CAPITULO 1: FUNERAL

Un mensajero llegó cabalgando a gran velocidad bajo la lluvia, y se detuvo justo en las puertas cerradas del palacio de Arendelle. El jinete bajó apresuradamente y, sin pensarlo mucho, golpeó con desesperación la puerta. La pequeña rendija se abrió, y apareció un par de ojos a través de la misma.

-¿Quién vive?- dijo la voz detrás de la puerta.

-El mensajero del puerto de Arendelle- dijo el jinete, quitándose el gran sombrero negro para revelar su rostro al guardia detrás de la puerta- tengo un mensaje urgente para Kai- y sacó un sobre blanco de entre sus ropas.

-¿Para ser entregado en mano?- preguntó el guardia.

-Así es- respondió el jinete, sin hacer ningún esfuerzo en ocultar su desesperación- mi amo me explicó de la urgencia de este mensaje-

El guardia asintió y cerró la rendija. Segundos más tarde, la puerta se abrió, y en jinete entró a la explanada del castillo, seguido por un par de guardias. Un tercer guardia se adelantó corriendo y se internó en el castillo mucho antes que ellos.

-Por aquí señor- dijo uno de los guardias, y el mensajero los siguió entre los complicados pasillos del palacio. Después de un par de minutos, el guardia que se había adelantado les cerró el paso con Kai y una mujer. El mensajero se inclinó.

-Entiendo que tiene un mensaje urgente para mí, señor- dijo Kai.

-Sí, excelencia- dijo el mensajero, alcanzándole el sobre.

Kai lo tomó con manos temblorosas y lo abrió. Sacó la maltratada carta y la leyó. Su rostro se fue ensombreciendo con cada palabra, con cada línea.

-Por Dios…- dijo Kai, llevándose la mano a la frente- esto es imposible…-

-¿Qué sucede, Kai?- dijo la mujer. Kai la ignoró por un momento.

-Agradezco su diligencia en traer este mensaje señor- dijo Kai al jinete, y se volvió a los guardias- caballeros, llévenlo a la cocina del palacio a secarse y a comer algo-

El mensajero y los guardias se inclinaron.

-Gracias, excelencia- dijo el mensajero, y se retiraron, dejando a Kai con Gerda.

-¿De que se trata todo esto, Kai?- dijo Gerda al ver que Kai seguía consternado.

Como respuesta, Kai le alcanzó la carta. Gerda dejó escapar un grito de dolor y tristeza al leerlo.

-Oh…- fue lo único que pudo decir ella. Un par de lágrimas escaparon de sus ojos. Los de Kai se llenaron de tristeza.

-¿Cómo vamos a… a decirle a las princesas?- dijo Kai.

Gerda dejó escapar un sollozo.

-Pobres niñas- dijo la mujer.

x-x-x

Después de una breve discusión, que también les dio tiempo de calmarse y ordenar sus ideas, Kai y Gerda llegaron a la conclusión de dar la noticia a las princesas por separado. Gerda insistía en que entre ellas podían consolarse, pero Kai temía que Elsa se saliera de control, revelara su secreto o peor, lastimara a Anna.

-Recuerda nuestra promesa a los reyes de Arendelle, Gerda- le dijo Kai- no dejaríamos que Elsa lastime a Anna sin querer-

Gerda subió a la habitación de Anna. No sería nada fácil decirle a la princesa lo que había ocurrido, pero no envidiaba la tarea de Kai, que era decírselo a Elsa. Se detuvo ante la puerta de la princesa menor y, tras un momento de indecisión, llamó a la puerta.

-Pasen- dijo la voz jovial de Anna. Gerda suspiró antes de abrir la puerta. Esto sería muy difícil.

-Princesa Anna- dijo Gerda con voz grave.

-¡Gerda!- exclamó Anna al verla tan preocupada-¿qué ha pasado? ¿Está usted bien?-

Gerda forzó una triste sonrisa.

-Su alteza, tengo algo muy importante que decirle- dijo Gerda, sentándose en el borde la cama de la princesa, y haciendo un gesto para que ella también lo hiciera.

