Los personajes no me pertenecen, solo la trama es mía.

Aviso por contenido para mayores.

Capítulo 12

Las pasiones tienen causas, no principios

No entendía por qué motivo me costaba tanto afrontarlo. Por qué simplemente no podía abandonarme a la idea de disfrutar de forma plena. Un escalofrío me recorrió entera, pues muy adentro de mí, reconocía que no me merecía todo esto después del daño que le hice a Dimitri sin que él lo supiera y aunque sabía que en ese momento era demasiado ingenua y boba para darme cuenta del entramado que mi madre había tejido con tanto ahínco.

—¿Qué te pasa, cielo? ¿Por qué accedes a esto si te hace sentir tan mal? —cuestionó dejándome sin palabras, pues no era eso precisamente lo que me ocurría. Estar con ellos no me producía cargos de conciencia sino el pasado que cargaba a mis espaldas lo cual era ante mis ojos mucho peor. Pero ¿cómo podía explicarle que no era el sexo lo que me dejaba así?

—No es eso —musité sintiéndome como una adolescente, que ironía porque esa etapa fue tan amarga para mí, que prefiero no recordarla.

—Asuntos privados y pasados ¿eh? —suspiró con retintín produciendo que riera bajito. Una sonrisa malvada apareció en su rostro lo que me hizo temer por mi integridad sexual. Inesperadamente me alzó sobre su hombro como un saco de papas de veinticinco kilos cuando en verdad pesaba unos sesenta.

—Sabes preciosa debemos de estar haciendo mal nuestro trabajo para que después de cierta actividad tengas tantas ganas a pensar —gruñó mientras caminaba hacia el dormitorio, tirándome en medio de la cama donde Emmett estaba durmiendo, pero el moreno ni se inmutó. Lo que provocó que me tapara la boca en un intento de mitigar mis risas tontas… la situación se me asemejaba al flirteo típico de la adolescencia. Ese tan natural que nunca había experimentado. Todo había sido tan forzado.

Sentada sobre la cama le observaba mientras él se acercaba gateando hasta colocarse sobre mí, cubriendo al completo mi cuerpo. El pequeño camisón de seda, color negro, me permitía sentirlo por completo. El deseo brillaba en sus ojos, pero a pesar de ello, no intentaba un acercamiento. Me preguntaba que estaría tramando.

—¿Sabes? Desde la primera vez que te vi he tenido una fantasía. Solo pensarlo me vuelve loco —jadeó sobre mis labios, mordisqueándome el superior muy juguetón mientras apresaba mis nalgas. Me temía que estaban obsesionados con mi trasero.

—¿Se puede saber en qué consiste la fantasía? —cuestioné medio gimiendo porque tenía que aceptarlo, ver lo prendados que estaban de mi culo me calentaba demasiado.

—Tengo unas pinturas que son comestibles…me gustaría tanto deleitarme pintando tu cuerpo de musa para luego saborearlo al completito... solo pensarlo me pone bruto —gimió delicadamente antes de meter la lengua en mi boca con intensidad arrastrándome a un beso demoledor que me dejó sin aliento.

—¿Hablas en serio? —le pregunté algo conmocionada por tremendo beso.

—Sí, ¿no te gustaría? Que te pintara con mis dedos todo este cuerpecito y luego lo lamiera y lo degustara al completo. Ugh dime que sí preciosa… dime que me vas a dejarte hacer todo eso y más —gruñó enterrando su cara en mi cuello descendiendo por entre mis pechos.

—Oh Edward, sí, tienes que hacérmelo. Eres un maldito, ¿qué has hecho de mí? —me quejé mientras sentía sus lamidas que calentaban mi libido dejándome sin respiración.

—Deberíamos detenernos… —murmuró mientras yo negaba. Tenía que apagar lo que había encendido.

—No me vas a dejar así —gruñí molesta porque tan solo se le ocurriera detenerse después de contarme su morbosa fantasía. Tras la cual no dudaba que se encontrarían muchas más.

