sam. Y Sam no lo sabía. Así que puedes dejar toda esa mierda de "pobre de mí" y largarte.

Su mirada distante se enfocó y ella le miró a los ojos con odio concentrado. Tal vez eso no era un eco de muerte después de todo.

—Dean —susurró, levantando la mano con la palma hacia él. El viento se levantó y sopló con fuerza en su dirección, casi como si ella lo estuviese controlando—. Cuando apareciste ese día, firmaste mi sentencia de muerte.

—El demonio te mató, Jess. Lo siento. No lo sabíamos —Dean lo sentía y, a pesar de las premoniciones de Sam o lo que fuese, era cierto que no tenían forma de saber que el demonio de ojos amarillos iría a por ella. Al parecer, la venganza, la muerte del demonio que la había matado, no había hecho nada por aliviar los sentimientos de culpa de Sam—. Le matamos, no le hará daño a nadie más. No sabíamos que iría a por ti.

—No importa. Fuiste mi sentencia de muerte. Cuando Sam traspasó la puerta contigo, nuestra vida había acabado. Él nunca estuvo, ni siquiera cuando volvió a mí. Te lo llevaste. Tú. Lo robaste. Robaste mi vida.

—¿Robar?

—Tú lo robaste y robaste mi vida.

Jessica corrió hacia él, sus rasgos distintos, deformados, y llenos de ira. Pero cuando se preparó para el golpe, ella pasó a través de él.

—Jesús —Dean puso los ojos en blanco—. Los demonios personales de Sammy son igual de melodramáticos y femeninos que él.

No esperaba el golpe cuando llegó. Algo le agarró fuertemente de la parte posterior de la cabeza, tirando de un puñado de pelo. La mano tiró de él para darle la vuelta y Dean se encontró mirando directamente a los ojos de su padre.

—Samuel —dijo John burlonamente.

John a veces se portaba como un idiota pero Dean jamás había visto esa expresión en el rostro de su padre. El disgusto era evidente en sus facciones; sus ojos eran duros y estaban llenos de odio, y su boca estaba apretada.

—¿Papá?

Dean dio un paso atrás ante el odio que emanaba de John. Eso no estaba bien. Papá no odiaba a Sam, pensó. Le quería. Se peleaban, cierto, pero… Dean sacudió la cabeza con incredulidad, no le había odiado. Le dolía pensar que Sam creía que su padre podría mirarle así alguna vez. Ese rostro, ese rostro de cazador, era el que se dirigía a los monstruos… No a ellos, nunca a ellos, no importaba lo mucho que pelearan entre sí o se equivocaran.

John avanzó, acercándose a él y pareciendo mucho más grande de lo que había sido en vida.

—¿Por qué no sigues muerto?¿Crees que eres digno de ocupar el lugar de Dean? Morí por él. ¿Y tú? Se suponía que debía matarte, no sacrificarse por ti. ¿Por qué tú?

Eso no, pensó Dean. Eso era demasiado. ¿Cómo podía hacer eso Sam?¿Cómo podía creer esas cosas acerca de sí mismo? Sólo pensar en su hermano, de pie en ese campo, frente a todas sus culpas y arrepentimientos magnificados, casi rompió el corazón de Dean. Su padre siguió avanzando, acercándose con pasos pesados pero constantes y manteniendo la máscara de odio.

—Lo que está muerto debe permanecer muerto —dijo John.

Las mismas palabras, recordó Dean, que le había dicho a Sam después de que ese bicho raro del griego resucitase a su amor platónico de entre los muertos y ellos fueron obligados a devolverla a su "estado natural".

—Sammy no morirá por mí o por nadie —Dean trató de controlar su voz pero lo único que quería hacer era gritar y gritar—. No mientras yo pueda pararlo.

—No te mereces a Dean. Siempre ha sido mejor que tú. Deberías haber muerto en esa cuna. Toda la vida cargando contigo, Dean haciéndolo todo por ti, ¿y tú nos dejas morir? Deberíamos haberte dejado. Dean debería haberte dejado. Debería haber dejado que murieses.

La mano de Dean golpeó a su padre antes de saber lo que estaba haciendo.

—¿Eso es lo que le dices cuando viene aquí? Maldita sea, Sammy —Hablaba como si Sam pudiese oírle… ¿podría? —. Sammy, por favor, tienes que saber que esto no es cierto.

Cuando John apartó la mano de su boca, había sangre, brillante y roja, como pintada, manchando su mejilla. La mirada de ira y disgusto se había ido.

—¿Dean?

—Vete a la mierda. Tú no eres real. Papá nunca… —comenzó Dean, temiendo lo que ese "padre" podría decir. Se preparó para lo peor, pensando en las cosas que Sam probablemente se decía continuamente.

—Deberías haberle matado como te pedí. Ahora estás condenado y es culpa suya. Todo es culpa suya. Habrías estado mejor sin él.

—Gilipollas. ¿Llenas la cabeza de Sam con toda esta mierda? Pues te diré un secreto: eres imaginario y habría matado a mi propio padre para salvar a Sammy —Dean nunca había dicho eso en voz alta pero él sabía que era verdad—. Yo quería a mi padre y habría muerto por él pero Sam, Sam es otra historia, ¿me sigues?

