Saludos y bienvenido a esta historia. Éste fic en pocas palabras es una fusión del universo DXD con DMC, tiene ciertos elementos AU para ayudar a enriquecer el mundo y las situaciones. Mayormente está basado en la serie principal de DMC pero usaré ciertos elementos del reboot para sazonar, más que nada demonios, Devil/Angelic arms, localizaciones y detalles menores. Dante es el mismo Dante de la saga principal con los mismos elementos que lo caracterizan, solo que en la historia es menor a incluso su versión de DMC3, así que esperen mucha locura de su parte.

Si ya habías seguido la historia desde antes y te preguntas por qué el capítulo es diferente al que recuerdas, eso es porque el fic está en proceso de reestructuración. Reescribiré los primeros nueve capítulos. Algunos serán solo cuestión de formato y correcciones ortográficas ademas de mejorar la sintaxis y la narración. Pero otros serán como este, un cambio radical aunque conservarán la misma escencia de los originales.

Si no conoces el fic en su primera versión, entonces te invito a que lo leas y tengas en cuenta los cambios a futuro. Espero que lo disfrutes.

Disclaimer: DXD, DMC ni ninguna de las canciones o marcas mencionadas en esta historia me pertenecen, todo pertenece a los respectivos dueños de las propiedades intelectuales y los derechos de autor. Renuncio a todo tipo de responsabilidad legal, ésta historia es enteramente libre de ánimos de lucro.

Dicho eso, ¡A leer!


Gotas de sudor recorrían su piel. La temperatura era más alta que lo usual en la pequeña ciudad, el inclemente calor acosaba a todos con más furor del usual. Y en su minúscula oficina sin nombre, parecía que aquejaba al adolescente con aún más saña.

Dante entreabrió sus ojos. Transitaba por el delgado limbo entre el sueño y la consciencia, pero era claro que a pesar de las pesadillas que no lo dejaron dormir en la noche anterior, no quería terminar de cruzar esa línea y escapar del agarre de Morfeo.

Su día sería igual de aburrido que siempre, sin mucho en qué distraer su mente y muchas deudas esperándole, sí, no valía la pena despertar después de todo.

Volvió a cerrar sus parpados para ignorar la luz que no podía cubrir la revista erótica que usaba como antifaz improvisado.

Su estómago rugió, exigiéndole alimentos, pero al igual que con las banalidades que le ha presentado su día a día durante el último mes, prefirió hacerle caso omiso.

Su consciente comenzó a descender a través de una densa oscuridad, poco a poco volvía a quedarse dormido. Era cuestión de un par de minutos más para que su consciencia se desvaneciera.

Eso es lo que habría sucedido, de no ser por los intensos golpes que repentinamente se suscitaron en su puerta.

Gruñó con fastidio y trató de ignorar el ruido, pensando que se pasaría en un rato. Para lo único para lo que sirvió esto fue para hacer que los golpes fueran más insistentes.

–Está cerrado, no abro todavía, vuelve más tarde–exclamó el peli-plateado sin abandonar su posición.

El llamado a su puerta no paró sino que más bien continuó la arremetida hasta el punto en el que él se molestó tanto que se quitó la revista del rostro y bajó sus pies de su escritorio para enfocar su vista hacia la puerta.

–Dije que no está abierto. ¡Si vienes a cobrar algo, tampoco tengo dinero, así que ven después!

Finalmente los golpes se detuvieron, cosa que fomentó un pesado suspiro en el adolescente. Estuvo a punto de volver a tratar de recuperar el sueño, pero antes de que eso pasara, la puerta se abrió de par en par de un golpe.

El joven cazador de demonios no se inmutó, aunque sí frunció su ceño con cierta irritación. Descruzó sus brazos y reclinó un poco su silla hacia atrás mientras posaba sus ojos en el individuo que acababa de ingresar a su "oficina."

–¡Chico! Son las tres de la tarde ¿¡Enserio sigues durmiendo!?–exclamó un hombre regordete de baja estatura y mediana edad.

El mestizo de cabellos platinados bostezó y estiró sus brazos para desperezarse.

–Sí ¿Qué quieres? ¿Me trajiste un trabajo o solo viniste a molestarme?–contestó con aburrimiento después de terminar su bostezo.

–¡Ey! ¿Así tratas a tu único amigo, el viejo Enzo?–vociferó en un muy notable acento italiano mientras sacudía su mano– ¿Después de todo lo que he hecho por ti me dices que te molesto? ¡Eso duele, muchacho!

