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Sorprendentemente, esa fue de las últimas conversaciones relativamente normales que pude mantener con Jack durante meses. A decir verdad, como ninguno de los dos tenía suficiente experiencia con las relaciones, no sabíamos cómo actuar ¿Qué se hacía con un novio? ¿De qué se debía hablar con él? ¿Tenía que sacarlo a pasear? Ni idea. El primer mes de noviazgo fue, por sobre todas las cosas, incomodo. ¡Incomodo en todas sus formas! En primera porque, como dije, ni Jack ni yo sabíamos como portarnos el uno con el otro, nos limitábamos a tomarnos la mano en público mientras caminábamos o a besarnos como un par de infantes hasta que nos cansábamos de practicar para hacerlo mejor, ya ni siquiera podíamos hablar de manera normal, no teníamos ni tema de conversación "apropiado" porque se suponía que ya no podíamos hablar de las trivialidades de siempre, ni bromear pues estaba mal visto, además temía hartarlo con mis chistes malos de siempre y, aunque él no lo dijera, creo que le pasaba lo mismo. De un tiempo acá dejó de llamarme pecosa para dirigirse a mí como Juno, ni siquiera me decía June; así que yo, para no desentonar, también comencé a llamarlo Jackson. Me sentía como estúpida, pero buehh. Otra cosa incomoda fue la exagerada alegría de nuestras familias, sobre todo de la mía. Si bien la señora Overland y la pequeña Emma casi saltaron de felicidad cuando se enteraron de la noticia, no fue nada comparado con lo que pasó en mi casa. Mi padre quería ahorcarlo, si las miradas mataran…. Decir que mi mamá casi se abalanzó sobre Jack cuando se dio cuenta era poco decir ¡Porque si lo hizo! Cual no fue mi sorpresa al ver como mi progenitora le saltaba encima para darle un enoooorme abrazo de oso, agradecida con él por no "dejarme morir sola (y virgen)" Curioso, porque antes no le agradaba demasiado. No aguanté ni un segundo más de esa locura y lo arrastré afuera de mi casa.
-¡Vuelve cuando puedas, hijo! O… ¡O quieras! ¡Trátalo bien June! mi madre desde el umbral de mi puerta y yo… yo solo quería que la tierra se abriera y me tragara. Pero, para mi sorpresa, Jack comenzó a reírse. Fue como un alivio instantáneo para mí, pues había pasado mucho tiempo desde que lo oía reírse con tanta despreocupación en mi presencia. Con los niños seguía siendo el mismo, pero, si llegábamos a coincidir entre juegos, la incomodidad regresaba.
Qué se riera esa vez fue como un bote salvavidas (o salva relaciones?) ya que yo también me reí y comenzamos a burlarnos de las reacciones de nuestras familias, y de cuál fue la más chistosa. Me sentí como en los viejos tiempos, y en efecto, esos tiempos habían regresado para quedarse. Desde ese día decidimos que actuaríamos igual que siempre. Nos volvimos a llamar como habituábamos, nos seguíamos metiendo en líos, charlábamos de las mismas tonterías y nos carcajeábamos con los pequeños a todas horas, no obstante, no todo fue igual que antes. Cuando los niños estaban en la escuela abundaban los buenos momentos en los que actuábamos como una verdadera pareja… a nuestra manera, claro.
Viví momentos hermosos, torpes, tiernos y ¿Por qué no? ¡También muy divertidos! Como esa vez que Jack me regaló una rosa del Jardín de los Mason, que cortó de contrabando sin saber que tenían un perro enorme, peludo, colmilludo y muy bravo. Lo persiguió por todo el campo y ¡A mí también! Hasta que logramos llegar a un pino de altura considerable, Dios ese perro parecía un oso. La flor llegó un poco deshojada, pero seguía siendo hermosa y él me la entregó, aunque me pinché los dedos (y dolió) aún así la sostuve para olfatearla. Mmm, recién cortada, no cabía duda.
-¿Me gané algo especial? preguntó Overland entre los ladridos de ese perro rabioso.
