Anime: Kuroko no Basket.
Rating: —
Disclaimer: Fujimaki Tadatoshi es el amo y señor de cualquier color de este anime.
—Extra—
Pasar una noche con aquella bestia insaciable y levantarse de buen color eran dos conceptos que nunca parecían venir juntos; pero Kuroko no pudo jactarse más del buen aspecto que tenía aquella mañana. Pese a que la ducha de agua tibia no le había sacado aún de encima las vagas telarañas del sueño, el que una vez fue conocido como el sexo jugador fantasma se cepillaba los dientes con una tranquilidad que se aseguró de disfrutar.
En primer lugar, era un logro haber podido ponerse en pie solito, sin sentir débiles las rodillas o la cintura. En segundo, que no hubo necesidad de apretar el culo y apurar el paso hacia la ducha, donde dejaría caer los múltiples orgasmos de Aomine. Escena común de cada mañana. Y en aquel último momento, su reflejo le enseñaba sin tapujos el aspecto que tenía alguien sin mordiscos amoratándose en los hombros o chupones del tamaño de pelotas de ping-pong en el cuello. Aquel día se sentía rejuvenecido.
Controlar a Aomine había supuesto un reto. Ayer por la noche, en su desenfreno por poder desfogar sus necesidades más básicas y animales, Daiki parecía haber olvidado que seguía castigado, por lo que Kuroko echaba mano de su paciencia como profesor para meterle en la cabeza que las cosas, aquella vez, se harían a su modo. No hacía falta decir que la primera media hora, dejando a un lado el imposible propósito de cenar algo, la habitación hizo eco de las protestas y los bufidos de Aomine, que no pudo parar de insistir en la posibilidad de que le explotasen los huevos de tanto esperar. Y, cómo no, Kuroko le hizo esperar. Y mucho.
Tetsuya recordaba, ahora frente al espejo, la agradable sensación de su gruesa polla entrando lenta, muy lentamente, al ritmo que él mismo imponía al haber decidido estar encima, cabalgándole. Para mayor frustración de su pareja, Kuroko ponía también como condición el usar condones y gastar medio bote de lubricante; simplemente porque le gustaba poder levantarse solito y no precisamente chorreando semen. Una lógica pura que Aomine mandó a la mierda, pero que tuvo que tragarse en pos de hacer las paces con un Tetsu al parecer muy furioso por no haber podido demostrarle su amor el día anterior.
¿Lo mejor de todo? La cara de Aomine. Ese gesto entre la frustración, el deseo y el resentimiento que se grabaría en la retina.
Con la seguridad de quien se sabe controlador del entorno, Kuroko salió del baño únicamente con una camisa blanca de manga larga y un bóxer de un cegador color naranja. Descalzo, caminó a la cocina, encendió la cafetera eléctrica y pasó la espera sacando las tostadas del armario. El teléfono móvil, que ya hubiese dejado al levantarse sobre la encimera, vibró entonces. Y con una ínfima sonrisa, leyó el simple "ábreme" que rezaba el mensaje antes de caminar hacia la puerta.
—Que me llames a las cuatro de la mañana ya me parece tremendo. Pero que me pidas esto con tan poco tiempo no tiene nombre…
—Buenos días, Kagami-kun —saludó, tomándose la libertad de no empatizar en absoluto con su mejor amigo—. ¿Café?
—¿¡Eso es todo lo que vas a decirme!? —gruñó, rindiéndose al segundo siguiente—. Dios, da igual. Toma.
Kuroko estiró la mano y cogió el sobre gris que el bombero le tendía. Abrió la solapa y confirmó el contenido: dos entradas en primera fila para los Knicks.
—Las he conseguido en la reventa; aunque he tenido que tirar de manga y muchos contactos del jefe —arrugó las cejas e hizo una mueca—. Al que, por cierto, le debo una bien gorda. A ver quién es el listo que consigue entradas para el partido de mañana a estas alturas…
—Muchas gracias, Kagami-kun —satisfecho, Kuroko sonrió y se guardó el sobre en el bolsillo de la camisa.
—¡De gracias, nada! —bufó Kagami, presionándole el cráneo con la mano abierta—. ¡Tú también me debes una!
El profesor soltó un quejido, e inmediatamente lo mandó callar con un dedo sobre los labios. Cuando señaló al interior, Kagami supo que no quería despertar a Aomine.
—¿Ese idiota aún está durmiendo? —se apoyó en el marco de la puerta, suspirando—. No es que me interesen demasiado vuestras movidas pero, ¿no piensas decírselo? Porque si esperas a que se dé cuenta solito…
—Creo que esta es una buena experiencia para Aomine-kun. Necesita relajarse y no ir a su propio ritmo, además de que puede empezar a compensar muchas cosas a partir de ahora.
Kagami enarcó una ceja, decidiendo que ya había escuchado demasiado. Se separó de la puerta e hizo un aspaviento con la mano.
—Ahórrate más detalles; eres un demonio —chocó el puño que el profesor le ofrecía y enfiló por el pasillo exterior del bloque—. Ya nos veremos en el partido.
Tetsuya cerró la puerta y caminó hacia la que daba a la habitación que compartían. Aomine dormía boca abajo, desnudo, y con el edredón enredado en un pie.
No merecía la pena contarle que había estado demasiado ocupado celebrando una fiesta para uno de sus alumnos y sus amigos por haber salido con éxito del hospital tras una semana de baja, y que poco tiempo había tenido para acordarse del día de San Valentín. Tampoco merecía la pena desvalorar los gratificantes esfuerzos de Aomine por redimirse; mucho menos cuando ellos implicaban que se volviese tan dócil.
Kuroko había aprendido a ser de reflejos rápidos para aprovechar sus propias meteduras de pata a su favor y con ello se había ganado el tener bajo control, por lo menos unos cuantos días, al hombre más intenso del mundo.
—Feliz San Valentín, Daiki.