La verdadera historia de Candy White

(Capitulo 32)

Muskegon, 24 de diciembre tarde en la noche, 1918.

Philip sale del elegante auto negro, y abriéndole la puerta a Eliza, la toma de los brazos y los 2 se encaminan en la noche oscura hacia un chalet aislado que se encuentra a la orilla del mar:

"No veo nada." Gime la joven de cabellos castaños claros.

"Tranquila, que ya prendo una linterna." Le dice Philip en voz reconfortante.

Eliza espera a que se ajuste sus ojos y observa a su alrededor: el interior del chalet era bien acogedor con sus plantas exóticas en cada esquina y su florero en la mesa de entrada; La cocina era bastante pequeña pero tenía todos los utensilios necesarios para cocinar. Estremeciéndose, nota la habitación matrimonial que indudablemente los 2 compartirían, y deja escapar una exclamación al ver la hermosa vista que sin duda tendrían cuando amaneciera.

"Te gusta nuestro pequeño hogar matrimonial, mi amor?" Le pregunta Philip, notando la sonrisa en la cara de Eliza.

"No está mal. Cuanto tiempo nos quedaremos?"

"Nos quedaremos hasta que yo lo decida. Y si no tienes más preguntas me gustaría tomar una ducha rápida antes de reunirme contigo en la cama."

"Preferiría dormir sola esta noche si no tienes ningún inconveniente." Le implora Eliza.

"Pues si lo tengo: es nuestra luna de miel así que no dejare que me la estropees, y mucho cuidado con jueguitos Eliza, me oíste?"

La joven de cabellos castaños claros baja la cabeza al ver la mirada acida que le lanza su marido, y antes de salir de la habitación, este añade:

"Y para cuando salga de la ducha, espero verte sin ropa en nuestra cama."

Con manos temblorosas, Eliza se quita su vestido de matrimonio y entra en la cama, cubriéndose con las sabanas para esconder su desnudez. Momentos más tarde entra Philip en la habitación, cubriendo su virilidad con una toalla, y al ver su torso descubierto, la joven de cabellos castaños claros estremece. Apagando la luz, el joven de cabellos rizos oscuros camina hacia la cama donde esta acostada su esposa, y quitándole la sabana de un solo golpe, exclama:

"Que bello cuerpo tienes! Serás mía ahora mismo te plazca o no!"

Y agarrándola con aspereza, Philip la atrae hacia él, obligándola a corresponderle.

"No me hagas daño, te lo suplico!" Gime Eliza temerosa.

"Tranquila mi amor. Seré muy tierno contigo." Murmura el joven de cabellos rizos oscuros apretándola fuertemente, y al sentir sus manos acariciarle por todo el cuerpo, Eliza cierra los ojos para relajarse. Sus cuerpos se entrelazan, cayéndose suavemente entre las sabanas, y la joven de cabellos castaños claros deja escapar un murmuro de placer en el momento en que los labios de su marido se posan sobre su vientre para llenarla de besos. Philip se apodera abruptamente de sus labios besándola con una fuerza salvaje, sus lenguas se mezclan, y la respiración de ambos se vuelve cada vez más intensa. Los sexos de ambos se juntan, provocando un éxtasis incontrolable en ambos cuando cada uno se entrega al otro, hasta que los consume el fuego de pasión. Finalmente cerca del amanecer los 2 caen profundamente dormidos, ella con su cabeza sobre el pecho del, mientras escucha los latidos de su corazón.

El ruido de un pájaro cantando despierta a Eliza, y esta sobresalta al darse cuenta de lo que ocurrido: dios mío, que había hecho?! Y si caía embarazada de un hombre que no la amaba?!

Su mirada cae sobre su marido que sigue dormido, y observándolo largamente piensa en lo feliz que se sentía al haberse entregado a el: habían hecho el amor, y a pesar de no quererla había sido muy tierno con ella. Acercando sus labios espontáneamente hacia los de Philip, Eliza le deposita un beso.

"Buenos días, mi amor." Sonríe Philip abriendo los ojos al instante.

"Pensé que estabas dormido." Le dice Eliza sonrojándose.

"Lo estaba, pero no dejo de pensar que fuiste mía anoche y lo apasionada que eres en la cama."

"Te has puesto a pensar que pasa si yo caigo embarazada?!" Exclama Eliza preocupada.

"Si esto llegara a pasar me harías el esposo más feliz del mundo."

"De veras?"

"Por supuesto: acaso no es lo más natural para una pareja de recién casados?" Le contesta el joven de cabellos rizos oscuros levantándose de la cama, y al ver su virilidad tan expuesta, Eliza desvía la mirada para esconder su incomodidad.

"Deberías ir acostumbrándote a verme desnudo, puesto que esto es solo el comienzo." Le lanza Philip, clavándole de la mirada.

"El comienzo de qué?"

"Tú ya me entendiste. Aunque debo de admitir que fuiste muy buena en la cama por ser tu primera vez."

La joven de cabellos castaños claros se pone roja como un tomate al escuchar los elogios de su marido, y arropándose con las sabanas se recuesta nuevamente en la cama.

"De nada servirá esconderte debajo de esas sabanas: ya conozco tu cuerpo a la perfección. Porque mejor no vienes a ducharte conmigo?"

"Ducharme contigo?!" Balbucea la joven de cabellos castaños claros, poniéndose completamente colorada.

"Acaso has perdido tu facultad de hablar? No haces más que repetir las mismas preguntas una y otra vez."

"Es que nunca me he duchado con alguien."

"Pues ya es tiempo que lo hagas." Declara Philip levantándola de la cama a la fuerza, y al caer la sabana al suelo, Eliza se ve completamente expuesta.

"Espera Philip…." Gime la joven de cabellos castaños claros al verse arrastrada hacia el baño.

"Relájate ya, y disfruta del momento."

"Hablas como si lo hubieras hecho tantas veces."

"Tú que crees?" Le pregunta el joven de cabellos rizos oscuros, lanzándole una mirada picara.

"Pero yo pensé que también era tu primera vez?" Le pregunta Eliza tímidamente.

"Para ustedes las mujeres todo es una primera vez. Nosotros los hombres somos distintos."

"Pero entonces con cuantas mujeres te has acostado?"

"De veras quieres saberlo?" Le lanza Philip irónicamente.

"Porque te casaste conmigo Philip?"

"Ya conoces la respuesta a tu pregunta, así que en vez de perder tiempo mejor bañémonos."

"Prefiero hacerlo sola." Insiste Eliza desafiándolo.

"Oh no, ya conozco tu juego querida: provocarme para que te vuelva a hacer el amor, no es así?"

"Por favor, déjame sola…"

"Ya basta de tonterías Eliza! Si no me complaces ahora mismo te bañare a la fuerza!"

Y agarrándole por los codos con brutalidad, Philip la levanta del piso y la sienta en la bañera.

"Así está mucho mejor."

Eliza se pone a temblar ligeramente al sentir el agua tibia caer sobre su cuerpo, y al verla tan vulnerable, Philip le levanta el mentón con ternura, y se apodera de sus labios. Sus cuerpos se entrelazan nuevamente, y antes de que se den cuenta de lo que está pasando, se ven envuelto en una corriente de pasión. La presión del agua se vuelve cada vez más fuerte, y llenando la esponja de jabón, marido y mujer se frotan el cuerpo eróticamente, mientras caen las burbujas en la bañera. Finalmente agotados después de tanto limpiarse, los 2 salen rendidos del baño para acostarse nuevamente en la cama.

"Estas loquita por mi aunque no quieras admitirlo." Murmura Philip, acariciándole los cabellos.

"Y tu por mí." Le responde Eliza, reposando su cabeza sobre su pecho.

"Muy pronto tendré que irme a viajes de negocios." Le dice Philip, cambiando abruptamente el tema.

"Otra vez?! Pero si estamos en plena luna de miel!"

"Ya te dije que soy yo el que decide cuanto tiempo nos quedamos acá, y tu deber es obedecerme. Después de todo soy yo el que trae el pan a la mesa, no es así?" Le contesta Philip con frialdad.

"Lo se… pero no pensé que te marcharías tan pronto…"

"Me marchare tan pronto tenga algo concreto. Mientras tanto quiero que me siguas tratando con la misma fidelidad y ternura de siempre, entendido?"

"Sí." Contesta Eliza sintiéndose repentinamente vacía: se había entregado a su marido por amor pensando que este sentía lo mismo; Sin embargo Philip solo la había usado para satisfacer su capricho, y ahora que estaba complacido se marchaba. Barata era la palabra más adecuada para describir como se sentía realmente, sobre todo después de la noche apasionada que habían tenido. Se acordaba haber leído en alguna parte lo importante que era para una mujer su primera vez, pero ahora se sentía más humillada que nunca. Tomando una respiración profunda, decide sacar fuerzas por donde sea, y forzando una sonrisa, le dice:

"Pues espero que tengas un buen viaje para cuando decidas irte, y para entonces quiero complacerte en todo lo que desees."

Mirando a su esposa con desconfianza por su cambio tan repentina de actitud, el joven de cabellos rizos oscuros se pregunta qué es lo que hay detrás de su sonrisa falsa, pero decide seguirle el juego:

"Gracias por tu plena confianza en mí, querida. Porque mejor no me preparas un desayuno rico, y luego seguimos charlando?"

La sonrisa se le congela al escuchar su propuesta, y tragando con dificultad, la joven de cabellos castaños claros balbucea: "Desayuno? Yo? Pero si no se cocinar!"