Yo asentí entre risas y lo besé ¡Y lo mordí! "Me hiciste lo que ese perro no" Se quejaba Jack sobándose el labio, no le presté atención, sin embargo al rato se desquitó. También solíamos pasear de un lado a otro y charlar o estarnos en el lago jugueteando según la estación. A mí me gustaba estar ahí especialmente en verano, mi estación favorita; adoraba mojarme, nadar, dejar que él sol tostara mi piel pálida, o bucear hasta tocar el fondo del lago, aunque este se encontrara como a tres o cuatro metros en su parte más profunda. Jack no compartía eso conmigo, siempre le molestó mucho el calor del verano, de hecho, si se exponía al sol directamente por más de un par de horas su nariz comenzaba a sangrar instantáneamente, y también se desesperaba muy rápido si el día era soleado y caluroso. No, Jack prefería el invierno sin lugar a dudas; podría jurar que su actividad favorita era jugar a las guerrillas de nieve sin importar lo húmedo y resfriado que saliera después, ignoraba incluso los punzones de dolor en las piernas cuando salía a la nieve totalmente descalzo, adoraba hacer muñecos de nieve y claro, patinar. Patinábamos en el lago cuando este estaba lo suficientemente sólido, a veces solos, a veces con los niños, a veces solo Jack y Emma,en ocaciones me invitaban pero, honestamente, nunca me inspiró demasiada confianza eso de andar sobre hielo frágil. Soñé varias veces que el hielo se descabrajaba bajo alguien y este no podía salir de las aguas, no estaba segura de si era yo la que caía del hielo y moría, pero no iría a averiguarlo; así que casi siempre daba largas sobre lo de meterme a patinar, aunque las veces que lo había hecho era divertido no dejaba de pensar que en cualquier segundo el hielo se rompería; Y, si no era debajo de mí, posiblemente de alguien a quien quería tanto como a mí misma.
Con todo y todo ese año fue el mejor de toda mi vida. Por primera vez era completamente feliz y alegre, y hasta ese sentimiento de insectos en el estomago, que al principio me parecía molesto, comenzaba a hacerse adictivo. Cada minuto de cada día me la pasaba sonriendo y anhelando, anhelando el mañana llena de ilusiones. Creo que se notaba, hasta mi mamá solía bromear conmigo sobre que se me entumecería la cara de sonreír tanto, pero no podía evitarlo. Incluso el más mínimo detalle, como escuchar su nombre aunque fuera a la distancia, Dios, podía arreglarme hasta la peor de las mañanas. Y cuando lo veía sonreír era como si el mundo a mi alrededor se evaporara y, si antes era distraída, ahora estaba peor que nunca. Llegué a coser suéteres al revés y a quemar la sopa (eso me dijeron) incluso con los niños mi cabeza estaba en otro mundo, necesitaban sacudirme un par de veces para devolverme a la realidad. Es que todo era simplemente perfecto, yo amaba a alguien de verdad y él, según me había confesado el día de mi cumpleaños, también me amaba. No era esa clase de amor estúpido que provocaba las risitas de los críos en el patio de juegos y del que todas las chicas de mi edad solían presumir. Eso era falso y lo mío, lo mío era verdadero. Demasiado real, intenso, demasiado profundo para hablar de ello, ni siquiera para pensarlo mucho. Trataba de ignorarlo para no sentirme tan dependiente. Así que no éramos la típica pareja de cursis que se decían poemas a cada rato, lo manteníamos natural, sin necesidad de palabras, solo se sentía.
Las estaciones pasaron más rápido de lo que me hubiera gustado, yo ya tenía 17 y Jack estaba próximo a cumplir los 18, ya éramos bastante mayores y la palabra indiscreta de "matrimonio" resonaba por todos lados, no por nuestra boca , claro, pero por la de nuestros conocidos sí: familia, padres, amigos, vecinos ¡Incluso a los niños les fascinaba la idea! Emma y Fanny discutían sobre quien sería la niña de las flores y de que vestido ponerme, incluso mi hermanito un día charló "de hombre a hombre" con Jack sobre mí, no me dejaron oír, solo sé que Jack llegó riendo y me mencionó algo de que fuera alistando un traje blanco. No lo comprendí en ese entonces, hasta unas semanas después.