Mi camisón desapareció de mi vista, sinceramente no sé si el pobre habrá pasado a mejor vida ¿o a peor? Quien pudiera saberlo a estas alturas. Sentí como sus dedos acariciaban mi intimidad por encima del tanga que cubría tan solo lo justo y necesario mientras sus labios estaban perdidos en medio de mis pechos ocasionando que delirase. De forma inesperada sentí como deslizaba la prenda a un lado y me penetraba con intensidad, totalmente descontrolado por la fogosidad del momento. Pequeños jadeos se escapaban de mis labios provocados por las embestidas que recibía en mi intimidad que causaban espasmos de placer que se extendían por todos los poros de mi piel, ocasionando que todas las terminaciones nerviosas estuvieran demasiado sensible pero sobretodo en este punto exacto localizado en mi femineidad.

Una mano se posicionó en mi boca acallando mis gemidos lo que me puso mucho más frenética, instándole a que me diera mucho más duro. Estaba muy segura de que alcanzaría el clímax en cualquier momento, el intenso cosquilleo que rodeaba a mi clítoris me estaba volviendo loca, no siendo capaz de mantener los ojos abiertos ante la increíble avalancha de placer hasta que un grito inesperado se escapó de mi boca cuando Edward golpeó con su miembro en una zona mágica, en el interior de mi vagina, consiguiendo que me cerrara a su alrededor desencadenando su orgasmo al mismo tiempo que se liberaba el mío.

—Eres un pervertido, mira que tener ese tipo de fantasía —le increpé de bromas.

—Pues mira que tú desvergonzada, rogándome para que te lo haga —contraatacó haciéndome cosquillas mientras asimilaba de que tenía razón.

—Soy culpable lo acepto —confirmé entre risas. Sus manos se detuvieron ascendiendo hasta mi cara, apartó el cabello a un lado, despejando mi rostro. Su nariz ascendió por mi cuello cuidadosamente, como si de una caricia se tratara. Sus labios junto con ese arte que tenía para seducirme lo hacía parecer todo tan íntimo. Me sentía obnubilada… embrujada. En esos momentos podría hacer todo lo que me pidiera. El modo cálido con el que me miraba me tenía sin palabras, simplemente no recordaba haber tenido nunca nada así. Sus caricias y besos me llevaron a un estado de sopor donde por mucho tiempo encontré esa paz que necesitaba para un descanso fructífero.

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Un beso húmedo sobre la base del hombro me fue despertando de ese letargo en el que me había sumido la noche anterior. Parpadeé lentamente adaptándome a la luz que había en la habitación. Emmett, mimoso, me prodigaba caricias que causaban que todos los poros de mi piel estuvieran receptivos. Lo observé con esa muestra de afecto que desde un principio creció en mí. Era imposible no mirar a ese hombre y sentir un mínimo de ternura. Pero justo en ese momento era lo menos que podía sentir, ahora el fuego que habitaba en mí estaba encendido. Miré a mi alrededor y me di cuenta de que el cobrizo no estaba por ningún lado pero las caricias que me prodigaba Emmett requerían mi atención.

Sentía como sus grandes manos se apoderaban de mis pechos, cubriéndolo al completo. Colocándose detrás de mí, sentía su masculinidad presionando mi trasero mientras sus labios se daban un festín con mi cuello. Rodeé su cabeza con mis manos mientras le insistía en que continuara con sus caricias que me tenía en éxtasis. Cerraba mis ojos mientras disfrutaba de las delicadas y sinuosas caricias que le prodigaba a mis pezones.

—Así que estuvieron divirtiéndose sin mí —gruñó en mi oído, abandonando una de sus manos mis pechos, para tirar de mi pelo hacia atrás. Ocasionando que medio protestara medio gimiese por su brusquedad inesperada, que me excitaba de sobremanera.

En esta posición sus labios quedaban a mi total alcance, saqué mi lengua y los lamí juguetona, provocativa. Teniendo como repuesta un intenso pellizco en pezón lo que provocó que gimiese enloquecida.

