"Lo recuerdo como si hubiera pasado ayer, ¡el debut oficial de VOCALOID!

¡Damas y caballeros! Esta noche tenemos el debut televisivo de una agrupación musical que ya tiene unos cuantos meses ganando fama en internet. Seguramente los han visto en Nico Nico Douga con sus covers de canciones populares. Pero hoy vienen a cantarnos su primera composición original. Con ustedes, ¡VOCALOID!"

"—Miren, no me gusta dar malas noticias… —vi que los ojos de los ocho jóvenes se llenaba de lágrimas. Parece que hacer esta broma es mala idea—, y por eso no les daré ninguna. ¡Tenemos un contrato!"

"—Master-san… —me llamó Miku aquella noche, la primera que pasamos en el departamento. Afuera llovía con fuerza—. Solo quiero agradecerle… ¡muchas gracias por confiar en nosotros! —y vi como un par de lágrimas recorrían sus mejillas."

"—Voy a ser claro contigo —me dijo el señor Kamui. Siempre lo veía alegre aunque serio, pero en ese momento lo noté frio—, ellos no te quieren porque eres extranjero y harán todo para despedirte. Tienes que luchar por VOCALOID; los chicos te quieren, tú los adoras, pelea por ellos."

—Como pasaron cosas en estos seis años… Parece broma que mi diario apenas está en sus últimas páginas.

—¿Master? ¿Te pasa algo?

—No, no es nada, amor. Solo anotaba unas cosas que creo… creo que hacían falta.

En las últimas páginas de mi diario anoté unos cuantos recuerdos más. Era una noche fresca pero el cielo estaba despejado. La última noche que pasé en el departamento VOCALOID era tan diferente a la primera.


La última canción

Salí de inmediato de la oficina. Apenas podía creer lo que acababa de pasar ahí adentro. ¿En verdad renuncié para que no les hicieran nada a mis representados? A cada paso que daba me arrepentía de mi decisión, quería volver a esa habitación y retractarme, negociar de nuevo, quizá si trabajaba gratis un año o mejor (para mi) aún, dos años cobrando la mitad de mi sueldo. Sin duda debía renegociar mi salida… aunque ya no veía con qué cara volver y en el fondo sabía que no importaba si les ofrecía una idea digna de un premio Nobel de economía, los viejos no me aceptarían de nuevo. Ya no había nada que hacer. Y aun me pregunto si mi cara revelaba mi ánimo, porque hasta Sayuri, la secretaria de Kirihara-san me preguntó si me sentía bien.

Durante las siguientes tres horas estuve encerrado en mi oficina. Era la primera vez que entraba y el escritorio no me esperaba con una pila de contratos para firmar; al contrario, estaba limpio, solo con la escasa decoración que le he puesto: una figurilla de un grifo, un par de bolígrafos caros, una foto de mi novia y otra del grupo completo después de nuestro primer concierto. Supuse que debía pedirle una copia a Miku de la fotografía que tomó al final de la última presentación, al menos me iría con un recuerdo feliz y la satisfacción de haber llevado a estos chicos a la cima. Era una sensación terrible; por un lado estaba la alegría y la euforia que vivimos la noche anterior ante el gran y exitoso espectáculo que hicimos, se anunció como el concierto más grande de VOCALOID y en verdad se cumplió con las expectativas. Por unos minutos probé las mieles del éxito y la gloria, un sabor dulce y enervante que debería permanecer por mucho tiempo en la boca. Sin embargo, por el otro lado estaba un trago amargo y doloroso; un descuido aprovechado por gente que a base de invadir la vida personal de las celebridades se gana unas cuantas monedas extra. Y así nada más, todo se iba a la basura.

Miré la fotografía de VOCALOID con detenimiento. Aun recordaba aquella noche llena de emociones nuevas para todos. Para empezar, yo no estaba seguro de donde quedarme, si entre el público o tras bambalinas, hasta pensé en quedarme en uno de los pequeños camerinos. Pero si yo estaba nervioso, el grupo estaba peor. Kaito tenía el peor semblante; cuando vio entrar al público, su rostro palideció de manera espantosa y corrió a encerrarse al baño. Meiko trataba de hacerse la dura en ese momento, con la mirada fija en el escenario y un gesto de chica mala que funcionó para darnos confianza en ese momento, pero pude notar que sus manos temblaban. Los gemelos estaban en shock, parados a unos pasos del escenario, paralizados ante los clamores del público y apretando sus manos en busca de apoyo. Gakupo meditaba con los ojos cerrados y sentado en el suelo, aunque su forzada respiración delataba su ansiedad. Gumi daba brinquitos por todo el lugar para liberar un poco la tensión y ocasionalmente buscaba refugio en su hermano que, aunque parecía ignorarla, no dudaba en recibirla en sus brazos. Y Miku… ella estaba aterrada por la presentación, tanto que no quería salir del camerino hasta que Luka fue por ella. Después de aquella noche, el desastre antes de una presentación se volvería habitual, pero el pánico escénico quedó pronto olvidado. ¡Qué recuerdos! Pero en ese momento, encerrado en mi silenciosa oficina, aquello ya se sentía lejano. Sentí una nostalgia inmensa al recordar que no volvería a acompañarlos en ningún concierto, que ya no habría bromas de los Kagamine, ni animales rescatados por Gumi, ni asaltos a heladerías con Kaito. Los desafíos de honor de Gakupo iban a desaparecer de mi vida al igual que las carreras de Meiko, y claro, ya no tendría que proteger la relación de Miku y Luka después de haber sacrificado mi trabajo. Solo mantenía la esperanza de que no las separaran.

Me levanté de mi asiento y comencé a reunir mis cosas. La ventaja de nunca estar en mi oficina era que no hacía falta decorarla mucho y abandonarla sería relativamente fácil. Saqué mi mochila de uno de los cajones del escritorio. Hacía meses que no la usaba. Ahí guardé las fotografías, los bolígrafos y unas cuantas revistas que tenía guardadas en uno de los libreros. ¿Y de que eran las revistas? De varias cosas, principalmente música y farándula. No es que sea muy dado a leer esas cosas, ni tiempo tenía, pero ahí estaban las primeras entrevistas a VOCALOID. Cielos… en verdad que mi partida se estaba complicando, o más bien, yo la estaba complicado. Apreté el puño. Al final tomé el poster enmarcado que había detrás de mi escritorio y salí de la oficina.

El camino al departamento fue difícil. En cuanto cerré la puerta de la que fue mi oficina, noté que todos los empleados presentes me miraban con atención, pero no con reproche como esperaba. Era más una mezcla de tristeza y empatía. Caminé sin prestarles más atención de la debida, aunque a mi paso me dirigían palabras de ánimo, algunos hasta me aplaudieron. Cuando llegué a la puerta de salida, vi de nuevo a la secretaria de Kirihara. Parecía querer decirme algo. Miré hacia atrás y ahí estaban, a unos pasos de la puerta, mis excompañeros de trabajo, mirando devastados mi partida. Debo decir que eso es algo muy significativo, que un extranjero sea tan querido aquí es difícil, aunque también puede ser que se deprimieran por el dinero que inevitablemente se dejará de producir. Me despedí de todos y salí a la calle, auxiliado por el guardia que me abrió la puerta.

Por lo regular, el camino a casa era el momento que más esperaba del día. Cuando al fin podía regresar a un lugar tranquilo… o relativamente tranquilo, y tumbarme en una cama, un sofá, dejando un poco atrás todos los líos que conlleva un trabajo tan estresante. En fin, llevar una vida más "normal". Pero ahora no quería llegar, al contrario, cualquier pretexto para retrasar mi llegada sería bueno. Esperaba un tráfico horrible, algún accidente de tránsito, hasta una llamada de Thelma o de Kaito pidiéndome algo para la comida, lo que fuera que retrasara ese viaje, pues sabía que en cuanto entrara al departamento, todo acabaría. Y las calles de Tokio se encargaban de recordármelo.

Por primera vez odié que VOCALOID fuese tan popular. A donde mirara había una revista con ellos en la portada, o algún anuncio en la calle, hasta comerciales en las televisiones de las tiendas frente a las que pasaba. El mundo se enfocaba en recordarme lo amargo que sería regresar a casa. No podía creer que así terminara esta aventura, pero ya no quedaba que lamentarme, después de todo tomé una decisión de abandonar el grupo para evitar problemas mayores. Ahora, mi mayor preocupación era la incertidumbre en el futuro de VOCALOID; Thelma y yo estaríamos bien, ya encontraríamos en que invertir el dinero que había ganado así que no me importaba; pero el grupo… eso ya es otra cosa. ¿A quién mandarían para hacer de nuevo representante? A alguien más estricto que yo sin duda alguna. Y también podría apostar a que nadie soportaría semejante trabajo; aquello se volvería una guerra para ver quien soporta más presión y al final terminaría con VOCALOID.

Pasé casi quince minutos frente a la puerta del departamento, contemplándola por última vez, pues aquella ería también mi última noche bajo ese techo. Suspiré y entré al fin, después de meditar la situación. Lo que me esperaba era uno de los ambientes más ansiosos en los que he estado. Todos estaban sentados en los sillones, pendientes a la televisión, a la espera de ver algún escándalo sobre lo ocurrido la noche anterior. Afortunadamente, no se hablaría de nada al respecto, yo lo sabía. En cuanto se escuchó la puerta cerrarse, todos voltearon a verme. Por un segundo vi ojos llenos de esperanza, pero al ver que a mi espalda estaba la mochila y en mis manos el poster enmarcado, supieron que no tenía muy buenas noticias.