Un glorioso día de otoño con el cielo azul sin ninguna nube opacándolo, me lo propuso. Estábamos sentados en las raíces del árbol del ahorcado, un viejo pino gigantesco frente a la casa de los Overland y el lago, del que contaba la leyenda de que dos amantes separados por sus familias habían preferido pender juntos del árbol toda la muerte que vivir separados. Nunca lo creí, para mí que solo era una copia barata de romeo y Julieta, pero servía de buena historia de terror para espantar a los críos llorones que no se querían ir a dormir. El caso es que solo estábamos revolviendo el agua con unos palos cuando él de repente se puso muy tenso. Le pregunté que le pasaba de manera natural y él me desvió la mirada.
Le tomó un rato explicar más o menos que le pasaba, su lengua se trababa en cada oración y no era capaz de mantenerme la mirada. Supongo que debí darme cuenta, pero como lo dije antes: Cabeza dura. Finalmente se las arregló para sacar una pequeña argolla de uno de los bolsillos de sus pantalones. Contuve un grito de emoción-pánico cuando lo vi ponerse de rodillas.
-¡¿Q-qué crees que haces?! é con la voz temblorosa mientras miraba asombrada lo que acontecía delante de mi nariz.-¡Jack!
Jack suspiró de una manera nerviosa, como para darse valor.
-No lo arruines, por ó con dificultad. Lo traducí como un cállate y escucha. Y eso mismo hice, porque no tenía opción. Respiró hondo y prosiguió- June, digo, Juno Everly Adams, te conozco desde siempre y te quería pedir… pedir-. Pausó un minuto y juro que mi corazón también
-Respira las palabras, Jack-. Le sugerí inhalando y exhalando de manera teatral.
-June…
-Respira, todo está en orden.
-Es que yo…yo tu… tuyo, tú… le enredaron las palabras.- ¡Maldición!¡Quiero que te cases conmigo!
Finalizó apretando los ojos, como esperando un golpe y yo me quedé más helada que un tempano de hielo.
¿Qué?
¡¿Qué?!
-Jack!…-. Dije y no me salió nada más. No sabía ni que decir, parecía estar muda, quería decir tantas cosas pero no pude abrir la boca. Una broma. Fue lo primero que se me vino a la cabeza, pero, sin embargo, sabía bien que no era así. Lo conocía lo suficiente para notar a los dos segundos cuando hablaba enserio y cuando no, y en ese momento sabía que él no estaba jugando.
-¿Eso es un no?-. Su expresión se oscureció y yo reaccioné de inmediato, como un grito estrangulado salió de mi garganta.
-¡No!
-¿No?
-Quiero decir sí. Digo no, es que… -. Corregí con voz ahogada, ni yo misma me entendía.
-¿Y bien? ¿Sí o no? ó a preguntar con el ceño fruncido.- Escucha sé que no soy un chico muy…
-¡NO!-. Grité y juró que todos los pájaros salieron volando espantados. Jack me miró alzando una ceja.- Es decir, no podría decir que no. Es que… oh, ni yo me entiendo-. Me acomodé tímidamente un mechón de cabello tras la oreja.-No lo sé… ¿Qué quieres que diga?
Jack suspiró, cansado.
-Podrías decir que si, para empezar-. Se veía molesto. Yo me eché a reír muy fuerte.- ¿Qué?
-¿Enserio? ¿Creíste que diría que no? eso lo dije todo. Él me sonrió.-Eres un torpe.
-Y tu futuro esposo-. Me espetó sonriente. Yo suspiré
-Pues… ya no estoy tan segura….
Esa fue su respuesta. Él resopló y me tiró agua a la cara para luego decirme que era una perversa. Probablemente debí hacerle lo mismo pero sólo atine a lanzarme sobre él en un gran abrazo y luego lo besé, lo besé muchas veces. Es demasiado meloso para describirlo. Después de una exagerada demostración de cariño, contemplé mi argolla: Un delicado anillo dorado ¡De oro! Con líneas entrelazadas a todo alrededor y una pequeña piedra azul claro coronándolo. Me encantó demasiado y se lo enseñé a mamá ese día; y ella se encargó de mostrárselo al pueblo entero. Por dios.