-Oh- dijo Anna, y fue a sentarse junto a Gerda.

x-x-x

Kai aún no se recuperaba de la impresión del mensaje recibido cuando se encontraba frente a la puerta blanca y azul de la habitación de la princesa Elsa.

"No", pensó para sí mismo "ya no lo es".

Con la mano aún temblorosa, llamó a la puerta un par de veces.

-Ya te dije que no voy a salir, Anna- dijo la voz un poco cansada de Elsa. Kai se aclaró la garganta.

-Su… alteza- dijo Kai con precaución- soy yo, Kai. Tengo una… noticia importante que darle-

Kai escuchó los suaves pasos de Elsa acercarse a la puerta. Vio como la perilla de la puerta giraba, y aparecía tras la puerta el rostro preocupado de la princesa.

-Pase, Kai- dijo Elsa.

Kai entró a la habitación de Elsa, mientras ésta cerraba la puerta de nuevo. El hombre miró a su alrededor. Todo estaba en perfecto orden, excepto algunos pequeños hielos en la orilla de la ventana. Kai tomó la silla que se encontraba en el escritorio de Elsa y se sentó, mientras que ella se sentó al borde de su cama.

Kai la miró y no pudo evitar sentir una gran tristeza por ella. Sin embargo, tomó su distancia. Sabía lo que podía llegar a pasar si Elsa perdía el control. Miró de reojo a la princesa mientras ella se ponía un par de guantes para que cubrieran sus manos.

-¿Y bien?- dijo Elsa, una vez que completó la tarea y puso sus manos enguatadas sobre sus rodillas- ¿qué noticia me quería dar?-

Kai volvió a aclararse la garganta. Elsa sonrió levemente. Recordaba que él hacía eso cuando se ponía nervioso.

-Esta bien, Kai- dijo Elsa- cuando esté listo-

-Su… alteza- dijo Kai nuevamente, con un tono de duda en su voz- la verdad es una grave noticia y no se como empezar-

Elsa lo miró fijamente y no insistió.

-Sus majestades, los reyes de Arendelle, se dirigían en barco al Reino del Oeste- comenzó a contar Kai- iban a asistir al funeral del rey de ese país, el hermano de su majestad el Rey-

-Mi tío- dijo Elsa.

-Desgraciadamente…- continuó Kai- ocurrió un… imprevisto…-

Las manos del sirviente empezaron a temblar, y un sudor frío recorrió su frente, al ver que Elsa cambió su expresión sorprendida a preocupada.

-Su embarcación fue… sorprendida por una tormenta- dijo Kai con un hilo de voz- Elsa…-

Elsa lo miraba con una expresión de terror.

"No, no, no lo digas…" decía el corazón de Elsa "no es verdad"

Kai comenzó a sentir una brisa fría recorriendo la habitación. Debía terminar de darle el mensaje. Elsa ya se lo imaginaba, pero Kai tenía que terminar.

-La embarcación naufragó…- dijo Kai- no hubo sobrevivientes…-

Elsa llevó sus manos temblorosas a su rostro y se cubrió los ojos. El suelo debajo de sus pies y la cama se congeló de inmediato.

-No, no, no…- murmuraba Elsa.

-Su alteza… Elsa, lo siento mucho- dijo Kai con una mirada de dolor.

Elsa se puso de pie, y Kai la imitó. El sirviente hizo el gesto de ir a consolarla, pero Elsa dio un paso atrás.

-Kai, por favor, salga y déjeme sola- dijo Elsa, reprimiendo las lágrimas lo más que podía.

-Pero…- dijo Kai.

-No estoy bien- dijo Elsa, mientras una lágrima se escapó a su autocontrol- no quiero lastimarlo. Déjeme sola y… mantenga a Anna alejada de mi, por favor-

Kai asintió y obedeció de inmediato. Se dirigió a la puerta y salió. Antes de cerrar la puerta tras de sí, volvió a asomar su cabeza.

