-Basta, ¡basta! ¡Para ya! –le dije, mientras pasaba sus labios por mi cuello. Quería escapar, huir de esto. –Nathani¡EL! –grité cuando pasó un dedo por mi zona intima, arriba de mis bragas. Mordí mi labio inferior, sus dedos gruesos provocaban un escalofrío en mi columna vertebral.
-Ehh, ¿ahora te gusta? –susurró cerca de mi oído, podía sentir su aliento, caliente (aire contaminado). Mordió mi óvulo mientras su dedo volvía a pasar por allí abajo. Cerré los ojos fuertemente. –No te contengas, Luna, ambos sabemos que esto te gusta.
-N-No –moví mi cabeza a un costado, pero el agarró con su mano mi mandíbula y la atrajo hacia él. Me miró con sus ojos color miel y volvió a besarme fuertemente, primero pasó su lengua sobre mis labios, provocando que los abriera, dando entrada a un juego de lenguas.
¿Esto es amor? Yo, siendo abusada por alguien pero… no estoy intentando detenerlo con todas mis fuerzas.
-Relajate –susurra sobre mi boca. Gimo por aquel contacto y me concentro en su beso, profundo, intenso, abusivo, controlador. Maldito rubio.
Sus manos recorrieron mi espalda, haciendo que me enderezara y me acercara más y más a él. Mi pecho contra su pecho, mi boca contra su boca, mis piernas enredadas con las suyas. Empecé a desabrochar su camisa, dejando al descubierto, poco a poco, su pecho. De un movimiento brusco (y poco romántico) sacó mi remera. El rubio me miraba como yo sacaba de sus brazos los restos de la ropa.
Se acomodó en el sillón, y volvió a su trabajo, pero esta vez, sus labios bajaban por mi cuello hasta el ombligo y allí se quedó un rato, entrando su lengua a mi orificio (ombligo) haciendo que, mágicamente, gimiera.
Miró para arriba, mi rostro seguramente se encontraba rojo, porque hizo una sonrisa maliciosa. Con una de sus manos, ágilmente desabrochó mi corpiño, haciendo que este dejara al descubierto mis senos. Una de sus manos comenzó a sobarlos: piel sobre piel. Aquello hizo que mordiera más fuerte mi labio inferior.
Su mano rozó el elástico de mis bragas y las empezó a bajar suavemente. Con mi mano, agarré la suya, no quería que lo haga. No, él me había violado y todo esto empezó a la fuerza, sin cariño.
-Nathaniel, no.
-Luna, entiendes que esto no es si tu quieres o no, ¿no? –frunció el ceño. –No quería ser brusco, pero no me dejas otra alternativa. –Puso mis manos sobre mi cabeza, y, con no se qué (algo suave, debería de ser una media) ató mis ojos, dejándome sin visión. Ahogué un grito, ¿por qué me había cegado? -Vas a disfrutarlo, no tengas miedo.
Las tiras de mis bragas se deslizaban por mis piernas desnudas hasta llegar a los tobillos. Allí, con un nudo que desconozco, las ató, haciendo que mis tobillos se queden juntos, inmovilizados. Las puso arriba de su espalda, pude reconocer el calor de su piel. Gemí al instante en que su lengua tocó mi zona intima. Me enderecé, me sentía sucia, estaba demasiado mojada para ser cierto. Me sonrojé, el calor de mi rostro se volvió más intenso. Su lengua pasaba desde arriba hasta lo más profundo de mi, el escalofrío que recorrió mi espalda produjo que mi piel se erice.
-Esto es un premio. –azotó dos veces mi zona, fuertemente, haciendo que soltara un grito. –Ahora viene lo de verdad. –escuché un sonido metálico… ¿su cinturón? No, esto no puede estar pasando por segunda vez, ¿por qué me descuidé?
-No, podemos hablar de esto, no es necesario que lo hagamos de nuevo
-Luna, si no cierras tu puta boca no me dejaras otra opción que amordazarte y ninguno de los dos quiere eso, ¿no? –Se me acercó, pude sentir el calor de su respiración cerca de mi oreja – a mi me encanta oírte gemir –susurró.
El sonido metálico cesó, dejando uno que claramente era su cierre, el cual se lo estaba bajando. Silencio de nuevo, ¿estaba admirando mi condición?
Un peso cae sobre mí, ¿¡Se tiró arriba mio!? Su estomago estaba claramente sobre el mio. Su peso era descomunal, no podía soportar aquello. Algo caliente comenzó a rozar por mi entrada, estaba duro y a veces golpeaba mi zona.
-¿Preparada? –aquello no sonó como una pregunta, asi que no respondí. Me mordí el labio y cerré fuertemente los ojos (aunque, claro, no lo notó). Y de una sola estocada entro dentro de mí. No pude contener un grito, aquello me tomó por desprevenida. Oh dulce calor de los dioses… ¿¡QUE ACABO DE DECIR!?
Embestidas, profundas y brutales. El rubio gemia como un animal, estaba disfrutando esto. Yo, en cambio, sufria, las embestidas me lastimaban y no podía contener algún que otro gemido.