—¿Salvarías a esa abominación?

—No le llames así. No te atrevas a llamarle así. No eres real. No eres más que miedo, más que culpa. Sam no se merece esto. Merece vivir. Vivir sin ser cazado y sin cargar con toda esta mierda pero no lo conseguiremos, ¿vedad? Él no merecía morir porque un estúpido demonio pensara que era su destino y tampoco morirá porque tú pienses que debería. Es mi responsabilidad y no morirá mientras pueda evitarlo; no me importa lo que me cueste.

—Es una pena, hijo, que quieras tirar tu vida por la borda tan fácilmente. ¿Crees que le importa?

—No estarías aquí si no le importara. Se preocupa demasiado. Le duele pero soy un egoísta hijo de puta. Sé que lo superará. Pero yo… De todas formas yo no podría vivir sin él durante mucho tiempo.

—¿Crees eso? Te arrepentirás. Te arrepentirás un centenar de veces. Lo siento, Dean.

—Vete a la mierda —escupió Dean. Su padre sonrió y le miró como si sopesara algo. Dean se mantuvo firme ante el escrutinio y, aunque quería encogerse, no se lo permitió a sí mismo.

Su padre se echó a reír. Su risa burlona y fría brotaba de todas partes, se hacía eco y los árboles rígidos y muertos traían su risa de vuelta. Dean parpadeó y, clic, John había desparecido.

Luego vino el silencio. El viento, una brisa constante, se quedó inmóvil. Y entonces Dean le vio.

—¿Sammy?

Había un muchacho. Estaba de pie en el campo. Catorce años, si no se equivocaba. Su rostro ceñudo, de preocupación, Dean se lo sabía de memoria. Aún se veían rastros de ese ceño en las características adultas, más nítidas, de Sam.

—Le queremos —susurró el chico. Sus ojos de color rojo, con las mejillas manchadas de lágrimas y totalmente pálidas. Su boca temblorosa —. Nosotros le queremos. Sabes que le queremos. No puedes hacerlo. Arréglalo. Arréglalo. No podemos estar solos. No podemos estar sin él. Por favor. Por favor. No dejes que se vaya —Sammy cayó de rodillas, sollozando incontrolablemente—. Te odio. Le queremos. Le necesitamos. Estará solo. Dijiste que no le dejaríamos de nuevo. Prometimos que nunca estaría solo.

Sabía que ese campo tenía la intención de torturar a Sam. Él mismo lo diseñó para castigarse, pero Dean sabía que si Sam hubiese visto su corazón en cualquier momento, en busca de algo, algo para destruir a Dean, se habría encontrado con ese momento: las lágrimas, las palabras, ese niño, todavía pequeño y tímido, siempre con miedo, siempre vulnerable. Aquello que Dean tenía que proteger por encima de todo, más allá de sus propios límites incluso. ¿Cómo podría soportar eso, esa manifestación de todas las cosas que tenía que proteger del infierno?

Dean no pudo evitar acercarse. Se arrodilló junto a él. Lo tomó en sus brazos. Pegó el pequeño cuerpo al suyo. Mientras el cuerpo de Sammy se estremecía entre sollozos, Dean trataba de serenarse, de construir un muro contra la tentación de echarse a llorar junto a él.

—No llores, Sammy. Lo siento.

El chico enterró la cabeza en su hombro. Olvidé cómo era estando asustado, pensó Dean.

—Le queremos. Le queremos tanto. No podemos dejarle.

—No, Sammy, estoy aquí —Dean no podría decir si eso era otra figura del sueño o algo real, pero el uso de la tercera persona le parecía un poco raro. Por favor, que Sam no se convierta en alguna cosa rara, pensó Dean, sin saber qué más decirle.

—¿Dean? —Levantó su pequeña carita hacia la luz, un óvalo perfecto y brillante—. Dean, no te vayas. Dean, no me dejes atrás. Te prometo que seré bueno.

—Sammy, pequeño —Dean recordaba a Sam a esa edad y tuvo que contener las lágrimas. Era lo mismo que decía cuando su padre y él se iban de caza. ¿Qué estaba intentando conseguir, hacerle llorar? Se tragó el sollozo que se agolpaba en su pecho—. Haría esto por ti una y otra vez. Necesito que lo entiendas, ¿de acuerdo?

Los brazos de Sam se sentían pequeños y ligeros alrededor de su cuello.

—Te quiero. No olvides que te quiero. Ambos te queremos tanto que duele. No puedes olvidarlo, ¿de acuerdo?

—¿Qué quieres decir con ambos, pequeño? —Ese Sam, pequeño, todavía inocente, lleno hasta los topes de preocupación, hacía que Dean cayese en los viejos hábitos y en los apodos que usaba cuando eran pequeños.

—Sam y yo. ¿Es qué no lo sabes?

Quería gritar que no dijese eso, que no pensase que no lo sabía pero, en vez de eso, se forzó a dejar salir un sencillo:

—Sammy, lo sé.

—Sam no lo dice. Tú tampoco lo dices. Te quiero. Es como un enorme fuego, quemándolo todo. Y tú eres la luz.

