Capítulo VI.

La mañana sobre Francia, era la usual. Hubiese sido un buen día de no haber sido por la situación que estaba aguantando. En el hogar que tenía en la capital, permanecía sentado en una silla bien decorada, cuya madera estaba tallada en caoba, mientras sus manos eran sostenidas por el bastón que tenía cerca de sus piernas. El Emperador, observaba uno de los muchos jóvenes que venían desde muy lejos, afirmando ser su nieto y atreviéndose a responder a las preguntas que Moblit formulaba. Estaba cansado de que le hicieran daño, aquellas entrevistas sólo servían para que su corazón se viese atormentado, haciéndole darse cuenta de que, una vez más, Eren no estaba vivo.

–Oh, sí, lo recuerdo muy bien, el tío Yashin venía de Moscú, el tío Boris procedía de Odessa, y cada primavera…

–Solíamos ir junto al mar cada Domingo a merendar. – cortó de inmediato el Emperador, levantándose lentamente. Era evidente que estaba cansado de aquella actuación. –¿No tiene nada mejor que hacer?

–Por favor, señor, acompáñeme a la salida. – dijo Moblit, apresurado.

–Pero…

Sin más dilación o derecho a réplica, Moblit le obligó a que fuera a la salida. El que mucho tiempo, y siempre había sido, el padre de Grisha Jaeger, negó con la cabeza, visiblemente rendido. No iba a permitir que más hombres vinieran a su hogar. El recuerdo de su nieto era demasiado doloroso para él.

–Ni uno más, ni uno más….– susurraba, dando leves golpes con el bastón.

–Lo siento, creí que este tenía que ser el verdadero…– comentaba su primo, quien volvía después de haber despedido al desconocido. – Bueno, era de verdad, era humano, pero me refiero a nuestro verdadero… no permitiré que nos vuelvan a engañar. La próxima vez haré preguntas difíciles.

–No, Moblit.

El de cabellos castaño claro, vio cómo el anciano sostenía ahora un portarretrato con la fotografía de un niño cuyos ojos era indescriptibles. El verle de esa manera, anhelando a la única familia de la que creía tener esperanza de que permanecía con vida, le hacía sentirse cruel por organizar aquellos encuentros con numerosos jóvenes. Pero eso, sólo lo había hecho para quitarle aquella pena que le embargaba desde esa noche catastrófica, en Palacio.

–No veré más chicos que afirmen ser Eren.

Y sin más, colocó el portarretrato boca abajo.


Las calles de París rebosaban vida en cada esquina por la que sus piernas se dirigían. Era tan diferente de San Petersburgo, que su ambiente le generaba una desconfianza que la atormentaba hasta cierto punto, evitando miradas por allá donde pasara. El barco finalmente había alcanzado puerto, apañándoselas para llegar hasta la capital por sus propios medios. Uno de sus planes, una vez más, había fallado. Su frustración por ese hecho era más que evidente en sus facciones, por muchas veces que lo intentase, Eren Jaeger volvía a estar con vida.

Pero en esa ocasión, todo había sido culpa de ese hombre. Estuvo a punto de haberse tirado a las fauces del mar embravecido, de no ser porque ese muchacho se había entrometido, despertando al castaño de su pesadilla. Aún no se lo podía explicar. ¿Cómo fue capaz de combatir contra una de las fuerzas oscuras de su señor? ¿Cómo un simple gesto como aquel, tan estúpido y superficial, había conseguido evitar la catástrofe que ella esperaba? Sólo de pensarlo, la impotencia se acrecentaba. Ahora, ellos y sus acompañantes, debían de estar también dirigiéndose a París, ya que estuvieron justo en el mismo barco.

Se detuvo. Nunca hubiese imaginado que estaría en un lugar así, tan lejos de su hogar, tan lejos de los recuerdos que todavía permanecían en su memoria. ¿Qué habría dicho él estando bajo la mirada de la gran Torre Eiffel? ¿Qué cosas le hubiese mostrado, qué habría aprendido junto a Armin? Recogió aire con lentitud, alejando ese tipo de pensamientos. Debía pensar su próximo movimiento contra Jaeger. No fallaría.

