In This Together.

(La historia que pudo haber sido).

Capítulo 1.

Múnich, Alemania.

El semáforo se puso en rojo y él tuvo que detener su automóvil; muy seguramente su padre lo iba a matar porque, aunque él nunca había necesitado entrenar, no realmente, la situación había cambiado desde el momento en el que se convirtió en jugador profesional, uno cuyo padre era el mánager del equipo al que pertenecía, por lo que ahora sí debía acudir a todos y cada uno de los entrenamientos, sobre todo si aspiraba a convertirse en el mejor goleador del mundo.

- Maldito tráfico.- exclamó Karl Heinz Schneider, el mejor jugador de fútbol de Alemania, de Europa y, tal vez, del mundo entero. Sus dedos tamborileaban sobre el volante de su Porsche último modelo, impacientes ante el embotellamiento que se extendía frente a ellos.- No es buen momento para quedarse atascado.

El flujo vehicular comenzó a moverse lentamente; Schneider suspiró cuando al fin pudo hacer avanzar su coche hasta una avenida menos transitada por la cual se coló para apresurarse a llegar a su destino; sin embargo, dicha vía tampoco estaba tan despejada como él pensó, y pronto tuvo que detenerse bruscamente ante una fila de vehículos parados, agradecido de que los frenos de su Porsche pagaran con creces los miles de euros que invirtió en ellos. Sin embargo, el conductor de atrás, además de tener un auto menos eficiente, venía mucho más distraído y confiado que Schneider, y sin poderlo evitar fue a estamparse contra la defensa trasera del Porsche.

"Lo que me faltaba", pensó Karl, cuando la ambulancia lo llevaba al hospital. "Ahora sí que mi padre acabará por matarme".

Aunque el golpe no había sido muy fuerte (únicamente abolló la defensa de ambos vehículos involucrados), el conductor, al darse cuenta de que le había pegado al coche del famoso Káiser de Alemania, insistió en llamar una ambulancia, cosa a la que Karl no se pudo negar porque realmente tenía mucho dolor en el cuello. Los paramédicos habían tomado la precaución, que él consideraba innecesaria, de inmovilizarle la columna, por lo que el joven iba recostado sobre una tabla rígida a la cual estaba atado a través de correas, con un collarín colocado en el cuello. Lo peor del caso no era esto sino que la gente había alcanzado a reconocerlo, y ya se murmuraba que la estrella del Bayern Múnich había sufrido un accidente.

Al llegar al Hospital Universitario de Múnich los paramédicos no fueron precisamente discretos y no tardó en correrse el rumor de que Karl Heinz Schneider se encontraba ahí, esperando a ser atendido. Karl sólo escuchaba que la gente a su alrededor no hacía más que murmurar cosas del tipo de "es el Káiser", "el Káiser está aquí", y Káiser esto, Káiser lo otro, Káiser aquello, hasta el punto de casi llegar a odiar su tan conocido apodo. Él cerró los ojos cuando la gente se aglomeró a su alrededor, deseando con toda su alma que la tierra se lo tragara cuanto antes.

- ¿Quieren hacer el favor de dejarlo en paz?.- pidió una enérgica voz femenina, que se impuso sobre las demás.- ¡Están en un hospital, por el amor de Dios! Respeten a los enfermos, carajo, sino quieren que los mande a sacar con los policías. Es más, ¿en dónde están esos buenos hombres que cuidan del hospital? ¡Guardias!

Karl, aún con los ojos cerrados, se dio cuenta de que la camilla se movía, y que la gente a su alrededor se dispersaba. La misma voz que había hablado antes dio un par de órdenes y el alemán supuso que lo habían transportado a otra habitación, pues escuchó una puerta cerrarse, después de que la persona que lo había rescatado hubiese regañado a los paramédicos por su poca ética profesional.

- Listo, ya puedes dejar de fingir que estás muerto.- dijo su inesperada rescatadora.