–Uh huh…–bisbiseó con desinterés mientras hurgaba en una caja de pizza que ya tenía varios días sobre su escritorio.

Sacó una de las últimas rebanadas y la olfateó solo para toparse con un aroma rancio. Arrugó su rostro con repulsión pero tras unos segundos, le pegó una mordida.

Enzo Ferino, su Agente, detuvo su monólogo melodramático y lo observó con una expresión mixta de disgusto y perplejidad.

–¿Enserio te estás comiendo eso?

–¿Qué? No es como si tuviera otra cosa qué comer–respondió, encogiéndose de hombros.

Tomó una botella que reposaba en el suelo a un lado de su silla y la agitó para ver si todavía tenía cerveza para ayudarse con el líquido a pasar la pizza descompuesta. Como el resto de las botellas de whiskey y cerveza esparcidas en su pequeño local, estaba vacía. Suspiró con cierta decepción y la arrojó contra pared. El Ferino se sobresaltó cuando los fragmentos de vidrio volaron en todas las direcciones.

–¡Ten cuidado!

–¿Qué quieres, Enzo?–volvió a preguntar, ésta vez la irritación se marcaba con claridad en su voz.

El Agente regordete no respondió enseguida. Más bien esbozó una sonrisa que el muchacho ya muy bien conocía, una sonrisa perniciosa que indicaba que se había topado con algo muy redituable. Enderezó su postura aún con esa sonrisa dibujada en sus labios y restregó sus manos cubiertas por guantes negros y repletos de anillos dorados.

El peli-plateado arqueó una ceja y lo miró con suspicacia.

–¿Es un trabajo?

–Oh, Tony. Ni te lo imaginas. Es algo perfecto para ti, un muuuy buen trabajo.

Al notar su lenguaje corporal y todo el tiempo que se estaba tomando para especificar los detalles del trabajo, Tony Redgrave echó la rebanada de pizza a medio comer sobre la caja y enfocó su atención en el hombre que le doblaba la edad y que iba envestido con un abrigo de piel a juego con una bufanda roja, sombrero de fedora y unos lentes de sol.

–Si es uno de esos estúpidos trabajos que me traes siempre, olvídalo. No voy a estar siguiendo a maridos infieles y después del fiasco en L.A te dije que ya no tomaré más trabajos de escolta– habló preventivamente con mucha aspereza.

–¿¡Trabajos estúpidos!? ¡Es lo mejor que puedo conseguirte! ¡No es como si tu reputación es muy buena después de lo que pasó en Bobby's Cellar, muchacho! Además, sabes que los trabajos paranormales son muy difíciles de conseguir fuera del Sindicato.

El Redgrave cabeceó de lado a lado, fastidiado de no tener una retórica viable. Posó sus manos en su cabeza y chasqueó su lengua mientras veía hacia otro lado.

–¿Qué es?

–Es justamente lo que necesitas, Tony mi muchacho.

El hombre sacó una carpeta que llevaba debajo de su axila y la arrojó al escritorio del cazador. El archivo cayó justo a un lado del pequeño televisor descompuesto que yacía sobre la mesa de madera negra que ya se desconchaba por la humedad y el desgaste del tiempo.

La respuesta aunque un poco críptica, logró captar la atención del Redgrave. Se acomodó en su asiento y abrió la carpeta para proceder a ojearla.

–¿Cumple con los tres requisitos?

–Sí, sí. Pero más importante que eso, es una buena paga–respondió con premura el sujeto.

La contestación causó que Tony cerrara el archivo y alzara su vista para ver al Ferino con su ceño ligeramente fruncido.

–¿Cuáles son las tres reglas?

–….–

–….–

–¿De verdad me vas a hacer repetirlo cada vez que te traiga un trabajo?

–Como se te sigue olvidando los tres requisitos, sí, te haré repetirlo cada vez que sea necesario. Ahora… ¿Cuáles son?

Enzo soltó un largo suspiro de fastidio, se quitó su sombrero momentáneamente y pasó una mano por su calva.

–Primera regla…–comenzó, con gran esfuerzo por lo tonto que se le hacía decir los "requisitos" del peli-plateado para tomar un trabajo–El trabajo debe parecerte interesante. Regla número dos, nada de involucrar a civiles, gente inocente o derramamientos de sangre innecesarios…

–Uh huh. ¿Y la tercera?