No de nuevo.


Todavía no podía creerlo. Aún cuando ya estaban en París, lugar que nunca había imaginado que estaría, Eren seguía preguntándose cómo es que había alcanzado el concilio del sueño en aquel barco, tras la experiencia y pesadilla tan atroz que había sufrido. Pero eso no era lo más importante, pese a que cada vez que lo recordaba, le entraba un escalofrío. Era que, si sus dedos tocaban sus propios labios, recordaba el tacto que le había hecho despertar en medio de tanto caos.

Aunque se hubiese percatado de que el dueño de aquellos labios en ese preciso instante pertenecía a ese hombre que en un principio no le era de su agrado, se había aferrado a él como si le fuese la vida en ello, encontrándose a salvo en sus brazos. Jamás se sintió tan protegido como en ese momento. Mientras llegaban, Auruo no para de hacerle preguntas.

–¡Eh, criajo, te estoy preguntando!– espetó con molestia. –¡Estás en las nubes! ¿Me quieres decir de una vez de dónde viene el tío Boris?

Eren seguía sin responder. Eso sacó de los nervios al hombre, sin embargo, Petra intervino. Pellizcando su brazo, provocó que Auruo se mordiese la lengua, de tal manera que así estaba entretenido un buen rato. Se acercó a Eren, posando una mano en su hombro mientras mostraba una de sus mejores sonrisas. El joven parpadeó, sintiendo la presencia de la mujer a su lado.

–¿Ocurre algo?

–Es sólo que yo….– suspiró en medio de la frase, sin terminarla. Aparte de esos pensamientos relacionados con Levi, Eren tenía muchas dudas respecto a lo que estaba a punto de hacer.–¿Y si Moblit no me reconoce?

–Lo hará, muchacho. – respondió Erd, que estaba escuchando la conversación. – Tú eres Eren.

–Hace tres días no tenía ningún pasado…y ahora intento recordar toda una vida. – miró hacia otro lado, fijándose en los paisajes que París le ofrecía. No tenía nada en claro, ahora tenía miedo.

–¡Para eso nos tienes a nosotros, querido Eren! –gritaba Hanji, jovial. – ¡No te preocupes por nada!

El chico no hizo más que sonreír, pese a que no se sentía tan aliviado como quisiera. Sin quererlo, sus ojos le traicionaron y miraron tras Erd, donde Levi estaba consultando una serie de papeles que desconocía. Desde el barco, no le había dirigido más la palabra, ni siquiera habían intercambiado alguna mirada, ni de complicidad, ni de odio, nada en absoluto.

No sabía qué era lo que le inquietaba más. Sólo le había ayudado, aunque hubiese sido con un simple beso. Pero para Eren, no había sido tan sencillo. Para él, diversos sentimientos cobraron forma, sentimientos cuya fuerza le parecía sacada de un pasado que nunca había tenido. Como si ya los hubiese sentido… por Levi. Pero eso era imposible. No se conocían de alguna ocasión anterior. Entonces ¿por qué?

Cuando llegaron frente a una gran casa de estructura hermosa, bien detallada y jardín con todo tipo de flores, centró su atención en Hanji, quien pronto se había aproximado en dirección a la puerta, tocando con energía. A los pocos segundos, un hombre abrió. La expresión que inundaba su rostro era una de total nerviosismo al recibir a la castaña. Eren se fijó en sus ojos marrones y cabello claro, además de su piel casi trigueña. Sus ropas eran unas que Eren no podría permitirse, pero se desvió de ese detalle justo cuando la señorita Zoe apoyaba el codo de su brazo derecho en el marco de la entrada, sonriendo de lado.