-El rey a muerto- dijo Kai, casi en un susurro, que a pesar de todo Elsa pudo escuchar perfectamente- larga vida a la reina-

x-x-x

Anna lloraba desconsoladamente sobre el regazo de Gerda.

-Ya, ya no llore, princesa Anna- dijo Gerda en tomo maternal, acariciando los cabellos de la princesa- todo va a estar bien. Tiene que ser valiente. Tiene que ser fuerte-

Anna respondió con un sollozo.

-Vamos, su alteza- dijo Gerda- tiene que ser valiente, por usted y por su hermana-

Anna siguió sollozando.

-Quiero ver a Elsa- declaró Anna.

-Su alteza…- dijo Gerda.

Anna la ignoró y salió de su cuarto, dirigiéndose al de su hermana. En el camino se encontró a Kai, quien acababa de salir.

-Su alteza- dijo Kai.

-Kai, quiero ver a mi hermana- dijo Anna.

Kai la miró con tristeza.

-Su alteza, su hermana me acaba de ordenar que quiere ser dejada sola- dijo Kai- desea que nadie la moleste-

-Pero…- dijo Anna, sintiéndose herida.

-Dele tiempo, su alteza- dijo Kai- yo sé que usted siente la necesidad de verla, pero ella es… diferente-

Anna asintió, y se arrojó a los brazos de Kai, para volver a echarse a llorar.

Detrás de la puerta, Elsa escuchó la conversación, y agregó más dolor al suyo cuando escuchó el llanto de su hermana.

"Lo siento Anna", pensó Elsa en su corazón "muero por abrazarte, y que lloremos las dos juntas, pero no puedo arriesgarme a hacerte daño…"

Se dejó caer sobre la cama y dio rienda suelta a su llanto.

x-x-x

En el transcurso de la semana comenzaron a llegar reyes, príncipes y delegados de otros reinos para el funeral de los reyes de Arendelle. El reino entero estaba sumido en la tristeza por la pérdida del monarca. Sin embargo, tenían una gran curiosidad en conocer a la nueva reina de Arendelle, una chica que en un par de años alcanzaría la mayoría de edad.

Elsa sabía que no podía salir de su habitación. No podía despedirse de sus padres. Tenía que hacer este último sacrificio, por ellos. Si alguien la llegaba a descubrir… si Anna la llegaba a descubrir…

Sacudió la cabeza.

Era un riesgo que no estaba dispuesta a correr. Jamás.

Alguien llamó a la puerta.

-¿Elsa?- escuchó la voz de Anna- por favor, sé que estás ahí dentro…-

Elsa sentía la necesidad de abrir la puerta, de abrazar a su hermana y llorar en su hombro, pero se contuvo. Le dio la espalda a la puerta y se apoyó en ella.

-La gente pregunta donde estás- continuó Anna. Elsa no contestó- estoy aquí para ti, solo déjame entrar-

"Como quisiera dejarte entrar, Anna", pensó ella "pero lo prometí…"

-Solo nos tenemos una a la otra- continuó Anna- ¿qué vamos a hacer?-

Elsa no pudo contenerse más. Lentamente se deslizó por la puerta hasta sentarse en el piso y abrazar sus rodillas, llena de dolor. Sollozó en silencio unos minutos, hasta que escuchó a Anna levantarse y marcharse.

x-x-x

La noche del funeral, Elsa salió de su habitación y bajó a cenar. Gerda se sorprendió al verla en la puerta del comedor.

-Su… su Majestad- dijo Gerda, inclinándose. Elsa intentó forzar una sonrisa, sin éxito.

-Gerda, para usted soy y siempre seré Elsa- dijo ella- estoy… calmada, creo que puedo interactuar sin que ocurra ningún accidente-

Gerda la miró, un poco preocupada, pero fue Kai quien respondió por ella.

-No se preocupe, majestad- dijo el sirviente- los invitados tienen órdenes de no dirigirle la palabra, y… su alteza la princesa Anna ya se retiró a su habitación- añadió en voz baja.

Elsa volvió a intentar forzar una sonrisa, ésta vez con mejores resultados. Los dos sirvientes se inclinaron, y Kai se encargó de hacer el anuncio.