—¿Qué? Pequeño, no te entiendo —¿Más mierda críptica?¿Un incendio? El cerebro de Sam estaba lleno de enigmas y poesía.

—Tú. Tú eres la luz. Nos llenas. Toda nuestra luz está en ti. Sin ti estamos tan vacíos y asustados.

—No tienes que temer a nada —Dean apartó el pelo de la frente de Sammy.

—No lo sabes. Tengo miedo a la oscuridad sin ti. Le he dicho a Sam que lo arregle. Nos quedaremos contigo para siempre, hermano mayor. Somos tuyos. Queremos ir también.

—No puedes venir conmigo —Dean sacudió la cabeza—. Sam no puede ir conmigo, ese es el punto, chico.

—Sam tiene miedo. ¿Y si no te puede salvar?

—Nos ocuparemos de eso más tarde. Dile que no tenga miedo —No sabía si eso funcionaría, pasar un mensaje a través de un sueño, pero valía la pena intentarlo.

—Díselo tú. Díselo. Él viene aquí y llora. Te queremos.

Unas manos pequeñas acunaron el rostro de Dean y Sam apretó los labios contra los de su hermano. Dean estaba demasiado aturdido como para moverse, demasiado confuso como para sacudir la cabeza y burlarse de Sam por ser una chica. El beso fue casto y dulce, y lleno de amor, inocente y puro. Sam se apartó y miró a Dean a la cara con una sonrisa jugueteando en sus facciones, como si estuviera orgulloso. Sam enderezó la espalda y la cabeza, para parecer más alto, más grave. Dean también recordaba eso, significaba que Sammy estaba pensando en algo muy serio y que Dean debía escucharle.

—Tienes nuestro amor —dijo deliberadamente, pronunciando cada sílaba—. Tienes nuestra vida. Igual no lo sabías pero ahora sí —Sam le sonrió, marcando sus hoyuelos plenamente.

Dean todavía estaba aturdido, confuso por el dolor y la nostalgia, cuando Sam se desvaneció sin dejar de sonreír. De pronto, estaba abrazando al aire.

A la pálida luz que le rodeaba, los tallos de hierba comenzaron a balancearse de nuevo. Dean se puso de pie con las piernas temblorosas, se sacudió el polvo de las rodillas con el dorso de la mano y se quedó mirando el cielo nocturno. Las estrellas eran brillantes y claras, tanto que sabía que Sam sería capaz de nombrar cada una de ellas. La Vía Láctea destacaba en la oscuridad, entre un mar de estrellas sin nombre. Dean amaba el cielo, le encantaba verlo desde la carretera o sentado en el capó del Impala con Sam, pero nunca se acordaba de las constelaciones, no importaba cuántas veces o lo pacientemente que Sam se las señalara. Conocía la Estrella Polar y ya está. Dean podía encontrarla sin problemas, como si hubiera magnetismo. Se dio la vuelta. Ahí estaba. Brillando muchísimo más que el resto. Dean rió quedamente. Un pequeño punto brillante en el universo que lo llamaba… Era jodidamente cursi.

No podría aguantar mucho más en la cabeza de Sam. Era como en esa vieja película, La Gran Huida* o algo así. Todos esos pequeños trozos del inconsciente de Sam estaban carcomiendo su fuerza y sus emociones y ya habían destrozado su objetivo original para estar ahí. Jess se había encargado de ello inmediatamente. ¿Por qué había pensado que sería divertido? Sabía que no sólo no conseguiría una broma digna de este sueño, sino también que podría estar burlándose de sí mismo.

Las cosas que creía Sam, el dolor que había en ese lugar, las formas en que se torturaba a sí mismo, reprendiéndose, abrazando voluntariamente a la culpa, era sorprendente. Más aún… Paralizaba. No era extraño que Sam se quedase trabajando hasta tan tarde, deteniéndose sólo cuando su cuerpo o su cerebro finalmente se negaban a continuar por falta de sueño. ¿Quién querría esto?¿Quién querría estar ahí? Dean se preguntó si pasaba todas las noches. Sam se cazaba a sí mismo en sus sueños y todos sus temores se ponían al descubierto en ese lugar. Esto tenía que parar. Dean podría detenerlo. Encontraría a Sam en algún lugar de ese campo de minas emocional y le golpearía hasta encontrar algo de sentido común en él si tenía que hacerlo.

Dean tenía un propósito y eso era bueno. Tener un objetivo era bueno. Encontrar a Sam y darle una buena sacudida. Pan comido.

Se volvió hacia la Estrella Polar, Polaris*, que brillaba como un faro. Caminó con los ojos fijos en ella. El campo se estrechó y los árboles le fueron rodeando. Algo se movió en la oscuridad.

Un hombre. Oscuridad en oscuridad. Se movía con naturalidad a través de la hierba alta, no se deslizaba, no parpadeaba o se transparentaba como un fantasma. Se acercó más, y Dean no estaba seguro de qué podía esperar. Entonces reconoció la mancha, después de haberlo visto suficientes veces al otro lado del espejo…

—Mierda.