El ítalo-descendiente restregó con más vigor su cabeza con indicios de calvicie y se colocó su sombrero de nuevo antes de continuar.

–El trabajo debe tener un cierto "algo" que te llame la atención–finiquitó con gran frustración.

–Exacto. Así que… ¿Este trabajo cumple con los requisitos?

–¡Sí! Ya lo revisé, cumple con todo.

–Ya lo veremos.

Tony volvió a abrir la carpeta y la revisó, ésta vez prestando más atención.

–Un mercenario con ética…–farfulló en voz baja el Agente.

–¿Dijiste algo?

–¡No! Solo quise decir, es muy respetable tu código como investigador paranormal.

–Hmmm…

Notando que atípicamente para él, Redgrave se detuvo a leer el archivo en lugar de ojearlo de forma superficial, el Ferino se relajó un poco. En los minutos que le tomaría al adolescente leer toda la información referente al trabajo, Enzo los aprovechó para echarle un ojo al chiquero que tenía su desastroso compañero de negocios.

No era sorprender que siguiera siendo tan desordenado como cuando lo conoció hace dos años atrás. La "oficina" en sí no era la gran cosa, era un pequeño local abandonado de cuarenta y cinco metros por cuarenta y cinco, ubicado en el peor gueto de Limbo City. El espacio era incluso más reducido por las cajas arrumbadas en una esquina, cajas que ya sabía contenían DVD's, caseteras y discos de vinilo de éxitos de los ochentas y noventas, incluyendo las películas y canciones favoritas del adolescente. Además de un sinfín de artefactos y aparatos electrónicos de aquella época que aparte de ser obsoletos, estaba casi seguro que la gran mayoría no servía y que el Redgrave los guardaba solo porque pensaba que poseían algún tipo de valor escondido y que "en un par de años" obtendrían un valor incalculable, o eso decía el joven cazador. A parte de eso, dos cestas de las cuales no podía distinguir cuál era de la ropa sucia y cuál no. Una pequeña mesa de trabajo con una escopeta que quedó a medias de ser recortada, quizás por flojera del adolescente o simple falta de deseos de terminar el proyecto. En la pared contraria sin embargo, había una parafernalia de variedad de armas de fuego colgando de la pared de bloques rojos. Incluso un par de espadas y unas cuantas calaveras de criaturas de la noche como trofeos de sus cazas anteriores. Además de eso, unas cuantas guitarras y dos bajos. Dicho todo eso no sonaba del todo tan mal la base de operaciones de Tony, pero eso sería solo si se excluyera la inmensa cantidad de cajas de pizzas vacías apiladas una sobre otra hasta crear una pequeña montaña y las botellas vacías de licores regados por doquier. Era fácil asumir que el lugar no olía a flores de primavera. ¿Y en el centro de todo el desastre? El escritorio de Tony.

–Diablos, muchacho. Este lugar da asco…más de lo usual–se quejó el hombre tapando su nariz con el dorso de su mano. Detuvo sus quejidos al detectar movimiento viniendo de entre las cajas de pizza en el suelo, dio un par de pasos hacia atrás al ver una gigantesca rata asomar su hocico como si estuviera buscando alguna presa qué devorar– ¿¡Eso es una rata o un perro salchicha!?–exclamó dando otro par de pasos hacia atrás con aprehensión.

–¿Huh?–murmuró levantando su vista por un momento–Ah, sí. Tengo una infestación–contestó volviendo su vista al archivo. Sin ver a dónde se encontraba el roedor, abrió una gaveta de su escritorio y sacó una Colt 1911 plateada altamente modificada que apuntó en la dirección general de las cajas de pizza.

–¿¡ESTÁS LOCO!? ¡Vas a atraer la atención de la policía!–vociferó el Ferino, sobresaltándose y apartándose de la línea de fuego.

–¿Qué? Tú eres el que se está quejando de la rata, además, no tengo dinero como para contratar a un exterminador–replicó, encogiéndose de hombros.

–P-por ahora déjala, no quiero que estés disparando esa cosa aquí adentro.

–Como quieras–dijo, guardando de nuevo su pistola "Ivory" en la gaveta, en donde reposaba su gemela.

–Quizás puedas ponerle un nombre y volverla tu mascota–bromeó con cierto nerviosismo el ítalo-descendiente.

–Ya se lo puse. Se llama Mickey.