Una mañana, la mañana del solsticio de invierno, mamá me encargó un favor especial: Ella quería que fuera hasta los límites de la colonia para recoger una mercancía de lana, telas, hilos, agujas y demás cosas para costura, que un tipo en carreta iba a dejarme. Acepté pues no me quedaba de otra y me llevé arrastrando al latoso de mi hermano por el bosque. Al pasar por el lago pude distinguir a los hermanos Overland al borde del lago, seguramente iban a patinar. No quería molestarlos pero mi hermano tenía otros planes.
-¡Hey Emma! gritó y la niña vino corriendo hacia nosotros como un rayo. Se detuvo a abrazarme.- ¿Qué están haciendo tú y Jack?
-Vamos a ó ella sonriendo.- ¿Y ustedes?
-A un í suspirando.- Y eso me recuerda que ya nos vamos.
-¿Por qué tan rápido? ó Jack.
-Mamá se pondrá como loca si llego é.- Despídete Will, nos vamos. Adiós.
-Quédense un rato-. Dijo Jack.-No les robaremos mucho tiempo.
-¡Sí! ¡Por favooor, Juny! rogó Emma y casi cedí, pero sacando fuerza de voluntad de mi vientre recordé lo fúrica que se pondría mi madre. Y yo no quería quedarme sin salir.
-Lo siento, Emm. Tal vez más tarde ¿De acuerdo? revolví el cabello bruscamente. Continué ignorando las protestas de los Overland y mi hermano, insinuando que podrían acompañarnos incluso, pero yo sabía que eso sería aburrido para ellos, siguieron un rato más hasta que finalmente se rindieron y nos dejaron marchar. Me despedí de los dos hermanos con un beso en la mejilla, aunque Jack me mordió la mejilla al hacerlo, como símbolo de protesta. Le di un empujón ligero, un pequeño beso y me fui con mi hermano.
-¡Tengan cuidado!-. Les grité al alejarme con mi hermano por el bosque.
-¡Igual ustedes! ¡Estaremos bien! respondieron a gritos. Asentí y seguimos caminando.
La entrega había salido bien, aunque mi hermanito no dejaba de quejarse de que le dolían mucho las piernas, y los pies y que quería ir al baño. Ya saben, esas niñerías. Volvimos al pueblecito poco antes del atardecer pues nos habíamos ido temprano, sabía decisión. Si nos hubiéramos quedado a jugar con Emma y Jack posiblemente hubiéramos llegado en la noche, y andar por él bosque solos, un niño y una muchacha, y a oscuras, era como firmar tu sentencia de muerte con tu propia sangre. Así de simple. Pero, por suerte, habíamos llegado antes de eso.
Al entrar a los terrenos de Burguess sospeché desde el principio que algo andaba mal. Al caminar noté la aglomeración de hombres que estaban a las orillas del lago, picoteando el hielo. Un escalofrío me recorrió la espalda e instantáneamente mande a mi hermano a casa . Al acercarme a las personas, todas ellas me evitaban, o, si tan siquiera se dignaban a hablarme, procuraban no mirarme directamente a los ojos.
-¿Qué paso en el lago? pregunté al señor Barlette, un amigo cercano de mi papá. Pero él tampoco estaba dispuesto a enfrentarme.
-Deberías ir a casa-. Me dijo, alegando que esto era de tratarse en familia. Tras protestar un par de veces finalmente acepté sus términos y me marché.
Por todo el pueblo notaba un sospechoso frio constante al entrar en contacto con mi presencia; las personas paraban de hablar y me dirigían tensas miradas hasta que me iba, miradas que me hacía brotar un sudor frio y pegajoso bajándome por la sien. Al llegar finalmente a mi casa, esperaba ver a mi madre limpiando o tejiendo, a mi hermanito jugando, a mi padre trabajando en algo o durmiendo, pero no. Todos estaban sentados en un tenso círculo alrededor de una mesita en la pequeña estancia, también estaban mis tíos y primos, completamente callados. Deseche rápidamente la idea de que esto era una reunión familiar. Nadie hablaba, solo me miraban con los labios apretados y los ojos temblorosos. Mi madre tenía aspecto de haber lagrimeado un poco.