A diferencia de los otros "fantasmas" que poblaban la psique de Sam este, este Dean de diecisiete años, con el pelo rubio de punta, la piel sin cicatrices y bañada por el sol, no estaba confundido. Tan pronto como entró en el foco, iluminado por el resplandor de la luz, miró a Dean y se rió entre dientes.

—¡Oh, maldita sea, hombre, no deberías estar aquí! ¿Por qué estás en la cabeza de Sam?¿No hay suficientes Deans por aquí?

Al menos Dean no tendría problemas en patearse su propio culo, en el cerebro de Sam o no. Negó con la cabeza, sin imaginar la razón por la que Sam soñaría con él a la edad de diecisiete años, su versión más arrogante.

—¡Oh, esto es una mierda!¿Qué coño has hecho ahora?

Dean adoptó una postura defensiva y ambos se miraron como dos tigres: estrechando los ojos, analizando a su presa. Dean pensaba que era mucho más fuerte pero a los diecisiete años había sido rápido como un rayo. Si llegaban a las manos, tendría que golpear fuerte y ser el primero en hacerlo para mantener la ventaja. Aunque, pensó, los años le habían enseñado algunos trucos sucios. Pero de todas formas odiaría golpear a la extraña construcción de sí mismo que había creado Sam y sería una pena echar a perder una cara tan bonita.

—No tengo que decir nada. Todo el mundo habla y habla. Eres una gran decepción por esto y por aquello. Sam sabe que rompió nuestro corazón. Lo hizo un millón de veces, ¿no? Lo sabe. Nos mira y piensa que le odiamos. Sólo dejo que lo crea. No tengo que decirle nada.

—Escucha, imbécil, nosotros… quiero decir, yo, yo nunca podría odiar a Sam. Y él lo sabe.

—Oh, no tienes que decírmelo, nenaza. Yo lo sé pero, ¿y él?

—Sí lo sabe, joder.

—Estúpido. Sammy era nuestro mundo.

—Es, capullo. Sammy es nuestro mundo.

El Dean de diecisiete años echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada.

—No lo hagas.

—¿El qué?

—Husmear por aquí. Eres tan malo como él, siempre queriendo, queriendo y queriendo saber. Interrogándome. Haciendo tantas preguntas estúpidas —El Dean joven le miró directamente a los ojos—. Algunas cosas debemos mantenerlas en secreto. Lo que no sabes no puede hacerte daño —Puso los ojos en blanco y suspiró profundamente—. Los dos estáis siempre buscando más mierda. Buscando. Buscando. Buscando. Hijos de puta co-dependientes —Se echó a reír con fuerza con la cabeza echada hacia atrás y los dientes blancos brillando—. Tal vez esa no es la palabra adecuada. Así que también quieres saber cosas, ¿eh? Oh, Sammy quiere que le queramos tanto. Ruega y suplica "Dean mírame. Dean, dime algo. Dean, lo siento". Dean, Dean, Dean. Nuestro nombre es la mitad de su vocabulario y aún así se cree tan inteligente.

—¿De qué coño estás hablando?

—Sigue caminando, imbécil, tal vez veas algo que te guste.

Luego despareció, dejando solo a Dean.

—¿Qué coño les pasa a todos con ser tan crípticos? —gritó Dean al vacío, agitando los brazos como si quisiera golpear algo—. Incluso los sueños de Sam son jodidamente confusos. ¿Dónde están las chicas guapas?¿Y el oso de peluche y las fiestas con té?¿Y el baile con la música emo?

El punto de luz se fue apagando, dejándolo en la más absoluta oscuridad.

—¡Por el amor de Dios!¿Ahora qué?

Sus ojos se acostumbraron poco a poco y el campo de alrededor fue tornándose más y más claro. En el cielo la luna se elevaba llena y redonda, ridícula e hipnóticamente grande. Empezó a caminar hacia ella y miró hacia abajo, encontrándose con que la paja delante de él iba desapareciendo. Mirando la luna de nuevo, Dean se sorprendió al ver que se había transformado en el cartel del Blue Moon Hotel and Apts.

Dean recordaba perfectamente ese lugar, estaba limpio y recién pintado, y cada habitación tenía una puerta de un color diferente. La suya había sido naranja ese verano. Él tenía diecisiete años y Sammy catorce. Papá había estado ausente casi todo el tiempo. La mitad del verano lo habían pasado en la piscina, sólo ellos compartiendo la habitación limpia y la diminuta cocina. Cada uno tenía su propia cama con colcha azul. Todo a su alrededor olía a cloro, desde las hojas de la piscina hasta su traje de baño y su piel bronceada por el sol. A Sam le había encantado ese lugar. A Dean le gustó porque le gustaba a Sam.

Las estrellas brillaban por encima de su cabeza y la piscina enviaba ondas de color turquesa por todo el patio. Una chica estaba sentada en la acristalada zona de recepción, pintando sus uñas y viendo Seventeen. Dean también la reconoció.

Sam había tenido un flechazo con la muchacha y encontraba todas las excusas que podía para hablar con ella. Estaba tan triste y apaleado que Dean decidió que la chica, Melissa, Melody o algo así, estaba "fuera de su alcance". No quería romper el corazón de Sam aunque sabía que estaba interesada en él por la forma en que se animaba cuando Dean estaba a su alrededor y giraba su dedo alrededor de un mechón de su larga melena rubia y fresa.