—Traviesa, esta falta tendrá su merecido castigo, bandida pero no ahora —sentenció mientras soltaba su agarre, inmediatamente me giré y me lancé a sus labios. Jugamos deliciosamente con nuestras lenguas, Emmett tenía ese algo que me hacía delirar… me convertía en otra mujer mucho más atrevida, no es que con Edward no lo fuese pero digamos que me encantaba que me doblegara a su voluntad mientras que con Edward prefería ser yo quien tuviese la vena mandona.

—¿Así que un castigo? —musité mientras descendía por sus nuez de Adán y deleitarme con su glorioso torso, tan musculoso y fuerte que no me cansaría de acariciarlo y adorarlo de por vida. Con mi dedo índice delineé su pezón oscuro antes de lamerlo despacio pero un fuerte pellizco en mi trasero. Le miré entre mis pestañas intentando leer que estaba tramando. Tomó mi cara entre sus grandes manos, deslizando su dedo pulgar por mi labio superior con sumo cuidado…provocando que mi boca se secase y que mi excitación aumentase debido a la fogosidad de su mirada que dejaba todas mis terminaciones nerviosas más que sensibles.

—Muñeca, ahora no estoy para tu exquisitez —susurró socarrón, a la vez que introducía su dedo índice en mi boca obligándome a chuparlo. Cosa que con mucho deleite hice, removiéndome intentando mitigar el inmenso ardor que provocaban estos hombres con solo mirarme de ese modo. Lo chupeteé a gusto mientras buscaba algo de fricción, la situación me estaba poniendo frenética. De forma inesperada me quitó mi nuevo juguete de la boca para tomar mi labio inferior entre sus dientes. —Que malota —se carcajeó a mi costa ante de ponerme boca abajo en el cama. Le miré extrañada sin saber que pretendía.

Dobló mis piernas dejando mi trasero en pompa y con las piernas abiertas dejándole acceso a mi intimidad. Me ruboricé un poco por la postura, parecía que me estaba ofreciendo en bandeja de plata pero el ligero toque de sus dedos por mis labios me distrajo de cualquier pensamiento coherente. Su roce era como un suave cosquilleo que te producía que retuvieras el aliento. Agarré fuertemente las sábanas mientras sentía como mis paredes internas se contraían de anticipación.

Sus caricias se extendieron por mi monte de venus y la parte interna de mis muslos. Por mucho que me concentraba en el sentido de sus trazos no conseguía prever cuando me atacaría sin piedad. Tampoco es como si la quisiera.

El sonido de la puerta al abrirse me despistó de mi cometido, al girar mi cabeza me encontré con Edward que se encontraba allí mirándome con auténtica lujuria mientras se tocaba el paquete ante la imagen que tenía delante. Vi cómo se pasó la lengua por los labios de forma tentadora y sexual causando que gimiera no preparándome para sentir como Emmett lamía mi intimidad excesivamente despacio dejándome sin aliento. Moví mi trasero hacia tras queriendo que me satisficiera. Me quemaba por dentro, necesitaba sentirlo…anhelaba llegar a esa cúspide de placer. Quería más, no estaba en mis deseos nada lento. El moreno sostuvo mi cadera incrementando el ritmo. Su lengua jugaba en mi intimidad, chupando y frotando haciéndome ver las estrellas consiguiendo que me olvidara del cobrizo.

Pero inesperadamente noté un intenso apretón en mi trasero. Edward. Uno de sus dedos me penetró consiguiendo que me mueva a su favor pero no me lo permitió mucho. Sus manos volvieron a mis nalgas notando como su dedo humedecido moja mi recto. Le miré como si estuviera loco pero el solo sonríe socarronamente mientras acerca su pene a mi nalgas y frotándolo con el pantalón todavía de por medio.

Vuelve a realizar el mismo proceso, sé que debería detenerlo pero esto me gusta. Mucho. Más de lo que debería. Con ellos lo deseo todo.