—Lo siento… tuve que renunciar.

El silencio fue absoluto. Dejé mis cosas a un lado y me senté entre el grupo. Nadie se atrevía a hablar, solo nos mirábamos, callados. Las voces que provenían del televisor eran lo único que podía escucharse: una presentadora de voz chillona se esforzaba por provocar interés en una noticia sobre un supuesto conflicto en el set de Bokutachi ga Yarimashita (que sinceramente, a nadie debía importarle). La primera en hacer algo al respecto fue Gumi, que apagó el aparato.

—¿Qué pasó en la junta? —preguntó Meiko, por primera vez, temerosa.

—Para ser breve, ya no seré su representante…

—Dinos todos los detalles, por favor —murmuró Miku al borde del llanto. Sin dejar de abrazar a Luka se aferró a mi brazo—. Así estaremos más tiempo contigo.

Sus palabras retumbaron en mi cabeza. ¡Demonios! No quería revivir ese momento pero tampoco iba a negarles la información sobre la situación actual. Suspiré por enésima vez y comencé el relato. Conté todo lo que había visto y ocurrido en la junta, desde los regaños por parte de los jefes y su rechazo por hacer la cosas a la manera "occidental", su completo desacuerdo con mis tácticas que, aunque bien significaron ganancias para las tres partes, no eran las que en verdad hacían falta; lo que más les perturbó fue cuando mencioné la cantidad de fotografías que tenían de ellos en los momentos menos adecuados, la poca vida privada que pensaban tener no lo era, los jefes tenían en sus manos un folder lleno de fotografías que evidenciaban su día a día. ¿En qué momento lo consiguieron? Ni idea, pero se lo guardaban para un momento como este. O tal vez eran los paparazzis quienes tenían preparado aquel álbum fotográfico y decidieron mandar todo en un solo paquete. Aun podía recordar todo lo que vi en ese junta: Gumi recogiendo cuanto animal hay en la calle o caminando por las calles de Akihabara, Len y Rin mientras compraban pirotecnia, Gakupo durante los "tres desafíos de honor" que disputó con Honda Kyosuke (aquel exnovio de Gumi que apareció en nuestro día de playa), Meiko durante una carrera y brindando su triunfo junto a un grupo de delincuentes juveniles, Kaito corriendo desnudo en la azotea del edificio donde vivíamos, y, al final, Luka y Miku besándose en varias ocasiones. Debo admitirlo, esos tipos son buenos en su oficio y vaya que se habían empeñado en recabar información.

—Pero, algo sigue sin cuadrarme en todo esto —la voz de Gakupo se escuchó grave. Desde que comencé a relatar mi reunión con los jefes lo noté pensativo—. ¿Por qué esperar hasta ahora? Tenían toda la evidencia de que hemos roto las cláusulas de nuestros contratos. Tampoco es un secreto lo que debemos cumplir… no tiene sentido.

—¿No esperarían tener fotografías de Luka y Miku? —señaló el primo Kii. Su pregunta tendría sentido, pero…

—Había más fotografías suyas, no solo de anoche —dije. Eran al menos 20 y no todas recientes. Esos paparazzis llevaban tiempo siguiéndonos.

—Y si tenían tantas fotografías, ¿por qué no las vendieron antes? —Len acababa de dar en el clavo. Aquí había algo muy extraño—. ¿Por qué esperar hasta este momento?

—Más importante aún —murmuró Thelma—. ¿Por qué mandarlas a los jefes y no venderlas?

—Como si alguien quisiera hacerte quedar mal —murmuró Meiko.

Por los siguientes dos minutos nos quedamos en silencio, mirándonos. La sola idea era terrible, malvada y sumamente meticulosa. Pero, ¿quién cometería algo así? Los paparazis no tendrían ningún motivo además del dinero para tomar esas fotografías, y ya habíamos concluido que esa no era su razón para seguirnos, pues ya hubiesen vendido todas las fotografías. Lo evidente es que alguien quería sacarme del camino. Por supuesto, los primeros sospechosos eran los jefes de la disquera; una acusación grave si no teníamos las suficientes pruebas. No sabíamos que la confirmación a nuestra sospecha estaba subiendo por el elevador.

El timbre de la puerta sonó; sus ding-dong rompieron la atmosfera silenciosa que habíamos cultivado. El primo Kii se encaminó a abrir la puerta mientras nosotros nos limitamos a ver desde los sillones.

—Master, una señorita pregunta por ti —dijo el chico. ¿Quién rayos podría buscarme en ese momento?

Arrastrando los pies, me acerqué a la entrada escoltado por todo el grupo de VOCALOID. En otras situaciones ellos se quedaban en sus habitaciones o donde nadie podría molestarlos o espiarlos, pero supongo que eso ya no importaba. Abrí la puerta por completo y me llevé una gran sorpresa. Frente a mí estaba parada, con los ojos enrojecidos y conteniendo el llanto, Sayuri, la secretaria de Kirihara. Su cabello era un desastre por el viento, su respiración agitada y toda su cara estaba cubierta por una fina capa de sudor que le pegaba unos mechones de cabello a la piel. En cuanto me vio, rompió en llanto y se arrojó al suelo.

—¡Master-san! ¡Perdóneme! —exclamó con la cara clavada en el suelo. Me pedía perdón de rodillas y yo no sabía ni por qué—. ¡Perdón! ¡Perdón! ¡Y ustedes también, chicos! ¡Perdónenme! —gritaba sin parar con desespero entre su llanto.

—Sayuri, no entiendo… ¿qué pasa?

—¡Todo fue una trampa de Kirihara-san! —gritó de nuevo. Necesitábamos calmarla de alguna manera.

Después de casi media hora de disculpas y un Kaito's Special (postre que consiste en llenar el plato más grande que se tenga a la mano con todo el helado disponible en la cocina), pudimos calmar a la arrepentida secretaria. Sacó la cuchara de su boca y la dejó en el plato. Estoy seguro que nunca antes había comido tanto helado de una sola sentada y posiblemente viviría a base de agua y zanahorias durante los dos meses siguientes, ¡pero el postre inventado por Kaito funcionó para calmarla! A estas alturas, ya nos habíamos hecho a la idea de por qué se apareció en el departamento, pero aun nos interesaba escuchar lo que tenía que decirnos, siempre y cuando no fueran disculpas.

—Gracias —susurró. Sus ojos aun eran tristes, pero al menos había dejado de llorar—. Todos ustedes son tan amables, a pesar del daño que les hemos hecho.

—De algún modo somos compañeros de trabajo, ¿no? —dijo Kaito con su acostumbrada sonrisa infantil.

—En verdad lamento todo esto. Me siento terrible por todo lo que está pasando —su voz tiritaba al hablar y sus manos y piernas no paraban de temblar—. Todo esto fue una trampa de Kirihara-san para sacar a Master-san de la disquera.

—¿Podrías… decirnos todo lo que sabes? —preguntó Miku.

Sayuri dejó el plato en la mesa y se acomodó en la silla. Se veía sumamente incomoda, supongo que por la culpa de participar en aquella trampa o también podría ser por la presión que nuestra miradas ejercían sobre ella. Dejó escapar un largo suspiro y tras unos segundos de silencio, comenzó a darnos todos los pormenores del asunto, pero antes sacó de su bolso varias hojas que contenían transferencias bancarias y correos electrónicos de Kirihara-san y compañía.

—Para empezar, los fotógrafos que los acosaron durante la semana fueron mandados por Kirihara-san. Desde que llegaron de la gira los siguieron día y noche, pero tenían la orden de dejarse ver de vez en cuando para que alguno de ustedes los riñera. Miren, aquí están los correos que Kirihara-san les mandó a los fotógrafos y estos son los pagos. Casi cinco veces lo que les pagaría cualquier revista solo por seguirlos. Las fotografías eran un ingreso extra que se pagó al triple de su valor. Como pueden ver, las órdenes estrictas eran tomar cualquier fotografía que comprobara alguna violación al contrato o algún comportamiento negativo, y sí Master-san estaba cerca, mejor aún.

—Ese desgraciado… —murmuré entre dientes.

—Pero eso no es todo. Lamento decirles que Kirihara lleva vigilándolos más tiempo del que creen —Sayuri siguió sacando papeles de su bolso. Más correos electrónicos y pagos a fotógrafos se juntaron en nuestra mesa—. Master-san, ¿notó algo común en todas las fotografías? Todas eran en los alrededores de este edificio y de la disquera, algunas tras bambalinas. Kirihara infiltró fotógrafos y los hizo pasar por STAFF, guardias de seguridad, incluso empleados y vecinos suyos. Todo para que los espiaran en su vida cotidiana. Por eso hay fotografías suyas en la playa o cuando escapaban a alguna tienda. Incluso se utilizaron drones para seguirlos. Todo lo que ustedes creían un secreto… la verdad es que Kirihara-san ya lo sabía. Solo esperaba el momento oportuno para usarlo a su favor y deshacerse de Master.

—¡Que hombre tan vil! —estalló Gakupo golpeando la mesa.