Una pequeña campanita sonó cuando Dean empujó la puerta y se dirigió al mostrador. Todo estaba demasiado limpio, las hojas de las plantas de plástico parecían recién abrillantadas, la piel de la chica estaba impecable, sus labios de un rosa profundo, parecido a los chicles Hubba-Bubba*. Su pelo estaba peinado demasiado bien.

Ella le miró con una sonrisa ensayada, mientras colocaba las manos sobre el mostrador de color amarillo limón.

—¿Necesita algo?¿Toallas?

Ella era casi sobrenatural. Sus ojos de un azul brillante, con un resplandor desagradable.

—Eh, no —Se aclaró la garganta—. En realidad, estoy buscando a mi hermano.

—Tú —dijo con una sonrisa—, pareces diferente.

—¿Diferente?

Ella inclinó la cabeza hacia un lado y le miró con esos ojos azules y violetas extrañamente intensos.

—Diferente —repitió de manera casual.

—Supongo que ha sido un día duro —sugirió, pensando que era diez años mayor de lo que ella esperaba.

—Eso debe ser —Ella asintió con la cabeza—. ¿No está Sam en la habitación?

—Eh, sí, es sólo que olvidé mi llave.

—Pero, si él está dentro, podrías llamar, ¿no?

Esto se estaba volviendo ridículo. Se sentía como si se hubiera perdido en el mundo de los sueños de Sam hacia como una hora y nada le estaba llevando más cerca de él. Es ese punto, Dean sólo quería despertar. Demasiados baches en el camino, demasiada gente onírica confundiéndole.

—Yo… —empezó a decir—. Sí, pero, ¿podrías darme la llave?

—Claro que sí, Dean.

Le impresionó de que pudiese recordar su nombre y se sintió mal por no saber el de ella. Pero tampoco es que la chica fuese exactamente real. Era parte de los extraños recuerdos y sueños de Sam. Sacó la llave de un gancho con el número doce y se giró hacia él.

—Oh —dijo, soltando un ruidito de sorpresa.

—¿Pasa algo?

—Acabo de notar que eres… —Hizo una pausa—. Tú eres tú, Dean. Eso es lo diferente.

Jesús, ¿más tonterías? Pensó Dean. Era como la puñetera Alicia en el País de las Maravillas. O el infierno de Dante…

—Sí, lo soy desde hace mucho tiempo.

—No, realmente eres tú —Le estudió, sujetando la llave con la punta de los dedos, haciendo que el llavero negro con el nombre "Blue Moon" y el número doce escritos, girase ligeramente—. ¿Estás seguro de que quieres hacer esto, Dean?

—Sólo quiero ver a mi hermano —respondió él.

—Está bien —le entregó la llave, rozándole la palma de la mano con los dedos.

Cuando se alejó, llave en mano, ella dijo:

—No deberías entrar ahí. Lo cambiará todo.

Pero la puerta de cristal se cerró con un ruido sordo a sus espaldas mientras cruzaba el aparcamiento hacia la habitación doce. Naranja, la puerta había sido de color naranja, no roja. De pie frente a la puerta, escuchó a Sam gimiendo. Al presionar el rostro contra la ventana, sólo vio sombras moviéndose, pero sabía instintivamente lo que eso significaba: sexo.

—Ja, ja, Sammy —Dean se rió entre dientes. Sin embargo, también se rascó la cabeza. Eso era inesperado—. Por lo menos no todos es dolor y llanto en tu cabeza, chico.

Ahora se encontraba en medio de un dilema. ¿Debería esperar a que los ruidos cesaran o llamar directamente? Desde luego, no quería interrumpir los sueños húmedos de Sam. Dean se estremeció, pensando en que no sabía lo que iba a ver y que había cosas que era mejor dejar a la imaginación. No es que alguna vez se hubiese imaginado a Sam teniendo relaciones sexuales. Otro estremecimiento. Bueno, excepto… Volvió a estremecerse.

En medio de los gemidos y los jadeos, Dean escuchó algo "raro". La voz de Sam le llamaba.

—¡Dean!¡No!¡Oh!

Mierda, pensó Dean, no era sexo, no era sexo. Sam estaba siendo atacado o estaba herido. Nunca se había dado cuenta de lo parecido que sonaban el placer y el dolor.

Dean no tenía nada, ni una sola arma. Al abrir la puerta con cautela, Dean trató de acallar la esperanza de atrapar a lo que estuviese haciendo daño a Sam con la guardia baja. Si lo conseguía, tal vez tendría ventaja y desterraría cualquier mierda que estuviese jodiendo a Sam en el mundo de los sueños.

La puerta se abrió en silencio gracias a las bisagras bien engrasadas. La lámpara de la mesita lanzaba su luz de oro y Dean estaba… Dean estaba… ¿ahí? Sam tenía los ojos cerrados por el… ¿dolor?¿Con el puño cerrado alrededor de las sábanas de la cama?¿Gimiendo?

—Dean.

¿Gimiendo u nombre?¿Retorciéndose debajo de él?

