¡PELEAS, PELEAS Y MÁS PELEAS!

Laura estaba sentada, mientras su pelo corto se mecía como el mar. Miró su reloj de juguete por un momento, dándose cuenta que iba tarde, como todos los días de estudio. Se paró, tumbando la silla donde antes estaba sentada. De repente tuvo la sensación de que algo iba a pasar. Algo grave, pero decidió no prestarle atención a esa sensación incómoda que comenzaba a surgir en ella, así que siguió su camino lo más rápido que pudo. En el transcurso el sol comenzó a ocultarse, negándole la oportunidad de un poco más de iluminación. Sus pasos resonaban en la oscuridad, con ese típico tic-tac, aumentando a sensación de soledad. Su pulso se aceleró. Sus pupilas se dilataron, acostumbrándose a la oscuridad, y fue ahí cuando la vio: una chica con pelo negro, largo, opuesto al de Laura. La estudiante siguió caminando, simulando estar tranquila – en alguna parte había leído sobre el lenguaje corporal, y ahí le decía que en una situación como esa debería estar tranquila, para hacer pensar a la otra persona que no tenía nada de valor – Y así era. No tenía reloj fino, sino uno de juguete. No tenía celular de última generación, y lo único que tenía en el maletín era su cuaderno de reciclaje, pero eso no la tranquilizó.

Los segundos pasaban, acortando la distancia del pasillo. Vio por el rabillo del ojo un destello en la mano de la chica que parecía esperarla al otro lado. Parecía algo filudo, peligroso. Laura pensó en algo con lo que podría defenderse en caso de un ataque, de un atraco o de una puñalada; no encontró nada. Aceptando ya la situación y viendo el final más trágico, se dirigió directo a la boca del lobo. De repente recordó las gafas que tenía guardadas en el bolsillo del maletín rojo con gris. Sacó disimuladamente el estuche, y abriéndolo suavemente, cogió la moltura que se había comprado tan sólo una semana antes. Se las puso, esperando que aquella persona supiera que, en teoría, por ley, no se puede atacar a una persona con lentes, en teoría, ahora es momento de realizar la práctica. Siguió caminando, cada vez más despacio, como si quisiera darle tiempo a su atacante para pensar bien las cosas, para ver si de repente se iba y la dejaba sola. Unos segundos después de pensar eso, Laura vio cómo la otra chica empezaba a moverse, lamentablemente hacia su posición, haciéndola poner más nerviosa de lo que ya estaba. El paso de la otra joven era rebelde, único, como si creyese que todo el mundo estaba bajo sus pies. Su pulso se aceleró de nuevo, y se arrepintió de no haber seguido el consejo de su mejor amiga de haber hecho un testamento de todas las cosas que tenía, aunque no eran muchas. - Jodida mierda – Pensó Laura. Cuando estaban menos de un metro de distancia, la otra chica rozó levemente su hombro, obligando a Laura a girar hacia su dirección. De repente salió un hombre delante de la joven, con una cara deformada de la ira y escupiendo saliva de la boca. La chica con el objeto punzante arremató con aquel hombre, hiriéndolo de muerte en la garganta.

-La estaba siguiendo desde hace semanas. Ahora ya está lejos.- Dijo, desapareciendo con la ayuda de la oscuridad y de su chaqueta negra.

-¿Pero qué carajos?- Susurró Laura a la nada.