—Sayuri… ¿desde cuando comenzaron a espiarnos? —preguntó Luka.

—Desde hace más de un año, cuando sospechó de la relación entre Kaito y Meiko.

—¿Solo un año? —interrumpió Kaito sonriendo—. Mei-chan y yo llevamos mucho más tiempo que eso.

—Pero, en cuanto sospechó que Luka y Miku son novias, demostrarlo se volvió su principal objetivo.

—Sabía que el tipo me odiaba, pero no creí que llegaría a tanto.

—Lo siento mucho, Master-san. Yo debí decirles todo esto antes… pero hacerlo me hubiera costado mi trabajo y de verdad lo necesito.

—Pregunta, ¿cómo conseguiste estos correos? —se interesó Meiko, no había parado de leerlos junto a Rin y Miku.

—Tengo total acceso al correo electrónico de Kimihara-san —alcanzó a responder la secretaria entre sollozos. Respiró hondo un par de veces para serenarse—. Todo lo que él mande o reciba pasa por mí antes.

—Sayuri-san, ¿podemos quedarnos con estas hojas, por favor? —preguntó Miku con su voz de niña buena. Algo planeaba, siempre que habla así es porque esconde sus verdaderas intenciones.

—Oh, claro. Tengo todo respaldado en mi computadora —respondió con una sonrisa. Se aclaró la garganta y volvió a mirarme—. Una cosa más. Mañana vendrán con el nuevo representante, así que tendrás que abandonar el departamento.

—¿Tan rápido nombraron a alguien más? ¿No vale nuestra opinión? —saltó Gumi de pronto. Pocas veces la había visto molesta—. ¿No se supone que nosotros deberíamos elegirlo?

—Somos su mina de oro, no iban a dejarnos hacerlo —comentó Meiko—. No iba a correr el riesgo de que eligiéramos a alguien como Master.

—¿Y a quién nombraron? —preguntó Rin temerosa. Ella era quien más riesgo corría, pues le había hecho bromas (y unas muy pesadas) a casi todos los empleados de la disquera.

—Eso no lo sé. Cuando salí del edificio aún seguían discutiéndolo, pero es un hecho que estará listo para mañana.

Después de eso ya nadie quiso decir nada. Rin y Gumi se acurrucaron cada una a mi lado, suspirando de manera lastimosa. No hacía falta decir nada al respecto. Esto fue una batalla que perdimos por una muy bien trabajada estrategia, aunque también fuese tramposa. Thelma y yo tendríamos que abandonar el departamento a la mañana siguiente y dejar a VOCALOID en manos de quien sabe quién. ¿En verdad hice lo correcto al renunciar? Algo muy dentro de mí me decía que no debí haberlo hecho, pero tampoco quería afectar la carrera musical de ellos. Sé que debí haberle consultado antes, pero no tuve oportunidad, fue algo que debía resolver al momento por más difícil que fuera. Lo hice por el bien de ellos, para que siguieran viviendo este sueño que tanto trabajo les costó, pero ¿en verdad fue buena idea? Eso me debatía en mi interior cuando llamaron de nuevo a la puerta, con golpes insistentes. De nuevo, el primo Kii se ofreció a recibir a las visitas. No pasaron ni diez segundos cuando escuchamos unos pasos apurados y un par de voces muy conocidas por nosotros.

—¡Master, ya me enteré de todo!

—Hermano, tienes que ver esto. ¡Es una conspiración en contra tuya!

Otoya y Big C se aparecieron ante nosotros, agitados y cargando una carpeta llena de papeles. Parece que la noticia de mi renuncia ya se expandía por el mundo de la música y eso que apenas iban unas horas.

—Así que ya se enteraron.

—La Reina me lo contó anoche. De inmediato puse a trabajar a los muchachos —dijo mientras nos enseñaba la carpeta.

—Yo me enteré porque una secretaria de su disquera llamó a la mía y le dijo que Master acababa de renunciar —fue el turno de Otoya para hablar. Lo noté muy ansioso—. Pensé en venir y hacerte entrar en razón, pero su amigo ya me puso al tanto de la situación. ¡No puedo creer que te estén apuñalando por la espalda!

—Así que pusiste a trabajar a los muchachos —murmuró Meiko.

—Sí. Y descubrimos algo terrible.

—Nunca nos dijiste que conocías hackers —intervino Kaito con asombro. Ni en momento así deja de ser tan… tan Kaito.

—¡Los mejores del país, hermano! —exclamó orgulloso Big C—. No existe ningún correo que pase por Japón sin que ellos lo vean.

—¿Y que descubrieron? —preguntó con inocencia Len. Ya sospechábamos que traía nuestro amigo, pero cabía la posibilidad de que su carpeta guardara más información que la proporcionada por Sayuri.

—¡Que todo fue una trampa contra Master! Tenemos muchos correos del bastardo de su jefe en los que da indicaciones a varios fotógrafos.

—¿Cómo estos? —Miku le extendió un par de las hojas que Sayuri nos trajo.

—Sí, esos mismos. ¡Hey! ¿De dónde los sacaron?

—La secretaria de Kirihara-san se les adelantó —respondió Luka con seriedad. No había parado de leer los correos desde que Sayuri nos los entregó.

Decidimos que, si era la última vez que nos veríamos y como no tenía caso seguir dándole vueltas al asunto, lo mejor que podíamos hacer era pasar el rato de la manera más amena posible: comiendo. Incluso invitamos a nuestras visitas, aunque Sayuri nos rechazó porque, primero, debía volver a la oficina y, segundo, porque aún se sentía culpable por lo que había pasado. Por supuesto, no le guardamos ningún rencor, a fin de cuentas cualquiera de nosotros hubiera actuado de la misma manera de estar en su lugar. Por su parte, Big C y Otoya aceptaron quedarse a comer para recordar las aventuras que vivieron con nosotros. No es que quisiéramos ponernos nostálgicos, pero simplemente fue inevitable. Aquella fue la velada más melancólica que he vivido y aun así fue agradable, pues todos los que estábamos ahí éramos amigos, confiábamos en nosotros y, quisiéramos o no, habíamos influido en nuestras vidas. Aunque a veces me hubiera gustado que Otoya lo hubiera hecho de otra manera.

Alrededor de las ocho, nuestros visitantes se fueron y de inmediato comenzamos a empacar mis cosas y las de Thelma. No íbamos a poder llevarnos todo al día siguiente, además de que pasaríamos los primeros días en un hotel hasta encontrar un departamento donde vivir, o tal vez irnos de Japón, no lo sabíamos y menos queríamos pensarlo en ese momento. La ropa, pese a lo que podría pensarse, fue lo más sencillo de acomodar. Lo que en verdad nos demoró fue guardar todas las cosas que hemos comprado desde que llegamos a este país: mangas, figuras, katanas, máscaras, discos, mochilas, consolas de videojuegos y mi viejo celular que ya no prende. Cuando acabamos, teníamos más cajas que maletas. Por suerte los VOCALOID nos ayudaron a empaquetar todo, no querían perder ni un solo momento. En verdad era triste, tanto que preferimos no recordar nuestras aventuras, aunque era imposible. Cada objeto que sacábamos de algún rincón del departamento nos traía toda clase de recuerdos. Sin duda iba a extrañar a estos chicos.


Al día siguiente, me despertó el timbre de mi celular. Me levanté de la cama con suma dificultad y tomé el teléfono. ¿Quién me llamaría a estas horas? Pero supuse que poco les importaba a mis exjefes. Una última llamada y sería libre de ellos.

—¿Diga?

—¡Master! ¡Dile a tus malditos cantantes que abran la puerta! —gritó una voz que no reconocí. Aún estaba dormido y no tenía idea de que pasaba.

—¿Perdón?

—¡Que abran la maldita puerta!

—¿Kogami? ¿De qué hablas?

—Tú estás ahí dentro, tú deberías saberlo.

—Acabo de despertar. ¿Qué hora es?

—Son las nueve de la mañana. ¡Y mejor controla a esos chicos antes de que llame a la policía! —dicho esto, colgó.

Salté de inmediato de la cama. ¿Por qué no sonó el despertador? Lo había programado para sonar a las siete. Thelma se levando y se estiró perezosa mientras yo buscaba el despertador. No estaba en la mesa que tenía al lado de la cama, así que supuse que lo había tirado al apagarlo. Aun a sabiendas de la presencia de Kogami (que a todo esto, es uno de mis exjefes) me tome la libertad de buscar el reloj debajo de la cama. En verdad no tenía ganas de ver la cara de nadie de la disquera.

—¿Qué haces ahí abajo? —preguntó Thelma antes de bostezar.

—No encuentro el despertador, creo que lo tiré cuando sonó.

—Son las nueve y diez, nos quedamos dormidos. Y ¿quién te llamó?

—Kogami, dijo que está afuera pero los chicos no le quieren abrir.

—Que no le abran —dijo con descaro y yo no podía estar más de acuerdo.

