Capítulo 18.

La mañana había llegado y con ella un nuevo día. Una chica despertaba lentamente de su letargo, la noche anterior se había quedado despierta hasta tarde debido a que se había viciado jugando a uno de los tantos juegos que ella usaba. La peliazul abría sus ojos lentamente mientras estiraba todo lo que podía sus extremidades en la posición que estaba. Pero algo iba mal: normalmente en la mañana se sentía cansada y eso era normal tomando en cuenta las horas en que se iba a dormir, pero esta vez se sentía adolorida, cada parte de su cuerpo le dolía. Además se sentía débil, como si hubiera estado corriendo una maratón, cosa que obviamente no había hecho. Sentía cómo cada vez que tragaba un dolor se hacía presente en su garganta.

-Qué raro... -murmuró para sí misma.

Decidió no darle mayor importancia a aquello y decidió levantarse de su cama. Fue un proceso difícil, su cuerpo no la obedecía como ella deseaba y le tomaba más tiempo del deseado el realizar la acción más simple. Se sentó en el borde de su cama y miró alrededor: cientos y cientos de mangas desperdigados por toda la habitación, debería hacer un poco de limpieza, se dijo a sí misma al terminar la inspección. Soltó un ligero suspiro y procedió a levantarse por completo. Pero algo repentino sucedió: en el momento en que se levantó sintió cómo se mareaba y al mismo tiempo perdía el equilibrio, su cuerpo se precipitó hacia adelante a toda velocidad soltando un gran ruido a estrepitarse contra el suelo. Ahora estaba respirando a toda velocidad, tal vez fuera su imaginación pero creía poder ver un vaho salir de su boca. Escuchó unos pasos que se acercaban a toda velocidad a su habitación, la habitación se abrió violentamente dejando paso a una Yutaka con mirada de preocupación.

-¡Onee-chan!, ¿Estás bien? -exclamó y se acercó hacia donde su prima estaba tendida.

Yutaka pasó el brazo de Konata alrededor de sus hombros con la intención de ayudarla a levantarse. La pequeña chica pudo notar cómo su hermana estaba respirando rápida y pesadamente y cómo su rostro estaba de un profundo color rojo. La ayudó a levantarse todo lo mejor que pudo y la llevó hasta su cama donde la ayudó a meterse.

-G-Gracias Yutaka... -dijo la peliazul casi murmurando.

-¿Te encuentras bien? -preguntó su prima con tono preocupado.

-C-Creo que estoy enferma...

-¿Qué hago, qué hago...? -repetía Yutaka desesperada.

-Vete a clases y ya -dijo la peliazul con una risita.

-¿Y qué hay de ti? No puedo dejarte sola...

-Estaré bien Yutaka, sé como cuidarme sola.

-¿Segura...? -dijo sin estar muy convencida.

-Sí, sí. Debes irte ya o te retrasarás, y si te retrasas preocuparás a tu novia -dijo con tono burlón.

-¡O-Onee-chan! -exclamó avergonzada.

-¿No tengo razón?

-S-Sí... -admitió al final.

-Ahí lo tienes, ahora vete, o se te hará tarde -dijo y su prima se levantó por fin y se despidió de ella.

-Vendré a verte después de clases -dijo antes de salir de la habitacióon.

Ahora Konata se encontraba sola en su habitación, hasta ahora no lo había notado pero era más grande de lo que parecía, tal vez sería por el hecho de que de algún modo u otro siempre estaba llena de chicas lindas que la venían a visitar, ya fueran las gemelas Hiragii, Miyuki o la misma Yutaka. Konata soltó un largó suspiro, quería volver a dormirse pero no tenía ni el más mínimo rastro de sueño. Miró hacia un lado y vio sobre su mesita de noche un manga que había dejado por la mitad la noche, estiró su mano y lo agarró. Abrió por la parte donde había doblado una de las esquinas de la página indicándole el lugar por donde debía continuar. El manga trataba de un dios o un espíritu (Konata no recordaba bien), despreciado por todos y que tiene que encontrar el modo de sobrevivir y ser apreciado otra vez como antes.

Konata leía lentamente el manga ya que a cada palabra o escena que pasaba un dolor de cabeza se hacía presente y la retrasaba en gran manera ya que tenía que parar para descansar muy a menudo y aquello la molestaba enormemente. Terminó de leer aquel volumen y giró su cabeza para mirar la hora: habían pasado treinta minutos. Media hora para leer medio volumen, algo vergonzoso tratándose de Konata, ya que ella era capaz de leérse dos volúmenes en ese tiempo o menos incluso. Una vez terminado el manga lo dejó en el sitio en que lo había encontrado, volvió a soltar un suspiro y se acostó en la cama. Se quedó mirando el techo fijamente mientras esperaba a que el sueño se hiciera presente, no me quiero ni imaginar cómo reaccionarán cuando se enteren que no iré hoy..., pensó la peliazul mientras intentaba suprimir una risita infantil. Después de varios minutos los párpados de la peliazul empezaron a volverse pesados y sus ojos se empezaron a cerrar. Se había quedado dormida.