–H-Hanji, esto sí que es inesperado…

–¿Así es cómo me recibes después de varios años sin saber de mí? – sin timidez alguna, todos pudieron presenciar la escena. Hanji había alzado los brazos hacia Moblit, sosteniendo sus mejillas con ambas manos, llenándole de besos. Petra los miraba con cierta felicidad, Levi chasqueaba la lengua, Erd reía, y Auruo murmuraba sus típicas palabras de desagrado. Eren en cambio, estaba sorprendido, no se esperaba que tuviesen esa relación.

–P-Por favor delante de todos no….–estaba sonrojado, separándose un poco de Hanji para después toser. – ¿Dónde han quedado mis modales? Encantado de recibirles, pasad adentro.

Haciendo caso, Moblit les guio hacia el salón. Eren quedó maravillado por toda la decoración, ya que era magnífica. No podía negarse que estaban tratando con alguien que pertenecía a la familia del Emperador. Ello le hizo tragar saliva, sus nervios se expusieron con mayor intensidad, conteniendo la respiración. Por otro lado, Petra había tomado asiento en uno de los sillones, ofrecido educadamente por el primo del que se suponía que sería su abuelo, aunque en realidad aún no lo supiera con exactitud. Auruo permaneció sentado junto a ella, cruzándose de brazos, mientras que Hanji, se alejó para acercarse a él, sosteniendo su mano y llevándole frente a Moblit.

–Moblit, creo que debes de suponer por qué estamos aquí. Ya tendremos tiempo de hablar de nuestras épocas de juventud, pero esto es más importante. – señaló al joven de ojos verdes, que permanecía encogido de hombros. – Te presento a Eren Jaeger.

Pudo ver cómo Moblit se tocaba el mentón, sopesando la teoría de su amiga. Eren cerró los ojos, tratando de controlarse mientras era sometido a la mirada del hombre, temiendo que se riera en el proceso o que simplemente los echase a patadas de la casa por no encontrarle ningún parecido. ¿Sería él el verdadero Eren Jaeger? ¿Sólo estaban tratando de ayudar, no? Ayudar a saber si era el nieto del Emperador, y de paso, descubrir si tenía una familia en París. Pero, la respuesta que escuchó, no fue la esperada:

–Dios mío. Desde luego, te pareces mucho a él…– levantó uno de sus párpados, estaba dando vueltas a su alrededor, inspeccionándole de arriba abajo. –Pero también se parecían mucho los otros. ¿Dónde naciste?

–En el Palacio Peterhof. – contestó, su voz por suerte no tembló.

–Correcto. ¿Y cómo te gusta tomar el té, Eren?

–No me gusta el té, sólo el agua caliente con limón.

El tiempo transcurrió sin que los presentes se percatasen. Pregunta tras pregunta, Eren respondía con temple, como si de verdad toda esa información perteneciese a él, a su naturaleza, a la identidad que afirmaba ser. Levi, que se limitaba a observar tras la ventana, oía la voz del chico. Fuera en el jardín estaba Mika, quien ladraba y jugaba en la tierra, llenándose de lo que Levi consideraba gérmenes. Para Moblit, quizás Eren respondía con sinceridad, pero para él, era como un loro que repetía todo lo que había aprendido de sus compañeros. ¿Con qué expectativas había ido allí? ¿No era eso lo que debía de suceder? Entonces ¿por qué le daba la sensación de haber albergado alguna esperanza de que ese mocoso fuese Eren?

–Finalmente, seguro que encontrarás esta última pregunta un poco impertinente pero, concédemela. – decía Moblit, haciendo una pausa para beber de su té. –¿Cómo lograste escapar aquella noche del Palacio?