Nos hubiéramos quedado al menos media hora sentados en la cama, sin intención alguna de salir y enfrentar a Kogami y compañía. No tenía ganas de conocer a mi suplente impuesto, y aunque me tenía con pendiente el futuro de VOCALOID, tarde o temprano sabría a quien le dieron mi puesto. Y hubiéramos seguido ahí sentados de no ser por un fuerte golpe que escuchamos, seguido de una ¿explosión? ¡¿Qué demonios?! Al instante saltamos de la cama y corrimos por el pasillo hasta llegar a la puerta principal que era custodiada por Meiko y Gakupo, mientras que Kaito y Gumi preparaban el desayuno totalmente calmados, Luka y Miku parecían revisar algo en la computadora y, que raro, los gemelos preparaban un cartucho de pirotecnia. De ahí vino la explosión. Apenas iba a preguntar qué pasaba, cuando la puerta se estremeció por una serie de golpes violentos seguidos por la voz furiosa de Kogami.

—¡Abran de una vez!

Miku se levantó del sillón y caminó a un lado de Meiko, quien abrió la puerta hasta donde la cadena lo permitía. Un momento… esa cadena no estaba la noche anterior. Miku asomó el rostro por la ranura mientras que Meiko detenía la puerta con sus brazos y Gakupo empuñaba su espada… la real.

—¿Ya podemos hablar con Kirihara-san? —preguntó Miku con total seriedad.

—¡Nada de eso! Él está muy ocupado en este momento.

—Podemos esperar —respondió con una sonrisa y cerraron la puerta.

—¡Abran, maldita sea!

¿Acaso acabábamos de ser secuestrados? ¿O esta era su forma de protestar? Estaba tan intrigado como temeroso de lo que podría pasar. Kogami amenazó con llamar a la policía, aunque dudé que en verdad lo hiciera. No creo que de verdad quisieran comenzar un escándalo cuando ellos mismos habían simulado uno. Pero lo más intrigante era el motivo por el cual Miku pedía hablar con Kirihara. Dudo mucho que aunque le rogasen, él aceptara devolverme mi trabajo aunque la esperanza muere al último. Miku se nos acercó y nos saludó con los acostumbrados buenos días, pero ahora nos tomó a ambos de las manos y nos llevó hasta el sillón donde Luka permanecía atenta a un video. En ese momento me di cuenta que todos tenían unas ojeras terribles, evidencia de no dormir en toda la noche.

—Antes que nada, perdón por robar su despertador —dijo Luka agachando la cabeza—. Pero queríamos tener todo listo antes de que se fueran.

—Claro… em… ¿qué está pasando? —pregunté sin entender nada.

—Digamos que pasamos toda la noche pensando en cómo fastidiar a Kirihara-san, y encerrarnos es el primer paso —confesó Miku con una sonrisa—. Pero aún hay más.

—Pensamos que si él jugó sucio con nosotros —comenzó a decir Len.

—Nosotros teníamos que hacer lo mismo —terminó Rin guiñando un ojo.

—Así que hicimos un video especial que, estamos seguros, no le gustaría que nadie viera —agregó Luka con una sonrisa llena de malicia—. Tienen que verlo.

—¡El desayuno está listo! —cantaron Gumi y Kaito.

Ese fue el desayuno más raro que he tenido en mi vida. Por un lado, estaban los golpes de Kogami en la puerta, por el otro, estaba viendo un video que los VOCALOID grabaron en la madrugada y, por último, el menú era hot cakes con forma de animalitos acompañados de helado. El día no pudo comenzar de mejor manera. Nos sentamos en silencio en la sala, el video se veía en el televisor y Miku se encargó de poner el volumen lo suficientemente alto para que Kogami y mi suplente escucharan detrás de la puerta.

Lo primero que apareció fue el logo que Miku usaba en todos los videos de su blog: una sonriente versión chibi de ella que galopaba por la pantalla montada en un puerro. A esto le siguió nuestra sala con todo el grupo sentado frente a la cámara, callados, sin esa energía que los caracterizaba.

—¡Hola! —sonrió Miku, tan alegre como siempre—. El video de esta ocasión es diferente a lo que están acostumbrados a ver aquí. Seré directa porque hay muchas cosas que decir. ¡Por eso me acompañan todos los miembros de VOCALOID! —anunció a sus compañeros que respondieron con un ademán—. Bien. Es posible que para este momento ya lo sepan pero para los que no, debemos decirles que nuestro representante, Master, ha renunciado a su puesto. Al momento de grabar esto no sabemos cuál sea la versión que maneje la prensa, pero todo lo que diremos es la verdad. Como saben, VOCALOID es un grupo que maneja muchos proyectos musicales, interpretamos casi cualquier género musical, actuamos y bailamos en nuestros videos, incluso anuncios de televisión y revistas. Todo esto lo hacemos con cariño para todos ustedes, porque es algo que nos propusimos desde que nos conocimos en la escuela, ser una banda importante que tocara muchos corazones alrededor del mundo. En gran parte esto se lo debemos a Master y su novia Thelma, quienes creyeron en nosotros desde el primer momento. Juntos nos esforzamos para que VOCALOID creciera y se volviera lo que es hoy, para acompañarlos en algunos momentos de su vida, para entretenerlos o para que se rompieran la cabeza descifrando las canciones extrañas que llegamos a interpretar —dijo con una risita. No podía creerlo, iban a hablar sobre la trampa que nos tendieron—. Pero no todos piensan así. Para nuestra disquera, solo somos su principal mina de oro. Nuestro trabajo no es sencillo. En ocasiones es agotador y nunca se acaba, son horas de ensayo y grabación, además de las estrictas cláusulas que tenemos en nuestros contratos. No vamos a hablar de eso en este video, sino de la trampa que le tendieron a nuestro representante para que renunciara a su trabajo solo por el hecho de ser extranjero.

—Nos dimos cuenta que las cosas estaban mal en cuanto llegamos de la gira mundial que acabamos de hacer —Gakupo tomó la palabra—. Noté que unos fotógrafos nos estuvieron siguiendo toda la semana; incluso me enfrente a uno de ellos y le borré las fotografías que nos había tomado. Eso no bastó, pues después del concierto, el mismo hombre se coló a los camerinos y tomó fotografías de Miku y Luka. Como no había guardias de seguridad que lo detuvieran, nosotros mismos fuimos tras él. Cuando Meiko lo atrapó, apareció otro paparazi que tomó fotografías de una supuesta agresión y se llevó al primer fotógrafo. A la mañana siguiente, Master asistió a una junta con los directivos y le informaron que recibieron un correo electrónico con muchas fotografías incriminatorias de nosotros y que pedían una fortuna a cambio de no venderlas. Sacaron el dinero del salario de Master, por lo cual él tuvo que renunciar para solventar los gastos y evitar que nos viéramos envueltos en un escándalo. Y es aquí donde descubrimos la trampa.

—No podemos decir quienes, pero hay personas que nos ayudaron en esto y nos facilitaron varios correos electrónicos y reportes de transacciones bancarias. Todos asociados a la cuenta del presidente de la disquera: Kirihara Masaru —ahora hablaba Luka, mostrando las hojas que Sayuri y Big C nos entregaron—. Como pueden ver, todo está impreso desde el explorador, nada está modificado. Vamos a leer un par de correos, solo para que conozcan las ordenes que Kirihara-san dio a los fotógrafos que mandó a espiarnos.

—¡Yo primero! —gritó Kaito. Se aclaró la garganta y comenzó a leer, imitando la voz rasposa de Kirihara—. "Tengo que deshacerme del extranjero, pero necesito información. Sospecho que Shion y Sakine tienen un noviazgo, lo cual tienen prohibido por su contrato. Quiero fotografías de esos dos que confirmen mis sospechas. He rentado un departamento justo debajo de donde ellos viven. Tienes que hacerte pasar por su vecino y espiarlos en todo momento, no me importa si tienes que usar un dron, quiero esas fotografías cuanto antes. Los papeles ya están a su nombre, solo basta con recoger la llave en recepción. Y recuerde, cada fotografía la pagaré al triple de su valor". Cielos… ya no me siento seguro en este departamento.

—¡Yo quiero la segunda! —dijo Gumi. Se puso de pie y miró varias de las hojas—. A ver… está se ve bien. Ejem. "Ya está todo listo. El guardia tiene órdenes de dejarte entrar. Te entregará un uniforme y una identificación. Cuando te lleven a la sala de ensayos no te alejes de ellos por nada del mundo. Síguelos a donde quiera que vayan, ya sabes que necesito". Kirihara-san, ¿cómo puede pensar que trabajaremos tranquilos si los empleados de limpieza en verdad son fotógrafos que nos espían?

—Este otro también es interesante —intervino Meiko. Sin levantarse del sillón comenzó a leer—. "Las ultimas fotografías de Sakine son justo lo que necesitaba". Juro que les mostraré las fotografías, pero antes debemos leer esto. Continúo: "Ahora, esta es la semana de descanso de VOCALOID. Quiero que los sigan a cualquier parte que vayan, no los dejen solos ni por un minuto. Por los gastos no se preocupen, pueden cargar todo a la cuenta de la empresa siempre y cuando consigan la información que necesito. Ya saben, la paga será el tripe de lo que puedan ofrecerles en cualquier revista. Espero buenos resultados". Creo que esto fue de la vez que fuimos a la playa.

—Y hay muchos correos más como esos —ahora fue Len quien habló, mostrado a la cámara una pila de hojas—. Todos contienen órdenes directas de Kirihara-san, que debían hacer los fotógrafos, donde estaríamos, como vestir, donde recoger identificaciones falsas. Y todo eso solo para reunir fotografías que nos dejaran mal parados y chantajear a Master con ellas.