El joven abrió los ojos y se encontró en medio de un cuarto de exploración privado, cuyas paredes estaban tapizadas de carteles de propaganda médica que daban información a los pacientes sobre cómo conservar la buena salud; la luz blanca y brillante que colgaba del techo lo cegó momentáneamente, de manera que no vio la cara de la chica que comenzó a revisarlo y a mirarle los ojos con una lamparita de mano, para después hacerle pruebas en ambos brazos y piernas.

- ¿Cómo te sientes?.- preguntó.

- Como animal de zoológico.- confesó Karl.

- Supongo que ésa es una de las desventajas de ser el joven Káiser de Alemania.- bromeó la chica.

- ¿Quisieras, por favor, simplemente llamarme por mi nombre? Debo haber escuchado mi apodo al menos unas quinientas veces en diez minutos.- pidió el muchacho.

- Como gustes, Karl Heinz Schneider. ¿Qué te pasó? ¿Te arrolló una aplanadora?.- preguntó la chica.- Me reportan que tuviste un accidente; a juzgar por la manera en cómo te transportaron, pensé que había sido algo muy grave, pero yo te veo en buenas condiciones. Al menos estás de humor para quejarte.

- El otro conductor y los paramédicos exageraron, creo yo.- replicó Karl.- Sólo fue un golpe ligero por detrás, no era necesario tanto alboroto.

- Supongo que eso se debe a que eres el Káiser de Alemania.- repitió la chica, evidentemente divertida.

- ¡Argh! ¿Podrías dejar de mencionarlo, por favor?.- pidió Schneider, harto.

- Está bien, tranquilo, sólo bromeaba.- se disculpó la joven.- Bien, voy a llevarte yo misma a rayos X. No confío en los camilleros, son capaces de dejarte en plena sala de espera para que todo mundo te vea.

Karl sintió que la camilla era puesta en movimiento otra vez, pero en esa ocasión salió del cuarto de exploración a través de otra puerta; él escuchó que dos personas, hombres a juzgar por su voz, se acercaron a ofrecer su ayuda a la joven que lo transportaba, pero ella amable y firmemente los rechazó, afirmando que podía llevar sola a su paciente sin problemas.

- ¿Segura que puede con esa camilla, doctora?.- preguntó alguien.

- Claro que sí, no pasa de que la estampe contra la pared.- replicó la joven.

- Eso no me da mucha confianza.- manifestó Karl, de inmediato.

- Sólo bromeo.- lo tranquilizó la doctora.- Relájate, que ya he trabajado en hospitales con poco personal y he tenido que mover camillas con pacientes por mi cuenta.

Sorprendentemente la joven parecía estar diciendo la verdad, porque no tuvo ningún problema en llevar a Karl hasta el área de rayos X, en donde un impresionado radiólogo le sacó varias placas de su columna vertebral, tras lo cual fue enviado de vuelta, por la misma doctora, hasta el cuarto de exploración del que había salido.

- Espera aquí un momento mientras recojo tus radiografías y voy a buscar al traumatólogo.- pidió ella.- Voy a echar llave al consultorio para evitar que te secuestren mientras tanto.

- Gracias.- masculló Karl, un poco más relajado.

Quince minutos después se escuchó que alguien abría una de las dos puertas del consultorio y por ella entró la muchacha, para enorme alivio del alemán. La chica se dirigió sin tardanza hacia la camilla y comenzó a liberar las correas que sujetaban a Schneider a la tabla rígida.

- El traumatólogo ya revisó tus radiografías, y junto con la exploración que te hice, ha podido determinar que no hay lesión de tu columna y puedo soltarte de tu prisión.- explicó ella.- Él vendrá más tarde a revisarte, pero por el momento ya puedes sentarte. Eso sí, no podrás quitarte el collarín porque sí tienes un esguince menor de los músculos del cuello, pero no es algo serio.

- No sabes cuánto te lo agradezco.- Karl suspiró de alivio al poder sentarse en la camilla y liberarse de esa odiosa tabla con sus aún más odiosas correas.- Estar atado a eso es un infierno.

