Saludos, saludos, gentecita. ¿Cómo están? Espero que bien, la verdad. Por fin un nuevo cap por aquí. Solo les diré que no esperen actualizaciones tan consistentes, éste capítulo lo escribí en el celular y la verdad fue toda una odiasea, pero bueno, aquí está. Este marca el inicio del nuevo arco, que he de decir va a ser muy distinto a los anteriores. Va a ser más pesado en trama, sí va a ver acción pero será cerca del final y realmente no habrá un antagonista definido. Lo que sí es que muchas cosas van a cambiar después de este arco. Ah, por cierto. ¿Recuerdan que quería escribir lemon? Bueno, aquí transcurre el primero así que si no te gusta leer escenas subidas de tono, el aviso será que estará marcada por líneas de separación para que te la puedas saltar.

Sin nada más que agregar, con este capítulo comienza el arco del "Legado de Eva." ahora sí ¡A leer!


Raynare tomó una de las suculentas fresas del tazón, tan frescas que parecían recién cosechadas, tan rojas que hacían juego con sus jugosos labios. La sumergió en otro tazón, bañandola en oscuro chocolate. Se supone que sería para el postre, pero no pudo evitar darle una mordida. Su boca se llenó del sabor cítrico e intenso de la fresa, se tardó medio segundo en detectar el amargo chocolate que envolvía al fruto rojo, y que ahora acariciaba sus papilas gustativas como seda sobre la piel. Cerró sus ojos y subió su cabeza al cielo, dejando salir un gemido de placer nacido de la explosión orgásmica de sapidez dentro de su boca.

Si seguía así esos sundae de fresas no quedarían nunca, sin embargo después de dar el primer bocado, no sabía si quería parar.

Unos hérculeos brazos que nada le envidiarian al legendario héroe, rodearon sus caderas y abdomen y apretaron en un firme pero suave abrazo mientras que la empujaban contra el torso al que pertenecían.

Mantuvo sus ojos cerrados, disfrutando ese apretujo afectuoso, sintiendo su calor, su huelgo que bajaba hasta cosquillear su nuca de forma juguetona; pero lo que más disfrutaba de esos abrazos era su mera presencia que la hacía sentir llena, completa, segura.

Las comisuras de sus labios se contornaron hasta formar una bella sonrisa, incapaz de poder contener esas emociones que fluian por su interior y que le causaban hormigueos por todo su ser, que le arrebataba la solidez de sus rodillas hazta dejarlas con la estabilidad de arena mojada y que enviaba olas de calor hacia su nuca hasta que su rostro quedaba de la misma coloración que esas fresas tan deliciosas que seguían frente a ella.

Si tuviera que definir la palabra "felicidad" para escribirla en un diccionario, describiría ese momento, ese abrazo, esa conexión.

Permaneció sujeta a su amado así, en silencio, ignorando la existencia del tiempo ni acatando razón del espacio, esos conceptos no tenían cabida cuando estaban así, juntos.

Más algo la sacó de ese estado zen, un apéndice impudico más duro que el diamante y que abarcaba un palmo y medio. El Conjunto de cuerpos cavernosos estaba primero presionandose contra sus posaderas de forma sugestiva, incluso pasándosele a ella por alto tal detalle al haberse enfocado en el abrazo desde atrás, pero ahora se volvió más osado, moviendo sus caderas de atrás hacia delante; creando una peligrosa fricción que amenazaba con calentar esa zona como si del mismo sol se tratase.

Ciertamente algo se estaba comenzando a calentar.

—¿Eso que está presionandose contra mi trasero es tu pistola o solo es que estás feliz de verme?—cuestionó con picadía.

Él se inclinó lo suficiente para exhalar aire caliente sobre su cuello y nuca, haciendo que su piel se erizara desde sus pies hasta la coronilla mientras que pronunciaba una sencilla respuesta: "No, no es mi pistola."

La dulce sonrisa de hace unos momentos atrás se transformó en una mueca sicaliptica, llena de excitación.

—Estás siendo demasiado... Travieso.— Murmuró entrecortadamente al atravesarse un suspiro.

—Tengo que seguirte el paso de alguna forma.—Replicó el adolescente, deteniendo sus movimientos lúbricos.

Volvieron a permanecer abrazados. Si ella pudiera, elegiría permanecer así para siempre. No hay nada mejor que ese momento. Pero el incremento en temperatura que se estaba gestando con gran rapidez en su interior le impediría tal cosa, y ella sabía que él estaba pasando por lo mismo. A pesar de ello no pretendía ceder a la primera, le quitaría la diversión, y de todas formas disfrutaba cuando él se volvía más brusco y dominante al dejarse ganar por su impaciencia.

Sujetó sus muñecas y separó un poco sus brazos, indicándole que rejalara su abrazo para poder moverse, y éste así lo hizo aunque con cierta renuencia que no pasó desapercibida por el Ángel.

La peli-negro tomó otra fresa y la sumergió en el chocolate. La agitó un poco para remover el exceso y se giró para darle la fruta en la boca al muchacho.

Su cabello platinado cubría sus ojos, pero había suficiente espacio entre los mechones para poder ver y a su vez para que ella pudiera entrever sus ojos, que a ese punto demostraban una chispa muy intensa de lujuria.

Él sonrió y se acercó, comiendo la fruta con el ímpetu que muestra un animal hambriento, y no parando allí siguió avanzando hasta lamer y chupar sus gráciles y finos dedos que se habían llenado de chocolate. No mostró ni la más mínima delicadeza, jugó su papel de bestia famelica al pie de la letra, siendo tosco pero minucioso, agresivo pero apasionado. Se turnó, primero pasando su lengua por enmedio de sus dedos índice y medio, envolviendo cada dedo de manera individual y jugueteando con él, haciendo una leve succión y dando pequeños apretones con sus dientes. Hizo variaciones y combinaciones de esa secuencia durante un par de minutos en los que ella soltó un ocasional gemido generado por el mero morbo de ver tal escena. Tensó con suavidad su mandíbula, atrapando sus dedos sin dejarles oportunidad para escapar. Siguió succionando incluso después de que ya no quedaban más restos de la dulce mezcla de cacao. Esto no había apaciguado su hambre, por el contrario, la acrecentó mucho más. Dejó ir sus dedos para bajar por su muñeca, dando una serenata de pausados y sonoros besos al compás de un ocasional chupetón. Recorrió toda la parte interna de su brazo sin dejar espacio desatendido, un rastro de sugilación siendo la prueba de su travesía oscular. Tras el arduo viaje, sus labios se hospedaron entre la clavícula y cuello de la peli-negro.

Raynare mantuvo sus ojos cerrados durante todo ese tiempo, pero ahora había tocado una zona en extremo erogena, entreabrió sus ojos a la par que soltaba un largo gemido de excitación. Esto marcó la pauta para que él se apartara de ella y posara sus ojos azules sobre los suyos violeta.

Se miraron en silencio. Esa mirada de lascivia era unánime, ya no tenía caso jugar a que no estaba excitada, su máscara se cayó a base de besos y chupones, y quería más, muchos más.

Él se aproximó para conectar sus labios con los de ella, más sin embargo Raynare lo detuvo poniendo su dedo índice sobre sus labios. El rostro del joven se inundó de confusión, mucho más cuando ella empujó su rostro hacia atrás. El Ángel Caído quitó su dedo y trazó una ruta entre los ojos y los labios del albino con su mirada, permaneció unos breves segundos mapeando su destino antes de acercarse y plantarle por fin un beso.

Una vez entraron en contacto, hubo una explosión que retumbó en el interior de ambos, sus labios se habían magnetizado y muy difícilmente podrían volver a separarse.

Las manos del mestizo se llegaron a los pálidos y geométricamente perfectos glúteos de la chica, apretando con brío, como quien toma lo que es de su pertenencia. Y a ella no le gustaría que fuera de otra manera. Pero tampoco iba a dejarlo "tomar lo que era de él" sin ella disfrutar de lo que también era suyo. Su zurda le regresó el favor de la misma forma, incluso aprovechó para darle una nalgada, su diestra fue más recatada al recorrer su espalda con sus uñas, dejando pequeñas marcas superficiales sobre su piel.

Él río entre besos por la respuesta de Yuuma, quien se esperaba ese tipo de reacción y al recibirla se llenó de gozo.

La húmedad en su entrepierna fue el indicativo de lo que su cuerpo le pedía, aún así quería extender ésta fase un poco más, permitirse intercambiar fluidos sin interrupciones y leer sus reacciones con calma, pasar sus yemas por cada centímetro de piel erizada, sentir su respiración agitada y más que nada catalizar ese salvajismo y agresividad sexual que tanto la prendía. Se podría decir que esa era su parte favorita, le encantaba que la tomara con fuerza, que le demostrara cuanto la deseaba con esa pasión desenfrenada que mostraba solo al batallar y al estar con ella, pero que lo hiciera con la medida que ella le permitiera. A final de cuentas quería ser dominada pero al paso que ella marcaba. Era como jugar en las fauces de un lobo, sabía cuál sería el resultado pero eso no hacía menos emocionante el proceso, y en éste caso el proceso era calentar lo suficiente la olla hasta que estallase por la presión.

Y ya casi estaba a punto.

Alguna otra persona diría que él estaba usando mucha lengua, y quizás sí lo estaba haciendo, pero para Raynare no había tal cosa como "demasiada lengua" viniendo de él.

Y es por ello que dentro de la boca del Ángel Caído se libraba una batalla de proporciones épicas, toda una epopeya que podría ser recitada por un oratorum. Una guerra de tal calibre que haría sonrojar a los mejores Praetores y Centuriones. Y aunque en un combate normal sería una pelea injusta dada la experticia marcial del adolescente, éste no era un "combate" normal, no, era una lucha erotica en la que sus lanzas eran sus lenguas y sus escudos su saliva. Ambos órganos intercambiaban golpes, tratando de someter al otro por la fuerza e invadir su territorio. Pero, independientemente de quién gane la guerra, ambos verían parte del mismo botín, la recompensa, el placer de los besos del otro.

Tal batalla estaba un tanto reñida. Raynare era una mujer que a pesar de su aspecto joven que podría pasar por el de alguien en sus tempranos veinte o en caso de tomar la forma de Amano Yuuma, una quinceañera; era alguien experimentada en el arte de amar, le llevaba cientos de años y diversas parejas de ventaja al muchacho y sin embargo; él ha aprendido lo suficiente de ella como para darle una pelea más que decente.

El intercambio de fluidos fue tan intenso que a pesar de sus capacidades sobrehumanas, ambos tuvieron que separar sus bocas para jadear por precioso oxígeno. Sus labios, las comisuras de sus bocas, mejillas, mentón, todo estaba empapado en saliva tan mezclada que no podrían distinguir de quién era cuál. Incluso al separarse, un hilo trató fugazmente de mantenerlos unidos, y por más esfuerzo que puso en tal encomienda, falló, pero su sacrificio daría paso a una nueva reunión oral.

Retomaron con rapidez desde donde se habían quedado. Ojos cerrados, lenguas listas, manos paseándose por las partes nobles de su compañero y un ardor en sus interiores que les exigía continuar hasta saciar el deseo más básico en toda criatura del reino animal.

"Me encantas" se permitió decir el Ángel Caído entre besos, él le contestó intensificando más su juego de lengua y resoplando por su nariz como cual animal excitado.

La mano izquierda del peli-plateado subió por la espalda de ella, dirigiéndose hacia el broche de su brassiere, su derecha siguió estrujando sus nalgas que no parecía poder soltar.

Ella contrario a la actitud que venía teniendo, se limitó a rodear su cadera con ambos brazos y a permitirle desplazarse a gusto por todo su cuerpo. Cada contacto, cada roce de piel con piel, envíaba una ráfaga de placer en todas direcciones y la hacía estremecerse y gemir.