Cuando ya habían pasado un par de horas el padre de Konata llegó a su casa después de recibir un mensaje por parte de Yutaka. Entró con mucho cuidado a la habitación de su hija y vio que estaba dormida, en el fondo se sentía aliviado de que sólo se tratase de una fiebre, podría ser algo peor tomando en cuenta de que ella era igual que su madre, para su mala suerte. De forma en que no la despertaría le tomó la temperatura gracias a un termómetro y comprobó que tenía un grado y medio por encima de lo normal. Soltó un suspiro y salió de la habitación tan silenciosamente como había entrado.

...

Konata había tenido un sueño muy raro, bueno, tal vez raro sería exagerar pero sí era un sueño que ella nunca había tenido hasta ese momento. Ella se encontraba en medio de un extenso campo que se extendía en kilómetros y kilómetros de verde pasto. Estaba debajo de un enorme y viejo árbol que la protegía del caliente sol del verano. Ella vestía un vestido con un estampado de girasoles que la hacía parecer aún más joven de lo que en realidad era. Y lo más raro era que no estaba sola, se encontraba acompañada por otra persona. Konata tenía su cabeza apoyada en el regazo de la otra persona misteriosa mientras esta le acariciaba la cabeza suavemente. Por mas que la peliazul intentara ver el rostro de la otra persona le era imposible hacerlo, ya que su rostro estaba cubierta por sombras. Pero había algo que Konata podía asegurar: aquella persona estaba sonriendo. No sabría decir cómo lo sabía, no había ningún indicio de eso pero por alguna razón sentía que era así.

Konata empezó a abrir los ojos lentamente dándose cuenta de que estaba aún en su habitación. Antes de que pudiera hacer algo más una voz la sacó de sus pensamientos.

-Por fin te despiertas.

Konata giró su cabeza lentamente y vio quien le había hablado: se trataba de Kagami, quien estaba sonriendo mientras acariciaba su cabeza. Konata soltó un ligero suspiro y una sonrisa apareció en su rostro.

-¿Cómo es que estás aquí? -preguntó Konata medio dormida aún.

-Decidimos venir a visitarte después de clases -respondió esta sin dejar de acariciar la cabeza de la peliazul.

-¿He estado durmiendo todo el día? Increíble... Y pensar que se trata solamente de un resfriado.

Kagami miró hacia la puerta de la habitación de Konata. Dejó de acariciar su cabeza y se levantó y caminó hasta la puerta, al llegar procedió a ponerle el seguro para evitar que fuera abierta. Konata en ese momento no se daba cuenta de nada a su alrededor, aún seguía medio dormida debido a la fiebre pero ahora se sentía mucho mejor, incluso tenía un poco de hambre. Kagami caminó hacia donde la peliazul estaba y se colocó de rodillas a su lado. Un ligero rubor había aparecido en sus mejillas. Miró a Konata durante unos segundos y luego estiró su brazo y tomó suavemente la barbilla de ella haciendo girar su cabeza. La peliazul se sorprendió ante la repentina acción pero antes de que pudiera decir algo Kagami la besó. Al principio fue un beso suave, apenas se habían tocado sus labios, pero después el beso se fue intensificando cada vez más por parte de Kagami. Ahora la lengua de la chica de las coletas se había introducido en la boca de Konata y ambas lenguas practicaban un erótico baile. La peliazul se encontraba totalmente indefensa en ese momento, su respiración se había acelerado y sus mejillas estaban totalmente rojas.

Kagami interrumpió el beso repentinamente, Konata se había aferrado a sus brazos y gracias a esto no se habían separado mucho. A Kagami le pareció que Konata se veía hermosa en ese momento, esa imagen de la siempre imperactiva estando ahora totalmente indefensa y a merced de lo que Kagami quisiera hacer hicieron que la chica de las coletas se emocionara. Desvió la mirada y la posó sobre el pequeño cuerpo de la peliazul, con un rápido movimiento removió la manta que protegía el cuerpo de Konata, luego, con sus dos manos desabrochó el pijama de Konata dejando al aire su pecho. El rojo en la cara de Kagami se intensificó. Con un rápido movimiento se colocó encima de Konata. La peliazul al notar esto miró a la otra chica a los ojos y vio cómo sus ojos reflejaban excitación.