-¡June!-. Sollozó mi madre corriendo para atraparme en un incomodo abrazo de varios minutos. Me miró de pies a cabeza lagrimeando, como para asegurarse de que si fuera real.
-¿Qué tienen?-. Les expresé cuando finalmente me soltó, dejando caer la lana en una silla.
-Eh, hija… ó mi madre poniendo su delicada mano en mi hombro, como si quisiera consolarme.- Lo lamento tanto.
-¿Por qué?-. Dije confundida, y asustada al mismo tiempo.
Todos se alejaron instintivamente y se retrajeron en sus asientos. Justo cuando creí que nadie respondería, pasó. Por la boca de Mary Katherin , mi prima pequeña de casi seis años.
-Tu novio ha muerto y mis tíos creían que tú habías muerto tambié ó sin siquiera inmutarse un poco.
¿Qué?
¡¿Qué?!
Me quedé helada. Incapaz de hacer cualquier cosa, inclusive procesar la noticia.
-Lo ven-. Habló mi hermano, satisfecho.- Les dije que no estaba muerta, les dije que se había quedado en el lago. Les dije.
Mi padre se levantó de su asiento y comenzó a carraspear. Puso su gran mano áspera en mi hombro, como consuelo. Lo miré, atónita.
-Encontraron al muchacho esta mañana en el lago.
Me avisó, lúgubre. Tragué en seco y pude notar que estaba temblando. Mil cosas querían escaparse de mi boca. Preguntas, respuestas, negativas a creerlo. Pero mi garganta estaba bloqueada por un enorme nudo de lágrimas retenidas.
-No-. Negué encontrando por fin mi voz.- No.
-Lo siento tanto, hija-. Expresó mamá.
í sacudiendo la cabeza.- Jack no ha podido ahogarse, sabía nadar muy bien.
Mi padre suspiró.
-Creen… creemos que se golpeó la cabeza con el hielo, y la temperatura del agua no ayudó mucho en sucasa.
-No-. Volteé a todos lados, con la esperanza de que alguien me ayudara, de que alguien me dijera que era una broma, pero solo me encontré con las miradas gélidas de mi familia.- No.
-Lo lamento.
-¡No!-. Estaba chillando.- ¡No, no te creo! ¡Estás mintiendo!-. Retrocedí de todos, enloquecida. Entre todas las miradas encontré la de mi hermano "¿Y si te mueres?" recordé lo que a menudo preguntaba "¿Qué pasa cuando te mueres?".- No-. Le dije específicamente a él.- ¡No!
Salí corriendo con las lágrimas saliendo a borbotones de mis ojos. Jack-muerto-novio-tú-tú-tú. Las palabras se hacían nudos en mi cabeza y terminaban oprimiendo mi garganta aún más, como si llorar no fuese suficiente, como si necesitara liberar más, mucho más. ¿A dónde debería ir? Estaba pérdida, sola, completamente sola. Pérdida en un mundo en el que Jackson Overland ya no existía, y en el que nunca jamás volvería a hacerlo. Nunca más verlo reír, sonreír, enojarse o entristecerse. Nunca más verlo. Nunca. Jack. Ahogado en el lago. El lago que tanto amaba y que tantas alegrías le había traído a todos. Doloroso. Horroroso. Irónico. Cruel ironía de la vida. La maldita vida que Jack ya no poseía. Nunca más. Corrí hasta llegar al callejón oscuro entre la casa de los Olzzon y los Baker, y allí me derrumbe sobre mí misma. Me hice un ovillo en el suelo, atacada por múltiples ataques de llanto continuó. Justo cuando creía que por fin me había secado, cascadas de lágrimas volvían a salir de mis ojos, negándose a parar. Llanto. Gemidos lastimeros. Pequeños gritos. Todo me dejaba aún más destrozada de lo que ya estaba, y con más ganas de llorar de nuevo. ¿Por qué? ¿Por qué? Él era tan joven, tan amado, con toda una vida por delante ¿Por qué? ¿Por qué en el lago? Él amaba ese lago, y yo, y todos; era como un segundo hogar ¿Por qué? ¿Por qué había muerto? Me había abandonado y arrojado cruelmente hacia el mundo de la tristeza, un mundo que, gracias a él, nunca había conocido. Y que también por su causa había caído en él. Podía verlo, en el cielo, riéndose de mí, burlándose de mis lágrimas, llamándome dramática desde lo alto. Diciendo que tenía razón cuando me decía que lo era todo para mí. Y lo era. Por fin me daba cuenta. Y él no estaba. Nunca estaría.