"Me lo imaginaba. No te preocupes que yo me encargare de todo, pero me imagino que por lo menos sabes poner la mesa?"

"Por supuesto que sí." Miente Eliza que se había pasado toda su vida rodeada de sirvientes.

"Lo hare yo por esta vez, y te ensenare donde están los utensilios en la cocina." Declara Philip vistiéndose rápidamente mientras se ríe de por dentro: él sabía que Eliza era la consentida de los Leagans y que nunca había tenido que levantar un dedo en su vida. Esto le serviría de lección para aprender a desenvolverse ahora que estaba casada con él.

Caminando cautelosamente detrás del, la joven de cabellos castaños claros se cubre con su bata, mientras trata de ignorar las mejillas ardientes que siente de vergüenza, y armándose de valor le confiesa:

"Nunca he hecho nada practico en mi vida. Lo siento."

"Lo sé. No te preocupes que yo te ensenare."

Y mientras Philip empieza a preparar un desayuno copioso, Eliza lo observa con una mezcla de melancolía y admiración a la vez: lo amaba profundamente y ansiaba tanto hacerse digna del; Lamentablemente le faltaba experiencia pues nunca había levantado un dedo en su vida, y estaba acostumbrada a que se lo hicieran todo. Suspirando, piensa en su madre y en lo mucho que la extrañaba en este momento tan crucial para ella, y lo que hubiera dado porque esta recuperara la memoria y la apoyara. Como hubiese sido todo tan diferente para ella si tuviese alguien para guiarla. Lagrimas inadvertidas resbalan por sus mejillas, y secándose rápidamente la cara con la remanga de su bata, la joven de cabellos castaños claros toma una respiración profunda, y decide olvidarse por un momento de su soledad:

"Te prometo aprender mucho para poder prepararte tu plato favorito la próxima vez."

"Me alegra saber que te entusiasmas por tan poca cosa, y espero que para cuando regrese de mi viaje te hayas convertido en una cocinera excepcional." Le contesta Philip con ironía.

"Espero que no te ausentes por mucho tiempo." Le dice Eliza, tratando de parecer casual.

"Regresare cuando me plazca, así que mejor sentémonos a comer ya, que el desayuno está listo." Le dice el joven de cabellos rizos oscuros dirigiéndose hacia la mesa.

Eliza se sienta tímidamente al lado de su esposo, y mirándolo de reojo se pregunta cuánto tiempo durarían sus cambios de humores, y que clase de futuro le esperaría al lado de un hombre que se había casado con ella con el solo propósito de hacerle la vida imposible:

'Como aguantar tanto dolor por alguien que me odia tanto, a pesar de amarlo con todas mis fuerzas?'

Nueva York, 'Bellevue hospital', enero 1919.

Finalmente había empezado un nuevo año en absoluta paz, y respirando con alivio, Candy ve escrito en la página principal del periódico en letras mayúsculas:

"Finalmente después de 4 años de un futuro indeciso, les anunciamos a todos con inmensa felicidad el final de una terrible guerra mundial!"

Estos últimos anos habían sido bien intensos para la rubia pecosa y muy crucial; Había dado un paso de la adolescencia a la adultez, y al mismo tiempo descubierto un amor puro y profundo con la persona la más inesperada: su mejor amigo y confidente de tantos años Albert, un hombre rubio de cabellos largos que representaba toda un enigma para él, pero por quien su corazón latía. Suspirando, se pregunta cuando lo volvería a ver. Hacía ya medio año desde aquella vez, en que él se había presentado delante de ella disfrazado del famoso hombre enmascarado, y aun recordaba con claridad el choque y luego el desmayo, al descubrir que Albert y el, eran la misma persona.

'Todavía siento sus labios hambrientos en los míos, y tiemblo al pensar en sus caricias…'

"En que estás pensando Candy?" Le pregunta Flanny, sacándola de su ensueño.

"En quien va ser?" Responde la rubia pecosa sonrojando levemente.

"En Albert por supuesto. Lo que todavía no puedo creer sin embargo, es que él y el hombre enmascarado sean la misma persona!" Exclama la joven de anteojos oscuros, recordando lo que le había contado su amiga.

"Ni yo lo podía creer y por eso me desmaye."

"Y qué piensas hacer al respeto, o es que te vas a quedar con los brazos cruzados?" La interroga Flanny súbitamente.

"No lo sé…. Albert me dijo que esperara hasta que se vuelva a manifestar nuevamente."

"Es la típica respuesta de un hombre que no quiere comprometerse."

"Albert no es así!" Exclama la rubia pecosa ofendida.

"Ah no? Óyeme Candy: si yo fuera tu no me conformaría con semejante tipo de relación. Deja de sonar despierta y vete a buscarlo ya!"

"Pero…."

"Nada de pero: ya es tiempo de que dejes atrás a la chiquilla que conocí en el 1er hospital hace 4 años, y empieces a comportarte como una mujer. Atrévete amiga! Que sé muy bien que tú no eres la persona pasiva que finges ser."

Mirando a su amiga largamente, Candy se da cuenta de que Flanny tiene razón: cómo era posible de que se hubiera dando por vencida tan fácilmente, ella que siempre había luchado por encontrar su felicidad? Tomando una respiración profunda, le dice:

"Tienes toda la razón amiga y te agradezco por abrirme los ojos. Creo efectivamente que he estado dormida durante 6 meses sin darme cuenta. Lo único malo es que no tengo ni idea a donde buscarlo."

"Pues alguna idea has de tener! Piensa Candy! Piensa en los sitios a donde solían ir."

"Y si se fue otra vez a África, que hago yo?" Murmura la rubia pecosa desconsolada.

"Porque no lo buscas antes en todos los lugares del país a donde han estado antes de llegar a conclusiones?" Le ofrece Flanny en voz firme.

"Es una excelente idea Flanny y que haría yo sin ti?!" Exclama Candy, recordando su primer encuentro con el hombre rubio de cabellos largos en el lago Michigan cuando trabajaba para los Leagans: en aquella época ella era solamente una chiquilla de 12 años, mientras que él era todo un hombre. Tantos encuentros inesperados desde entonces, hasta que la relación amical y protectora que empezó entre los dos se convirtiera en amor…

"Estas sonando con los ojos abiertos otra vez amiga, que voy a hacer contigo?!" Exclama la joven de anteojos oscuros exasperada.

"Tienes razón Flanny: soy incorregible!" Exclama la rubia pecosa guiñándole el ojo.

"Me imagino que iras a Michigan primero, no es así?"

"Como lo sabes Flanny?" Pregunta la rubia pecosa sorprendida.

"Porque es donde lo viste por vez 1era cuando trabajabas en la 'Mansión Leagan': recuerdo que me lo contaste una vez."

"Que buena memoria tienes! Me acompañas?"

"Es algo que debes hacer sola Candy: confrontar el pasado, para poder resolver el misterio que oculta Albert."

"Albert… Si pudiera estar segura de que esta en Michigan de verdad…" Gime Candy en voz entrecortada.

"Animo amiga que todo saldrá bien: confió en la fuerza interna que tienes, así que no me decepciones."

"Gracias Flanny, eres muy buena conmigo!" Exclama Candy abrazándola.

"Menos mal que ya termino aquella terrible guerra!" Exclama la joven de anteojos oscuros, recordando la época en que ingreso como voluntaria en Europa.

"Ni lo menciones, que ello fue lo que causo la pérdida de memoria de Albert."

"Entonces cuando iras a buscarlo?" Continúa Flanny, mirándola a través de sus anteojos oscuros.

"En mis próximas vacaciones."

"En 2 meses."

"Debo confesarte que me siento un poco nerviosa, pero al mismo tiempo ansió resolver el misterio que lo rodea, y lo enfrentare para que sea sincero conmigo de una vez por todas."

"Así me gusta escucharte hablar amiga: con fuerza y valor!"

"No sé si aguantare 2 meses más."

"El tiempo pasa volando, y antes de que te des cuenta será primavera." La alienta Flanny, pasando su brazo sobre el hombro de su amiga.

"Por lo menos el planeta está en paz por ahora." Murmura la rubia pecosa pensativa. El mundo había cambiado tanto en los últimos anos, y a medida que se acercaban a la década de los años 20 ella sentía como se alejaban del ambiente en el cual había crecido y que le era familiar: cada vez se veían más autos y menos caballos rodar por la carretera, la naturaleza perdería su encanto a medida que pasara el tiempo, y sin duda alguna, tampoco sería posible dormir tan tranquilamente bajo la luna.

'Dios mío! El año próximo ya será 1920!'

Y cerrando los ojos, Candy recuerda su infancia feliz en el 'Hogar de Pony', y ve correr por la colina a una niña pecosa de 6 años de edad llorando desconsoladamente, mientras un rubio adolescente le murmura dulcemente:

"Eres mucho más linda cuando sonríes que cuando lloras, pequeña pecosa…"

Lagrimas inadvertidas resbalan por sus mejillas al recordar a su príncipe de la colina y en la promesa que se había hecho de buscarlo. Sin embargo ahora mismo Albert era su prioridad, y cuando lo encontraría, buscaría al otro miembro de los 'Andry': aquel joven rubio tan parecido a Anthony, que hoy en día seria indudablemente todo un hombre.

Michigan, en la 'casita del bosque', febrero 1919.