Un silencio sobrevino a todos. Nadie se atrevió a intervenir, Eren tenía la responsabilidad de responder. Levi lo había escuchado, sin variar la indiferencia de sus facciones. Aquello ya llegaba a su fin. No era Eren, no sería capaz de responder a esa pregunta, porque eso no lo habían ensayado. Él era el único que conocía el enigma a esa interrogación, él y nadie más. Se llevó la mano al pelo, desordenándolos entre sus dedos. Era cuestión de tiempo que Moblit se diese cuenta. El viaje había sido una estupidez. Todo el plan había sido una estupidez.

–Había un muchacho… –Levi quitó la vista de la ventana, no se imaginó que fuese a contestar. Un estremecimiento recorrió su corazón, clavando su mirada gris en él. Eren estaba pensativo, haciendo un gesto con la mano, como si estuviese abriendo algo. –…un muchacho que servía en el Palacio…abrió una pared... –daba la impresión de que iba a continuar, pero luego negó con la cabeza, riendo en voz baja. Cada palabra, era un peso más que cobraba en Levi. –…. lo siento, es una locura ¿paredes que se abren?

Petra y Auruo intercambiaron miradas, Erd no había reaccionado, y Hanji ante tal silencio, se encargó de romperlo.

–¡Bien! ¿Es o no es Eren Jaeger? – le preguntó a Moblit, esperando con emoción.

–Ha contestado bien a todo….– se levantó, cogiendo la bandeja con las tazas del té. Sonrió, dándole alivio a Eren.

–¿¡Has oído Eren!? – gritó pues la castaña, yendo hacia él. Lo abrazó con efusividad, arrancando risas de los demás. –¡Lo has conseguido! Bueno ¿cuándo iremos a ver al Emperador, Moblit?

–Me temo que no lo haréis…– la sonrisa que antes estaba en sus labios, desapareció, dándoles la espalda.

–¿Cómo has dicho?

Erd se dio cuenta de que Levi abandonaba la estancia. Aprovechando que estaban hablando sobre una cuestión importante y no prestaban atención, fue en su búsqueda.

–El Emperador sencillamente no os dejará.

–Vamos Moblit, mi brillante caballero…– Hanji le quitó la bandeja de las manos. –Seguro que se te ocurrirá algún modo de organizar una breve entrevista con el Emperador viudo. –dejó la bandeja en la mesita, abrazando al chico por detrás. Eren le hizo gracia la cara de cachorrito que le estaba poniendo.

–Q-Quizás os guste ir al ballet ruso…tengo entendido que actúan en París mañana por la noche. – Moblit volvía a estar nervioso, sonrojándose. –Al Emperador y a mí nos encanta el ballet ruso. Jamás nos lo perdemos. –miró a Eren, guiñándole un ojo.

En el jardín, Levi no paraba de caminar de un lado para otro. Había esperado cualquier cosa, cualquier cosa menos lo que acababa de suceder. Nadie, nadie de los chicos que habían instruido era conocedor de aquel intenso momento que el nieto del Emperador y él habían compartido esa noche, en medio de la desesperación, gritos y reclamos. Cómo sus manos habían sostenido los hombros de un niño cuyos ojos verdes le miraron con anhelo e impotencia, cómo ese intercambio tan personal y efímero había quedado grabado en las mentes de ambos, cómo Levi había perdido la inconsciencia tras ser golpeado por los revolucionarios, volviéndose ese recuerdo en el más preciado que poseía hasta ahora.

Era él, sin duda. Tanto tiempo creyendo que había perecido junto a su familia, ahora el mismísimo Eren Jaeger estaba allí. Recogió todo el aire que pudo, aclarando sus ideas, pero diversos sentimientos encontrados provocaban que su juicio y estupefacción le jugasen una mala pasada. Ni siquiera se percató que Erd había salido, dando con él. La confusión en su rostro le dio a Levi ganas de reírse.

–Pareciera que ha visto a un fantasma, Levi. Nunca te he visto así. – comentó con cautela, analizando al que era su jefe. – ¿Hay algo que te inquieta?