- Y hay cosas peores.- replicó ella.- Bien, ordenaré que te apliquen algo para el dolor, realmente no vas a necesitar mucho, sólo un analgésico y unas tres semanas de reposo. Nada de fútbol, por supuesto, ni de realizar ejercicio excesivo.

- Es broma, ¿verdad?.- protestó Schneider.- ¿Tres semanas sin practicar fútbol?

- Oh, vamos, seguro que vas a sobrevivir a eso.- dijo ella, sonriendo.

Una vez sentado en la camilla, y con una recuperación casi total de su campo visual (casi, ya que el collarín limitaba los movimientos del cuello), Karl pudo al fin fijarse en la doctora que tan amablemente lo había estado atendiendo, y se sorprendió al notar lo joven que era, quizás de su misma edad o tal vez menor. Ella tenía ojos color chocolate y un larguísimo cabello castaño oscuro, el cual llevaba amarrado en una cola de caballo; su acento extraño y su piel bronceada le hicieron saber a Karl que la chica era extranjera, cosa que fue confirmada por su nombre, el cual él alcanzó a leer en el gafete que colgaba de la solapa derecha de su bata blanca.

- Muchas gracias, doctora Del Valle.- dijo él, mirándola desde la camilla.

- Me lo agradecerás después, cuando el traumatólogo autorice tu alta.- replicó ella, sonriendo.- Según yo, podrás irte a casa cuando encontremos algún familiar tuyo que pueda venir por ti.

- ¿Es necesario?.- Karl hizo una mueca.- Mi padre me matará si se entera de esto, y realmente no quisiera llamarle a mi madre o a mi hermana.

- Oh, sí, sí que lo es. No podemos darte de alta si no hay alguien que te recoja, considerando la lesión que tienes y que media Alemania está allá afuera, esperando por verte.- contestó la doctora Del Valle.- Ahora que, si prefieres quedarte, podrías ayudarme a enrollar vendas.

- No, gracias, elijo decirle a mi padre.- furibundo, Karl sacó su celular del bolsillo del pantalón (al menos pudo conservar eso), para realizar una llamada.

Rudy Frank Schneider llegó casi media hora después al lugar, no tanto porque él se hubiese encontrado muy lejos del Hospital Universitario de Múnich, sino porque la gente por poco no lo deja pasar. Al igual que como lo haría cualquier padre preocupado, el señor Schneider entró como una tromba al consultorio, preguntando a quien pudiese responder qué era lo que le había pasado a su hijo y si se encontraba en buen estado de salud.

- Estoy bien, papá, de verdad.- dijo Karl, un tanto fastidiado.- Sólo quiero marcharme ya.

- ¿Pero qué pasó, qué es lo que tienes?.- preguntó Rudy Frank.- ¿Alguien puede darme información?

- Con todo gusto, señor Schneider.- dijo la doctora Del Valle, acercándose a él.- Su hijo tiene una luxación de primer grado, es decir, lo más leve que puede haber, en su columna cervical, o sea, en su cuello. El traumatólogo ya lo revisó, se le han indicado analgésicos y el uso de collarín por tres semanas, durante las cuales no podrá practicar deporte ni actividades físicas extremas.

- Ya veo. ¿Es necesario hacer algo más, algún otro estudio?.- preguntó Rudy Frank.- El dinero no es problema, doctora.

- No es necesario, la lesión no lo amerita, aunque.- la joven contuvo una sonrisa.- De cualquier modo también se le hizo ya una tomografía para descartar lesiones mayores, y ha salido negativa. Su hijo sólo tiene una lesión leve.

- Es bueno saberlo.- Rudy Frank suspiró aliviado.- Temía lo peor.

- No se preocupe, él podrá volver a jugar al fútbol en tres semanas, si sigue las indicaciones médicas al pie de la letra.- respondió la doctora.

- De eso me encargaré yo.- aseguró el señor Schneider.- ¿Puedo llevármelo entonces?

- Claro que sí.- asintió la muchacha, dirigiéndose después a Karl.- Sólo, antes de eso, eh… Bueno, esto es un tanto incómodo pero… ¿Me podrías dar tu autógrafo?