Sam estaba tendido con los omóplatos clavándose en el colchón y levantando la pelvis hacia… ¿Dean? Que tenía sus… ¿manos? Alrededor de sus boxers y estaba… ¿bajándolos? No. No. No.

Era como ver un accidente de coche pero el accidente era Dean follando con su hermanito esposado y muy excitado, incapaz de controlar sus gemidos. Dean pensó en dar la vuelta, realmente dio un paso atrás, demasiado sorprendido y repentinamente mareado para hacer mucho más. En ese momento el otro Dean, el que acariciaba lentamente a Sam y frotaba su evidente erección contra el muslo de este, se fijó en él.

—Bueno, parece que tienes una magnífica arma —se burló. El hijo de puta le lanzó un guiño a Dean. La rabia se hizo presa de su cuerpo. ¿Cómo se atrevía a usar su cara y a hacer esas cosas?

Los ojos del no-Dean brillaron plata. Entonces, el corazón de Dean se hundió, el brillo cambió y se convirtieron en negros.

Mirando directamente a los ojos de Dean, lamió el pecho de Sam, dirigiendo su lengua hasta su cuello y abrió la boca para morder el músculo sensible de esa zona.

—¡Aléjate de mi hermano! —gritó Dean, rompiendo con su parálisis momentánea. Corrió a toda velocidad hacia "Dean", que estaba a punto de hincarle el diente al cuello de Sam—. ¡Sammy!

Oyó a Sam respondiéndole con voz confusa.

—¿Dean?

Cuando Dean empujó a su otro yo al suelo, este derribó la lámpara. La luz parpadeó, antes de desaparecer, pero la que entraba por la puerta abierta era suficiente para ver. Los puños de Dean golpearon el cuerpo que estaba bajo el suyo.

—¿Qué eres?¿Un cambiaformas? ¿Un vampiro?¿Un demonio?¿Le has hecho daño?

Oyó a Sam luchando contra sus ataduras.

—¿Dean?

Al echar una rápida mirada por encima de su hombro para mirar a Sam, el otro Dean desapareció. ¡Así sin más! Pero Sammy seguía allí y todavía estaba medio desnudo. Su rostro no reflejaba miedo, sólo confusión que se marcó especialmente cuando dijo su nombre de nuevo.

—¿Dean?

—¿Sammy? Sabes que no era yo, ¿verdad?¿Te hizo daño? Dios, Sammy. ¿Por qué sueñas con esto? Yo nunca te haría daño, Sammy. Nunca lo haría —Se sacudió el recuerdo del rostro de su hermano mientras el otro Dean abusaba de él. ¿Por qué Sam soñaba con eso?¿Por qué?¿Qué clase de monstruo creía que podría llegar a ser Dean?

Sam sonrió, con esa sonrisa que marcaba sus hoyuelos y que hacía mucho tiempo que Dean no veía y que tenía un pequeño toque de "mi hermano es un idiota". Sam levantó una ceja.

—¿Hacerme daño?¿El qué?¿De quién estás hablando?

—Esa cosa, el impostor. Acaba de vaporizarse o algo así. Te iba a morder.

Dean se puso de pie, tratando de no pensar en lo que se estaba metiendo o en por qué Sam seguía luciendo una erección bastante considerable. Dean apartó la vista. Sam sonrió.

—¿De qué estás hablando? Somos los únicos aquí.

—Sam, eres tú, ¿verdad?

De repente, Dean sospechó que tal vez todo eso era otro producto de la imaginación de Sam pero, ¿para qué? Este Sam no se estaba reprendiendo a sí mismo. Este Sam lo reconoció de inmediato… ¿o no? Dean se dio cuenta de que para Sam él no era real. Para él no era más que otro Dean soñado, como el del campo, el que había dicho que había más Deans aquí. De repente se sintió raro siendo real.

—Ven aquí. Estas actuando raro. Quítame las esposas, no tenemos que jugar a esto si no quieres.

¿Juego? Dean sacudió la cabeza, haciendo de quitarle las esposas a Sam su principal prioridad. Se ocuparía de la "verdadera" discusión más tarde.

—¿Dónde está la llave?¿Viste dónde la puso?

Sam inclinó la cabeza y miró a Dean con una cara que decía: "Estoy intentando averiguar algo". Sam entrecerró los ojos.

—En el bolsillo.

—No, Sam, eso es impos… —Dean tocó su bolsillo y, allí, encontró una pequeña llave plateada.

Los sueños son jodidamente extraños, pensó. Caminó hasta la cabecera de la cama, se inclinó y le quitó las esposas a su hermano con rapidez, tratando de no pensar en lo que estaba haciendo ese otro Dean o en que Sam le había dejado hacerlo.

—Dean —Sam suspiró profundamente y se frotó las muñecas una vez que sus manos fueron puestas en libertad.

—¿Qué, Sam? —preguntó Dean, sin saber si en realidad quería saberlo.

No pienses en ello, se dijo mentalmente, esto es sólo un sueño raro causado por la falta de sueño y el exceso de estrés. De repente quería alejarse lo máximo posible de esa cama y de su hermano actuando de forma confusa.

—Debes terminar lo que has empezado —ronroneó Sam.