Al cabo de un rato otro sollozo se unió a los míos. Un quejido agudo e infantil que provenía de un rincón del callejón en total sombra. Casi arrastrándome me acerqué ahí, para encontrarme con la pequeña Emma Overland tirada en la nieve, llorando a mares. Instintivamente olvidé gran parte de mi dolor y me acerqué a ella e intenté consolarla acariciándole el cabello. Ella me abrazó al instante.
-¡Fue mi culpa, June! ¡Fue mi culpa! consternada agarrándose fuertemente a mi cuello. Verla llorar de esa manera me encogía el corazón.
-No, nena, no fue tu culpa. Claro que no-. Le repetí y repetía, conteniendo las lágrimas.
-Todos lo dicen. Pero ellos no saben-. Sollozó.- Me iba a caer yo, y mi hermano me salvó y se murió por mi culpa ¡Mi culpa!
Me pasé el resto del tiempo intentando hacerla sentir mejor. Y yo me sentía peor. ¿Cómo? ¿Cómo podía yo ser tan egoísta? Emma y la señora Overland también lo habían perdido, y yo que me creía la que más sufría por su muerte. Emma cargando con la culpa de creer que mató a su hermano. La señora Overland también culpándose por dejarlos ir a patinar; pudo perder dos hijos en un solo día. Llanto y más llanto. Amigos, familia. Yo, yo también sufría, pero no era la única; tampoco la peor, su hermanita lo era. La hermanita a la que amó tanto para dar su vida por ella. Le decía a la pequeña que a Jack no le gustaría verla así, y, como no me lo creería si yo también lloraba a cantaros, me tragué el dolor, lo enterré en lo profundo de mi alma y lo reemplacé por una sonrisa dolida. Comencé a contarle cosas. A Emma le gustaba que rememorara los momentos con su hermano. En su casa, en el lago, castigados y todas las bromas. La hacían sonreír un poco. Yo sentía mi alma partiéndose en mi interior, lo que menos quería era recordarlo, pero, por Emma, podía soportarlo. Finalmente se quedó dormida en mis brazos, agotada por tanto llorar. La cargué en brazos con mis pocas fuerzas a través del pueblo hacia su casa. La luna aún no se asomaba entre los árboles.
Se la entregué a la señora Overland y lloré otro rato con ella.
-Los hijos no deben morir primero que sus padres-. Me dijo intentando contener su llanto cubriéndose la boca. Eso me llegó al corazón.
La mañana siguiente se hicieron los preparativos para el funeral de Jack. La caja sin el cuerpo fue enterrada y sepultada al lado de la tumba de su padre. La señora Overland intentaba no perder la cordura cuando lo enterraban. Yo intentaba no mirar, intentaba distraerme, no pensar en Jack sepultado para siempre… aunque eso jamás sería así. El cadáver de él nunca fue hallado, lo que creyeron haber encontrado los hombres aquel día resultó no ser más que la sombra de las mismas personas. La búsqueda había durado todo un día, pero el cuerpo jamás apareció. Como si se hubiera evaporado de la nada. Las malas lenguas decían que había sido maldecido o poseído y que el cuerpo del chico deambulaba por los bosques. Los esperanzados niños creían que aún estaba vivo. Aunque la esperanza desaparecía día con día.
Cada semana los niños, Emma o la señora Overland íbamos y le llevábamos flores al lago, no tenía sentido dejarlas en el sepulcro donde él no estaba. La pequeña hermanita era la que más flores llevaba, las no me olvides nunca faltaban, las veíamos flotar, marchitarse y hundirse en el lago. Desapareciendo para siempre, igual que Jack. Ya que nunca tuvimos el placer de verle de nuevo desde que cayó, ni siquiera muerto. La vida y la mala suerte nos lo habían negado.
