No tenía pensado realmente escribir esto. Cuando escribí la primera parte sí que me vinieron algunas "imágenes" a la cabeza de cómo serían esos diez años… Pero lo que escribí realmente no. A quienes me animaron a no dejarlo ahí, espero no decepcionaros con lo escrito ;) ¡Gracias por vuestro apoyo!

Obviamente ni los personajes de Sobrenatural ni los de Walking Dead me pertenecen. De vez en cuando se los pido prestados a la cadena AMC y la CW para cosas como esta.


Daryl descansaba su nuca contra la corteza del árbol frente al que se encontraba, la ballesta apoyada contra sus piernas estiradas entrelazadas a la altura de los tobillos.

Se secó el sudor frío de la frente con una mano ligeramente temblorosa. Se mordió los labios, luchando porque la normalidad volviera a sus movimientos pero sobre todo a su propia cabeza.

Cerró los ojos, se pasó una mano por debajo de la nariz con gesto nervioso y miró hacia la puerta de su último refugio, el mismo en el que habían estado viviendo los últimos años.

Ya no corrían el peligro de antaño, al menos no era tan marcado. Realmente no necesitaba llevar la ballesta consigo pero era un hábito casi imposible de dejar atrás. Tantos años manteniéndose alerta, con los nervios a flor de piel, con la adrenalina bombeando la sangre a raudales en sus piernas para que corrieran, le había pasado factura.

Exhaló con profundidad, tragando grueso, dejando que breves pinceladas y retazos del sueño que le había arrastrado fuera de la casa, inundaran de nuevo su mente despierta.

No era la primera vez que daba con sus huesos en la quietud y sombra de aquel árbol en la oscuridad de la noche. No era la primera vez que se despertaba con un grito mudo atascado en su garganta y la camisa pegada a su espalda sudorosa. Tampoco era la primera vez que volvía a verlos entre las neblinas de sus sueños, esos malditos ojos rojos.

Se pasó una mano por el pelo, pegándose algún mechón a sus dedos.

Aquella mujer enfundada en un vestido negro, la promesa firmada con un beso en aquel cruce, los hermanos Winchester y sus armas cargadas con sal.

"En diez años, volveré a por ti."

No había llevado la cuenta y aunque no supiera con certeza qué día de qué mes era el indicado para irse con ella, sabía que ya no quedaba mucho más. Algunas canas salpicaban su cabello, sus huesos crujían más de lo habitual por las mañanas cuando se levantaba, ya no sentía la misma energía y resistencia que tiempo atrás.

El tiempo pasaba para todos de una u otra manera, al menos había tenido la suerte de lograr permanecer con vida después de todos esos años. No todos podían decir lo mismo, las improvisadas tumbas que había desperdigadas a lo largo y ancho del país, daban fe de ello.

"El puto infierno, la olla candente.- Elaboró Dean con vehemencia.- El de verdad, no el que aparece en los cuentos. Torturas diarias, sangre, fuego… "

Cuando escuchó al mayor de los Winchester hablar así, en un principio pensó que se había cruzado con auténticos dementes escapados de alguna institución mental.

Aquella noche en la que logró recuperar a Beth, mientras ella dormía, supo que para su alivio o desgracia, estaban más cuerdos de lo que aparentaban.

Demonios, espíritus, fantasmas, ángeles caídos, Dios, tratos, sal… Alrededor de la hoguera los hermanos le relataron a grandes rasgos su vida antes de que el caos se desatara. Le hablaron del negocio familiar, "salvar a la gente, cazar monstruos". Esos monstruos que todos habían oído hablar de niños, que se escondían en los armarios o bajo las camas. Todos eran reales, y todos campaban a sus anchas en ese mundo ido a la mierda.

Le contaron cómo habían perdido a seres queridos a manos de aquellos seres malditos, cómo casi se habían perdido el uno al otro en más de una ocasión, y en otras en las que ambos cruzaron al otro lado con diferente resultado.

Daryl permaneció en silencio mientras Dean le hablaba del cuchillo con el que aquel demonio rasgaba su piel, día tras día, sin descanso ofreciéndole una tregua si aceptaba tomar él el cuchillo en su mano y continuar su labor. Durante meses se negó a hacerlo… Aún recordaba el silencio que se formó tras pronunciar esa frase dejando que su propia mente terminara de rellenarla.