–¿Por el ratón?–cuestionó con confusión en su rostro.

–No, Mickey Rourke.

–Ah…–se detuvo un par de segundos a reflexionar en el intercambio y rascó su barbilla para luego volver a mirar al adolescente–¿Sí sabes que estás absolutamente desquiciado, verdad?

–Eh, al menos soy el sujeto más divertido en las fiestas. Dime, algo, Enzo. ¿De qué va este trabajo? Solo veo fotos de chicas sexys, nombres, apellidos… ¿Tamaño del busto…? ¿Qué demo…? ¿Qué es esto? Nunca eres tan profesional, por lo general siempre me das un nombre y una dirección. ¿Por qué tanto protocolo ahora?

El Ferino sonrió entre dientes de nuevo con esa sonrisa atontada pero perturbadora. De no tener los lentes oscuros puestos, el peli-plateado podría distinguir el brillo de la avaricia en los ojos del Agente.

–¿No has estado leyendo el archivo, verdad? Solo has estado viendo las fotos de las chicas.

–Uhm…–el Redgrave se cohibió de responder afirmativamente para no darle la razón al hombre y para tratar de enmascarar un poco su falta de atención en los textos informativos–No, sí lo leí. Pero de todas formas hazme un resumen–masculló, mirando ahora a su Agente.

–¿te gusta el sushi?

–No–contestó casi instantáneamente.

–Uh, sí, a mí tampoco me gusta la comida china.

El cazador levantó una ceja y se rascó la parte trasera de su cabeza con extrañeza.

–¿El sushi no era japonés?

–Es lo mismo. Ojos rasgados, hablan gracioso, toda esa gente es igual.

–De acuerdo. No me estás diciendo de qué se trata–abrió rápidamente la carpeta para leer una de las hojas–Qué pasa con esta… ¿A-academia Kuoh? ¿Y qué hay con todas estas nenas que parecen modelos?

–Ellas son tus objetivos, mi chico. Todos son demonios, todos y cada uno de los que aparecen en esas fotos. Esa escuela está infestada y es tu trabajo ser el exterminador de plagas.

–¿Enserio? Se ven muy humanos para ser demonios. Hasta diría que me dan ganas de invitar a alguna a salir.

–Invítalas si te da la gana, tómate un café, llega a tercera base si quieres pero el trabajo es matarlas.

–Hmm…–murmuró mientras sujetaba la foto de una chica que aparentaba tener aproximadamente su edad, rasgos europeos, cabello rojo como el fuego y ojos azules como zafiros pulidos junto a un envidiable cuerpo escultural. Cada foto venía sujeta por un clip a una ficha con información de la persona, allí se fijó en su nombre– ¿Rias Gremory? Qué nombre más raro. Bien, suena sencillo. Nunca he visto demonios que se vean así pero eso no importará después de que les ponga una bala en el cráneo. ¿Cuánto es la paga y dónde están?

–La paga es la mejor parte, Tony–rió el hombre con un casi infantil entusiasmo–Son cien de los grandes, la mitad por adelantado ¿Puedes creerlo? ¡Ya estamos en las ligas mayores!

Los ojos azules del adolescente se abrieron de par en par al escuchar la cifra.

–¿Cincuenta mil por adelantado? Ahora, eso sí me gusta. Con eso podría pagar gran parte de mis deudas y me quedaría suficiente dinero para comer algo decente, rayos, hasta podría apostar algo al juego de la próxima semana.

–¿Sigues con eso de las apuestas? Tienes pésima suerte para apostar. ¿Recuerdas cuando apostaste cinco mil a que los Diggers le ganarían a los Medias Rojas?

–Ugh… No lo menciones, aún me duele. Pero sé que en ésta temporada tendremos mejor suerte, el siguiente partido contra los Yankees será una victoria fácil.

–Oh, cierto. Jugarán en el territorio de los Diggers ¿No? ¿Vas a ir a verlo en el estadio?

La expresión animada del cazador cambió momentáneamente, su rostro se llenó de rechazo y aflicción que pronto escondió al fruncir su cara.

–No… Sabes que me fui de Redgrave City por una razón.

–Hmm…cierto. Pues ¿Qué dices? ¿Cuándo comienzas?

–Espera, espera. Todavía no he dicho que sí lo haré. ¿En dónde precisamente están estos demonios? ¿Y por qué usan estos uniformes ridículos?