Su dedo se hundía cada vez más en mi interior, despacio. Noté cierta tirante que provoca que me tensase pero la boca del moreno no permite que me niegue a todo esto. Más bien todo me parecía tan excitante… sentía que estoy a punto de venirme en un orgasmo escandaloso. Emmett no me lo permitía retrocede y protesto, necesitaba que me folle de una vez. No soportaba este juego, el dedito de Edward en mi culo solo conseguía ponerme más a tono. Ardía por dentro, me quemaba y no aguantaba. Quiería gritar de frustración.

Sentía como Edward retiraba su dedo y protesté con la mirada. Pero el fuerte empellón del miembro de Emmett en mi interior consigue que me olvide de todo. Jadeé yendo a su encuentro. Desesperada por satisfacer esta necesidad que me consume. Nuestros movimientos son intensos y rápidos. Totalmente desquiciantes. Un fuerte tirón de mi cabello hacia atrás me reveló a un Edward masturbándose junto a mí. Tenía su miembro casi presionando mis labios, intenté llegar a él pero no me lo permitió. Negó con la cabeza.

Fruncí el ceño molesta. Agarré fuertemente su blusa y tiré de ella acercándolo a mí. Sonreí victoriosa cuando tuve su polla a mi alcance. Él río divertido por la escena. Se sentó delante de mí, soltando mi cabello. Introduje su longitud en mi boca saboreándola, lamí lentamente tanto como antes Emmett me había torturado. Sentí como los dedos de Edward acariciaban mi costado hasta llegar a mi nalga y prodigarme un sonoro azote, consiguiendo que jadeara y me dejara de juegos.

Tenía un vicio con estos hombres que no era muy normal. Mis paredes se cerraban alrededor del miembro de mi moreno mientras aceleraba mi trabajo sobre el cobrizo mientras me bebía su cara de vicio. Era un pervertido de lo peor pero me encantaba.

Era innegable lo que me producían, ya me había cansado de reprimirlo. Si esta era mi condena que así fuera. Me he cansado de ir por el buen camino.

Caí desfallecida sobre el colchón tremendamente satisfecha después de que llegáramos a la cúspide del placer.

—¿Agotada muñequita? —cuestionó Emmett al percibir como mis ojos se cerraban.

—Mucho —musité sintiéndome en otro mundo.

Me desperecé dando varias vueltas en esa amplia cama, el buen sexo me ayudaba a descansar como hacía demasiado que no dormía. Sonreí ante mi propio chiste.

Mi barriga gruñó. Era momento de tomar energía. Creo que mis reservas debían estar agotadas después de tanto ejercicio. Cogiendo una camisa de los chicos y unas braguitas del cajón caminé hasta la cocina.

Restregué mis ojos antes de sacar una jarra con agua de la nevera. Estaba sedienta.

—Ya despertaste, cosita linda. Estaba temiendo que te hayamos matado de placer —se burló Edward abrazándome desde atrás, depositando sinuosos besos en mi cuello. Ronroneé como una gatita disfrutando de los cariños de su dueño.

—Diría que te lo tienes muy creído —susurré sin voz, todavía no conseguía despertarme del todo.

—Quieres que te lo recuerde, bebé. Estoy deseándolo —gimió en oído calentándome.

—¿No has tenido suficiente? Se puede saber que pretendías tocando mi culo así —le increpé algo nerviosa, me preguntaba el motivo por el cuál estos hombres me trastornaban tanto.

—Prepararlo para foll... —respondió como si nada pero le tapé la boca antes de que acabara.

—Vaya forma que tienes de hablar —le recriminé mirándole divertida.

Sentándome en la barra me observaba con fuego.

—¿Te molesta o más bien te enardece? Es verdad, mi forma de hablar produce estragos deliciosos en tu cuerpo acabando todos... —inquirió con voz seductora consiguiendo ponerme nerviosa, sobre todo cuando llevó su mano a mi intimidad dio un suave apretón como para darle más legitimidad a su acción.

