Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer. Sólo me adjudico la historia.

Beteado por: Ann'B. Beta FFAD (www facebook com / groups / betasffadiction) Muchas gracias por ser la encargada de perfeccionar esta historia y hacerla una obra de arte corregida.

¡Hola chicas! Aquí les traigo una nueva historia llamada "GEMELAS" y espero que sea de su agrado.

¡COMENCEMOS!


Prólogo

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Para Isabella todo era perfecto, estaba estudiando la carrera que siempre soñó, acompañada de su gemela Anabella, quien era su cómplice, compañera y mejor amiga. Sus padres la adoraban y se sentía en paz con el mundo; pero todo cambia cuando su hermana le cuenta a su familia que tiene novio de nuevo, un joven y talentoso músico llamado Edward. Bella pondrá a prueba su amor por su hermana mientras su corazón se deshace al ver a Ana en brazos del hombre del que también se ha enamorado.

PRIMER CAPÍTULO

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Era 13 de septiembre y las gemelas Swan festejaban su cumpleaños número 18 en compañía de su familia y sus amigos del instituto. Isabella y Anabella eran unas chicas muy sociables, haciendo amigos por todas partes, pero ambas eran desafortunadas en el amor. Hacía unos meses Ana había terminado su relación con Mike, un joven del instituto al que asistían y no resultó del todo bien, Bella aún quería matarlo cada vez que lo veía, pues nunca había visto llorar así a su hermana, como lo hizo cuando terminó con ese patán.

Ahora todo se veía un poco mejor desde que ambas recibieron una carta del Instituto Marangoni para irse a estudiar diseño de modas; y otra del Elite Model Management para estudiar modelaje, todo esto en París. Ellas soñaban desde niñas crear su propia marca de ropa de alta costura y abrir una agencia de modelaje para así, trabajar juntas.

Bella POV.

—Mis princesas ya son grandes —dijo mi padre, el senador Swan.

—Claro que sí —respondió mamá. Ella era chef y una muy reconocida en la ciudad gracias a la cadena de restaurantes de la que era dueña.

—¡Basta mamá! Harás que me avergüence —gruñó Ana. Mi hermana era un poco penosa a veces, no entendía cómo tenía tantos amigos y estudiaría modelaje, teniendo pánico escénico.

Mientras pensaba, mi madre me abrazó muy fuerte sin poder evitarlo.

—Renée, no puedo respirar —llamarla por su nombre fue lo que la hizo separarse de mí.

—Bella, soy mamá, nada de llamarme Renée o te llamaré Isabella —amenazó. No me gustaba mucho mi único nombre.

Comenzamos a reír, bromeando con nuestros nombres cuando empezaron a llegar nuestros amigos a felicitarnos.

—Ana, ¿has visto a la nana Esme? —Pregunté a mi gemela.

Mi nana no se había aparecido desde que llegamos a casa. Supuse que estaría en la cocina ayudando al servicio a poner todo en orden para la fiesta.

—No, no la he visto. —fue todo lo que me dijo durante la noche, pues nuestros amigos no nos dejaron volver hablar entre nosotras.

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El reloj marcaba las 3:18 am cuando el último invitado se fue. Sólo nuestra amiga Angela se quedó a dormir con nosotras.

—Bella, ya sé dónde está la nana —aseguró Ana.

—¿Dónde? —pregunté ansiosa.

—En su habitación y dicen las chicas del servicio que ha estado llorando —musitó.

Angie entendió lo suficiente, dijo que conocía la casa y sabía dónde estaba la habitación de Ana, en la cual dormiría.

Por lo que corrimos juntas hasta la habitación de la nana y comenzamos a golpear la puerta.

—Esme, sal, ¿qué está pasando? —repetía sobre su puerta. Estaba al borde del llanto.

—Nana, por favor, tiraremos la puerta si no abres —imploraba Ana, también asustada.

Esme había sido nuestra nana desde que volvimos del hospital con mamá, ella la había contratado cuando estaba embarazada de Jasper, mi hermano, quien había muerto al nacer, pero mamá no la había despedido y tres años después nacimos nosotras. Ella era como nuestra segunda madre. Renée y Charlie la adoraban.

—Ve por las llaves —le ordené a Ana, quien salió corriendo y casi choca con mamá, que estaba en bata de dormir y con cara de preocupación.

— ¿Qué pasa, bebé? —preguntó mamá.

—Bella me pidió las llaves de la habitación de nana Esme, no quiere abrir y está llorando —explicó.

Mamá puso la misma cara que supuse teníamos nosotras.

—Esme, abre, ¿qué pasa? —Dijo Renée.

Esme abrió la puerta. ¡Al fin!

—Lo siento, señora, no quería asustarla.

Las tres entramos y abrazamos a la nana, ella comenzó a llorar de nuevo.

—Nana, ¿qué pasa? —pregunté. No lo pude evitar y empecé a llorar también.

Ella hizo una mueca.

—Mis niñas, lo siento, pero ustedes se irán en dos días y yo estaré aquí sola, ya no me necesitan y... —No pudo continuar.

Lloramos juntas, mi hermana, mi nana y yo.

—Esme, cálmate, te enfermarás —Mamá trató de tranquilizarnos a las tres—. Yo también lloré cuando supe que se irían, pero es el sueño de su vida y deben vivirlo. Son mis hijas y tú me ayudaste a criarlas, sabes muy bien que es todo por lo que han trabajado... —Mamá también comenzó a llorar.

—Nana, vendremos a verte, llamaremos todos los días y podrás viajar con nuestros padres cuando vayan a visitarnos —animé.

Esme me regaló una sonrisa triste.

—Apóyanos nana, no nos hagas sentir culpables —masculló Ana, a veces era demasiado directa.