- Por supuesto.- Karl firmó una hoja de evolución médica, con una pequeña dedicatoria.- No sabía que eres mi fan.

- Oh, no es por eso.- respondió la doctora Del Valle, muy seria.- Voy a venderlo en Ebay y a ganar millones. Gracias a ti, podré dejar mi trabajo y vivir de mis rentas en Aruba.

Karl, por primera vez desde que entró ahí, sonrió sinceramente ante la broma.

La chica entonces les dijo a los Schneider que debían salir por una puerta trasera para evitar a los fans y a la prensa; ella les pidió que la siguieran y los condujo por un pasillo poco transitado, por el cual evidentemente sólo pasaba el personal del hospital, hasta una salida accesoria muy oculta.

- Si se van por esta calle podrán evitar a la gente.- dijo la joven.- Todos los van a estar esperando por la puerta principal, y cuando se den cuenta de que ustedes ya no están, será demasiado tarde.

- Muchas gracias.- dijo el señor Schneider, sacando su billetera con el afán de darle una bonificación a la joven.

- Oh, no, no, no haga eso por favor, yo sólo cumplí con mi trabajo, no necesito una recompensa de este tipo.- la chica hizo grandes aspavientos con las manos, en una peculiar forma de expresarse que hablaba mucho de su forma de ser.- Además, el hospital me paga lo suficiente como para no morir de hambre. Que tengan un buen día.

- De cualquier manera, sabe que tiene mi gratitud, doctora Del Valle.- dijo Karl, sonriendo ligeramente.

- Puedes llamarme Lily.- respondió ella.- Según lo que sé, tú y yo tenemos casi la misma edad. Y como dije antes: Sólo hice mi trabajo.

Los dos Schneider se despidieron de la joven doctora y se escaparon por una de las salidas alternas del hospital, mientras un grupo nutrido de reporteros esperaba atraparlos por la entrada principal.

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Hamburgo, Alemania.

Genzo Wakabayashi corría por las calles del puerto de Hamburgo, en una rutina matinal que realizaba todos los días desde que era un niño y corría alrededor del jardín de su enorme mansión en Japón. Debido a que él era portero y, por tanto, casi no corría durante los partidos de fútbol, el joven adquirió la costumbre de hacerlo como hobbie por las mañanas, para mantenerse en forma.

Ese día, mientras realizaba su recorrido habitual, Genzo pensaba en las ofertas de transferencia de equipo que otros clubes habían realizado para él; desde su actuación en el mundial Sub-19, los equipos de fútbol europeo habían fijado la mirada en una de las más prometedoras promesas del sóccer en cuanto a guardametas se refiere, ya que el SGGK había desempeñado una excelente labor en la portería del equipo nipón, siendo una de las piezas clave para que Japón ganara el título de campeón del Mundial Sub-19. Sin embargo, como Genzo había sufrido lesiones severas en sus muñecas debido a sus temerarias decisiones de darlo el todo por el todo en cada partido, él tuvo que permanecer una temporada completa de la Bundesliga en la banca mientras se recuperaba por completo, de manera que otros clubes se habían abstenido de hacerle ofertas debido a que Genzo no podría jugar de todos modos. La cuestión cambió el siguiente año, cuando el joven japonés se curó de sus heridas y se preparó con toda la intención de recuperar su título de portero imbatible y conquistar la Bundesliga para el Hamburgo. Así pues, ahora varios clubes de Europa buscaban reforzar sus filas con tan formidable portero, pero Genzo no tenía intenciones de abandonar el Hamburgo.

La propuesta que más lo desconcertaba, por supuesto, era la del Bayern Múnich, por tres razones.

La primera, porque nunca pensó que uno de los equipos más poderosos de Alemania podría interesarse en él. Cierto era, Genzo era uno de los mejores porteros del mundo, pero también era cierto que el actual guardameta del Bayern Múnich era muy bueno, no se esperaría que este equipo buscara reemplazarlo por otro que quizás tuviese el mismo nivel que él. Secretamente, esto complacía a Wakabayashi porque significaba entonces que alguien en el Bayern lo consideraba a él como superior.