–Erd…

Pero la voz de Hanji les interrumpió. Saliendo de la casa a saltos repetidos, gritaba:

–¡Coooooooooonseguido! ¡Veremos al Emperador imperial! – Levi gruñó cuando esta le abrazó, quitándosela de encima. –¡Conseguiremos los diez millones de rublos!

–Cuatro ojos…– chasqueó la lengua, frunciendo el ceño. –Él es el príncipe…

–¡Ha estado extraordinario! ¡Casi… yo misma me lo creí! ¡Y Moblit! – no paraba de reír y de hacer ruidos molestos. Sin embargo, otras voces se unieron a las de Hanji, quien obviamente no habían escuchado lo que la castaña estaba diciendo, puesto que Eren había aparecido con Petra, tenían una sonrisa en sus labios.

–¡Chicos, Moblit nos va a llevar de compras para el ballet! – anunció Petra, mientras que Eren asentía, visiblemente emocionado. –¡De compras en París! ¿Podéis creerlo?

–¿¡Qué!? – Hanji volvió a retomar su tono escandaloso, corriendo hacia ellos y uniéndose los tres en un abrazo. Las risas se mezclaron. En cambio, Erd echó un vistazo a Levi, quien mantenía la mirada fija en Eren, que estaba más pendiente a Hanji y a Petra. Algo había sucedido, y tenía la total seguridad que tenía relación con las preguntas que le habían formulado al joven. Pero no era el sitio adecuado para cuestionárselo.

Esperaría otro momento mejor.


Si París ya le había resultado hermosa de día, de noche era un sueño hecho realidad. Eren no apartaba los ojos de las calles iluminadas, sus gentes intercambiando conversaciones y sonrisas, las luces de los restaurantes, la música, la torre Eiffel bañado en un traje de un color dorado intenso, una estrella gigante vigilando toda Francia. El viaje había sido duro, sus dudas le habían torturado hasta en sus sueños, pero se había disuelto en una comodidad que no había experimentado. Sentía que estaba cada vez más cerca de lo que nunca había tenido, y eso era su familia. El haber pasado con éxito las preguntas de Moblit, le habían dado un poco más de seguridad en sí mismo.

Además, la noche era perfecta. Junto a las personas que le habían estado ayudando en ese cometido, estaba totalmente agradecido. Aunque, un detalle le seguía atormentando. Pese a que aquello era algo que no debía olvidar por el resto de su vida, había notado un distanciamiento en Levi del que no encontraba una razón determinada. ¿Qué sucedía? ¿Era por lo del barco? ¿O es que había hecho algo mal en la casa de Moblit? Le enfadaba y le entristecía a partes iguales. Gracias a Hanji, se permitía el distraerse un poco. Todos vestían con ropa elegante, aunque no evitó fijarse en Levi.

Su indumentaria consistía en unos pantalones grises, una chaqueta blanca y una camisa de botones azul, a conjunto con la corbata. No le quedaba holgado, sino en su perfecta medida. Por otra parte, tanto Petra como Hanji iban espléndidas. Sus vestidos realzaban su figura, justificando con mucha comprensión la sonrisa tonta de Auruo y el tartamudeo de Moblit. Aunque, cuando él había salido con una ropa que Hanji le insistió que se pusiera para salir esa noche, de una tienda que le había resultado muy cara, la mujer de gafas fingió tener un desmayo.

–¡Te queda genial Eren! – le sostuvo del brazo, sintiéndose avergonzado por eso y la mirada que Levi tenía sobre él en ese instante. –Bien ¡pues marchemos! Pero antes…

Le dio una rosa a Eren. La sostuvo en su mano, apreciando el intenso color rojo que esta poseía. Hanji le ofreció una a Petra, quien enseguida se acercó a Auruo para colocársela en su chaqueta. Este, contrariado, le murmuró un agradecimiento, al igual que Moblit, donde Hanji se encargó de ponérsela.

–Para ti no hay, enano. – dijo con una sonrisa pícara.

–No quiero tus mierdas.