Albert contempla largamente el lago azul cristalino de Michigan y ve en él, el reflejo de sus ojos que eran del mismo color intenso, y que a pesar del frio brillaban bajo el sol. Suspirando, se pregunta si Candy ya había llegado a la conclusión, de que él, y el príncipe de la colina eran la misma persona. Había puesto tanto fervor en pintar aquel encuentro inolvidable entre los 2 en la 'colina de Pony' 15 años atrás: aquella mañana de otoño, mientras paseaba con su gaita y kilt perdido en sus propios pensamientos su mirada había caído en la de la pequeña pecosa que lloraba desconsolada sobre la hierba mojada. Era la 1era vez que se encontraba cara a cara con su protegida y la hija de la mejor amiga de su difunta hermana; Naturalmente su instinto protector lo atrajo hacia ella, y hubiese dado cualquier cosa por borrar las lágrimas que resbalaban incontrolablemente por las mejillas de la chiquilla. Afortunadamente sus palabras dulces dieron efecto, y como por milagro la criatura pecosa se echa a reír a carcajadas, alumbrándolo aún más a pesar de los pocos años que tenía.

'Debo de haberme enamorado de ella sin darme cuenta en aquel entonces….'

Alejándose del lago azul que tantos recuerdos le traían, el hombre rubio de cabellos largos decide regresar a la casa para calentar la estufa: los inviernos en Michigan eran crudos, y a pesar del grueso abrigo que llevaba puesto no lograba calentar el frio y la soledad que sentía por dentro. Culpable de ello era indudablemente la rubia pecosa que invadía permanentemente su mente, sin embargo su deber era más fuerte que su amor hacia ella, y como patriarca principal de los 'Andry', sabía que todavía tenía que dejar pasar más tiempo antes de presentarse como lo que era: Albert Andry Williams,a quien todos conocían como al abuelo Williams. Mientras tanto seguiría vigilándola secretamente como lo había hecho durante veinte años, y esperaba que tarde o temprano, Candy entendería que su primer amor y el, eran la misma persona.

Nueva York, 'teatro Stratford', marzo 1919.

"Atención a todos ustedes, tenemos una nueva estrella entre nosotros: su nombre es Denise Wakefield y es Inglesa." Declara el director de teatro, presentándoles a los actores la joven rubia de cabellos rizos que esta parada al lado del.

Terry es el primero en notar el increíble parentesco entre Candy y aquella joven, y sus ojos advierten inmediatamente la mirada horrorizada que le lanza Susana Marlowe a la rubia en cuestión. Sonriendo satisfecho, el joven apuesto de cabellos largos oscuros se acerca a Denise, y extendiendo su mano le dice:

"Yo soy Terry Grandchester y también soy Británico. Encantado de conocerle."

"El placer es mío." Contesta Denise tímidamente.

"Muy bien Terry! Me alegra ver que por lo menos los 2 se entienden bien!" Exclama el director alegremente.

Susana, que se ha quedado hipnotizada antes la aparición de su nueva rival, se ha puesto pálida como si hubiese visto un fantasma y no puede articular ni una palabra.

"Esta es Susana Marlowe, Denise. Ella es nuestra actriz más brillante del teatro junto a Terry Grandchester y Marcos Robles." Declara el director, sacándola de su ensueño.

"Mucho gusto." Responde Denise, extendiendo su mano hacia la joven tímida de cabellos castaños claros, pero esta sigue inmóvil.

"Que pasa contigo Susana? Acaso te tragaron la lengua?" Bromea el director y todos se ríen a carcajadas. Su mirada cruza con la de Terry que la mira divertido, y al ver sus ojos profundos brillar, Susana se pone roja como un tomate.

"Encantada." Balbucea finalmente Susana extendiéndole la mano a su rival, y aclarándose la garganta continua: "me gustaría retirarme a mi habitación a descansar. Hasta luego!"

Y antes de que el director pueda interceder, la joven tímida de cabellos castaños claros sube las escaleras a toda velocidad, mientras siente como late su corazón aceleradamente.

"Por favor disculpen a Susana. Debe ser que no se siente bien." Añade el director desconcertado.

Terry sonríe satisfecho de cómo los acontecimientos se estaban desarrollando: conquistaría a Denise Wakefield en un dos por tres, y cuando lo lograría, esperaría pacientemente hasta ver Susana caer nuevamente rendida en sus brazos.

'Esto se está poniendo muy interesante y más fácil de lo que me imaginaba para iniciar mi plan…'

Como decía el refrán: 'ojo por ojo, diente por diente.'

Michigan, abril 1919.

Bajando de un carruaje a toda velocidad, Candy se encamina lentamente hacia el lago Michigan sin rumbo particular: pensaba en su primer encuentro con Albert 9 años atrás, y esperaba volver a verlo en el mismo sitio. Su mirada advierte un pequeño castillo escondido detrás del bosque, y al recordar su encuentro con el hombre rubio de cabellos largos, su corazón le da un vuelco. Retrocediendo el camino, la rubia pecosa entra en el bosque como hipnotizada hasta llegar justo frente a la 'casita del bosque', pero se queda atónita al ver al mayordomo salir de ella.

"George!" Exclama Candy asombrada.

"Señorita White?! Pero qué hace usted aquí?" Exclama el mayordomo abriendo en grande los ojos.

"Pues lo mismo quisiera saber yo: que hace usted por esos alrededores en vez de estar en la 'Mansión de los Leagans'?"

"Es que… Bueno en realidad la señora Elroy me mando a hacer un recado." Balbucea el mayordomo poniéndose rojo como un tomate.

"Un recado? Qué clase de recado?" Insiste la rubia pecosa sin salir de su asombro.

"Eso no importa, pero lo que si me gustaría saber es lo que hace una señorita como usted sola en un bosque oscuro?"

"Estoy buscando a alguien."

"Alguien? A quién?" Le pregunta George frunciendo el ceño.

"Eso es un asunto mío, y bastante privado."

"Entiendo. De todas maneras debería haberse traído alguna persona con usted, alguna chaperona o algo por el estilo." Insiste el mayordomo.

"Chaperona?! Para su información ya soy mayor de edad, George!" Exclama la rubia pecosa exasperada.

"No lo decía por eso, sino porque este es un bosque oscuro y no una avenida en pleno centro: estamos acercándonos a los anos 20te y el mundo ya no es tan tranquilo y seguro como antes."

"Entiendo. De todas maneras acá estoy, y no me iré hasta estar segura de encontrar a la persona que busco."

Y desviando la mirada, Candy voltea la cabeza como si esperara encontrarse al hombre rubio de cabellos largos en cualquier momento.

George alza la cabeza discretamente hacia la ventana, y ve Albert esconder su larga cabellera justo a tiempo.

"Porque mejor no deja que la acompañe a la 'Mansión de los Leagans?' Se está haciendo tarde y pronto oscurecerá." Ofrece el mayordomo.

"Quien vive en este pequeño castillo?" Pregunta Candy desviando el tema.

"Nadie en general. Esta casita se alquila de vez en cuando, y la señora Elroy me pidió que la limpiara un poco antes de la próxima visita." Le miente el mayordomo.

"En serio? Qué raro que la tía abuela nunca me lo haya mencionado."

"Por favor, permítame llevarla a la 'Mansión'." Insiste el mayordomo.

"Y porque no me la alquila a mí? Tengo dinero suficiente para pagarle por una semana."

"Una semana?!" Exclama el mayordomo poniéndose completamente pálido.

"Y porque no?" Continúa la rubia pecosa, sin percibirse de lo blanco que se había puesto George.

'Porque si no Albert me mata….'

"Ya todas las habitaciones están alquiladas. Lo siento, pero no le queda otra que quedarse en la 'Mansión'." Termina George astutamente.

"Está bien usted gana: me vendré con usted."

George respira aliviado: le había faltado poco para verse desenmascarado junto a Albert!

"Pues permítame agarrarle el brazo, señorita White."

"Como usted desee George, y ojala no sea una sorpresa desagradable para los Leagans."

"No lo creo, y la señora Elroy me lo reprocharía si se llegara a enterar de que estuvo pagando alquiler en la 'casita del bosque'.

"Casita del bosque? Así llama usted a ese pequeño castillo encantador?"

"Así es."

Candy levanta instintivamente su mirada hacia arriba y por un momento le falta la respiración: cree ver una sombra detrás de la ventana principal, pero esta desaparece tan fugazmente como apareció.

"Que le pasa que se ha puesto pálida como si hubiese visto un fantasma?" Le pregunta el mayordomo al darse cuenta de lo sucedido.

"Es que usted me dijo que no había nadie en esta casa… Y por esto me parece que he visto un fantasma!" Exclama la rubia pecosa temblando.

"Debe de haber sido el reflejo del sol." Declara George frunciendo el ceño: hablaría hoy mismo con Albert para exigirle que terminara con aquel jueguito de las escondidas, y que se comportara de una vez por todas como el hombre que era. Tomando la maleta ligera de Candy, le pasa un brazo reconfortante por el hombro, mientras la encamina fuera del bosque.

Mientras tanto, parado frente a la ventana de su habitación, Albert ve Candy y George alejarse apresuradamente y respira aliviado: poco había faltado para que la rubia pecosa lo descubriera, y sin embargo se preguntaba qué es lo que hacía ella en Michigan sin invitación alguna, o es que acaso la señora Elroy la había invitado sin que él lo supiera? Caminando inquieto de un lado al otro, cierra las cortinas de su habitación para no atraer más la atención y se sienta en la cama a reflexionar. Ahora que Candy estaba por los alrededores debería andar con más cuidado, o su plan fracasaría. Finalmente exhausto se acuesta un momento en la cama y cierra los ojos, cayendo en un sueño profundo…

Los ruidos de unos pasos apresurados despiertan a Albert abruptamente, y al ver al mayordomo entrar en su habitación sin tocar la puerta, sobresalta:

"George!"