En un preciso y certero movimiento de dedos desabrochó su brassiere, ella permitió que cayera al suelo, aún así sus exuberantes pechos permanecían cubiertos por la delgada tela de una blusa violeta. Tomó los bordes de la prenda para ayudarla a quitársela más ella lo detuvo y peló sus dientes, formando una sonrisa llena de lujuria.

—Tú primero.—Habló en un tono muy juguetón y seductor.

Una sonrisa honesta y radiante se plasmó en la cara del muchacho, quién no podía negar lo mucho que disfrutaba que ella lo devorara con la mirada. Retrocedió un paso y procedió a quitarse su camisa roja, dejando su torso al desnudo y arrojando la prenda hacia un lado.

Raynare se congeló por una fracción de segundo, no importa cuántas veces lo haya visto, siempre terminaba teniendo la misma reacción. Ella lo detalló minuciosamente, recorriendo cada centímetro de su clara piel, cada cicatriz, cada imperfección, cada vena marcada, cada espacio al que pudiera llegar con su mirada. Tocó con suavidad su pectoral, maravillada de lo que tenía enfrente. Su perfecta musculatura era tan definida que superaba a la de Adonis y si Michelangelo hubiera tenido la dicha de poder esculpirla, con seguridad habría sido su obra más grande. Sus músculos se tensaban con tenuidad ante las caricias de sus dedos, su respiración que hasta hace poco estaba agitada y descontrolada, ahora era serena y calmada. No llevaba puesto cinturón, por ello sus jeans caían más abajo de lo que debían, dejando ver la banda elástica de sus boxers que también estaban un tanto bajos, la combinación de ambas cosas le permitió a ella observar la línea que se marcaba en su pelvis.

No podías llamarlo de otra manera que no fuera "el arquetipo masculino perfecto." Era a lo que cualquier fisiculturista y deportista debía apuntar si quería llegar a la perfección. Un cuerpo perfecto para acompañar a lo que para ella era su hombre ideal, no podía pedir más que eso.

Recorrió sus abdominales con tanta delicadeza que parecía estar tocando cristal. Mordió su propio labio inferior, como Narciso que fue incapaz de separar su vista del reflejo en la laguna, así también estaba embelezada la peli-negro, no pudiendo apartar sus ojos de su cuerpo.

Algo se sacudió en su interior, sus glándulas de Bartolino comenzaron a trabajar a máxima potencia, un líquido transparente de textura sedosa empezó a fugarse de su entrepierna y a empapar sus panties, señalizandole cuán excitada se encontraba.

Acercó su rostro con lentitud y recorrió su pectoral izquierdo con la punta de su lengua, atrapando una gotita de sudor que venía deslizándose desde su clavícula y que rodaba muy cerca de su tetilla. Se deleitó con la sustancia salina como si fuera miel. Tuvo que pararse en puntillas para poder continuar su tarea, la cual hizo con total dedicación. Besó, mordisqueó y lamió cuanto pudo abarcar. Al sentir cómo el adolescente luchaba para no estremecerse con sus caricias, inesperadamente un dolor pulsante afectó su ingle, cosa que la hizo sobresaltarse y redoblar sus ataques sobre su pareja.

Finalmente un profundo y ahogado gemido escapó de los labios del peli-plateado quien permaneció con sus ojos cerrados, hasta se podría decir que parecía avergonzado de gemir por ese tipo de estimulación.

Pasaron unos eternos segundos en silencio, ya hacía rato que Raynare detuvo sus efectivos ataques. Por fin él abrió los ojos para toparse con una expresión burlona combinada con lujuria en el rostro de la hermosa mujer. Estaba disfrutando más de la cuenta el quebrar su fachada de recato que le impedía demostrar el placer que sentía.

—Eres una pequeña pervertida ¿Lo sabías?—murmuró jocosamente.

Amano volteó su cara para evitar mostrar la risa que le causó el comentario. El muchacho rió junto a ella. La breve pausa duró poco, ya que cuando las risas se marcharon, regresó esa ola de ímpetu sexual que los poseyó y los obligó a besarse con incluso más pasión que antes, sí es que eso era posible.

Él tomó sus mejillas e introdujo su lengua en su boca, ella plantó sus manos en su torso y permitió que el peso del peli-plateado la empujase contra la pared.

Las puntas de sus lenguas se acariciaba entre ellas, si antes peleaban como guerreros, ahora danzaban como amantes que habían estado demasiado tiempo separados. La saliva de uno entraba en la boca del otro, se mezclaba con sus fluidos y sabor y regresaban de nuevo, trayendo consigo el placer que sólo un buen besador podría brindar.

Él presionó su entrepierna contra el abdomen de la chica, diciéndole sutilmente que quería proseguir ya que su compañero se estaba impacientando demasiado.

La mujer sobó ese libidinoso bulto con su mano, acariciando toda la forma que se marcaba en su pantalón. Apretujo con suavidad e hizo un corto movimiento de arriba hacia abajo, a lo que el muchacho jadeó de placer.

Repentinamente dejó de besarla y se apartó para verla directo a sus ojos. La tomó por los hombros, su intensa mirada le dijo lo que quería y lo quería ya.

Raynare desabotonó su minifalda y la dejó caer hasta sus tobillos, iba a quitar los botones de su blusa pero él sujetó su mano y le asintió.

Ella bajó sus manos y le permitió a él quitar los botones. El muchacho no apartaba la vista de su pecho, como cual depredador hambriento que mira carne fresca. Al remover la pieza de indumentaria, su busto quedó expuesto al aire libre.

Así como ella se tomó su tiempo para admirar su cuerpo masculino, así mismo él se tomó el suyo para recorrer su cuerpo con su mirada.

Raynare era una mujer extremadamente hermosa, muchas envidian las proporciones impecablea de su cuerpo. Tenía todo. Un rostro angelical, grandes ojos de un violeta que se volvía más profundo mientras más intensa era su mirada, labios rojos y carnosos, una piel tan pálida como nieve y tan suave como seda. Sus senos eran grandes y redondos, suaves pero con una firmeza de la que muy pocas mujeres gozan, sus rosadas areolas no eran ni muy grandes, ni muy pequeñas sino de un tamaño proporcional al de sus pechos, sus pezones por lo general eran tímidos pero ahora estaban tan erectos que podrían cortar cristal. Su contextura no era ni muy delgada ni muy rellena sino que tenía el balance ideal para su estatura, sin embargo las actividades bélicas le han tonificado su cuerpo lo suficiente como para demostrar sus músculos al flexionarlos y le ha dado un abdomen marcado pero sin mostrar abdominales e igual sus piernas y brazos se han vueltos muy firmes. Su cintura era pequeña y sus caderas anchas, su trasero era grande pero perfectamente redondo. Piernas largas y elegantes. Nada más en el Cielo podría nacer un ser con proporciones tan balanceadas, pero fue aquí en la tierra y en su corrupción en la que esa belleza alcanzó su máximo potencial. Ella era como una bella flor que sólo podría florecer en la oscuridad.

La peli-negro se paró con orgullo para que él contemplara cuanto quisiera, ciertamente sabía lo atractiva que era y en más de una oportunidad había usado eso a su favor, pero era en éste momento, estando con él, que podía decir que de verdad se sentía feliz de ser el objeto del deseo de su compañero sexual.

El peli-plateado puso ambas manos en sus pechos y estrujó, sintiendo la suavidad de su piel tan blanca como leche. Los juntó lo más que pudo y metió lo que cupo en su boca, que no fue mucho dado lo bien dotada que estaba. Sintió una cierta frustración al no poder meter ambos pezones en su boca, por ello mejor centró su atención en uno primero, el derecho. Golpeó su pezón con la punta de su lengua como si estuviera golpeando una perilla de boxeo, golpeteos rítmicos de arriba hacia abajo, derecha a izquierda y tras cansarse de eso, apretó con sumo cuidado usando sus dientes frontales, después de unos segundos vino la succión. Succionó y lamió como si su vida dependiera de ello, apretó y jugo con su otra mano con su pecho libre, pero ella tenía mejores planes para esa mano.

Sus senos eran sensibles, pero necesitaba una mano en un lugar más primordial y más húmedo que hasta ahora había estado muy desatendido.

El jugó como un niño emocionado por un juguete nuevo con ese seno en su boca, y chupó como si tratara de ordeñar una ubre.

Mientras que él estaba enfocado en eso, Raynare tomó su mano zurda y la dirigió hacia su ingle.

El adolescente miró hacia abajo sin despegarse de su preciado pecho al sentir la humedad en su palma.

—¿Ves lo mojada que me tienes? ¿Qué piensas hacer al respecto?— Cuestionó mientras jadeaba por la sensación de tener esa palma tibia sobre su sexo.

Aún con el pezón en su boca, las comisuras de sus labios se doblaron hacia arriba, formando una sonrisa pícara.

Sin dejar de prestarle atención a esos pechos que tanto le encantaban, frotó su palma sobre ese templo de Venus. El lubricante natural que humedecía su palma y los gemidos que cada vez eran más fuertes lo tentó a acelerar sus movimientos.

La sensación del satén de sus bragas negras, la áspera palma que con cada movimiento estimulaba ese mirto rosado que sobresalía de su escondite para ser acariciado también, su boca jugando con su pezón; la combinación de todo esto estaba enviando choques eléctricos por todo su cuerpo. Su respiración se aceleró más, con cada roce sobre su delicada campana la chica gemia en respuesta, llegando un momento en el que el ritmo que él llevaba no era suficiente y terminó ayudandolo al mover sus caderas obscenamente de atrás hacia delante. Rodeó su cuello con su brazo libre para apoyarse mejor y presionó con su otra mano sobre la que él estaba usando para acariciar su nobleza. Sutilmente guió la mano del joven para que se posicionara mejor y que el estímulo en ese punto tan específico fuera más consistente y placentero. Mordió su labio inferior para suprimir un poco sus gemidos y jadeos que ya llenaban todo el silencio en la casa, aumentó el ritmo de sus movimientos pelvicos y él en respuesta se le sumó al frotar con más fuerza. Además de mover sus caderas de atrás hacia delante ahora lo variaba con movimientos de arriba hacia abajo para atacar a su punto más sensible desde diferentes ángulos.

Su desespero por mantener la marcha demostraba que ya estaba a punto de llegar a la meta.

Los fluidos que partían de esa hendidura carnal ya rebosaban hasta chorrear por sus muslos. Sus piernas estaban temblorosas, su cuerpo tenía contracciones musculares al azar, la piel en su nuca estaba erizada y sus gemidos eran más agudos y entrecortados.

El peli-plateado notando esto presionó sus dedos medio y anular contra su entrada pero sin avanzar mucho al tener la tela sedosa como barrera, aún así este simple gesto multiplicó incluso más el placer de la peli-negro.

El clímax estaba cerca, ya lo podía sentir, iba a ser uno intenso, ya lo podía predecir.

Cerca...

Cerca...

Los jadeos eran más cortos, como si le faltara la respiración. Su pecho se inchaba y deshinchaba por lo rápido que aspiraba y exhalaba aire por su boca. Presionó su rostro contra el hombro opuesto al del brazo que la estaba estimulando, enterró sus dientes en su piel como una manera de "agarrarse" a algo.

Ya casi...

Ya casi...

Su mente se puso en blanco, lo único en lo que podía pensar era en lo bien que se sentía y en cómo parecía que estuviera teniendo coito con la mano del muchacho.

Él mordisqueó un poco más fuerte su pezón, y aunque le dolió, el placer era tanto que en comparación apenas podía distinguirlo.