-Su majestad, la reina Elsa de Arendelle-

Elsa se sintió extraña por aquella presentación, aunque era lógica y esperada. Todos los invitados se pusieron de pie para recibir a la reina. El único asiento vacante era el de la cabecera, donde al parecer Anna había cenado unos momentos antes. Los sirvientes recogieron los platos usados y colocaron unos nuevos para Elsa.

Elsa tomó asiento y miró a sus invitados, mientras los sirvientes se apresuraban en llenar de vino su copa y en traer la comida. A su izquierda pudo reconocer a los reyes de Corona, ya que los había visto antes cuando era más pequeña. La reina de Corona era muy parecida a su madre, y le sonrió con cariño. Junto a ellos estaba la princesa de Corona, Rapunzel, y su prometido. Los dos parecían estar entretenidos en su charla y, al notar la mirada de Elsa, ambos le dirigieron una leve sonrisa cargada con simpatía, que ella se esforzó por devolver, sin estar segura de que tan convincente fue. A la derecha se encontraban embajadores de otros reinos, el duque de Weselton, y otros enviados. Le llamó la atención que, casi al final de la mesa, había una chica que se veía un poco mayor que ella, y un chico que parecía de la misma edad de Elsa. Ambos vestían de negro, como todos los invitados, pero tenían una mirada más sobria y reservada que el resto de los invitados. Triste, llena de dolor.

"Esos ojos son como los míos", pensó Elsa.

Detrás de ellos dos, estaba de pie una mujer alta, delgada, con nariz ganchosa. Tenía cara de haberse tragado un limón, y miraba alternadamente a los dos chicos delante de ella con algo de enojo.

El plato con la cena de Elsa llegó, y todos continuaron cenando. Hacían conversación entre ellos pero, fieles a las órdenes de Kai, ninguno le dirigió la palabra a Elsa.

Al terminar la cena, Elsa llamó a Kai a su lado.

-¿Su majestad?-

-Kai, tengo una pregunta para hacerte- dijo Elsa en voz baja- ¿quiénes son ese chico y esa chica de allá. y porqué esa mujer los mira así?-

Kai levantó la mirada para ver a quien se refería Elsa. Una vez que supo de quien hablaban, miró hacia el suelo, apenado.

-Su majestad, ellos son la reina Leo y el príncipe Jorgen, del reino del Oeste- dijo Kai en voz baja- son primos de su majestad. La mujer detrás de ellos es su tutora-

-¿Porqué tienen esa mirada?- preguntó Elsa, más para sí misma que para Kai, pero éste respondió.

-Su padre acaba de morir- dijo Kai en voz alta- sus majestades iban a su funeral cuando…- y se interrumpió.

-Oh- fue lo único que pudo decir Elsa.

La nueva reina notó que comenzaba a formarse hielo bajo sus pies. Miró a Kai con urgencia y se puso de pie. Todos los invitados hicieron lo mismo. Elsa agradeció inclinando un poco su cabeza y se retiró, seguida de Gerda. Una vez que salió de la habitación, inició un murmullo generalizado.

x-x-x

Elsa se encontraba en su habitación, tratando de conciliar el sueño. Entre más pronto durmiera, más pronto pasaría el dolor que sentía por la muerte de sus padres. Más pronto pasaría el miedo de que Anna fuera a buscarla.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por la voz de Kai, que se encontraba entablando una conversación con alguien fuera de su dormitorio.

-¿Está segura que quiere que se le asigne esta habitación, madame Hilda?- dijo Kai, poniendo énfasis en la palabra "esta"- le advierto que es una de las más frías del palacio-

"La segunda más fría", pensó Elsa "la más fría es la mía"

-A su majestad no le importará- dijo una voz de mujer, sonando severa y, a la vez, con un toque de sarcasmo cuando dijo "su majestad"- es indispensable que entre su majestad la reina y su alteza el príncipe exista la mayor distancia posible-

A Elsa le pareció extraña esa conversación, y su curiosidad hizo que continuara prestando atención. Se levantó de la cama, y se acercó de puntitas a la puerta. Apagó la vela que se encontraba en la mesita junto a la entrada de su habitación, para que su sombra no se escapara debajo de la puerta.