"Se puede saber qué clase de jueguitos te traes con Candy, y cuándo es que piensas comportante como un hombre hecho y derecho?!"

"Pero que culpa tengo yo de que Candy haya decidido venirse sin ser invitada?" Balbucea Albert, frotándose los ojos.

" Pues yo ya me canse de que siguas escondiéndote como un espía!" Exclama el mayordomo exasperado.

"Lo hare el tiempo necesario, y solo en el momento adecuado me presentare como el patriarca de la familia Andry." Insiste Albert en voz firme.

"Pues más te vale hacerlo pronto: vas a cumplir los treinta el año próximo, y ya es tiempo de que pienses en matrimonio."

"Sabes muy bien que con la única mujer que me casaría es con Candy, y nadie más."

"Lo sé, y nada me haría más feliz que verlos finalmente unidos."

"Sin embargo necesito más tiempo pero no te preocupes, que en el momento menos inesperado le daré cara al público."

"Justamente eso es lo que me preocupa, y por esta razón te mantendré bien vigilado."

"Pues no esperaba otra cosa de ti querido amigo. Después de todo, eres mi ángel de la guardia."

"Y justamente por eso quiero que tengas más cuidado Albert. Candy se vino hasta acá a buscarte."

"A buscarme? Acaso es eso lo que te dijo?!" Exclama el hombre rubio de cabellos largos alarmado.

"No directamente. Solo me dijo que buscaba a alguien, pero supe de una vez que se trataba de ti."

"Y porque haría semejante cosa? Y como es que supo dónde encontrarme?"

Y pasándose las manos sobre su larga cabellera, Albert se pone a caminar nerviosamente en la habitación.

"Acaso no es este el lugar donde se vieron por primera vez?" Le pregunta el mayordomo.

'Por segunda vez… nuestro primer encuentro lo tuvimos en el 'Hogar de Pony'…

"Así es."

"Lo que me imagine: Candy vino hasta acá a pedirte que regreses con ella, cosa natural que haría toda mujer enamorada."

"Ah sí? Y qué me dices de Patty y tú?"

"La señorita O'Brien podría ser mi hija." Le responde George, tratando de mantener su compostura.

"Pero no lo es. Y de todas maneras te ves bastante joven para tu edad, pero este no es el tema."

"Efectivamente este no es el tema, así que no desvíes la conversación. Aquí lo que está en juego es la felicidad tuya junto a Candy, y por eso insisto que la busques y le des cara de una vez por todas, porque si le das el camino libre por mucho tiempo otro candidato te la podría arrebatar."

"Acaso te refieres a Terry Grandchester?" Pregunta Albert, sintiéndose ahogar por dentro.

"No necesariamente: Candy es muy joven, y podría conocer a alguien, y enamorarse."

"Pues si esto sucede esto será la prueba de que nunca me amo." Declara Albert con terquedad.

"Por dios deja ya de lamentarte y actúa, o la perderás!" Exclama George, tratando de razonar con su amigo testarudo.

"No te preocupes que esto mismo hare cuando llegue el momento adecuado, pero por favor déjame solo que necesito reflexionar."

"Como quieras. Pero ya sabes que puedes contar conmigo para lo que sea."

"Gracias por tu fidelidad George. De verdad que eres el hermano mayor que nunca tuve."

"Tuviste a Doris." Murmura el mayordomo saliendo de la habitación.

Doris Brown, la madre de Anthony y su única hermana, reposaba en la tumba junto a su hijo y su mejor amiga Carolyn Constable, madre de Candy. Aquel terrible secreto que había guardado durante más de veinte años tendría que salir a la luz del día en el momento más adecuado, y era una de las razones principales por la que esperaba, e insistía en ocultar su identidad. Caminando nuevamente hacia la ventana, Albert abre nuevamente las cortinas, y observa la caída del sol.

'Candy esta tan cerca de mí, y ni siquiera puedo tomarla en mis brazos y abrazarla…'

Y frustrado consigo mismo, el hombre rubio de cabellos largos se vuelve a recostar en la cama para tratar de olvidar su amargura y cierra los ojos, pero lo único que ve, es la sonrisa pícara y traviesa de una hermosa rubia pecosa….

Michigan, 'Mansión de los Leagans', abril en la noche.

Candy está sentada en el salón con la señora Elroy y los Leagans Leagan tomándose una taza de té después de una sabrosa cena, y observando a Ruth Leagan charlando alegremente, se asombra del cambio radical de aquella mujer que tanto daño le había causado en el pasado: su habitual aspecto austero y severo había desaparecido, dando lugar a un rostro dulce y afable; Por otro lado Robert Leagan resplandecía de felicidad junto a su esposa, y su brazo protector alrededor de Ruth lo confirmaba.

"Como es que te decidiste venirte a visitarnos justo ahora Candy? Acaso estas de vacaciones?"

La rubia pecosa sobresalta antes la pregunta inesperada de Ruth Leagan, y depositando nuevamente él te sobre la mesa, sonríe nerviosamente y le dice: "algo por el estilo."

"Me imagino que debe de ser muy difícil para una enfermera tomarse tiempo libre, verdad?" Continúa Robert afablemente.

"Así es. Mi carrera me limita muchísimo mi vida social."

"Quiero que sepas que te admiro mucho, y aunque no te conozca mucho puedo darme cuenta de que eres una chica genial y bondadosa." Le dice Ruth con sinceridad.

A Candy se le llenan los ojos de lágrimas al oír la señora Leagan hablar de esta manera: había añorado tanto haberlas escuchado a su llegada a la 'Mansión' a los 12 años de edad, cuando en aquel entonces para ella era tan importante tener unos padres que la adoptaran, al igual que Annie.

"Que te pasa que te has puesto tan triste? Acaso dije algo que no debía?" Se alarma Ruth, tomando su mano en la de ella.

"Disculpe, pero es la emoción."

Y tratando de detener las lágrimas que siguen resbalando sin piedad por sus mejillas, la rubia pecosa se levanta abruptamente del sofá en donde todos están sentados, y termina: "discúlpenme, pero necesito salir a tomar aire fresco para despojar mis pensamientos.

"Estas disculpada. Me reuniré contigo cuando termine mi taza de té." Le dice la señora Elroy, lanzándole una mirada penetrante.

Ruth espera hasta ver la rubia pecosa salir, y frunciendo el ceño, le pregunta a la señora Elroy: "Porque es que tengo la impresión de que mi presencia incómoda a Candy?

El silencio profundo entre madre e hijo le confirma la sospecha que tiene, y aclarándose la garganta, Ruth continua: "me imagino que tiene que ver mucho conmigo, y que también soy culpable de sus desdichas?"

"Por favor ya no te reproches más." Le contesta La señora Elroy, notando la tristeza en los ojos de su nuera.

"Debo de haber sido un monstro antes de perder la memoria, no es así?"

"Por favor ya no te atormentes más que esto queda en el pasado: lo que importa ahora es el presente y lo feliz que me haces." Le dice Robert, tomando su mano para acercarla a sus labios.

"Y que pasara cuando recupere la memoria? Acaso volveré a ser la misma mujer cruel y malvada a la que todos temían?"

Al escuchar la última pregunta de su nuera a la anciana se le ponen los pelos de punta, y tratando de alejar el mal presentimiento que tiene, se levanta abruptamente de su asiento, y decide salir a reunirse con Candy.

"Espera mama, no te vayas así!" Exclama Robert, levantándose también de su asiento.

"Déjala que se reúna con su visita por favor querido. Ella también necesita distracción, y yo ya tomo bastante de su tiempo libre." Le dice Ruth, deteniéndolo.

"Tú nunca volverás a ser la misma de antes mi amor, y aun si así fuera, yo siempre te amare!" Exclama Robert con pasión, y levantándole tiernamente el mentón, acerca sus labios a los de ella.

Ruth cierra los ojos para saborear el intenso momento entre los 2, y disfrutando del dulce beso, trata de olvidarse de sus temores, y de concentrarse en su presente felicidad.

Mientras tanto, Candy que ha estado caminando sin rumbo especial sobresalta al oír la voz austera de la señora Elroy, y exclama: "Tía abuela, que susto me pego!"

"Ruth no es la única que se sorprendió de tu visita, sabes?"

"Ah no?"

"Quiero que seas franca conmigo y me digas la verdad Candy, que yo tampoco me trago el cuento de tus vacaciones. Que es lo que te traes en manos, y a quien buscas?"

La rubia pecosa se estremece al notar la mirada penetrante de la anciana, y aclarándose la garganta balbucea: "Porque asume que busco a alguien? Pude muy bien venido a darle una simple visita, o?"

"Sin embargo no viniste hasta la 'Mansión' para visitarme solo a mí, no es así?"

"Bueno yo… en verdad estaba buscando a una persona de mi pasado que usted no conoce."

"Es un hombre." Adivina la señora Elroy, notando lo colorada que se ha puesto la rubia pecosa.

"Sí."

"Y porque habría de estar en la 'Mansión'?"

"Por favor no me pregunte más." Le suplica la rubia pecosa alarmada.

"Está bien, no lo hare. Ya eres mayor de edad, y debo respetar tus decisiones."

"Gracias, tía abuela. Y perdone por ocultarle su identidad pero tengo mis razones."

"Entiendo, no te preocupes."