La excitación del muchacho era tal que él mismo estaba soltando bufidos a pesar de no estar teniendo un estímulo directo. El escuchar esos animalezcos resoplidos de goce, la calentó incluso más, dándole otra fuente de placer.

Ya...

Ya...

Cerró sus ojos con fuerza, abrió su boca para dejar salir un largo y continuó gemido, estaba a punto de estallar en un orgasmo tan potente que retumbaría todo su ser.

Ahogó su gemido y cesó todo ruido para prepararse.

Y entonces... Él apartó su mano y soltó su teta para dar un par de pasos hacia atrás.

Su orgasmo se cortó de manera tan súbita que no asimiló enseguida lo que acababa de pasar. Permaneció en la misma posición con sus ojos cerrados y su cabeza levantada hacia el cielo.

Pasaron unos cuantos segundos hasta que Raynare reaccionó, abrió con lentitud sus párpados y posó su vista en el peli-plateado. Lo miró con confusión, sin entender qué sucedió ¿A dónde se fue su orgasmo? ¿Qué le pasó a todo ese torrente de placer que la estaba ahogando hasta hace unos segundos?

—¿Qu-qué...?— Fue lo único que alcanzó a decir.

Él se llevó su mano enmpapada de los fluidos de la chica a su boca y se chupó dos dedos. Una sonrisa perniciosa inundó su rostro.

Ese fue el momento en el que el Ángel Caído comprendió lo que había sucedido.

Una gran furia y frustración se alojó en su pecho. Casi lloraba de la rabia ¡¿Cómo se atrevía a negarle un orgasmo cuando lo tenía tan cerca?!

Se abalanzó sobre él y golpeó su pecho con su mano como si fuera un mazo. Recogió su diestra y se preparó para arrojarle un puñetazo a la mejilla, a lo que él la rodeó con sus brazos y la abrazó para después estallar en carcajadas.

—¡Su-sueltame!— Exclamó, enojada por la frustración sexual que le dejó.

Ella forcejeó para apartarlo pero mientras más empujaba, más se pegaba él a ella.

Cuando terminó de reírse, acercó sus labios a su oído.

"Te amo." Fue lo que dijo.

Tales palabras hicieron que ella se detuviera en seco. Era la primera vez que se lo decía. Y fue tan impactante que toda esa rabia se esfumó al instante.

El posó sus ojos en los de ella y le asintió. Se acercó con lentitud y le dio un tierno beso lleno de dulzura y amor. Al terminar, apartó su rostro y volvió a hacer contacto visual.

—Por eso quiero darte algo mejor.

Para ese momento ella bajó por completo su guardia, volviéndose totalmente complaciente.

La agarró por los muslos y la cargó hasta sentarla encima del mesón de la cocina. Separó sus piernas con cada mano y quitó sus bragas con lentitud, disfrutando lo sensual que era ver el satén negro deslizarse por su piel.

Observó con atención ese hermoso valle que había entre sus piernas. Estaba más inchado de lo usual, había un enrojecimiento alrededor y ese botón de placer que estaba tocando segundos atrás, se mantenía erguido fuera de su capuchón, temblando como si tuviera frío en el exterior. Con todo e inflamación, enserio era bastante linda. Sus labios eran pequeños y cerrados, como los de una virgen doncella, su monte púbico estaba coronado por una tenue pelusa de vellos negros, el único lugar donde tenía vellos visibles. Lo más llamativo de todo y quién iba a ser víctima de los ataques del muchacho sin embargo, iba a ser ese curioso mirto, rosado pálido y de proporciones más desmedidas de lo normal.

Procedió a bajar su cabeza y apoyar una rodilla en el suelo para posicionarse para trabajar, pero ella lo detuvo poniendo una mano en su frente.

El subió su vista con curiosidad y la vio a los ojos.

—Por favor, no me vuelvas a llevar al borde y dejarme así... Mira cómo estoy, ya no soporto más.. Me duele, necesito-

—Shhh.— Interrumpió él, poniendo su índice en sus labios.—Yo me encargo, así lo disfrutarás más.

Ella asintió con una cierta reticencia y se relajó para permitirle realizar el cunnilingus.

Lo primero que hizo fue reposar ambas manos en la parte interna de sus muslos. Sobó con suavidad ésta sensible piel, acercó su rostro al inflamado sexo y exhaló aire caliente por todo el exterior. Ella se retorció y trató de cerrar sus piernas involuntariamente, por ello es que las estaba manteniendo abiertas con sus manos. Con cada exhalación su boca se acercaba más y más a esa campanita. Rodeó el órgano con sus labios pero sin tocarlo, de nuevo volvió a exhalar y ésta vez la reacción de Yuuma fue más violenta, sacudió su entrepierna y dejó salir un gemido que el muchacho no podía distinguir si era de placer, dolor o ambos.

Ella lo observó impaciente, esperando a que tuviera contacto directo con ese alto relieve que decoraba su templo de placer.

Él notó esto y miró hacia arriba, hacia ella que observaba cada detalle. Sonrió, y retrocedió.

Estuvo a punto de reclamarle que estaba ignorando su promesa de no jugar con ella y dejarla insatisfecha. Antes de que pudiera vocalizar su queja, sin embargo, él besó su muslo interno, avanzó entre lamidas y chupetones, dirigiendose de nuevo a ese valle prohibido.

Se detuvo en la zona que separaba el interior del muslo de la ingle, allí procedió a dar lamidas usando toda la superficie de su lengua, sólo moviéndose hacia arriba y volviendo a empezar desde abajo. No era la parte más erogena de su cuerpo pero dada la cercanía que tenía con su hinchada nobleza, cada lamida era mil veces más placentera de lo que sería en cualquier otra circunstancia.

Repentinamente le pegó una palmada en el muslo opuesto. Esto no sólo la sorprendió sino que la vibración generada por el impacto retumbó hasta esa perilla rosa y erecta que en ese momento pulsaba con ansiedad.

Sus caderas dieron un pequeño brinco al sentir eso. Lo miró con estupor ¿En qué momento se volvió tan atrevido como para jugar así con ella? Ese adolescente inexperto a quien tenía que guiar por su cuerpo y enseñarle las artes de amar, ahora la tenía a la merced de sus deseos. No supo si sentir temor de en lo que se estaba convirtiendo o orgullo por su avance tan drástico, de igual forma su amor por él era el sentimiento que permanecía más que aquellos dos.

Pasó las diez yemas de sus dedos por la piel de sus muslos, cinco en cada uno. Acarició, cosquilleando con una ternura impropia en él, y es que por más dulce que fuera su caricia, ella estaba tan caliente que eso no lograba otra cosa sino desesperarla más. Necesitaba un estímulo más directo, el dolor en su entrepierna ya era tan agudo que la estaba enloqueciendo. Se preguntó así misma "¿Acaso esto es lo mismo que cuando un hombre dice tener cojonera?" Si era así, se iba a comprometer a más nunca dejar que su amante pasara por ello.

—¿Te tengo que rogar para que lo hagas? ¿Eso es lo que quieres...?— Preguntó en voz baja y ronca, mordiendo su propio dedo índice.

Él no respondió nada, tan sólo la vio con una sonrisa mordaz en su semblante. Es más, ni siquiera había sugerido algo por el estilo, pero ahora quería escucharlo.

—Por... Por favor...

—¿Qué? ¿Qué quieres?

Raynare tragó saliva, frunció su entrecejo para tratar de parecer ruda pero entre la posición en la que se encontraba y la expresión de súplica que tenía en su cara, de muy poco le servía tal fachada.

Era humillante tener que rogar por una liberación a esa frustración sexual, y por más que lo amase, se le hacía incluso más humillante rogarselo a un humano.

Pero tuvo que tragarse su orgullo.

—Por favor... Con tu boca...

—¿Qué quieres que haga con mi boca?— Cuestionó antes de exhalar aire de nuevo sobre su ingle.

La piel de la mujer se erizo, un temblor recorrió sus piernas y los músculos de su entrada tuvieron múltiples contracciones. Ella movió sus caderas hacia arriba de manera indecente, tratando de centrar su entrepierna con la boca del muchacho. Éste se apartó un poco, dejándola justo fuera de su alcance.

Él reposó su pulgar sobre los vellos púbicos del Ángel y restregó un poco de forma juguetona.

—Dilo.

Amano por fin explotó y gritó jadeante:

—Hazme sexo oral ¡Por favor! Hazme acabar con tu boca, lo quiero, lo necesito, o voy a volverme loca.

Eso era todo lo que necesitaba oír. Sin más mediaciones separó sus labios mayores con cada pulgar y le echó un buen vistazo a la entrada de esa cueva húmeda que tenía viscosos hilos blanquecinos decorando su interior. Sus paredes se contraían y se relajaban, se contraían y se relajaban, como si estuviera lista para succionar hacia sus profundidades cualquier cosa que se atreva a entrar.

El mismo movimiento que hizo con su lengua en ese tramo de piel entre su valle y su muslo, lo hizo ahora pero empezando desde su suelo pelvico hasta su monte púbico.

El cuerpo de Raynare se estremeció descontroladamente y gimió a todo pulmón a medida que esa lengua recorría todo el trayecto.

Lo miró pasar su lengua por toda la superficie, lo único que pudo hacer fue agarrarse de su cabello platinado y disfrutar de su trabajo.

Después de pasar unos segundos dándole ese tipo de lamidas generales, pasó a concentrarse en puntos más específicos. Mordisqueos cuidadosos en sus labios menores usando sus dientes frontales, metió la punta de su lengua y acarició la parte superior de su entrada, succionó todos esos fluidos que brotaban en exceso y presionó su clitoris con su pulgar.

Si antes se estaba enloqueciendo por la falta de estímulo, ahora iba a perder la cabeza por exceso dé.

El orgulloso y arrogante Ángel de plumas negras se redujo a terminar como un desastre incapaz de articular una oración coherente y que solo podía comunicarse con jadeos y gemidos.

Queria gritar, quería cantar, quería llorar y bailar, deseaba decirle cuanto le encantaba lo que hacía pero a duras penas un "sí" o un "ah" era lo que salía de su boca.

Introdujo su dedo índice hasta el fondo, hasta lo más que podía llegar.

Ella soltó un largo gemido ahogado y aumentó el agarre en su cabello.

Lo movió de adentro hacia afuera con lentitud, acariciando su interior y haciendo cosquillas en los alrededores. Prestó suma atención a sus reacciones, a sus puntos más sensibles, y cuando consideró que iba a un buen paso, decidió hacer un ataque frontal de lleno.

Retiró su dedo, liberó ese capullo rosa y quitó su lengua.

Entonces, metió el dedo corazón y anular en su propia boca para bañarlos en saliva, dado lo mojada que estaba, no hacía falta la lubricación extra, pero de igual manera lo hizo. Posicionó ambos dedos y los introdujo hasta el fondo en un único movimiento. La peli-negro se sobresaltó por esto, tuvo que forzarse a no cerrar sus piernas por la sorpresa. Su modus operandi cambió, ya no era meter y sacar sino que con esos dos dedos indagó en su interior, en busca del famoso punto débil. Usó sus yemas para buscarlo, y por más difícil de encontrar que se piensa que es, él ya conocía su cuerpo lo suficiente como para tener una idea de la ubicación general. Confiando en su tacto, buscó y buscó, cada grumo, cada pliegue, hasta que sintió una pequeña parte abultada que destacaba sobre las demás, una protuberancia con la que ya había tenido contacto en el pasado y tal parece que en ésta oportunidad se le hizo más fácil encontrarla. Al rozar su punto G, la mujer produjo un profundo gemido que terminó de indicar que era el lugar correcto.