—¡Y vean el precio de cada fotografía! —Rin hizo a un lado a su hermano con un empujón. Enseño los reportes de las transferencias bancarias—. Además de todos los gastos pagados, hay depósitos de hasta 3,000 dólares por cada fotografía incriminatoria. ¡Ah! Y hasta 5,000 si hay un beso. De saber esto, yo misma hubiera tomado esas fotografías. Pero claro, esos besos tan caros eran de una pareja en específico.

—¡Muy bien! ¿Quién mostrará sus fotografías primero? —Miku incitó a los demás. Funcionaba como la presentadora, claro, el blog era suyo.

—Soy la única criminal aquí, así que yo voy primero —Meiko se levantó de inmediato, tomó varias hojas y se sentó frente a la cámara. Dejó escapar un suspiro y de inmediato adoptó su típica expresión de confianza—. Soy Sakine Meiko, orgullosamente la "chica mala" del grupo. Se me acusa de beber mucho, mucho alcohol. Pues es verdad, estas fotografías no mienten —y mostró las imágenes donde claramente estaba ebria, rodeada de latas de cerveza, o aquella vez que en un restaurante se terminó ella sola tres botellas de vino, y una foto más en la que sometía a Gakupo con una mano mientras con la otra sostenía una botella de sake—. Sí, me gusta beber y aunque soporto bien el licor, a veces me excedo en las copas y termino ebria. No, no soy alcohólica; de hecho puedo pasar días y semanas sin tomar una sola gota de licor, pero cuando llega la ocasión pues… suelo excederme. Y por si las dudas, nunca he dado un concierto ebria. Sé que no faltará quien lo diga, así que los invito a revisar mis presentaciones y que vean como bailo, de estar ebria no podría moverme bien. Ah sí, también se me acusa de participar en carreras clandestinas a las afueras de Tokio. Esto también es verdad, de hecho, soy la actual campeona del circuito ¡más de cinco años invicta! ¡Vean! —y mostró las fotografías que le tomaron durante y al final de una carrera. Estaba celebrando con Big C y sus amigos (incluso me pareció ver la cabellera verde de Gumi), que seguramente la llamaban a la voz de "Reina". En verdad, Meiko se veía orgullosa de presumir su vida secreta—. ¡Pero no quiero que ninguno de ustedes lo intente! Las carreras clandestinas son peligrosas, requieren mucha pericia por parte del conductor y no cualquiera puede con ellas. Y si aun así se atreven a intentarlo, me encargaré de ustedes. Es todo, ¿quién sigue?

—¡Yo! —saltó Kaito. De inmediato se sentó al lado de Meiko—. Pero para mí confesión necesito a Mei-chan. Soy Shion Kaito y amo el helado —dijo con una sonrisa infantil—. Pero supongo que todos saben eso, no puedo vivir ni un día sin comer helado. Lo que debo confesar es un poco más embarazoso. Y es que yo… tengo una manía por desnudarme y solo dejarme la bufanda —dijo manteniendo su sonrisa y enseñando las fotografías de los espías. La mayoría eran sobre el techo del edificio donde vivíamos, salvo un par que fueron tomadas en los pasillos de la disquera—. Es algo que hago desde niño, aunque en ese momento el problema era mayor y pasaba sin ropa casi todo el tiempo; al crecer pude controlar mis impulsos y ahora solo lo hago una o dos veces a la semana. ¡Oh! Pero mucho más importante que eso, debo confesar que he violado una de las cláusulas de mi contrato: no tener pareja. Lo siento por quienes me "shippean" con Miku… o Gakupo. Ella es una chica muy linda y la quiero mucho, y Gakupo es mi mejor amigo… aunque si él fuera chica tal vez… o si yo fuera chica… ¡El punto es que desde hace casi cinco años Mei-chan y yo somos novios! —fue tierno ver la confesión de Kaito. Después de balbucear esas cosas sin sentido sobre Gakupo, logró revelar su noviazgo con Meiko. Ambos estaban con las mejillas coloradas (sorprendentemente, ella más que él) y se tomaron de las manos mientras enseñaban las fotografías—. Puede que seamos muy distintos, diferimos mucho en gustos, sobretodo de comida, pero aun así estoy feliz con ella. Sé que Meiko parece una chica ruda, de hecho lo es, pero también es una mujer maravillosa, valiente, y con un corazón enorme. No podría haber conocido a alguien mejor que tú para compensar todo lo que me falta. Te amo —remató con una tierna sonrisa.

—Ven acá —respondió Meiko aun sonrojada. Le plantó un beso a Kaito en los labios para después levantarse y regresar juntos al sillón, aun tomados de la mano.

—Bien, es nuestro turno. ¿Listo? —preguntó Rin a su hermano con esa sonrisa típica de los Kagamine.

—Sí. Ya tengo todo ordenado —respondió Len. Ambos se levantaron del sillón y ocuparon su lugar frente a la cámara. Respiraron hondo un par de veces antes de comenzar con su parte—. ¡Ella es la hermana mayor más hermosa del mundo! ¡Kagamine Rin!

—¡Y él es el hermano menor más lindo del mundo! ¡Kagamine Len! Y es un pervertido al que le gusta travestirse.

—¡Eso no es cierto!

—Es broma. De hecho es lo que más pena le da —agregó Rin con una sonrisa que intentaba ser tierna. Le dio unas palmadas en la espalda y prosiguió—. Cada vez que lo ven vestido de chica en un video, hay horas de trabajo invertidas; primero para quitarle la pena y salir así, segundo, para que se deje fotografiar o grabar con esa ropa.

—Sé que no hay nada de malo pero… me da pena hacerlo. También sé que muchos piensan que no soy yo quien aparece en esas escenas, sino Rin, pero se equivocan. ¡Yo siempre grabo todas mis escenas! Quien no lo ha hecho es mi hermana y de ese es uno de nuestros "crímenes". Verán, en varios de los contratos de evento que fírmanos, siempre hay una cláusula que obliga la participación de los ocho integrantes de VOCALOID. De no presentarnos todos, tendríamos una sanción.

—No hace mucho —siguió Rin. Es tan raro verla completamente seria—, tuvimos una semana muy pesada y el ultimo evento era una presentación en televisión. El problema fue que unas horas antes de eso me lastimé un tobillo y no podía presentarme. Para no incumplir el contrato utilicé a un doble: nuestro primo Kii que está de visita. ¡Di hola, Kii-kun! —tomó la cámara y la dirigió al comedor, donde el chico miraba al grupo con ojos soñolientos. Apenas levantó la mano para saludar, Rin giró de nuevo la cámara y la dejó de nuevo en su lugar—. Le puse una peluca y mi ropa para que bailara en mi lugar. ¡Y funcionó! Miren, estas son las fotografías que nos tomaron durante el cambio. Estos fotógrafos son buenos, ni los notamos. Me pregunto cuántas fotografías prohibidas de Len tendrán.

—¡Oye! ¡¿Por qué mías?!

—Porque eres un shota adorable —respondió con una sonrisa mientras le daba palmaditas en la espalda.

—Como sea —dicho esto, el joven rubio se aclaró la garganta y siguió su discurso—. Otra cosa de la que se nos acusará es de em… ser muy traviesos. Nos gusta jugarles bromas, a veces muy pesadas, a todas las personas con las que convivimos, especialmente a nuestros amigos. Aunque en más de una ocasión nuestras víctimas fueron empleados de las disquera o de los hoteles donde nos alojamos, incluso otros artistas y un grupo de ancianas que se reunían cerca de nuestro departamento. No parece muy grave, pero a nuestros jefes parece que nos les gusta esto y menos cuando involucra pirotécnica como la que acabamos de comprar —dijo con una sonrisa inocente mientras enseñaba la caja de cartuchos que le habían arrojado a Kogami hacía unos minutos—. Creo que es todo de nuestra parte… pero si las señoras de "Club del Pez Koi" ven esto… lamento mucho que Rin hirviera a sus peces… dos veces.

—¡Ah! ¡Ellas pensaban que solo fue una vez!

—¡Gumi, es tu turno!

—¡Te voy a matar, Len! —y la participación de los gemelos terminó con ambos corriendo por el departamento.

Gumi se levantó con cuidado y con un paso temeroso se acercó a la cámara. Sus manos temblaban y sus mejillas estaban encendidas en un avergonzado rojo. ¿Qué tan malas serían sus fotografías? A decir verdad, no había pruebas de que rompiera alguna cláusula del contrato, ni actividades que pudieran ser catalogadas como "ilegales". Sin embargo, lo que ella debía confesar era algo que podría costarle su vida social.