—¡Edward! Calla, dame un respiro. Quiero comer, deberías encargarte de alimentarme en condiciones —insinué intentando que mantuviera las manos alejadas de mi cuerpo.

—Emmett fue por la comida. Vamos a la sala —comentó con una sonrisa pícara. Me cargó en su espalda dejando todo mi trasero al descubierto.

Sentándome en su regazo comenzó a besarme con ardor y lujuria.

—Eres una niña mala...Mmm... Me gustaría ver como Emmett te castiga. ¿Me dejarás? Él me lo ha dicho que te debe un castigo —gimió entre beso y beso. Me tenía acorralada, sus manos parecían tentáculos, lo sentía por todos lados y me encantaba.

Colocándome a horcajadas sobre su miembro, vi como el deseo se propagaba en sus ojos. Ansiaba que le dominara. La simple idea de que yo hiciera con él lo que me diera la gana le volvía loco.

—Mmm... Te calienta observar cómo me domina. Como me usa a su antojo volviéndome loca, consiguiendo que me pierda en ese mar de lujuria y placer —musité en su oído dejando una lamida en su cuello mientras me frotaba contra su masculinidad.

—Sí... ah así —gimió en mi oído mientras agarraba firmemente mis nalgas.

—¿Y qué me darías a cambio si yo te cumplo esa fantasía? Si permito que me mires como un morboso acosador —inquirí con deseo, ya podía visualizarlo a mis pies.

—Lo que desees, solo tienes que pedirlo —suspiró arrancándome la delicada blusa.

—Anhelo dominarte, usarte a mi antojo. ¿Eres capaz de convertirte en mi codicia? —le interrogué después de humedecerme los labios ante la delicia mental en la que me estaba recreando.

—¡Oh sí! Me has hecho esperar mucho por esa propuesta. Júralo —demandó con intensidad.

—Prometido —afirmé antes envolver su cuello, momento que aprovechó para deshacerse de nuestra molesta ropa interior.

Cabalgué sobre su miembro con intensidad y fuerza queriendo sacarme de encima todo el fuego que me producía. Era jodidamente bueno sentirme su dueña, me daba un poderío que conseguía calentarme mucho más. Cerré los ojos disfrutando de la sensación corriendo por mis venas. Me encontraba en pleno éxtasis, simplemente flotaba mientras el vaivén de las embestidas me llenaba al completo. Estaba casi rosando el nirvana cuando Edward chupeteó mis pezones de ese modo tan... jodidamente bueno consiguiendo que gritara al llegar a la cima.

Me derretí sobre su cuerpo con la respiración pesada, disfruté del momento mientras las caricias de Edward recorrían mi espalda devolviéndome a la realidad.

—Eres fabulosa muñeca —susurró dándole un pellizco a mi culo. Me senté a su lado notándome sensible cuando su pene me dejó vacía.

Levanté la mirada encontrándome con la de Emmett que me observaba divertido. Caminé hacia él situándome en su regazo, él simplemente me dedicó una sonrisa antes de prodigarle una lamida a mi pezón antes de succionar con intensidad. Tuve que presionar mis piernas antes el escalofrío de placer.

—Quiero comer —me quejé, si por ellos fuera no saldría de la habitación.

—Muy bien, me ha quedado claro que estas hambrienta —se burló el moreno cuando mi barriga protestó.

La comida fue silenciosa, la verdad es que estaba demasiado concentrada en saciar mi apetito como para hablar. Había pasado mucho tiempo desde que había comido por última vez.

—Bella ¿Cómo te encuentras de lo sucedido con...? —cuestionó Emmett viendo su semblante preocupado refiriéndose al intento de violación de ese individuo.

—Estoy bien, no quiero pensar en lo que hubiera sucedido si no hubierais llegado a tiempo pero no hay mortificarse por algo que no sucedió. Todo quedó en un susto y eso es lo bueno —intenté tranquilizarlos porque la verdad es que prácticamente no lo recordaba, tampoco es como si ellos me dejaran tiempo libre para reflexionar. Lo que llevo conociendo al cobrizo me da la sensación que no permitirá que mi mente y culpabilidad se entrometa en todo esto.