Pero no siguieron discutiendo al ver que Eren se aproximaba a él. Alzó una ceja, sin entender cuáles eran las intenciones del mocoso, y pudo comprobar que desde que sabía la verdad, su cuerpo se ponía tenso por su presencia. Efectivamente, así fue cuando Eren se situó de frente, colocándole con un cierto temblor en sus manos, la rosa que Hanji le había dado. Levi observó que no se atrevía a mirarle directamente a los ojos, justo como pasó el día que le tuvo que enseñar a bailar. En un susurro, dijo:

–No tiene sentido que yo la tenga, las flores no están hechas para mí.

–¡Vamos, tengo ganas de ver un cancán! – pidió Hanji, ahora sosteniendo el brazo de Moblit.

Era la primera vez que Eren veía un cancán francés. Las mujeres vestían con faldas llamativas, las cuales no paraban de alzarse y moverse de una forma que le resultó un tanto provocativa. Innumerables personas como ellos, estaban reunidas, cada grupo en su respectiva mesa donde se les servía con alguna bebida, admirando el espectáculo. Las jóvenes daban patadas al aire, hacían gestos con los brazos y las piernas, y la sonrisa era permanente en sus bocas. El maquillaje llamaba la atención, y el recogido de sus cabellos, también.

Petra aplaudía mientras disfrutaba de la música, y Hanji, en un intento de imitarlas, tuvo la idea de dar una patada desde su asiento, haciendo que su zapato cayera en medio del escenario. Moblit, apurado, había ido en pos del calzado, teniendo que verse obligado a interrumpir en medio del baile, hundido entre varias faldas, aumentando sus nervios y vergüenza que a Hanji, Auruo y Erd, les arrancaron más de una risa. Cuando el primo del Emperador volvió y puso el zapato en el pie de la señorita Zoe, ella no dudó en plantarle un beso en los labios. Levi hizo una mueca de asco, y Eren sólo pudo alegrarse por ellos. De improviso, una dulce chica invitó a Eren a bailar, a juzgar por sus ropas, intuyó que trabajaba en la estancia, pero no fue capaz de negarle una pieza.

Levi no apartó sus ojos de Eren. Le observó bailar con la joven, empleando y poniendo a prueba todo lo que él mismo le había enseñado en el barco. Algunos de sus movimientos eran torpes, pero había mejorado bastante. Sostuvo la copa de alcohol que apenas burbujeaba, quedándose el reflejo de ambos en el cristal, moviéndose al compás de la melodía. Vio ahí, la sonrisa de Eren, una sonrisa que había sido arrebatada en el pasado. Pensó que, si le confesaba quién era él, sólo habrían problemas. No conseguiría nada diciéndoselo. Eren Jaeger era el príncipe, el zarévich. Él era un simple criado de Palacio. Y así debería ser siempre.

–París es la puerta a su hogar…–se murmuró para sí mismo, sin que el resto de sus compañeros le escuchase, ya que estaban más pendientes a la música y al espectáculo. –No voy a mentir diciendo que no te voy a añorar, Eren. Llevo haciéndolo por diez años.

No hay más función al bajar telón.


El resto de la velada fue espléndida. Subieron a la torre, viendo toda la ciudad desde las alturas. Había luna llena, por lo que su color era sencillamente cautivador. Había ido con Petra a acercarse más, contando las estrellas que había en el firmamento. Pero, aún seguía sin encajar la actitud de Levi esa noche. No comentó nada en ningún momento, quizás serían imaginaciones suyas, pero una parte de Eren decía que no era así, que algo no marchaba bien. Por eso, decidió que hablaría con él cuando regresaran.

No sabía qué hora era cuando cruzaron la entrada del sitio donde descansarían hasta que volviera el amanecer, pero Eren agradeció volver pese a que lo estaba pasando bien. Hanji había bebido un poco de más, Petra también daba aspecto de estar cansada, así que Auruo la acompañó a su habitación, que compartiría con la castaña. Moblit se despidió, acordando el lugar para el ballet ruso de mañana. Lo harían ver como una coincidencia, pero en realidad, era un plan que tanto Hanji como él, habían organizado.