—¡Hola! Ustedes me conocen como Megpoid Gumi, aunque mi apellido real es Kamui. Eso es porque utilizo el apellido de mi madre como nombre artístico. Ahora… casi toda la gente piensa que soy hermana de Gakupo, pero en verdad somos medios hermanos, aunque desde bebés hemos crecido juntos. Solo era una aclaración que quería hacer, lo que en verdad debo confesar es mi afición por rescatar animales de la calle. Me gustan mucho las mascotas en general y no soporto ver a un perro vagando por las calles. En más de una ocasión he parado nuestro autobús para subir a un perrito que parece perdido; lo malo es que a veces recojo animales que tienen dueño y parezco una ladrona de mascotas, o bien, los hoteles donde nos alojamos no aceptan mascotas y los escondo en mi equipaje… Sí, en cada gira nos pasa. Incluso nos echaron de un hotel en Alemania al descubrir a tres gatos en mi maleta. T-tengo que dejar de hacer eso —rio nerviosa mientras enseñaba sus fotografías recogiendo perros en la calle. Las dejó a un lado y dejó escapar un suspiro. Tomó otras hojas y aun con manos temblorosas, las extendió frente a la cámara—. También debo confesar… ¡que suelo visitar Akihabara para comprar mangas y figuras coleccionables! Así es, ¡soy una otaku! Y de no ser por VOCALOID, seguramente en estos momentos sería una hikikomori. Sí, es difícil de creerlo, pero antes de este proyecto yo era muy introvertida y prefería encerrarme en mi cuarto a dibujar y ver anime, eso también me trajo una serie de malas relaciones durante la preparatoria. Y eso es todo lo que debo decir. Te toca hermano.

Se levantó sin decir nada más, aun con las mejillas encendidas. A su lado pasó Gakupo, quien le dio unas cariñosas palmadas en la cabeza. Con suma seriedad se sentó frente a la cámara, completamente decidido a hacerle frente al chantaje de Kirihara.

—Soy Kamui Gakupo, el mayor de VOCALOID, aunque por mi torpeza habitual no lo parezca. Es un secreto muy bien guardado por la empresa, mis descuidos han costado una fortuna ya que suelo dañar equipo de filmación, muebles en hoteles… y hasta piezas en museos. Soy propenso a accidentes, debo admitirlo. Así como admito la obsesión que llegué a tener por Luka desde que la conocí. Desde entonces no paré de cortejarla, llegué a obsesionarme al grado de que mi único motivo para pertenecer al grupo era ella. Incluso mandé hacer esto —con una mano dudosa levantó la fotografía del dakimakura de Luka. Entre nosotros no era un secreto la existencia de dicha almohada, pero no dejaba de ser muy… incomodo verla—. Sé que es un comportamiento reprobable de mi parte, no solo por la prohibición que nos impone el contrato, sino por lo enfermizo que se tornaba. Incluso tuve que pedir ayuda profesional para superarlo, cosa que a la disquera tampoco le conviene dar a conocer y aun así pensaban en chantajearnos usando esa información —agregó mientras enseñaba varias fotografías suyas esperando su turno con el psicólogo y otras al abandonar el consultorio—. Sí, aunque busqué como superar mi obsesión, también admito que mi comportamiento no fue aceptable dada mi condición de idol. Como tampoco es aceptable que agrediera a un paparazzi… pero lo hice para mantener la promesa que le hice a una preciada amiga —en ese momento, se giró para ver a Miku y le dirigió una sonrisa—. Es todo de mi parte.

De inmediato se levantó y le hizo señas a Miku para que se acercara. Ella suspiró, se podía ver que estaba sumamente nerviosa. Luka le puso una mano en las piernas a la vez que le dirigía una reconfortante sonrisa. Sabían muy bien que algún día deberían revelar su mayor secreto, aunque posiblemente nunca imaginaron que sería bajo estas circunstancias. Se tomaron de la mano y avanzaron hasta el asiento frente a la cámara, sonrojadas, pero decididas a decir toda la verdad. En ningún momento soltaron sus manos mientras hablaban.

—No es fácil decir esto… pero el principal motivo de este video somos nosotras. Hatsune Miku.

—Y Megurine Luka —intervino la pelirosada. Sin duda, más segura que Miku—. Esto no comenzó por nosotras, ya quedó claro que los primeros en estar en la mira de Kirihara-san fueron Kaito y Meiko; pero pronto la atención se desvió hacia nosotras. Comenzó como un rumor después del estreno de Magnet, tal vez dimos señales sin darnos cuenta, o no lo escondimos muy bien. La razón de Kirihara-san para espiarnos es más importante que un simple coraje por la falta de atún en un restaurante.

—Desde hace casi un año —continuó Miku— que nos convertimos en el principal objetivo de Kirihara-san. No es que estemos haciendo algo malo, solo incumplimos una cláusula del contrato… y aunque algunos lleguen a pensar que esto se trata de una estrategia de marketing… están muy equivocados. Hemos pasado muchas cosas como para que piensen que se trata de una estrategia basada en fanservice. La verdad es que Luka y yo… Luka y yo… —su cara se puso completamente roja, como si fuese a estallar en cualquier momento. De ser un anime, seguramente estaría echando humo por las orejas.

—¡Somos novias! —gritaron ambas al mismo tiempo. Miku giró los ojos hacia Luka, quien sonreía bajo el rubor de sus mejillas. La abrazó en el acto y tomó la palabra.

—Miku y yo hemos sido novias desde hace dos años y medio, pero parece que no fuimos muy buenas ocultándolo. Ustedes no saben lo difícil que ha sido mantener este secreto, mucho menos lo difícil que fue lidiar con nuestros propios sentimientos. Estábamos tan temerosas, no solo de las consecuencias por el contrato, sino porque pensábamos en el posible rechazo. Esperen, yo fui la primera en declararse —bromeó Luka, lo que causó la risa del resto—. Pero este video no es para contar nuestra historia, es para dejar en claro que no voy a permitir interponerse a nadie en nuestra vida.

Mi teléfono sonó de la nada, el video aún no terminaba pero ya me imaginaba quien estaba al otro lado de la llamada. Levanté una ceja al ver el número y contesté. La voz de Miku despidiéndose de sus seguidores se apagaba con cada palabra que escuché en la bocina.

—Kirihara-san los recibirá de inmediato —dijo Kogami completamente seco—. Y que lleven ese video.

—Hecho.

Colgué. No sé cómo lo hacen, pero siempre logran salirse con la suya. ¡Confesar todo! Vaya forma de enfrentarse al chantaje de Kirihara. Así no tenía con que amenazar a VOCALOID o se arriesgaba a la divulgación de las sucias artimañas empleadas para controlar a las bandas que firman con él. Solo había que pensarlo un poco, VOCALOID perdería su contrato por incumplimiento de las clausulas, pero al saber las poco éticas medidas tomadas por el jefe, la siguiente generación de cantantes se lo pensaría dos veces antes de firmar con él. Quizá hasta otros artistas de la misma disquera se sentirían incomodos y comenzarían a cuestionarse si son espiados por los paparazis de Kirihara-san. O tal vez estaba exagerando las cosas.

—¿Por qué me miran así? —dije al notar que todos tenían la vista fija en mi—. Vamos a vestirnos, ¡el viejo Kirihara nos recibirá cuanto antes!


En menos de media hora llegamos a la sede de la disquera y en menos de diez minutos irrumpimos en la oficina del viejo Kirihara. Ahí estaba él, sentado detrás de su escritorio lujoso, con un gesto que parecía estar hecho en piedra. Éramos solo nosotros y él, sin ningún otro ejecutivo que nos molestara. Pero aun cuando le superábamos en número y por mucho, no parecía sentirse intimidado.

—Así que… lo saben todo —dijo sin mostrar emoción alguna. Era tan frio como solía serlo al hablar de negocios, pero no quedaba ni un rastro del Kirihara soberbio que me hizo renunciar el día anterior.

—Sí señor —respondió Gakupo con la misma frialdad. No esperábamos menos del heredero de las empresas Kamui. Como futura cabeza de la compañía, tenía que dominar estas situaciones—. Y debo decir que es algo sumamente reprobable de su parte. Esos métodos no son nada honestos ni honorables.

—¿Honorables, Gakupo? ¿Honorables? Ninguna empresa tan grande como esta se destaca por ser honorable, muchacho.

—Se equivoca.

—Estoy seguro que tu padre es incluso peor que yo.

—¿Cómo se atreve a decir eso? —rugió Gakupo dando un golpe al escritorio.

—Nuestro padre no es como usted —chilló Gumi completamente molesta. Hubiese imitado a su hermano de no ser por Len, que detuvo su mano.

—¿De verdad lo creen?

—¡Basta Kirihara-san! —interrumpí de golpe—. No voy a permitir que juegue con ellos en este momento.

—Admirable, Master, pero te recuerdo que renunciaste y tu presencia aquí está de sobra.

—¡Él aun es nuestro representante! —saltó Miku frente a Kirihara—. No hemos aceptado su renuncia.

—Eso no es algo que ustedes decidan —replicó el viejo, parecía que ya lo estábamos hartando.

—¿Y ser los cantantes que más dinero recaudan para esta disquera no significa nada? —señaló Meiko—. ¿No nos otorga al menos el derecho a elegir a nuestro representante?

—Eso ya lo hicieron y los resultados fueron desastrosos.

—¿Desastrosos para quien, Kirihara-san? —preguntó Luka. Había recuperado ese aspecto frio con el que la conocí—. Nunca nos metimos en problemas con la prensa hasta que usted mismo realizo esta jugada tramposa.

—Así que lo decidimos, o Master vuelve con nosotros o todos renunciamos a esta disquera —concluyó Kaito.

—Hacen eso y todas esas fotografías serán publicadas de inmediato —amenazó el viejo perdiendo su aparente calma. Por si quedaba alguna duda, VOCALOID puede colmar la paciencia de cualquiera—. Sus carreras estarán acabadas.