Procedió a frotar esa protuberancia con la punta de sus dedos a la par que empujaba hacia arriba. Golpeó su clitoris con su lengua como si fuera un saco de box y jugó con uno de sus pezones con su mano libre. La atacó dese cada ángulo que pudo para no darle oportunidad de defenderse, y en esa situación no es como si ella quisiera hacerlo.

Los jadeos de Raynare se tornaron arritmicos, sus gemidos tampoco seguían un patrón específico. Arqueó su espalda, cerró sus ojos y apoyó ambas manos en la cabeza del adolescente, atrapandolo para no permitirle hacer lo mismo de hace rato. Empujó con sus caderas hacia adelante, restregando con más intensidad su clitoris contra la lengua del adolescente. La piel en su espalda, glúteos y piernas se erizó. Un hormigueo se alojó en su nuca y su cabeza se volvió ligera. Podía sentir un choque de placer reverbar por todo su cuerpo como ondas formándose en agua.

Él resolló con intensidad, causando un efecto vibratorio en su glande clitorial.

La estimulación estaba siendo tan directa que se estaba volviendo abrumadora, pero necesitaba con tanta desesperación llegar al clímax que ignoró la sensación que ya estaba transitando entre el placer y el dolor.

Estiró los dedos de sus pies y tensó sus piernas. Estaba tan absorta en esas sensaciones que fue ignorante al hecho de que repitió una y otra vez el nombre de su amante hasta casi gritarlo.

Su mente se vació, su sentido del entorno desapareció, lo único que existía eran ellos dos y ese placer, nada más.

Gimió, gimió. "Ahí viene."

No parecía posible pero el peli-plateado incrementó el ritmo de sus movimientos.

Ahí viene...

Ahí viene...

Y de repente, una explosión de proporciones bíblicas sacudió todo su ser, su voz se quebró en un silbido agudo y su carne se estremeció. Durante unas milésimas de segundo, sintió como si hubiera regresado al Cielo y que acariciaba las nubes con sus dedos. El mundo se llenó de ricos colores, la materia perdió su forma y todo tomó el aspecto de una obra surrealista. El mundo consistía sólo de amor y en él vivían nada más ellos dos.

Eso es lo que pasaba en su mente. En el exterior, su cuerpo tuvo convulsiones por la intensidad de sus orgasmos, uno tras otro y el siguiente más potente que el anterior. El muchacho se detuvo y esperó a que se calmara. La chica estaba rozando ya la inconsciencia.

Pasaron minutos hasta que Raynare abrió sus ojos de nuevo. Sonrió al ser el rostro de él lo primero con lo que se encontró su vista.

—¿Cómo te sientes?—Preguntó, entregándole un vaso de agua.

Ella lo sujetó y bebió hasta calmar su sed.

—Como si hubiera vuelto al Cielo... Y después me hubieran lanzado hacia acá abajo de una patada.— Contestó en un tono cansado pero jocoso.

El adolescente rió ante su comentario y le extendió la mano para que le regresara el vaso. El cual tomó y puso en el lavavajillas.

El peli-plateado volvió a acercarse y la rodeó con sus brazos. Ella reposó su cabeza de su torso desnudo y suspiró, embelesada de estar con él. El joven acarició su cabello negro y besó su cabeza.

Permanecieron así durante un par de minutos. Disfrutando la presencia del otro.

—Dante...

—¿Qué?

—¿Enserio me amas?

—Claro que lo hago.

Su corazón palpitó más rápido al oír esa confirmación. Su ser se inundó de una inconmensurable felicidad.

Rompió el abrazo para dirigirle otra sonrisa sexosa.

—Me toca devolverte el favor.—Dijo, haciéndole cosquillas con una de sus plumas negras en el pecho.

Él agarró su delicado mentón y le dio un amoroso beso, al separarse se enfocó en sus ojos violetas.

—Qué bueno, porque estoy muy cargado.

—Oh... Entonces voy a tener que vaciarte las pelotas.

La forma en la que lo dijo generó una pequeña risotada en el peli-plateado quien después asintió en aprobación.

Yuuma quitó los botones de su pantalón y deslizó sus boxers hacia abajo. Su miembro se descubrió, erecto y palpitante, decorado con un prado de vellos plateados. Su glande estaba enrojecida y sus venas se marcaban con una tonalidad azulada a través de su piel. Un hilo de líquido preseminal se deslizaba desde la uretra hasta mitad del cuerpo.

Se sintió más que tentada en ponerse de rodillas y limpiarlo con una felación, pero el tiempo les sobraba para hacer eso después, de momento deseaba ayudarlo a calmar esa erección que se veía tan dolorosa. No podía negar que en cualquier otra circunstancia se hubiera cobrado venganza por ese juego de negación al que la sometió, pero tras esa confesión que la sacudió y con lo satisfecha que se sentía, no tenía mente para ello. Tan sólo quería unirse a él como uno solo, y nada más había una forma de lograr eso.

La peli-negro abrió sus piernas y se posicionó para hacerle la tarea más fácil a su amado.

Él presionó la cabeza rosa contra la entrada de la mujer. Empujó lentamente. El hecho de que se haya desinflamado tanto ayudó a que su interior no estuviera tan estrecho y el extenso juego previo más los orgasmos multiples garantizaron que estuviera bien lubricada para que el paso fuera lo más cómodo posible para ambos.

En esa posición no podía llegar hasta la base, pero sí logró introducir la mayor parte de su asta. Ambos bufaron y se estremecieron a la par, ella por la amplitud de su masculinidad y él por las contracciones con las que le recibió esa húmeda cueva.

Se miraron, jadeantes por lo mucho que se aceleraron sus respiraciones por el simple hecho de iniciar el coito. Y es que ambas partes encajaban a la perfección como si hubieran sido hechas para estar unidas. Así como estaban unidos por sus geniales, así también se unieron con un beso.

Él empezó a moverse, primero con lentitud pero fue más temprano que tarde que aumentó el ritmo. Con cada penetración, el interior de la peli-negro retumbaba y en respuesta sus paredes se contraían para no dejar escapar a ese visitante del exterior. Cada vez que ella lo apretaba, su miembro viril pulsaba, queriendo liberar el contenido de sus testiculos, más él resistía la tentación, no queriendo terminar tan pronto.

Ambos estaban sincronizados en esa danza carnal, sus respiraciones se habían emparejado, sus estados de mente concordaban, relativamente. Los dos tenían los ojos cerrados y sostenían al otro en sus brazos, ella tenía sus piernas rodeando la cadera del joven e incluso sus bellas alas negras se habían desplegado para envolverlos a ambos.

El ambiente estaba lleno de los bufidos de la pareja y del golpeteo del escroto del adolescente contra el suelo pelvico de la chica.

Él abrazó con más fuerza a la mujer que amaba y emitió un único y largo gemido al momento de estallar en una potenticima eyaculación, mientras que ella apretó sus paredes vaginales con más fuerza para exprimir hasta la última gota de semen posible.

Raynare se le sumó a su clímax, gimoteando con suavidad al sentir el miembro disparando el líquido blancuzco directo a su cervix.

Éste orgasmo no estuvo ni cerca de ser tan increíble como el primero, pero el simple hecho de tenerlo junto a él mientras hacían el amor, lo hacía especial y único a su manera. Es por ello que no quería abrir sus ojos, no quería tener que separarse de él, en este pequeño rincón en el que podía amar y ser amada sin desenfreno era cuando de verdad era feliz.


/Departamento de Dante/

Abrió sus ojos súbitamente. Su corazón latía a todo lo que daba, sus tímpanos pitaban, su cuerpo estaba bañado en sudor y su respiración era irregular.

Se tardó unos segundos en reconocer esa habitación. Se encontraba en casa de Dante, en la misma recámara de invitados en la que él le permitió hospedarse.

Observó a sus alrededores, la televisión estaba encendida, se seguía reproduciendo la misma caricatura que estaban viendo hace horas atrás pero el audio estaba silenciado. Lo que más estaba buscando, sin embargo era lo que menos conseguía. Al susodicho descendiente de Sparda. Por el silencio vacío en el lugar podía asumir que estaba sola.

Se percató de que tenía algo en la mano, una pequeña nota adhesiva adherida a su palma. Le causó cierta gracia la falta de sutileza del Cazador para dejar un mensaje.

Alzó su mano y leyó el simple mensaje. "Fui a estirar las piernas, regreso más tarde. Hay pizza de ayer en la nevera."

"Te amo." retumbó en su subconsciente, sus propias palabras dichas al muchacho.

Entonces la cruel realidad la golpeó sin misericordia.

—No fue más que un sueño.

Por más hermoso que haya sido, no era más que eso, un simple sueño. Esa vida de pareja, ese amor que daba y recibía, esas bromas y juegos entre ambos, no eran más que eso, una fantasía onírica que le obsequió su mente para escapar del dolor de su realidad actual.

Un dolor agudo atravesó su pecho sin piedad y una sensación de desesperanza la invadió.

No era cierto, nada de eso era cierto, y sin embargo no podía hacer más que anhelar esa realidad escapista en donde era libre, libre de lo miserable y patética que era su actual existencia.

Unas amargas lágrimas se deslizaron por las comisuras de sus ojos. Jadeo y gimió, pero no de placer como en ese sueño sino de dolor, de un dolor tan fuerte que quebrantaba su espíritu y que vapuleaba su alma.

Dejó salir un llanto ahogado mientras apretaba la tela del suéter en su pecho, intentando desesperadamente arrancar esas emociones de su corazón.


(Durante la hora del receso...)

/Academia Kuoh/

"It will be a killa, and a thrilla, and a chilla when I get that gorilla in Manila"

Issei sostenía su smartphone frente a su rostro, leyendo los subtitulos de la entrevista previa a la tercera pelea de Ali versus Frazier. Estaba acostado de espaldas sobre el pasto del patio escolar. Pausó momentáneamente el vídeo para mirar a su alrededor. No fue hasta ese momento en el que entró en razón de cómo la escuela estaba intacta, no había rastro alguno de la destructiva batalla campal que se llevó acabo el día anterior. Sintió un poco de respeto por las temibles criaturas que asistían a la Academia Kuoh. Nunca ni en sus más salvaje sueños pensaba que terminaría asistiendo a la misma escuela que demonios, y mucho menos con ese calibre de poder.

Se incorporó hasta quedar sentado.

Miró uno de los lugares en donde pelearon el hijo de Sparda y Kokabiel, el pasto estaba impoluto, ya no había rastro alguno de esos poderosos ataques que intercambiaron. Alzó su vista y miró el techo del Club de Investigación y Ocultismo, donde se disparó esa técnica que salvó a la ciudad. Aún después de haber pasado varias horas podía sentir el calor producido por ese ataque.

"¿Qué diablos eres?"

"¿Honestamente? Ni yo tengo idea. Cuando sepa la respuesta te la digo, dragoncito."

Un calambre afectó su zurda, posiblemente a causa de que la Boosted Gear se agitó por el recuerdo que estaba pasando por su mente.

—¿Qué miras?— Cuestionó un adolescente de cabeza rapada, inclinándose sobre su hombro para observar la pantalla del celular.

—Ah es-

—¿Boxeo? ¿Desde cuándo te gusta el boxeo?— Inquirió otro muchacho mientras ajustaba sus lentes.

—No, es... Sólo...Quería ver cómo pelean los profesionales, quizás pueda aprender algo útil.—Respondió con honestidad, aunque ocultando la razón de por qué le hallaría utilidad a tal cosa.

Matsuda y Motohama se vieron entre ellos por un segundo y estallaron de risas.

—¿Y qué harías con eso? A menos que sirva para para finalmente agarrar unas oppais, es información irrelevante.— Dijo Matsuda con aires de sabiondo a lo que Motohama afirmó con su cabeza.