"El tiempo lo cura todo" Decían mis padres, decían los conocidos, la familia, los pocos amigos. Y todos ellos se equivocaban. ¡El tiempo no me curaba nada! Si por demás lo hacía todo más grande. Todo el maldito invierno de ese año sentí como que Jack no había muerto. Su malvada y siniestra presencia me acompañaba siempre. Cada mañana nevada sentía el impulso de salir corriendo a su casa, segura de que lo encontraría, de que ya estaría en su patio haciendo municiones de nieve, listo para jugar, pero nada; no estaba. Cuando caminaba por el bosque con los niños, intentando hacer bromas, sentía que Jack estaba con nosotros, que si me volteaba lo suficientemente rápido le vería caminando como si nada. Tampoco. Cuando estaba sola en el lago, maldiciéndolo en mi mente por habérselo llevado, podría jurar que había oído la voz de Jack cerca de mi oído, como si estuviera sentado a mi lado. Muchas ocasiones, segura de haber escuchado su risa a través del bosque, salí corriendo en su búsqueda, llamándole, gritándole, riéndome, tan llena de la esperanza de verlo reír, soñar, respirar. Pero nunca logré encontrarlo. Era como si lo tuviera justo frente a mí, como si se burlara, como si fuera un maldito juego de escondidas del que yo siempre sería la perdedora. Su presencia no se iba, no me dejaba avanzar. Mis padres creían que estaba loca, los del pueblo que era bruja. Gracias al cielo que aquí no había santa inquisición, ya podía verme en la horca…. Sin embargo no era a la única que le pasaba, Emma me había dicho un día que sentía que su hermano le acompañaba.
-Así como un ángel guardián-. Me dijo mirando al cielo con una actitud soñadora.- ¿Tiene sentido?
-Por supuesto. Te salvó, es ló sonreí y ella me devolvió el gesto.
-Sí. A veces creo que me habla ¿Los ángeles hablan?
No lo sabía.
-Yo supongo que sí.
La teoría del ángel guardián explicaría muchas cosas. Como el porqué de que Jack verdaderamente nunca se había ido del pueblo. Incluso cuando llegó la primavera, y se notaba considerablemente su falta, jamás sentí que se había marchado del todo. Quizá era un alma perdida, esas cosas pasaban, según decían, pero la idea era tan repugnante que luchaba por sacármela de la cabeza en las noches oscuras; esas en las que me imaginaba al chico vagando por el mundo sin sentido alguno, completamente solo, sin su sonrisa. Aterrador.
¿Se puede caer en media depresión? ¿De día ser medio normal para la gente y desmoronarte en las noches entre las cuatro paredes de tu habitación? ¿Es bueno? ¿Tiene sentido poder tener hambre y comer pero que la comida sepa a ceniza en tu boca? ¿Es bueno sonreír por puro compromiso? ¿Es normal no ser feliz, simplemente fingir que lo eres? ¿Tiene algún sentido? Todos los días me lo preguntaba. Cuando intentaba hacer chistes para los niños, comer para no preocupar a mis papás, ser amable, sonreír… cuando me escondía entre el amparo de mis cobijas y a la luz de una vela mis ojos aguaban hasta no poder más. Mi vida no tenía sentido. No tenía vida. La supuestamente vida alegre era completamente vacía y falsa; y la real, la triste, era demasiado patética para aceptarla como mi modo de existir. Sin Jack nada tenía sentido ni razón. Aunque suene muy dramático, siempre estuve con él, no sabía cómo vivir si no estaba conmigo. Fue mi amigo, mi hermano, mi otro yo, mi novio, la persona a la que más he amado y me la quitaron ¿Y quieren que siga adelante? El mundo está loco.
Ocultar el dolor no sirve. Nuca ha servido y nunca servirá. Es más que obvio que si no dejas la herida al aire para que sane esta tardara más en cerrar, pero si la encierras en un oscuro y sucio rincón podría infectarse y doler más. Y eso es lo que me pasaba. Pero compartir mis sentimientos no era una opción.