-¡GIME LUNA, GIME! –cada vez lo hacía más y más rápido. Cerraba los ojos más fuerte quería que esto terminara -¡LUNA, GIME! –un ardor se expandió por toda mi cara, ¿me había golpeado? Hice lo que me pidió, pero casi es un susurro -¡MÁS FUERTE! –grité, ¡ahí tenes tu fuerte! Gritaba y gritaba como si fueran gemidos. De un momento a otro, él sacó su miembro de mi agujero y acabó en mi estomago, dejando que todo su semen me ensuciara. –Ahora te limpias vos.
Se levantó. Estaba inmóvil, las cintas, el momento, nada de eso dejaba que me moviera. Escuché de nuevo cada paso de él. Se había subido el cierre y abrochado el cinturón.
-Adiós Lunita, gracias por esta velada. –beso en la frente y cerró la puerta suavemente.
Si me movia, todo el líquido blanco ensuciaría el piso y sillón. Si no me movia, no me quedaba otra que quedarme allí toda la noche. Intenté mover mis piernas, pero estas estaban atadas y no me dejaban mucha posibilidades. Si o si debía tirarme al suelo para salir.
Me quedé allí, sola. Una lágrima que descendió de mis ojos le dejó paso a otras. Nadie iba a ayudarme, Rosa se había ido con su novio y no iba a volver. ¿Lysandro? ¿Qué estaría haciendo? Seguramente duerma en esa gigantesca cama suya… su casa era tan vacía. ¿Castiel? Si no está de putas, no sé que hace él para divertirse… además de besar mujeres en parques. Armin… y el policía que siempre me encuentra. Y yo, una simple mesera de día y una stripper por la noche.
Cerré los ojos e intenté dormir.
-.-.-.-
-¡LUNA, POR DIOS! –un grito hizo que me moviera un poco. El semen se había secado en las partes de mi cuerpo. Mis pies, al igual que mis manos, estaban doliéndome fuertemente, seguramente es por la posición en la cual me encuentro. Mis ojos, aun cegados por una tela.
-¿Quién es? –dije en un susurro. No, por qué esa voz. Una mano me comenzó a acariciar el pelo. Era grande y muy suave.
-Soy yo, Lysandro. Te habías olvidado algo en casa y vine a devolvértelo. Iba a tocar timbre, pero noté que la puerta estaba abierta. –unas lágrimas comenzaron a querer salir pero me las contuve.
-Gracias… -dije suavemente. Necesitaba a alguien que me ayudara.
-Dejame que te desate. Tu tranquila. –Sus agiles manos desataron, primero, mis manos y, luego, mis piernas. Al sacar la tela de mis ojos, tuve que entrecerrarlos, ya que la luz del sol que entraba por la ventana amenazaba mi vista. Al acostumbrarme, noté que Lys estaba agachado a mi altura, mirándome preocupado. –Buscaré un trapo, no te muevas. –y me sonrió. Aquella sonrisa, tan sincera, tan… hermosa.
Se dirigió a la cocina, agarró un trapo y lo mojó con el agua. Se acercó a mi y comenzó a pasarlo por donde quedaban restos del rubio. Seguramente en este momento él estaba preguntándose qué me pasó y, cuando terminara de ser tan gentil, me dispararía todas sus preguntas.
-Lys, yo…
-No, tranquila. Si es algo que no quieres contarme no es necesario que lo hagas –sus ojos seguían mirando mi cuerpo mientras pasaba el trapo. –Luna, hay que ir a la policía.
-¡No! –me miró.
-¿Esto fue consensual? (n/a: consensual es cuando ambas personas están de acuerdo en tener relaciones, es decir, no fue violación)
-No… -susurré.
-¿Entonces? ¿Qué te detiene? –¿tal vez que yo soy una prostituta y si lo denuncio todos los ojos estarán en mi? Seguramente si lo digo, el policía Kentin estará confundido y descubrirá mi verdadera identidad que no revelo y me "castigará"
-Lysandro… -¿se lo digo, o no se lo digo? Esto es tan difícil… lo quiero. Oh por dios, lo quiero… no quiero perderlo. Sus ojos bicolor me miraban, expectantes, esperando aquello que tanto quería decir pero no podía. –Prometeme que no huiras.
-Luna, te vi en estas condiciones y no me he ido.
-Esto es más importante. –con gran esfuerzo me senté en el sofá. Él me ayudó a estirar las piernas en el piso. Agarré sus manos y enlacé nuestros dedos. –Lys… prométeme que no te irás.
-Te lo prometo. –sonrió.
-Yo… no soy lo que tu crees. Bueno, sí, pero no todo. –confundido, alzó una de sus cejas. –Yo… trabajo de noche en un local de… bueno, ¿viste donde van los chicos para divertirse?
-¿Trabajas en un parque de videojuegos…?
-No, cuando se divierten antes de una boda…
-¿Un club de strippers? -desconfiada, asentí. Se lo había dicho, no tan directo, pero se lo había dicho. Sus dedos soltaron los míos. Eso me rompió el corazón, era la primera vez que había revelado aquello y… no todos se lo toman a bien. Cerré los ojos, frustrada, pero algo me sorprendió. Se sentó a mi lado y comenzó a acariciar mi cabeza. Giré mi rostro para verlo más de cerca. -¿Por qué lo haces?
-La paga es buena y… ¡Igual no te preocupes! No soy stripper, sino mesera. Bueno, tengo que vestir aquellas ropas pero nunca me acosté con un cliente ni nada de eso –moví mis manos. Bueno, le hice un baile a uno… solo uno.
-Luna. –suspiró. –Hoy mismo, te vienes a vivir conmigo.