Disclaimer: Hetalia no me pertenece. Este es un one-shot que se me ha ocurrido ahora mismo, cortito y fluff. xD
Enjoy!
Los estudiantes salían a todo correr de la academia, algunos con paraguas y otros a merced del diluvio que entonces caía. Un chico en concreto, moreno y de ojos verdes, aguardaba bajo el amparo de un portal contiguo a la academia, esperando a alguien en concreto. Se echaba aliento en las manos, en un intento de calentarlas. Ni los guantes eran suficiente.
Un paraguas azul, con un tulipán amarillo estampado, se abrió frente a la puerta del recinto, saliendo tras él un joven rubio con una gruesa bufanda al cuello. El moreno sonrió, había sido a él a quien esperaba.
-¡Vin!-le llamó, resguardándose rápidamente bajo su paraguas. El otro suspiró, y se masajeó el puente de la nariz.- ¿Me puedes llevar a casa?
-Que me pille de paso no significa que tengas que acompañarme todos los días-murmuró como respuesta, aunque no le apartó en ningún momento, echando a andar sin avisar. Antonio fue a su lado, con una dulce sonrisa en la cara.
-Ya, pero me gusta estar contigo. Eres una bonita compañía.
-Y tú un espécimen extraño, Antonio.
La conversación murió allí, dejándolos en un envolvente silencio, solo interrumpido por las gruesas gotas que golpeaban el paraguas. En medio del bullicio, y con cada uno mirando a un lado, sus manos enguantadas se enlazaron en un gesto tan silencioso como cálido. La sonrisa del español se acentuó un poco, pero continuaron sin separar los labios.
A medio camino, el sol comenzó a dejarse notar entre las nubes, deteniendo el aguacero en seco. Tan rápido como había aparecido, se había ido, pensó Antonio. Vincent recogió el paraguas, mirando al cielo con expresión ausente.
-Cariño-escuchó que su compañero susurraba.- ¿En qué piensas?
-Te he dicho unas cuantas veces que no me llames así-frunció el ceño, volviendo a caminar en dirección a su hogar. Antonio le siguió rápidamente, volviendo a agarrar su mano con firmeza.- Y no pensaba en nada importante.
-Como quieras, Vin-suspiró, rendido. Ya había conseguido mucho pudiendo llamarle Vin en público, no podía quejarse. Y es que tener precisamente a ese chico de pareja sentimental no era lo más fácil del mundo.
Vincent era frío, avaro, malhumorado y casi antisocial. De hecho, habría sido prácticamente imposible que se conocieran si no fuera por asistir a la misma academia de francés hacía años. Vivían en mundos totalmente opuestos, y sin embargo estaba allí, al lado suyo. Al lado del chico al que observó siempre en las clases, con el corazón en un puño.
Todos los días le había estado mirando de reojo, habiendo llamado su atención desde el primer momento. No es que se hubiera enamorado a primera vista, o algo así, aunque hubiera sido bonito. La realidad era que un vínculo invisible se formó poco a poco, con el paso de los meses, a bases de hacer ejercicios en una lengua extranjera, sentarse juntos y darse algún codazo de vez en cuando.
Y cuando la profesora les mandó hacer un trabajo conjunto, en casa del rubio, ocurrió. Antonio ya ni siquiera recordaba de qué era el dichoso trabajo. Solo que había sido la primera vez que Vincent le había besado, llenando su pecho de emociones casi desconocidas.
Todo era demasiado irreal, pero real. Una sonrisa boba se formó en su cara, justo cuando llegaban al portal del español.
-Hasta el jueves, Vin-dijo, sonriéndole. Este se inclinó hacia él, y como la primera vez, sus labios solo se rozaron en un beso casi etéreo, que hizo suspirar al español.
-Hasta el jueves, Antonio-susurró.