-¿Y eso porqué, madame?- preguntó Kai, tras una pausa.

-Oh, esos eran los deseos del difunto rey- dijo madame Hilda- que sus hijos permanecieran separados por si a alguien le llegara a pasar algo, el otro estuviera a salvo-

Kai se aclaró la garganta.

-Madame- dijo Kai- le aseguro que ningún daño ocurrirá a ninguno de los huéspedes de este palacio-

Madame Hilda emitió un gruñido que Elsa no supo como interpretar.

-De acuerdo, madame- dijo Kai al fin- haré preparar la habitación para su majestad. La habitación para su alteza el príncipe ya está preparada-

-Muy bien- dijo madame Hilda, y Elsa escuchó los pasos de la mujer alejarse, sin agradecer. Escuchó un suspiro cansado de Kai.

"Kai era un buen amigo de mis padres", pensó Elsa "debe estar pasándola tan mal como nosotras y, sin embargo, se esfuerza por ayudarnos a sobrellevar nuestro dolor".

Elsa se alejó de la puerta y volvió a meterse a la cama. Pudo escuchar el movimiento de los sirvientes en la habitación contígua y, cuando finalmente madame Hilda regresó. Elsa no se levantó, tratando de ignorar lo que pasaba fuera de su cuarto, pero no pudo evitar agudizar su oído.

-Su majestad, su habitación está lista- dijo madame Hilda, nuevamente con un toque de sarcasmo en las primeras dos palabras-

-Gracias- dijo la voz de una mujer joven- pero aún no entiendo porqué está tan empeñada en tenerme separada de mi hermano-

-Su majestad- dijo madame Hilda- recuerde su… condición. No puede ser tan egoísta para poner a su hermano en riesgo-

"¿Condición?", pensó Elsa. Recordaba que a veces su padre había llamado algo parecido a sus poderes de hielo, aunque no recordaba la palabra exacta.

La mujer joven dejó escapar un suspiro.

-Buenas noches, su majestad- dijo madame Hilda- si necesita algo, hágamelo saber-

Elsa escuchó la puerta cerrarse, y una risa fría proveniente del pasillo.

x-x-x

Pum… pum… pum…

Elsa se encontraba en el mundo de los sueños, pero algo estaba jalándola, algo la estaba tratando de despertar.

Pum… pum… pum…

Un golpeteo constante. Desganada, Elsa abrió los ojos y miró a su alrededor. Aún faltaba mucho para el amanecer. La joven reina se volvió en la cama y volvió a cerrar los ojos.

Pum… pum…

"Estúpido viento", pensó Elsa, aprestando los ojos e intentando volverse a dormir, sin éxito. El ruido era constante y desordenado. Parecía involucrar varios objetos de diferentes consistencias. Elsa se levantó y corrió la cortina de su recámara, para poder ver a través de la ventana. Se sorprendió de ver el viento en completa calma. Y sin embargo…

Pum… pum… pum…

Ese ruido no provenía del exterior, o del viento. Provenía de la habitación contígua. Elsa suspiró.

"¿Qué estará pasando?".

Elsa buscó en la oscuridad una vela, y la encendió. Puso la vela encendida sobre su escritorio mientras se colocaba una bata sobre su camisón de dormir. La noche era particularmente fría, tanto que Elsa sintió un leve escalofrío desde que salió de la cama. Alcanzó sus guantes azules y se los puso. Una vez puestos la bata y los guantes, tomó la vela y abrió la puerta de su habitación.

"Dos veces en un día", pensó para si misma "debe ser una nueva marca personal"

Sin pensar más en ello, caminó por el pasillo buscando la fuente del ruido

Pum… pum…

Elsa miró el corredor. Había un par de guardias colocados en cada uno de los extremos del mismo, solo que éstos se encontraban profundamente dormidos. Elsa tuvo un poco de envidia hacia ellos, que podían dormir sin preocupaciones mientras su reina no podía conciliar el sueño. Por otro lado, se sintió aliviada de no tener que contestar preguntas. Se dirigió a la habitación junto a la suya y llamó a la puerta.