–Ah, cierto…sí, esa es la cuestión, Tony. Este trabajo es un poco diferente a los que haces siempre.

–¿A qué te refieres? ¿Diferente en qué sentido?

–Lo primero es viajar a donde están, y después debes infiltrarte y atacar sin levantar muchas sospechas.

–¿Sin levantar muchas… qué? ¿A dónde tengo que viajar?–inquirió con suma extrañeza inundando su rostro.

Enzo le señaló el file a lo que el Redgrave lo ojeó hasta volver a la primera página.

–Academia Kuoh en el distrito Kuoh de la prefectura…Espera, espera ¡Espera! ¿Japón? ¿Estás bromeando?

–¿Qué tiene? ¿No te dan miedo los aviones o sí?

–No son los aviones. Es…

El peli-plateado cerró la carpeta de un golpe y la deslizó en dirección al hombre para que la tomara.

–No tomaré el trabajo.

–¿¡QUÉ!? ¿Por qué?

–No lo haré, Enzo. No iré a Japón, y si por infiltrarme te refieres a que iré a esa escuela, entonces estás muy equivocado, no soy un colegial.

Enzo Ferino peló sus ojos tanto que casi se salen de sus órbitas. Su corazón se ensanchó tanto que parecía que le iba a llegar a la garganta.

–Muchacho, muchacho ¿Qué pasa? Estabas muy interesado al principio. ¿Cuál es el problema? Solo será un viaje corto, un par de días nada más. ¡Estarás de vuelta antes del partido de los Diggers y los Yankees!

–No–contestó secamente. Su mirada se desenfocó por un instante en el que en su mente se proyectó la imagen de dos niños jugando en las costas de una playa, una mujer rubia y un hombre de cabello plateado los observaban desde lejos. Tal memoria enterrada le generó una fuerte jaqueca, como si estuviera recordando algo que debía permanecer suprimido o que no tenía por qué recordar en primer lugar.

–Tony, Tony, no me puedes hacer esto. Siempre te quejas de que no te consigo trabajos interesantes o buenos, por fin te traigo uno que es todo eso y paga excelente ¿Y de verdad lo vas a rechazar así como así? Es sencillo, solo debes asistir a una escuela un par de días y matar a unos demonios que probablemente se están comiendo a los estudiantes, ¡Tarea sencilla para ti! ¿Por qué te rehúsas a tomarlo?

–Solo…no lo sé, no quiero tomarlo. Me da mala espina–se excusó el adolescente, sin querer relevar el influjo de emociones que le trajo tan solo mencionar el nombre de la tierra del sol naciente. Pensar en ello le generó tremendo dolor que él mismo no podía comprender del todo.

–¿Mala espina? ¿¡A ti!? ¿Cuándo algo te ha dado mala espina?

–Dale el trabajo a otro cazador. O llévalo al Sindicato si quieres, no me importa.

–¡No puedo dárselo a nadie más! El cliente te pidió específicamente a ti y solo a ti. De seguro estaba impresionado con tus trabajos anteriores.

–¿Me pidió a mí?–cuestionó con confusión.

–¡Sí!

–Pues…dale el trabajo a otro y dile que esa persona es Tony. O dile que estoy ocupado con otro trabajo y me tomará mucho tiempo terminarlo.

–Tony, muchacho. No puedo hacer eso.

–¿Por qué?

El Agente le bastó con sacar un robusto sobre amarillo para responder a la pregunta. El cazador suspiró con fastidio y cabeceó de lado a lado.

–¿Aceptaste el trabajo?

–¿¡Qué querías que hiciera!? Son cien de los grandes ¿Cómo rechazaría eso?

–Demonios, Enzo. Eres un gordo avaricioso.

–¿¡Qué otra cosa podía hacer!? Acepté porque pensé que no tendrías problemas en tomar el trabajo.

–Devuelve el dinero entonces.

–No puedo. Ni siquiera sé dónde está el cliente. El tipo llegó de repente cuando estaba tomándome unos tragos en el bar de Bull's Eye y me contó que necesitaba resolver un problema con demonios y que solo tú podías hacerlo. Habló sobre algo de un Caballero Oscuro o algo así y muchas tonterías que no entendí, pero lo que importa es el dinero, chico. Me dijo que cuando el trabajo estuviera acabado vendría a darnos la otra mitad del pago.