El Hyoudou puso sus manos sobre los hombros de su amigo y le dirigió una sonrisa condescendiente. El adolescente miró primero las manos en sus hombros y después lo vio a los ojos con una expresión confundida.

—¿Qu-qué pasa?

Issei derramó unas lágrimas de orgullo en su interior, incapaz de revelarles a sus amigos que él ya operaba en una frecuencia de perversión muy distinta a ellos.

—¡Hey, no me digas que...! Imposible.— Exclamó Motohama, no pudiendo creerlo posible.

"Lo siento chicos, pero yo ya toqué unos oppai, los de Yuuma-Chan." Pensó, rememorando ese evento que ocurrió ya hacía algunas semanas atrás. Sintió un calambre pero ya no en su mano izquierda sino en un lugar más indebido.

Sus amigos lo sacudieron, exigiendo respuestas más este no contestó. En cambio miró hacia el viejo edificio escolar.

Definitivamente me haré más fuerte, para proteger a Yuuma-Chan..Y para...

Frunció su entrecejo al alojarse en su mente una imagen del Cazador de Demonios de cabello plateado.


(Más tarde en el día...)

/Academia Kuoh, Salón de la clase 2-B/

"¡Eres tan linda!"

"kyaaa ¡No esperaba tener a una compañera de clases tan hermosa junto a mí!"

"¡Me encanta tu cabello! ¡Es tan brillante, parecen hebras de oro!"

"Sus bucles también son muy elegantes ¡Es toda una Ojou-sama!"

"Oye, oye, Ravel-Chan ¿Tienes novio?"

"Phenex-chama ¿De dónde eres? ¿Europa?"

"Apuesto a qué es francesa... ¡No, no, inglesa!"

"Yo creo que es de Noruega o Dinamarca o algo así, como los vikingos. Nada más mira sus ojos y su color de cabello, es obvio."

La algarabía de los estudiantes sumado a lo poco habituada que estaba la noble Phenex a tratar con humanos, la dejó hecha un manojo de nervios y bochorno, solo barboteando respuestas entrecortadas en voz baja.

—Uhmm...uhmm...N-no tengo a nadie en particular... Uhm... S-sí Europa... Kuuuh...—masculló, evitando el contacto visual y jugueteando con sus dedos.

"¡¿Escucharon eso?! Qué muletilla más linda kyaaa."

Al oír eso, Ravel cubrió su rostro sonrojado con ambas manos y contuvo la respiración, tratando de tolerar lo avergonzada que se sentía.

¡Kuuuuh! ¡¿Por qué no estás aquí, Dan-san?! Me sentiría mucho más relajada teniendo cerca a alguien que conozca

La presión fue tanta que la rubia terminó por explotar, se levantó de su asiento y corrió a toda velocidad fuera del salón. Salió y cerró la puerta corrediza tras de ella, para luego soltar un pesado suspiro.

"¿Todo bien?" cuestionó una voz familiar.

Al subir su mirada, su atención se halló puesta en Akeno, quien le dirigía una amigable sonrisa.

—Sí, no... Es-

—¿Es sí o es no? Decídete antes de responder, patética chica yakitori—habló Koneko, para desagrado de la noble.

El párpado de Ravel tuvo un pequeño espasmo al tratar de enmascarar su súbita irritación.

—Estoy bien, es solo que es un poco agotador interactuar con humanos, no estoy tan acostumbrada como me gustaría.

—No esperaría a que tú tuvieras ansiedad social, pero de cierta forma no me sorprende tampoco, es de esperarse de alguien inútil que nunca ha salido de su palacio.—Arremetió la Toujo sin previo aviso .

Si antes estaba sonrojada por la atención que recibía de sus futuros compañeros de clase, ahora estaba roja como un tómate por lo molesta que se sentía.

—¡N-no tengo ansiedad social! ¡¿Y por qué no me puedes mostrar aunque sea una pizca de respeto?! ¡Soy una noble!

—Ara, ya, ya, Koneko-chan. Una cosa es que la molestes un poco de buena manera, pero tampoco seas cruel. Pídele disculpas a Ravel-chan, vas a estar viéndola todos los días a partir de ahora, no sería bueno que haya asperezas entre ambas.—Dijo la Himejima con ciertos rastros de reprimenda en su voz, cumpliendo uno de sus roles como Reina ante la ausencia de su Rey.

La Nekomata se cruzó de brazos y frunció ligeramente su entrecejo, estaba consciente de que estaba llevando su rivalidad entre "gata y ave" un poco demasiado lejos, pero tampoco quería admitir que estaba actuando de forma incorrecta. Tras unos segundos habló, cediendo un poco.

—Disculpa—Habló secamente antes de darse la media vuelta y marcharse.

—¿¡Po-por qué lo dice en ese tono tan pasivo agresivo?!

La Miko cubrió una pequeña risita con el dorso de su mano.

—Disculpala, sé cómo sonó pero créeme que de verdad lo siente, conozco lo suficiente a Koneko-chan como para saberlo.

—Kuuuh, no entiendo por qué ha sido tan hostil hacia mí desde el primer momento.

—Tengo la ligera sospecha de que todavía guarda un poco de rencor por el compromiso de Rias y Riser-sama.

La joven noble hizo una muesca de incomodidad y sobó su brazo izquierdo con su mano derecha.

—No te preocupes, no es tu culpa, sé que ya con el tiempo se dará cuenta y se le pasará.

—Uhm... Hablando de Rias-sama ¿Por qué no estás con ella? O mejor dicho por qué no está aquí contigo.

—La Presidenta está un poco ocupada organizando ciertas cosas para la reencarnación de Asia-chan y creo haber oído que Lucifer-sama le hará una visita más tarde. Me envió para que te diera sus saludos y disculpas y para revisar si estabas bien o si necesitabas algo.

—Estoy bien, gracias. Pero... ¿Por qué va a venir Lucifer-sama? ¿Es por lo de anoche?

—No estoy segura realmente, normalmente enviaría a Grayfia-sama para un asunto así, debe ser por algo más importante.

—Oh...

—Sí.

—Asia-chan es la amiga de Dan-san ¿No es así?

—Sí, hasta ahora ha sido un miembro honorífico del Club, pero como va a pasar a formar parte del séquito de Rias, será un miembro más formal.

—Ya veo. Noté que tiene una Sacred Gear muy valiosa, el Twilight Healing será una buena adición al séquito de Rias-sama.

—Estoy segura que sí, y su presencia también será muy grata.

Hubo un corto silencio en el que la Himejima sólo le dirigió una cordial sonrisa y Ravel no parecía tener cómo mantener el hilo de la conversación.

Finalmente la peli-negro rompió el silencio.

—Ravel-chan, creo que ya deberías volver a tu aula, ahí viene tu maestra. Cuando termines tus clases pasa por el Club.

Con eso, la Reina se excuso pero antes de darse la vuelta, la Phenex dio un paso hacia adelante y habló con más propiedad.

—Akeno-San.—Dijo en voz más fuerte que antes—¿Sabes...?

—¿Are?—replicó la peli-negro tildando su cabeza hacia un lado.

—¿S-sabes por qué Dan-san no vino? Supongo que no vino porque no lo he visto hasta ahora... Uhm...—Volvió a juguetear con sus dedos, volviendo a demostrar timidez—Pensaba que estaríamos en la misma clase y uhmm... Quería... Uhm...Pensaba...—La rubia se cubrió su rostro con ambas manos antes de gimotear—Kuuuh...

El ver a la joven demonio con tanto bochorno e inseguridad encendió la llama del sadismo en el interior de la Himejima quien no pudo evitar sentirse un poco más que excitada de ver el rubor marcado en el rostro de la rubia.

El tiempo se acababa, la maestra ya venía al salón y ella ya estaba unos cuantos minutos retrasada para su propia clase, sin embargo aprovecharía esa brecha de segundos para fastidiarla. Disfrutaría de un pequeño placer a esas horas del día.

Mientras que la chica de bucles mantenía su rostro cubierto con sus manos, Akeno se acercó peligrosamente a su oído, tanto que un resoplido nasal tomó a la Phenex por sorpresa y la hizo estremecerse.

—¡¿A-A-Akeno-saa...?!—Exclamó, retrocediendo un par de pasos y descubriendo su rostro.

La distancia que tomó no fue suficiente para separarlas, la Miko todavía estaba peligrosamente cerca.

—¿Podría ser que estás tan alterada porque querías que estuviera aquí contigo? ¿Tu primer día de clases no es tan especial si tu "Dan-san" no está aquí también?

—¡¿Mi-mi-mi Dan-san?! ¡¿Qué cosas dices?!

—¿No ha pasado ni medio día desde la última vez que lo viste y ya lo extrañas?

—¡¿Qué?! ¡De dónde sacas eso! Somos socios ¡Socios! N-nada más. Me enseñará a ser una investigadora paranormal, nuestra relación es solo de amistad, amistad, amistad. ¡Yo jamás podría ver a Dan-san de otra manera! Por-porque él es vulgar y maleducado ¡Y no me trata para nada como una noble! No hay manera de que pueda verlo como más que... Uhm.. Dan-...san.

—Hmmm...Ya veo.—Murmuró la peli-negro con una minúscula sonrisa lasciva plasmada en sus labios—Ara , ara, mira qué tarde es. Ya debo irme. Si te sientes muy sofocada por tratar con humanos, tómate un respiro. Ellos no son tan diferentes de ti y de mí.

—Cl-Claro...Gracias, lo tomaré en cuenta.

La Reina se giró y comenzó a marchar, sin embargo se dio la oportunidad de decir una última cosa.

—Me pregunto si te pones así de nerviosa estando a solas con él, verdaderamente el corazón de una doncella es algo delicado y misterioso.—Dijo con picardia antes de reír entre dientes.

—¡Qué no!—Contestó la Phenex, dando pisotones en berrinche.


(Cerca del mediodía...)

/En otro lugar/

Dante tomó asiento en la misma banca en la que se recostó cuando estaba desangrandose tras su lucha contra Raynare y compañía.

Su mirada se notaba un tanto perdida, no era común verlo afligido, aunque más que afligido sería más correcto decir que estaba teniendo un conflicto interno. Por ello salió a tomar aire fresco.

Es irónico, para cuestiones bélicas era como un pez en el agua, pero para cuestiones emocionales o sociales, era un completo obtuso.

No sabía cómo manejar la situación con el Ángel Caído, desde hace un tiempo sospechaba que le gustaba pero no tenía idea de que en realidad estaba enamorada. Su confesión salió de la nada, y de verdad lo tomó desprevenido. Cualquier hombre soñaria con el amor de una mujer tan hermosa como ella, que a su parecer no le envidiaba nada a Rias o Akeno en términos de belleza física, aunque su personalidad volátil era un tema completamente distinto. Sí, no en vano le quedaba el título a su especie, pero ¿Enserio podría corresponder esos sentimientos? ¿De verdad podría sentir algo por ella más allá de una opinión positiva respecto a su aspecto físico y el afecto platónico que se le tiene a una amiga? Claro, no era el mismo cariño fraternal que sentía con Asia... O incluso Ravel por ejemplo, pero era más similar a lo que sentía por Akeno o su pequeña Kouhai Nekomata. Podía apreciar sus atributos físicos como cualquier hombre a una mujer, pero no podía ver o sentir más allá de eso, en especial porque había una Princesa demonio de por medio.

Entonces eso significaba qué, si no fuera por la atracción que ya siente por la Gremory... ¿Podría corresponderle sus afectos? No es como si la relación entre ellos haya avanzado más allá de estar conscientes de la atracción del otro, en especial por la petición de ella de darle un tiempo para lidiar con las expectativas de su familia y sus constantes enojos hacia él.