Aunque eso era importante, su mente estaba en otro mundo. Concretamente, no en un mundo, sino en una persona. Casualmente, no había muchas habitaciones, así que los habían dividido. Petra y Hanji, Erd y Auruo, Levi y Eren. La mera idea de imaginarse compartiendo cuarto con él, hacía que su estómago diera un vuelco, pero tuvo que reponerse. Se dirigió a la puerta que le correspondía, puesto que Levi desde hacía minutos atrás, se adelantó para llegar primero cuando habían estado en la calle hablando antes de entrar, algo que todos habían asociado a que no le gustaba salir tanto y que no apreciaba el vivir la vida acorde a su edad.

Una vez ingresó, le chocó ver que estaba cogiendo su almohada, con intenciones de salir. Ambos permanecieron quietos, como si no se hubiesen esperado el verse. Levi suspiró, haciéndole a un lado.

–Lárgate a dormir, mocoso.

–Tengo que hablar contigo.

Vio cómo su cara adoptaba un gesto de irritación.

–No tenemos nada de qué hablar. – aseguró, cortante. –Mañana es un gran día para ti, así que mueve tu culo a la cama y descansa. El Emperador no va a lidiar con un crío que se deje dormir a mitad de una entrevista.

–¿Qué te sucede? – optó por ser directo, sintiéndose dolido por la forma en la que le estaba tratando. Una cosa era la usual indiferencia y mal humor de Levi, pero otra muy diferente, era la frialdad. –Llevas actuando de otra manera desde…–dudó en decirlo, pero se vio con el valor. –….desde lo que pasó en el barco.

–El cómo actúe es mi problema, no el tuyo.–se dirigió a la puerta, posando la mano en el pomo. – Tampoco me conoces lo suficiente como para determinar mi actitud ni lo que haya fuera de lo común en ella.

–... – Eren abrió la boca, dispuesto a replicarle, pero enseguida apretó los labios, guardando silencio. Quiso decir ''es cierto, pero siento que nos conocemos desde hace tiempo'' pero no podía soltar ese argumento tan poco sólido, al menos para él. Pero no quiso rendirse. –Puede que sea cierto, pero con otros gestos sé cuándo te has preocupado… por mí. No eres como aparentas.

–¿De qué mierdas estás hablando? – soltó Levi con ironía, en ese sentido, Eren no había cambiado. Seguía siendo el mismo cabezota, al igual que todas las veces que le había visto con sus hermanos en Palacio, siguiendo hasta el final. –No tengo tiempo para…

–Aquella vez en el establo, fue cuando me di cuenta. – confesó de repente Eren, haciendo que Levi callara. –La noche en la que me visitaste. Pese a que fingiste que no te importaba el hecho de que durmiera en un lugar así, con tanto frío, viniste en la noche a verme, cuando nadie más se daba cuenta.

–Así que fingiste que dormías.

–Al principio… debo confesar que estaba confundido. – clavó la mirada al suelo, sus hombros de encogieron. –Desconocía el por qué me había sentido tan nervioso en ese momento, me preguntaba por qué lo habías hecho o simplemente no podía creerlo. Y después, en el barco…

–Sólo lo hice para evitar que cayeras al mar. – cortó Levi.

–Probablemente. Pero yo…– no podía decirlo, su garganta se lo impedía. Sin embargo, se obligó a ello. Su voz sonó ahogada. – Será una locura, pero desde que escuché tu nombre, me resultas familiar. Como si…

–Esta conversación es inútil, se termina aquí.