Le di un besito en la comisura de los labios a ambos agradeciéndoles que se preocuparan por mi bienestar. Otros no dudarían en usarme para su beneficio pero ellos consultaban todo conmigo.

—Sabes que eres la parte fundamental de esto ¿cierto? —comentó Edward consiguiendo que me estremeciera a causa de lo importante que me hacían parecer.

—No seas bobo, con toda la atención que me dais como para no ser consciente de ello —bromeé no queriendo que volviéramos esto un tema serio porque no sabría cómo sobre llevarlo.

—Muy bien cielo, ¿qué te parece salir de marcha por las discotecas del crucero? Hay una que es muy concurrida al parecer ponen buena música —sugirió Emmett con un brillo en la mirada que indicaba que algo sucio estaba tramando y yo ya estaba preparada para averiguarlo.

—Suena muy bien —comenté en tono provocativo.

—Te prepararé un baño relajante para que esta noche seas toda una delicia —insinuó Edward con una sonrisa pícara. Algo estaban tramando. Y yo ya me encontraba desesperada por descubrirlo.

Edward desapareció entrando a mi dormitorio dejándome ansiosa por saber más y más. ¿En qué momento me había vuelto una impaciente?

—¿Qué estáis maquinado? —interrogué al moreno queriendo que desembuchara pero la sonrisa lobuna que puso me indicó que me haría sufrir hasta último momento.

—¿Sabes? Es cruel que tenga que esperar hasta la noche cuando ya habéis tenido diversión —se quejó guasón recostándose en el respaldar del sillón.

—Fue algo rápido —me defendí sonriendo, tampoco era como si avergonzara.

—¿Eso es una protesta? ¡Serás bandida! —bramó cachondeándose consiguiendo que me carcajeara.

—No —reí negándome. Hacía mucho tiempo que no reía así con tanta tranquilidad.

—¿Cuál es el chiste? —interrogó Edward siendo perspicaz.

—Aquí la niña se queja de tus destrezas en la cama —se mofó Emmett dejándome colorada. Maldito.

—Mentiroso, no fue así. Solo dije que fue exprés —me defendí pero el cobrizo no me daba credibilidad, observándome como quien va a hacer una travesura.

—¡Venga, a la ducha! Antes de que me arrepienta y castigue ese culo tuyo —inquirió con autoridad, sacándole la lengua a Emmett me puse en pie para el baño.

Caminé con prevención en tanga hasta la ducha. Con ellos me sentía cómoda, tampoco es como si tuvieran mucho pudor.

Un fuerte cachete cayó sobre mi nalga produciendo que saltara. Me giré acariciando mi trasero intentando calmar mi piel. Miré mal a Edward que me observaba con una sonrisa de victoria. Realicé un puchero con mis labios, que él se encargó de comer con intensidad y hambre.

Jadeé cuando me dejó en libertad, tomando mi mano me llevó al baño donde el intenso olor a fresas consiguió que cerrara los ojos canalizando el olor. El agua estaba impregnado de pétalos de rosa azul purpura.

—Es increíble, nene. Gracias —murmuré maravillada por la fragancia.

—Te esperamos en la discoteca Pleausure, a las once —murmuró depositando besitos en mi cuello. ¡Joder! Parecía que quería dejarme caliente, con la comida de boca de antes había tenido suficiente. Sus labios descendieron por mi cuerpo despacio, torturándome. Ya me encontraba sensible. Llegó hasta la costura de mis braguitas, momento en que se puso de rodillas ante mí.

Sin lugar a dudas pretendía matarme, descendió mi tanga con extremo cuidado hasta quitarla por completo. Me miró con intensidad, sus orbes estaban oscurecidos de la pasión. Sus brazos abrazaron mi cintura acercando mi pubis a su boca donde dejó un ardiente y fogoso beso. Muy húmedo antes dejarme en el baño sin respiración.