Toc… toc…

Pum… crac….

Nadie respondió, solo se escuchó el mismo golpe seco, acompañado del sonido del vidrio quebrándose. Elsa suspiró. En verdad esperaba que no fuera así de frustrante para su hermana cada vez que iba a llamar a su puerta.

-¿Puedo pasar?- dijo Elsa en voz baja, con cuidado de no despertar a los guardias en los pasillos- soy la re… digo, soy Elsa-

Nuevamente, la única respuesta fue el constante golpe que llevaba rato escuchando.

-¿Está todo bien?- insistió Elsa- voy a pasar- añadió, girando la perilla de la puerta.

Elsa casi se queda sin aliento al ver aquel espectáculo.

La habitación era tal y como la recordaba, una habitación de huéspedes que llevaba años sin usarse, porque los reyes no invitaban a nadie a palacio por miedo que descubrieran el secreto de Elsa, así como la proximidad a su cuarto hacía que fuera la habitación menos utilizada del palacio. A veces Elsa se escondía ahí para que Anna no la encontrara.

Una gran cama en el centro de la habitación. Sobre ella, un bulto de mantas se retorcía violentamente. Elsa podía escuchar algunos quejidos y el castañear de los dientes. Pero eso no era lo que había asustado más a la joven reina.

Todos los demás objetos de la habitación se encontraban flotando en el aire. Las velas flotaban en círculos alrededor de la cama. Un enorme cofre, sin duda con algunas prendas de vestir dentro de él, era el responsable del ruido que había estado escuchando Elsa en su habitación, golpeando furiosamente la pared de la misma. Un adorno de cristal voló junto a Elsa y chocó violentamente con la pared, partiéndose en pedazos. La vela en la mano izquierda de Elsa se apagó.

Elsa retrocedió un par de pasos, asustada, y junto a esto bajó la temperatura del cuarto. Como consecuencia, el bulto en la cama se movió con mayor violencia, y los objetos en el cuarto se movieron con más rapidez. Elsa trató de tranquilizarse y respiró hondo.

"Así es, Elsa, respira…"

Elsa se acercó al bulto en la cama una vez que hubo controlado la temperatura. Pudo ver que se trataba de la joven reina que había visto en la cena. Se encontraba temblando violentamente debajo de las mantas de la cama, aún sumida en un sueño profundo. Una vela casi golpea a Elsa en la frente, quien la esquivó agachándose. Con un movimiento suave, pero firme, Elsa movió a la joven y la obligó a despertar.

-Despierta-

PUM… crac… crac… crac… pum…

La chica abrió los ojos de golpe, y todas las cosas que habían estado flotando en el aire cayeron pesadamente al piso. El cofre hizo un fuerte estruendo y después se quedó inmóvil. Los adornos de cristal cayeron uno a uno al piso, quebrándose en pedazos. Los demás objetos solo cayeron y se quedaron inmóviles en su sitio.

-Yo no fui- dijo la chica, asustada.

-No fuiste, ¿que?- dijo Elsa.

-Nada, yo no hice nada- insistió la joven.

-Calma- dijo Elsa con paciencia- ¿porqué no me cuentas que pasó aquí?- añadió señalando a su alrededor.

La chica la miró con verdadero terror.

-Calma- repitió Elsa- me llamo Elsa. ¿Y tu eres…?-

-Leo- dijo la chica.

Elsa la miró. Tenía los cabellos largos y castaños, y sus ojos eran iguales a los de su padre.

-Leo- repitió Elsa, mirándola. Parecía un poco mayor que ella y, sin embargo, tenía la misma mirada que Elsa cuando temía haber lastimado a alguien con sus poderes- ¿así que tu eres la nueva reina de la tierra del Oeste?-

Leo asintió.