No podría responder esa pregunta ni aunque quisiera.

Soltó un pesado suspiro, abrió una lata de cerveza de un sixpack que había comprado en un konbini en el que compraba normalmente por ser el que tenía más cerca de casa, y tomó un largo trago hasta dejar la lata medio vacía. La sostuvo entre sus muslos y la cubrió con sus manos para mantenerla oculta.

Trató de enfocarse en otra cosa para no pensar más en sus dramas amorosos.

—¿Qué demonios? ¿Dramas amoroso? ¿Acaso esto es una novela romántica o algo?

Sacudió esos pensamientos de su mente y alzó su mano diestra. En su palma se manifestó su Sacred Gear. Observó la pálida gema con atención, en el interior estaba llena de un líquido rojizo.

—¿Sacred Gear...eh? ¿Qué más podrá hacer esta cosa?

Cerró sus ojos, recordando la sensación que tuvo cuando la tocó por primera vez. Sentía una conexión más fuerte que la que haya sentido con incluso las Devil Arms que posee actualmente. Lo único con lo que podría compararlo sería con Rebellion, sentía que ese amuleto era una extensión de sí mismo. Por ende, tenía un lazo muy fuerte con el fusil con el que se fusiona Trivieae. Estuvo dándole vueltas al asunto de que podría servir como una muleta para un Ángel que no pudiera usar su poder correctamente, y al hecho de que la patrona de la gema que estaba engarzada al amuleto era la diosa de la cacería.

—Siento que puedes hacer más de lo que Russell Crow sabe ¿Acaso estás guardando algún secreto que él no pudo descubrir?— Habló hacia el objeto inanimado, expresando lo que tenía en la mente.

Peló sus ojos al percibir una repentina vibración venir del medallón.

—¿Qué demo...? ¿Qué rayos fue eso?— Bisbiseó sorprendido.

Apretó con un poco más de fuerza el amuleto para asegurarse que la vibración no fue producto de su imaginación.

—¿Tú...estás vivo?

Esta vez no hubo ninguna reacción, el muchacho soltó un corto suspiro y se rascó la parte trasera de su cabeza.

—Pfff, me estoy volviendo loco...— Murmuró antes de acabarse la bebida que tenía entre sus piernas.

Arrojó la lata vacía a un basurero que había a unos cuantos metros y procedió a abrir otra lata.

—Tal vez no hizo... la pregunta correcta.— Dijo Arbiter, que permanecía dentro de su bolsillo, resguardando sus llaves.

—¿A qué te refieres?

—No percibo ninguna presencia viva dentro de... ese medallón, pero eso no significa...que no lo pueda entender.

El Cazador arqueó una ceja y volvió a posar sus ojos en la Sacred Gear. Bebió un trago más y ocultó la bebida otra vez.

—Qué demonios, no es como si ya no tuviera la reputación de un loco, hablar con un medallón no me hará ver peor.

Le dio un corto sorbo a su bebida y se aclaró la garganta.

—¿Me puedes entender?

Hubo una sutil vibración venir del medallón plateado, la gema incluso emitió un suave brillo blancuzco.

Sonrió al ver esto, bajó su vista por un momento hacia su bolsillo.

—Tengo que admitirlo. Eres un hacha muy lista, el viejo no supo apreciarte al haberte dejado metido en ese baúl.

El "llavero" se encendió como si estuviera al rojo vivo, demostrando que sentía dicha por el halago.

—Son muy amables... Sus palabras, mi Amo.

—No te sonrojes, Arby, te hace ver como una colegiala después de que su Senpai la notó.

—...—

El peli-plateado volvió a poner su atención en Triviae.

—¿Puedes hablar?

Esperó unos cuantos segundos, sin embargo no volvió a emitir ningún tipo de reacción. Tomó esto como una negativa.

—¿Eres un arma?

La Sacred Gear siguió inerte.

—Hm. ¿Eres Artemisa?

No hubo respuesta.

—¿Tienes algo que ver con la diosa Artemisa?

El medallón se sacudió con violencia, parecía que iba a salirsele de las manos.

—Wow, tranquilo... ¿Tu única función es cargar al fusil con energía?

El repentino cese de vibración y la falta de otra reacción le confirmó al muchacho que su juicio no estaba tan equivocado.

—¿Qué más puedes hacer? No espera, esa es una pregunta muy complicada para responder con sí o no...Hmmm... ¿Podrías enseñarme qué más puedes hacer?

Triviae vibró varias veces, haciendo intervalos de dos segundos entre cada vibración.

—Supongo que eso es una especie de... ¿Quizás?

Sosteniendo su Sacred Gear en la diestra, tomó su cerveza con la zurda y se la acabó de un sopetón para luego descartar la lata.

—Heh, esto se está volviendo interesante.

"¿Qué se está volviendo interesante?"

—El...— Dante estuvo a punto de contestar a la voz sin percatarse de quién era al estar tan centrado en su nueva herramienta, sin embargo se calló y dirigió su vista a la persona que tenía parada a su izquierda.

La persona era la mismísima Presidenta del Consejo Estudiantil. Ella tenía una ceja levantada y lo veía con curiosidad.

—¿Tú qué haces aquí? ¿No deberías estar en la escuela o algo? — Cuestionó el peli-plateado con cierta dicacidad.

—Esa no es manera de saludar a una compañera de escuela. Y lo mismo podría preguntarte yo a ti, es más, vine justo a eso.

—¿Viniste a buscarme para que vaya a la escuela?— Preguntó con gran confusión en su semblante.

—Exactamente. Como Presidenta del-

—Espera, espera, espera.— Agitó su mano de arriba a abajo señalandole que lo dejara hablar primero.— ¿Cómo me encontraste?

Sona levantó la revista Shonen Jump que el adolescente tenía cubriendo sus bebidas y lo miró con cierto desencanto.

—Sí, sabía que leer manga no es lo tuyo.— Volvió a dejar la revista cubriendo las latas de alcohol y se paró de manera que quedara frente a él.—Fui a tu casa pero nadie abrió, asumí que no estabas así que busqué en las tiendas de conveniencia más cercanas a tu domicilio. Cuando llegué a la que está cruzando la calle sentí tu poder demoníaco. No es como si precisamente trataras de enmascarar tu presencia.

—Ah, así, ya veo. ¿Y? Te tomas muy enserio tu cargo como Presidente del Consejo Estudiantil ¿No?

—De hecho sí lo hago, Dante-kun. Quiero saber por qué faltaste a clases, y si es posible dime por qué en general tienes tantas inasistencias.

—¿De verdad viniste solo a preguntarme eso? Por cierto, técnicamente por estar aquí tú también estás faltando.

—Estamos en receso, dejé a mi Familiar haciéndose pasar por mí mientras venía a buscarte.

—Hmm...

Él asintió aunque no se veía muy interesado en realidad en la explicación, fue más una forma de desviar la conversación.

—¿Entonces?

—¿Entonces qué?

—¿Por qué faltas tanto a clases?

El Redgrave rezongó con fastidio y volteó sus ojos.

—No me refunfuñes, no eres un niño ni yo soy tu madre. Es una sencilla pregunta.

El comentario lo fastidió incluso más. Tomó una tercera cerveza y la destapó.

—Porque no le veo necesidad. ¿Por qué me interesaría ir a clases? Ya que no estoy bajo contrato para proteger a Hime-chan o a ti no tengo por qué estar en la escuela.

—¿Y por qué es eso?

—¿Por qué es qué?

—¿Por qué no ves necesario ir a la escuela?

—Porque no hay nada allí que pueda aprender que me pueda servir para hacer mejor mi trabajo.

—Entiendo, pero no sólo se va a la escuela para eso. Siempre es importante tener al menos un grado apropiado de conocimientos generales. Estás en la edad indicada para eso. Y si no capta tanto tu atención ¿Por qué no te unes a un Club? Hay varios clubes que podrían mantenerte ocupado entre y después de clases.

—¿De verdad te parezco alguien que se uniría a un club escolar? ¿A qué me puedo unir? ¿Al club de Kendo, de matemáticas, arte? Vamos, no digas tonterías.

—No seas tan pronto para desestimar mi sugerencia.—La chica tomó asiento a un lado del muchacho e hizo una pausa antes de hablar.— Escucha. Es mi deber como Presidenta del Consejo Estudiantil el estar atenta de los estudiantes, eso te incluye a ti aunque no quieras. Me preocupo por ti, como Presidenta y... Como amiga de tu prometida. Tal vez no veas la relevancia de tener estudios académicos porque no le has prestado la suficiente atención, pero te aseguro que si encuentras una razón por la qué disfrutar la escuela tus asistencias serán más consistentes.

El peli-plateado no contestó nada, prefirió arrugar sus labios y mantenerse callado.

—No lo tomes a mal pero... ¿Hay algo que desees hacer? ¿Algún sueño, algún plan a futuro?

—¿A qué viene esa pregunta?

—Te he observado y... No sé, siento que-

—¿Me has estado observando?— Interrumpió, arqueando una ceja.

—Sí, me has dado la impresión de-

—¿Por qué?

Sona hizo una pausa, se quitó sus lentes y limpió los cristales con un pañuelo. Con tal gesto no hacía más que enmascarar lo exasperante que le parecía tratar de mantener una conversación seria con el muchacho. Se aclaró la garganta y volvió a ponerse sus anteojos tras una pausa de unos quince segundos.

—Como decía, te he observado. No puedo negarte tu talento marcial ni tu potencial como demonio, pero, ¿Qué hay además de eso? ¿Hay algo que quieras hacer más allá de pelear todo el tiempo? ¿Algún sueño o meta? Cuando no estás peleando te he visto apagado, desanimado, como si nada a tu alrededor pudiera causarte ni la más mínima pizca de interés. Eso es algo que esperaría ver en una persona que ya no tiene esperanzas o motivos para seguir adelante. Tú tienes diecisiete apenas, eres demasiado joven para estar así. Al menos dime que mi hipótesis está equivocada y es solo que no te conozco bien.

—Tu hipótesis está equivocada y no me conoces bien.

—¿Solo estas repitiendo lo que dije?

—Tú eres la que quería que dijera eso.

—Estás haciendo muy complicado mantener una conversación.

–Tal vez es que no quiero mantener una conversación.

La Sitri abrió su boca para articular pero se detuvo, su semblante endureció ligeramente y asintió con calma.

—Entiendo. Espero que pases una linda tarde, Dante-kun.— Dijo, poniéndose en pie para marcharse.

El joven Sparsa sintió cierta incomodidad al haberle respondido de forma tan grosera, suspiró y tragó saliva. Tardó unos segundos en poder hablar, debatiendose si hacerlo o dejarla ir.

—Beisbolista.— Comenzó, sus palabras siendo lo que detuvieron a la peli-negro.

Ella se giró y sonrió. Se acercó y tomó asiento de nuevo.

—O estrella de rock, me hubiera gustado ser cualquiera de esas dos cosas.

—Ya veo.

El adolescente tomó otra de sus cervezas y se la extendió a la chica.

—No, no, yo no bebo.— Se negó con rapidez, haciendo ademanes con sus manos.

—Vas a tener que hacerlo si quieres "mantener una conversación" conmigo.

Accedió a sujetar la bebida pero no la destapó, su rostro parecía el de alguien que tomaba algo muy desagradable o que le causaba temor.

—Bebe.— Habló, destapando la lata por ella.

La chica observó el recipiente de licor durante unos largos segundos, lo llevó a sus labios con lentitud y tomó un sorbo muy pequeño. Inmediatamente su rostro se arrugó y tragó con dificultad. El licor pasó por su garganta, hormigueando cada superficie y dejando el fuerte sabor etílico tras su paso.