Y sintiéndose completamente frustrada, la señora Elroy piensa en lo testarudo que era su sobrino al seguir dudando de los sentimientos de la rubia pecosa hacia él, pues la prueba la tenía antes sus ojos: Candy estaba locamente enamorada del, y no descansaría hasta encontrarlo.

"Me marchare mañana mismo." Declara la rubia pecosa repentinamente.

"Pero que cosas dices si acabas de llegar?"

"Me equivoque al venir hasta acá: es obvio que la persona a quien buscaba no está aquí."

"Y si no fuera así? A lo mejor necesitas más tiempo para encontrar aquella persona?" Insiste la señora Elroy tratando de razonar con su chica favorita: sabía que los 2 rubios eran testarudos, y confiaba que con la ayuda suya y la de George lograría unirlos una vez por todas; Sin embargo tenía que pensar en una estrategia para conseguirlo antes de que fuera demasiado tarde. Frunciendo el ceño, toma una respiración profunda, e insiste: "aunque sea quédate un par de días conmigo, que me estoy poniendo vieja."

Candy se alarma al escuchar a la anciana hablar de esa manera, y tomándole del brazo exclama: "porque me habla de esa manera tía abuela? Acaso se siente mal?"

"Tranquila, que todavía soy robusta como un caballo. Lo que pasa es que me siento un poco sola, y la compañía juvenil siempre me hace bien." Le contesta la señora Elroy, guiñándole el ojo.

"La noto un poco distraída y preocupada: acaso tiene algo que ver con la señora Leagan?"

"Así es, pero como lo supiste?" Le pregunta la anciana perpleja.

"Lo presentí, y soy más observadora de lo que creen." Le contesta la rubia pecosa, guiñándole el ojo de vuelta.

"Ya veo. Entonces te quedaras un par de días más?" Le suplica la señora Elroy.

"Está bien. De todos modos son mis vacaciones, y aquel lugar está lleno de recuerdos de mi niñez."

"Pues entonces déjame acompañarte a tu recamara de siempre."

Y caminando brazo a brazo, las 2 mujeres entran de regreso a la gran Mansión.

Al entrar nuevamente en el salón, la rubia pecosa nota la ausencia de los Leagans y respira aliviada: todavía no se reponía del cambio radical de Ruth Leagan, y sabía que le tomaría tiempo adaptarse a la nueva personalidad de aquella mujer anteriormente villana.

"Ruth y Robert deben haberse ido a acostar."

"Qué hora es, tía abuela?"

"Las 10 de la noche." Contesta la anciana mirando su reloj de mano.

"Tan tarde? Dios mío, pero entonces usted debería también estar en su recamara! Siento haberle quitado tanto tiempo, tía abuela."

"No te preocupes, que a mi edad no se necesita tanto reposo."

"Se equivoca tía abuela: justamente los mayores necesitan más cuidado y reposo, así que insisto en acompañarla a su habitación."

Y acto seguido, Candy toma el brazo de la anciana en el de ella, y sube las escaleras a paso firme.

"Que enfermera tan severa eres!" Exclama la señora Elroy, riéndose a carcajadas.

"Es mi deber cuidar de mis prójimos, y sobre todo de usted que es la abuelita que nunca tuve." Le contesta Candy, abrazándola efusivamente.

"Lo mismo siento yo por ti cariño, y por eso daría todo por saber de dónde vienes y quienes fueron tus padres."

"Me temo de que nunca lo sabremos: mis padres me abandonaron al yo nacer, y si de veras me quisieran se hubieran manifestado ya, no cree?"

"No necesariamente: que pasa si algo les hubiera ocurrido a los 2, y fueran impedidos?"

"Lo único que les impediría verme es la muerte." Declara la rubia pecosa en voz entrecortada: había pasado anos pensando en unos padres imaginarios a pesar de tener 2 madres postizas como la señorita Pony y la hermana María; Muchas personas habían atravesado su camino en sus 20 años de edad, y ni el dulce recuerdo del Príncipe de la colina, ni La tierna sonrisa de Anthony,ni siquiera la relación tormentosa y apasionada que había tenido con Terry, y mucho menos el amor profundo que sentía por Albert, su alma gemela, habían logrado borrar la imagen de un padre y una madre quienes ocupaban un lugar muy especial en su corazón.

"No quise traerte tristes recuerdos." Le dice la señora Elroy secando las lágrimas que resbalaban por las mejillas de la rubia pecosa.

"Lo siento tía abuela, pero es que siempre los extrañe a pesar de nunca haberlos conocido."

"Eso es normal cariño: yo todavía extraño a mi padre a pesar de todos los años que han pasado, y a mi madre que murió al yo nacer también."

"Es mejor no hablar de lo que nunca pudo ser, no cree?"

"Y si lograra encontrarlos? Pero como no se me ocurrió antes?! Con todas las personas que conozco y las influencias que tengo estoy segura poder localizarlos: George me ayudara…"

"Por favor no se moleste tía abuela que no es necesario: mis padres son probablemente unos pobres campesinos que fueron comprados con una buena cantidad de dinero, y si de verdad estuviesen interesados en mí ya me hubieran contactado; Ni siquiera sintieron curiosidad por saber cómo se estaba desarrollando su hija, así que olvídese ya del asunto."

"Ya veo que eres tan testaruda como mi sobrino Al…." La señora Elroy se muerde la lengua a tiempo pero es demasiado tarde, y abriendo los ojos en grande, Candy le pregunta perpleja:

"A que sobrino se refiere?"

"Acaso dije sobrino? Me equivoque y quise decir hijo. Exactamente: Robertes más terco de lo que parece a pesar de su dulzura. Pero porque no te vienes un rato a mi habitación para que sigamos platicando un poco más?" Insiste la anciana desviando el tema.

"Pero tía abuela usted necesita descansar."

"Ya llegara el momento en que reposare eternamente, y mientras te tenga de invitada en mi casa quiero aprovechar lo máximo de tu compañía, así que complace a tu abuela postiza, de acuerdo?"

"Está bien tía abuela, pero es usted incorregible!"

Y sin poder contenerse, las 2 se ríen a carcajadas.

Mientras tanto en la habitación de enfrente, Ruth Leagan, quien no logra concebir el sueño aquella noche está acostada en la cama que comparte junto a su marido leyendo un libro, pero al escuchar las voces alegres de Candy y la señora Elroy siente unos celos repentinos: sabía que a la rubia pecosa y su suegra las unía una relación muy especial, y a pesar de su cercanía con la anciana desde su amnesia, no lograba alejar la angustia de solo pensar en lo que pasaría el día que recuperara la memoria.

"Que te pasa que te has quedado tan pensativa, mi amor?" La interrumpe Robert bostezando.

"Pensé que te habías dormido."

"Lo estaba, pero debo de haber sentido tu preocupación."

"Se ve que me conoces bien." Le contesta Ruth sonrojando levemente.

"Quieres decirme lo que te pasa, mi amor?" Continúa Robert, levantándole el mentón.

Tomando una respiración profunda, Ruth se levanta abruptamente de la cama, y se pone a caminar nerviosamente en la habitación: "hace cuanto tiempo que se conocen Candy y tu mama?"

"Desde que la muchacha tenía 12 años. Porque lo preguntas?"

"Por nada, simple curiosidad."

Robert observa a su esposa largamente antes de contestar, y riéndose a carcajadas exclama: "no me digas que sientes celos por aquella criatura!"

"No digas tonterías quieres!

"Te conozco demasiado bien para no darme cuenta de que le guardas rencor a aquella joven."

"Pero que cosas dices, si Candy me encanta como persona!" Exclama Ruth exasperada.

"Y sin embargo sientes unos celos profundos por la relación estrecha de aquella joven con mi madre." Adivina Robert.

"Es verdad… a ti te lo puedo ocultar y me siento muy avergonzada por comportarme como una adolescente…." Gime Ruth sin poder controlarse, y se pone a llorar silenciosamente.

"Es normal que te sientas así, mi amor. Le dice Robert levantándose de la cama abruptamente, y tomándola en sus brazos trata de tranquilizarla.

"Debes verlo de manera objetiva: Candy y mi madre tienen una relación de nieta y abuela, mientras que tú te has convertido en la hija que ella nunca tuvo."

"De veras lo crees así?" Murmura Ruth en voz entrecortada.

"Por supuesto que sí, y no solo eso: mi madre se ha convertido para ti en tu mejor amiga y confidente, pues déjame decirte que tú nunca antes habías tenido verdaderas amistades."

"Me lo imagino. Mi vida debe de haber sido vacía y privada de amor antes de conocerte." Murmura Ruth tristemente.

"Que importa el pasado? Ya es tiempo de que pienses en tu vida presente, y en recuperar una vez por todas tu memoria."

"No quiero!" Exclama Ruth alarmada.

"Pero…"

"He dicho que no quiero me oíste?! Te has puesto a pensar en lo que pasara conmigo cuando eso suceda? Me niego rotunamente a volver a ser la mujer malvada y manipuladora de antaño!" grita Ruth fuera de control.

"Por favor baja la voz que despertaras a todos."

Candy y la señora Elroy que siguen charlando en la habitación opuesta se han quedado boca abierta al escuchar las voces altas de los Leagans, y a pesar de no entender de lo que hablan se quedan paralizadas durante un largo rato. Finalmente es la rubia pecosa quien rompe el silencio:

"Pensé que la relación entre su hijo y su nuera era buena?"

"Pues en realidad lo es."

"Y entonces porque se pelean?" Insiste la rubia pecosa perpleja.

"Pues porque cada relación matrimonial tiene sus crisis."