-Y tu, ¿la nueva reina de Arendelle?-

-Así es- dijo Elsa con algo de tristeza.

-Siento lo de tus padres- dijo Leo con tristeza- supe que… iban al funeral de mi padre-

-Sí…- fue lo único que Elsa pudo decir.

Leo se incorporó y miró el desorden en su habitación, preocupada.

-Fuiste tu- dijo Elsa.

Leo no respondió, solo tragó saliva y miró a Elsa con preocupación.

-No te preocupes, en la mañana alguien vendrá a limpiar- dijo Elsa, con una sonrisa- además, esos adornos eran horribles-

Lejos de sonreír, Leo abrazó sus piernas y escondió la cara entre sus brazos.

-Entonces lo adivinaste- dijo Leo- ya adivinas que esto lo provoqué yo…-

Elsa la miró fijamente, interrogándola con la mirada. La otra chica no levantó la cara.

-Tengo… una maldición- dijo Leo- puedo mover las cosas con mi mente, con solo desearlo. Pero si me asusto, o me siento incómoda de alguna manera, mi poder se sale de control y causa desastres como este. Debes creer que soy un monstruo-

Elsa se quedó helada. Esa era la palabra que ella usaba para describirse a si misma. Un monstruo que tenía que estar encerrado. Un monstruo que iba a lastimar a Anna.

-No lo eres- dijo Elsa en voz baja.

-No trates de consolarme- le contestó Leo, levantando la mirada y fijándola en sus ojos- solo lo dices porque tu eres normal, y quieres hacerme sentir bien. Incluso madame Hilda cree que soy una amenaza, no me deja acercarme a mi hermano-

Elsa dejó escapar un suspiro, y se sentó en el borde de la cama, junto a ella.

"¿Estará bien decirle?"

Elsa suspiró.

-Te voy a contar un secreto, ya que conozco el tuyo- dijo Elsa. Se retiró el guante de su mano derecha y se la mostró a Leo. Su palma brilló y dejó escapar un copo de nieve. Leo dejó escapar una exclamación de asombro y se tapó la boca con las manos.

-Tu… tu…-

-Shhh- dijo Elsa- también salen de control si me asusto, dependiendo de mis emociones. Por eso también me he alejado de mi hermana. Una vez la lastimé con mi poder, sin querer…-

Leo no sabía que decir. Solo miraba a Elsa, y su expresión cambió de preocupada a curiosa, y de curiosa a una leve sonrisa.

-Vaya- dijo ella- nunca pensé que alguien tuviera un secreto como el mío-

-Yo tampoco- dijo Elsa- tienes que prometer que no dirás nada, ni siquiera a mi hermana… yo no diré nada tampoco-

Leo entrelazó su meñique con el de Elsa.

-Prometido-

x-x-x

Meses después del incidente del Invierno Eterno en Arendelle, la reina Elsa se encontraba en el comedor del castillo, rodeada de su familia: Anna, Kristoff y Olaf. Mientras tomaban el desayuno, Kai se acercó con una bandeja y se la entregó a la reina.

-Correspondencia, su majestad-

-Gracias, Kai- dijo Elsa. Tomó los dos sobres que estaban en la bandeja. Uno blanco y uno morado. Elsa abrió primero el segundo.

-Elsa- dijo Anna, con la boca llena- ¿otra vez te escribió?-

-Modales, Anna- dijo Elsa, sin despegar los ojos del sobre que estaba abriendo- y sí, Leo volvió a escribirme-

-Pfff- dijo Anna una vez que tragó su pieza de tostada- parece que hablas más con ella que conmigo-

Elsa rió un poco y tomó un sorbo de su taza de café.

-En absoluto- dijo Elsa- la reina Leo y yo tenemos muchos asuntos que discutir por en bien de nuestras dos naciones…-

-Bla bla bla- dijo Anna.

Elsa la ignoró, y leyó la carta que le dirigió su amiga del país del Oeste. Todo parecía estar en orden. La reina miró a su hermana y a Kristoff. Ahora que lo pensaba, todo el mundo conocía que ella tenía poderes de hielo, pero nadie más que ella sabía el poder secreto de la reina del Oeste. Suspiró. Quizá no sería buen tema de conversación.