La segunda razón era que, para nadie que supiera de fútbol le resultaba desconocido el hecho de que el Bayern Múnich era guiado por la dupla de padre e hijo que conformaban los Schneider, Rudy Frank como entrenador y Karl Heinz como capitán, de tal manera que cada nueva contratación era estrictamente evaluada por ambos hombres. Genzo sabía que no cualquier jugador sería aceptado en el Bayern, no con dos personas tan exigentes como lo eran los Schneider, así que le sorprendía saber que, al parecer, él había pasado los criterios de selección de los dos alemanes. Íntimamente esto también lo halagaba, aunque no dejaba de inquietarle la situación.

La tercera cuestión era la que menos importaba, pero igual sorprendía: el dinero. El Bayern Múnich le había ofrecido a Genzo un jugoso contrato por varios millones de euros, quizás la cifra más elevada que le habrían de ofrecer toda su vida por jugar fútbol. Aunque el portero no buscase jugar por dinero, el contrato del Bayern era algo que no se podía dejar pasar tan fácilmente. Era evidente que ellos estaban tomándose las cosas pero muy en serio, lo que reforzaba su teoría de que realmente lo querían en el equipo.

Por supuesto, el muchacho no había tomado aún una decisión; a pesar de las variadas y buenas ofertas que le habían hecho otros clubes, Wakabayashi todavía deseaba seguir jugando para el Hamburgo, más por cuestiones sentimentales que por una razón real. Daba lo mismo, la temporada de la Bundesliga apenas iba a comenzar, de manera que si él aceptaba la oferta de algún club sería a finales de la misma, por lo que Genzo no tendría que tomar una decisión de manera inmediata.

Al regresar a su departamento, tras un largo recorrido, Wakabayashi se sorprendió de ver a una figura femenina esperándolo en los jardines del edificio; hacía años que él no la veía, pero aun así la reconocía porque ella no había cambiado en nada, ni siquiera en sus costumbres y su ropa, siempre más elegante que casual. Baja de estatura, rubia y de ojos grises, la chica iba vestida con pantalones vaqueros y una chamarra de imitación de piel, cargando al hombro una pequeña mochila de color negro con un llavero de un gato blanco de peluche colgando de un cierre.

- ¡Genzo!.- lo saludó la muchacha, con una enorme sonrisa.- ¡Al fin llegas!

- Si me hubieses avisado que vendrías, habría estado preparado.- replicó Genzo, a manera de saludo.

- Oh, sí, a mí también me da gusto verte, querido amigo.- ella se burló, con muchas ganas.- Como ya eres estrellita del fútbol, ya no tienes tiempo para los amigos, ¿verdad?

- Siempre tengo tiempo para los amigos.- replicó Genzo, con una sonrisa.- Sobre todo, para los viejos amigos.

- ¿Estás insinuando que estoy vieja, Genzo Wakabayashi?.- la chica hizo un puchero.

Genzo soltó una carcajada, ella siempre caía con ese chiste. El joven invitó a su amiga a pasar a su departamento para ofrecerle algo de beber y ponerse al corriente sobre las últimas novedades que habían ocurrido en las vidas de ambos desde la última vez que se vieron.

- Supongo que has cumplido tu sueño de ser fotógrafa, a juzgar por la cámara que traes, Elieth.- señaló Genzo, refiriéndose a la Canon EOS 7D que la joven llevaba.

- Si serás despistado, te he dicho mil veces que deseo ser periodista deportiva, no fotógrafa.- replicó la muchacha, fingiendo enfado.- Bueno, sí, también soy fotógrafa, pero no quiero quedarme sólo ahí.

- Oh, perdón.- rió Genzo.- No te enojes conmigo. Pero entonces eso significa que has encontrado algo relacionado a lo que te gusta.