La expresión del adolescente cambió al escuchar la explicación, mientras que hace unos segundos atrás se veía un poco enojado, ahora parecía extrañado y hasta un poco intrigado. Sin embargo, volvió a cabecear en negativa.

–Eres un idiota.

–Vamos, chico. Has esto por mí, por tu viejo amigo, Enzo. Solo serán unos cuantos días, es dinero rápido.

Miró al hombre parado frente a él, se sobó la nuca mientras murmuraba con irritación. Miró al hombre un par de segundos y bajó su vista para enfocarse en un retrato que reposaba en su escritorio. Era una foto de una hermosa mujer rubia ataviada en un vestido negro a juego con un chal rojo. Miró la foto como si estuviera buscando aprobación de parte de la mujer. Su mirada se suavizó de forma considerable al ver los ojos verdes de esa persona. Pasaron unos segundos en los que estuvo en perfecto silencio.

Se aclaró la garganta y volvió a ver al Ferino.

–¿Por qué siempre tengo que estar sacándote de problemas?

La mirada de angustia en el hombre fue reemplazada por unos ojos muy brillantes al ver que el chico relajó su postura un poco respecto al trabajo.

–¡Porque eres un buen muchacho, Tony! ¿Lo vas a hacer?

–¿Tienes una moneda?–contestó el peli-plateado con una pregunta–Dejémoslo a la suerte. Si tienes buena suerte, entonces tomaré el trabajo, pero sino, olvídate de que lo haré.

Enzo asintió con prontitud de arriba abajo. Esta era su oportunidad, la fortuna no siempre le sonreía, pero al menos lo hacía mucho más que con el muchacho que siempre perdía cada apuesta que hacía.

El hombre regordete sacó una moneda de cincuenta centavos.

–¿Cara o cruz?

–Cara–respondió el peli-plateado encogiéndose de hombros.

El ítalo-descendiente arrojó la moneda. Iba a esperar a que cayera en su mano para poder ver el veredicto. Antes de que su sistema nervioso siquiera procesara la orden, el cazador se levantó de su asiento y atrapó el centavo. Volvió a tomar asiento y miró a su Agente antes de abrir su mano.

Cayó en cruz.

El muchacho refunfuñó y le lanzó la moneda de regreso. Una sonrisa de victoria se plasmó en el rostro del ítalo-descendiente. De no ser por su considerable peso corporal, hubiera saltado de la emoción.

–De acuerdo. Tomaré el trabajo. ¡Pero solo serán un par de días! Quiero regresar antes del juego.

–¡Qué bueno que recapacitaste, chico!

–Lo tomaré con una condición.

–¿Cuál?

–Otra apuesta–sonrió el peli-plateado.

–¿Quieres perder otra vez, muchacho?

–No creo que vaya a perder en ésta.

–¿Qué quieres apostar?

–Que no eres capaz de no meterte en problemas antes de que regrese. Si lo haces y tengo que volver a salvarte el trasero, me darás para comprar una pizza.

Esa es una apuesta muy baja–pensó el hombre a lo que contestó con un tono ofendido–¿Acaso me crees un inepto? Sí soy capaz de mantenerme fuera de problemas ¡Muchacho! Y a todas estas ¿Qué gano yo?

–Te invitaré dos rondas en Bull's Eye.

–No le diré no a unos tragos gratis pero, es una apuesta muy tonta ¿No lo crees?

El Redgrave se encogió de hombros y frunció su rostro.

–Solo quiero comprobar si eres capaz de durar dos días sin meter la pata. Es un fastidio tener que ayudarte todo el tiempo.

–Eres un terrible amigo con el viejo, Enzo, muchacho. Si no tuvieras tanto talento ya habría dejado de ser tu Agente.

–Dudo que puedas conseguir a otro tonto que te ayude a financiar tus noches en el club de striptease–rió el adolescente antes de reclinarse de nuevo en su silla.

–¡Hey! ¡Yo soy muy buen agente!

–Uh huh, si tú lo dices.

El Ferino cabeceó en negativa y colocó el sobre encima del escritorio de su compañero para luego sacar un habano.

–Allí está todo. Está tu dinero, menos mí diez por ciento y lo que me debías, claro–dijo en unos cuantos decibeles más bajos que su usual tono de voz–Unas llaves para un departamento en el que te quedarás, el boleto de avión, el itinerario de vuelo y la dirección de un lugar en el que debes dejar todo el equipo que te quieres llevar. Ellos se encargarán de transportar tus herramientas de trabajo.