"Sin embargo a usted le preocupa mucho su nuera, no es así?"

Sarah Elroy toma una respiración profunda antes de continuar, y aclarándose la garganta prosigue: "a ti no te puedo mentir Candy. Debo confesarte que he llegado a querer muchísimo a Ruth Leagan desde su cambio radical; Al principio solo la cuidaba por deber y por piedad, pero a medida que ha pasado el tiempo nuestra relación se ha hecho tan estrecha como la de una madre hacia su hija, y esta es la razón por la que tiemblo en solo pensar lo mucho que me odiara ella cuando despierte del túnel en el que se encuentra, y recupere la memoria."

"Eso no pasara tía abuela. Usted misma la ha cuidado como si fuese su madre, y estoy segura de que Ruth siempre le estará agradecida."

"Te equivocas Candy, o es que acaso se te olvido lo mal que la trate la navidad antepasada? Fui tan injusta con ella, y en vez de dejar que se acercara a mí, la rechacé por completo…." Se pone a gemir la anciana al borde de las lágrimas.

"Por favor no te aflija así tía abuela, que ya vera que todo se pondrá bien."

"Que dios te oiga Candy…."

Y sin poder contenerse, Sarah Elroy se echa a llorar como una chiquilla ante el asombro de la rubia pecosa quien la toma en sus brazos para reconfortarla.

"No acostumbro ensenarle mi debilidad a nadie, y tú eres la primera Candy."

"Todos tenemos nuestros momentos frágiles tía abuela, y no tiene por qué avergonzarse de ello. Usted es la mujer más fuerte de carácter que he conocido, y la que ha sabido mantener la familia unida en los momentos más difíciles, así que no tiene nada que reprocharse."

"Gracias Candy. Necesitaba oír aquellas palabras y me siento mejor."

"Entonces me voy tranquila a mi habitación a descansar. Buenas noches tía abuela, y hasta mañana."

Y antes de salir de la habitación, Candy deposita un tierno beso en la frente de la señora Elroy.

Michigan, 'Casita del bosque', en plena madrugada.

Una tarde cálida de junio, un niño travieso de 8 años de edad corretea hacia un bosque, alejándose cada vez más de la mansión inmensa a donde reside, a pesar de los gritos frenéticos de su hermana:

"Espera hermanito! Por favor no te alejes demasiado que si no te perderás y nadie podrá encontrarte!"

"A ver quién corre más rápido!"

"Si no regresas en este mismo instante te daré una gran paliza!" Exclama una mujer joven de unos veinte años de edad.

Ignorándola por completo, el chiquillo rubio se aleja cada vez más de la mansión, mientras su hermana trata de alcanzarlo. Finalmente la joven se detiene para tomar aliento, pero al no escuchar más las risas de su hermanito se alarma y acelera el paso:

"Por favor contéstame y prometo no castigarte! Contéstame te lo suplico!"

Finalmente al cabo de una eternidad, la joven descubre una colina verde que le es totalmente desconocida: que era aquel lugar tan hermoso, y como es que nunca lo había visto antes?

"Finalmente descubriste mi colina favorita hermanita, y viste lo alta que es?" Exclama el chiquillo rubio riéndose a carcajadas.

"Porque me desobedeciste? Acaso no temes el castigo que te espera cuando regresemos a casa?"

"Por favor no seas tan severa conmigo…." Le suplica el niño, avergonzado.

Las risas de unos niños los interrumpen, y desviando la mirada, la joven nota una casa amplia debajo de la colina, de donde salen unos niños corriendo alegremente.

"Espera aquí hermanito, que ya regreso."

Y acto seguido, la joven baja la colina apresuradamente.

Observando a su hermana con curiosidad, el chiquillo la ve caminar hasta una casa amplia de donde salen 2 señoras: una es delgada, y la otra más bien gordita.

"Podemos ayudarla en algo, señorita?" Les preguntan las 2 mujeres a la joven.

"No gracias. Me parece que me perdí, pero ya encontrare mi camino." Les contesta la joven, alejándose rápidamente.

"Espere, no se vaya así que a lo mejor podemos ayudarla!"

Ignorando a las 2 señoras, la joven sube nuevamente la colina, y acercándose a su hermanito le dice: "vámonos ya, que se hace tarde y quiero que lleguemos a casa antes de que se preocupen de nuestra ausencia."

"Prometes no castigarme si te pido disculpas?" Le suplica el niño con una vocecita.

"Te lo prometo, si tú también prometes no decirle nunca a nadie que estuvimos aquí."

"Porque quieres que lo mantengamos en secreto si no hicimos nada malo?"

"No hagas preguntas, y solo prométemelo."

"Está bien. Te lo prometo hermanita."

Y acto seguido, los 2 hermanos rubios se alejan de aquel lugar encantador, para acercarse cada vez más, a la majestuosa mansión en donde vivían:

'Como me gustaría vivir en aquella casa amplia… y correr con todos esos niños hacia esa gran colina verde…' Piensa el chiquillo, mirando con anhelo hacia el camino opuesto.

"Mejor entremos a casa antes de que noten nuestra ausencia." Declara la joven sacando a su hermanito de su ensueño, pero una voz autoritaria los detiene:

"Se puede saber a dónde se habían metido?! He mandado al mayordomo a buscarlos pues nos tenían bien preocupados!" Exclama una señora de mediana edad de aspecto severo, caminando hacia ellos amenazante, y al ver la furia escrita en su cara, el chiquillo se refugia en los brazos de su hermana.

"Se puede saber porque tu hermanito siempre se asusta cada vez que me ve?"

"Y todavía lo pregunta? Acaso no se da cuenta de que su aire austero asusta a cualquier niño?"

"No puedo evitarlo: soy fría de naturaleza." Les contesta la señora de aspecto severo.

"Pues haga un esfuerzo: después de todo se trata de su sobrino."

"Y me preocupo por su bienestar y por el tuyo también: ustedes 2 son los herederos de la gran fortuna que dejaron sus padres antes de fallecer, y mi deber es protegerlos."

"Deber… fortuna… prestigio… esto es lo único de lo que es capaz de hablar?! Pues estoy harta de oír esto las 24 horas del día! Y si cree que va a dañar la infancia de mi hermanito se equivoca: juro que mientras yo viva, el correrá y jugara como cualquier niño común y corriente!"

Y agarrando la mano del chiquillo rubio, la joven lo aleja rápidamente de la señora severa de mediana edad, y los 2 entran en la casa.

"Aun eres muy joven y por eso no me entiendes, pero algún día me lo agradecerás, ya lo verás!" Exclama la señora de mediana edad pero la joven la ignora.

"Porque le hablaste así? Seguro que ahora esa señora mala te castigara!" Exclama el chiquillo asustado.

"Esa 'señora mala' a la que te refieres es nuestra tía y le debes respeto."

"Pero da miedo!"

"En realidad ella no es mala: se siente sola, y por eso actúa así, entiendes?"

El chiquillo menea la cabeza afirmativamente a pesar de no entender nada del mundo de los adultos: a él, lo único que le importaba ahora era aquella casa alegre con la enorme colina verde, y los niños corriendo alegremente alrededor de ella. Algún día se escaparía de aquella mansión fría y vacía, para irse a vivir al hogar de los niños felices. Satisfecho con su decisión por el día de hoy, se dirige hacia su habitación para bañarse antes de la cena, mientras su hermana descansa en su habitación de al lado. El resto del día pasa sin acontecimientos, y esta misma noche mientras todos duermen, una sombra ligera se aleja de la mansión a pasos rápidos.

Es una noche cálida, y caminando en el bosque iluminado por el reflejo de la luna, una joven rubia lleva consigo, una canasta envuelta. Cruzando el bosque a toda velocidad, se va alejando cada vez más de la mansión, mientras tiene solo una meta en su mente: alejar a la criatura que lleva escondida, a toda costa!

Mientras tanto en la mansión grande y majestuosa, el chiquillo se ha despertado después de una terrible pesadilla en la que lo estaban persiguiendo unos monstruos, y al notar la ausencia de su hermana mayor, se echa a llorar deseando con todas sus fuerzas que ella regrese; Sin embargo a pesar de sus llantos nada pasa, y sin vacilar más, se levanta y agarra la 1era manta que encuentra antes de salir de la casa. El viento sopla fuertemente a pesar de la noche cálida, y alejándose de la mansión a pasos rápidos, el chiquillo se echa a correr rápidamente a través del bosque, todavía ligeramente iluminado por la luna. Los ruidos de la noche lo asustan, y corre sin rumbo hasta llegar sin darse cuenta a su colina favorita: finalmente había conseguido escaparse antes de lo que pensaba! El ruido de unos pasos repentinos lo sacan de su ensueño, y escondiéndose detrás del 1er árbol que ve, el chiquillo observa detenidamente la figura misteriosa que se acerca, y su sorpresa es enorme al descubrir a su hermana depositando en la hierba una canasta de dónde saca un bebe recién nacido, a quien abraza efusivamente, antes de depositarlo nuevamente en la canasta…

"No lo hagas! No regales al bebe de tu mejor amiga!" Grita Albert despertándose abruptamente.

Levantándose de la cama de un golpe, el hombre rubio de cabellos largos se dirige hacia la ventana frustrado y la abre, tratando de ignorar los fuertes latidos de su corazón. Su sueño había sido tan real y en cierto modo lo era: había revivido su niñez, y los acontecimientos que habían obligado su hermana abandonar a Candy en un orfanato. Al pensar en Doris, se le llenan sus ojos de lágrimas.