- Para que lo sepas, ya soy oficialmente una reportera deportiva, y he sido contratada por una de las mejores revistas que hay, Sport Heute*.- señaló la joven, orgullosa.

- ¿De verdad?.- Wakabayashi se sorprendió, gratamente.- ¡Felicidades, Peque! Me da mucho gusto saber eso, concuerdo en que Sport Heute es una de las mejores revistas de deportes de Europa, yo tengo una suscripción. ¿Desde cuándo trabajas ahí?

- Desde hace seis meses.- contestó ella.- He de decir que me ayudaron mucho las fotos que tomé de un partido oficial entre Francia y Alemania, el editor quedó impresionado y decidió darme una oportunidad.

- Es una gran noticia, te felicito.- dijo Genzo, sonriendo ampliamente.

- Muchas gracias, aunque aún estoy en periodo de prueba, sino consigo una buena historia podré decirle adiós a mi sueño.- aclaró la chica, aceptando la bebida que él le ofrecía.- Y hablando de sueños cumplidos, veo que te ha ido muy bien en tu camino a la gloria, ¿cierto?

Wakabayashi conocía a Elieth Shanks desde que él tenía 7 años y ella 6; Monsieur Shanks, padre de Elieth, y el señor Wakabayashi, el padre de Genzo, eran amigos y socios, y en algún momento sus hijos se conocieron como parte de las relaciones que mantenían ambos hombres. A lo largo de la vida de ambos, Genzo y Elieth se habían mantenido en contacto y habían llegado a ser muy buenos amigos, ya que los dos tenían gustos similares y sueños más o menos parecidos, él queriendo ser futbolista profesional y ella anhelando dedicar su vida al periodismo deportivo. Por supuesto, Wakabayashi no esperaba que su amiga consiguiese una oportunidad tan rápido, pero se le había olvidado que cuando Elieth Shanks quería algo, habitualmente acababa por conseguirlo.

- Sólo puedo decirte que esta temporada voy a ganar la Bundesliga.- dijo Genzo, apretando su puño derecho.- Mis muñecas están más fuertes que nunca y no voy a dejar que nadie me anote un gol.

- Eso es muy ambicioso de tu parte, pero no me sorprende viniendo de ti.- rió Elieth.- Bueno, pues aquí estaré para seguir tu progreso, que esta temporada me encargaré de seguir la Bundesliga, y más te vale que me des una entrevista.

- Si así vas a tratar a todos los jugadores, seguro que llegarás muy lejos.- Wakabayashi soltó una carcajada.- Amenazando seguro que conseguirás mucho.

Ambos jóvenes volvieron a reír y brindaron por su amistad y el futuro de ambos; después de hablar de cosas superficiales, Genzo quiso saber en dónde viviría su amiga, ya que él pensaba que seguía radicando en Francia.

- De verdad que andas muy retrasado en noticias, llevo algún tiempo viviendo en Múnich.- explicó Elieth.- Ahí está la sede principal de Sport Heute.

- ¿Vives sola?.- cuestionó Genzo, sorprendido de que Monsieur Shanks dejara que su hija menor viviese en otro país.

- No, estoy con mi mejor amiga de toda la vida.- aclaró Elieth.- Ella estudia medicina en el Hospital Universitario de Múnich, así que nos hacemos compañía mutua. Algún día te la presentaré, es tu más grande fan.

- ¿De verdad?.- Genzo enarcó las cejas, algo incrédulo.- ¿Una fan? Ya tengo suficiente de ellas, gracias.

- Oh, esta chica es diferente.- Elieth sonrió con picardía.- Empezando porque nunca me ha dicho que sea tu fan, pero sabe tanto sobre tus estadísticas y estilo de juego que es imposible no pensar que te admira. Pero te aseguro que es bastante normal, respondo por ella, no se te va a ir encima en cuanto te vea. Creo.

- Ese "creo" es lo que me preocupa.- Wakabayashi se encogió de hombros.- Ya sabes que no soy bueno socializando con mujeres, tú eres una excepción.