El tiempo allí abajo era diferente. Las sensaciones también. El engaño era continuo, la tortura no se limitaba sólo al plano físico. Era un destino que no se lo deseaban ni a su peor enemigo, de ahí su creencia de que había tomado una estúpida decisión al besar a la mujer de ojos rojos.

Pero, ¿Qué otra cosa podía haber hecho? Había sido culpa suya que Beth hubiera sido secuestrada. Había bajado la guardia, había abierto aquella maldita puerta sin mirar, sin pensar, todo por… Ella era la única familia que le quedaba, era la única que con certeza sabía que estaba con vida del grupo de la prisión. No quería seguir solo, no quería pensar en volver a estar sólo, no después de todo.

Le había devuelto la esperanza en la gente, en que merecía la pena vivir en aquel mundo venido a menos. Le había hecho creer que podían funcionar de nuevo, que podían llegar un acuerdo con quien viviera en aquella casa. Le había ayudado a enterrar sus demonios en alcohol y cerillas encendidas. Le había hecho creer que era alguien, que podía ser alguien, que merecía ser alguien.

No podía permitirse que alguien así terminara hecha un saco de huesos y deseos inmundos o como comida de caminantes. No podía permitirlo.

Habían pasado casi diez años desde aquel día y, echando la mirada atrás, no había día en que no creyera que había hecho lo correcto.

El crujido de la puerta al abrirse le hizo levantar la mirada del suelo, ahí donde la había mantenido durante los últimos minutos, absorto. A pesar de la escasa luz, pudo distinguir con facilidad la silueta del ex sheriff cerrar la puerta a su espalda y echar a andar en su dirección.

Flexionó las rodillas, abrazando la ballesta entre sus piernas, asintiendo en la oscuridad al saludo del hombre que tomaba asiento a su lado sobre la tierra.

Le escuchó amortiguar un bostezo en su palma, agitar los hombros queriendo deshacerse así del sueño. Rick se rascó la barba de su mejilla derecha mientras paseaba su mirada por el paisaje oscurecido que les rodeaba.

- ¿Mala noche?- Preguntó el ex policía en un susurro.

Daryl permaneció en silencio unos segundos mientras buscaba el paquete de tabaco en su bolsillo. Era un regalo caído del cielo, y sabía a rancio, pero no iba a hacerle ascos a uno de los pocos placeres que le quedaban, por el tiempo que fuera.

- Más o menos.- Respondió iluminando su rostro parcialmente por la llama de la cerilla con la que se encendió el cigarrillo.

Podría decirle que en noches como esa, los ojos rojos de aquella mujer se le aparecían junto a su cadente voz. Podría decirle que se había despertado con un grito silencioso sintiendo un millar de afiladas hojas rasgar su espalda como tantas veces había hecho su padre siendo pequeño.

Ambos volvieron su vista hacia el tejado de la casa al escuchar movimiento en el puesto de guardia allí arriba. Daryl pudo adivinar la melena rubia de Beth, el intercambio de palabras entre ella y Bob al entregarle el arma y despedirse con un apretón afectuoso en su brazo.

- Nunca llegaste a decirme cómo la encontraste.- Murmuró Rick cruzándose de brazos, su espalda contra el tronco del árbol, su pierna rozando la del cazador.

- Pensarías que estoy loco si te lo contara…- Contestó Daryl mirándole de soslayo.

Rick arqueó una ceja expectante, con la mirada serena y curiosa de quien no va a hacer ningún juicio previo.

El menor de los Dixon se humedeció los labios, rozándose el inferior con la yema del pulgar antes de morder la uña del mismo. Volvió su mirada de nuevo hacia la melena rubia de Beth que desaparecía por el hueco de la puerta que le devolvía al interior de la casa.

- Como quieras…

Daryl inspiró hondo y por fin puso en palabras, en voz alta, lo ocurrido aquel día años atrás.

Había habido muchas ocasiones en las que hubiera deseado contarle a su amigo lo que había pasado. Había habido más de un día en el que al observar a Beth desde el otro extremo de una misma habitación, se había sentido tentado de cogerla de la mano, sacarle de allí y preguntarle qué recordaba de aquello.

Pero nunca lo había hecho. Nunca había reunido el valor suficiente para hacerlo, nunca había sentido la convicción total de que no había sido todo producto de su imaginación. Quizá al principio podría haberlo pensado, podría haberse excusado en la deshidratación o algo similar.