¡El cabrón había ronroneado!

Los largos brazos de Sam tiraron repentinamente de Dean hacia la cama, encima de él. Sam les dio la vuelta y se sentó a horcajadas sobre los muslos de Dean, mirándole con una expresión que Dean había visto antes. ¡Qué asco! Sam le estaba dando una mirada de "fóllame-ahora-mismo". Y antes de que Dean pudiese soltar un "¿qué mierda estás pensando?", Sam le dio un beso. Ese no fue un beso de un Sammy de catorce años, inocente (aunque muy raro) y dulce. Era un beso voraz, de esos que no deben estar dirigidos al hermano de uno.

Dean empujó a Sam y arremetió contra él, golpeándole con fuerza a un lado de la mandíbula. Era la segunda vez que le partía el labio a un miembro de su familia en esa noche. Pronto estaría golpeando a todos y cada uno de los sueños de Sam. Bueno, si tenía que hacerlo pues se haría, pensó Dean.

—¡Ay, hijo de puta! —Sam agarró su mandíbula y miró hacia abajo en estado de shock.

—Sammy, no —Dean trató de empujarlo, pero Sam no se movió.

—Dean, ¿qué coño haces?

—Sammy, soy yo. Soy Dean.

—Eh, lo sé. ¿Qué mierda te pasa?

—¿Qué qué mierda me pasa?¿En serio? —se burló Dean, finalmente reuniendo la suficiente fuerza para empujar a Sam de su regazo y levantarse de la cama—. Debería ser yo el que te preguntara eso.

—No, tú deberías estar follando conmigo.

—¡Jesús, Sam! ¿Qué coño estás soñando?

—¿Soñando?

—Soñando, Sam. Como si ese campo de tortura no fuese lo suficientemente malo, ahora también te andas revolcando con un "Dean soñado". Y yo pensando que estabas siendo atacado, o torturado, o violado, quiero decir… —Dean contuvo el aliento—. Estabas… Creo que voy a vomitar.

Dean sentía que sus entrañas se calentaban y se volvían más pesadas. El corazón le latía como loco. Se inclinó y puso sus manos sobre las rodillas.

—¿Soñando? —repitió Sam—. Dean, ¿estás bien? —Sam corrió hacia él y frotó su espalda en pequeños círculos—. ¿Estás enfermo?¿Qué está pasando?

Dean se sacudió de encima las manos de Sam y apoyó la espalda contra la pared, tratando de no entrar en pánico, de no sentirse disgustado.

—Sam, esto no es lo que parece, ¿verdad? Dime que te estaba atacando. ¿Por favor? Dime que estabas intentando quitártelo de encima y esto es un puto sueño que encierra una metáfora sobre mí yéndome al Infierno o algo por el estilo.

—¿Sueño?

—Sí, sueño, Sam, sueño. ¡Sueño!¡Despierta! Oh, Dios, despierta y explícame todo esto ahora mismo.

Vio la comprensión filtrándose en Sam a cámara lenta, con los ojos cada vez más imposiblemente abiertos y parpadeando rápidamente. Su respiración se aceleró hasta quedar próxima a la hiperventilación. Le temblaban las manos.

—¿Sueño?

Sam inclinó la cabeza hacia un lado y Dean se sorprendió cuando las lágrimas corrieron por el rostro de Sam. Tragó saliva, mirando la alfombra. Sacudió la cabeza ligeramente, su voz era un susurró:

—Dime que no lo hiciste. Esto es sólo parte del sueño. Tú no eres tú —Los labios de Sam se contrajeron en una mueca de dolor—. No eres tú. Eso no es… —Se detuvo, miró a Dean que seguía apoyado contra la pared—. No lo hiciste, ¿verdad, Dean? —Los ojos de Sam estaban esperanzados—. No eres más que un sueño.

Dean pensó en decir que sí. Por una fracción de segundo pensó que sólo diría que sí y nadie se enteraría de lo que había hecho. Entonces pensó, qué mierda, voy a ser el maduro esta vez. El Dean adolescente tenía razón, no hacían más que buscar mierda. Y ahora las palabras del hijo de puta tenía sentido… Lo que no sabes no puede hacerte daño. Dean se estremeció.

—Tomé Raíz del Sueño. No debería haberlo hecho… Lo siento. No tienes ni idea de cuánto lo siento.

El rostro de Sam se desplomó y su cuerpo con él. De pronto estaba en el suelo, con los brazos alrededor de las rodillas, acercando sus largas piernas a su cuerpo.

—Oh, Dios —Puso la cabeza entre las rodillas y comenzó a mecerse—. No tenías derecho a hacerlo. ¿Qué se supone que debo hacer?¿Por qué has venido aquí?

—No estabas durmiendo…—Dean pensó que sería mejor dejar de lado las bromas.

—Me vas a preguntar sobre ello, ¿no es así? Oh, Dios mío, ¿qué viste?

—Pensé que te estaba atacando.