—Encontraremos otra disquera fácilmente —replicó Luka, muy segura de sí.

—¿Otra disquera? ¿En verdad piensan que alguien en este país se atrevería a firmar con ustedes? Un nudista y su novia criminal, un par de mocosos bromistas, una otaku, un tonto que se cree samurái y una pareja de lesbianas —las palabras de Kirihara estaban cargadas de veneno. En ese momento, los chicos de dieron cuenta de lo que su jefe pensaba de ellos—. Vaya grupo. ¿Creen que pueden ganarme? Su video no logrará cambiar nada.

Un terrible silencio inundó la oficina. Lo único que quería hacer en ese momento era darle un buen golpe a Kirihara en su soberbia e intocable cara, pero no sería prudente. Estaba furioso con él, todos lo estábamos, después de escuchar sus palabras, el desprecio con que miraba al grupo más exitoso que su maldita empresa había tenido. Sin embargo, él tenía razón. Aunque hiciéramos publico el video, la reputación de VOCALOID quedaría manchada para siempre y, aunque lo más grave era lo de Meiko, serían vistos como unos irresponsables que no pueden seguir una cláusula contractual. Miré a Kirihara, sentado con su porte de superioridad. Él tenía las riendas de la situación y lo sabía.

—Kirihara-san —Miku retomó la palabra, rompiendo el silencio con una voz temerosa—. Al menos… permítanos despedirnos de Master como lo merece.

—¡No me vengas con eso, Miku! —estalló Meiko. Kaito y Gakupo tuvieron que detenerla para que no saltara sobre la chica de coletas—. ¿Te vas a rendir tan fácil?

—¡No podemos hacer nada, Meiko!

—Mei-chan, hagamos lo que hagamos, quedaremos mal ante todos —le dijo Kaito.

—Miku tiene razón, solo podemos salir de aquí con los menos problemas posibles —suspiró Luka resiganada—. Usted gana, Kirihara-san.

—Me da gusto que lo entiendan. Y díganme, ¿cómo piensan despedirse de Master?

—Con… con un concierto —dijo Miku.

El trayecto al camión fue bastante incómodo. Estaba confundido y decepcionado, pero no tanto como Meiko que caminaba apartada de nosotros. Los demás mantenían el silencio que se hizo en la oficina y las miradas estaban fijas en el suelo. Se respiraba un aire de derrota con el que apenas podíamos andar. En ese momento, el video y el enojo por el que hicieron pasar a Kogami no valían nada ante las palabras de Kirihara. Tal vez el tipo tenía razón y era mejor dejar las cosas así antes de empeorarlo todo. Lo único que ganamos fueron tres semanas más para vivir en el departamento con ellos, hasta que se realizara el concierto en el cual me despedirían. Las condiciones del mismo fueron algo extrañas, pues además del poco tiempo para organizarlo, se pidió la asistencia de Kirihara y su sequito de ejecutivos. Supuse que era para dar una buena imagen y que los espectadores pensaran que todos éramos buenos colegas. Cuando entramos al camión y cerré la puerta, los VOCALOID estallaron en una sonora carcajada. Thelma y yo los vimos confundidos, ¿acaso todo eso fue una actuación? Meiko abrazó a Miku, ambas con una expresión ganadora cuando hacía unos minutos no se podían hablar.

—No puedo creer que funcionara —dijo Gakupo entre risas.

—Lo tenemos justo donde queríamos —agregó Meiko llena de confianza.

—¿De qué hablan? —pregunté sin entender nada. Obviamente todo lo que hicieron en la oficina del viejo Kirihara fue una actuación.

—Todo esto estaba calculado —me respondió Luka—. Sabíamos que no hay forma de vencer a Kirihara-san, así que pensamos en darle donde más le duele y ya el tiempo se encargará de él.

—Seguir con VOCALOID no tiene sentido sin ustedes dos —dijo Rin.

—Estamos dispuestos a terminar con esto de una vez —agregó Len con total calma—. Además queremos hacer otras cosas.

—Quieren decir que…

—Sí —respondió Miku. Me guiñó un ojo y con una sonrisa dijo—, pero no le digas a Kirihara-san. Es una sorpresa.


Tres semanas pasaron en un parpadeo y aun así fueron desgastantes. Un día después de nuestras negociaciones con Kirihara (si es que podemos llamar de esa manera a la confrontación que hizo VOCALOID) se iniciaron los preparativos para el concierto. El viejo se mostró confundido cuando Miku expuso semejante petición, pues le parecía mucho escandalo para despedir a un manager que renuncio por no cumplir con su trabajo, pero los signos de yenes que ganaría con esa presentación pudo más que su sentido común y aceptó sin oponer ni una sola palabra, incluso prometió asistir junto a sus ejecutivos más allegados para disfrutar del concierto y de la sorpresa que les teníamos preparada.

En esta ocasión, no me salté ningún ensayo ni planeación. Estuve presente en todo momento a fin de pasar cada segundo de esas tres semanas junto a mis representados… no, no representados, de mis amigos. En los medios ya se anticipaba mi renuncia, era una noticia que comenzaba a darle vuelta al país y con ella la propaganda del concierto sorpresa. La versión oficial decía que mi salida de debía a un nuevo proyecto en el extranjero y por eso decidí alejarme de VOCALOID; incluso en las entrevistas que ocasionalmente concedí, afirmaba esa excusa inventada por los jefes de la disquera, sin aclarar a donde me iría ni de que se trataba tal proyecto, ustedes saben, esas cosas de secreto profesional.

Cuando nos dimos cuenta, ya era la noche anterior al concierto. El departamento estaba tan vacío como no fue posible dejarlo. No había adornos en los muros ni en los muebles, los armarios no tenían nada de ropa y todas nuestras pertenencias, excepto los muebles, estaban empacadas en cajas de cartón o maletas, listas para orquestar nuestra salida. De hecho, algunas de esas cosas ya estaban esperándonos en una casa a las afueras de la ciudad, misma que fue patrocinada por el señor Kamui. Contrabandear nuestros bienes fue una labor intensa que maquinamos en esas tres semanas de preparación para el concierto; algunas cosas las arrojamos como si fuesen basura, otras las mandábamos por el ascensor a altas horas de la noche, esto para que los chicos de Big C se las llevaran directo al que sería nuestro refugio tras el concierto. En cuanto los muebles, ya nos encargaríamos de eso después. Nuestra última noche, por lo mismo, fue muy parecida a la primera. Estábamos sentados en el suelo mientras cenábamos, recordando los años anteriores y platicando de cualquier tontería. Nuestro tema favorito fue imaginar la cara que pondría Kirihara al recibir su merecido, era una lástima que no podríamos verla ya que el infeliz estaría muy lejos del escenario. El segundo tema fue calcular cuánto helado come Kaito en un año, otra incógnita que nunca podremos resolver. Y contrario a lo que podría pensarse, el ambiente no fue para nada triste o melancólico; reíamos como siempre y había muestras de cariño en todo momento. Nuestra última cena en el departamento fue tan modesta como la primera: ramen instantáneo y papas fritas, así lo decidimos para recrear aquel día en que VOCALOID comenzó a ser un proyecto serio y porque nadie tenía muchas ganas de cocinar aquella noche.

Al día siguiente, el gran día, nos despertamos temprano y fuimos a desayunar a un restaurante cercano, ya sin temor alguno de ser vistos por la gente. Hubo fotografías por todos lados, pedidos de autógrafos y más fotografías. Kaito y Gakupo incluso cantaron un par de canciones junto a varias fanáticas que agradecieron el gesto. Ya en el restaurante, pedimos a la gente que nos dejara a solas mientras desayunábamos y ellos lo entendieron. Algunos se quedaron cerca y también comieron ahí, otros permanecieron afuera, pendientes de que no nos fuéramos. Salir fue más difícil de lo esperado, pues las personas que nos rodeaban no hacían fácil el camino hacia el camión, lo que provoco que perdiéramos unas tres horas en el desayuno. Pero no nos importó. Miku incluso transmitió un pequeño video de todos en las calles de Tokio, junto a los fanáticos que nos rodeaban. Después de aquello, llegamos al recinto donde sería la presentación. La última presentación de VOCALOID.

—¡Un minuto para comenzar! —gritó uno de los trabajadores. Afuera podíamos escuchar la voz de los espectadores coreando los nombres de cada uno de los VOCALOID. La expectativa se sentía en el ambiente, no solo por los que estaban frente al escenario, también provenía de nosotros. Nos agrupamos en círculo, como siempre ante de cada concierto.

—Todos los ejecutivos están en el palco —dijo el primo Kii.

—Y las cámaras están enlazadas a mi blog —dijo Miku—. Los amigos de Big C tienen todo listo.

—¿Kirihara sabe que lo vamos a transmitir por Internet? —preguntó Len.

—No, y esperemos que no sé de cuenta —respondió la chica de las coletas.

—¡Treinta segundos! —se escuchó de nuevo al mismo hombre.

—Bien chicos, ya saben qué hacer. Esto tiene que ser memorable —les dije.

—¡Y vaya que lo será! —rugió Meiko con mucho entusiasmo—. ¿Pero teníamos que iniciar comenzar con Ievan Polkka?

—Es un concierto de éxitos, Mei-chan —respondió Kaito con una sonrisa.