'Porque tuviste que morir tan joven querida hermana, si tú eras lo único que me quedaba en el mundo después de la muerte tan abrupta de nuestros padres? Fuiste una verdadera tutora para mí, y la que me siempre me guio por el buen camino… nunca me recupere de tu muerte prematura, y mucho menos George…'

Estrujándose los ojos, Albert se acuesta nuevamente en la cama y se quita la camisa empapada de sudor que llevaba puesta; Aquel sueño perturbador le había dado escalofríos, y todavía temblaba de frio. Cerrando los ojos, trata de dormirse en vano mientras lo persiguen los fantasmas de su pasado: lograría borrar algún día de su mente aquella imagen agobiante de su hermana regalando al bebe de su difunta amiga, y aquel terrible secreto que guardaba dentro del?

Nueva York, 'Bellevue hospital', mayo 1919.

21 anos… una edad en la que no hay vuelta atrás y la que transforma al adolescente en un adulto. Candy White Andry ya cumplía otro año más, y para olvidar su soledad había decido trabajar a tiempo completo. Caminando por el parque enorme del hospital, no se da cuenta de que alguien la está observando desde cierta distancia: Albert está escondido detrás de un árbol tratando de contenerse para no tomarla en sus brazos. Traía en sus manos un ramo de rosas blancas, y pensaba en la manera más casual para depositárselas en su habitación sin que se diera cuenta. Una enfermera pasa delante del, y al verlo parado con las flores en las manos le pregunta:

"Le puedo ayudar en algo, señor? Acaso tiene algún pariente en este hospital?"

"Efectivamente así es. Hoy es el cumpleaños de mi hermanita quien es enfermera como usted, y por esto le traigo ese ramo de flores."

"Y porque no se lo lleva usted mismo?" Le pregunta la enfermera, observando al apuesto hombre de cabellos rubios largos con interés.

"Es una sorpresa."

"Y como se llama su hermana?"

"Candy White Andry, pero por favor no le diga que estoy aquí, solo le pido que me haga el favor de entregarle mis flores." Le suplica Albert, y al ver la enfermera dudar insiste: "mi tren marcha en una hora y por esto tengo mucha prisa."

"Está bien. Lo hare solo por esta vez porque lo veo tan sincero, pero déjeme decirle que el reglamento del hospital es muy estricto y…"

"Le agradezco mucho por su discreción, adiós!" Le contesta Albert marchándose a toda prisa.

"Espere señor!" Exclama la enfermera pero ya es demasiado tarde: el apuesto hombre rubio de cabellos largos se ha esfumado.

'Que hombre tan raro, pero que buenmozo era!'

"Que te pasa que te has puesto roja como un tomate, Claudia?" Le pregunta Candy, apareciendo súbitamente.

"Justamente a ti te estaba buscando: tu hermano mayor acaba de entregarme estas rosas para ti. Dijo que era una sorpresa, y que no quería que lo vieras."

"Mi hermano mayor? No entiendo nada…" Murmura la rubia pecosa perpleja.

"Dijo que tomaría el próximo tren pues tenía mucha prisa. Acá también hay una tarjetica. Porque no la lees?" Continúa la enfermera, entregándole las flores.

Candy agarra el ramo de flores que le entrega Claudia, y abriendo la tarjetica con manos temblorosas, lee:

'Feliz cumpleaños pequeña pecosa! Ya eres toda una mujer, y espero que sepas esperarme.

Con el más profundo de mi amor,

Albert.'

"Albert!" Exclama la rubia pecosa, poniéndose blanca como si hubiese visto un fantasma. Y entregándole nuevamente las flores a su compañera, se echa a correr como si tuviese el diablo en sus talones.

"Espera Candy, a dónde vas?!"

Candy cruza las calles a toda prisa y toma el primer coche que ve: "Por favor lléveme hasta la estación de tren rápido, se lo suplico!"

Y acto seguido, se sube a toda prisa mientras le palpita el corazón: Albert estaba tan cerca de ella, y finalmente lo vería después de tanto tiempo!

"Por favor apúrese, que me urge alcanzar este tren!"

"Conduzco lo más rápido que puedo señorita."

A penas para el auto, sale la rubia pecosa corriendo sin despedirse, mientras el taxista exclama furioso: "espere señorita! Acaso no me va a pagar?"

Candy se dirige hacia el primer tren que ve, y se pone a gritar con todos sus pulmones: "Albert! Donde estas Albert? Porque no me contestas Albert? Soy yo, Candy! Contéstame te lo suplico!"

"Que le pasa que grita tanto, señorita?" Le pregunta el controlador de trenes acercándose a ella.

"Hace mucho que esta ese tren parado?"

"Acaba de llegar. El anterior estuvo parado una hora como es la costumbre, porque?"

"Oh no, no puede ser!" Solloza la rubia pecosa echándose a llorar amargamente.

"Pero que le pasa que se ha puesto tan triste? Acaso se le fue algún familiar sin que haya tenido el tiempo de despedirse?" Le pregunta el controlador, poniendo su mano en el hombro para reconfortarla.

"Algo por el estilo….."

Y alejándose a toda prisa, Candy se acerca nuevamente al coche que todavía sigue ahí:

"Disculpe por haberme marchado sin pagar, pero por favor podría llevarme de regreso al 'Bellevue Hospital'? Le pagare el doble si quiere."

"Está bien, pero nada de trampas!" Exclama el conductor, frunciendo el ceño.

El trayecto de regreso resulta agobiante para Candy, y después de pagarle una buena porción de dinero al conductor, se encamina frustrada hacia el 'Bellevue hospital' y va directamente a su habitación:

Lo primero que ve al abrir la puerta es el ramo de rosas blancas, y su aroma dulce le recuerda a Anthony.

"Estas rosas blancas la llamaremos 'Dulce Candy'…"

"Anthony…." Murmura la rubia pecosa recordando su amor de niñez, y tratando de contener las lágrimas que están recorriendo por sus mejillas piensa enAlbert que lo era todo para ella y a quien amaba más que a su propia vida: "porque me haces sufrir tanto si yo daría mi vida por ti? Acaso no te das cuenta de que eres el aire que respiro, y mi felicidad absoluta?"

Y echándose a llorar como una chiquilla, Candy vuelve a leer la tarjeta de Albert, y las pocas líneas que ve escrita es el único consuelo que le queda…

Michigan, 'Mansión de los Leagans', Junio 1919.

Es una hermosa mañana soleada, y abriendo la puerta de la entrada principal, Ruth Leagan decide irse a dar un paseo por la mansión: el azul cristalino del lago Michigan era muy invitador, y acercándose hasta llegar al borde de la orilla se quita espontáneamente los zapatos que llevaba puesto para poner los pies dentro del agua. Aquel día la señora Elroy y su esposo habían salido brevemente para unos asuntos de negocio. Sonriendo con satisfacción, piensa en lo feliz que se sentía con su vida y en la suerte que tenia de estar rodeada de personas que la querían; Se había vuelto inseparable con su suegra y tenía al mejor marido del mundo, y sin embargo su felicidad no era absoluta mientras no recordara su pasado:

'Soy tan dichosa de haber tenido una segunda oportunidad, y prometo no desperdiciarla nunca…'

La corriente del agua se vuelve repentinamente intensa, y perdiendo súbitamente el equilibrio, Ruth cae de cabeza al lago y siente como la arrastra la corriente, alejándola por completo de la orilla.

"Auxilio!" Grita ella desesperada, pero no hay nadie en los alrededores para oírla. Ruth trata en vano de nadar hacia la orilla pero la corriente la va alejando cada vez más impidiéndole pisar tierra, y sintiendo el pánico apoderarse de ella, patalea desesperadamente.

"Socorro! Ayúdenme que me estoy ahogando!"

El agua sube cada vez más hasta cubrirle la cara por completo, y antes de que se dé cuenta de lo que está pasando se ve envuelta en completa oscuridad, y lo último que recuerda antes de perder el conocimiento por completo, son unos brazos fuertes levantarla, y el alivio que siente al poder respirar.

Robert Leagan deposita su esposa sobre la hierba y apoya su cabeza sobre su pecho para ver si todavía respira. Tomando su mano en la suya nota el pulso débil y acerca su boca en la de ella para ver si reacciona, pero lo único que nota es la tez pálida de Ruth. Sintiéndose completamente frustrado se pone a sacudirla con todas sus fuerzas mientras grita:

"Despierta Ruth por favor! No me dejes solo que te amo y te necesito!"

George que ha estado caminando por los alrededores oye los gritos desesperados de Robert Leagan, y al descubrir Ruth Leagan inerte en el suelo exclama: "dios mío! Pero que es lo que ocurrió?!"

"Regrese antes de lo previsto, y escuche unos gritos alarmados así que me vine corriendo pero llegue demasiado tarde! Le he hecho la resucitación boca a boca pero mi esposa aún no reacciona!" Grita Robert desesperado.

"Intentemos reanimarla otra vez, pero por favor tranquilícese."

"De acuerdo."

Robert acerca nuevamente su boca a la de su esposa, y respira profundamente dentro mientras George apoya su cabeza en el pecho de ella para ver para ver si todavía le late el corazón. Finalmente después de una eternidad, Ruth se pone a toser, y abre los ojos brevemente.

"Ruth mi amor!" Exclama Robert aliviado, pero su esposa pierde otra vez el conocimiento.

"Ruth!"

"Por favor no se alarme que su esposa por fin escupió el agua que guardaba en sus pulmones."