-Leo te manda saludos, Anna- dijo Elsa, terminando la carta- dice que le da gusto que hayas encontrado a alguien que te haga feliz- añadió mirando de reojo a Kristoff. El aludido se ruborizó y tragó con dificultad su pedazo de tostada, haciendo reír a las hermanas.

Olaf no comía, solo canturreaba mientras se paseaba alrededor del comedor. Elsa colocó la carta morada sobre la mesa y procedió a abrir la otra carta. Al leer los primeros renglones, Elsa frunció el ceño.

-¿Qué sucede Elsa?- dijo Kristoff, que fue el primero en darse cuenta que algo no estaba bien.

-Esta carta…- dijo Elsa- es de las Islas del Sur-

Tanto Anna como Kristoff palidecieron.

-¿Acaso habla de lo que ocurrió con…?- comenzó Anna, pero no pudo hacer que su voz pronunciara el nombre que estaba en la mente de todos los presentes. Hans.

-Desgraciadamente sí- dijo Elsa.

La reina hizo una pausa para continuar leyendo la carta, ante la mirada atenta de su hermana y de Kristoff. Mientras más pasaba el tiempo, la temperatura del cuarto bajaba gradualmente.

-Elsa…- dijo Anna, frotando sus propios brazos para no tener frío.

La reina se ruborizó.

-Perdón- dijo Elsa- no son buenas noticias-

Anna y Kristoff la miraron con atención.

-El rey de las Islas del Sur pide perdón por el comportamiento de Hans- dijo, pronunciando con dificultad el nombre de su casi-asesino- pero dado a que se trata de un miembro de la familia real, no estará en prisión-

-¿Qué?- dijeron Anna y Kristoff al mismo tiempo.

-El rey considera que la mejor forma de "castigarlo" por su comportamiento es enviarlo a mi corte, sirviéndonos como embajador especial y consejero- continuó Elsa, volviendo sus ojos a la carta.

Elsa separó los ojos y miró a sus acompañantes, que se encontraban boquiabiertos.

-En fin- concluyó Elsa- Hans llegará la próxima semana. No puedo rehusarme o cortarán el comercio con nosotros, y desde que yo suspendí los tratos con Weselton no tenemos suficientes rutas de comercio-

Anna se encontraba indignada.

-Elsa, no puedes…- dijo Anna- después de lo que me hizo, como jugó conmigo, y luego él… Hans… trató de matarte…-

-Lo sé- dijo Elsa, pensativa.

Tras unos segundos de silencio, Elsa continuó.

-Creo que lo mejor será que Kristoff se quede en el palacio con nosotras, para que esté al pendiente de ti y te mantenga vigilada- dijo Elsa- hablaré con Kai para que ponga un par de custodios con Hans, con el pretexto de que en este país lo odian por lo que trató de hacer, y de darle "protección". Así estaremos avisados de sus movimientos-

Miró la carta morada sobre la mesa, y se le ocurrió una idea.

-Anna- dijo Elsa- tengo una misión diplomática que encargarte-

-Si tu misión diplomática es no golpear a Hans otra vez, me temo que no vas a poder contar conmigo- dijo la princesa. La reina se echó a reír.

-No es eso- dijo Elsa- me gustaría que vayas con Kristoff al país del Oeste y lleves un tratado de comercio a la reina-

Los ojos de Anna se iluminaron.

-¿En serio?- exclamó, y corrió a abrazar a su hermana- gracias, gracias Elsa-

Elsa sonrió levemente, mientras Kristoff la miraba con algo de curiosidad. A la reina se le había ocurrido esta idea para alejar un poco a su hermana hasta que Hans se hubiera instalado y estuviera segura que su plan de mantenerlo vigilado estaba funcionando como debía ser.

x-x-x

Hola. Después de un par de años de ausencia, regreso con un fanfic de Frozen. Espero que sea de su agrado.

Abby L.