- Vamos, que sólo te pido que la conozcas, no que te cases con ella.- insistió Elieth, frunciendo el ceño.- No te vas a negar a eso, ¿verdad?

- Sólo porque insistes en que la conozca, lo haré.- respondió Wakabayashi, con un suspiro.- Pero espero en verdad que no sea una fan obsesiva, porque que ya estoy harto de ellas.

- No, para nada, mi amiga no es así.- Eli volvió a sonreír, emocionada.- Verás que es diferente, te lo puedo asegurar. Además, así yo te podré pedir a cambio que me presentes a Schneider.

- ¿A Schneider?.- Genzo volvió a enarcar sus espesas cejas.- ¿A Karl Heinz Schneider? ¿En verdad?

- Es el Káiser de Alemania, el mejor futbolista de Europa y además es guapo.- ella soltó una risilla nerviosa.- ¿Cómo no voy a querer conocerlo? No tiene novia, ¿verdad?

- Mmmm, no lo sé.- él se encogió de hombros.- ¿Qué soy, su niñera? Pero si lo que quieres es conocerlo, veré qué puedo hacer, aunque no prometo nada.

- Gracias, gracias.- Elieth se colgó del cuello de su amigo.- ¡Eres el mejor!

- Sí, ya, pero, ¿y yo qué voy a ganar?.- protestó el portero, esbozando una sonrisa torcida.

- Ya te dije, conocer a una muchacha preciosa y muy inteligente.- sonrió ella.- Te aseguro que no te arrepentirás.

Genzo, incrédulo, sólo hizo un gesto ambiguo con la cabeza.

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Ella contestó el teléfono al sexto timbrazo, segundos antes de que la llamada se desviara al buzón de voz. En cuanto la joven hubo respondido la llamada, una airada voz femenina le reclamó desde el otro extremo de la línea.

- ¡Seis timbrazos!.- exclamó Elieth.- ¿En dónde cuernos estabas?

- Trabajando, no como otras que nomás se pasean por Alemania.- se disculpó Lily, burlona.- Ya, calma, que no me secuestraron y seis timbrazos tampoco es mucho, no exageres.

- Oye, yo sí trabajo.- protestó Elieth, fingiendo sentirse indignada.- Yo no tengo la culpa de que uno de mis mejores amigos sea una de las personas a las que tengo qué entrevistar, ni que viva en Hamburgo.

- ¿Lo viste?.- preguntó Lily, con cierta emoción en la voz.

- ¿A tu amado? Sí, lo vi.- se burló Elieth.- Ya le dije que te lo voy a presentar.

- No es mi amado.- Lily habló a la defensiva.- Sólo lo admiro mucho y…

- Sí, sí, lo admiras porque es un gran portero, ajá.- la cortó la chica.- Da igual, de todos modos bien que te gusta, no sé por qué te haces la tonta. Al menos tú tienes suerte, yo te puedo presentar al que quieres mientras que yo ruego por una oportunidad para conocer al que quiero.

- ¡Oh! Eso me recuerda.- Lily soltó una risilla.- ¿A que no adivinas a quién conocí hoy en el hospital?

- No lo sé.- dijo la otra, poco interesada.- ¿A algún chico con lepra?

- Pues mira que si éste tiene lepra, se conserva bastante bien.- replicó Lily.- No, ni me la vas a creer. Conocí nada más ni nada menos que a Karl Heinz Schneider.

- ¿QUÉEEEEEEEEEEEEE?.- el grito de Elieth se debió escuchar al menos a tres cuadras a la redonda.- ¿CÓMO? ¿CUÁNDO? ¿DÓNDE? ¡HABLAAA!

- En primera, deja de gritar que me vas a dejar sorda.- suspiró Lily, alejando el teléfono de su oreja.- Y en segunda, hoy llevaron a tu querido Káiser en una ambulancia al hospital porque tuvo un accidente.

- ¿QUÉ?.- Elieth masculló, controlando su voz.- ¿Qué le pasó? ¿Está bien? ¡Dime que no le pasó nada grave!