El rostro de Sona se ruborizó un poco por las sensaciones causadas por la bebida.

–¿Qué tal estuvo? — Preguntó con una sonrisa entre dientes.

—Horrible...— Respondió aún con su cara arrugada.

El adolescente liberó unas cuantas ruidosas carcajadas al escuchar eso.

—Ya es una adulta, Presidenta. Salud.— Al decir eso chocó su bebida con la de ella.

—No creo que la adultez se limite a ser capaz de consumir bebidas alcohólicas.

La chica se torturó así misma al beber un poco más.

—Hay-...Hay un club de baseball masculino que abrió recientemente, aunque su área de entrenamiento no está dentro de la escuela. Está en un campo a cuatro cuadras de la Academia. ¿Por qué no tratas de unirte?

—Porque con mis habilidades, todos estarían en desventaja. Sería una tontería y una pérdida de tiempo.

—Eso... Es cierto, tienes razón.— Afirmó algo apenada de habérsele saltado ese detalle.

—Escucha, Shinpachi-kun, si voy a la escuela mañana ¿Me dejarías de fastidiar?

—No lo haré hasta que no te vea asistiendo regularmente.

El muchacho gruñó con irritación y se acabó el trago.

—Wow ¿Cómo puedes beber tan rápido?— Preguntó con genuina impresión.

—Es práctica.— Contestó encogiendose de hombros.— ¿Siquiera hay una escuela a la qué ir? Recuerdo que quedó destruida después de lo de ayer.

—Por supuesto. Nos encargamos ayer de arreglar todo el daño, terminamos justo a la hora de inicio de clases pero lo logramos a tiempo.

—Y qué pasó con lo del.— Al decir eso señaló al cielo y trazó unas líneas con sus dedos.

—¿No viste las noticias hoy?

—No.

—Mi hermana y el hermano de Rias usaron sus influencias para hacer que científicos humanos dijeran que era un fenómeno meteorológico similar a la aurora boreal, sucedió tras una eyección de masa coronal del sol. Es un evento único en la historia moderna, así que muchos científicos van a venir en los siguientes días y semanas para investigar el fenómeno.

—Vaya, qué mentira tan elaborada. Si no hubiera estado allí también me la creería. Deberían ser políticos, son buenos para mentir.

—Desgraciadamente hay que ser un poco políticos y mentir sobre algunas cosas para mantener el status quo, Dante-kun.

—Supongo.— Musitó, bebiendo un sorbo más.— Al demonio, ya qué, sí, iré a la escuela, supongo.

Sona sonrió un poco más ampliamente al oír eso.

—Me alegra saberlo. Trataré de investigar si hay algún club al que te puedas unir.

—Déjalo, no importa. De todas maneras pasaré el tiempo en el Club de Hime-chan.

—Ah, por supuesto.

Trascurrieron unos segundos en completo silencio, ella bebió un poco más de la cerveza pero seguía sin poder encontrar la razón de por qué a la gente le gustaba ingerirla.

—No creo que vaya a volver a beber esto en mi vida.—Comentó, viendo la lata plateada.

Dante rió por el comentario y siguió consumiendo su bebida.

—Hay ...

Él la miró de reojo, aún con sus labios pegados a la lata.

—¿Hay algo más que te gustaría hablar?

—¿Algo como qué?

—Cualquier cosa que te esté afectando o que te tenga inquieto. Cuando haces silencio pareciera que quisieras desahogarte de algo.

—¿Eres Presidenta del Consejo Estudiantil o terapeuta?

—Eso depende de con quién tenga que hablar. Si necesitas sacarte algo del pecho siéntete en confianza conmigo, puedo escucharte y lo que me digas se quedará conmigo.

—Demonios, prefería cuando me estabas molestando sobre lo de ir a la escuela.— Masculló con incomodidad.

Por primera vez de conocerla, el adolescente la vio reírse genuinamente. Él la observó un tanto anonadado. Su mirada le causó incluso más risa a la chica quién rió hasta que le dolieron las costillas.

—Sí, Dante-kun. También soy capaz de reírme. ¿Me vas a contar o tengo que beberme otra cerveza?

—Darte otra cerveza seria un desperdicio si no te has terminado la primera.

El muchacho se acabó su trago y aplastó la lata para luego arrojarla a la basura.

—¿Qué sabes de chicas?— Preguntó, aceptando la propuesta de la peli-negro.

—Sé algunas cosas, dado que, no sé si lo has notado pero, soy una.

–¿Enserio? Vaya, es cierto el dicho de que todos los días se aprende algo nuevo.—Habló en un tono burlón pero manteniendo su expresión neutra.

Ella sólo lo miró sin decir nada, tratando de no demostrar la irritación que le causó el comentario.

—Es por lo de Rias ¿Verdad?— Supuso, teniendo muy presente la discusión que el Sparda y la Gremory tuvieron la noche anterior.

Él parpadeó un par de veces y se mantuvo en silencio.

—Uhm... Uh-s-sí, es justo por eso.

Estuvo a punto de contarle la situación con su inquilina, pero prefirió cohibirse al caer en cuenta que ella era amiga de Rias y contarle eso solo podría complicar más su relación con la peli-roja.

—Voy a ser honesta contigo, Dante-kun.

—Uhm... ¿Okay? Digo, no preferiría que fuera de otra forma.

—Tú le gustas a Rias, mucho. Nunca la he visto perder tanto los cabales con alguien, y manteniendo una conversación contigo en este momento podría atribuirlo a tu... personalidad, pero prefiero pensar que es por las emociones tan apasionadas que tiene hacia ti. Ella es una de las mujeres más elegantes y recatadas que haya conocido, y cuando está cerca de ti se vuelve una niña que lanza berrinches a diestra y siniestra. No sé si eso es algo saludable en una relación, pero puedo garantizarte que las únicas veces que la he visto tener reacciones así es cuando su hermano la avergüenza.

—Oh...— Musitó, un tanto tomado por sorpresa con la perspectiva de la Sitri.

—Sus sentimientos por ti son fuertes, y no creo que ni ella misma los comprenda del todo. Potencialmente tú serias el primer novio que haya tenido. Por más madura que aparente ser, Rias es muy inexperta en el amor. Es por eso que tal vez no sepa cómo se lleva una relación. Lo de anoche-

—Escucha.— Interrumpió el joven.— Lo de anoche fue una tontería.

—Tienes razón, fue una tontería.—Concordó ella, cosa que dejó boquiabierto al peli-plateado.

—¿Verdad que sí? Quiero decir, yo solo traté de no preocuparla. No sé por qué se enojó tanto por esa tontería, es como si todo lo que hago la hace enojar y no sé cómo lidiar con eso. Es-

–Dante-kun.—Esta vez fue ella quien lo cortó a él, sin embargo sus palabras tenían tanta propiedad que lo obligó a escucharla.—No me dejaste terminar. Quise decir, "lo de anoche fue una tontería" de parte de ambos. Ella reaccionó con demasiada intensidad y tú descartaste los motivos de su enojo sin importarte el por qué reaccionó así.

—Escucha, nosotros en-... Nosotros tuvimos una batalla, una muy complicada y... Creo que ella quedó afectada. Fue una de esas batallas que te cambian ¿Sabes?... Lo único que quería era no preocuparla de más. Sabía que me podía encargar solo de eso, no había necesidad de decirle nada. ¿De verdad estaba tan equivocado por querer protegerla?

—Quizás no estabas equivocado, entiendo tu motivo, tuviste una buena intención al hacerlo, pero eso tampoco significa que estabas en lo correcto. Ella es una demonio muy orgullosa, orgullosa de su Clan, orgullosa de sus capacidades. No sé qué habrá pasado en esa dichosa batalla, ni lo quiero saber. Tú que estuviste con ella en esa batalla debes saber que si luchó codo con codo contigo y puso su vida en tus manos, fue porque sabía que tú pondrías la tuya en las de ella y porque tenía total confianza en ti ¿Me equivoco?

Dante se tomó unos segundos en los que rememoró toda la aventura que vivieron hace tan solo unos contados días atrás. Recordó lo que siento hacia ella en ese viaje, el cómo lucharon como si fueran una extensión del otro y esa conexión tan fuerte que compartían. Recordó y negó con su cabeza a la interrogante.

—No, no te equivocas.

—Ahora, imagina toda esa confianza depositada en ti. Sabe que no le fallarás y que jamás la traicionarias. Es una persona con un gran orgullo y además tiene sentimientos hacia ti que no sabe manejar. Al juntar todo eso, el resultado es el de ayer.

El peli-plateado suspiró y frotó su frente con el dorso de su mano. Su expresión se había vuelto un tanto apesadumbrada.

—¿Quieres decir que cometí un error al no contarle?

—Sí. Y ella también por no detenerse a entender tu punto de vista. Ambos se equivocaron. ¿Y sabes qué? Está bien equivocarse, pero es incluso mejor reconocer cuando lo hiciste. No fue tu intención pero sin quererlo, lastimaste a Rias.

—A la final derroté a Kikkoman, tal vez fue un error no decirle pero igual logré el objetivo a mi manera.

—Esa es una marca de salsa de soya... Se llamaba Kokabiel.

—Eso fue lo que dije.

Sona se restregó los ojos con su índice y pulgar, reuniendo toda la paciencia que le quedaba.

—En realidad .— Habló alzando su voz.— Pareces estar ignorando el hecho de que la ciudad se salvó por que todos colaboramos juntos. De haber faltado cualquiera de nosotros, es posible que no estaríamos teniendo esta conversación en éste momento. Sí, le diste el golpe final, pero no lo hiciste tú solo. De haberle contado a Rias, las cosas habrían sido más fáciles para todos. No solo no confiaste en ella para compartirle tu misión sino que también pusiste en peligro a sus sirvientes y a ella misma.

Al haber sido acribillado por la fría verdad, el Cazador permaneció callado. ¿Es eso? ¿Fue egoísta al no decirle? No es como si tenía malas intenciones pero teniendo en cuenta la personalidad de la Gremory, tiene mucho sentido que se sintiera herida por esa omisión, así fuera bien intencionada.

—¿Qué crees que debería hacer?

—Disculparte con ella, explicarle que no querías hacerlo ver como si no confiabas lo suficiente en ella como para ocultarlo sino que no querías preocuparla demasiado, pensaste que la situación estaría bajo control pero se te salió de las manos y así terminamos como terminamos. Demuestra que tienes la madurez para reconocer un error, aceptarlo y tratar de corregirlo. Cuando hagas eso, le darás el ejemplo para que ella reconozca el suyo y se disculpe también. La base de toda relación es la confianza, sin confianza no tiene sentido.

Sona puso la cerveza sin terminar en la banca y se puso en pie.

—Ya debo volver, no debe tardar mucho en comenzar mi clase.

El muchacho le asintió y le obsequió una sonrisa genuina.

—Eres buena en esto ¿Lo sabes?

—Debo serlo. Parte de mi responsabilidad es apoyar a los estudiantes en lo que pueda. Espero verte mañana en la Academia.

—Ya veremos sobre eso.— contrapunteó encogiendose de hombros.

—Recuerda que debes usar el uniforme de verano.—Habló, invocando un círculo mágico para retirarse.

—Oye, espera.

La peli-negro lo miró, esperando a ver qué decía.

—Así que me has observado.— Dijo, pelando sus dientes en una sonrisa excesivamente pícara, manteniendo sus piernas y brazos cruzados.

Una involuntaria carcajada escapó de la boca de la solemne Sitri, aunque la suprimió a tiempo para no perder su decoro. El ver eso, contagió al muchacho quien rió también.