El ruido que hizo Sam era lo más cercano a un grito de pura angustia, un grito que Dean nunca había escuchado de él. Había un montón de caras en la angustia. Había escuchado el sonido saliendo de las gargantas de innumerables demonios y criaturas, también de la de seres humanos, cuando era demasiado tarde para salvarles. Al oírlo en boca de su hermano casi… casi… casi había cruzado la habitación. Pero el shock de lo que había visto, el shock por ese beso, le mantuvo pegado a la pared.

La voz de Sam era un susurro cuando dijo:

—Esto lo va a arruinar todo —Entonces, de improviso, miró a Dean—. No es lo que piensas. Dean, no lo es. Es como una metáfora. No es… No es lo que parecía —Esbozó una sonrisa forzada al final de esa declaración pero no pudo imprimirle ni un poco de verdad al gesto.

—Sam, no quiero hablar de eso, sólo quiero irme.

—Pero si te vas —dijo Sam, levantándose lentamente del suelo, poniéndose de nuevo en pie—, me odiarás.

—No lo haré —Dean se apartó de la pared y se dirigió a la puerta, mirando sospechosamente a Sam—. No te odiaré.

—Tengo que explicártelo.

—Lo harás en otro sitio, tengo que salir de aquí.

—No —La voz de Sam era contundente, cerró los ojos con fuerza y de repente la puerta y la ventana de la habitación desaparecieron, como si nunca hubieran estado ahí.

Dean pasó la mano por encima de la pared de color blanco suave, buscando algún indicio de una salida.

—Déjame salir, Sam. ¡Déjame salir! —Dean estaba empezando a entrar realmente en pánico; podía sentir cómo su pecho se apretaba.

—No hasta que me escuches. No era lo que parecía.

—Hablaremos más tarde, déjame salir —Dean se volvió hacia Sam—. Te patearé el trasero como no me dejes salir.

—No, necesito que me escuches. Ahora. Tenemos que hablar de esto. Y una vez que nos hayamos despertado, si quieres irte o pegarme o lo que sea, dejaré que lo hagas.

¿Hablar? Igual Sam estaba en lo cierto. No sobre la conversación, claro, sino sobre la posibilidad de que pudiese odiarle, sobre la posibilidad real de huir de él. Desaparecer en mitad de la noche no suena tan mal en este momento, pensó Dean.

Al menos una cosa estaba clara: esa había sido la peor idea que había tenido en toda su jodida vida.


*No tengo ganas de fiesta: Too pooped to whoop. Es un tipo de expresión que yo no conocía (es lo que pasa cuando no has utilizado el inglés sobre el terreno) así que le pedí una pequeña definición al autor del fic. Me dijo que era estar demasiado cansado como para salir de fiesta, flirtear con chicas y todo eso. No se me ocurrió un equivalente en español así que opté por esta frase. Si alguien conoce algo mejor, que me lo diga y lo cambio :)

*Pudrir el melón: just watch a little boob tube, you know, rot the melon. El doble sentido no se encuentra en lo que yo he puesto sino en el "boob tube", que sería la llamada "caja tonta", referido a la televisión, sólo que boob también es pecho pero eso no tiene sentido en español. Así que simplemente me agarré a lo de los melones ya que, por lo menos en España, es una forma de referirnos a los pechos. De nuevo, se aceptan sugerencias.

*Dos ya lo habían hecho: It both did. En este caso, quizá no se entienda demasiado pero por "dos", Dean se refiere a su padre y a él mismo, aunque todavía no esté muerto. Si recordáis a Dean durante esta temporada, sabréis que estaba en modo derrotista y resignado, como si ya estuviese muerto. Así que se refiere a que ninguno de los dos encontrará paz en la muerte porque estarán en el Infierno.

*Samspeliología: Sam-spelunking. Una mezcla entre Sam y espeleología. Un chiste malo made in Dean XD

*Jolly Roll: en el lenguaje coloquial, es una forma de referirse al sexo aunque en sí mismo son una especie de rollitos con crema o algo así.

*La Gran Huida: Dreamscape.Es una película de terror de 1984 estadounidense, dirigida por Joseph Ruben. Trata sobre un doctor que ha entrenado a un joven psíquico para aparecer en los sueños de otras personas a través de una proyección astral. De esta manera puede conocer y diagnosticar algunos traumas, pero algunas fuerzas maléficas intentan utilizar ese poder de otra forma. No la he visto así que no sé si es buena o no. Si lo es, me lo decís y la veo :D

*Polaris: primera mención al título. No es exactamente la razón de este (se verá más adelante) pero sí tiene relación. En España se la conoce como Estrella Polar pero en otros sitios también se la llama Estrella del Norte o Polaris, en inglés.

*Hubba-Bubba: son chicles de color rosa que venían enrollados en un recipiente circular de plástico. Eran muy largos y a mí, personalmente, me encantaban. No sé si seguirán vendiéndolos. Si no sabéis de qué hablo, podéis buscarlos en google :)


Recuento de palabras: 8414 según Word.

Muchas gracias por leer, espero que hayáis disfrutado de este colosal capítulo de veinte páginas. Los siguientes también serán largos pero no tanto como este.

Espero saber de vosotros porque, como todos saben, dejar un review hace que Dean y Sam aparezcan en tu dormitorio dispuestos a hacer cualquier cosa.

Luna Lunática a 5 de Abril de 2014