–Uh… Muy bien pensado de su parte.

–¡Es de lo que te hablo! Ya estamos en las grandes ligas, Tony–clamó, extendiendo sus brazos a cada lado–A partir de ahora todo va a mejorar, ya verás. Quién sabe, quizás en unos cuantos años más puedas montar una oficina decente y seamos una agencia real. ¿Qué te parece eso?

–¿Qué tiene de malo la oficina que ya tengo?–cuestionó con una ceja arqueada y con un genuino tono de desconcierto.

–¡Todo! Es una pocilga asquerosa que se filtra cuando llueve ¡Pero ya verás! Presiento que vamos por buen camino.

El regordete hombre encendió su habano y salió de inmediato del local a sabiendas que el adolescente se irritaría con el humo de su tabaco.

–Iré a Love Planet, quiero que la hermosa, Tatiana me dé un baile privado. ¡Se vienen buenas cosas, muchacho, muy buenas cosas! ¡No olvides tu pasaporte!–exclamó el Ferino antes de cerrar la puerta y marcharse.

Tony suspiró de nuevo. Tomó el paquete y le dio un vistazo, realmente no le interesó demasiado saber cuánto había en el interior, sabía que Enzo era un imbécil pero tampoco le robaría. Lo dejó a un lado y abrió el file, éste se abrió justo en la foto de la chica peli-roja. La miró durante un par de segundos y vio de nuevo la foto de su madre, Eva, antes de alzar su vista al techo agujereado y soltar un profundo suspiro.

¿Por qué Japón? ¿Por qué ahora…?–pensó mientras esa imagen volvía a proyectarse en su cerebro.

El resto de su día se pasó sorpresivamente rápido. Usó parte de su dinero para pagar algunas de las deudas que tenía, pudo cenar pizza que no estaba echada a perder y se bebió unas cuantas botellas de Jack Daniel's. Fuera de eso envió dinero para dos huérfanas en Redgrave City, y pasó lo que quedaba del día en su oficina. En un caso normal se habría ido a su bar favorito, Bull's Eye, pero por alguna razón no se sentía con ánimos de beber en público, más bien quería pasar el resto del día solo consigo mismo, algo a lo que ya estaba más que habituado. Según su itinerario, el vuelo sería al día siguiente, no iba a ser un vuelo directo ya que tendría dos escalas así que iba a ser un viaje bastante largo.

De su equipo empacó su fiel espada The Rebellion y sus dos pistolas gemelas Ebony e Ivory. No había necesidad de ninguna otra arma ya que consideró que sería un trabajo sencillo. En la funda para guitarra en la que guardó su armamento también metió dos artefactos alquímicos, dos cristales con forma de estrella. Una era verde, una estrella vital, mientras que la otra era naranja y un poco más misteriosa. Aparte en una mochila metió unas cuantas mudas de ropa, incluyendo un atuendo rojo, su usual ropa que vestía cuando cazaba. En otra funda metió su guitarra favorita. Eso era todo lo que necesitaba para el viaje.

A la mañana siguiente se atavió con su gabardina de cuero roja, una camisa blanca, un pantalón kaki junto a un par de botas de combate.

Antes de partir se tomó una pausa para ver de nuevo la foto de su madre. No dijo nada, no trató de conversar con el retrato de Eva, tan solo la miró, como si estuviera grabando su aspecto en su mente, como si tuviera miedo de olvidar su apariencia en ese corto viaje que haría. Apretó el amuleto que colgaba en su cuello, el último recuerdo que le dejó su madre. Así permaneció varios minutos que se sintieron muchísimo más largos de lo que realmente fueron.

No pudo seguir reteniéndose con eso, debía marcharse para dejar su equipo en el punto de entrega y llegar a tiempo a su vuelo. Por ello acarició la imagen de su madre con las yemas de sus dedos y acostó el retrato. Susurró con suavidad "no me tardaré, mamá" antes de levantarse de su escritorio.

Tomó una caja de pizza que sobró del día anterior y la dejó en el suelo con la tapa abierta para que no le diera hambre a Mickey en el tiempo en el que no estaría.

Salió por el umbral y cerró la puerta tras de sí. Miró el cielo de Limbo City para esbozar una muy confianzuda sonrisa, generada por la excitación de iniciar una nueva aventura.

–La fiesta está a punto de comenzar.