La Sitri cabeceó de lado a lado, las comisuras de sus labios formaban una sonrisa por su intento de parar su risotada.

—Eres terrible ¿Lo sabias?

—Hey, soy del tipo que amas o que odias, no hay intermedios.

—Entiendo por qué le gustas, pero a la vez no comprendo cómo te soporta.

—Uno de los grandes misterios de la vida.—Respondió, encogiendose de hombros.—Gracias por el consejo, Presidenta.—Finalizó, guiñandole un ojo.

Ella le dirigió una pequeña sonrisa y asintió. En cuestión de segundos había desaparecido, dejando al adolescente a solas otra vez.


/Salón del Club de Ocultismo/

(18:30 PM...)

Había un gran círculo de caracteres demoníacos en el medio del salón, dentro estaba dibujado un pentagrama invertido y una vela en cada punta de la estrella. En el medio de todo esto yacía Asia Argento con una pieza de ajedrez de color rojo en su pecho.

Los caracteres emitieron un brillo rojizo, la pieza se fundió con el cuerpo de la chica y hubo un intenso resplandor que iluminó todo el salón.

—Levántate como una fiel sirviente del Clan Gremory, y jurame tu lealtad, Asia Argento.

La peli-roja extendió su mano a lo que la rubia la sujetó. Akeno tomó su izquierda y entre las dos la ayudaron a levantarse.

—Le juro mi lealtad, Rias-Sama.

—Entonces sé pues bienvenida a mi Casa como mi Alfil.

La Gremory abrazó a la recién reencarnada demonio, los demás miembros del Club aplaudieron al éxito del ritual.

—Bienvenida, Asia-chan.— Habló Kiba, dándole una suave palmada en la espalda.

—Bienvenida.— Dijo la Toujo.

—Felicidades en tu reencarnación.— Expresó Ravel.

El grupo celebró la bienvenida a su nuevo miembro con una fiesta de té. Comieron pastel, tomaron té preparado por Akeno, e intercambiaron anécdotas. Fue una tarde muy amena, no obstante Asia no se veía tan animada como los demás esperaban que estuviera tras su reencarnación, y es que había una buena razón para ello. En la fiesta estuvo ausente la persona que más quería que estuviera presente.

La celebración duró un rato más y uno a uno la peli-roja fue despachando a sus sirventes y a la noble. La Presidenta del Club le encargó a su caballero que escoltase a la recién reencarnada a su hogar.

Ahora solo quedaba ella.

Un círculo de transportación se manifestó en medio del salón, dignificando todo con su luz carmesí.

Sirzechs Lucifer apareció de él, sin embargo no portaba sus vestiduras usuales de Satán, parecía estar descansando de sus labores.

—Onii-sama.

—Ria-tan.— Correspondió el saludo.

El peli-rojo tomó asiento en uno de los sofás e instó a su hermana a que lo hiciera también.

—¿Qué sucede? No me dijiste por qué querías venir en persona. ¿Pasó algo?

—Antes de hablar de eso, quiero felicitarte por tu trabajo al detener a Kokabiel. Apagaste una chispa que potencialmente podría haber vuelto a encender las llamas de la guerra con Grigori y el Cielo. No fue un trabajo limpio, pero de todas formas hiciste lo que pudiste.

—Eso no suena como un halago para nada.

—Lo es, Rias. Defendiste con éxito tu territorio de un Ángel Caído de clase Gobernante y de un usuario de Excalibur. Eso es admirable.

—Hice lo que pude teniendo en cuenta que me mantuvieron ignorante al calibre total de la amenaza.

—Es comprensible. Recibí una carta de Azazel, el Gobernante General de Grigori.

La Gremory abrió sus ojos de par en par, impactada de oír tal cosa.

—¿Qué? ¿Qué quería?

—Primero que nada disculparse por las acciones de Kokabiel, segundo, pedir garantías de que el mercenario paranormal que contrató para encargarse de la situación no recibiría ningún tipo de penalización de nuestra parte.

El shock en el rostro de la peli-roja no disminuyó en lo más mínimo.

—Así que fue Azazel... ¿Cómo entró en contacto con Dante?

—Eso es lo de menos. Lo que importa es que en este asunto, él fue su agente.

—¿Dijo algo más?

—Sí. Envío una carta similar a Miguel, el Arcángel que es emisario de Dios. Quiere que los tres nos reunamos para hacer pláticas de paz. Ya un cese al fuego no oficial no es suficiente, seguirán habiendo situaciones como estas de personas que quieran reavivar la guerra. Un trato más formal nos daría la oportunidad de colaborar abiertamente en caso de surgir otra situación así, sin necesidad de tener que contratar a alguien externo para que limpie los desastres dentro del territorio de otra facción.

—¿Qué piensas al respecto?

—Me parece interesante, quiero escuchar su propuesta. La reunión se llevará a cabo en poco más de un mes. Si los acuerdos son satisfactorios, entonces se formalizará una alianza. Paz entre las facciones. Si hubieras mencionado algo así hace doscientos o trescientos años atrás en el Inframundo, lo habrían tomado como una mala broma, pero ahora con lo mucho que ha cambiado el mundo, posiblemente ésta sea la única forma en la que podamos prosperar, juntos.

Rias detectó un cierto brillo inspirador en los ojos de su hermano mayor. Pero, esa luz desapareció con premura. El semblante del Satán Carmesí se volvió un poco más severo.

—No estaría mal un poco de paz. El mundo ya ha sufrido demasiado, si por medio de estos acuerdos podemos dar el primer paso a un mundo de moral y consciencia, tendrás todo mi apoyo, Onii-sama.

Sirzechs esbozó una pequeña sonrisa apagada. Se levantó de su mueble y le dio un repentino abrazo a su hermana menor. Ella se extrañó tanto por la repentina muestra de afecto que hasta se avergonzó un poco, por suerte ninguno de sus sirvientes estaba presente para ver la escena.

—Estoy muy orgulloso de ti, Ria-tan. Haz madurado mucho desde que viniste al mundo humano. A veces te veo y me impresiona que la niña que no podía separarse de mí, se convirtió en una joven mujer tan independiente y capaz.

Las mejillas de la peli-roja se tintaron de un color rojizo, trató de separarse del abrazo pero él se lo impidió.

—Y-ya es suficiente, Onii-sama, esto es vergonzoso.

Ignorando sus palabras, él volvió a hablar.

—Por eso me va a ser más doloroso hacer esto.

Por fin la liberó y se incorporó. La seriedad en sus palabras hizo a la chica endurecer su propio semblante.

—¿Hacer qué?

De un pequeño círculo mágico se proyectaron múltiples revistas y periódicos. Algunos eran del mundo humano, otros del Inframundo. Al posar sus ojos sobre la mesa en la que se manifestaron las piezas periodísticas, una punzada golpeó el corazón de la joven demonio. Peló sus ojos, se llevó ambas manos a su boca y miró con horror los encabezados.

"Violencia abierta en calles tras muerte del Capo de los Jaguares de Sinaloa"

"Saldo de ocho muertos deja fuego cruzado entre grupos delictivos en guerra por control del territorio de los Jaguares."

"Con trescientos cincuenta muertos cierra la semana más violenta de la historia moderna de México."

"Rias Gremory ¿Heredera de su Clan o justiciera?"

"Hermana del Satán Carmesí es responsable de masacre de humanos alterados en México."

"Hijo de Sparda e hija de los Gremory vs Cartel latinoamericano y por qué es importante el acuerdo de no-implicación del Inframundo con asuntos humanos."

"La Ruin Princess de los Gremory toma justicia en sus manos, dejando un rastro de cadaveres en su trayecto."

—E-esto es...

—Es bueno que tengas un sentido definido de tus ideales, pero al no considerar tus acciones con cuidado, manchaste no sólo tu reputación y la del Clan sino la mía también. No voy a ponerme a debatir contigo si lo que hiciste es correcto o no, Rias, no vine a eso. Estos son tiempos muy delicados, y ahora con ese posible acuerdo en el horizonte debemos hacer todo lo posible por mantener las aguas lo más calmadas que se pueda. Hay una razón por la que nosotros, el Cielo, Grigori y los panteones no nos involucramos con las decisiones que toman los humanos y con su sociedad directamente, no desde hace un tiempo para acá al menos. Estoy seguro que esto y los estragos tras la batalla con Kokabiel captaron la atención del Comité. No se van a tomar a la ligera que la hermana de un Satán haya tenido que ver con esto.

—¿Comité?

—El Comité Internacional para la Observación y Respuesta ante Amenazas Sobrenaturales. Conociste al Sindicato y a Morrison, y supongo que pensabas que esa era la única respuesta de la humanidad hacia las entidades paranormales, pero no es así, Rias. Ellos son mercenarios, investigadores privados, el CIORAS es un asunto más serio. Es lo que pasa cuando las naciones humanas quieren tener garantías de poder protegerse en caso de una nueva guerra. Al hacer esto, te pusiste a ti y al Clan en su mira. ¿Cómo crees que afectará esto a los posibles acuerdos de paz?

La peli-roja bajó su mirada, sintiéndose amonestada. Si lo que su hermano decía era cierto, no podía refutar sus palabras pero tampoco podía arrepentirse por sus acciones, así no haya sido lo más apropiado, para ella fue lo correcto.

En ese momento las palabras de ese hombre resonaron en su mente, su utilitarismo y esa filosofía del mal necesario. Un poco de mal, para el bien de muchos, esa mentalidad que tanto chocaba contra el absolutismo moral que quizo demostrar ella. ¿Podría ser que estuvieron mal sus acciones? ¿Sus buenas intenciones causaron más problemas de los que arreglaron?

—Dime, en tu opinión ¿Qué amerita esto?

Su flequillo carmesí cubrió sus ojos azules, apretó su mandíbula y sus puños. Unas lágrimas de frustración trataron de escapar de sus ojos pero pudo contenerlos lo suficiente.

Aceptar un castigo sería aceptar que estaba equivocada, pero ¿Qué pasaría si no lo acepta?

—Te daré la opción, Rias. Puedo respetar que mantengas tu postura en estas circunstancias, por eso te dejaré que tú misma elijas.

—¿Elegir qué? — Preguntó, levantando su mirada y dejando ver sus ojos enrojecidos.

—Soy tu hermano y te amo, pero también soy un Satán, no puedo dejar esto pasar. ¿Qué clase de Satán sería si permito que un miembro de un Clan importante sea la causante de una guerra entre criminales que está cobrando vidas inocentes y que incite al Comité a un conflicto abierto, solo porque esa persona es mi hermana menor?

Ella no respondió nada, tan solo bajó su cabeza.

—Vendrás al Inframundo y terminaras tus estudios en el territorio Gremory. Olvídate del mundo humano, no volverás a venir, o por lo menos no hasta que puedas dirigirme una apelación como cabeza del Clan.

—¡¿Qué?! — Exclamó alarmada.

—La otra opción, es renunciar a tu llamado como heredera del Clan hasta que te considere lo suficientemente capaz de liderarlo. Puedes moverte con libertad en el Inframundo pero tienes que notificarme cuando te vayas a desplazar dentro del mundo humano y yo te daré la aprobación o te negaré la capacidad de hacerlo. Perderás todos tus beneficios como hija del Clan y tu estatus de nobleza.

—¿Qué clase de opciones son esas...?

—Te daré veinticuatro horas para tomar tu decisión, o me veré forzado a elegir por ti.


Ahora, sé que me dirán "ese lemon fue trampa." Pero tengan en cuenta que es primera vez que escribo un lemon con intención de publicalo así que tengame consideración en ese aspecto, además, es una parte muy importante para hacer una introspección a la mente de Raynare y ver cómo se percibe así misma y a Dante.¡Nos leemos en el siguiente cap!