—Además, Esme, eres como una hermana para mí, no estarás sola. Y no vuelvas a llamarme señora —reprendió mamá, quien solía ser muy directa también.

—Es que no pude evitar sentirme sola, además mi hijo debe tener tres años más que ustedes y... —Siguió lloriqueando sin culminar la frase.

Esme era una mujer joven, pero había sido criada con la severidad de su época. Se enamoró de un joven médico y quedó embarazada de él, pero ella al ser de una clase social inferior, los separaron y en cuanto dio a luz a su pequeño, la separaron de él también y no volvió a verlo nunca. Ella salió huyendo en un barco escondida y viajó desde Italia hasta Estados Unidos y gracias a un anuncio en el periódico llegó a casa.

—Aquí tienes dos hijas, nana, nosotras te amamos y no te dejaremos sola nunca —dijo Ana, quien sabía decir lo que yo pensaba en el momento justo, era parte de ser gemelas.

Las tres nos calmamos y mamá nos abrazó. Después de dejar a la nana más tranquila, nos fuimos a dormir conscientes de que nuestro viaje cambiaría mi vida y la de mi gemela para siempre, sólo que jamás imaginé a qué grado.


La mañana siguiente...

Eran las 11:35 am cuando Ana me despertó con un enorme sol que tal vez no volvería a ver en mucho tiempo.

—Bella, despierta. Hay que almorzar con mamá y terminar de preparar el equipaje.

—Ya voy —respondí. Tenía ganas de dormir, pero este sería el último día en casa, pues al día siguiente viajaríamos para iniciar el curso.

—Angela se marchó, dijo que vendría mañana para despedirnos en el aeropuerto.

Me levanté.

Bajamos juntas al jardín. Cuando hacía buen clima, mamá y nana Esme adoraban almorzar al aire libre.

—¡Papi! —Me sorprendió verlo almorzando en casa, regularmente estaba en su oficina y lo veíamos a la hora de la cena.

—Hola cariño, ¿qué tal estuvo anoche? —me abrazó y después hizo lo mismo con Ana.

—Agotador pero divertido, gracias por organizarlo —respondí.

—Papi, ¿no irás hoy a la oficina? —preguntó Ana, que también estaba sorprendida.

—No, cariño. Hoy pasaré el día con ustedes, además, les tengo una sorpresa —respondió guiñando un ojo.

Papá nos mostró dos juegos de llaves, cada uno adornado con un listón de distinto color, morado y azul.

—Las llaves de su nuevo piso en el centro de París —sonrió.

Nos quedamos heladas, en shock, pero nos miramos Ana y yo y empezamos a gritar.

—¡Ahhhh! ¡Gracias, papi! ¡Gracias! ¡Viviremos en París! —gritamos juntas.

No podía creerlo, llevábamos semanas buscando en internet un departamento en París, pues papá nos había dicho que necesitábamos nuestro espacio y que eso nos haría responsables, pero era prácticamente imposible, no habíamos encontrado ninguno, ni rentado y no queríamos uno en préstamo. Teníamos muchas amistades con un departamento o una casa allí pero queríamos algo enteramente nuestro. La cosa se complicaba más porque no estaban tan accesibles y aunque éramos ricos y el dinero no era problema, desde que cumplimos los doce años Ana y yo comenzamos a hacer un fondo de ahorro para este viaje, pero habían surgido tantas y tantas cosas que no nos alcanzaba y nuestro orgullo es grande.

—Sé que llevan mucho tiempo buscando, aunque yo lo compré desde que enviaron la solicitud a París, sólo quería que tomaran esto en serio y se den cuenta de que la vida sin nosotros no será sencilla —explicó Charlie con nostalgia.

Y sí que lo estábamos tomando en serio, pero con tantas complicaciones empecé a creer que viviríamos en un hotel.

—¡Gracias, papi! —entonó mi hermana, que brincaba de la emoción como yo.

—Esto es nuestro regalo y deseamos que les vaya muy bien —agregó mi madre y nos abrazó mientras se limpiaba con un pañuelo.

—Debo contárselo a Angie —dije y salí corriendo a mi habitación en busca del celular, dejando a Ana con mis padres y la nana.

Pero al llegar a mi habitación, no llamé a Angie. De repente había caído en la idea de vivir fuera de casa. ¡Por Dios! ¿Cómo lo haría?

Siempre había tomado las cosas en serio y aunque mamá y papá nos consentían en todo lo que queríamos, nunca nos habían dado las cosas tan fáciles. Por eso éramos el orgullo de la familia, nuestro comportamiento siempre fue muy maduro y a pesar de ser una familia de mucho dinero, no éramos presumidas. Nana Esme se había encargado de inculcarnos humildad, contándonos acerca de su niñez, sabíamos que había gente necesitada y que no debíamos ser egoístas. Claro que teníamos nuestros lujos, vestíamos ropa de marca, teníamos un auto cada uno, visitábamos restaurantes, clubes muy exclusivos y adorábamos ir de compras, pero sólo lo hacíamos unas cuantas veces al año -exceptuando las compras-, preferíamos un bajo perfil porque cuidábamos la imagen de papá y adorábamos comer en casa, pero siempre habíamos estado rodeadas de gente que se encargaba de nosotras, de pagar las cuentas de la tarjeta cuando gastábamos demás y esas cosas, siempre habíamos dependido de alguien.

Y ahora estaríamos solas, en otro continente por algunos años y nosotras SOLAS debíamos salir adelante y aunque nuestros padres pagarían nuestra educación hasta el final, no sería lo mismo llegar a una casa sola que llegar a una casa donde te espera mamá para tomar el té y papá para platicar sus proyectos a la hora de la cena.