Pero ya no podía seguir engañándose a sí mismo, no cuando aun a sabiendas de que no había ninguno cerca, podía escuchar los gruñidos de un perro hambriento en sus sueños, en sus noches de vigilia.

Sabía lo que quería decir. Ellos se lo habían advertido. Su hora estaba más cerca que nunca.


Daryl se sentó en el suelo de la habitación junto a Judith mientras ésta dibujaba un prado de margaritas y otras flores silvestres en las hojas de un viejo cuaderno. Su larga melena rubia caía sobre su rostro, impidiendo al cazar poder ver sus facciones.

El rasgueo del carboncillo contra el papel fue el único sonido que se escuchó en la estancia durante varios minutos. La mirada del cazador no se apartaba de la niña quien seguía dibujando ajena al nudo que se había formado en la boca de su estómago.

Flexionó una pierna e hincó el codo sobre ella, su mano sujetaba su mentón, sus dedos acariciaban su labio inferior una y otra vez.

Judith se apartó el pelo de la cara con una sonrisa cogiendo el papel con firmeza entre sus pequeños dedos. Miró al menor de los Dixon y le mostró el dibujo ya terminado en blanco y negro.

- ¿Te gusta?- Daryl se reclinó lo suficiente para poder coger el cuaderno y lo observó en silencio, las yemas de sus dedos trazaron las líneas dibujabas.

- Es muy bonito.- Respondió devolviéndoselo con gesto calmado y los nervios a flor de piel. La niña sonrió satisfecha y pasó la hoja para colorear una nueva página.

- ¿Quieres que te dibuje algo?- Le preguntó Judith sentándose a lo indio, el canto inferior el cuaderno apoyado sobre sus piernas.

- Cualquier cosa.- Se encogió de hombros restándole importancia al hecho, aprovechando el gesto para así intentar liberar la tensión acumulada sobre sus hombros.

Judith siguió dibujando en silencio en un inicio, no tardó en comenzar a entonar la última canción que Beth le había enseñado en las últimas semanas. Daryl cerró los ojos y apoyó la cabeza contra la pared a su espalda. El cazador escuchaba las palabras melódicas saliendo de la boca de Judith de forma entrecortada cuando se mordía el labio para realizar un trazo más complicado. La escuchó removerse en el suelo, reacomodando su postura.

- ¡Ya terminé!

Daryl abrió los ojos, rascándose con la mano izquierda uno de ellos mientras cogía el cuaderno que Judith le tendía. Una media sonrisa surcó su cara al reconocerse en el dibujo que la niña acababa de hacer.

Alzó su mirada hacia ella, su rostro sonriente, sus ojos claros y brillantes fijos en él. Tragó grueso.

No quería despedirse de ella.


Cruzado de brazos apoyado contra el marco de la puerta, sus manos escondidas entre su torso y sus bíceps, observaba en silencio la espalda y la larga melena de la joven rubia. Había ganado músculo en sus brazos y piernas, aunque seguía siendo la más menuda de todas.

Beth miró por encima de su hombro como si se sintiera observada, esbozó una sonrisa en cuanto le vio.

- ¿Espiándome, Dixon?- Le preguntó con una ceja arqueada.

Daryl se encogió de hombros, clavando sus ojos unos instantes en el suelo, ahí donde su bota rascaba la tierra del jardín trasero. Le miró a través del pelo que había caído sobre sus ojos.

- ¿Quieres acompañarme?

Beth se giró hacia él poniéndose en pie, limpiándose las manos de la tierra acumulada entre sus dedos. A sus pies, un cesto de mimbre resguardaba parte de la cosecha que habían logrado plantar ese año: unos pocos tomates, cebollas, pimientos y judías verdes.

- No me vendría mal una mano. – Añadió la chica suavizando su gesto, una mano en su cadera.

El cazador deshizo el nudo de sus brazos y avanzó hacia ella tras unos segundos de duda inicial. Ella no tardó en agacharse para continuar con la recogida de alimentos para preparar la comida.

Daryl se coló entre los palos que servían de soporte para las judías, su altura le ayudaba a alcanzar aquellas que Beth no podía. En silencio, continuaron el uno junto al otro recolectando las verduras y hortalizas.