Pero Eren no quería dejarlo así como así. Tenía el mal presentimiento de que, si le dejaba marcharse, al día siguiente ya no volverían a dirigirse más la palabra. Quizás podría ser la última vez que se vieran o hablasen de esa forma. Sin embargo, el impulso que le llevó a alzar la mano y a detener a Levi por el brazo, fue por un recuerdo que de repente, había invadido a su cabeza. No había sido muy nítido, más bien difuso, pero pareció entrever en los recovecos de su memoria, unos ojos grises, los ojos de un niño.

Al agarrarle y volver a tener la atención de Levi, Eren se arrepintió. Le soltó enseguida, como si el tacto le quemara, dispuesto a disculparse. Aunque, al levantar la mirada, un contacto visual se produjo. Volvió a ver el color de la mirada de aquel hombre, como había pasado en el tren. También era gris. Podría dar la impresión de que era amenazante, porque de hecho lo era, pero a Eren ya no le daba miedo. Hacía que su corazón se acelerase, como si le reconociera, sin saber aún de qué.

Los papeles se intercambiaron, y el que quería irse ahora, era Eren. Porque si permanecía allí por más tiempo, sucedería algo de lo que podrían arrepentirse. Levi ocultaba algo, y en el fondo, el daba miedo averiguarlo. Pero la frustración también le invadía, y eso le hacía ser cabezota, por eso quería hablar con él. Para que le dejase en claro por qué hacía esas cosas. Pensó que quizás se había equivocado, y que era mejor dejarlo así, aunque realmente no lo deseara. No supo cómo darle una evasiva y decirle que podía irse, sólo trató de retroceder, pero unas manos se lo impidieron.

Su respiración fue contenida al comprobar que Levi se había aferrado a sus brazos para retenerle, volviendo a retomar los pasos que él se había encargado de retrasar. De ese modo, los dos estaban lo suficientemente cerca del otro para percibir el aliento de la persona ajena. Eren quiso apartar la mirada, pero pronto descubrió que le era prácticamente imposible. Los ojos de Levi ejercían una fuerza en él que no comprendía.

Levi en realidad quería terminar esa conversación. No iba a alargar más aquello, ya tenía su decisión tomada. Pero, la forma en la que Eren le había mirado, todos los intentos que empleaba para que no se fuera, provocaron que sus sentimientos más escondidos le dominasen por unos minutos. Lo que nunca pudo hacer en Palacio, lo estaba haciendo en ese instante. Porque siempre había anhelado hablarle, acercarse a él… y ahora, todo sus manos ardían por, incluso, tocarle.

Era consciente de que podría arrepentirse después. Pero, cuando sus labios rozaron los de Eren, sintió un escalofrío en el cuerpo del otro. Respondía a su gesto, justo como en el barco. Sus labios se acariciaron, apenas un toque. Se separaron apenas, volviendo a mirarse, y esta vez fue Eren quien se agarró fuertemente a su cuello, volviendo a unirse de forma estrepitosa. Los brazos de Levi no tardaron en reaccionar, rodeándole la cintura.

Abriéndose paso en la boca de este, hundió su lengua en aquella cavidad que no había creído que llegaría a probar de nuevo. La calidez que eso le ofreció, le hacía buscar por más. Eren sumergía sus dedos en su cabello oscuro, sosteniéndolos entre ellos, gimiendo en voz baja en el proceso. Todos los deseos del pasado se reavivaron, quemándole el alma por completo.

Volvieron a separarse, para recuperar el aliento.

¿Qué haría ahora?


Notas de la autora: ¡Ha pasado casi un mes! Una vez más, espero que no os canséis de mis disculpas, es que me sabe mal la infinita paciencia que poseen los lectores. ¿Qué os ha parecido este capítulo? ¿Creen que me he precipitado en algún punto? Recibo críticas, así me ayudarán a mejorar. :) Han habido escenas de invención propia, sobre todo la del final. Pido disculpas también por los fallos que puedan haber, me di cuenta que en el anterior cometí uno serio. ¿Qué pasará en el siguiente capítulo? Chan, chan chaaaaaaaaaaaaan.