- Tranquila, que Schneider está bien, sólo tuvo una luxación leve de las cervicales.- explicó Lily.- Nada serio, pero creo que exageraron por tratarse de él.

- ¿Y cómo no hacerlo?.- exclamó Elieth.- ¡Es el Káiser de Alemania!

- Ya estás igual que los demás.- la chica rió nuevamente, muy divertida.- No dejaban de repetir eso sus fans cuando él estuvo aquí.

- ¿Y al menos le pediste su autógrafo?.- preguntó Elieth.

- Por supuesto, ya le puse precio en Ebay.- respondió Lily, tranquilamente.

- ¡Ni se te ocurra venderlo!.- exclamó la otra, de inmediato.- ¡Te lo compro al precio que quieras!

Ambas chicas soltaron una carcajada.

- ¿Cuándo volverás?.- preguntó Lily, después de un rato.

- En un par de días.- contestó Elieth.- ¿Sobrevivirás ese tiempo sin mí?

- Seguro que lo haré.- dijo la morena.- Hoy pude llegar al hospital por mi cuenta y volver a casa sin problemas.

- Me sorprende que no hayas terminado en Timbuctú.- se burló la rubia.- Pero si necesitas cualquier cosa, llámame.

- Sí, no te preocupes.- aseguró Lily.- Toma muchas fotos de tu amigo, ¿sí?

- Ya sabes que sí.- replicó la reportera.- Y si tú vuelves a ver al Káiser, pídele otro autógrafo para mí.

- Claro. Como ya es mi amigo, segurito que mañana va a ir a verme al hospital.- dijo la doctora, sarcástica.- Dudo mucho que lo vuelva a ver.

- Bueno, yo sólo decía.- replicó Elieth, encogiéndose hombros.- No está de más que te lo diga.

- Sí, como digas.- asintió Lily.- Yo le pido mil autógrafos cuando venga a verme, ¿va?

Ambas chicas se despidieron tras desearse buena suerte en sus propios proyectos y prometerse que ambas harían lo posible por hacerlos realidad, sin saber que sus destinos acababan de enlazarse con los de dos grandes hombres que también anhelaban la gloria.

Notas:

*Sport Heute es la traducción al alemán de Deportes Hoy, la cual fue la revista deportiva para la que Lily Del Valle trabajó en el primer fanfic que escribí en mi vida, "Una Noche Más", y en sus secuelas, "Un Día Más" y "Una Tarde Más". Le tengo especial cariño a dicha revista inventada y por eso la sigo utilizando.

- Todos los personajes de Captain Tsubasa son creación y pertenecen a Yoichi Takahashi y Shueisha.

- Lily Del Valle es un personaje creado por Lily de Wakabayashi.

- Elieth Shanks es un personaje creado por Elieth Schneider.

- El título del fanfic, "In This Together", está basado en dos canciones, "In This Together" de Apoptygma Berzerk, que será la canción que gire en torno a la relación de Karl y Elieth, y "We´re in This Together", de Simply Red, que será la canción de Genzo y Lily.

- Este fanfic, si bien no está basado en la historia oficial que Elieth y yo tenemos para nuestros personajes, bien pudo haber sido la oficial de no haber estado tan desarrollada la otra, por eso es que he querido escribirla; está inspirado en los sucesos ocurridos en los mangas Captain Tsubasa Road to 2002 y Captain Tsubasa Golden 23, así que trataré de apegarme lo más que pueda a lo narrado ahí y a la cronología de los eventos, con las evidentes modificaciones necesarias para incluir a Lily y Elieth. Sé que dije que no volvería a llevar dos proyectos al mismo tiempo, pero ya estoy vieja y no es como hace diez años que podía escribir un fanfic en un tiempo récord, de manera que si ahora me espero a terminar "El Soltero Más Codiciado", muy probablemente me voy a quedar sin ideas y sin inspiración para escribir esta historia que realmente quiero hacer, así que a ver si no me arrepiento.

- Va dedicado con mucho cariño a Elieth Schneider por motivo de su cumpleaños.