El tomate que había atrapado entre sus dedos se cayó al suelo al escuchar a su espalda el ladrido gutural e irreal que le sobresaltó. El cazador se quedó estático, el aliento congelado, sus dedos crispados en puños cerrados.

Logró inhalar profundamente, cerró los ojos expulsando el aire entre los labios al no volver a escuchar el ladrido del perro de nuevo.

Recuperó el tomate del suelo y lo dejó en la cesta junto a los recogidos por Beth.

- Gracias por tu ayuda, Daryl.- Le dijo en tono alegre ella con el asa del cesto bien firme sujeto en su antebrazo.

- No ha sido nada.- Le restó importancia apartando su mirada de la de ella tras varios segundos.

- Será mejor que lleve esto dentro para empezar a preparar la comida.

Daryl observó a Beth alejarse del huerto y cuando estaba a punto de entrar en la casa, le llamó.

- ¿Sí?- Le preguntó ella volviéndose hacia él.

El menor de los Dixon le miró en silencio, el vello de sus brazos erizados ante los gruñidos que había comenzado a oír de nuevo. Daryl agitó la cabeza de forma negativa.

- Nada.- Le respondió desviándose hacia el cobertizo donde sabía encontraría al sheriff. No le quedaba mucho tiempo para prepararlo todo.


- ¿Estás seguro, Daryl?- Éste asintió palmeando la culata de la ballesta que en tantas ocasiones le había salvado el pellejo. Dio un paso hacia atrás alejándose del arma y de su amigo. – Quizá haya alguna manera… ¿Seguro que ellos no te dijeron ninguna forma de…?

- No la hay.- Respondió con rotundidad Daryl sopesando el peso de su cuchillo en su mano antes de dejarlo sobre la mesa junto a la ballesta.

- Quédatelo.- Le insistió Rick queriendo devolverle el cuchillo.

- No creo que me sirva de nada.

Daryl alcanzó la botella de licor que había estado guardando para ese día y lo sirvió en dos vasos. Cogió el suyo y lo alzó a modo de brindis, vaciándolo de un solo trago.

El ruido del vaso al chocar sobre la madera no podía rivalizar con los gruñidos que el perro provocaba desde el otro lado de la puerta. Tamborileó sus dedos sobre la madera, rozó con la yema el contorno del vaso.

- Cuida de ellas.- Le exigió Daryl mirándole con fijeza.

Rick asintió en silencio poniéndose en pie, sorteando la mesa que les separaba.

Se miraron en silencio. Los años les habían pasado factura a ambos pero también les habían llevado hasta ese momento en que eran prácticamente hermanos.

Rick alzó su mano y la posó sobre el cuello de Daryl, obligándole a acercarse a él para poder abrazarle. Su mano se apoyó sobre la espalda del cazador mientras sentía en la suya la palma abierta de él.

- Puedo quedarme y…- Daryl negó contra su cuello, obligándole a separarse de él.

- Acuérdate de romperla al salir.- Rick asintió ante su petición.- Vuelve en unos días

Sin pensárselo dos veces abrió la puerta trasera de aquella destartalada cabaña perdida entre los árboles del bosque cercano a su último hogar, alejándose de su mejor amigo.

Sus pies se acercaron inexorables hacia aquella fina línea blanca, la barrera de sal, el último refugio para Daryl. Con la mirada borrosa, pisó sobre ella desdibujándola.

El grito desgarrador de su amigo fue acompañado por las lágrimas empapando sus mejillas. Siguió caminando intentando hacer caso omiso a los gritos que aún podía escuchar mientras se alejaba. Se obligó a sí mismo a no darse media vuelta, a cumplir su palabra y esperar unos días antes de volver.

"No podía dejarla marchar. No… No quería estar sólo. Ella era cuanto me quedaba y… Cuando salí y no estaba esperándome… Y aquella mujer me dijo que podía tenerla de vuelta, no lo pensé. – Daryl clavó su mirada azul en la de Rick, los primeros rayos del amanecer comenzaron a asomar por el horizonte.- La necesitaba."


Si alguna vez habéis visto la serie Sobrenatural sabréis que las posibilidades de que acabara así eran más que altas. Espero que hayáis disfrutado de la lectura.

Si habéis llegado hasta aquí, muchas gracias por vuestro tiempo.

Cualquier comentario, crítica, sugerencia, tomatazo, sugerencia será más que bien recibida.