"Lo que no me explico, es porque se desmayó si ella es una buena nadadora?" Pregunta Robert, confuso.

"Seguramente la corriente del agua era demasiado fuerte y la arrastro. O a lo mejor se cayó?"

"No quiero ni saber lo que hubiese pasado si no llego a tiempo…." Murmura Robert al borde de las lágrimas.

"Porque mejor no me ayuda a levantarla? Tenemos que traerla a la casa lo antes posible, y llamar a un médico cuanto antes!" Le ordena el mayordomo con autoridad.

Robert asiente, y los 2 la levantan cuidadosamente de la hierba, cargándola con cautela mientras se encaminan hacia la mansión.

"Que es lo que sucedió, y porque está mi nuera desmayada?!" Exclama la señora Elroy, bajando las escaleras a toda prisa al ver Ruth inerte en brazos de su hijo y mayordomo.

"Tenemos que llamar al médico cuanto antes que Ruth ha tragado mucha agua!" Exclama el mayordomo, depositando a Ruth Leagan en el sofá.

"Dios mío, otra vez?!" Grita la señora Elroy, recordándose como su nuera casi pierde la vida tratando de salvarla a ella.

"Mama…. La encontré flotando en el lago y me tire al agua para salvarla…" Murmura Robert en voz entrecortada.

Con manos temblorosas, Sarah toma el teléfono y marca el número del médico de familia: "con el doctor por favor. Se trata de una emergencia! Mi nuera ha sufrido un desmayo. Esperare, gracias."

Observando a su nuera nota lo pálida que esta, y se le forma un nudo en la garganta: cómo era posible que el destino fuese tan cruel con Ruth? Acaso no había sufrido ya bastante?

"Señora Elroy?"

La voz del médico la hace sobresaltar, y apretando el teléfono en su oído, Sarah exclama: "mi nuera casi se ahoga en el lago y lo necesitamos urgentemente en la mansión!"

"Estaré en 20 minutos por allá."

Sarah cuelga el teléfono, y tomando su cara entre sus manos se echa a llorar.

"Mama por favor no te aflijas!" Exclama Robert acercándose a ella, y tomándola en sus brazos continua: "ya verás lo pronto que llegara el doctor."

"Porque tuvo que ocurrirle otra tragedia a Ruth?! Porque?!" Grita la anciana aferrándose a su hijo.

"Porque mejor no se sienta mientras le preparo un te? No le hace bien estar tan afligida, señora Elroy." Les interrumpe George, dirigiéndose hacia la cocina.

"George tiene razón mama. El doctor ya no tarda en llegar."

Sarah se sienta renuentemente en el sofá del salón, y un instante más tarde regresa el mayordomo con una taza de té. Finalmente después de lo que parece una eternidad llega el médico, y depositando su taza de té en la mesa, Sarah exclama agitada: "por fin llega doctor, pero porque se tardó tanto?!"

"Cálmese por favor señora Elroy que no le hace bien alterarse. Porque mejor no deja que me ocupe de mi paciente?"

Y acercándose a Ruth que todavía sigue inconsciente en el sofá, el médico le toma el pulso: "está muy débil. Que fue lo que sucedió exactamente?"

"La encontré ahogándose en el lago, y le hice la resucitación boca a boca. Abrió los ojos unos instantes para escupir el agua que se tragó, pero se volvió a desmayar!" Declara Robert desesperado.

"Es lo normal cuando uno traga tanta agua, y algunas personas necesitan más tiempo. La señora Leagan ha sufrido ya bastantes traumas: recuerde que perdió la memoria, y aún está muy frágil. Lo mejor es dejarla reposar y subirla a su habitación cuanto antes."

"Pero esta tan pálida…" Murmura Sarah Elroy, preocupada.

"Es lo normal dado las circunstancias. No se preocupen, que estoy seguro de que mañana despertara, y si no es el caso les urjo que me llamen nuevamente. De todas maneras, quiero que le den el remedio que les traje una vez que despierte."

"Así lo haremos doctor, gracias."

Después que el medico se marcha, Sarah Elroy se queda en la habitación junto a su nuera y le pasa la esponja en la frente cada cierto momento. Observándola detenidamente, nota que sus labios se mueven y que murmura palabras incoherentes:

'Que querrá decir?'

Finalmente agotada de tantas emociones, Sarah decide sentarse un rato en uno de los sofás de la habitación, y a penas cierra los ojos, cae en un sueño profundo:

"Cuantas veces debo repetirte que no me interesan tus disculpas Ruth?! Eres lo peor que le ha podido pasar a mi hijo y ojala nunca se hubiese cruzado en tu camino! Si tan solo tus padres no hubiesen perdido toda su fortuna!"

La anciana percibe la mirada dolorosa que le lanza su nuera, pero su odio hacia ella es demasiado grande para perdonarle todo el daño acumulado en tantos años.

"Está bien señora Elroy será como usted quiera, pero ojala no se arrepienta y sea demasiado tarde".

Ruth Leagan se aleja sin esperar la respuesta de su suegra, mientras brotan lágrimas por sus mejillas. De nada le había servido pedirle perdón a la anciana: su corazón era duro como el hielo, y solo un milagro se lo ablandaría…

Sarah Elroy se queda reflexionando sobre la conducta tan extraña y sospechosa de su nuera, pero su despecho hacia ella es demasiado fuerte y lo descarta de su mente:

'Debe ser una maniobra para conquistar a mi hijo! No aguanto estar ni un minuto más en esta casa, así que saldré a dar un paseo por la mansión.'

Sarah Elroy abre la puerta de la entrada principal, y se encamina hacia el lago: la vista azul cristalina del lago Michigan era tan radiante en primavera que decide entrar aunque sea en la orilla para refrescarse. Sin embargo al quitarse los zapatos pierde el equilibrio, y cae instantáneamente al agua.

"Socorro! Auxilio que no sé nadar!"

Sus gritos son percibidos por la persona más inesperada e indeseada: Ruth Leagan en carne y hueso!

Pierde el conocimiento antes de poder reaccionar, y todo se vuelve negro….

Sarah Elroy abre los ojos después de un largo sueño, y al ver a su nuera sentada en la cama, respira con alivio: "Ruth! No sabes lo feliz que me siento que finalmente hayas recobrado el conocimiento y estés bien! Nos tenías bien preocupados después de tu desmayo a mí y a Robert! Pensé que nunca más te vería con vida!"

Y corriendo hacia ella para abrazarla efusivamente se detiene en medio camino al notar la mirada fría que le dirige Ruth: su corazón le da un vuelco, y por un momento le falta la respiración.

"Porque no sigue hablando, señora Elroy?Es que acaso le cortaron la lengua?"

"Ruth… porque has cambiado el tono conmigo y me llamaste señora Elroy? Es que acaso... no puede ser lo que me imagino... no!"

"Si lo es: para mi mayor desgracia recobre la memoria y daría todo por no haber despertado nunca, créame. Ahora que pasara entre nosotras? Supongo que volverá a tratarme con la misma frialdad de siempre, no es así?"

La mirada llena de tristeza que le lanza Ruth es un choque demasiado fuerte para la anciana, y al sentir un dolor agudo en el pecho, pierde el conocimiento y cae al suelo.

"Señora Elroy que le paso?! Sarah?"

Ruth salta de la cama y se inclina hacia su suegra para sacudirla, pero al ver su rostro pálido, el pánico se apodera de ella y se pone a gritar con todas sus fuerzas: "despierta por favor Sarah! No me dejes que te necesito! Perdóname por favor pero despierta! Auxilio! Socorro! Ayúdeme alguien por favor, que se me muere la persona a quien más quiero en este mundo! Auxilio!"

Ruth se pone a llorar incontrolablemente sintiéndose completamente desamparada, y sacudiendo nuevamente a la anciana continua: "despierta Sarah, por favor!"

Sin embargo Sarah Elroy, dueña y patriarca de la 'mansión Leagan', sigue inerte como si ya no perteneciera a este mundo….

Queridos lectores fieles, finalmente termine el capítulo 32 y les agradezco a todos ustedes por los bellos reviews que me han dejado y la paciencia absoluta que me tienen! En particular a Daniely Vallurel, Alebeth, LES, Guest, Doris Andry (quien comparte mi punto de vista hacia Albert), Doris Martos,

Y por supuesto a ti JOSIE: Que tal te sientes ahora? Espero que mejor? Me alegra que te haya gustado mi capitulo anterior, y estoy de acuerdo contigo de que ALBERT se está demorando demasiado pero tengo planes para él, je je je! Como siempre me dejas los reviews más detallados y por eso me causa tanta emoción y placer cada vez que los leo! Perdóname por hacerte esperar tanto, pero la verdad es que este capítulo me costó más tiempo que los demás y estuve bastante ocupada trabajando. Te deseo un lindo mes de Septiembre, y espero tener noticias tuyas muy pronto! Ciao amiga!

Ahora en cuanto a nuestros protagonistas: ALBERT sigue jugando a las escondidas con CANDY, y GEORGE es el único fiel amigo y espía de todos je je je!

Mientras tanto, TERRY ahora está entre SUSANA y su nueva rival, DENISE WAKEFIELD.

ELIZA y PHILIP siguen en crisis, y desconfiando el uno del otro!

Y finalizándolo con SARAH ELROY y RUTH LEAGAN: que pasara con este final tan traumatizante?!

Siguán atentos, y no se arrepentirán!

Con estas palabras me despido de todos ustedes, y espero que les agrade este capítulo.

Adiós a todos, y que pasen un lindo comienzo de otoño!