-¡¿K-Kagami?! ¿Qué crees que haces? -preguntó nerviosa.

-Voy a curarte -dijo esta con una sonrisa.

-¿Qué clase de proceso es este? Deja de decir tonte... -fue interrumpida por Kagami, quien colocó un dedo sobre su boca.

-Sólo cállate y disfruta -dijo antes de ponerse manos a la obra.

...

Konata salía de su habitación sudando en gran medida, pero esto no se debía a la fiebre, lo que Kagami había hecho antes la había dejado sin aliento. La peliazul apenas podía caminar, sus rodillas temblaban levemente y tenía que apoyarse en la pared para mantenerse en pie. Kagami por su parte venía con una amplia sonrisa en su rostro y caminaba de manera normal, incluso, si se prestaba la suficiente atención se podía escuchar que Kagami venía tarareando alguna canción que ahora mismo la peliazul no podía identificar. Konata fue hasta el baño y Kagami fue hacia donde las demás estaban para avisarles que Konata había despertado.

La peliazul estaba ahora en el baño. Había ido a lavarse un poco la cara, abrió el grifo del lavamanos y metió su cara debajo del chorro de agua para tratar de despejar su mente. Gracias a esto no notó que alguien se había escabullido dentro del baño hasta que sintió que unos brazos se aferraban a su cuerpo. Konata dio un respingo ante el repentino contacto. Sacó su cara del agua y vio que se trataba de Miyuki.

-He oído que estabas enferma -dijo la pelirosa casi susurrando en el oído de Konata, haciendo que un escalofrío recorriera su espalda.

-B-Bueno... -intentó responder Konata.

-Si es así deja que te dé un cuidado especial -dijo y con su mano agarró la barbilla de Konata y procedió a besarla, de la misma manera que Kagami había hecho.

Esta vez Miyuki se encontraba detrás de la peliazul mientras la abrazaba. A medida que los segundos pasaban el beso se iba intensificando cada vez más de la misma manera que había pasado antes con Kagami. Sin interrumpir el beso, Miyuki empezó a desabrochar el pijama de Konata y empezó a acariciar los pequeños pechos de Konata. Esta por su parte había empezado a soltar gemidos mientras la pelirosa hacía eso, después de varios minutos dejaron de besarse.

-Tú y Kagami hacéis lo que queráis conmigo... -dijo con tono enfadado.

-Así que Kagami-san se me ha adelantado, ¿eh? -dijo con tono burlón.

Miyuki colocó sus dos manos en las caderas de la peliazul y procedió a bajarle los pantalones dejándola solamente en su ropa interior. A continuación hizo que Konata se girara haciéndola quedar frente a ella, en su rostro podía verse un gran rubor debido a lo que Miyuki estaba a punto de hacer. La peliazul actuaba como si no quisiera hacerlo pero en realidad se moría por hacerlo, pero eso era algo que no admitiría.

-Supongo que no tengo más opción, ¿verdad? -dijo y soltó una risita.

-T-Te voy a contagiar... -dijo Konata casi susurrando y sonrojada.

-Es un riesgo que estoy dispuesta a correr -dijo y se puso manos a la obra.

...

Al día siguiente Konata se había recuperado totalmente. Había despertado como siempre y ahora se encontraba de camino a encontrarse con Kagami y Tsukasa. Pero para su sorpresa solo estaba la menor de las dos cuando llegó. Konata le preguntó la razón a lo que la menor respondió:

-Está resfriada, aunque no sé porqué, Onee-chan siempre se cuida mucho -dijo un tanto confundida.

¡¿En serio?! pensó para sí misma la peliazul.

-Y-Ya veo... -fue lo único que respondió.

Después de eso se dirigieron a clases.

-Hoy Takara-san faltará a clases debido a un resfriado. Al parecer ha aparecido un brote así que tened cuidado, ¿De acuerdo? -dijo en alto Kuroi-sensei.

-Qué mal... -se dijo a sí misma Tsukasa con evidente preocupación.

-''¡Lo sabía! ¡Sabía que pasaría!'' -pensaba Konata mientras cubría su rostro con sus dos manos para evitar que alguien viera su rojo rostro.

...

En dos camas, ubicadas en dos habitaciones, que a su vez estaban en dos casas distintas descansaban dos chicas que aquella misma mañana se habían despertado y dado cuenta de que tenían un resfriado. A pesar de aquello sólo una frase pasaba constantemente por la cabeza de ambas:

-''Valió la pena...''

Que viva el OCC.