—Y armamos la lista de canciones en dos minutos, ¿qué esperaban? —interrumpió Rin con ironía.

—¡Diez segundos!

—Todos con las manos al centro —ordenó Miku—. Por un buen espectáculo.

—¡VOCALOID! —gritamos al mismo tiempo elevando las manos al aire.

El concierto dio inicio y, como dijo Kaito, fue una recopilación de éxitos. Aunque el inicio con Ievan Polkka sorprendió a todos, pero con Matryoshka, Bad End Night y World's end Dancehall se encendió al público después de tan singular arranque. Lo cambios de vestuario comenzaron cuando dejaron solo a Kaito durante su ya conocida Shineba ii no ni, para que Miku se alistara con su ropa de World is mine, Len reuniera valor para usar el traje de Magical nuko Len Len y Luka y Gumi alistaran Happy Sintetizer. Detrás del escenario, permanecíamos pendientes a dos cosas: el palco con los ejecutivos encabezados por Kirihara y la laptop de Miku con el concierto transmitido en vivo. Por suerte, ninguno representó un inconveniente. Finalmente, después de cerca de unas dos horas de música, de interpretar toda la saga escrita por el malvado Mothy, la rara saga de Putin-P y un duelo de agudos entre Kaito, Rin y Miku, llegamos al momento estelar de la noche. Las luces se apagaron, el último cambio de vestuario se realizó en menos de un minuto. Ellos salieron de dos en dos y, al llegar a su sitio, se pusieron los ya famosos micrófonos de mariposa mientras un oleaje de escuchaba junto a un piano. Era hora de la última canción.

Al centro, como siempre, estaban Luka y Miku. Detrás de ellas, también al centro, Gakupo y Kaito; a la derecha los Kagamine y a la izquierda Meiko y Gumi. Sí, había un motivo muy especial para cerrar con esa canción. La reacción del público no se hizo esperar cuando Miku comenzó a cantar. No era la primera vez que se hacia esta interpretación, pero fue la más significativa para todos. A lo lejos, podía ver las caras de los ejecutivos que no perdían ni un solo detalle de lo que ocurría en el escenario. Casi al final de la canción, Luka hizo una señal a los músicos para que continuaran con la melodía y Miku volvió al centro del escenario.

—Gracias a todos por venir, en verdad les agradecemos mucho por todo estos años que nos han apoyado. Ahora, quiero que todos ustedes reciban a la persona que desde un principio creyó en nosotros. ¡Nuestro representante, Shawn Master!

Salí al escenario por primera vez en mi vida. La impresión de tener a tanta gente frente a uno es paralizante; las luces, las miradas, el calor de los reflectores, es algo abrumante para quien no está acostumbrado. Así que esto ven ellos todo el tiempo. Es algo impresionante. Yo apenas podía dar un paso más, sobre todo porque no era algo que me correspondiera, pero tanto Thelma como Kii me alentaban a avanzar. Llegué a un lado de Miku, que me abrazó y se dirigió de nuevo al público.

—Damas y caballeros, queremos agradecer ante todos ustedes al hombre que luchó hasta el fin por el proyecto VOCALOID. Él que nos apoyó en cada presentación detrás del escenario, que conducía el camión que nos llevó a cientos de conciertos y en quien vimos a un hermano mayor. ¡Gracias Master! —el publicó realizó una ovación que me resultó tan agradable como intimidatoria. No estoy acostumbrado a tanta atención—. Para terminar… ¿nos ayudas con la última despedida?

—Por supuesto —tomé un micrófono que Kaito me dio—. ¡Damas y caballeros, ellos son VOCALOID! ¡Sakine Meiko y Shion Kaito! —anuncié. Los nombrados se acercaron al centro del escenario y ofrecieron una reverencia al público que coreó sus nombres—. ¡Kagamine Rin y Len! —pasaban juntos, tomados de la mano y tras saludar, se separaban y caminaban a extremos opuestos para terminar formados—. ¡Megpoid Gumi y Kamui Gakupo! —el objetivo era dejar a Luka y Miku al centro. Miré al palco y le dirigí una sonrisa burlona a Kirihara—. ¡Megurine Luka y Hatsune Miku!

El público estalló en ese momento y la reacción aumentó. Me hice a un lado para ser lo menos visible, pues ellas requerían toda la atención. Quedaron al centro de la formación, tomadas de la mano y a mi parecer algo nerviosas. Realizaron la reverencia a los espectadores, adoptaron la pose de la imagen oficial de la canción y, con las últimas notas del piano, cerraron el concierto con un beso frente a todos. El público expresó su sorpresa, pero en vez de rechazo, vitorearon el suceso, como si hubiesen esperado ese momento por mucho tiempo. Miré a donde estaba Kirihara, era difícil saber que expresión tenía pero sin duda, la despedida no le causó nada de gracia, pues estaba de pie y al parecer tiró un par de golpes al cristal.

—¡Gracias a todos por venir! —gritó Rin—. Pero aún tenemos una última sorpresa.

—Les pedimos que permanezcan en sus lugares hasta que termine el siguiente video —terminó Len.

En las pantallas a nuestras espaldas, apareció el logotipo del blog de Miku, lo que causó mayor expectativa. Nosotros abandonamos el escenario despidiendo con la mano a los espectadores que volvían a guardar la compostura.

"¡Hola! El video de esta ocasión es diferente a lo que están acostumbrados a ver aquí" se escuchó la voz de Miku en las bocinas del recinto, pero eso ya no nos importó, pues sabíamos muy bien que contenía ese video. El blog seguía transmitiendo en vivo para todo el mundo, pero apagamos la laptop. Quienes tenían el control ahora eran los hackers de Big C. Nos miramos en silencio pero sonrientes. Nos fundimos en un gran abrazo grupal tras unos segundos y así permanecimos hasta que los espectadores comenzaron a reprochar las medidas de Kirihara. Nos miramos de nuevo, completamente satisfechos por lo que hicimos.

—Gran concierto —dijo el primo Kii.

—¡Sí! Y ese beso fue el broche de oro perfecto —mencionó Meiko abrazando a Miku y Luka, que no se habían separado desde entonces—. Ya quiero ver las fotografías que saldrán mañana.

—Y pensar que Miku no quería hacerlo —murmuró Luka, con la intensión de molestar a su novia—. Ensayamos mucho para ese momento, ¿saben?

—¡Luka! —reclamó Miku dándole unos golpecitos a la pelirosa. Todos nos echamos a reir.

—Oigan —intervino Kaito— ¿cómo lo estará pasando Kirihara?

—Sin duda, está rabiando —respondió Gumi con satisfacción.

—Y se pondrá peor cuando descubra que los neumáticos de su limosina están desinflados —dijo Len aflojándose la corbata.

—¿En qué momento lo hicieron? —se sorprendió Gakupo.

—Teníamos todo calculado para su llegada —dijo Rin con una sonrisa de satisfacción.

Los miraba sin decir nada. A pesar de lo que hicimos, actuaban con toda naturalidad, sin mostrar arrepentimiento alguno. Es cierto, tal vez arruinamos nuestras carreras en el mundo de la música, no encontrarían quien los firmara y yo difícilmente encontraría a alguien que confiara en mí, al menos en Japón. Pero esas ya eran preocupaciones para otro momento.

—¿Vas a extrañarlos tanto como yo? —me dijo mi novia al verme tan callado. Yo le tome la mano.

—Yo creo que más de lo que piensas —dije. Le sonreí y tras besarla, me dirigí a los VOCALOiD—. ¡Oigan! ¿No quieren cenar? Hay un buen lugar por aquí cerca.

Salimos del recinto antes que todos, suerte que el video era de una duración bastante considerable. Abordamos el camión y dejamos atrás todas las preocupaciones que conlleva el negocio de la música; adiós a Kirihara y sus ambiciosos socios, adiós fotógrafos molestos y adiós escenarios. Ahora solo éramos personas normales que se dirigían a un restaurante a cenar después de una ardua noche de trabajo, a la expectativa de lo que el futuro nos tenga deparado. Soy Shawn Master y esta fue mi vida con VOCALOID.


Si llegaste hasta este punto, te felicito! No solo leíste un capitulo de casi 12,000 palabras y 20 paginas en Word! También acompañaste a VOCALOID y a Master en su difícil travesía por el estrellato. Sé que la espera fue muy, muy larga para llegar a esto y espero que el final valiera la espera, cada maldito segundo de espera. En parte me atrasé por el trabajo y la escuela, otra por mis cansancio y, quizá la mas grande, fue por un sentimiento encontrado al escribir estas ultimas páginas. Una parte de mi no quería acabar, quería seguir con la historia y alejarme más del final, aunque las ideas para alargar el fic, o no venían o no me agradaban. Finalmente, retomé el capitulo final que dejé a medias y en unos tres días lo acabé.
Quiero agradecerte por leer este fanfic, por acompañar a sus personajes y por brindar un poco de tu tiempo a este trabajo que realicé con mucho cariño y esfuerzo. Pero no todas las despedidas son definitivas, pues aun nos queda un rato más con el "spin-off" que hice: Balada rosa turquesa, que aun cuando está enfocada en Luka y Miku, el resto del grupo tiene una fuerte participación.
Sin más, muchas gracias por tu lectura y paciencia.

Nos leemos luego!

Al Dolmayan