-Él habría querido que siguieras con tu vida-. Era lo que todos me decían. Enserio necesitaba una amiga mujer de mi edad, pero ya era tarde para eso.
Con todo logré subsistir hasta el verano. Seis meses habían parecido años por el desgaste emocional, el entumecimiento y el dolor de la pérdida se supondría que ya debían de haber pasado, pero, todas las noches, mi almohada terminaba empapada de lágrimas. Para al día siguiente limpiar el estropicio de mi rostro y fingir ser feliz. Patético. Pero eso pronto llegaría a su fin.
Sucedió una noche que mis padres estaban fuera, la sopa se cocía en la estufa y todo lo demás estaba en calma y silencio salvo por el incesante "cri-cri" de los grillos del patio. Mi hermano roncaba en su habitación y yo estaba perdida en la inmensidad de la ventana, contemplando la esplendida luna llena que alumbraba todo. Había luna llena el día que Jack murió…. Me saqué el pensamiento de la cabeza antes de que mis ojos pudieran humedecerse y me quedé dormida con algo de esfuerzo. Tuve un inquietante sueño del que desperté sobresaltada, no me acuerdo exactamente que era, en ese momento solo atiné a echarme a toser como loca al aspirar el humo toxico que llenaba mi casa.
-¡Un incendio!
Un incendio demasiado avanzado, la parte de la cocina y estancia estaba cubierta de llamas grandes y enormes, la puerta de mi habitación y la de mi hermanito comenzaba a ceder, al igual que la estructura. Desperté a Will inmediatamente, tosía en sueños y no se levantaba. Ambos conocíamos todo el protocolo para sobrevivir a situaciones así. Llenos de pánico y bastante histéricos, nos agachamos e intentamos buscar una salida a gatas. Las paredes estaban hirviendo y la estructura cedía. Nadie parecía advertir el incendio, nuestra casa estaba bastante alejada de las otras y, al parecer, los otros adultos, como mis padres, estarían en esas reuniones del pueblo. No había opción de escape alguna, más que la pequeña ventana del baño. Sin pensar intenté hacer pasar a mi hermano por ahí, pero él se resistía.
-¡No! ¡No, June! ¡No te dejaré! y luchaba, pero nada podría hacerme cambiar de opinión. Lo empujé con demasiada fuerza hacia afuera, tan fuerte que la estructura de la casa crujió. Él cayó al suelo y siguió gritando mi nombre una y otra vez desde afuera.- ¡June, June! ¡Juny!
Todo era una ardiente pesadilla, las paredes crujían y el techo parecía querer venírseme encima.
-¡Corre, ve por ayuda! ordené entre toses. Él dudo.- ¡No podre salir sin ayuda! ¡Vete! ¡Ya!
Finalmente escuche sus pasos correr apresurados hacia la casa del alcalde. Me tumbe en el piso junto a una rendija que dejaba entrar un poco de oxigeno. Fui fuerte y me quedé ahí sin hacer nada más que respirar y pensar, pensar en muchas cosas. ¿Sobrevivir? Para cuando llegaran sería tarde, yo lo sabía, pero mi hermano no tenía porque saberlo. Él estaba bien y eso importaba. Hice una nota mental agradeciéndole a todos mis seres queridos, a mis pocos y buenos amigos, a mi hermanito, a mi familia, papá, mamá, a gente tanto viva como muerta que marcó mi vida, a la señora Overland y a su esposo, a Jack…. Y el mundo, o el techo más exactamente, se me vino encima.
Todo pareció ser dolor por inquietantes segundos, para luego ser reemplazado con una calma y una brillante luz plateada cerniéndose encima de mí, al ser rodeada por la oscuridad de la noche. Una cara familiar, una que tenía brillantes ojos azules y cabello ¿blanco? Se atravesó en mi campo de visión. Me miró, lo miré un poco a través de mis pestañas entre cerradas, y, tras un segundo de sorpresa, lo reconocí.
-Jack-. Sonreí en un último suspiro hasta arrastrarme en el oscuro olvido de un profundo sueño.
Uno del que jamás despertaré.
FIN